OP UD 42. IMPERIALISMO Y EXPANSIÓN COLONIAL. LOS
CONFLICTOS INTERNACIONALES ANTES DE 1914.
INTRODUCCIÓN.
1. EL IMPERIALISMO.
1.1. LAS CAUSAS.
El auge
demográfico.
El desarrollo
económico.
El prestigio
político.
El poder militar.
Los avances
científicos y geográficos.
1.2. LA IDEOLOGÍA
IMPERIALISTA.
El imperialismo
liberal.
El imperialismo
nacionalista.
El imperialismo
socialista.
1.3. FASES DEL
IMPERIALISMO.
El imperio
indirecto (1815-1880).
El imperio
directo (1880-1914).
1.4. ADMINISTRACIÓN
DEL TERRITORIO.
Colonias y
protectorados.
Colonias de
explotación y de poblamiento.
La explotación
económica de las colonias.
Consecuencias
sociales y culturales en las colonias.
2. LA EXPANSIÓN
COLONIAL (1880-1914).
Dos fases: el
reparto (1880-1890), la ocupación efectiva (1890-1914).
ÁFRICA.
El Congo (desde
1874).
Las primeras
ocupaciones (1881-1884).
La conferencia de
Berlín (1884-1885).
La carrera de
ocupaciones.
ASIA.
La expansión de
las potencias europeas.
El imperio del
Japón.
Los países
independientes de Asia.
La presión
imperialista sobre China.
OCEANÍA.
La expansión de
las potencias occidentales.
3. LOS GRANDES
IMPERIOS COLONIALES DEL SIGLO XIX.
Los pequeños
imperios tradicionales.
EL IMPERIO COLONIAL
RUSO.
EL IMPERIO COLONIAL
BRITÁNICO.
Colonias de poblamiento:
Canadá, Australia, Nueva Zelanda, El Cabo.
Colonias de
explotación: India, África.
Las rutas del
imperio.
EL IMPERIO COLONIAL
FRANCÉS.
Una colonia de
poblamiento: Argelia.
Colonias de
explotación: África, Indochina.
4. LOS CONFLICTOS
INTERNACIONALES ANTES DE 1914.
4.1. RASGOS
FUNDAMENTALES DE LA “PAZ ARMADA”.
4.2. SISTEMAS DE
ALIANZAS DE BISMARCK (1870-1890).
El primer sistema.
El segundo
sistema.
El tercer sistema.
4.3. FORMACIÓN
DEFINITIVA DE BLOQUES (1890-1914).
4.4. LOS CONFLICTOS.
La cuestión de
Marruecos.
La cuestión
balcánica.
4.5. UN CASO
ESPECIAL. LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA DE 1898.
La guerra con los
EE UU (1898).
La entrega del
imperio.
INTRODUCCIÓN.
El tema del
colonialismo y de las relaciones internacionales en la segunda mitad del siglo
XIX es fundamental para conocer la historia del mundo contemporáneo. Los
fenómenos actuales de la descolonización, el neocolonialismo, la división del
mundo en desarrollado y subdesarrollado, etc., se explican en gran parte por lo
que ocurrió entonces.
Resumen.
El colonialismo es
un proceso de colonización, con la conquista y establecimiento en un
territorio, que queda dominado. Durante los siglos XVI y XVII los países
europeos habían conseguido colonias en todos los continentes. Destacaba el
control de toda América, con sus extensas colonias dedicadas al poblamiento y a
la explotación de los recursos naturales y al comercio; en cambio, las pequeñas
factorías establecidas en la costa de África de dedicaban al comercio (sobre todo
de esclavos); en Asia había factorías para el comercio y algunas zonas
dominadas más ampliamente (la inicial India británica, las Filipinas españolas,
la Insulindia holandesa).
Pero a principios
del siglo XIX finalizó el antiguo sistema colonial americano. Se habían independizado
la mayoría de las colonias españolas y portuguesas, y la británica de América
del Norte (excepto Canadá), creando los nuevos países iberoamericanos y de EE
UU. Además, se procuró la abolición de la esclavitud y se suprimió el régimen
económico denominado pacto colonial, según el cual las colonias eran meros
territorios de explotación. Aunque desaparecieron los grandes imperios coloniales
aún subsistían, empero, colonias en todos los continentes.
Entonces, sin
embargo, la Revolución Industrial y el fin de las guerras napoleónicas, llevó a
que las potencias europeas, desde 1815 mediante una colonización “de hecho” y
desde 1880 con una “de derecho”, comenzaran nuevamente la expansión colonial,
creándose los dos grandes imperios: británico y francés, y otros menores, en un
verdadero imperialismo colonial, dirigido ahora a Asia, África y Oceanía.
Mientras tanto, la
expansión demográfica, industrial y comercial de los Estados occidentales
motivó una competencia internacional, en la que se sucedieron periodos de paz y
breves conflictos, forjándose alianzas que se mantuvieron hasta 1914. Dada la
multiplicidad de los conflictos bélicos, debemos escoger una limitación
temporal y espacial. Obviaremos los ocurridos antes de 1871, porque están
asociados a la construcción de los estados nacionales (p.e. guerra de Secesión
en EE UU de 1861-1864, guerra francoprusiana de 1870). Nos limitaremos también
a los que ocurrieron en Europa, porque los de América Latina corresponderían
mejor al tema de la independencia de sus países y sus consecuencias, y porque
los de Extremo Oriente corresponden al tema de su historia desde 1868.
1. INTERPRETACIÓN DE
LA EXPANSIÓN IMPERIALISTA.
1.1. LAS CAUSAS.
Las causas de la
expansión fueron múltiples:
El auge
demográfico.
Europa aumentó su
población: en 1815 había 190 millones, que en 1870 ya eran 300 y en 1914
llegaron a 450. El aumento de población contribuye al imperialismo porque hay
un excedente humano que puede emigrar (40 millones en este periodo 1815-1914).
Por otra parte, más población significaba mayor necesidad de alimentos, que
podían obtenerse en las colonias. Fue la principal causa legitimadora para el
imperialismo alemán, italiano y japonés.
El desarrollo
económico.
A medida que
aumentaba la industrialización, en Europa aumenta también la necesidad de
materias primas (algodón, lana, metales) y fuentes de energía (carbón y, más
tarde, petróleo). Por otra parte, al aumentar la producción es necesario encontrar
nuevos mercados para los productos industriales, que se buscan en las colonias.
Estos mercados se cerraban hacia 1873 por la reaparición del proteccionismo
económico (tras la fase anterior de librecambismo de 1860-1873).
La económica es la
principal (pero no única) causa explicativa para el imperialismo británico,
francés y alemán anterior a 1914 y es la que han seguido las teorías marxistas,
con autores como Hobson (Imperialismo, 1902), Hilferding (El capital
financiero, 1910), Luxemburgo (La acumulación de capital, 1913),
Bujarin (La economía mundial y el imperialismo, 1915)y , sobre todo, Lenin
(El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916), que explican el
imperialismo sólo por motivos económicos, como una trasposición de la lucha de
clases a la lucha entre países ricos y pobres, y como una expresión de la
necesidad del capital de obtener nuevos mercados más rentables, anexionando
territorios como medio de garantizar el dominio económico.
En la actualidad,
empero, la historia económica indica que los objetivos económicos de las
potencias coloniales no se cumplieron. Al contrario, los imperios implicaron
graves costos económicos y desalentaron el crecimiento. Mucho más útil hubiera sido
un desarrollo y dominio sólo comercial. Por contra, sí hubo grandes ventajas
político-estratégicas (los imperios de Gran Bretaña y Francia fueron esenciales
en la victoria de la primera en las guerras napoleónicas, y para las dos en las
dos guerras mundiales contra Alemania).**
El prestigio
político.
Surge una
competencia entre los países europeos: si unos tienen colonias, otros también
las quieren. La emulación en la época de los nacionalismos llevará a las
naciones europeas a una carrera nacionalista. Un país sin colonias no tiene
prestigio y por eso los políticos defienden el colonialismo. El político
francés Léon Gambetta explica que para “seguir siendo una gran potencia, o
convertirse en una, se debe colonizar”.
Además había una competición
por extender la religión de cada país: católica, protestante u ortodoxa. Esto
explica que en España la guerra de Marruecos de 1859-1860 fuese muy popular
puesto que se creía que se conquistaría este país y se le cristianizaría.
El poder militar.
Hay cuestiones de
estrategia militar (los puertos coloniales sirven de base de aprovisionamiento
a los barcos de las metrópolis). Las ventajas que la industrialización da a los
ejércitos y las armadas de los europeos (armas de repetición, artillería,
barcos acorazados de vapor) les da una superioridad militar tan grande que con
pocos efectivos pueden vencer a países muy poblados pero poco desarrollados,
como China.
Los avances
científicos y geográficos.
Las mejoras en el
transporte (ferrocarril, barcos de vapor) permitieron movilizar ejércitos,
colonos, mercancías...
