OP UD 30. LA FORMACIÓN DE LAS MONARQUÍAS FEUDALES EN LA EUROPA OCCIDENTAL. EL ORIGEN DE LOS ESTADOS MODERNOS.
INTRODUCCIÓN.
1. LA APARICIÓN DE LAS MONARQUÍAS FEUDALES.
Una visión cronológica.
ALEMANIA.
El nacimiento del Imperio Germánico.
La dinastía otónida.
FRANCIA.
La dinastía capeta.
INGLATERRA.
La conquista normanda.
2. EL FEUDALISMO EN LOS SIGLOS XI-XII.
Situación de Europa en los siglos XI-XII.
EL FEUDALISMO.
LOS PRINCIPADOS TERRITORIALES.
3. EL PENSAMIENTO POLÍTICO.
LA TEOCRACIA.
EL CESAROPAPISMO.
EL MONARQUISMO.
4. EL IMPERIO GERMÁNICO Y EL PAPADO.
La dinastía sálica.
El Papado y las reformas.
Los partidos güelfo y gibelino.
La dinastía Hohenstaufen y su fracaso en Italia.
La división de Italia h. 1250.
5. LA CONSOLIDACIÓN DE FRANCIA E INGLATERRA (SIGLOS XII Y XIII).
El fortalecimiento de la monarquía capeta.
El desarrollo de la monarquía Plantagenet.
6. LA CRISIS DEL IMPERIO (SIGLO XIII) Y SU RECUPERACIÓN.
La dinastía Habsburgo.
7. LA CRISIS DEL PAPADO (SIGLO XIV) Y SU RECUPERACIÓN.
8. EL CONFLICTO DE FRANCIA E INGLATERRA.
La crisis del siglo XIV.
Los inicios.
La primera fase.
La segunda fase.
Consecuencias de la crisis de la Guerra de los Cien Años.
9. EL MODELO DEL ESTADO MODERNO EN EL SIGLO XV.
INTRODUCCIÓN.
Dados los límites de esta UD he optado por dividir el tema en pequeñas partes, según un criterio cronológico, escogiendo los puntos más relevantes de la evolución de los Estados europeos occidentales más importantes: el Imperio Germánico, Francia e Inglaterra, más el Papado, y sobre todo los dos grandes conflictos medievales en Occidente: la Lucha de las Investiduras y la Guerra de los Cien Años. De este modo se da una imagen coherente, dado que no es viable un tratamiento exhaustivo propio de un manual.
En cuanto al apartado de “El origen de los Estados modernos”, entendemos que se inscribe en la totalidad del tema, especialmente en la época del siglo XV, cuando se consolidaron los Estados nacionales autoritarios en sus formas ya modernas.
Podemos plantear que hay varias lagunas importantes en el temario, pero no hay espacio y tiempo para incluirlos en esta UD, porque la convertiría en un cajón de sastre. Solo señalo tres apartados. Un apartado sería la Peste Negra a mediados del siglo XIV y la consiguiente crisis de la Baja Edad Media. Otro apartado sería el desarrollo de las ciudades y los cambios en la sociedad medieval por el avance significativo de la burguesía. Finalmente, habría un apartado para el arte gótico y la cultura bajomedieval, en particular el avance de las lenguas nacionales.
Un resumen.
Las “monarquías feudales” definen la historia europea occidental en la Edad Media desde el siglo XI. Los monarcas ocupan las cúspides de la pirámide social, y basan su poder en los vínculos de fidelidad contraídos hacia ellos por sus súbditos. Los máximos modelos de monarquía feudal son Francia e Inglaterra, que deben luchar contra las fuerzas centrífugas internas de los príncipes territoriales, la nobleza y la Iglesia , y la presión exterior de las dos fuerzas unitarias de Europa: el Imperio y el Papado. Estos conflictos provocaron el desarrollo de complejas elaboraciones teóricas, que se dividen en dos bandos: los defensores del cesaropapismo y de la teocracia, en Alemania e Italia; los defensores del principio monárquico, en Francia e Inglaterra.
Tras un gran y largo conflicto entre el Imperio y el Papado en la Lucha de las Investiduras (siglo XII), la estabilidad lograda hacia 1250 se rompió hacia 1300 en unas tensiones que iniciaron en el siglo XIV la crisis general de la Baja Edad Media: la Peste Negra y otras epidemias, las guerras y revueltas civiles, especialmente la Guerra de los Cien Años, que marca el paso de las guerras feudales a las guerras nacionales.
A fines de la Edad Media , en el siglo XV, se consolidan las “monarquías nacionales” independientes respecto a los poderes tradicionales del Imperio y del Papado, y con los instrumentos, como ejército permanente, burocracia y diplomacia, y aparato fiscal, que les garantizan el dominio sobre las fuerzas centrífugas de la nobleza territorial.
1. LA APARICIÓN DE LAS MONARQUÍAS FEUDALES.
Una visión cronológica.
La división del imperio carolingio a lo largo de los siglos IX y X fue imparable. El primer gran acontecimiento fue el tratado de Verdún (843), del cual surgieron las futuras naciones de Francia, Alemania e Italia.
Hay en los siglos XI y XII un resurgimiento de la autoridad real, siendo considerados los reinos como centros del poder político (res publica) y religioso. En el siglo XIII hay una consolidación de las monarquías y un progreso de centralización. Con la crisis del siglo XIV (la Peste Negra y la caída demográfica) comienza también el gran choque entre los dos grandes Estados feudales, la Gue rra de los Cien Años.
ALEMANIA.
