OP UD 43. PENSAMIENTO
POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX.
LA ESCUELA CLÁSICA.
LA ESCUELA
MARGINALISTA-NEOCLÁSICA .
LA ESCUELA HISTÓRICA ALEMANA.
La Iglesia católica se consideró garante
de las tradiciones religiosas, históricas y culturales de los pueblos. Muchos
pensadores (como los tradicionalistas católicos De Bonald y De Maistre) y
políticos creyeron que la defensa de la Iglesia era lo mismo que la defensa de la esencia
de sus naciones. Esto explica que en Inglaterra menudearan las conversiones en
los medios anglicanos y aristocráticos.
La I Internacional se dividió en dos corrientes:
la socialista y la anarquista, que fue expulsada (1872). El anarquismo se
extendió sobre todo por tres países europeos: Rusia, Italia y España, con una
fuerte base agraria.
Examen de
recuperación (junto a las otras UD).
INTRODUCCIÓN.
1. EL PENSAMIENTO
POLÍTICO EN EL SIGLO XIX.
HEGEL Y EL
HEGELIANISMO ALEMÁN.
Hegel.
Los hegelianos.
EL PENSAMIENTO
CONSERVADOR Y EL TRADICIONALISMO.
EL LIBERALISMO.
Un antecedente: Mandeville y la doctrina
económica liberal.
El liberalismo
británico.
Bentham.
Mill.
Spencer.
El liberalismo
francés.
EL NACIONALISMO.
EL PENSAMIENTO
CATÓLICO.
EL IMPERIALISMO.
El imperialismo
liberal.
El imperialismo
socialista.
El imperialismo
nacionalista-racial.
EL SOCIALISMO
UTÓPICO.
Los socialistas
utópicos.
El cartismo y el
movimiento obrero.
EL SOCIALISMO
CIENTÍFICO.
Marx y Engels: el
materialismo dialéctico.
Las consecuencias
del marxismo.
EL ANARQUISMO.
Bakunin.
Kropotkin.
Los continuadores.
2. EL PENSAMIENTO
ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX.
2.1. EL LIBERALISMO
ECONÓMICO.
LA FISIOCRACIA.
Adam Smith.
Malthus.
Ricardo.
Mill.
Say.
2.2. EL SOCIALISMO.
EL SOCIALISMO
UTÓPICO.
EL SOCIALISMO
CIENTÍFICO: MARX.
2.3. LA TEORÍA ECONÓMICA
DESDE 1870.
El marginalismo.
La economía
neoclásica: Marshall y Walras.
La escuela
histórica alemana.
Institucionalismo
norteamericano.
INTRODUCCIÓN.
En este tema nos
centraremos en el desarrollo de las teorías políticas y económicas durante el siglo
XIX, lo que nos permitirá descargar de los contenidos ideológicos más complejos
las UD dedicadas a las revoluciones liberales, los movimientos nacionalistas y
el movimiento obrero. Aunque algunos manuales incluyen en esta UD el movimiento
obrero, creemos más razonable incluirlo en la UD del desarrollo económico-social del siglo XIX.
Resumen.
El siglo XIX estuvo
dominado por los movimientos culturales del romanticismo y el positivismo, y en
él se consolidaron las doctrinas políticas y económicas que se habían
desarrollado en los siglos anteriores, y que son fundamentalmente las mismas
del siglo XX y de la actualidad. Fundamentalmente, las doctrinas políticas son
tres: liberalismo, nacionalismo y socialismo; y las doctrinas económicas son
consecuentes con aquellas: economía de propiedad privada con libre mercado
(liberal) o con intervencionismo del Estado (nacionalista), y economía de
propiedad estatal (socialismo). Pero no hay una separación tajante entre ellas.
Por ejemplo, el nacionalismo es compartido por muchos autores del liberalismo y
del socialismo; y las doctrinas económicas se gradúan en múltiples matices. En
realidad no hay una oposición absoluta entre liberalismo y socialismo. El socialismo
es una continuidad con el liberalismo: toma de este parte de sus doctrinas
sobre los derechos humanos, su aspiración al progreso, y lo que hace es
criticar la injusticia del reparto de la riqueza. No se puede entender a Marx
sin sus antecedentes liberales (Smith, Malthus...).
