OP UD 29. LA EXPANSIÓN
DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. / CS 2 UD 04. FORMACIÓN Y EXPANSIÓN DE LOS REINOS
PENINSULARES EN LOS SIGLOS VIII-XIII.
INTRODUCCIÓN.
1. EL NACIMIENTO Y
CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESISTENCIA.
1.1. ORIGEN DEL
REINO ASTUR-LEONÉS Y CASTILLA.
Las etapas.
Pelayo.
Alfonso I.
Alfonso II.
Expansión hacia
el valle del Duero (866-930): Alfonso III.
Ocupación del
valle del Duero (930-999).
Nacimiento de
Castilla.
1.2. ORIGEN DE
NAVARRA.
La dinastía
Arista.
La dinastía
Jimena.
1.3. ORIGEN DE
ARAGÓN.
La dinastía
Galindo.
El dominio
navarro.
1.4. ORIGEN DE
CATALUÑA.
La dependencia
franca.
Los condes independientes.
2. LA RECONQUISTA Y
REPOBLACIÓN.
El crecimiento de
la población.
Las formas
jurídico-sociales de la repoblación.
La crisis
islámica del siglo XI.
2.1. LAS ETAPAS DE
LA RECONQUISTA.
LA OCUPACIÓN DE LOS
VALLES DEL TAJO Y EBRO.
Las conquistas.
La repoblación.
LA OCUPACIÓN DE LOS
CURSOS ALTOS DEL GUADIANA, TURIA Y JÚCAR.
Las conquistas.
La repoblación.
LA OCUPACIÓN DEL
VALLE DEL GUADALQUIVIR, MURCIA, VALENCIA Y BALEARES.
Las conquistas.
La repoblación.
2.2. LA EVOLUCIÓN
POLÍTICA DE LOS REINOS.
LEÓN Y CASTILLA.
NAVARRA.
ARAGÓN Y CATALUÑA.
Aragón.
Cataluña.
La unión catalana-aragonesa.
PORTUGAL.
Informe: Galicia y los orígenes de Portugal y Santiago de Compostela.
Informe: El
Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).
INTRODUCCIÓN.
Esta UD se ciñe sólo
a la época de los siglos VIII-XIII en que los reinos cristianos peninsulares se
iniciaron y consolidaron (siglos VIII-X) y se expandieron hacia el sur en la
denominada Reconquista (siglos XI-XIII). Se centra en el aspecto
político-militar y en la repoblación. En otra UD se explican los siglos XIV-XV
y se da más relevancia a los factores sociales y culturales.
Un resumen.
En los siglos VIII-XIII
se conformó la misma división nacional/regional que hoy, con pocos cambios, vivimos,
con las entidades de Castilla, Cataluña, País Vasco, Navarra, Galicia y
Portugal, y asimismo se formaron las raíces de gran parte de la cultura, las
lenguas, el paisaje agrario o el urbanismo actual.
La etapa de la Historia de la Península que se conocía tradicionalmente con el nombre de
Reconquista abarcaba desde el siglo VIII al XV, pero hoy en día el concepto de
Reconquista se ha reducido a la ocupación militar de la mayor parte de
Al-Andalus durante los siglos XI-XIII.
Podemos señalar
cuatro grandes aspectos:
- El aspecto
político: los Estados ibéricos se convierten en monarquías
territoriales-nacionales de carácter autoritario, con una proyección europea
nítida desde el siglo XIII.
- El aspecto
geográfico-demográfico: la Reconquista y la Repoblación aumentan el espacio dominado
por la civilización cristiana. Hay una larga y difícil convivencia entre los
tres grandes grupos religiosos de cristianos, musulmanes y judíos.
- El aspecto
socio-económico: se consolida el sistema feudal como modo de producción y
modelo de relaciones socio-políticas; después de siglos de decadencia, la
ciudad reaparece como centro comercial e industrial, sobre todo en la Corona de
Aragón, que se integra desde el siglo XIII en el circuito comercial
mediterráneo.
- El aspecto
cultural: la Península es a partir del siglo XI un gran foco cultural gracias a
la convivencia de las tres culturas, la cristiana (la predominante al final),
la musulmana y la judía; la influencia europea a través del Camino de Santiago
y las órdenes monásticas de Cluny y del Císter, que difunden el arte románico y
el gótico; el auge de las universidades, y el desarrollo de las lenguas romances.
1. EL NACIMIENTO Y
CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESISTENCIA.
Tras la invasión
islámica en 711 la aristocracia visigoda conservó al principio gran parte de
sus territorios, mediante el vasallaje y después la conversión al Islam. Los
musulmanes, muy escasos en número al principio, basarán su poder en el
sometimiento tributario de los cristianos y en la presión sobre las poblaciones
del Norte, reproduciendo el modelo visigodo de luchas contra astures, cántabros
y vascones. Pero parte de los cristianos se refugian en el Norte y comienzan a
resistir, formando los embriones de los reinos cristianos, en dos núcleos
geográficos, las cordilleras Cantábrica y de los Pirineos.
Por su escasa
población inicial y pobre economía rural, estos núcleos realizarán durante tres
siglos una política de supervivencia, con ocasionales avances hacia el sur en
los momentos de debilidad omeya.
1. EL NACIMIENTO Y
CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESISTENCIA.
1.1. ORIGEN DEL
REINO ASTUR-LEONÉS Y CASTILLA.
Las etapas.
1) El nuevo reino se
consolidó en una primera etapa, entre el siglo VIII y la primera mitad del IX,
gracias a una gran coherencia en sus objetivos:
- Establecer un
dominio sobre un territorio bien defendible tras las montañas. Pelayo salvó el
primer enfrentamiento y Alfonso I trasladó a Asturias, Cantabria y Galicia la
población del valle del Duero, convertido durante el siglo VIII en una amplia
frontera despoblada.
- Estructurar un
Estado con una clara ideología político-religiosa, que Alfonso II concretó en
tres puntos: a) La teoría del continuo enfrentamiento militar con los
musulmanes. b) La colonización religiosa mediante monasterios y sedes episcopales,
la ruptura con Toledo y el desarrollo del Camino de Santiago. c) La monarquía
hereditaria, sucesora del reino godo.
2) En una segunda
etapa, entre la segunda mitad del siglo IX y principios del siglo X, comenzó la
expansión hasta ocupar el norte del valle del Duero. Fue una conquista con
escasa lucha militar, algo posible gracias a los problemas internos del Estado omeya
(hasta h. 920) y a la presión demográfica de los valles cantábricos, demasiado
poblados para vivir sólo de una economía ganadera, y a la inmigración masiva de
mozárabes procedentes del sur.
La ocupación abarca
unos 70.000 km²; se extiende primero por el oeste (Braga y Oporto en 881) antes que
por el este, donde se atrasa unos decenios. La repoblación, dirigida por la
monarquía, se consolida con nobles y monasterios terratenientes, pero también
con hombres libres a los que se ofrece tierras en alodio, y ciudades que tienen
fueros o estatutos jurídicos que garantizan sus libertades.
El rey García I
traslada la capital de Oviedo a León para controlar mejor la nueva frontera en
el sur. Con el tiempo se incrementan las diferencias entre las zonas ganadera
(cordillera cantábrica) y agrícola (valle del Duero), y crece el separatismo
regional en León, Galicia y Castilla.
Pelayo.
Pelayo era un noble
visigodo, probablemente un espatario (un cargo de la Corte del rey), refugiado
en las montañas de Asturias, que consiguió que una asamblea de astures y de
godos huidos del sur lo aclamase como jefe. Organizó pronto operaciones de
rapiña en el territorio dominado por los musulmanes, que fueron contestadas por
una pequeña expedición ordenada por el valí Anbasa, la cual fue derrotada en
una cueva del monte Sueva, que luego se llamaría Covadonga. Por lo tanto, la
victoria mítica de Covadonga (718 o 722), es una victoria no tanto de los godos
como de los astures, que el mito “godo” transformará luego en el inicio de la
Reconquista.
Pelayo se convierte
al cabo en el primer rey (718-737) del reino astur, entonces reducido a una pequeña
comarca, el valle del Sella, sito en el centro de Asturias, con capital en
Cangas de Onís.
Alfonso I.