El nacimiento del Imperio Germánico.
En Alemania (la Francia orientalis), el juramento de Estrasburgo de 842 marca el inicio de Alemania, confirmado en el tratado de Verdún (843) y el tratado de Meersen (870), bajo la soberanía de Luis el Germánico, nieto de Carlomagno. La debilidad de los últimos carolingios alemanes y las invasiones normandas, húngaras y moravas aceleraron la implantación del régimen feudal en Alemania, dividida en ducados: Baviera, Suabia, Franconia, Sajonia, Baja Lorena y Alta Lorena y varias marcas fronterizas en el Este.
La dinastía otónida.
Se restaura la idea imperial con la dinastía otónida de Sajonia (919 a 1024). El primer rey otónida fue Enrique I el Cetrero o Pajarero, primero duque de Sajonia y después rey de Germania en 919-936, vencedor sobre los normandos.
Su hijo Otón I fue rey de Germania desde 936, de Italia desde 951 y emperador, 962-973. Venció a los húngaros en Lechfeld (955) y a los eslavos, lo que llevó la frontera des de el río Elba hasta el Oder. Intervino en Italia en ayuda del Papado, venciendo a Berengario de Ivrea, con lo que ganó la corona de Italia (951), y casó a su hijo con una princesa bizantina. Restauró la tradición carolingia fundando el Sacro Imperio Romano Germánico (962). Se apoyó en una serie de señores feudales eclesiásticos (obispos, abades), designados entre personas de su confianza, lo que tenía la ventaja de que no podían transmitir sus feudos a sus descendientes, dada su condición sacerdotal. El soberano mantenía con ello su preeminencia, pues a él le correspondía nombrar a sus sucesores. Esta particularidad imprimió un carácter especial al feudalismo alemán y pervivió hasta el siglo XIX, cuando Napoleón acabó con los Estados eclesiásticos alemanes; pero subsistían muchos y poderosos nobles laicos, por lo que ni Otón II ni sus sucesores pudieron impedir el desmembramiento territorial de Alemania, que fue durante mucho tiempo una mera expresión geográfica.
Otón II (973-983) y Otón III (996-1002) intentaron crear un imperio según el modelo bizantino, pero su enfrentamiento con el Pontificado, su rechazo por la nobleza italiana y la desatención de los asuntos alemanes sumió a la dinastía en una crisis, que terminó con Otón III. Le sucedió Enrique II, duque de Baviera, rey de Germania (1002-1024) y emperador (1014-1024).
FRANCIA.
La dinastía capeta.
En Francia la nueva dinastía real de los Capetos vence a los normandos y en los siglos X y XI los reyes utilizan los lazos de dependencia feudal para robustecer su poder, por lo que se les denomina “monarquías feudales”. Los Capetos impondrán el principio hereditario, reforzado por la fórmula de la asociación del heredero a la Coro na y la aceptación del sacrum (consagración). Muchos nobles siguen vinculados al monarca por vínculos personales y no territoriales.
INGLATERRA.
La conquista normanda.
En Inglaterra el feudalismo triunfó como sistema social y económico, pero no hubo una disgregación territorial y política porque el rey Guillermo I el Conquistador (1066-1087), que conquista el territorio tras la batalla de Hastings unió las tradiciones normanda (feudal) y anglosajona (comunidades libres).
En el Domesday Book (1085), un inventario de las propiedades del reino, se puede comprobar la alta relación de propiedades regias frente a las privadas y que la Corona continuó acumulando tierras y fue el máximo titular de bienes raíces (lo que se mantuvo hasta hoy), lo que le aseguró una firme base de poder económico y político.
2. EL FEUDALISMO EN LOS SIGLOS XI-XII.
Situación de Europa en los siglos XI-XII.
En el siglo XI triunfa el feudalismo en una amplia zona en el norte de Francia, Flandes, oeste de Alemania, Inglaterra.
En torno al año 1000 termina el periodo de las segundas invasiones, cuando húngaros, polacos, moravos y normandos se asientan, mientras que los musulmanes son rechazados en España y Sicilia, así como en las costas. El resultado es que las fronteras se pacifican y se reabren las rutas comerciales en el Mar del Norte, el Báltico y el Mediterráneo.
La población de Europa aumenta gracias a la paz, las roturaciones y las repoblaciones, pasando de 39 millones de habitantes en el 1000, a 50 millones en el 1150 y 73 millones en 1300. El aumento fue especialmente notable en Europa Occidental.
El centro vital de Europa Occidental en los siglos XI y XII es Francia, centro del feudalismo en su estado más puro, donde surge la dinastía de los Capetos, mientras que en Alemania y norte de Italia triunfa la dinastía otónida. Las fronteras del Occidente cristiano se expanden hacia el Sur y el Oeste, con una intensa repoblación y un auge constructivo, mientras que la vida urbana se reanima y la Iglesia crece en poder y riqueza, al tiempo que las órdenes monásticas se reforman, liberándose la Iglesia oficial y monacal del dominio civil.
Las “monarquías feudales” (un concepto de Charles Petit-Dutaillis) definen la historia europea occidental en la Edad Media desde el siglo XI. Los monarcas ocupan las cúspides de la pirámide social, y basan su poder en los vínculos de fidelidad contraídos hacia ellos por sus súbditos. Los modelos de feudalismo son Francia e Inglaterra, que deben luchar contra las fuerzas centrífugas internas de la nobleza y la Iglesia , y la presión exterior de las dos fuerzas unitarias de Europa: el Imperio y el Papado.