Las mejoras en la
medicina (vacunas, quinina) permitieron que los europeos pudieran vivir en
zonas antes cerradas higiénicamente a su colonización, como el África
Occidental.
El desarrollo del
conocimiento científico de la Tierra durante el siglo XIX estimuló las
expediciones geográficas, que pusieron grandes territorios desconocidos bajo la
soberanía jurídica de Occidente.
1.2. LA IDEOLOGÍA
IMPERIALISTA.
A finales del siglo
XIX, entre 1890 y 1900 aproximadamente, el imperialismo, como ideología, fue
aceptado masivamente, incluso por los liberales que antes se le habían opuesto
y muchos socialistas, pero sobre todo por la derecha nacionalista. Las
doctrinas de legitimación son muchas, pero se pueden reunir en tres: liberal,
nacionalista y socialista.
El imperialismo
liberal.
El imperialismo
liberal es humanitario y filantrópico. Afirma el derecho de conquista como
último medio de lucha contra el esclavismo, contra los abusos y para establecer
el “buen gobierno”.
En Gran Bretaña es
defendido por los radicales, los masones y muchos pensadores y políticos:
Rhodes, Cromer, Livingstone, Milner, Curzon, Salisbury, Chamberlain, Kipling. Carlyle
sostiene que Gran Bretaña es la “nación predestinada”, con una misión
universal. Dilke (1868) sostiene la idea de la Greater Britain, en “un
mundo cada día más inglés”. Seeley (1883) sistematica la Expansión of
England. Kipling argumentará que el imperio es un obligatorio “deber del
hombre blanco” y que hay una misión británica. Joseph Chamberlain explica que
la raza británica es la más apta para la gobernación.
En este sentido, una
justificación importante para la conquista británica en África fue procurar la
definitiva abolición de la esclavitud, que antes se había fomentado y que aún
subsistía en muchos países africanos de religión islámica. La prohibición del
tráfico fue oficial en el Congreso de Viena de 1815 y se abolió en Gran Bretaña
en 1833, Francia en 1848, etc., aunque no se suprimió en EE UU hasta 1863 y en
algunos países latinoamericanos hasta más tarde, lo que explica que se
mantuviese un tráfico ilegal a través del Atlántico. El control de la prohibición
del tráfico negrero le correspondió sobre todo a Gran Bretaña, que estableció
su control sobre las zonas costeras de exportación y pronto entró en conflicto
con los Estados esclavistas del interior (Benin, Uganda, los ashanti, los
zulúes...), lo que llevó a la conquista final del interior del continente, con
una legitimación ideológica “positiva”.
Algunos liberales
sostendrán que el imperialismo aporta beneficios no sólo a las colonias sino
que también regeneran a los países colonizadores. Partidarios de esta tesis son
los británicos Carlyle y Froude y los franceses Lyautey y Onésime Reclus (el
hermano del gran geógrafo).
En Francia se
defendía o justificaba el imperialismo por la supremacía de la civilización
occidental, entre cuyos derechos y deberes figuraba civilizar a los pueblos
atrasados. Esta “misión hacia las razas inferiores” (Jules Ferry) se combinó en
la tradición francesa surgida de la Ilustración, con la noción de Derecho
natural y de solidaridad de la especie humana.
El imperialismo
socialista.
Muchos socialistas
defendieron que el imperialismo era útil para los obreros de Occidente e
incluso para los pueblos sometidos, así liberados del despotismo e introducidos
en la senda del progreso. Tuvo partidarios socialistas en Gran Bretaña (Manifiesto
Fabiano, 1900), Francia y, sobre todo, Alemania, donde Renner escribe: “la
expansión del sistema económico europeo a través del mundo es históricamente
necesaria, inevitable y culturalmente prometedora”.
El imperialismo
nacionalista.
El imperialismo
nacionalista tenía una argumentación racial, étnica, religiosa, cultural... Es
el “pueblo superior” quien debe dominar. Se inspira en un darvinismo social,
extendido a las relaciones entre los grupos humanos, que considera que el imperialismo,
fuerza de la naturaleza, manifestación esencial de vida, es el triunfo benéfico
del más fuerte y del mejor. Este etnocentrismo conduce a menospreciar las otras
razas y civilizaciones, especialmente la del Islam. Se defienden los mitos de
la “nación imperial”, la “grandeza romana”, la “misión sagrada”. Houston S.
Chamberlain, británico pro-alemán, llegará a preconizar la superioridad germánica
y su derecho a dominar el mundo.
Estas ideas se
complementan a continuación con la necesidad de conseguir un espacio vital (Lebensraum)
para los pueblos jóvenes de creciente expansión demográfica. Es la tesis legitimadora
para los imperialismos alemán, italiano y japonés en el periodo de
entreguerras, dentro del ascenso del fascismo.
1.3. FASES DEL
IMPERIALISMO.
El
imperialismo/colonialismo es un fenómeno histórico muy largo, que se remonta a
la Antigüedad y perdura incluso hoy en día en forma de neocolonialismo. Pero si
nos ceñimos al imperialismo del siglo XIX se pueden distinguir a grosso modo
dos grandes fases:
El imperio
indirecto (1815-1880).
Es un imperio “de
hecho”, “pasivo” (informal Empire). Hay sólo una colonización de puntos
de apoyo comercial y una influencia dominante.
Comienza hacia 1815
con el fin de las guerras napoleónicas y la nueva atención que las potencias
europeas brindan a los otros continentes, y dura hasta 1880, después de que la
guerra francoprusiana (1870), el nacionalismo, el proteccionismo comercial y
otros acontecimientos incentivan una más directa competencia.
Se estableció
entonces una dominación pacífica de la economía, de la cultura o de la vida
política, sin ocupación material ni control directo, en contraste con el
imperialismo de derecho, que iba acompañado de la conquista y transformación
del estatuto internacional del país subordinado (colonia, protectorado,
mandato).
Las dos formas no
son cronológicamente incompatibles, pero el informal Empire se impuso
como predominante durante toda la primera mitad del siglo XIX, en el que se
asistió a un retroceso de los imperios coloniales.
Gran Bretaña, con su
economía floreciente, tenía entonces tal potencia que apenas tenía competencia
alguna. La sola apertura de un mercado era suficiente motivo para su conquista
y dominación. Por la persuasión y la negociación, por la amenaza o por la
guerra, los británicos impusieron numerosos tratados de comercio que les entregaban
nuevos mercados (Turquía, 1837; China, 1844; Marruecos, 1856; etc.). Una serie
de fortalezas e islas, cuidadosamente escogidas, servían de escalas de navegación,
de puestos de defensa, de depósitos, de plazas comerciales: Gibraltar, Malta,
Adén, Hong Kong, Singapur. Es el primer gran ejemplo de imperialismo económico (o
de “economía dominante”), del que EE UU será el otro gran ejemplo, con la política
de “puerta abierta” en China, del “gran garrote” en Latinoamérica.
Francia, por su
lado, aunque en menor grado, se esforzó en obtener ventajas de sus
disponibilidades en capitales, para controlar numerosas empresas extranjeras
(ferrocarriles, canales, banca).
Este imperialismo
financiero y comercial terminaría de establecerse con el predominio de la libra
y después del dólar, sólo inquietados a distancia por el franco y el marco. En
este sentido, el imperialismo se confunde con el neocolonialismo y se
extendería a los países iberoamericanos recién independizados y a los países
europeos periféricos (como España, tan dependiente del capital británico y
francés durante el siglo XIX).
Durante el periodo
1815-1880 el imperialismo, que consistía en una rivalidad anglo-francesa
fundamentalmente, se ejerció de este modo “pasivo”, sobre todo en África, el
Mar Rojo y el océano Índico. El imperio indirecto se ejercía por el control de
la producción (Iberoamérica), de los intercambios comerciales (Extremo Oriente)
y la difusión de la cultura (Oriente Medio).
La extensión de las misiones
religiosas durante el siglo XIX fue utilizada también por los países
imperialistas, como sucedió en la rivalidad entre misiones francesas e
italianas en Oriente Medio y África Oriental, y la rivalidad entre católicos y
protestantes en África Occidental.
El imperio
directo (1880-1914).
Es un imperio “de
derecho”, “activo”. Hay una colonización en profundidad, para la explotación de
todos los recursos. En algunos lugares muy importantes para los imperios ya
había comenzado antes (los británicos en la India), pero sólo es predominante
en esta segunda fase, que se debió a la competencia entre todas las potencias
coloniales a partir de 1880 y que acabó de hecho hacia 1900 (por no haber más
territorios disponibles) aunque la competencia duró hasta 1914, explicando en
parte el conflicto de la I Guerra Mundial.
Tomó formas diferentes
según los países.
Gran Bretaña, que
durante mucho tiempo había preferido el comercio a la conquista, siguió con
reticencias (Gladstone y los liberales) este sistema bajo el impulso de
Disraeli (1868-1880) y los conservadores, aunque esforzados en limitar en sus
nuevas posesiones los compromisos militares, aplicando muy a menudo la indirect
rule (el protectorado).