Pensamiento
político.
La ideología liberal
pretendía establecer monarquías parlamentarias, en las que se ejercería la
soberanía nacional mediante una Constitución y se limitaría el poder real a
través de la división de poderes. Se le oponen las ideologías conservadoras
(sea la tradicionalista o la católica), el socialismo y el anarquismo.
Pensamiento
económico.
A mediados del siglo
XVIII ya aparece el liberalismo, como una doctrina dividida en varias
corrientes, y que se convertirá en dominante en el siglo XIX. Los precursores
del liberalismo son Petty, Boisgilbert, Cantillon y Hume, que critican la
doctrina del mercantilismo dominante en Francia y Gran Bretaña en el siglo XVII.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII aparecen las corrientes liberales de
la fisiocracia y la escuela clásica, que se interesan
respectivamente por los fenómenos contemporáneos de la revolución agrícola y la
revolución industrial.
La fisiocracia
(Quesnay) cree en un sistema absolutamente liberal (laissez-faire) y
circular, en el que sólo la agricultura es capaz de producir un excedente
apropiado para los propietarios, que son los que han de tributar. El resto de
la economía es considerada “estéril”, porque no origina el “producto neto”.
La escuela
clásica es iniciada por Adam Smith, que sigue el carácter liberal de
la fisiocracia, pero reconoce a la industria la capacidad de obtener un
“producto neto”. Examina los requisitos del crecimiento económico: acumulación
previa de capital y extensión del mercado. Ricardo es el autor “clásico”
por excelencia, el profeta de la burguesía industrial. Considera una renta
neta, formada por las rentas de los propietarios, los beneficios capitalistas y
los salarios de los trabajadores, en la que las rentas de la tierra presionan y
reducen las otras dos. Completa la tesis de Smith con un esquema del
crecimiento y la estagnación del capitalismo. De Ricardo salen dos líneas: la
primera (John Stuart Mill) distingue entre las leyes de la producción
—intocables— y las de la distribución —reformables—; la segunda, más radical,
pasa por los socialistas ricardianos y acaba en Marx.
El socialismo
utópico apareció en Francia fundamentalmente, y se caracteriza por un
rápido análisis de la realidad actual y pasada y una pormenorizada previsión
del futuro. Saint-Simon cree en el papel transformador de las obras
públicas y de las asociaciones de productores que permitirán la abolición del
derecho de herencia, la eliminación del Estado y el logro de que cada uno
consiga ganar según sus necesidades. Fourier, menos realista que Owen,
prevé un mundo donde reinará la armonía. Proudhon es más distributivo
que socialista, preocupado por la libertad y la igualdad individuales y por un
crédito barato.
El socialismo
científico es iniciado por Marx, que da un lugar central en su
pensamiento al concepto de plusvalía, en un doble sentido: por un lado,
significa el trabajo hecho por los proletarios y apropiado por los
capitalistas, y, por el otro, el excedente total del sistema. Respecto a la
teoría del valor trabajo (primer sentido), Marx intentaba salvar el problema de
la existencia de sectores con capitales fijos distintos, lo cual hace que no
haya correspondencia entre las cantidades de trabajo y los precios. De la
plusvalía (segundo sentido) depende la acumulación de capital, y de esta la
demanda de fuerza de trabajo y la aplicación de técnicas que ahorran trabajo
para mantener la tasa de plusvalía. Explica los procesos de crecimiento y de
crisis por las contradicciones entre la creciente capacidad productiva y el más
reducido crecimiento del consumo proletario o entre los que poseen bienes de
producción y los que no los poseen.