El objetivo político de los monarcas europeos desde el siglo XII será ser “emperador en su reino”, para luchar contra estos enemigos internos y externos.
EL FEUDALISMO.
El feudalismo se adaptó a cada país. El “feudalismo clásico” (un concepto de Bloch y Ganshof) sólo se da en un pequeño ámbito territorial (norte de Francia, Flandes, Cataluña, parte de Alemania e Inglaterra) y temporal (siglos X-XII), siendo sus rasgos que el poder político y social se basa en la explotación de la tierra y en el poder militar. El vasallaje se extiende a toda la población de modo directo o indirecto, y el beneficio se convierte en hereditario.
Se produce una compartimentación del poder político, en una pirámide social, en la que la inserción de la realeza en la cúspide del feudalismo garantiza a la vez la supervivencia de la monarquía y del propio feudalismo.
Cada territorio vivió el feudalismo de un modo distinto.
En Francia el feudalismo fue muy fuerte en el norte pero poco importante en el sur.
En Alemania el proceso de independencia fáctica los principados territoriales triunfó sólo en el siglo XIII.
En Inglaterra este proceso de división es evitado gracias a la fuerza de la monarquía normanda, verdadera dueña de la tierra de los nobles.
En Cataluña se impuso con gran fuerza.
En cambio, apenas puede aplicarse a Castilla debido a la importancia de la repoblación con hombres libres, y a Italia, debido a la importancia de las ciudades y de la Iglesia .
LOS PRINCIPADOS TERRITORIALES.
Hay un paralelo proceso de desintegración territorial, que comenzó en Francia, con numerosos principados (ducados o condados) prácticamente independientes: Borgoña, Champaña, Flandes, Aquitania, Bretaña, Normandía, Anjou, Poitou, Tolosa, Gascuña, e incluso Cataluña...; un proceso que ocurrió antes que en Alemania, donde los cuatro ducados vuelven a independizarse y se subdividen; y se extendió a Italia: Nápoles-Sicilia, Estados Pontificios, Saboya, ciudades de Lombardía, Toscana, Venecia...; y España, donde se configuran la pluralidad de Estados que impedirán durante siglos la unión política: Cataluña, Aragón, Navarra, Castilla, León, Portugal.
El único Estado que logró evitar radicalmente este proceso fue Inglaterra, un país sólidamente jerarquizado por la dinastía normanda.
3. EL PENSAMIENTO POLÍTICO.
Los teóricos del poder político se dividen en varios bandos, según las potencias a las que legitiman:
- Los defensores del cesaropapismo y de la teocracia, en Alemania e Italia.
- Los defensores del principio monárquico, en Francia e Inglaterra.
EL PENSAMIENTO TEOCRÁTICO
El Papado defiende la teoría del origen divino del poder temporal y el predominio del Papa sobre el emperador y los reyes, que se manifestaría en:
- El papel del Papa en la coronación del emperador y en la unción sagrada de los reyes.
- El derecho del Papa de nombrar los cargos eclesiásticos.
- La institución de la Tre gua de Dios.
- Las Cruzadas.
Esta teoría refleja el enfrentamiento entre el Papado y el Imperio, durante la querella o Lucha de las Investiduras (siglos XI-XII). Las Cruzadas proclamadas por el Papa refuerzan al principio su prestigio, pero, al final, su fracaso lo reducirá. En el siglo XIII la madurez del pensamiento teocrático coincide con la mayor autonomía del poder laico.
EL CESAROPAPISMO.
Por contraste con el Papa, el Emperador defiende la idea imperial del cesaropapismo, de acuerdo al modelo bizantino, que sostiene la preeminencia del emperador tanto en los asuntos religiosos como en los políticos, lo que implicaría su derecho a elegir al Papa y a todos los cargos eclesiásticos. Asimismo todos los reyes cristianos le estarían subordinados, a un nivel inferior en la pirámide del vasallaje.
La idea del “dominium mundi” es favorecida por el “universalismo romano” y la difusión del Derecho Romano.
Pero este proyecto fracasa por la debilidad del poder “temporal” del emperador.
EL MONARQUISMO
Los defensores del monarquismo o principio monárquico destacan en Francia e Inglaterra. En Francia: Abbon de Fleury, Ivo de Chartres, Suger de Saint Denis, que impondrán el principio hereditario, reforzado por la fórmula de la asociación del heredero a la Corona. En Inglaterra, Juan de Salisbury, con su Policraticus (1159). Todos ellos defienden el Estado como un mal necesario.
En cambio, posteriormente Santo Tomás de Aquino defenderá el principio de Aristóteles del Estado como la expresión natural del hombre fundada en el bien común, siendo la monarquía la mejor de las formas de gobierno.
El principio monárquico se fundamenta en estas ideas:
- La tesis de la transmisión hereditaria del trono.
- Los elementos teocráticos, feudales y corporativos: se consolidan y enfrentan las ideas del origen divino de la autoridad real, la tesis feudal del pacto o contrato, y de resultas aparecen las primeras asambleas representativas con potestad legislativa.
- El romanismo y el aristotelismo: El romanismo impone la tesis de la “regalía”. La teoría aristotélica del bien común legitima la acción estatal.
El principio monárquico será la teoría dominante en todos los Estados nacionales del siglo XV y pasará a la Edad Moderna.
4. EL IMPERIO GERMÁNICO Y EL PAPADO.
No podemos estudiar separadamente el Imperio y el Papado porque sus relaciones fueron tan directas y decisivas que conforman un conjunto. Además, el Imperio ejercía una soberanía al menos nominal sobre Italia.