Alfonso I (739-757),
yerno de Pelayo e hijo del duque de Cantabria, reina en Asturias y Cantabria y
comienza los ataques hacia el sur, aunque sin establecer una conquista
duradera. Traslada a la zona montañosa la población del valle del Duero, que se
convierte durante el siglo VIII en una frontera despoblada, un vasto territorio
yermo entre el reino astur y el emirato omeya, lo que facilita un colchón
protector contra sus ataques.
Alfonso II.
Tras una fase de
consolidación durante varios reinados, Alfonso II el Casto (791-842) se expande
hacia Galicia y
aprovecha los problemas internos del emirato para atacar el valle del Duero. La
capital del reino se traslada a Oviedo (808).
Un hecho fundamental
de su reinado será el “descubrimiento” en 829 de la tumba del apóstol Santiago
en Compostela (Galicia), que permitirá usar el mito del santo para unir a los
cristianos contra los musulmanes y atraer una corriente de peregrinos europeos
durante toda la Edad Media. El reino se relaciona entonces con el Imperio carolingio
y por la ruta de peregrinación entrarán dinero y técnicas agrarias, monjes y
colonos franceses, nuevas ideas, el arte carolingio y luego el arte románico.
Ramiro I (842-850), tal vez el rey que ganó la mítica batalla de Clavijo (¿844?), ganada por la intercesión del apóstol Santiago como caballero cristiano, y
Ordoño I (850-866) continúan la expansión hacia los vascones y los galaicos, y
se expanden al Sur hacia Astorga y León. Se crea por entonces el condado de
Castilla (tal vez llamada así por los castillos erigidos en su defensa), para
guardar la frontera oriental.
Expansión hacia
el valle del Duero (866-930): Alfonso III.
Alfonso III
(866-910) empuja decisivamente la reconquista hasta el valle del Duero, desde
Burgos en el Este hasta Coimbra en el Oeste. Comienza en su reinado la
mitificación “goda”, asumiendo la monarquía astur, como heredera del reino
visigodo de Toledo, el reto de recuperar España de los ‘moros’.
García I (910-914)
establece la capital en León. Los siguientes reyes se enfrentan al amenazante
poderío de los califas de Córdoba y de Almanzor. Mientras, los condes
castellanos refuerzan su poder autónomo en el Este.
Ocupación del
valle del Duero (930-999).
Se comienza a
conquistar al sur del Duero, en una sucesión de victorias y derrotas, cortada a
menudo por los conflictos dinásticos y las rebeliones de los nobles de la
periferia. Vermudo II (982-999) sufrirá los peores ataques ante Almanzor, con
el saqueo de León en 987 y de Santiago en 997.
Nacimiento de
Castilla.
En el siglo X en el
Este de la Meseta del Duero hay una importante repoblación gracias al
incremento de la población autóctona y la llegada de emigrantes mozárabes desde
el sur, huyendo de la presión califal. Los nobles tienen que unirse para
resistir los ataques musulmanes y en el 960 Fernán González se establece como
primer conde hereditario, casi independiente.
Mapa de la Península Ibérica en el siglo X.
1.2. ORIGEN DE
NAVARRA.
La dinastía
Arista.
Los vascones de
Navarra, insumisos, con una estructura tribal y escasa población, formaron
pronto una realeza independiente, encabezada por Iñigo Arista (820-851), que
pactará con los musulmanes del valle del Ebro (los Banu Quasi de Tudela) y los
francos, apoderándose de Pamplona (823), que será la capital del nuevo reino
(llamado de Pamplona hasta finales del siglo XII). Las conquistas son mínimas
en esta etapa, ante la fuerza de los musulmanes de Tudela.
La dinastía
Jimena.
En el siglo X la
realeza recae en la nueva dinastía Jimena, con Sancho Garcés (905-926) y García
Sánchez (926-970), que impone una mayor jerarquización política y se apoya en
la Iglesia. Navarra repuebla la Rioja (922), lucha con el califato y se
anexiona los condados de Aragón (970) y los condados de Sobrarbe y Ribagorza
(1019).
1.3. ORIGEN DE
ARAGÓN.
La dinastía
Galindo.
Aragón se formó al
disgregarse la Marca Hispánica, instituida por Carlomagno, en los condados de
Aragón, Sobrarbe y Ribagorza,. El primero fue dominado por la familia Galindo,
los otros dos por el conde franco de Toulouse. Su población era muy escasa y su
economía era ganadera, siendo los pastores quienes empujarán la reconquista
hacia los pastos del Sur, chocando con la resistencia musulmana, muy fuerte en
Zaragoza.
El condado de Aragón
fue el principal y se inició con el conde Aznar Galíndez. En los siglos IX y X
sufrió la presión omeya, navarra y franca.
El dominio
navarro.
El matrimonio de la
hija de Galindo II con García Sánchez de Navarra supuso la incorporación del
condado aragonés al reino navarro en 970, al que también los condados de
Sobrarbe y Ribagorza fueron incorporados en 1019. Los tres fueron unificados
como reino de Aragón en 1035 por Ramiro al independizarse este a la muerte de
su padre Sancho III de Navarra.
1.4. ORIGEN DE
CATALUÑA.
La dependencia
franca.
En aquella época
Cataluña era sólo la parte surpirenaica del reino hispano-godo que se extendía
por la Septimania hasta el Ródano. La derrota musulmana en Poitiers (732) ante
Carlos Martel es seguida de un largo periodo de estabilidad en los Pirineos, en
el que los francos recuperan la Septimania y ponen la frontera en los Pirineos.
Las expediciones de
Carlomagno, con algunas vicisitudes, podrá tomar el Pirineo Oriental, con la
toma de Gerona (785) y Barcelona (801), creando la “Marca Hispánica”, para
impedir los ataques musulmanes al Languedoc, limitada a la franja de los Pirineos,
la llamada Cataluña Vieja, que no llegó al Ebro. En cambio, fracasó en el
Pirineo Central y Occidental, debido a que Carlomagno fue derrotado en Roncesvalles
(778) por los vascones.
La Marca nunca
estuvo gobernada realmente por un marqués concreto, sino por una estructura
prefeudal con condes y vizcondes godos y francos, con cinco condados
principales, Barcelona, Gerona, Ampurias, Rosellón y Urgell-Cerdaña, junto a
otros menores.
La Iglesia franca
funda monasterios que difunden la cultura y las técnicas desde el imperio carolingio, lo que explica la mayor influencia europea y la mayor presencia
relativa del feudalismo en Cataluña respecto a la que hubo en los otros reinos
peninsulares. Se formó así una sociedad prefeudal, pues la feudal no se
consolida hasta los siglos XI-XII, polarizada en dos clases sociales:
- Los nobles, a
menudo funcionarios, eran terratenientes, dueños de grandes propiedades, que
fueron fueron minoritarias hasta el siglo XI.
- Los pequeños propietarios
libres, que se enfeudan a los nobles para que les protejan de los ataques
musulmanes. Estos hombres libres tomaban las tierras en aprisio, un derecho
godo de primera ocupación que asistía a quien encontraba un bien sin dueño y lo
poseía durante 30 años con un cultivo ininterrumpido, y constituían los alodios, unas pequeñas propiedades de
carácter familiar.
Los condes independientes.
Durante el siglo IX
crecerá la independencia de los condes catalanes, debido a la decadencia del
imperio carolingio y a su necesidad de unirse ante los ataques de los musulmanes
desde sus bases de Lérida y Tortosa, que mantendrán invariable la frontera
durante los siglo IX y X.
Wifredo I (llamado
el Peloso) (870-897), hijo del conde godo Sunifredo, une los condados de Urgell
y Cerdaña (870), Barcelona y Gerona (878), Ausona y Besalú. Ocupa así más de dos
tercios del territorio catalán de entonces y obtiene la hegemonía sobre los
otros condados. Entre sus logros están la fundación de los monasterios de
Ripoll y San Juan de las Abadesas y el impulso de la colonización, y destaca en
la historia porque la Capitular de Quercy (877) le permite disponer por herencia
de sus condados que reparte entre sus hijos y se inicia así la historia del condado
hereditario de Barcelona.