La escuela marginalista-neoclásica
(a partir de 1870), cree que se está en un estado de equilibrio donde los
precios del trabajo y del capital son establecidos por la cantidad de nuevo
producto que aportan las últimas unidades aplicadas de trabajo y capital. Así,
la productividad marginal del trabajo será el salario, y la del capital será el
beneficio. Este equilibrio automático ocupará totalmente los recursos
existentes y supondrá que se puede establecer una curva de producción para la
cual son posibles cualesquiera combinaciones de trabajo y capital. Sus
principales autores serán Marshall y Walras. Esta será la doctrina económica
predominante, “académica”, entre finales del siglo XIX y los años 1930.
La escuela histórica
alemana (también a partir de 1870), se aleja mucho de la abstracción
anterior y cree en la relatividad histórica de las leyes económicas. Influyó en
una rama de la escuela histórica, el institucionalismo (Veblen en EE
UU).
1. EL PENSAMIENTO
POLÍTICO EN EL SIGLO XIX.
EL IDEALISMO ALEMÁN.
Hegel.
Hegel es el pensador
más importante de su época, el más representativo del llamado “idealismo
alemán”.
Hegel considera que
el fundamento último de la realidad es la “idea” (no el “absoluto” de Schelling
ni el “yo” de Fichte). La idea se desarrolla según una necesidad, en un proceso
dialéctico de tesis, antitesis y síntesis. Así, toda realidad primero se
“pone”, después se niega a sí misma, y supera y elimina esta contradicción en
un tercer momento, en un proceso permanente, en el que la realidad evoluciona
formando una y otra vez nuevos contraste que encuentran su solución, la que da,
a su vez, origen a nuevos contrastes y nuevas soluciones.
La idea lógica, el
principio, se convierte en su contrario, la naturaleza y ésta en espíritu, que
es la síntesis de idea y de naturaleza: la idea “para sí”. Estos estadios se
corresponden a la lógica, la filosofía natural y la filosofía del espíritu.
El espíritu se
despliega en subjetivo, objetivo y absoluto. El espíritu subjetivo es el de
cada individuo, el espíritu objetivo es la manifestación de la idea en la
historia, y el espíritu absoluto es el Estado, que realiza la razón universal
humana, que se conoce a sí misma en el arte, la religión y la filosofía. Así,
el espíritu llega a comprenderse como tal únicamente en el hombre, ya que
existe “unidad e identidad de la naturaleza divina y de la naturaleza humana”.
Hegel defiende un
idealismo “objetivo”, a partir de una crítica al idealismo “subjetivo” de Kant,
Fichte y Schelling. Asume que “todo lo real es racional y todo lo racional es
real”.
Su teoría política
se enraiza en su filosofía. Hegel tiene una idea básica: la realización del
hombre mediante el ascenso de la Razón y la Libertad, de la Idea absoluta, en
un proceso dialéctico histórico (tesis, antítesis, síntesis).
Cada acontecimiento
y agente histórico (persona, nación, época) tiene un momento asignado dentro
del proceso. Sus protagonistas creen actuar siguiendo intereses personales; sin
embargo, son instrumentos inconscientes de la “astucia de la razón”. El fin del
proceso, de la historia universal, se alcanza en el Estado supranacional, el
grado máximo de perfección, en el que la libertad se realiza al tomar
conciencia de sí misma.
Pero es un reino de
la libertad objetiva, que exige la sumisión de la libertad subjetiva individual
(contingente). Así, el Estado ideal es el monárquico de derecho, en el que la
voluntad estatal objetiva se encarna en la figura subjetiva del monarca. Aunque
al final de su vida considera al Estado prusiano absolutista como encarnación
de la perfección, Hegel defiende siempre la Revolución , porque la
Revolución es la llegada de la Razón a la política.
Los hegelianos.
Sus seguidores se
dividieron pronto en dos tendencias:
-Hegelianos de
izquierda, que son radicales y ateos, favorables a los movimientos
democráticos. Esta tendencia enlaza con Marx, que toma casi íntegramente la
dialéctica de Hegel. Otros pensadores de izquierda son Stirner, Bauer,
Feuerbach.
-Hegelianos
conservadores, que defienden el Estado absolutista y teocrático, con el
pueblo/nación como principal sujeto histórico.