La dinastía sálica.
A la otónida la sucedió la dinastía sálica de Franconia (1024-1138), iniciada con Conrado II (1024-1046) y Enrique III (1046-1056), que ocuparon el reino de Borgoña y protegieron la cultura y el arte. Los emperadores francones defendieron la doctrina “cesaropapista”, dado que eran reyes de Italia y ansiaban un imperio europeo, por lo que estuvieron absorbidos por la política italiana y descuidaron los intereses alemanes. Su política sufrió por la gravísima crisis de las Investiduras, culminada durante el reinado de Enrique IV (1056-1106), que condujo a los emperadores germánicos a intervenir frecuentemente en Italia, contra la creciente influencia del Papado, en la Lucha de las Investiduras.
El Papado y las reformas.
Por su parte, la Iglesia , con su poder centralizado en Roma y con aspiraciones al dominio “temporal” en Italia, estaba debilitada por la simonía, la práctica de obtener una dignidad eclesiástica mediante la compra; y el nicolaísmo, el disfrute de las rentas de un cargo eclesiástico sin haber recibido órdenes sagradas, sino tan sólo una investidura, por lo que se podía seguir llevando la vida propia de un laico. Ambos fenómenos eran consecuencias del sometimiento de la Iglesia local a los señores feudales y los reyes. Al mismo tiempo, la Iglesia bizantina se separó, en lo que fue llamado el Cisma de Oriente (1054). Pero también había corrientes reformistas internas, como la emprendida por la orden benedictina de Cluny, que fue un eficaz instrumento de los papas reformadores Gregorio VI, León IX y, sobre todo, Gregorio VII, para renovar la Igle sia y darle predominio sobre el poder civil.
El cluniacense Gregorio VII (1073-1085), antes consejero de los cinco pontífices anteriores, tenía un claro programa de reformas, el Dictatus Papae (1075), llamado de la “reforma gregoriana”, que unificó el rito en todo Occidente, imponiendo el romano, y ratificó la obligación del celibato sacerdotal. Promulgó severísimas disposiciones, incluso la pena de excomunión, contra los eclesiásticos que aceptaban vínculos de vasallaje que les ligaran a señores laicos, y contra los nobles y soberanos que hicieran objeto de presión a la Iglesia , para lo que se les retiraba el privilegio de la investidura o nombramiento de obispos y abades. Las reformas fueron acatadas por casi toda la Cristiandad latina, salvo algunas resistencias, como la de los mozárabes españoles y las ciudades de Lombardía, que no deseaban sufrir un poder hegemónico en Italia, y recibió un rechazo frontal en Alemania, donde el emperador Enrique IV necesitaba mantener dominada la Iglesia para conservar el complejo equilibrio de la estructura feudal alemana.
La Lucha o Querella de las Investiduras enlaza con el problema anterior, y su desarrollo favoreció las fuerzas centrífugas en Alemania e Italia, contribuyendo a fragmentar estos países hasta el siglo XIX y retrasando su unidad nacional.
El emperador Enrique IV (1056-1106), que aspiraba a la dominación europea (su tesis del Dominium Mundi) y que estaba comenzando a dominar con éxito a la nobleza, ignoró las nuevas disposiciones pontificias unificadoras, y no sólo continuó invistiendo a los titulares de cargos eclesiásticos, sino que además acusó al papa de usurpador. Este respondió excomulgando a Enrique y dispensando a sus súbditos del juramento de fidelidad. Los nobles aprovecharon la ocasión para sacudirse el peso de la autoridad imperial y nombraron a un nuevo emperador, Rodolfo de Suabia. Su rebelión obligó al emperador Enrique a la humillación de Canosa (1077), en el castillo de Matilde de Toscana, ante el papa para solicitarle perdón. Una vez logrado, Enrique se aseguró la ayuda de las ciudades lombardas, regresó a Alemania, derrotó a su rival Rodolfo y, sintiéndose nuevamente dueño de la situación, se revolvió contra el papa, marchó sobre Roma, de donde expulsó a Gregorio VII, que murió en el destierro (1085), terminando entonces aparentemente el conflicto.
Los partidos güelfo y gibelino.
Pero los sucesores de este pontífice no cejaron en su propósito de imponer las reformas y alentaron la creación de un fuerte partido favorable a la Santa Sede , que defendiera sus intereses en toda Europa. Este partido se conoció como güelfo, y frente a él se organizó el gibelino, defensor de la idea de preeminencia imperial. Los papas aprovecharon el sentimiento cristiano de euforia que produjeron las Cruzadas para la conquista de Tierra Santa (1098), que comenzó con la predicación en 1095 del papa Urbano II.
La dinastía Hohenstaufen y su fracaso en Italia.
La dinastría Hohenstaufen (1138-1273) se involucró en la lucha entre güelfos (partidarios de las libertades comunales y del Papado) y gibelinos (partidarios de una ley general y del Imperio). Los emperadores se concentraron en los asuntos de Italia y desviaron la atención de los nobles alemanes a la misión de germanizar a los eslavos de las marcas del Este, con lo que conseguían nuevos territorios y se aseguraba su lealtad.
El Imperio alemán hacia 1152.
La larga lucha entre el Papado y el Imperio se reanudó (1154-1250). Federico I Barbarroja (1152-1190) y el papa Alejandro III se enfrentaron desde 1159. Federico consiguió restablecer la autoridad imperial en Alemania, pero fracasó en Italia y finalmente las amenazas de excomunión obligaron al emperador a marchar a Oriente en una cruzada en la que murió (1190) al vadear un río.