Bajo el gobierno
Disraeli se compró la mayoría de las acciones del canal de Suez (1875),
anexionó Chipre (1878), y amplió sus dominios en la India (que convirtió en
imperio en 1876) y África del Sur. Era el antecedente directo de la inminente
carrera imperialista de los años 1880.
La Francia
republicana reemprendió con vigor, a partir de 1880, una política de expansión,
apoyada al principio por los nacionalistas republicanos (Jules Ferry) y desde
1885 por los medios financieros, concluyendo con la adquisición de amplias
posesiones. La administración directa, la política de asimilación y la debilidad
de la explotación de los recursos caracterizaron su concepción “jacobina” de la
colonización.
La Conferencia de
Berlín (XI-1884 a
II-1885) abrió grandes perspectivas para la expansión europea en África y
brindó un modelo diplomático para resolver jurídicamente mediante la ocupación
efectiva el reparto de los demás territorios libres.
Entonces se desarrollaron
los imperialismos alemán y italiano, recién alcanzada su unidad nacional, y
aparecieron el estadounidense, una vez terminada su expansión hacia el Oeste,
el japonés, tras el éxito de la revolución Meiji, el ruso, que se expandió
hacia Asia Central, y resurgieron el español y el portugués. Casi todos los
sectores de la sociedad (político, económico y cultural) participaron durante
estos decenios de una ideología de expansión imperial, que obedecía a una
mezcla de motivos económicos (predominantes en Gran Bretaña) e ideológicos
(dominantes en España).
Se formaron los
grandes imperios que terminarían en la I Guerra Mundial enfrentados a Alemania
para dividirse su pequeño imperio. Pareció que sería un reparto permanente,
pero ya en el periodo de entreguerras entró en crisis y después de 1945 se
disolvió con rapidez en un par de decenios, aunque haya todavía algunos
territorios colonizados. En realidad, estaba resurgiendo el estilo del informal
Empire.
1.4. ADMINISTRACIÓN
DEL TERRITORIO.
Las formas de
control son muy variadas.
Colonias y
protectorados.
Es posible
distinguir una diferenciación de tipo jurídico, fundamentalmente entre colonias
y protectorados.
Las colonias son
territorios anexionados (sin soberanía territorial), no organizados
políticamente de modo autónomo, que pasan al dominio de la metrópoli, la cual
introduce en la colonia una organización política y económica. Por lo general
están poco poblados.
Los protectorados
son territorios con soberanía territorial propia, aunque la metrópoli, mediante
un acuerdo con las autoridades soberanas del país, las domina económica y militarmente
y controla su política exterior. Generalmente están bastante poblados (fue el
caso de Nigeria), pero hay muchas excepciones (fue el caso de Kuwait).
Formas jurídicas
menos usuales son el dominio, la concesión y el mandato. El dominio es una
forma típicamente británica, en la que los países -de colonización- se someten
a la soberanía de la Corona británica, y cuentan con una amplia autonomía
interna, configurando la Commonwealth (son los casos de Canadá, Unión
Sudafricana, Australia y Nueva Zelanda). La concesión es el acuerdo entre un
país imperialista y uno dominado, por el que aquél posee en este una factoría
comercial, generalmente con derechos de extraterritorialidad de los nacionales
y control de aduanas, p.e. las potencias europeas en China, como Hong Kong
antes de convertirse en colonia). El mandato es una forma especial de protectorado:
el control es encomendado por una autoridad internacional (no por admisión de
las autoridades soberanas del país) y por un tiempo definido o indefinido, pero
no definitivo (p.e. hasta que el país se pueda regir por sí mismo, como en los
casos de Siria y Palestina en las entreguerras).
Colonias de
explotación y de poblamiento.
El papel de los
europeos en las colonias podía ser: de explotación y de poblamiento.
Las colonias de
explotación suelen ser las situadas en climas cálidos, poco propicios para el
hombre europeo, o las muy pobladas. A ellas sólo van funcionarios, militares,
comerciantes, por algún tiempo, no de modo definitivo. Es el caso de la India,
Sudeste asiático y del África Ecuatorial.
Las colonias de
poblamiento son territorios de climas templados, poco poblados, adonde acuden
colonos europeos para cultivar la tierra y establecerse de una manera
definitiva. Es el caso de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Argelia,
Siberia. Este último tipo de colonias es muy interesante para las metrópolis,
que tratan de mantenerlas, tomando actitudes diversas. Así, Francia intenta en
Argelia y otras colonias la asimilación, convertir en franceses a los
indígenas. Gran Bretaña establece un sistema especial; cuando considera que una
colonia de poblamiento ha alcanzado un alto grado de nivel económico y cultural,
le concede el título de Dominio y le otorga la autonomía política, pero sigue
manteniendo unos fuertes lazos económicos y culturales. Así lo hace con Canadá
en 1867 y, posteriormente, con Australia, Nueva Zelanda y la Unión Sudafricana.
Rusia se anexionó el Asia Central y explotó a fondo la inmensa Siberia.
La explotación
económica de las colonias.
En el aspecto económico,
los conquistadores se apoderaban de las tierras de cultivo, sobre todo cuando
estaban escasamente pobladas, usando mano de obra indígena. Se desarrollaron
plantaciones en los países tropicales y grandes explotaciones agrícolas y
ganaderas en los países de poblamiento. Las minas eran monopolizadas por los
capitales coloniales. Los excedentes de producción agrícola (té, azúcar, cacao,
café, algodón, lana, yute...) y minera (oro, plata, cobre...) se transportaban
a las metrópolis. Las colonias eran una muy rentable oportunidad de invertir
capitales y de exportar productos industriales, porque la industrialización
europea no tenía rival. Este fue el caso de la India, que perdió su industria
textil e importó masivamente tejidos ingleses de algodón, vendiendo la materia
prima a cambio.
En suma, en las
colonias hubo una integración económica en el sistema mundial.
Consecuencias
sociales y culturales en las colonias.
En el aspecto social
y cultural, hubo una distinción:
- Las colonias de
explotación: segregación racial y cultural, aculturación de la población
indígena, imponiendo en muchos casos la lengua y la religión de la metrópoli.
- Las colonias de
poblamiento: la inmigración europea suponía trasladar totalmente a las colonias
la raza, lengua, religión, cultura, modos de vida... de la metrópoli.
En suma, hubo una desintegración
de las sociedades indígenas y un proceso de aculturación.
2. LA EXPANSIÓN
COLONIAL (1880-1914).
Dos fases: el
reparto (1880-1890), la ocupación efectiva (1890-1914).
Este proceso a nivel
mundial se suele dividir a grosso modo en dos fases: el reparto
(1880-1890) y la ocupación efectiva (1890-1914), pero es poco didáctico
presentar así el tema, pues el reparto y la ocupación se mezclan en el tiempo,
incluso comienzan antes de 1880 y se prolongan después, y en cada continente
tiene una periodización distinta. Es más clarificador hacer una división en
tres grandes espacios (África, Asia y Oceanía) y explicar el transcurso del imperialismo
en cada uno.
Desde 1870 las
fronteras en Europa quedan bien definidas, con dos nuevas potencias, Alemania e
Italia, rivalizando con las antiguas de Gran Bretaña, Francia, Austria-Hungría,
Rusia.
La industrialización
y la búsqueda de mercados, el auge demográfico y las consideraciones políticas
y religiosas, explican que la presión para crear imperios crezca, hasta que en
el decenio de 1880 desemboca en una rápida carrera por extenderse en los
territorios “vacíos” de África, Asia y Oceanía. Una vez ha comenzado uno, los
otros le siguen para no quedarse en desventaja. Incluso son ocupados los territorios
no rentables, como un modo de que no lo hagan los demás.
ÁFRICA.
En un primer
periodo, iniciado a mediados de los años 1870 y completado hacia 1885, se
conquistaron casi todas las costas y comenzó la penetración hacia el interior a
través de los ríos y con la construcción de ferrocarriles. Los hitos
fundamentales son la conquista del Congo, las primeras ocupaciones, la conferencia
de Berlín (1885), coetánea a la ocupación del resto de las costas.
En un segundo
periodo, entre 1885 y 1914, se completó la ocupación del territorio interior,
venciendo la resistencia de los pueblos indígenas. Por lo general, hubo un reparto
pactado, pocas veces conflictivo, y se comenzó la explotación intensiva.
El Congo (desde
1874).
La exploración del
río Congo por Stanley en 1871 despertó las apetencias coloniales de las
potencias europeas. Leopoldo II de Bélgica pretendía conseguir colonias en
África para su país, pero la opinión pública belga no le era favorable, así que
reunió en Bruselas un Congreso de geógrafos y exploradores, a través del cual
se creó un Comité de Estudios del Alto Congo (transformado luego en Asociación
Internacional Africana o AIA, 1876), cuyo presidente era el rey. Se organizó
una nueva expedición de Stanley para remontar el río Congo y tomar posesión del
territorio, firmando acuerdos con los reyes indígenas en 1874-1877. Aunque
Francia ya había ocupado una amplia zona de la desembocadura (al norte), la mayor
parte de la cuenca del Congo se convirtió en un Estado independiente, bajo la
soberanía de la AIA. En 1885 Leopoldo II logró que la Conferencia de Berlín le
reconociera soberano del Congo, que a su muerte legó a Bélgica. La explotación
del territorio fue durísima, resultando un verdadero genocidio al forzar a la
población a trabajos forzados.