Muy graves entonces
son los ataques del emir musulmán Almanzor, quien saquea y destruye Barcelona
en 985. El desastre fue enorme: la población fue asesinada o esclavizada en un
amplio territorio de la Cataluña Central. Ante la falta de ayuda franca,
Borrell II independiza de facto su condado, al mismo tiempo que sube al
trono de Francia la nueva y al principio más débil dinastía de los Capetos
(987). Poco después comienza la recuperación: miles de guerreros catalanes se
alistan como mercenarios en los ejércitos islámicos y sus sueldos traen una
importante riqueza monetaria a Cataluña. La venganza llega 25 años después, cuando
en 1010, una expedición catalana al mando del conde Ramón Borrell saquea Córdoba,
la capital de Al-Andalus.
2. LA RECONQUISTA Y
REPOBLACIÓN.
El crecimiento de
la población.
Aunque faltan datos
precisos se supone que la población de la España cristiana hacia principios del
siglo X rondaba sólo 500.000 habitantes, en claro contraste con los 7 millones
de Al-Andalus. Hubo un gran crecimiento demográfico en los siglos X y XI, hasta
alcanzar 1,5 millones (5/6 de ellos en León y Castilla) hacia 1100, para vivir
un auténtico ‘boom’ demográfico en los siglo XII y XII y pasar a 5,5 millones
hacia 1300, de ellos 4,5 millones en León y Castilla. La población musulmana
bajo dominio cristiano ascendía en total a unos 700.000, con apenas el 1/10 en
León y Castilla, pero se triplicaba, hasta llegar al 1/3, en la Corona de
Aragón. La población judía era muy inferior, apenas unos 100.000 en total, muy
repartidos.
Las formas
jurídico-sociales de la repoblación.
Hasta el siglo XI la
repoblación se realizó sobre zonas prácticamente vacías, por el conflicto
militar con el Islam, y tuvo un carácter defensivo, consolidando las posiciones
con pequeñas propiedades de hombres libres y excluyendo a los musulmanes.
En los siglos XII y
XIII la reconquista militar fue tan rápida que la repoblación fue muy lenta,
concentrada en las posiciones estratégicas y conviviendo con la población musulmana
en Extremadura, Meseta meridional, Andalucía y Valencia, lo que promovió la
extensión del latifundio y la servidumbre de los campesinos.
Los monarcas
organizaron el proceso de repoblación de Norte a Sur, mediante contratos con
las ciudades, la nobleza, la Iglesia y las Ordenes Militares.
Al mismo tiempo,
había una colonización interior que poblaba los espacios vacíos y las urbes,
sobre todo gracias al flujo de inmigrantes de Francia (los francos) a lo largo
del Camino de Santiago.
La población se
concentraba en tres tipos de núcleos: aldea, villa y ciudad.
- La aldea reúne una
población dispersa dedicada a la explotación agraria.
- La villa tiene una
población más concentrada, bajo el señorío del rey, el noble o la Iglesia.
- La ciudad es el
centro del poder administrativo, religioso y militar, destacando las capitales
de Barcelona, León y Pamplona, y las ciudades hispano-musulmanas conquistadas
como Toledo, Zaragoza, Córdoba, Sevilla y Valencia; las de la Corona de Aragón
eran verdaderos núcleos comerciales e industriales, pero las de Castilla y
León, excepto Sevilla, eran rurales.
En el periodo
1020-1060 en Cataluña hay un intenso proceso de feudalización: los nobles
someten violentamente a vasallaje a la mayoría de los propietarios libres de
los alodios, según el modelo francés. Será un rasgo distintivo respecto al
modelo castellano-leonés, en el que las relaciones feudales son mucho más
laxas. Además, los nobles se casi independizan de los condes catalanes, y se
sublevan a menudo.
La crisis
islámica del siglo XI.
A principios del siglo
XI un acontecimiento político-militar cambia el equilibrio ibérico: la crisis
del califato omeya de Córdoba y su división en reinos Taifas (de taifa, división) que tienen un escaso
poder militar. Los nuevos Estados sufrirán la presión militar de los reinos
cristianos, que irán avanzando hacia el sur e impondrán fuertes impuestos de
protección (parias), que junto a las
soldadas de los mercenarios en los ejércitos islámicos introducirán al Norte en
la economía monetaria. El dinero permite desarrollar el comercio de objetos de
lujo, las construcciones románicas, las fortalezas y, sobre todo, la creación
de un poderoso ejército con caballos y armamento cuyos componentes recibirán beneficia,
con lo que se difundirá el feudalismo.
Incapaces de hacer
frente a la presión cristiana, los reinos Taifas serán sustituidos por dos
imperios que se expanden desde el Norte de África, primero los almorávides
entre finales del siglo XI y la primera mitad del XII, y después los almohades
entre la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII, que contendrán
durante siglo y medio la Reconquista.
2.1. LAS ETAPAS DE
LA RECONQUISTA.
La repoblación se
extendió por primera vez a territorios densamente ocupados por los musulmanes,
lo que conllevó problemas de relaciones sociales y religiosas. Asimismo, la
dificultad de conseguir colonizadores cristianos obligó a nuevas formas de
reparto de las tierras, predominando los latifundios.
Podemos distinguir
tres etapas en la Reconquista:
1) Una primera
etapa, entre el siglo XI y la primera mitad del XII, caracterizada por la lucha
con los Taifas y los almorávides, por la consolidación de los reinos
occidentales (Castilla, León y Portugal) en la parte meridional del valle del
Duero hasta llegar a la ocupación del valle del Tajo, y en los reinos
orientales por la conquista del valle del Ebro.
2) Una segunda
etapa, entre la segunda mitad del siglo XII y 1212, caracterizada por la lucha
con los almohades, derrotados decisivamente en Las Navas de Tolosa (1212), la
más decisiva batalla de la Edad Media en España y tal vez la mayor en Europa:
100.000 cristianos contra 120.000 musulmanes. Poco después lleva a la ocupación
cristiana del alto Guadiana (La Mancha) y los cursos altos del Turia y Júcar.
3) Una tercera
etapa, más breve, aproximadamente entre 1229 y 1255, caracterizada por la
rápida conquista del valle del Guadalquivir y Murcia por el reino ya unido de
Castilla y León, del bajo Guadiana y el Algarve por Portugal, y de Valencia y
Baleares por Aragón.
LA OCUPACIÓN DE LOS
VALLES DEL TAJO Y EBRO.
Las conquistas.
Hacia 1040 la
frontera con Al-Andalus se extiende por el río Duero desde su desembocadura en
Oporto, la sierra Cameros en la Rioja cruzando el Ebro por Calahorra y pasando
por el sur de los Pirineos hasta el Llobregat hasta su desembocadura en
Barcelona.
La Reconquista se
inicia cuando Navarra toma Calahorra (1045). Desde este momento se multiplican
los ataques al Sur musulmán, con la ocupación de ciudades y castillos estratégicos,
que rompen las comunicaciones andalusíes: Toledo (1085), que domina el valle del
Tajo y la ruta del Guadalquivir-Jalón-Ebro; el castillo de Aledo, desde el que
se saquea Murcia; Castellar (1091), lo que permite atacar Zaragoza; y Valencia
(1000). La reacción almorávide desde 1086 obtiene victorias espectaculares en
Zalaca (1085) y Uclés (1108), pero son poco efectivas para la recuperación de
territorio salvo en Valencia. El declive almorávide, patente en la derrota de
Cutanda (1119), permite la ocupación, definitiva hacia 1135-1150, del valle del
Tajo cuando Alfonso I de Portugal se apodera de Lisboa (1147), mientras que en
el valle del Ebro el rey Alfonso I el Batallador de Aragón toma Zaragoza
(1118), y más tarde Ramón Berenguer IV de Barcelona conquista el bajo Ebro, con
Tortosa (1148) y Lérida (1149).
La repoblación.
Los reinos usan
distintos sistemas de repoblación durante esta primera etapa.
Los reinos
occidentales, Castilla, León y Portugal, ocupan la parte meridional del valle
del Duero y el valle del Tajo.
Castilla y León
repueblan en el valle del Duero y el Sistema Central las zonas poco habitadas y
muy peligrosas hasta la conquista de Toledo. Los monarcas conceden fueros a los
repobladores que se concentran en grandes términos municipales, nucleados por
ciudades amuralladas que dominan amplias tierras adyacentes (los alfoz), como Salamanca, Ávila, Arévalo,
Segovia, Almazán, Soria y Sepúlveda. Los repobladores son hombres libres,
nobles e incluso prófugos. Son ciudades agrícolas y ganaderas que se
comprometen a armar milicias concejiles para su defensa y servir en el ejército
real.