La política imperial de Barbarroja fue continuada por su hijo Enrique VI el Cruel (1190-1197).
El papa Inocencio III (1198-1216), consiguió un gran poder gracias a su tutoría sobre el emperador niño, Federico II. Inocencio III fue la encarnación de la idea de teocracia pontificia, interviniendo activamente en la política europea con la excomunión como arma política. Impulsó una violenta cruzada contra los herejes albigenses (llamados cátaros) del sur de Francia. En cambio, la cuarta cruzada a Oriente fue transformada en un intento de reintegrar la Iglesia oriental a la unidad y de asegurar el dominio comercial veneciano: tras la conquista de Constantinopla (1204) se instaló un efímero Imperio Latino de Oriente (1204-1261).
Hubo entonces la posibilidad de una política de consenso entre el Imperio y el Papado, en la cual el primero tendría el poder temporal y el segundo el poder espiritual, pero se malogró debido a que, al llegar a la mayoría de edad, crecieron las ambiciones de Federico II, rey de Sicilia (1197-1250) y emperador (1220-1250). Fue el último gran monarca de la dinastía. Dirigió la quinta cruzada, que consiguió recuperar Jerusalén temporalmente gracias a un pacto, pero se perdió de nuevo en 1244. Su aspiración al dominio en Italia hizo que fuera depuesto por el papa Inocencio IV en 1245 y fue derrotado por una liga de las ciudades italianas, mientras que Alemania estallaba en rebeliones.
La división de Italia h. 1250.
Italia, tras las muertes de Federico II Hohenstaufen (1250) y de su descendiente Conradino (1268), se independizó realmente del Imperio alemán. Las ciudades, regidas por instituciones municipales con representación burguesa y aristocrática formaron numerosas ciudades-estado, como Milán, Génova, Venecia, Florencia y decenas más, que alcanzaron la primacía en el norte y centro de la península.
En el sur la influencia de la nobleza y de la institución monárquica fue mayor, comenzando las luchas de las dinastías de los Anjou franceses y los reyes de Aragón por el dominio de Nápoles, que fue para los Anjou hasta el siglo XV, y la isla de Sicilia, que pasó en 1282 a Aragón y durante un siglo (1296-1409) a una rama lateral de la dinastía catalano-aragonesa.
En los siglos XIV y XV hubo un proceso de concentración territorial, quedando en precario equilibrio media docena de Estados dominantes: Nápoles, Estados Pontificios, Florencia, Génova, Venecia, Milán, junto a otros menores.
A finales del XV Italia, rica pero dividida en Estados débiles, será una presa codiciada por las potencias vecinas de España, Francia y el Imperio. La primera ganará la hegemonía, aunque sin imponer un dominio territorial total, pues sólo se extenderá por Nápoles y el Milanesado, además de sus anteriores territorios de Cerdeña y Sicilia.
5. LA CONSOLIDACIÓN DE FRANCIA E INGLATERRA (SIGLOS XII Y XIII).
El fortalecimiento de la monarquía capeta.
Los Capetos fortalecen su poder desde el siglo XII hasta principios del XIV, consiguiendo una casi completa independencia del poder temporal del rey frente al poder religioso. La dinastía de los Capetos extiende la costumbre de asociar al heredero al trono, en vida del padre, lo que estabiliza la situación política y consolida el trono.
Felipe II Augusto (1180-1223) es un rey conquistador. Los principados territoriales son sometidos uno tras otro, cayendo la mayoría de los dominios de los Plantagenet ingleses, excepto Guyena, a principios del siglo XIII.
Luis IX el Santo (1226-1270) creó una monarquía nacional fuerte, mantuvo la paz con sus vecinos, y sometió Languedoc (1229) y el condado de Toulouse (la anexión se confirmó en 1271) y como defensor del cristianismo participó en dos cruzadas, siendo derrotado en la sexta en Egipto (1249) y muriendo en la séptima en Túnez (1270).
Felipe IV el Hermoso (1285-1314) venció al rey inglés Eduardo I, que le juró vasallaje por sus dominios franceses; se apoderó de Flandes (1299-1305); intimidó al Papa (1303) y llevó la sede del Papado a Aviñón (1309), y aniquiló la Orden del Temple (1307-1314).
El desarrollo de la monarquía Plantagenet.
Los dominios de Enrique II de Inglaterra en Francia h. 1180.
La dinastía de los Plantagenet comienza con Enrique II (1154-1189) de Anjou,.a caballo entre Inglaterra y Francia, que reorganiza la monarquía inglesa y reúne un gran imperio en Francia, desde Normandía hasta la Aquitania que consigue gracias a su matrimonio con la duquesa Leonor.
Su sucesor Ricardo I Corazón de León (1189-1199), participó en una Cruzada y ganó gran fama en Europa (los hechos del mítico Robin Hood ocurren durante su reinado).
Su sucesor, su hermano Juan I Sin Tierra (1199-1216) perdió en la guerra la mayor parte de Francia, salvo la Guyena (en la costa sur de Aquitania), y en 1215 los nobles y el alto clero consiguieron limitar el poder real con la Carta Mag na, una declaración de derechos individuales que puede considerarse el embrión de una Constitución.
Enrique III (1216-1276) fue dominado por la nobleza, que le impuso las Provisiones de Oxford (1258).