Las primeras
ocupaciones (1881-1884).
Aparte del caso del
Congo, las primeras ocupaciones comenzaron a inicios de los años 1880.
Francia las inició
en 1881, con la toma de Tunicia en el norte, el puerto de Cotonou (en Benin,
1882) y el desembarco en Madagascar (1882, protectorado en 1885).
Gran Bretaña ocupó
Egipto (1881), asegurándose así el control del canal de Suez que ya había
comprado, y el del bajo Nilo.
Alemania, por su parte,
se había introducido en 1883 en África del Sudoeste (sólo era una factoría comercial)
y en 1884 en las costas de Togo, Camerún y Tanganika, preparando su posterior
expansión hacia el interior.
La conferencia de
Berlín (1884-1885).
Las disputas
africanas se discutieron -aunque no quedaron zanjadas totalmente- en la Conferencia
de Berlín (XI-1884 a
II-1885), en la que participaron casi todos los Estados europeos, bajo la influencia
de Bismarck.
Partiendo del concepto
colonialista que entonces existía, se decidieron las condiciones jurídicas del
reparto de África, teniendo en cuenta no la voluntad de los africanos ni el respeto
a su división tribal, sino las necesidades económicas o estratégicas de las
potencias europeas.
Se acordó un área de
libre comercio en África Central, la libertad de navegación en el Níger y el
Congo, y la soberanía personal de Leopoldo II de Bélgica sobre el Estado Libre
del Congo. La decisión principal fue que la ocupación debía ser efectiva para
ser reconocida internacionalmente. Entonces las potencias se arrojaron sobre
África para ocuparla, acelerando un proceso ya anterior.
La carrera de
ocupaciones.
El reparto africano
siguió claras estrategias de crear imperios continuos:
Gran Bretaña ansiaba
ampliar sus territorios africanos, creando un imperio continuo de norte a sur,
con el plan “De El Cabo a El Cairo”. Cromer avanzó desde el norte, desde el
Egipto hasta Sudán (1885, pero en rebeldía mahdista hasta 1898); Rhodes desde
el sur (chocando sucesivamente con los bóers, portugueses y alemanes) conquistando
Bechuanalandia (1885), Rhodesia (Zimbabwe, 1888) y Zambia (1891), mientras que
en el centro, en 1884-1895 se toman el norte de Somalia, Kenia y Uganda. Su proyecto
estratégico chocó con los de Portugal y Francia, y esta rivalidad estuvo a
punto de originar guerras, pero de las amenazas Gran Bretaña salió ganadora en
general, con los ultimátums para que se retirasen a Portugal (1889),
solucionado con tratados (1890-1891), y Francia (el incidente en Fashoda en el
Nilo en 1898, entre Kitchener y Marchand), arreglado con el tratado de 1899
(que solucionaba todas las disputas anglo-francesas por el reparto de África).
En cambio, no logró
evitar que Alemania se apoderase de Tanganika en África Oriental, lo que rompía
por la mitad la línea El Cabo-El Cairo. En el tratado de Heligoland (1890), se repartieron
la zona (Kenia y Uganda para Gran Bretaña, Tanganika para Alemania).
Gran Bretaña también
se consolidó en la costa atlántica con la conquista de Gambia, Sierra Leona,
Costa de Oro (Ghana) y, sobre todo, de la rica Nigeria, cuya zona interior fue
ocupada en 1895-1898, a
fin de dominar mejor el tráfico del Níger e impedir la expansión francesa.
Francia intentó
crear su imperio continuo de oeste a este, desde el Atlántico al mar Rojo, con
el dominio del Sahara, venciendo la resistencia de varios Estados musulmanes
del Sahel y del Sahara, desde el Senegal al Chad, lo que logró hacia 1900, aunque
fracasó en tomar el valle del Nilo y no pudo tomar su parte de Marruecos hasta
1912. En el África Occidental se apoderó de Costa de Marfil y Benin; en África
Central tomó el norte del río Congo, con los territorios de Gabón, Congo y Centroáfrica.
En la costa del Índico conquistó totalmente la importante isla de Madagascar,
así como el enclave de Yibuti en el mar Rojo.
Portugal también intentó
crear su imperio continuo, de oeste a este, desde Angola a Mozambique. Sólo
logró dominar amplios territorios en el interior, sin conectar las dos colonias
entre sí.
Alemania llegó
tarde, pues Bismarck no era partidario de tener colonias, pero la presión de
las empresas comerciales de Hamburgo y Bremen primero impulsaron en 1883-1884
el establecimiento de factorías comerciales en la costa de Togo, Camerún, África
Sudoccidental (Namibia, donde se venció una dura resistencia de los herero) y
Tanganika (actuales Tanzania, Ruanda y Burundi), y después de 1890 (cuando cesó
Bismarck) la conquista del interior, por presión de los mismos medios
económicos y el impulso nacionalista del emperador Guillermo II.
Italia se anexionó
Somalia y Eritrea, rodeando y atacando a Abisinia, pero, derrotada, tuvo que
renunciar a la conquista (hasta 1936). Más tarde se apoderó de la Libia turca
(1912).
Dos Estados
independientes: Liberia y Abisinia.
Tras la ocupación de
Marruecos (1912), sólo quedaron dos Estados africanos independientes:
Liberia, creada en
1834 para establecer a los esclavos norteamericanos liberados y convertida en
república (1847), bajo un neocolonialismo de EE UU y Gran Bretaña.
Abisinia (Etiopía),
un viejo imperio cristiano, consolidado por el emperador Menelik II y que
sobrevivió a la constante amenaza italiana, al vencer a Italia en Adwa (1894).
Más tarde, Abisina sería conquistada temporalmente (1936-1940) por la Italia
fascista.
ASIA.
La expansión de
las potencias europeas.
Se completó la anexión
o dominio indirecto de los territorios del interior de las anteriores
conquistas.
Gran Bretaña dominó
más extensamente en el norte de la India, en Birmania (1885) y Malasia,
convirtiendo en protectorados a varios sultanatos; consiguió establecerse con
eficacia en las costas de la Península Arábiga, que en su mayor parte seguía en
manos del decadente Imperio turco, mediante protectorados sobre Adén, Omán,
Qatar, Bahrein, Kuwait...
Francia completó su
conquista de Indochina con una guerra con China (1884-1885), ocupando el reino
de Tonkín, que unió al resto de sus territorios en la Unión de Indochina
(1887), a la que añadió Laos (1893, reconocido en 1896).
España amplió su
dominio en las Filipinas en los años 1880, con la ocupación de las islas
sureñas musulmanas de Joló, pero lo perdió todo en 1898, a manos de EE UU.
Holanda dominó mejor
Indonesia, integrando como protectorados o anexionando varios reinos vasallos.
El imperio del Japón.
Japón, más al norte,
surgió como potencia colonial. Comenzó ya en los años 1870 al anexionarse las
pequeñas islas vecinas de Ryu-Kuy (1872), Bonin (1873) y Kuriles (1875).
Japón pronto pasó a
atacar a otras potencias. Tomó a China las islas de Formosa y Pescadores a
China (1895), y a Rusia el sur de la isla de Sajalin (1905), al tiempo que
ocupó Corea (1905) y luego la anexionó (1910).
Los países
independientes de Asia.
Además de China,
sólo unos pocos países asiáticos mantuvieron su independencia en este periodo:
Tailandia, Afganistán, Persia y Turquía.
Tailandia (entonces
Siam) mantuvo su independencia en el juego de equilibrio entre Gran Bretaña
(que tenía Birmania y Malasia) y Francia (que tenía Indochina), en el tratado
franco-británico de 1896, pues la primera no quería que la segunda llegase a la
frontera birmana. A cambio Siam perdió sus territorios periféricos
(conquistados antes por los tai) en Laos y Malasia.
En el Oriente Medio
la rivalidad y el equilibrio entre las potencias por controlar Afganistán, Persia
(Irán) y Turquía y explica que estos países mantuvieran su independencia, como
grandes Estados tapón, que protegían puntos vitales como los Dardanelos, el
canal de Suez o la India. El imperio turco, empero, será desmembrado en la Gran
Guerra, y reducido al territorio de la actual Turquía.
La presión
imperialista sobre China.
China sufrió las
derrotas en las guerras frente a Gran Bretaña (guerra del opio, 1840-1842),
Gran Bretaña y Francia (1856-1858) y Francia (1884-1885), supusieron una especie
de neocolonialismo: China debió abrirse al exterior y ceder Hong Kong a Gran
Bretaña, apertura obligatoria de los puertos al comercio con los países occidentales,
extraterritorialidad de las factorías y de los comerciantes extranjeros,
control de las aduanas. Se perdieron el dominio de protectorado que se ejercía
sobre Birmania, Vietnam y Corea. Además, también se perdieron ante Rusia
amplios territorios en Asia central y el norte, aunque la soberanía china de
estos era discutible.