EL PENSAMIENTO
CONSERVADOR Y EL TRADICIONALISMO.
El pensamiento
conservador y el tradicionalismo (o legitimismo) constituyen un conjunto de
doctrinas legitimadoras del Antiguo Régimen, de la religión y de la Restauración de los
gobiernos absolutos que triunfó en la Europa continental en 1815, con el
Congreso de Viena que fijó el nuevo mapa postnapoleónico. Se opone a la
ideología racionalista y liberal de la Revolución Francesa.
El pensamiento
conservador se desarrolla sobre todo en Alemania (en especial Prusia y
Austria), con las teorías políticas de los románticos (los alemanes Gentz,
Novalis, Muller, Haller, Stahl; el francés Chateaubriand; el británico Burke),
que sostienen una visión conservadora del Estado, que debe ser autoritario,
jerárquico, estamental, tradicional, católico (o luterano en Prusia), sin
partidos políticos (Stahl los considera enemigos de la unidad nacional).
El tradicionalismo,
en cambio, es una doctrina a la vez filosófica y política.
El pensamiento
filosófico-teológico del tradicionalismo sostuvo que tanto el conocimiento de
la verdad como la realización del bien y de la justicia son inasequibles al
hombre sin una especial asistencia divina. Esta asistencia se entiende como una
revelación primitiva que se ha transmitido históricamente a través de la
Iglesia y de la institución monárquica.
El tradicionalismo
es básicamente una corriente francesa, pues a principios del siglo XIX, sus
principales representantes fueron los franceses Joseph de Maistre y Louis de
Bonald, que legitiman la Restauración y atacan a la Revolución. En España
inspiraron al absolutismo de Fernando VII, al carlismo, y al pensador Juan
Donoso Cortés.
EL LIBERALISMO.
Los orígenes del
liberalismo están en las ideas de la Ilustración (el iusnaturalismo y utilitarismo) y
la Enciclopedia (Locke, Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau), y el ejemplo
del parlamentarismo inglés y de la Revolución Francesa.
El liberalismo cree
en los ideales del progreso, de la razón y de la libertad. Es un movimiento
político y económico. Sus tesis políticas son:
-La libertad
individual: se respetan los derechos del hombre en cuanto a religión,
pensamiento, imprenta, igualdad jurídica (no económica ni cultural).
-El Estado
constitucional: monarquías parlamentarias, en las que se ejercería la soberanía
nacional mediante una Constitución y se limitaría el poder real a través de la
división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).
-La participación
del ciudadano en la vida política, con el derecho de voto y de ser elegido.
Un antecedente: Mandeville y la doctrina
económica liberal.
Bernard Mandeville (1670-1733),
un médico holandés, escribió La fábula de las abejas, subtitulado Los
vicios privados hacen la prosperidad pública (FCE. Barcelona.
1997. Trad. José Ferrater Mora). Es
uno de los libros fundacionales de la teoría capitalista del neoliberalismo
actual. Mandeville defiende una ética que defiende el lujo, la envidia, el
orgullo, y que justifica el egoísmo. Sus tesis económicas, entre otras, son:
los asuntos comerciales son más afortunados cuanto menos regulados están por el
Gobierno; las cosas tienden a encontrar por sí mismas el equilibrio que mejor
les conviene; el egoísmo sin trabas de cada individuo intervendrá en la
sociedad de manera tan recíproca que ésta se ajustará por sí misma y redundará
en beneficio de la comunidad. En cambio, una intervención del Estado tendería a
trastocar la delicada armonía de la sociedad.
El liberalismo
británico: Bentham, Mill, Spencer.
El pensamiento
liberal británico está directamente relacionado con Locke.
Bentham.
El utilitarista
Jeremy Bentham (1748-1832) afirma en Introducción a los principios de la
moral y la legislación, que el fin de las leyes es “asegurar la máxima
felicidad al mayor número de personas”.
Mill.