Eduardo I (1272-1303), reforzó el poder real tras la victoria de Evesham cuando era heredero (1265), conquistó Gales (1284) para darlo el heredero como Príncipe de Gales desde 1301, y comenzó la conquista metódica de Irlanda pero no completó la conquista de Escocia, ocupada en 1296, pero perdida en 1314, y tuvo que jurar de nuevo vasallaje al rey francés por sus dominios franceses. En su reinado nace el Parlamento (Model Parliament) en 1295, formado por los estamentos de caballeros, eclesiásticos y burgueses. A pesar de que expulsó a los judíos (1290), fomentó el comercio.
6. LA CRISIS DEL IMPERIO (SIGLO XIII) Y SU RECUPERACIÓN.
Europa hacia 1200.
El triunfo del Papado y la desaparición de la dinastía imperial de los Hohenstaufen en 1250 provocaron que el Imperio sufriese graves conflictos internos, luchas por la sucesión en la destaca la muerte del hijo bastardo de Federico II, Conradino, en 1268.
En especial Alemania quedó sumida en una grave etapa de inestabilidad, conocida como el “Gran Interregno” (1250-1273), durante el cual las ciudades mercantiles de la Hansa (Lübeck, Bremen, Hamburgo...) acrecentaron su riqueza, y se formaron numerosos y pequeños Estados semiindependientes.
Finalmente, en 1273 se acordó un sistema electivo para la sucesión imperial, lo que logró resolver la crisis.
La dinastía Habsburgo.
Rodolfo I (1273-1291), con el apoyo del papa Gregorio IX, inauguró la duradera dinastía de los Habsburgo (o Casa de Austria), que consolidó su poder político y territorial con una hábil política matrimonial, alrededor del sureste de Alemania, aunque pronto perdió Suiza en un levantamiento (probablemente uno de los primeros movimientos nacionales).
La dinastía tuvo que competir con otros candidatos, y su dominio fue interrumpido temporalmente por la Casa de Luxemburgo, con Carlos IV de Luxemburgo (1346-1378), rey de Bohemia y emperador (1355), en cuya etapa la Bula de Oro (1356) fijó la elección del emperador mediante un colegio de siete miembros, lo que libró definitivamente a Alemania de la tutela pontificia, pero en realidad, hizo del emperador una figura débil, pues, mientras la soberanía geográfica del Imperio se iba reduciendo, su influencia también disminuía en Alemania, debido a la amplia estructura feudal y el poder de la Dieta del Imperio, un parlamento territorial.
A partir de 1440 los Habsburgo nuevamente monopolizaron el título imperial, que permanecería en sus manos hasta 1918, con muchos avatares.
Maximiliano I (1493-1519) intentó sin éxito unificar Alemania extendiendo al país las instituciones austriacas (Cámara Áulica, Cancillería), interviniendo en vano en Italia, y con una exitosa política matrimonial que le permitió incorporar parte de los dominios de la Casa de Borgoña y dar a su dinastía el trono español, con lo que fraguó el enorme poderío de su nieto Carlos V, emperador (1519-1556) y rey de España como Carlos I (1516-1556).
7. LA CRISIS DEL PAPADO (SIGLO XIV) Y SU RECUPERACIÓN.
En el siglo XIV hay un cisma de la Iglesia , que pierde influencia debido al cambio de la sede pontificia, con el Papado de Aviñón (1309-1377), al trasladar el francés Clemente V la sede a la ciudad francesa, y el cisma de Occidente (1378-1417), que ocurrió después de la muerte de Gregorio XI, al dividirse la Cristiandad entre los partidarios de los papas de Aviñón, con Clemente VII apoyado por Francia, Castilla y Aragón, y los papas de Roma, con Urbano VI apoyado por Alemania, Inglaterra e Italia. La causa de esta división fueron los intereses enfrentados de las monarquías entre sí, pues Francia e Inglaterra estaban en guerra; y con el Imperio, con Francia enfrentada a las apetencias imperiales; y la debilidad del poder del Papado en sus dominios en Italia, en la cual la nobleza romana había llegado a imponer varios papas.
Fue una crisis muy grave, llegando a haber a la vez tres papas, hasta la restauración de la unidad con el concilio de Constanza (1414-1418), promovido por el emperador Segismundo, que eligió papa único a Martín V. En esta situación de crisis social (la Peste Negra) y religiosa (el cisma) se puede entender la proliferación de los movimientos heréticos de Wycliff en Inglaterra y Huss en Bohemia.
Al mismo tiempo, en el siglo XIV en Italia se consolida el poder de las ciudades de Venecia, Génova, Milán y Florencia, al tiempo que algunos Estados caen en manos de militares, los famosos condottieros como los Visconti y Sforza de Milán.
8. EL CONFLICTO DE FRANCIA E INGLATERRA.
La crisis del siglo XIV.
Europa hacia 1360.
Desde mediados del siglo XIV el agotamiento de las mejores tierras, el hambre, la superpoblación y, finalmente, la epidemia de la Peste Negra desde 1348-1351, seguida por otras epidemias en 1361, 1373..., provocó una gran caída demográfica: un tercio de la población pereció y no se recuperó el nivel demográfico hasta cerca de 1450.
LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS.
Mapa de la Guerra de los Cien Años.
Los inicios.
Se inició a raíz de la disputa dinástica por el trono de Francia entre Felipe de Valois y Eduardo III de Inglaterra a la muerte, en 1328, del último Capeto, Carlos IV. Elegido el primero, la rivalidad entre ambos personajes derivó en conflicto armado cuando en 1337 Felipe VI decretó la confiscación de la Guyena, el último feudo real inglés en el sudoeste de Francia, y Eduardo III le replicó reivindicando para sí la corona francesa.
La primera fase.