A finales de siglo,
China sufrió incluso más el imperialismo indirecto de las grandes potencias.
Tras la nueva derrota ante Japón (1895), fracasó la rebelión de los bóxers
(1900), otro intento fallido de oponerse al dominio extranjero y tuvo que pagar
una enorme indemnización.
Las potencias
occidentales no necesitaban conquistar China, pero sí había dos interesadas en
ello: Rusia y Japón. Pero las otras potencias presionaron para que se
contentasen con Corea y Manchuria. Rusos y japoneses dirimieron sus diferencias
en la guerra de 1904-1905: al vencer, Japón podría imponerse a largo plazo en
el norte de China.
China no fue
repartida territorialmente porque era demasiado grande y poblada, había
demostrado su violencia xenófoba en las revueltas y porque los intereses comerciales
eran demasiado ventajosos como para permitir que una sola potencia dominara el
país, así que hubo un entendimiento entre las potencias para una política de
“puerta abierta” (propugnada por EE UU): apertura de factorías, extraterritorialidad
de estas, comercio libre, control de las aduanas, etc., pero no reparto.
La crisis de la
revolución de 1911 permitió que se declararan autónomas Mongolia (1911) y Tibet
(1912), primer paso para su pérdida, definitiva en el primer caso.
OCEANÍA.
En un primer
periodo, entre 1884 y 1890, las potencias establecieron protectorados en los
principales archipiélagos, con factorías comerciales y estaciones de
abastecimiento de carbón a los buques. Un acontecimiento decisivo fue el
acuerdo anglo-alemán (1886) de reparto de zonas de influencia (Alemania en
Micronesia, Gran Bretaña en el resto).
En el siguiente periodo,
entre 1890 y 1900, Gran Bretaña, Francia, Alemania y EE UU consolidaron su posición
en sus respectivas áreas, sobre todo gracias a que la pérdida del imperio
colonial español en 1898 permitió renegociar las respectivas posiciones en el
Tratado de 1899 (Gran Bretaña, Alemania y EE UU). Hacia 1900 no quedaban islas
independientes.
La expansión de
las potencias occidentales.
Gran Bretaña no
tenía interés directo en expansionarse en el Pacífico, pero sí tenía ya Australia
y Nueva Zelanda, que eran colonias de poblamiento, y en ellas se presionó para
que se ocuparan numerosas islas: Samoa (en parte), Cook, Tonga, Fidji, para lo
que se utilizó en general la forma de protectorados.
Francia, que ya
tenía Nueva Caledonia (1853), ocupó las islas Marquesas y Tahití.
Alemania, tras
ocupar parte de Nueva Guinea y Samoa, compró a España en 1899 las islas
Marianas (menos Guam, perdida en 1898), y las islas Carolinas y Palau, forjando
con estas y otras incorporaciones anteriores un poderoso imperio marítimo en el
Pacífico.
EE UU conquistó en
1898 Filipinas y Guam (más Puerto Rico en el Caribe) y anexionó en 1899 las
islas Hawai, más un rosario de pequeñas islas en la ruta a Asia.
Hubo situaciones de
condominio o reparto:
- Samoa entre Alemania
y Gran Bretaña.
- Nuevas Hebridas
entre Francia y Gran Bretaña.
- Nueva Guinea entre
Holanda, Alemania y Gran Bretaña.
3. LOS IMPERIOS
COLONIALES DEL SIGLO XIX.
En el siglo XIX
subsistieron varios de los antiguos imperios coloniales: los de España y
Portugal, ya muy reducidos; los también pequeños de Holanda y Dinamarca, y los
grandes imperios de Francia y, sobre todo, Gran Bretaña y Rusia.
Los pequeños
imperios tradicionales.
España dominaba
todavía Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia, que perdió en 1998.
Sólo se consolidó en Río de Oro (Sahara Occidental, 1884) y Guinea Ecuatorial.
Portugal dominaba en
África los territorios costeros de Guinea-Bissau, Angola y Mozambique, que
amplió hacia el interior desde 1880, y las islas de Cabo Verde, Príncipe y
Santo Tomé. En Asia controlaba los pequeños territorios de Goa, Damau y Diu (India);
Timor (Insulindia) y Macao (China).
Holanda poseía en
América varias islas del Caribe y la Guayana holandesa; en Asia controlaba la
Insulindia (actual Indonesia), que amplió con la mitad de Nueva Guinea.
Dinamarca poseía
algunas pequeñas factorías en la costa de Guinea en África y las pequeñas islas
Vírgenes en el Caribe.
Rusia tenía un
imperio también tradicional, pese a su enorme extensión: se había formado en su
parte esencial de Siberia ya a finales del siglo XVI y se había extendido
durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX por el Cáucaso y Asia
Central, aunque en esta zona aún subsistían varios Estados independientes de
etnia turca. Era una colonización que tomaba dos formas jurídicas: la anexión
(Siberia) y el protectorado (Asia Central). Había a la vez una colonización de
poblamiento y de explotación. De poblamiento porque en las zonas más ricas se
establecieron colonos rusos, que aculturaron las poblaciones sometidas y que
servían para controlar el territorio. De explotación porque en amplias zonas
sólo se explotaron las fuentes de riqueza (pieles, oro, diamantes).
Los nuevos
imperios.
Destacan los nuevos
imperios de Alemania, Italia, Bélgica, EE UU y Japón, todos ellos creados en el
periodo del último cuarto del siglo XIX y que sufren variaciones en los
primeros decenios del siglo XX, al perder Alemania el suyo y aumentarlos Italia
y Japón.
Alemania fue la
última en llegar y se apoderó en África de Togo, Camerún, África Sudoccidental
y Tanganika, en Asia sólo logró concesiones en China (Tsingtao), y en Oceanía
un amplio conjunto de archipiélagos en la Micronesia y parte de Nueva Guinea.
Italia completó un
pequeño imperio, con Libia, Eritrea y Somalia.
Bélgica sucedió en
la soberanía del Congo a su rey Leopoldo II y completó el dominio sobre la
parte sur de la cuenca del Congo, con las ricas minas de Katanga.
EE UU sólo ocupó
Puerto Rico en América y Filipinas en Asia, más un rosario de islas en el
Pacífico. Pero su imperialismo era muy anterior: ya antes se había extendido a
costa de México (1848) y obligado a abrir sus puertos a Japón (1843).
Japón se convirtió
en un gran imperio colonial en Asia y el Pacífico, con la ocupación de Corea,
parte de Manchuria, Formosa, varias islas del Pacífico.
EL GRAN IMPERIO
COLONIAL BRITÁNICO.
Fue el más extenso y
poderoso, con 33 millones de km² en su máximo de 1918, tras las conquista de
2,5 millones de km² en la Gran Guerra. Partiendo de algunos territorios que ya
poseía, Gran Bretaña acrecentó su imperio en la segunda mitad del siglo XIX, rivalizando
con Francia, Portugal y Rusia. Entre 1880 y 1902 lo incrementó en 14 millones
de km². Su poder se basaba en la flota armada y mercante (46% del tonelaje
mundial en 1880) y su fuerza comercial y financiera.
Colonias de
poblamiento: los Dominios de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, El Cabo.
Las grandes colonias
de poblamiento eran cuatro y se adoptó para ellas, progresivamente, la forma
jurídica del Dominio.
Canadá en América
del Norte. Canadá recibió una fuerte emigración británica, desarrolló su
agricultura, ganadería, explotación forestal, minería, ferrocarriles, para la
exportación de trigo, madera, pieles... Recibió el título de Dominio ya en
1867.
Australia, en
Oceanía. Había sido una colonia penitenciaria desde finales del siglo XVIII. La
explotación de la ganadería lanar y el descubrimiento de minas de oro a
mediados del siglo XIX aumentaron la inmigración. Se convirtió en Dominio
(1901).
Nueva Zelanda, en
Oceanía. La colonización de Nueva Zelanda comenzó hacia 1840, dominando a la
población maorí. Se basó en la explotación de la ganadería lanar. Se convirtió
en Dominio (1907).
La Unión Sudafricana
surgió a partir de la colonia holandesa de El Cabo, que pasó a dominio
británico en 1815 y desde ella se entró al interior, rico en minas de oro y
diamantes. La oposición de los zulúes negros y de los bóers (blancos de origen
holandés que habían formado Estados independientes en el interior, en Transvaal
y Orange) no impidió la conquista sucesiva de las repúblicas bóers, finalizada
en la guerra de 1901-1903. Logró la condición de Dominio en 1909.
Colonias de
explotación: India, África.
La India fue la
principal colonia de explotación. Fue el núcleo de las colonias británicas en
Asia, cuya protección explica tanto la expansión por su periferia, como la
ocupación de puntos estratégicos en la ruta a la India. Desde la India los
británicos realizaron expediciones de conquista a las zonas montañosas del
norte y a la vecina Birmania.