John Stuart Mill
(1806-1873), también economista e hijo de James Mill (1773-1836, otro destacado
teórico político liberal), defiende en Sobre la libertad el libre
albedrío del ciudadano y el principio de libre concurrencia a las elecciones
(para votar y ser elegido).
Spencer.
Herbert Spencer
(1820-1903) escribe Primeros principios y El hombre contra el Estado,
donde desarrolla una concepción sociológica liberal basada en el evolucionismo
de Darwin. El bienestar social es la supervivencia de los más aptos.
El liberalismo
francés.
Como reacción ante
el absolutismo de los legitimistas y de la Restauración ,
aparecen los liberales franceses, que defienden los logros políticos y
económicos de la Revolución
francesa. Benjamin Constant (1787-1830) se inspira en el modelo
constitucional británico. Alexis de Tocqueville (1805-1859) aboga
también por este modelo democrático, aunque también admira el modelo
norteamericano.
EL NACIONALISMO.
Al mismo tiempo que
el liberalismo —y relacionándose con él en muchas ocasiones-, se extiende por
Europa el nacionalismo. Esta ideología había sido formulada en Alemania en la
época napoleónica, bajo la doble presión de las ideas revolucionarias y del
Romanticismo cultural, que exaltaba la libertad.
De las obras de los
autores alemanes (Fichte, Schegel) de principios del siglo XIX puede deducirse
que el nacionalismo (en su versión de entonces) es un sentimiento cultural y
político que considera que cada nación, o entidad histórica, debe
constituir un Estado independiente. Según estos escritores la nación está
compuesta por grupos humanos con unos vínculos comunes: la lengua, la cultura,
la raza, los lazos históricos. Fichte proclama (Discursos a la nación alemana,
1807): “Todos los que hablan un mismo idioma hállanse unidos entre sí desde el
principio por un cúmulo de lazos invisibles, porque pueden comprenderse unos a
otros y se comprenderán cada vez con mayor claridad formando, naturalmente, un
todo homogéneo”.
Al principio el
nacionalismo estaba inscrito en el liberalismo y el progresismo, pero hacia
mediados del siglo XIX se convirtió en legitimador del conservadurismo.
EL PENSAMIENTO
CATÓLICO.
Un católico liberal,
Lamennais (1872-1854), desde el diario “L'Avenir” (junto a Lacordaire y
Montalembert) intentó conciliar el catolicismo con el liberalismo, mediante la
defensa del principio de la “libertad de la Iglesia frente al Estado”. Pero el papa Gregorio
XVI condenó este intento como “indiferentismo” (laicismo), por lo que Lamennais
rompió con la Iglesia.
La Iglesia se opuso
al liberalismo en cuanto este defendía un Estado laico: el papa Pío IX lo
condenó en la encíclica Quanta cura (1864), que se publicó
acompañada del Syllabus Errorum, sumario de los “principales errores de
nuestro tiempo”: liberalismo, democracia, sindicalismo, socialismo, anarquismo,
modernismo, escepticismo científico.
Pero su sucesor León
XIII, en su Rerum Novarum (1891) llegó a aceptar un catolicismo liberal,
para poder pactar con los gobiernos burgueses.
EL IMPERIALISMO.
A finales del siglo
XIX, entre 1890 y 1900 aproximadamente, el imperialismo, como ideología, fue
aceptado masivamente, incluso por los liberales que antes se le habían opuesto
y muchos socialistas, pero sobre todo por la derecha nacionalista. Las
doctrinas de legitimación son muchas, pero se pueden reunir en tres: liberal,
socialista y nacionalista-racial.
El imperialismo
liberal.
El imperialismo
liberal es humanitario y filantrópico. Afirma el derecho de conquista
como último medio de lucha contra el esclavismo, contra los abusos y para
establecer el “buen gobierno”.
En Gran Bretaña
es defendido por los radicales, los masones y muchos pensadores y políticos:
Rhodes, Cromer, Livingstone, Milner, Curzon, Salisbury, Chamberlain, Kipling.