La repoblación del
valle del Tajo supuso por primera vez la convivencia de los cristianos con una
nutrida población musulmana y judía, como en el caso de Toledo, a la que se
superpuso una colonia de castellanos y francos. Después de la derrota
definitiva de los almorávides aquella población originaria fue expulsada y se
repoblaron las ciudades con cristianos, que disfrutaron de la concesión de
fueros, como Toledo, Guadalajara, Talavera o Alcalá.
Los reinos
orientales ocupan a su vez el valle del Ebro. La repoblación es muy distinta a
la anterior, porque se mantuvo la mayor parte de la población musulmana, los
mudéjares. Se distinguen dos tipos de repoblación urbana:
- Las ciudades del
valle, en especial Zaragoza, Tudela, Lérida y Tortosa, bien protegidas por lo
que consiguen una capitulación que obliga a los musulmanes a vivir en los arrabales
pero a cambio mantienen sus tierras, mientras que los colonos cristianos se
asientan en el centro y reciben tierras incultas.
- Los municipios de
las zonas peligrosas, como Calatayud, Daroca y Belchite, a los que se conceden
fueros o cartas puebla, dando más tierra a los que aportan un caballo para la
defensa.
La tierra
conquistada era tan extensa (50.000 km² en 40 años) que se atrajeron pobladores
de todas partes y hasta se buscaron mozárabes en Andalucía, como hizo la
expedición de Alfonso I en 1125.
LA OCUPACIÓN DE LOS
CURSOS ALTOS DEL GUADIANA, TURIA Y JÚCAR.
Las conquistas.
Esta etapa se
extendió entre 1150 y 1212, en lucha con los almohades, que con su victoria en
Alarcos (1195) recuperaron la zona norte de Sierra Morena y la zona al sur de
Lisboa, solo hasta su derrota definitiva en la batalla de las Navas de Tolosa
(1212), junto a Despeñaperros, ante una coalición de todos los reinos
cristianos. Acto seguido, Portugal reconquistó el sur de Lisboa, León se
mantuvo en la línea del Tajo, Castilla tomó La Mancha y Cuenca, y Aragón se
apoderó de Teruel.
La repoblación.
En esta segunda
etapa la repoblación de estos territorios fronterizos tan peligrosos se hizo
con fuerzas militares permanentes, las Órdenes Militares, formadas por caballeros-monjes
que construyeron castillos. Destacaron en Castilla las de Calatrava y Santiago,
en León la de Alcántara y en Aragón la de Montesa (ya en el siglo XIV).
Estas Órdenes recibieron
grandes latifundios, que explotaron una economía ganadera basada en rebaños de
ovejas que proporcionaban lana para el comercio europeo.
LA OCUPACIÓN DEL
VALLE DEL GUADALQUIVIR, MURCIA, VALENCIA Y BALEARES.
Las conquistas.
La tercera etapa,
entre 1220 y 1260, se inició tras una breve pausa hacia 1212-1220 después de la
victoria de las Navas de Tolosa, debido a la extensión de epidemias (la peste),
las malas cosechas y la inestabilidad provocada por la pronta muerte de los
reyes de Castilla (ya unificada con León) y Aragón y las subsiguientes regencias,
pero desde 1220 el rey Fernando III en Castilla y desde 1229 Jaime I en Aragón
consolidaron el poder real, lo que favoreció una rápida conquista. Castilla se
apoderó del valle del Guadalquivir y Murcia, Portugal conquistó el bajo Guadiana
y el Algarve, y Aragón tomó Baleares y Valencia. La superioridad militar
cristiana era patente en esta época, gracias a la superioridad de las tropas nobiliarias,
las Órdenes Militares, las milicias concejiles y la marina de guerra.
En Castilla-León la
invasión del valle del Guadalquivir permitió la conquista sucesiva de Córdoba
(1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y Murcia (1243-1266), esta con el apoyo
aragonés, hasta quedar independiente sólo el reino musulmán de Granada, vasallo
desde entonces de Castilla, a la que pagaba tributos anuales.
Portugal ocupó el
valle inferior del Guadiana, el Alentejo y el Algarve, llegando a Faro en 1249.
Aragón-Cataluña
ocupó primero las Baleares, comenzando por Palma de Mallorca en 1229, a la que
siguió Ibiza en 1235 (Menorca quedó como vasalla todavía unos decenios); a continuación
atacó la región levantina, cayendo Valencia en 1238 y el resto del territorio
poco después.
Mapa de las conquistas de Jaime I en Baleares y Valencia.
La repoblación.
En esta tercera
etapa las diferencias de los reinos en la repoblación se acentúan. Fue difícil
en los primeros momentos por la gran extensión de las tierras conquistadas
(140.000 km²) y la escasa población sobrante de los reinos triunfantes.
Generalmente se mantuvo a la población musulmana y judía en las ciudades y en
las zonas de regadíos de Valencia, Murcia y del Guadalquivir medio, pero hubo
zonas donde fue esclavizada o exterminada como fue el caso de Baleares, o
expulsada como ocurrió en el Guadalquivir bajo, donde hubo hasta 500.000
emigrantes hacia Granada, e incluso el interior de Castilla, lo que despobló
enormes espacios, en los que los monarcas hicieron “repartimientos” entre los
que habían participado en la conquista.
En Andalucía,
Extremadura y Murcia surgieron enormes latifundios, algunos de más de 1.000
km², propiedades de la nobleza, las Órdenes Militares (frontera de Granada), la
Iglesia. Unas pocas ciudades de realengo (Sevilla, Murcia) formaron concejos
con fueros para atraer repobladores a cambio de casas y tierras, en los que se
exigía residir cinco años para consolidar las propiedades.
En Mallorca el
“repartimiento” de todas las tierras coincidió con la casi eliminación de la
población musulmana (aunque parece que muchos se convirtieron e integraron en
la nueva sociedad cristiana, con nombres como Bennàssar u Homar) y se
estableció una división entre grandes propietarios, muchos de ellos absentistas
que vivían en la Ciutat (Palma), llamados los ciutadans, y pequeños
propietarios, llamados los forans, que vivían en los pueblos.
En Valencia las
tierras se dividieron entre los mudéjares y los nuevos repobladores, catalanes
en las pequeñas propiedades de la costa, y aragoneses en los latifundios del
interior.
2.2. LA EVOLUCIÓN
POLÍTICA:
LEÓN Y CASTILLA.
En el reinado de
Alfonso V de León (999-1028) la decadencia de Córdoba interrumpe las razzias y aceifas (ataques de rapiña) en
el Norte y posibilita los primeros avances hacia el Sur del río Duero.
Fernando I, primer
rey de Castilla (1035-1065), hijo de Sancho III de Navarra, se apodera del reino
de León y el valle del Mondego, y somete a tributo a varios reinos taifas, con
lo que se activa el comercio.
La crisis sucesoria
con Sancho II (1065-1072) da paso al reinado de Alfonso VI (1072-1109), que
toma Toledo en 1085, hecho fundamental en la Reconquista pues era la antigua
capital visigoda y le legitimaba como rey de toda España. Pero la invasión de
los almorávides frena la Reconquista al vencer a los cristianos en Zalaca
(1086) y Uclés (1108). Es la época de las hazañas (cantadas en el épico Poema
del Mio Cid) del noble castellano Rodrigo Díaz de Vivar (Cid Campeador)
en las tierras de Levante, quien conquista Valencia (1100), aunque perdida al
poco tiempo de su muerte (1102).
La reina Urraca
(1109-1126) se casa con Alfonso I de Navarra y Aragón, en otro intento
frustrado de unificación, que al no tener hijos comunes se interrumpe.
Alfonso VII
(1126-1157) se apodera de zonas al sur del Tajo, e incluso de Almería por un
tiempo (1147-1147), perdida ante la nueva invasión norteafricana de los almohades,
que paralizan la Reconquista. En 1135 incluso consigue el vasallaje de la mayoría
de los Estados de la Península, desde Portugal a Barcelona.
Comete un grave
error al dividir nuevamente Castilla y León: en el primer reino le sucederán Sancho
III (1157-1158) y Alfonso VIII (1158-1214); en la segundo reinarán Fernando II
(1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230).