La India, un enorme
y poblado subcontinente, un gran mercado de los tejidos ingleses y suministrador
de materias primas, fue conquistado progresivamente por la Compañía de la India,
desde el siglo XVIII, yendo desde la costa hacia el interior por los valles
fluviales, con una doble forma jurídica: anexión y protectorado. A mediados del
siglo XIX, los británicos ya habían dominado todo el territorio y superaron la
rebelión de 1856-1857. Entonces se proclamó la soberanía directa británica
(1858) y, por fin, en 1876 la reina Victoria fue proclamada emperatriz de la India.
En Asia hubo otra
colonia de explotación, particularmente intensa, en Malasia (caucho).
En África se
establecieron otras colonias de explotación, además repartidas estratégicamente:
Egipto, Sudán, Nigeria, Ghana, Kenia. Algunas incluso estuvieron a punto de ser
colonias de poblamiento, como Kenia (por su clima benigno).
Las rutas del
imperio.
Para mantener la
cohesión y las comunicaciones de un imperio tan extendido, Gran Bretaña
necesitaba dominar las principales rutas de comunicación marítima. En especial
les interesaba las rutas de la India. Había dos: la larga atlántica-índica (que
desde las costas europeas, bordeaba África, atravesaba el Índico y además
permitía llegar a Australia y el Extremo Oriente); la más corta mediterránea-índica,
favorecida cuando en 1869 se abrió el canal de Suez, que comunica el
Mediterráneo con el Mar Rojo y el océano Índico.
Los británicos, para
controlar estas rutas, ya se habían establecido (desde el siglo XVIII y sobre
todo en la primera mitad del siglo XIX) en numerosos puntos de gran interés
naval y comercial, y reforzaron su presencia en la segunda mitad del siglo XIX.
Su dominio se extendía a todos los mares. Su
control se puede seguir en las diversas líneas en que se subdividen las dos
rutas anteriores:
Línea del Mediterráneo:
Gibraltar (1704), Malta (1815), Chipre (1878), Egipto (1881).
Línea del Mar
Rojo-Índico: Adén (1839), Socotora, Omán.
Línea de El
Cabo-Índico: El Cabo, islas de Mauricio y Ceilán.
Líena del Sudeste
Asiático: factorías comerciales en Singapur (Malasia, 1819) y Hong Kong (China,
1841).
Línea del Atlántico
sur: islas de Santa Elena, Malvinas (1833).
Línea de la costa
atlántica africana: Gambia, Sierra Leona, Ghana, Nigeria, El Cabo.
EL IMPERIO COLONIAL
FRANCÉS.
Siempre había sido
una potencia colonial, pero había sido expulsada por los británicos de sus
grandes dominios en Canadá y de la mayor parte de la India. Hacia 1815 sólo le
quedaban pequeños territorios en el Caribe, la Guayana, Senegal y factorías en
la India.
Restableció la
importancia de su imperio en el siglo XIX, en tres fases:
- Conquista de
Argelia (1830-1857), iniciada por los Borbones y Luis de Orleans, y completada por
Napoleón III.
- La ambiciosa política
del Segundo Imperio (1853-1870), con las intervenciones en Indochina (conquista
de Cochinchina, protectorado de Camboya) y México.
- La gran expansión
durante la III República, a partir de de 1880 y defendida por Ferry, que ocupó
Tunicia (1881), Madagascar (1882), el norte de Congo, Tonkín (1885).
Una colonia de
poblamiento: Argelia.
Argelia fue invadida
por los franceses en 1830, con el pretexto de eliminar la piratería, tras una
larga lucha de guerrillas fue pacificada hacia 1857. Fue una colonia de poblamiento:
en 1960 había un millón de franceses en el territorio, que ocupaban la mayor
parte de los empleos importantes y de las empresas. Se expropiaron las mejores
tierras de los indígenas y se entregaron a colonos franceses y de otros países
(llegaron valencianos y mallorquines). La división de las tierras colectivas de
los bereberes difundió el minifundismo, mientras las expropiaciones empujaban a
los musulmanes hacia las ciudades. Cuando había insurrecciones las tierras de
los rebeldes eran expropiadas, como pasó en la rebelión de la Gran Kabilia en
1871 con 500.000 habitantes.
Colonias de
explotación: África, Indochina.
La gran expansión
francesa se concentró en África del norte, donde se conquistaron Tunicia
(protectorado, 1881), Marruecos (protectorado, 1912), sobre todo en el Sahara,
desde Argelia al norte, Senegal al oeste, Costa de Marfil y Congo al sur, con
el interior: Chad, Níger, Malí, Mauritania.
Madagascar fue
ocupada desde 1895 por Liautey.
Indochina fue
conquistada entre 1858 y 1907, por agregación de diversos países: Cochinchina,
Camboya, Tonkín, Annam, Laos, parte de Tailandia. La forma jurídica normal fue
el protectorado.
Islas del Caribe. El
dominio de estas pequeñas islas, de gran riqueza agrícola, era muy anterior (s.
XVII).
4. LOS CONFLICTOS
INTERNACIONALES ANTES DE 1914.
Nos centraremos en
este apartado en el periodo 1870-1914 y en las potencias europeas, que en este
periodo dominan abrumadoramente la política mundial (aunque surgen con fuerza
dos nuevas potencias periféricas, EE UU y Japón).
4.1. RASGOS
FUNDAMENTALES DE LA “PAZ ARMADA”.
Había una gran desconfianza
mutua en Europa entre las grandes potencias resultantes del nuevo equilibrio
desde 1870: Alemania y Francia, Rusia y Austria-Hungría, Gran Bretaña contra
todas las demás.
Los enfrentamientos
eran numerosos y complejos:
Alemania y Francia
porque la primera se había anexionado Alsacia y el norte de Lorena, lo que el
nacionalismo francés no podía aceptar.
Alemania y Gran
Bretaña, porque el desarrollo industrial, comercial, colonial y naval de la
primera amenazaba la supremacía británica.
Rusia y
Austria-Hungría disputaban la hegemonía en los Balcanes y los restos del Imperio
Turco.
Inglaterra y Francia
disputaban por las colonias africanas y en especial por el valle del Nilo.
Francia e Italia se
enfrentaban por Tunicia.
Gran Bretaña y Rusia
pugnaban por la India, Turquía y Persia.
Pero la gran pugna,
en todo caso, estaba entre Alemania y el bloque franco-británico: mientras la
primera no tenía un gran Imperio, el segundo tenía uno lo bastante grande para
satisfacer sus necesidades de mercados.
Los bloques se configuraban
además por afinidades políticas: Gran Bretaña y Francia eran Estados liberales,
y Alemania, Austria-Hungría y Rusia eran Estados más autoritarios.
Problema añadido fue
el de los nacionalismos: las disputas fronterizas entre Alemania y Francia,
entre Austria-Hungría y Serbia, entre Italia y Austria-Hungría.
Todo este complejo
conglomerado de causas explica la conflictividad internacional, los cambios en
los sistemas de alianzas y finalmente el desencadenamiento de la Gran Guerra.
Podemos distinguir
dos fases en este periodo:
1) 1871-1893. Fase
de paz, de equilibrio absoluto, gracias a los sistemas de alianzas de Bismarck
y la “espléndida neutralidad” de Gran Bretaña.
2) 1894-1914. Fase
de creciente tensión, por el ascenso del nacionalismo, el imperialismo, el proteccionismo...
Comienza en 1894, porque entonces se firma la alianza franco-rusa.
4.2. SISTEMAS DE
ALIANZAS DE BISMARCK (1870-1890).
Las alianzas desde
1871 fueron hábilmente urdidas por Bismarck, para aislar a Francia, que ansiaba
recuperar los territorios perdidos de Lorena y Alsacia. Su idea era privar a
Francia de sus aliados naturales, desechados ya Italia (por la cuestión de los
Estados Pontificios) y Gran Bretaña (por su neutralidad). Podemos diferenciar
tres sistemas de alianzas, aunque en realidad hubo más variaciones.
El primer sistema.
El primer sistema lo
formaron Alemania, Austria-Hungría y Rusia en la “Entente de los tres emperadores”
(1872-1873). Era una reedición de la Santa Alianza de 1815, para combatir la
revolución (encarnada en Francia). Italia se adhirió (1874).
Pero había una
oposición de intereses entre Austria-Hungría y Rusia por la cuestión balcánica
y se rompió el sistema por la guerra ruso-turca (1876-1878).
El segundo
sistema.
Bismarck debía
elegir entre Austria-Hungría y Rusia y lo hizo por la primera, en la Dúplice
Entente de Alemania y Austria-Hungría (1879), una alianza secreta contra Rusia.
Reforzó el sistema con la renovación de la alianza con Rusia (al acceder al
trono Alejandro III, contrario a la República francesa) y formar la Triple
Alianza con Italia (1882), enemistada con Francia por Tunicia.
El tercer sistema.