La primera fase de la guerra estuvo marcada por la sucesión de victorias inglesas en la batalla naval de L'Ecluse (1340), la toma de Calais (1347), y las batallas terrestres de Crécy (1346) y Poitiers (1356), que demostraron el declive de la caballería feudal francesa frente a los arqueros ingleses. Esta fase de la guerra acabó con la Paz de Bretigny (1360) y la cesión a Eduardo III de la Gran Aquita nia, que incluía la Guyena.
En el reinado de Carlos V (1362-1380) los franceses retomaron la iniciativa y recuperaron gran parte de la Aquitania , gracias a Du Guesclin y sus tropas de mercenarios, que luchaban por una soldada y en caso de impago practicaban el pillaje indiscriminado sobre toda la población. Hubo un largo periodo (1377-1414) de relativa calma en las fronteras, pero con intervenciones de ambos países en Castilla y otros lugares cercanos.
La segunda fase.
La segunda fase bélica comenzó cuando Enrique V de Inglaterra (1413-1422) volvió a invadir Francia, venció en Azincourt (1415) e impuso el tratado de Troyes (1420), que le daba el derecho de herencia sobre Francia a la muerte de Carlos VI (1380-1422). Pero cuando esta ocurrió los franceses siguieron luchando a favor del Delfín (llamado así porque el heredero en Francia era príncipe del Delfinado) Carlos VI (1422-1461). El partido borgoñón (una rama secundaria de la familia real francesa de los Valois que gobernaba el gran ducado de Borgoña) se alió con los ingleses y pareció hacia 1429 que el triunfo de estos era irremediable, puesto que el rey francés mantenía un poder apenas ficticio desde su Corte de Bourges en el centro de Francia.
Fue entonces cuando surgió en 1429 la figura de Juana de Arco, la “Doncella de Orleans”, “enviada de Dios”, a la que Carlos, desesperado, confió el mando de su ejército, y que consiguió levantar el asedio de Orleans y más tarde conducir al rey a Reims para su coronación. Poco después, al tratar de ocupar París, cayó prisionera, fue condenada por hereje en Rouen, y ejecutada en la hoguera en 1431, convirtiéndose en un mito nacional para los franceses.
Finalmente los franceses lograron decantar la contienda a su favor, gracias a la defección de los borgoñones, las reformas militares y el cansancio inglés. Tras la derrota inglesa en Castillon (1453) terminó la guerra de los Cien Años, si bien oficialmente no concluyó hasta el tratado de Picquigny (1475). Inglaterra sólo mantuvo la plaza de Calais en el Canal de la Mancha, apenas un siglo más.
Consecuencias en Francia e Inglaterra de la crisis de la guerra de los Cien Años.
En Francia, tras la guerra, la monarquía se consolida pese a las tremendas pérdidas humanas y económicas. Luis XI conseguirá restablecer la unidad francesa al morir en 1477 su pariente Valois, el duque Carlos el Temerario de Borgoña, que intentaba formar un gran Estado independiente con Borgoña, Franco Condado, Luxemburgo, Flandes, Artois, Picardía y los Países Bajos. Pero gran parte de sus territorios irán a la hija de este, María de Borgoña, y después a Carlos de Habsburgo.
En Inglaterra, al final de la guerra estalla casi de inmediato la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485), una guerra civil entre dos ramas familiares: los York y los Lancaster. Tras muchas vicisitudes y varios reyes intermedios se impuso Enrique VII, de la nueva dinastía Tudor, que unía los derechos sucesorios de ambos bandos.
Europa a finales del siglo XV.
9. EL MODELO DEL ESTADO MODERNO EN EL SIGLO XV.
A fines de la Edad Media , en el siglo XV se asientan las “monarquías nacionales”, gracias a su completa independencia respecto a los poderes tradicionales del Imperio y del Papado, y con el desarrollo de los instrumentos (ejército permanente, burocracia, aparato fiscal, diplomacia) que les garantizan el dominio sobre las fuerzas centrífugas.
Es evidente que aumenta la soberanía de las monarquías frente al Imperio y el Papado, que son vistos como otros poderes temporales. Para competir con los otros Estados se realizan alianzas matrimoniales que constituyen poderosos reinos: Polonia-Lituania (1386), Dinamarca-Suecia-Noruega (1397, con la Unión de Kalmar), Castilla-Aragón (1479, tras el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón).
Los monarcas se alían con la burguesía para dominar a la nobleza, que pierde muchos de sus castillos y prebendas, pero después se mantiene la alianza tradicional entre realeza y nobleza. Los Parlamentos (o Cortes) son los símbolos de un pacto medieval entre los órdenes o estamentos sociales de los reinos, pero los reyes los dominan y manipulan, acrecentando paulatinamente su poder absoluto.
La monarquía es autoritaria pero todavía no es absoluta, en un difícil equilibrio entre las tradiciones medievales y las novedades modernas. Se instauran instituciones de control de las provincias y municipios, pero todavía con un carácter embrionario. Los impuestos se racionalizan y con ello aumenta la capacidad financiera del Estado para pagar a los ejércitos nacionales.
Se realiza una política económica proteccionista (premercantilista) de fomento de la agricultura, el comercio y la industria, con monedas fuertes y estables de oro y plata. Esto beneficia y se beneficia a la vez de una época de fuerte prosperidad: la población se recupera, sobre todo desde 1450; el comercio y las ciudades crecen, en especial en Italia y Flandes; los descubrimientos geográficos en África, América y Asia de portugueses y españoles anuncian la dimensión mundial de la Edad Moderna.