El rey leonés Fernando II (1157‑1188),
hijo segundo de Alfonso VII, recibió de su padre el reino de León, mientras que
Sancho III recibía Castilla. Nunca conforme con el reparto buscó la hegemonía
en España. Intentó conquistar Portugal pero fracasó, y, al contrario, Alfonso I
de Portugal se apoderó de varios territorios leoneses y gallegos hasta el
Tratado de Pontevedra (1165). En 1158 la muerte de Sancho III le permitió
intervenir en Castilla, aunque pronto fue derrotado. La expansión hacia el Sur
fue detenida por los almohades, que recuperaron Alcántara y Cáceres (1174).
Tras la muerte de Fernando II, se
evidenció que en su reinado había decaído el poder real por su política de
repartir tierras entre la nobleza, por lo que el nuevo rey (tan sólo de 17
años), Alfonso IX, tuvo que convocar una Curia Regia extraordinaria en León,
las primeras Cortes del reino de León (1188), apoyándose en los burgueses, para
evitar depender en exceso de la nobleza y para que no apoyase a un hermanastro
pretendiente al trono. Una serie de decretos protegieron a las personas y
bienes contra cualquier abuso de poder (generalmente ocasionado por la nobleza)
y el rey se obligó a consultar a los tres estamentos antes de declarar una
guerra.
El rey castellano Alfonso VIII
(1158-1214) lucha con los almohades, con alternativas de victorias y derrotas,
hasta que en Las Navas de Tolosa (1212), una gran coalición cristiana los
derrota definitivamente.
Fernando III el
Santo (1217-1252) reunifica definitivamente por matrimonio Castilla y León
(1230) y al llegar a la mayoría de edad reemprende la reconquista en Andalucía,
hasta quedar sólo el reino musulmán de Granada, vasallo de Castilla.
Alfonso X el Sabio
(1252-1284), consolida la expansión territorial (conquista los reinos vasallos
de Murcia y Niebla), económica (funda la Mesta en 1273, para fomentar la
ganadería) y cultural. Pero fracasa en su candidatura como emperador del Sacro Imperio
Germánico, a la que tenía derechos hereditarios. Al acabar su reinado el reino
sufre conflictos internos. Destacan entre sus obras culturales las Escuelas de
Traductores de Toledo y Sevilla, con equipos de eruditos que traducían textos
del latín, árabe y castellano entre sí; los códigos jurídicos del Fuero Real y
de las Siete Partidas; y la Crónica General, una magna historia de España,
escrita en castellano.
NAVARRA.
La influencia
navarra será determinante en España a principios del siglo XI. Sancho III de
Navarra (1000-1035) en sus últimos años unifica temporalmente Navarra, Aragón,
Castilla y León. Pero la división del reino entre sus hijos supuso perder una
oportunidad histórica para unir pronto las fuerzas de la Reconquista y encierra
a los navarros entre castellanos y aragoneses, que cortan sus vías de
expansión hacia el Ebro y la Meseta castellana, pese a la conquista de
Calahorra en 1045.
En 1076 Navarra es
dividida entre sus vecinos. Castilla se anexiona los disputados territorios del
País Vasco y la Rioja, mientras que Alfonso I de Aragón se queda con Navarra y
se vuelca hacia el valle del Ebro e intenta una unión dinástica con Castilla
gracias a su boda con Urraca, que fracasa por la falta de hijos.
A su muerte en 1134
comienza la decadencia, hasta que a la muerte de Sancho VII (1234) el reino
pasa con Teobaldo a la dinastía francesa de Champaña (1234-1309).
ARAGÓN Y CATALUÑA.
Aragón.
Alfonso I el
Batallador de Navarra y Aragón, casado con Urraca de Castilla en un intento
frustrado de unificación, realiza una amplia expansión por el valle del Ebro,
conquistando Zaragoza (1118). A su muerte dona el reino a la Iglesia, pero su
hermano Ramiro II es reconocido como rey y más tarde casará a su hija Petronila
con el conde de Barcelona, logrando asentar el futuro del reino.
Cataluña.
En el siglo XI, Ramón
Borrell I, conde de Barcelona, acuña ya moneda propia y goza de una práctica
independencia respecto a Francia. En este siglo se consolida el Estado feudal.
La unión catalana-aragonesa.
La unión dinástica
del reino de Aragón (Petronila, hija del rey Ramiro II de Aragón) y el condado
de Barcelona (Ramón Berenguer IV), forma la segunda gran potencia peninsular junto
a Castilla-León.
La Corona de Aragón
se expandirá en un doble dirección, hacia el Sistema Ibérico y el sur de
Cataluña, de forma muy lenta, con la conquista de Tarragona, Lérida (1148) y
Tortosa (1149), y hacia el Norte (la Occitania en el sur de Francia), con la
anexión mediante matrimonios y pactos de vasallaje de Foix, Montpellier, Provenza,
Carcasona, Narbona... con lo que se forma un amplio “reino ultrapirenaico” en
el Languedoc y la Provenza, pero esto se pierde cuando estalla la crisis religiosa
de los albigenses y Pedro II (1196-1213) es derrotado y muerto en Muret, por
los cruzados.
Jaime I el Conquistador
(1213-1276), tras su minoría de edad (en la que se convocan Cortes por primera
vez, en 1217), sigue la expansión y emprende la conquista de las islas
Baleares: Mallorca (1229), Ibiza (1235), vasallaje de Menorca (conquista en
1284), y de Valencia en 1232-1245, llevando la frontera hasta Alicante, en tres
fases: Peñíscola y el Maestrazgo (1232), la ciudad de Valencia y la línea del
Júcar (1238) y la zona sur de Denia-Biar (1243-1253), venciendo una rebelión musulmana
en 1248. Firma los tratados de Almizra (1244), que otorga Murcia a Castilla, y
de Corbeil (1258), que reconoce a Francia el dominio sobre Occitania a cambio
de la definitiva independencia catalana y unos pocos territorios ultrapirenaicos:
Rosellón, Cerdaña, Conflent y Montpellier. Fomenta el comercio marítimo, promocionando
la institución del Consolat de Mar.
Imbuido del sentido
patrimonial dinástico, divide el reino entre sus dos hijos, Pedro III de Aragón
y Jaime II de Mallorca, que reina en las islas Baleares, Rosellón, Cerdaña,
Conflent y Montpellier.
Pedro III inicia la
expansión territorial y comercial por el Mediterráneo, con la conquista de
Sicilia (1282), tras las Vísperas Sicilianas, en base a los derechos sucesorios
de su esposa Constanza. Sicilia será gobernada por otra rama de la dinastía
catalana-aragonesa entre 1295 y 1409, volviendo entonces a la rama principal
por el matrimonio (1391) de María y Martín el Humano y la muerte de este.
PORTUGAL.
En 1114 el condado
de Portugal se separa con Alfonso Enríquez, que toma Lisboa (1148) y se
proclama rey de Portugal.
El reino se
expandirá lentamente hacia el sur y mantendrá un equilibrio de poder con los
reinos españoles. La reconquista termina con la toma del Algarve por Alfonso
III (1248-1278).
Informe: Galicia y los orígenes de Portugal y Santiago de Compostela.
El poema Ora Maritima, en trímetros yámbicos, de Festo Rufo Avieno (hacia
390 d.C.) incorpora un periplo griego del siglo IV aC, que nos permite conocer
que hacia el siglo VI aC los celtas de la cultura de Hallstatt invadieron
Galicia y expulsaron a los oestrimnios, que se dedicaban al comercio con las
islas británicas, en donde se establecerían seguramente en su huida. El periplo
afirma que los oestrimnios fueron ahuyentados por una invasión de serpientes
(casi seguro un pueblo que tenía este tótem animal). La región se denominó
Ofiusa por este motivo y sus habitantes eran los sefes, adoradores de la serpiente.
Los romanos dominaron la Gallaecia
tras duras y largas luchas y la romanización fue muy lenta, debida realmente a
la cristianización. Para conocer cómo se hizo ésta podemos acudir a Beda el
Venerable (673‑735), que en su Historia
ecclesiastica gentis Anglorum (I, 30) comenta que Gregorio Magno aconsejó
en una carta a los evangelizadores de Inglaterra destruir los ídolos paganos,
pero no sus lugares sagrados, los “fana”, sino aprovecharlos como lugar para
los templos cristianos, purificándolos con agua bendita, aprovechando así la
familiaridad de los neófitos a los antiguos lugares de culto, como se hizo
también con numerosas fiestas paganas, que fueron apropiadas para festejar
santos y celebraciones cristianos. La evangelización se apoyó en el mito de la
llegada del apóstol Santiago el Mayor con tal fin y de su entierro en un castro
celta abandonado. Santiago era llamado el “Hijo del Trueno” hacia el siglo IV,
sustituyendo a otro culto local.