Un nuevo conflicto
balcánico, al emanciparse Bulgaria del protectorado ruso (1887), permitió a
Bismarck renovar la alianza con Rusia e incluso acercarse a Gran Bretaña
(preocupada por la expansión mediterránea de Francia), pero sólo por pocos
años, pues sus intereses eran muy divergentes.
4.3. FORMACIÓN
DEFINITIVA DE BLOQUES (1890-1914).
Las alianzas urdidas
por Bismarck eran muy favorables para Alemania. Pero al perder el canciller su
cargo en 1890 y asumir el emperador Guillermo II el mando de la política
exterior, se dejó aislar: protegió la expansión balcánica de Austria-Hungría y
sostuvo a Turquía, lo que le enfrentó a Rusia; el programa de rearme naval
alarmó a Gran Bretaña. Sus rivales comenzaron a unirse: Rusia y Francia
acordaron una alianza en 1894, comenzando entonces una fase de creciente
tensión (1894-1914).
En 1898-1901
Alemania y Gran Bretaña (dirigida por Chamberlain) negociaron su unión militar,
aduanera y económica, pero la reacción nacionalista británica obligó a
Chamberlain a dimitir (1903) y pactar una Entente Cordial de Gran Bretaña con
Francia (1904) y, finalmente, impelida por la cuestión marroquí y la amenaza
naval alemana, hizo otra Entente de Gran Bretaña con Rusia (1907). Para ello
las tres potencias tuvieron que zanjar sus disputas coloniales. Se formaron así
dos bloques:
- La Triple Alianza:
Alemania, Austria-Hungría, Italia.
- La Triple Entente:
Francia, Rusia, Gran Bretaña.
Al final, empero,
Italia cambiaría de bando en 1915.
4.4. LOS CONFLICTOS.
Las crisis
marroquíes de 1905 y 1911 y, sobre todo, la crisis de las dos guerras de los
Balcanes (1912-13), provocaron el enfrentamiento de intereses entre las grandes
potencias: Francia y Alemania en Marruecos, Rusia y Austria-Hungría en los
Balcanes, Gran Bretaña y Alemania en los mares. La pólvora estaba preparada
para la Gran Guerra.
La cuestión de
Marruecos.
La cuestión de
Marruecos envenenó las relaciones entre Alemania, Francia, Gran Bretaña y
España, y fue el acto final del reparto de África. Estuvo a punto de anticipar
el estallido de la guerra en dos ocasiones. En su origen está el reparto
franco-italiano de Marruecos (para Francia) y Libia (para Italia). Italia
consiguió ejecutarlo al vencer a Turquía en la guerra de 1911-1912 (en la que
también obtuvo el Dodecaneso, o sea Rodas y otras islas del Egeo), pero Francia
chocó en Marruecos con los intereses de otros países.
La primera crisis
(1905) fue pequeña y se resolvió con el Tratado de Algeciras (1906). Alemania y
Gran Bretaña reconocieron los mayores intereses franceses y españoles en Marruecos.
Pero la segunda
crisis (1911) fue grave porque Francia envió tropas a Fez para proteger al
sultán contra los rebeldes, y Alemania replicó enviando una cañonera al puerto
de Agadir. Alemania pretendía humillar a Francia demostrando que estaba sola,
pero Gran Bretaña la apoyó, así que Alemania tuvo que retirarse. El conflicto
se resolvió con el reconocimiento del protectorado francés sobre Marruecos,
mientras que la ciudad de Tánger en el estrecho de Gibraltar quedaba como
territorio neutral. A cambio Alemania extendió su territorio en el Camerún a
costa de parte del Congo francés.
Luego se hizo el
reparto (1912) de Marruecos entre Francia (sur y centro) y España (el Rif en el
norte).
La cuestión
balcánica.
En los Balcanes una
oleada independentista llega como resultado de la guerra ruso-turca de 1876-1878,
con los Tratados de San Estefano y Berlín, por los en esta época (1878-1882)
Rusia y Grecia ganan territorios, se independizan Rumanía, Serbia y Montenegro,
alcanza la autonomía Bulgaria, y Austria-Hungría ocupa Bosnia-Herzegovina. Hubo
desde entonces y hasta finales del siglo XIX varias modificaciones pacíficas de
las fronteras, debido a los problemas étnicos, y algunos conflictos (en 1897
Creta se independizó temporalmente de Turquía, antes de integrarse en Grecia en
1908; Turquía obtuvo algunos territorios de Grecia).
En 1908
Austria-Hungría se anexionó oficialmente los territorios ocupados de
Bosnia-Herzegovina, lo que exacerbó los ánimos nacionalistas serbios, mientras
que Bulgaria era declarada reino independiente.
Las dos guerras
balcánicas de 1912-1913 cambiaron el mapa político balcánico. Los aliados
eslavos (la Liga Balcánica: Bulgaria, Grecia, Serbia, Montenegro, Rumanía) vencieron
a Turquía y la redujeron a sólo Constantinopla, pero pronto surgieron disputas
entre los vencedores, por el excesivo expansionismo de Bulgaria, por lo que los
demás se coaligaron con Turquía contra Bulgaria y la vencieron, reduciendo la
extensión de sus anteriores conquistas. Finalmente (1913), Turquía perdió sus
últimos territorios eslavos y quedó reducida en Europa a la Tracia (Turquía
europea). Albania consiguió su independencia y Grecia, Serbia y Bulgaria
acrecieron sus territorios, sobre todo en Macedonia, que se repartieron.
Rumanía consiguió compensaciones territoriales en la Dobrudja búlgara.
Pero las disensiones
prepararon las alianzas posteriores en la I Guerra Mundial: Turquía y Bulgaria
se aliaron con Alemania y Austria-Hungría contra Serbia, Rumanía, Rusia y los
aliados occidentales.
4.5. UN CASO ESPECIAL.
LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA DE 1898.
EE UU y España
sufrieron una creciente tensión en sus relaciones en la segunda mitad del siglo
XIX como consecuencia de los intereses norteamericanos en la cercana Cuba, que
se había rebelada en 1868-1878 y otra vez en 1895. Los intereses económicos y
la presión de la opinión pública de ambos países forzaron a la guerra.
La guerra con los
EE UU (1898).
La explosión
fortuita del crucero Maine en el puerto de La Habana (15-II-1898) dio a los
norteamericanos el pretexto para intervenir. España anunció un armisticio
(9-IV), con un programa para garantizar a Cuba poderes limitados de
autogobierno. Pero poco después, el Congreso norteamericano declaró (19-IV) el
derecho de Cuba a la independencia, exigió la retirada de las tropas españolas
y concedió al presidente la autorización para actuar militarmente. Esto provocó
que España declarara la guerra a EE UU el 24 de abril.
La guerra duró muy
poco tiempo (25 abril-12 agosto 1898) y tuvo dos escenarios principales: las
Antillas y Filipinas.
La guerra fue muy
popular en España en un primer momento, pero las derrotas españolas fueron rápidas
y decisivas debido a que flota era muy anticuada y al mal armamento del
ejército.
En Filipinas la
flota española de Montojo fue destruida en Cavite (1-V) y los estadounidenses
desembarcaron en Luzón y sitiaron Manila, que capituló (14-VIII). La resistencia
militar fue escasa, aunque prosiguió heroicamente (porque la guarnición
ignoraba la firma de la paz) en el reducto de Baler hasta el 2 de julio de
1899.
En las Antillas, la
flota estadounidense, mandada por Sampson, bloqueó Cuba. El general Blanco
intentó infructuosamente el acuerdo con el dirigente rebelde Máximo Gómez para
oponerse a la invasión. La flota española, bajo el mando del almirante Cervera,
atravesó el Atlántico y fondeó en Santiago de Cuba (19-V), donde la bloquearon.
Enseguida las tropas estadounidenses, al mando del general Shaftner,
desembarcaron en Daiquiri (21-VI), vencieron la dura resistencia hispana en El
Caney y Lomas de San Juan (1-VII) y sitiaron Santiago, lo que obligó a salir a
la escuadra -obedeciendo órdenes superiores del general Blanco, “para salvar el
honor”-, quedando totalmente destruida en quince minutos y los supervivientes
hechos prisioneros (3-VII). Santiago capituló (16-VII) y los norteamericanos desembarcaron
en Puerto Rico (25-VII). La derrota era completa.
España no tenía
posibilidades de resistir y estaba profundamente desmoralizada. Se temía un
ataque norteamericano a las Canarias. Urgía poner fin al desastre.
La entrega del
imperio.
El gobierno español
firma el protocolo de armisticio (fin de hostilidades) el 12 de agosto y, por
fin, el Tratado de paz de París (10-XII-1898). España pierde Cuba, que se independiza
(bajo la tutela de EE UU), y entrega a EE UU los territorios de Puerto Rico, la
mayor parte de Filipinas y la isla de Guam (en las Marianas).