Carlyle sostiene que Gran Bretaña es la “nación predestinada”, con una misión
universal. Dilke (1868) sostiene la idea de la Greater Britain ,
en “un mundo cada día más inglés”. Seeley (1883) sistematica la Expansión of
England. Kipling argumentará que el imperio es un obligatorio “deber del
hombre blanco” y que hay una misión británica. Joseph Chamberlain explica que
la raza británica es la más apta para la gobernación.
Algunos liberales
sostendrán que el imperialismo aporta beneficios no sólo a las colonias sino
que también regeneran a los países colonizadores. Partidarios de esta tesis son
los británicos Carlyle y Froude y los franceses Lyautey y Onésime Reclus (el
hermano del gran geógrafo).
En Francia se
defendía o justificaba el imperialismo por la supremacía de la civilización
occidental, entre cuyos derechos y deberes figuraba civilizar a los pueblos
atrasados. Esta “misión hacia las razas inferiores” (Jules Ferry) se combinó en
la tradición francesa surgida de la Ilustración, con la noción de Derecho
natural y de solidaridad de la especie humana.
El imperialismo
socialista.
Muchos socialistas
defendieron que el imperialismo era útil para los obreros de Occidente e
incluso para los pueblos sometidos, así liberados del despotismo e introducidos
en la senda del progreso. Tuvo partidarios socialistas en Gran Bretaña
(Manifiesto Fabiano, 1900), Francia y, sobre todo, Alemania, donde Renner
escribe: “la expansión del sistema económico europeo a través del mundo es
históricamente necesaria, inevitable y culturalmente prometedora”.
El imperialismo
nacionalista-racial.
El imperialismo
nacionalista tenía una argumentación racial, étnica, religiosa,
cultural... Es el “pueblo superior” quien debe dominar. Se inspira en un
darvinismo social, extendido a las relaciones entre los grupos humanos, que
considera que el imperialismo, fuerza de la naturaleza, manifestación esencial
de vida, es el triunfo benéfico del más fuerte y del mejor. Este etnocentrismo
conduce a menospreciar las otras razas y civilizaciones, especialmente la del
Islam. Se defienden los mitos de la “nación imperial”, la “grandeza romana”, la
“misión sagrada”. Houston S. Chamberlain, británico pro-alemán, llegará a
preconizar la superioridad germánica y su derecho a dominar el mundo.
Estas ideas se
complementan a continuación con la necesidad de conseguir un espacio vital (Lebensraum)
para los pueblos jóvenes de creciente expansión demográfica. Es la tesis
legitimadora para los imperialismos alemán, italiano y japonés en el periodo de
entreguerras, dentro del ascenso del fascismo.
EL SOCIALISMO
UTÓPICO.
La mayoría de los
socialistas utópicos son franceses. Pero hay la excepción del inglés Owen, tal
vez el más exitoso de todos. El comunismo tuvo un antecedente en el
revolucionario francés Babeuf (1750-1797), autor del Manifiesto de los
iguales, propugna una reforma fiscal y una ley agraria comunista.
Son socialistas utópicos, porque lo que
intentaban parecía imposible de realizar. Los socialismos utópicos partían del
principio de que el hombre es bueno por naturaleza y que si se le ofrece una
auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias ni egoísmos, dejará de
haber pobres y ricos, todos los hombres serán realmente iguales. Para ello
consideraban que era preciso suprimir la propiedad privada de los medios de
producción (campos, fábricas, máquinas), los cuales debían pasar a ser de
propiedad colectiva.
Los socialistas
utópicos.
Saint-Simon creía en una sociedad de
hombres iguales, con una organización social basada en las clases productivas,
en la que no habría clases y que sería igualitaria, con auténtica igualdad de
oportunidades para todos. Para conseguirlo había que aumentar el progreso
social mediante la industrialización y una nueva moral laica.
Fourier (que será el maestro de
Considérant) propugnó el falansterio, una pequeña comunidad en la que la
propiedad es colectiva, con trabajo libre, amor libre, sin matrimonio ni
familia.
Cabet propugnaba la distribución de
la riqueza según las necesidades de cada uno.