Se establecieron tres diócesis: Lugo,
Braga y Britonia (Santa María de Britones, cerca de Mondoñedo); la última
fundada por los refugiados britanos de Inglaterra cuando la invadieron los
anglosajones.
Los bárbaros suevos invadieron la
península ibérica y ocuparon Galicia. Sus primeros reyes fueron arrianos, hasta
que se convirtieron al cristianismo hacia 550. Los suevos desarrollaron una
liturgia propia, que luego sería adoptada por los visigodos que conquistaron
Galicia un siglo después, y llamada mozárabe en el siglo X.
Los musulmanes conquistaron y
abandonaron pronto la región y hacia el 813 el descubrimiento en Compostela de
la tumba de Santiago impulsó la creación de una ciudad, con una incipiente y
próspera burguesía gracias al impulso de las crecientes peregrinaciones, en una
época en la que viajar a Roma o Jerusalén era costoso y peligroso, aparte de
inconveniente políticamente para los poderes periféricos de Europa.
Los ataques de los piratas normandos
provocaron que la diócesis de Iria se estableciera en Compostela, que en agosto
de 997 fue destruida por Almanzor.
Compostela restableció su prosperidad
y poder en la primera mitad del siglo XI, convertida en la tercera ciudad del
cristianismo. Parecía que debía aspirar a convertirse en capital de un estado
independiente e intentó someter a la diócesis de Braga, pero sólo consiguió que
ésta se independizará, lo que a la postre favoreció el nacimiento de Portugal.
La pugna con la Orden de Cluny,
apoyada por el papa Gregorio VII y la Iglesia castellana, marcó el periodo de
Diego Peláez, obispo de Iria-Compostela desde 1071 a 1083, que intentó
constituir un Estado independiente en Galicia, con el apoyo del normando
Guillermo el Conquistador. La reacción del Papa fue la excomunión de los
prelados compostelanos. Pese a esto se construyeron poderosas murallas (hoy desaparecidas)
y se comenzaron importantes obras en la catedral.
Diego Gelmírez (1065-1140) fue elegido
obispo de Compostela (1100), y aceptó la influencia cluniacense y castellana,
para congraciarse con Roma y alcanzar sus objetivos independistas. Así fue investido
por Alfonso VI con el señorío episcopal de Compostela, mientras el rey nombraba
gobernador de Galicia a su yerno Raimundo de Borgoña, que muy pronto se alió
con el partido de la diócesis de Braga, convirtiéndose en cabeza de la
monarquía portuguesa. Aceptaba asimismo el rito gregoriano o romano, abandonaba
el mozárabe y fundaba la primera escuela episcopal, germen de la futura
universidad.
El ambicioso Gelmírez, al ser
derrotado el rey en la batalla de Uclés (mayo de 1108) acudió con sus huestes a
Toledo para rechazar a los almorávides y arrancar del monarca el derecho de
acuñar moneda, el único del reino castellano-leonés. En 1110 un sector de la
clerecía y de la nobleza de Galicia, dirigido por Pedro Froilaz, conde de
Traba, trató de instaurar en Galicia la soberanía de Alfonso Raimúndez, frente
a su madre Urraca y a su padre Alfonso I el Batallador. El prelado se pasó al
lado del príncipe Alfonso, al que coronó rey en Santiago (1111), pero hubo de
huir de la ciudad ante las tropas de Urraca (1115). Más tarde, en Sahagún
(1116), el prelado pudo llegar a un acuerdo con la reina. En recompensa, las
tropas reales restablecieron a Gelmírez en su señorío a pesar de la rebelión de
los ciudadanos de Santiago (1116-1117), en una de las feroces luchas del obispo
contra la burguesía emergente, a la que aplastó, con su consecuente
anquilosamiento social y económico.
La Historia
Compostelana”, escrita contra los rebeldes es un notable testimonio de la rebelión. La Hermandad de Santiago la
componían clérigos (incluso canónigos), comerciantes y artesanos y la dirigían
los patricios de la ciudad. Su programa era revolucionario: autonomía, menos
impuestos y elección democrática de los cargos. Intentaron atraer a Urraca a su
bando pero ésta les tenía miedo por su radicalismo. Se dividieron en dos
partidos y los moderados pactaron con el obispo, que al regresar desterró a
cien revoltosos y recuperó todo su poder.
En 1120 Gelmírez obtuvo la dignidad de
arzobispo y consiguió que la reina le diera el gobierno y señorío de Galicia,
desplazando del poder al príncipe Alfonso y sus partidarios, que fueron
derrotados en la batalla de Tabeiros (1120). En 1121, junto a tropas reales,
expulsó a los invasores portugueses de Tuy y Orense y, a continuación, obtuvo
la exención de los deberes feudales del auxilium
y consilium. Convertido de hecho en
el auténtico soberano de Galicia, un intento en 1122 de Urraca de quebrantar su
poder fracasó. A la muerte de la reina, su sucesor Alfonso VII le reconoció su
autoridad nombrándole canciller real, cargo que mantuvo hasta su muerte en
1140. Pero poco antes, había sofocado una nueva revuelta de los burgueses de
Santiago (1136), y en 1139 había visto como Alfonso Enríquez confirmaba sobre
los musulmanes en la batalla de Ourique la independencia de Portugal (y de la
diócesis de Braga), titulándose después rey. Esto aislaba a Galicia en un
extremo de la Península, lejos de la futura expansión territorial hacia el sur,
en el preciso momento en que en Galicia la prosperidad artística, cultural y económica
era mayor. Con el tiempo se quedaría en simple centro de peregrinaje, famoso
pero sin influencia política.
Cuando el Maestro Mateo acabó su
trabajo en la catedral de Santiago de Compostela reinaba Fernando II de León
(que murió el 22 de agosto de 1188 y fue enterrado en Santiago) y era obispo
Pedro Muñiz el “Nigromante”, uno de los grandes personajes de la época, que
deseaba recuperar el poder de su antecesor Gelmírez.
Informe: El Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).
El Beato, nacido probablemente
hacia el 730, huyó de Córdoba
hacia el 770 debido a la creciente presión musulmana y se refugió en un monasterio
cántabro hoy conocido como Santo Toribio de Liébana, que estaba en una zona
bajo el dominio cristiano del reino de Asturias pero bajo la férula eclesiástica
del arzobispo de Toledo, Elipando (717-805), primado de España, que tenía su
sede en una zona dominada por el emir cordobés.
El Beato se rebeló pronto contra su jefe porque este, para congraciarse con los musulmanes, aceptó la
doctrina del adopcionismo (surgido en el siglo II y con variantes tan
difundidas como el arrianismo de los visigodos), que sostenía que Jesucristo
era un ser humano, hijo adoptivo de Dios, lo que impugnaba dos ideas fundamentales
de la ortodoxia, la divinidad de Cristo y su resurrección. El Beato, apoyado
entre otros por el obispo de Osma, Eterio, y por la reina de Asturias,
Adosinda, en una pugna que también rompía el control de la Iglesia cristiana en
la zona musulmana sobre la del norte de España, escribió entonces sus Comentarios
al Apocalipsis de San Juan,
en un latín vulgar y con una argumentación teológica bastante farragosa, pero
los acompañó con acierto con una iconografía religiosa muy atractiva, de
figuras rotundas y muy coloristas, probablemente con la ayuda de ilustradores
del scriptorium del propio
monasterio.
Se hicieron numerosas copias del libro original, que llegaron a las
cortes del papa y a Carlomagno, y les llevaron a condenar en 794 en el concilio
de Fráncfort la herejía del adopcionismo de Elipando. El éxito editorial del
Beato de Liébana fue enorme por sus imágenes, que fueron evolucionando porque
los sucesivos copistas las adaptaban al gusto de cada época. Se ha perdido el
original, pero se conservan varias de sus copias.
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Documentales.