Al poco (1899)
España evacuaba La Habana y el gobierno Silvela vendía (II-1899), pues no se
podían mantener, a Alemania las lejanas islas que restaban en el Pacífico, las
Marianas (menos Guam, ya cedida a EE UU), Carolinas y Palau. En 1900 se firma
el tratado definitivo entre España y EE UU de cesión de Filipinas y se le venden
las últimas islas de estas (Sibutú y Cagayán de Joló).
Sólo quedaban del
imperio colonial español unas pequeñas y pobres posesiones africanas.
BIBLIOGRAFÍA.
Libros.
AA.VV. Los
imperios frente a frente. Historia 16, nº 3. Madrid. En el siglo XIX.
Bertaux, Pierre. Africa
desde la prehistoria hasta los Estados actuales. Historia Universal, nº 32.
Siglo XXI. Madrid. 1972 (1966). 359 pp.
Burbank,
Jane; Cooper, Frederick. Imperios. Una nueva
vision de la Historia universal. Trad. de Juan Rabasseda y Teófilo de
Lozoya. Crítica. Barcelona. 2011 (inglés 2010). 699 pp. Los autores son profesores
de Historia en la Universidad de Nueva York y resumen la evolución de los
principales Imperios de la Historia: chino, romano, holandés, español, francés,
inglés, estadounidense, ruso… Tanta ambición conlleva numerosos errores en los
datos concretos, que aparecen pequeños fallos casi en cada página, pero no son
clamorosos. Aun así, en general sus análisis son correctos y coherentes con la
mayor parte de la historiografía actual y se puede recomendar el libro para una
historia general del imperialismo.
Coquery-Vidrovitch,
C.; Moniot, H. Africa negra de 1800 a nuestros días. Nueva Clío 46. Labor.
Barcelona. 1985. 416 pp.
Dalrymple, William. El último mogol. Belacqua. Barcelona. 2008 (2006 inglés). 616 pp. Biografía del último
emperador mogol, protagonista del levantamiento cipayo en la India en 1857.
Duroselle, J.B. Europa, de1815 a
nuestros días. Vida política y relaciones internacionales. Col. Nueva Clío,
nº 38. Labor. Barcelona. 1975.
Duroselle, J.B. Europa, de
Ferguson, Niall. El imperio británico. Cómo Gran Bretaña
forjó el orden mundial. Debate. Barcelona. 2005. 493 pp.
Ferro, Marc (dir.). El libro negro
del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento. La Esfera de los Libros. Madrid. 2005 (2003 francés). 1051 pp.
Fieldhouse, D. K. Los
imperios coloniales desde el siglo XVIII. H. Univ. n1 29. Siglo XXI. Madrid. 1984
(1965). 351 pp.
Fieldhouse, David K.
Economía e Imperio. La expansión de Europa 1830-1914. Siglo XXI. Madrid.
1977 (1973). 565 pp
Guillen, Pierre. El
imperio alemán (1871-1918). Vicens Vives. Barcelona. 1973. 349 pp.
Headrick, Daniel R. Los
instrumentos del Imperio. Alianza. Madrid. 1989 (1981). 187 pp.
Hernández Sandoica,
E. El colonialismo (1815-1873). Estructuras y cambios en los imperios
coloniales. Síntesis. Madrid. 1992. 151 pp.
Ki-Zerbo, J. Historia
del Africa Negra. Alianza. Madrid. 1980 (1972). 2 vs. 1.099 pp.
Lichtheim, George. El
imperialismo. Alianza. Madrid. 1972. 197 pp.
Madridejos, Mateo. Colonialismo
y neocolonialismo. Salvat.
Col. T.C. nº 63. Barcelona.
1975. 140 pp.
Martínez, J. U.; et
al. El reparto de África. Cuadernos Historia 16, nº 39. Madrid. 1985. 31
pp.
Mauro, Frédéric. La
expansión europea (1600-1870). Nueva Clío 27. Labor. Barcelona. 1968. 368
pp.
Morales Lezcano, V. El
colonialismo hispano-francés en Marruecos (1898-1927). Siglo XXI. Madrid.
1976. 202 pp.
Miège, Jean Louis. Expansión
europea y descolonización de 1870
a nuestros días. Nueva Clío 28. Labor. Barcelona.
1975. 364 pp.
Mommsen, Wolfgang J.
La época del imperialismo. Europa 1885-1918. Historia Universal nº 28.
Siglo XXI. Madrid. 1971 (1969). 360 pp.
Renouvin, Pierre. Historia
de las relaciones internacionales. Akal. Madrid. 1985. 519 pp.
Renouvin, P. La
crisis europea y la Primera Guerra Mundial. Akal. Madrid. 1990. 666 pp.
Rodríguez Braun, Carlos. La
cuestión colonial y la economía clásica. Alianza. Madrid. 1989. 232 pp.
Smith, Tony. Los
modelos de imperialismo. Estados Unidos, Gran Bretaña y el mundo tardíamente industrializado
desde 1815. FCE. México. 1984 (1981 inglés). 283 pp.
Vidal Villa, J. M. Teorías
del imperialismo. Anagrama. Barcelona. 1976. 352 pp.
Artículos.
O'Brien, Patrick K.;
Prados de la Escosura, Leandro (eds.). The Cost and Benefits of European Imperialism
from the Conquest of Ceuta, 1415, to the Treaty of Lusaka, 1974. Twelth International Economic History
Congress. Madrid. 1998. Número especial de “Revista de Historia Económica”, v.
16, nº 1.
Tortella, Gabriel. Los
nuevos caminos de la historia económica. ““Claves de razón práctica”, 84
(julio-agosto 1998) 2-7. La economía de los imperios, 4-5.
PROGRAMACIÓN.
IMPERIALISMO Y EXPANSIÓN COLONIAL. LOS
CONFLICTOS INTERNACIONALES ANTES DE 1914.
UBICACIÓN Y
SECUENCIACIÓN.
Bachillerato, 1º
curso. Historia del mundo contemporáneo.
Apartado 2. Balance
del siglo XIX hasta 1914.
Imperialismo y
expansión colonial europea en África y Asia: protagonistas y conflictos.
Evolución de las relaciones internacionales hasta 1914.
Está relacionado en
ESO, 2º ciclo.
Eje 2. Sociedades
históricas y Cambio en el Tiempo.
Bloque 5. Cambio en
el tiempo.
Apartado 3. Cambio
social y revolución en la época contemporánea. Revolución industrial,
desarrollo capitalista e imperialismo.
RELACIÓN CON TEMAS
TRANSVERSALES.
Relación con el tema
de la Educación para la Paz y de Educación Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de
una hora.
1ª Documental y
evaluación inicial. Exposición del profesor.
2ª Exposición del
profesor.
3ª Exposición del
profesor, de refuerzo y repaso; esquemas y comentarios de textos.
4ª Comentarios de
textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
- Conocer el
imperialismo: causas, ideología, fases, formas jurídicas y económicas; los
grandes imperios coloniales británico y francés; la expansión colonial de 1870 a 1914; los conflictos
internacionales de 1870-1914.
- Diferenciar
colonialismo e imperialismo.
- Relacionar la
expansión europea con el neocolonialismo y el subdesarrollo del Tercer Mundo.
- Apreciar la
Historia Contemporánea.
- Interesarse y
valorar a otras culturas.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
- El imperialismo:
causas, ideología, fases, formas jurídicas y económicas.
- Los grandes
imperios coloniales británico y francés.
- La expansión
colonial de 1870 a
1914.
- Los conflictos
internacionales de 1870-1914.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información:
realización de esquemas del tema.
Explicación multicausal
de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e
investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales,
monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y
curiosidad científica.
Tolerancia y
solidaridad.
Interés y valoración
de otras culturas.
METODOLOGÍA.
Metodología
expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Un documental sobre
el imperialismo en el siglo XIX, con un diálogo sobre el parecer de los alumnos
y que sirva para hacer una evaluación inicial.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN
GRUPO.
Exposición por el
profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE
TRABAJO.
Realización de una
línea de tiempo sobre el proceso.
Realización de un
esquema sobre la UD.
Realización de mapas
sobre las líneas de expansión de las potencias en África y en los océanos,
sobre la situación colonial en 1880 y en 1914.
Comentarios de
textos sobre el imperialismo económico e ideológico (humanitario, nacionalista,
socialista), la conquista, la colonización española en el Sahara Occidental,
los conflictos internacionales, la guerra hispano-norteamericana de 1898 y sus
causas.
Debate y síntesis
sobre la problemática del imperialismo y sus efectos sobre los pueblos
dominados.
C) INDIVIDUALES.
Realización de
apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las
actividades grupales.
Búsqueda individual
de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones
en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Presentación digital
(o transparencias, diapositivas y mapas).
Libros de texto,
manuales.
Fotocopias de textos
para comentarios.
Cuadernos de
apuntes, esquemas...
Documental.
EVALUACIÓN.
Evaluación continua.
Se hará especial hincapié en que se comprenda la relación entre los procesos
del imperialismo y sus efectos actuales.
Examen incluido en
el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los
alumnos con inadecuado progreso.
Realización de
actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de
recuperación (junto a las otras UD).
Muy estructurada exposición.
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