Proudhon es un antecedente del
anarquismo, al proponer la abolición, por medios pacíficos, de cualquir orden
coercitivo (Estado, legislación).
Louis Blanc lanzó los Talleres Nacionales,
fábricas de autogestión obrera (los trabajadores se quedan el producto integral
de su trabajo), en la revolución de 1848.
Blanqui defiende la dictadura del
proletariado.
El británico Owen,
un rico industrial, defiende que el medio social conforma el carácter humano, y
propugnó unas comunidades ideales (New Lamark), que fracasaron en la práctica.
Fomentó una política social a favor de los obreros, con mejores salarios y
condiciones de trabajo, vivienda, educación, sanidad, etc.
El cartismo y el
movimiento obrero.
Owen y otros
socialistas utópicos participaron en el “cartismo”, un movimiento
reformista inglés, relacionado con el movimiento obrero, el liberalismo y el
pensamiento cristiano. Las asociaciones obreras de Gran Bretaña pidieron en la
Carta del Pueblo (1838) los derechos políticos del sufragio universal, como
medio de conseguir mejores condiciones sociales, y obtuvieron la jornada de
diez horas (1847), pero se disolvieron. Poco después se crearon las primeras
Trade Unions, sindicatos obreros estructurados por federaciones de oficios, que
consiguieron importantes reformas, ya en el periodo 1850-1870.
EL SOCIALISMO
CIENTÍFICO.
Marx y Engels: el
materialismo dialéctico.
Marx.
En 1848, poco antes
de estallar la revolución, dos alemanes emigrados en París, Marx y Engels,
publicaron un folleto titulado Manifiesto Comunista, en el que
exponían los principios de una nueva teoría socialista:
-La lucha de
clases es el motor de la Historia.
-El proletariado
debe organizarse para acabar con la burguesía.
En contraposición a
los socialismos utópicos, al marxismo se le llamará socialismo científico,
porque parte de una realidad económica y social concreta para establecer
después unas leyes y unas reglas de conducta y acción.
Para Marx la
economía es el fundamento de la Historia y la sociedad se articula en función
de las relaciones de producción (materialismo histórico).
Marx considera que
la acumulación de capital permite la reproducción del sistema de
producción capitalista, de resultas de la plusvalía producida por los
trabajadores y apropiada y no consumida por los capitalistas. La “acumulación
originaria” inicia la destrucción de las relaciones sociales del modo de
producción feudal y precede y asegura el paso al capitalismo.
Los hombres no viven
ni actúan aislados, sino formando grupos sociales diferentes, que
siempre se han enfrentado y han luchas entre sí (lucha de clases). De la
lucha entre proletariado y burguesía debe salir la destrucción del sistema
capitalista y la conquista del Estado por parte del proletariado. El
capitalismo quedará desmontado cuando desaparezca la propiedad privada de los
medios de producción. Entonces desaparecerán las clases sociales, todos los
hombres serán iguales y ya no habrá más lucha de clases. Esto se conseguirá
mediante una etapa previa de dictadura del proletariado y cuando esto
esté conseguido, el Estado podrá desaparecer.
Las consecuencias
del marxismo.
El marxismo alcanzó
gran difusión entre el proletariado europeo y llegó por primera vez al poder en
Rusia, mediante la revolución de 1917. La I Asociación
Internacional de Trabajadores fue la organización que lo difundió.
Por otro lado, la
vertiente reformista del movimiento obrero, reuniendo las tesis de los
socialistas utópicos (sobre todo los cartistas) y del marxismo, y con la acción
de los partidos obreros (laborista en Gran Bretaña, socialdemócrata en Alemania
y Austria) y del sindicalismo, consiguió importantes mejoras, sobre todo desde
que la amenaza revolucionaria convenció a los burgueses de que había que hacer
concesiones. Mejoraron los salarios, los seguros sociales, disminuyeron las
horas de trabajo, etc.
EL ANARQUISMO.