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Olaya, Vicente G. Un rey con dos tumbas. “El País” (5-X-2018). El debate sobre la sepultura en Nájera o León del último rey asturleonés, Bermudo III, nacido en 1017 y rey desde 1028 hasta su muerte en la batalla de Tamarón (1037) contra Fernando I. [https://es.wikipedia.org/wiki/Bermudo_III_de_León] Olaya, Vicente G. Así murió Bermudo III, el último rey asturleonés. “El País” (15-X-2018). Los forenses que analizaron el cuerpo determinaron que una lanza le entró por el ojo derecho, le reventó la órbita ocular y le arrancó el maxilar superior.
Olaya, V. G. Los últimos defensores de Alarcos. “El País” (27-III-2019). La Universidad de Castilla-La Mancha exhuma los restos de 200 soldados castellanos muertos frente a las tropas almohades en 1195 y que permitieron la salvación de Alfonso VIII.
Olaya, V. G. Mil años de mentiras sobre Numancia. “El País” (11-VII-2019). Un estudio demuestra que Zamora diseñó un plan y falsificó pruebas para hacerse pasar durante siglos por la Numancia celtíbera con el fin de conseguir ser sede episcopal.
Olaya, V. G. Once cuerpos ocultos dentro de la muralla. “El País” (6-X-2020). La pérdida de una inscripción en piedra del siglo XII en la Real Academia de la Historia impide resolver qué rey ordenó cubrir con sillares una necrópolis en la soriana Almazán.
Montañés,
J. Á. Un esclavo con grilletes en la
Barcelona medieval. “El País” (16-XII-2021). Hallado el esqueleto de un
esclavo musulmán de h. 1100, con marcas de prisionero.
Olaya, V. G. Cuando el castillo de Alfonso III dominaba
la ría de Avilés. “El País” (9-II-2022). Un equipo multidisciplinar
reconstruye digitalmente la fortaleza medieval de Gauzón, que defendió Asturias
de los vikingos y donde se elaboró la Cruz de la Victoria en el 908.
Olaya, V. G. Un doble asesinato
durante la Guerra Civil saca a la luz un monasterio medieval en Zaragoza.
“El País” (22-VI-2022). La búsqueda de los cuerpos de dos jóvenes tiroteadas
por los falangistas permite hallar un importante cenobio, una tumba visigoda y
una colección de monedas del siglo XI.
Álvarez
Junco, J. La Reconquista. “El País”
(27-I-2019). Aclara los mitos nacionalistas sobre la ‘Reconquista’ en la Edad
Media.
Fuentes: El Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).
PROGRAMACIÓN.
LA EXPANSIÓN DE LOS
REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
UBICACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 2. Sociedades
históricas y cambio en el tiempo. Bloque 4. Sociedades históricas. Núcleo 3.
Las sociedades medievales.
- Al-Andalus y los
reinos cristianos en la Península y otros territorios españoles actuales.
Religiones y culturas cristiana, islámica y judaica en la España medieval.
RELACIÓN CON TEMAS
TRANSVERSALES.
Relación con el tema
de la Educación para la Paz y de Educación Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de
una hora.
1ª Documental de
motivación. Diálogo para evaluación previa. Exposición del profesor.
2ª Exposición del
profesor. Cuestiones.
3ª Exposición del
profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, mapas y comentarios de textos.
4ª Exposición del
profesor, de refuerzo y repaso; Comentarios de textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
Definir los términos
relacionados con la Reconquista.
Sintetizar la
evolución de la Reconquista.
Analizar las
instituciones.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
La Reconquista.
Los reinos
cristianos.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la
información: realización de esquemas del tema; análisis de mapas, gráficos,
textos.
Explicación multicausal
de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e
investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales,
monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y
curiosidad científica.
Tolerancia y
solidaridad.
Valorar las culturas
medievales.
METODOLOGÍA.
Metodología
expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un
texto sobre la Reconquista, preparando las actividades del grupo.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN
GRUPO.
Exposición por el
profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE
TRABAJO.
Realizar esquemas
sobre los apartados de la UD.
Realización de una
línea de tiempo sobre el proceso.
Realizar un mapa
sobre el proceso.
Comentarios de
textos sobre teorías del feudalismo, la evolución de las instituciones...
Debate de grupo y
síntesis sobre la Reconquista: sus causas e implicaciones.
C) INDIVIDUALES.
Realización de
apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las
actividades grupales.
Búsqueda individual
de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones
buscando la respuesta en fuentes de textos, manuales, enciclopedias..., en
horario fuera de clase, y con diálogo en grupo en clase.
RECURSOS.
Documentales, La
vida al camp a l'època del gòtic, 15 minutos. El feudalisme, 13 minutos.
La vida a la ciutat, 14 minutos. Serveis de Cultura Popular. Se refiere
a Cataluña en la Baja Edad Media, con un interesante repaso sobre los inicios
del feudalismo y la economía señorial.
Presentación digital
y con mapas.
Libros de texto,
manuales.
Fotocopias de textos
para comentarios.
Cuadernos de
apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua.
Se hará especial hincapié en que se comprendan las relaciones entre los reinos
hispánicos.
Examen incluido en
el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los
alumnos con inadecuado progreso.
Realización de
actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de
recuperación (junto a las otras UD).
Basta ya de tergiversar la Historia medieval de la Corona de ARAGON en pro de construir una historia acorde a la moda política actual del independentismo catalán.
ResponderEliminarAsi, es incomprensible ver como una y otra vez se inculca aquello de "union catalano-aragonesa" o como aparece en este tema "la dinastia catalana-aragonesa", cuando hisotircamente podemos afirmar que los condados catalanes SIEMPRE fueron dependientes del Rey de Aragon, que se intitulaba como tal y no como rey de Cataluña, figura historica que nunca ha existido y que por mas que se manipule la Historia no existira para desilusion y enfado de los independentistas.
¿Y que ocurre con las entidades actuales que mencionas ya nada mas comenzar en el resumen? Nuevamente te recuerdo que Cataluña nunca fue un territorio independiente, siempre estuvo bajo el dominio del rey de Aragon y siendo un territorio mas de dicha Corona. Por eso me extraña que menciones algunas de las entidades "heredadas" de ese pasado medieval (como Castilla) y ni siquiera menciones a la segunda en importancia como fue la Corona de ARAGON y su sucesora natural, la comunidad autonoma actual con el mismo nombre.
Espero que entiendas mis critcas, pero es que ya basta de manipular la Historia.
¿esto es lo que queremos enseñar a nuestros alumnos??
Jairo Romanos. Profesor de Historia.
Un saludo.
ResponderEliminarAdvierto que vive usted con pasión el tema de la historia medieval de las instituciones catalanas y de la Corona de Aragón, pero sospecho que no ha seguido (o aprovechado) los estudios reglados de Historia, porque sus afirmaciones son infundadas. Por el contrario, es indudable que Cataluña, en la forma jurídica de Condado de Barcelona, fue independiente desde finales del siglo X (hay consenso en la fecha de 987) y se integró en la Corona de Aragón en 1137, mediante una unión dinástica, no una fusión. A la dinastía se la ha llamado desde entonces Casa de Aragón o Casa de Barcelona, según los autores, y se acepta el término "catalana-aragonesa" y títulos como rei-comte o comte-rei, entre otros, pero no el de rey de Cataluña. En los siglos siguientes Cataluña jamás fue posesión de Aragón, sino que el rey de Aragón lo era también de Valencia y Mallorca, entre otros reinos, y en Cataluña (desde el siglo XIV se utiliza el término Principado de Cataluña) era solo conde de Barcelona. Por ejemplo, Carlos de Habsburgo fue Carlos I como rey de Castilla y Aragón entre otros reinos, Carlos V como emperador alemán, y, en cambio, fue archiduque de Austria, duque de Borgoña, conde soberano de Barcelona (lo mismo que de Flandes o Brabante). A nadie se le ocurrió llamarle rey de Austria, por ejemplo.
Añado que esta unidad didáctica no es propaganda catalanista ni independentista sino un resumen de datos sobre los que hay un amplio consenso historiográfico, salvo el de pseudohistoriadores que consideran, en un extremo, que la lengua catalana no existe o no merece existir, y en el otro lado, que los catalanes descubrieron América o la penicilina, y escribieron El Quijote. El fanatismo y la ciencia de la Historia son irreconciliables, así que me atrevo a sugerirle que revise sus datos y busque la verdad histórica en fuentes más fiables que las que ha conocido hasta hoy.