Perry Anderson considera que en la Europa occidental la crisis del feudalismo de los siglos XIV y XV originó la formación del Estado absolutista que representó ‹‹un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional, a pesar de las mejoras que habían conquistado por medio de la amplia conmutación de cargas.›› [Perry Anderson. El Estado absolutista. 1979: 12.] que derivó del impacto de la crisis demográfica del siglo XIV, mientras que en la Europa oriental, por contra, el Estado absolutista ‹‹fue la máquina represiva de una clase feudal que acababa de liquidar las tradicionales libertades comunales de los pobres.›› [Perry Anderson. El Estado absolutista. 1979: 195.]
BIBLIOGRAFÍA.
Libros.
Anderson, Perry. El Estado absolutista. Siglo XXI. Madrid. 1979 (1974 inglés). 592 pp.
Genicot, Léopold. Europa en el siglo XIII. Nueva Clío 18. Labor. Barcelona. 1970. 391 pp.
Guenée, Bernard. Occidente durante los siglos XIV y XV. Los Estados. Nueva Clío 22. Labor. Barcelona. 1973. 313 pp.
Heers, Jacques. Occidente durante los siglos XIV y XV. Aspectos económicos y sociales. Nueva Clío 23. Labor. Barcelona. 1968. 438 pp.
Ladero Quesada, M. A. Historia Universal. Edad Media. Vicens Vives. Barcelona. 1987. 999 pp.
Le Goff, Jacques. La Baja Edad Media. Historia Universal. Nº 11. Siglo XXI. Madrid. 1973. 336 pp.
Perroy, Edouard. La guerra de los Cien Años. Crítica. Barcelona. 1982. 384 pp.
Romano, R.; Tenenti, A. Los fundamentos del mundo moderno. Edad Media tardía. Reforma y Renacimiento. Historia Universal. Nº 12. Siglo XXI. Madrid. 1989. 327 pp.
Strayer, Joseph R. Sobre los orígenes medievales del Estado moderno. Ariel. Barcelona. 1981 (1970 inglés). 155 pp.
Vicens Vives, Jaume. Historia General Moderna. Siglos XV-XVIII. Vicens-Vives. Barcelona. 1982. 2 vols. Vol. 1. 554 pp.
PROGRAMACIÓN.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
ESO, 1r ciclo.
Eje 2. Sociedades históricas y cambio en el tiempo. Bloque 4. Sociedades históricas. Núcleo 3. Las sociedades medievales.
- Las sociedades feudales europeas y el desarrollo urbano: el Románico y el Gótico.
Debe relacionarse de inmediato con la UD correspondiente a la Península Ibérica.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Relación con los temas de la Educación para la Paz y de Educación Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Documental, con diálogo para evaluación previa. Exposición del profesor. Cuestiones.
2ª Exposición del profesor. Cuestiones.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso. Esquemas, mapas y comentarios de textos.
4ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso. Comentarios de textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
Sintetizar la formación de las monarquías feudales de Francia, Inglaterra y Alemania.
Analizar la relación entre el Imperio Alemán y el Papado.
Comprender las causas de los conflictos entre Estados.
Analizar el origen del Estado moderno en la Baja Edad Media.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
Formación de las monarquías feudales de Francia, Inglaterra y Alemania.
La relación entre el Imperio Alemán y el Papado.
Los conflictos entre Estados.
El origen del Estado moderno en la Baja Edad Media.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información: realización de esquemas del tema, mapas y gráficos.
Explicación multicausal de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y curiosidad científica.
Tolerancia y solidaridad.
Valorar la solución pacífica de los conflictos nacionales.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un texto, en preparación de la actividad de investigación.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realizar esquemas sobre los apartados del tema.
Realización de una línea de tiempo sobre el proceso.
Realización de un esquema de las instituciones, con presentación gráfica de sus relaciones.
Comentarios de textos sobre las ideologías políticas, la Gue rra de los Cien Años, la formación de los Estados modernos.
C) INDIVIDUALES.
Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las actividades grupales.
Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
Para alumnos con necesidades educativas especiales, en especial con graves dificultades de concentración y otras capacidades, puede ser eficaz e interesante un trabajo de lectura y comentario sobre una colección de cómics, El Capitán Trueno, de Víctor Mora, cuyas aventuras medievales tienen un gran atractivo para el público juvenil.
RECURSOS.
Presentación digital y mapas.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos para comentarios.
Cuadernos de apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua. Se hará especial hincapié en que se comprenda la relación entre los procesos de los países.
Examen incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de recuperación (junto a las otras UD).
Gracias, gracias y gracias. Que todavía queden personas, en este caso docentes, como usted que desinteresadamente se tomen la molestia y el esfuerzo de confeccionar estos temas para lo opositores y que, además, los compartan gratuitamente para todo el público es algo muy especial e inusual. Por ello quiero darle las gracias y decirle que estoy usando sus temas para preparar mis oposiciones de secundaria y son muy buenos. Son una ayuda inestimable.
ResponderEliminarEres un ángel. Muchísimas gracias. Tus temas le dan patadas a los de las academias y preparadores. Enhorabuena. Gente como tú hacen mejor el mundo.
ResponderEliminar¿De dónde saca tiempo para la elaboración de estos temas? Es de agradecer el esfuerzo, que se suma al de su actividad docente, y la generosidad al compartirlo. Los acompaña, además, de un esquema-modelo de unidad didáctica muy útil. Infinitas gracias por su excelente trabajo. Todos sus temas son de gran ayuda para los opositores.
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