Atentamente, Antonio Boix.
En primer lugar tengo que felicitarle por el tema realizado. Me ha sido de enorme ayuda.
ResponderEliminarLe escribo ya que quisiera saber su punto de vista sobre el debate historiográfico en relación al término Reconquista.
Algunos autores, consideran a los reinos cristianos herederos hispanovisigodos y por tanto legitiman la utilización de este término.
Por el contrario, otros autores defienden la inexistencia de una relación entre los núcleos cristianos del norte y los derrotados visigodos e interpretan la guerra de los cristianos como una lucha por su supervivencia y no como un afán de reconquistar el territorio perdido. ¿Cuál es su visión al respecto?
Por otro lado, ¿cree usted que se ha intentado politizar por una parte de la historiografía española?. Es decir, vender la historia medieval de España como una lucha entre los cristianos, auténticos habitantes de la península, contra los invasores musulmanes(obviando que vivieron aquí durante siglos)
Gracias de antemano y un saludo.
La Reconquista es un término sobre el que existe bastante consenso y en general, aunque siempre hay matices en la visión de cada historiador, estoy de acuerdo con el artículo publicado en [https://es.wikipedia.org/wiki/Reconquista], que recopila distintos puntos de vista.
ResponderEliminarEn cuanto al segundo punto, estoy de acuerdo con las tesis del profesor Lomax. Desde un punto de vista estrictamente jurídico es evidente que los reinos cristianos del norte fueron Estados exnovo y no sucesores de iure del reino de Toledo, pero lo esencial es que los ideólogos de entonces, los cronistas y autores de las fuentes que nos han llegado ya en etapas muy tempranas (los textos de los siglos VIII-IX son inequívocos), los consideraban indiscutibles herederos del reino hispanovisigodo, así como que las instituciones creadoras de derecho (concilios eclesiásticos y cortes reales) afirmaron esa herencia y fue reconocida así por el Papa, el Imperio y otros Estados, incluidos los islámicos de Al-Andalus. Por lo tanto los historiadores posteriores pudieron legítimamente continuar reivindicando esa conexión y utilizar el término Reconquista.
Los autores que defienden la inexistencia de una relación entre los núcleos cristianos del norte y los derrotados visigodos en general no ignoran que hubo importantes grupos de población y de la élite visigoda que se refugiaron en el norte, sino que reducen su importancia y asumen que fueron subsumidos en la mayoritaria población local y así perdieron su identidad goda, en una especia de tabula rasa social y política. Mi interpretación, por el contrario, siguiendo a los historiadores de mayor prestigio, es que los refugiados godos aportaron en Asturias la imprescindible superestructura política que dio origen al reino astur-leonés, y que en la zona pirenaica que posteriormente sería el germen de Cataluña incluso hubo un efímero y postrer reino godo que resistió unos años la embestida islámica. Por lo tanto, hubo una continuidad que dio pie a posteriores reivindicaciones.
En cuanto a la cuestión de si los Estados cristianos luchaban por su supervivencia o querían reconquistar el territorio perdido, mi respuesta es que ambas tesis son inseparables. Pronto los gobernantes cristianos comprendieron que si querían consolidar su dominio y sobrevivir, debían obtener un poder militar y económico, más una legitimación jurídica e ideológica, que solo podían llegar si asumían la dirección de la lucha contra el “infiel”, la reconquista territorial y la defensa de los derechos de los cristianos sometidos al islam.
Y respecto a la politización del tema por parte de la historiografía española es evidente que comenzó ya en el siglo VIII, pero no olvidemos que lo mismo hizo la muy abundante historiografía cristiana europea y también la islámica sobre este mismo tema. Pretender que los historiadores medievales, estrechamente dependientes casi siempre de sus superiores eclesiásticos, nobiliarios o reales, fueran absolutamente objetivos sería una ingenuidad. La cuestión que nos interesa a la mayoría es más bien descubrir los datos fiables entre la numerosa información sesgada que no han legado. Un ejemplo es el mito de Covadonga.
Por último, quiero expresar mi simpatía por el ideal de una convivencia medieval (y actual) entre todas las religiones y culturas, pero como historiadores solo podemos analizar lo que realmente ocurrió y aprender de esas enseñanzas para el presente y el futuro.
Gracias por la rapidez en su respuesta.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con su exposición. Y sobre todo, en lo referente a la convivencia. Creo que esa es la lección que debemos aprender.
Un saludo
Perdone pero, ¿la batalla de Clavijo no fue en tiempos de Ramiro I?
ResponderEliminarUn saludo.
ResponderEliminarGracias por su acotación, tras la cual he retocado el texto para remarcar la generalizada sospecha de que es un mito, nacido en la historiografía medieval y repetido en parte de la actual, la batalla de Clavijo en el 844 durante el reinado de Ramiro I. Hay una sólida historiografía que considera que no existió o que se ha exagerado su importancia. Cuando escribí la UD (en 1995) seguí la tesis de que un importante triunfo militar se había producido en un lugar y una fecha indeterminados durante el reinado de Alfonso I, lo que explicaría su poderoso impulso conquistador hacia Galicia. No obstante, en los últimos años se tiende a interpretarla como una deformación de la victoria de Ordoño I en la segunda batalla de Albelda (859), un lugar muy cercano a Clavijo. Me parece probable que durante el reinado de Alfonso III (866-910) se haya fusionado este evento con otros de los reinados de Alfonso II, Ramiro I y Ordoño I, para fortalecer el llamado "mito godo", aunque no descarto que se haya combatido en el lugar de Clavijo en esa fecha.
Atentamente, Antonio Boix.
Buenas noches. Tengo una aclaración, según está enfocando la Historia de León tras Alfonso VII, parece que Alfonso IX no hizo nada, y fue el rey que convocó las primeras cortes en 1188, no como parece sugerir usted Jaime I en 1217. Al menos apuntar que las convocó en la Corona de Aragón. La convocatoria de 1188 en la Colegiata de San Isidoro está reconocida desde hace tiempo por organismos oficiales, pero parece que es algo que se puede olvidar fácilmente.
ResponderEliminarUn saludo.
Un saludo.
ResponderEliminarMe sorprendió su comentario porque estos datos son muy conocidos así que revisé el texto y he encontrado con desazón que la UD publicada en Internet no incluía dos párrafos y el inicio de una frase de mis apuntes originales, un texto que cito aquí:
"El rey leonés Fernando II (1157 1188), hijo segundo de Alfonso VII, recibió de su padre el reino de León, mientras que Sancho III recibía Castilla. Nunca conforme con el reparto buscó la hegemonía en España. Intentó conquistar Portugal pero fracasó, y, al contrario, Alfonso I de Portugal se apoderó de varios territorios leoneses y gallegos hasta el Tratado de Pontevedra (1165). En 1158 la muerte de Sancho III le permitió intervenir en Castilla, aunque pronto fue derrotado. La expansión hacia el Sur fue detenida por los almohades, que recuperaron Alcántara y Cáceres (1174).
Tras la muerte de Fernando II, se evidenció que en su reinado había decaído el poder real por su política de repartir tierras entre la nobleza, por lo que el nuevo rey (tan sólo de 17 años), Alfonso IX, tuvo que convocar una Curia Regia extraordinaria en León, las primeras Cortes del reino de León (1188), apoyándose en los burgueses, para evitar depender en exceso de la nobleza y para que no apoyase a un hermanastro pretendiente al trono. Una serie de decretos protegieron a las personas y bienes contra cualquier abuso de poder (generalmente ocasionado por la nobleza) y el rey se obligó a consultar a los tres estamentos antes de declarar una guerra.
El rey castellano" [Alfonso VIII y desde aquí la UD seguía correctamente].
Procedo a corregir en Internet la laguna de inmediato y además añado una imágenes y un dosier sobre el Camino de Santiago parar comentario en clase.
No conozco la causa de este lapsus, puesto que mis apuntes originales de mis oposiciones en 1998 incluían el texto completo, pero sospecho un error en las copias parciales que iba añadiendo a la UD en Internet y ahora me preocupa que haya podido repetirlo en otras UD. En todo caso, es una prueba de que "errare humanum est". En cuanto a Jaime I, créame que no tengo la intención de datar antes en el tiempo sus Cortes que las leonesas.
Muchas gracias por su valiosa aportación.
Atentamente, Antonio Boix.