Ya un pensador
inglés, Godwin, defendió en 1793 la desaparición del Estado, la propiedad
privada y el matrimonio. Hacia 1848, algunos socialistas utópicos como Proudhon
derivaron hacia el anarquismo, teoría social y política que pretende la
supresión del Estado, otorgando una ilimitada libertad al individuo. Proudhon
escribió que “La propiedad es un robo” y fue el socialista utópico que más
influyó en el anarquismo.
Bakunin.
Su principal
pensador es Bakunin (1814-1876), un aristócrata ruso que había huido de
Siberia, donde estaba desterrado, y vivió en Francia, Italia e Inglaterra. Sus
ideas básicas eran: ateísmo, exaltación de la libertad del individuo,
eliminación del Estado (y del ejército), rechazo de toda autoridad, necesidad
de la revolución campesina, hecha por las masas de una manera espontánea, y de
la huelga general revolucionaria por los proletarios. La sociedad se
organizaría a base comunas (grupos de hombres y mujeres) autónomas, en
régimen de autogestión, mediante sufragio universal (tanto masculino como
femenino), con propiedad colectiva del capital y de la tierra, pero no de la
producción. Las distintas comunas podían federarse o separarse libremente. Como
los anarquistas querían suprimir el Estado, su enfrentamiento se haría mediante
la abstención absoluta de la vida política, la huelga y la revuelta individual.
Kropotkin.
Kropotkin (1842-1921), otro aristócrata
ruso, residió en Gran Bretaña, Suiza y Francia. Es el teórico del
anarco-comunismo. Su anarquismo es más moderado en la acción política, más
atento a la protección de la naturaleza.
Los continuadores.
Otros influyentes
pensadores anarquistas de finales del siglo XIX fueron Tolstoi, Réclus y Grave.
Algunos grupos
anarquistas propugnaron la “propaganda por el hecho”: el terrorismo, el
atentado contra personalidades políticas (Cánovas y Canalejas fueron asesinados
por anarquistas) o clases determinadas (la bomba del Liceo de Barcelona en
1893).
Ya en el siglo XX se
calmó la oleada terrorista y los anarquistas apoyaron a los sindicatos obreros
de tendencia revolucionaria (anarcosindicalismo). Desapareció como fuerza
importante en la I Guerra
Mundial, salvo en España donde la
CNT subsistió hasta 1939. Después de 1968 hubo un renacer de
conceptos anarquistas como autogestión, antimilitarismo, denuncia de la
arrogancia del poder, rechazo del consumismo, que fueron recogidos por
distintos movimientos contraculturales y de acción ciudadana para cuestionar el
orden imperante.
2. EL PENSAMIENTO
ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX.
El pensamiento
económico decimonónico se divide en dos corrientes principales: el liberalismo,
subdividido en la fisiocracia (los seguidores de François Quesnay) y en la
escuela clásica británica (con los pensadores Smith, Malthus y Ricardo), a la
que siguen dos corrientes a partir de 1870, el marginalismo-economía neoclásica
y la escuela histórica alemana; el socialismo, subdividido a su vez en
utópico (Saint-Simon, Prodhon) y científico (Marx y Engels, los socialistas
posteriores).
Estas corrientes
(salvo el socialismo utópico) poseen unos caracteres comunes:
-Una actitud
científica frente al desarrollo del capitalismo, que se traduce en la
formulación de leyes y teorías para explicar la realidad.
-La noción de “excedente”,
que se obtiene a partir de la utilización del trabajo, y el que dicho excedente
se realiza en un mercado.
-La teoría del “valor
trabajo”, que permite explicar tanto la formación de este excedente como la
formación del valor.
A pesar de estos
rasgos comunes, existieron considerables diferencias entre estas tres escuelas,
producto tanto del análisis de la realidad económica, como de las distintas
posiciones ideológicas en tal análisis.
2.1. EL LIBERALISMO.
A mediados del siglo
XVIII ya aparece el liberalismo, que cree en los ideales del progreso,
de la razón y de la libertad. Es un movimiento político y económico. En lo
económico es una doctrina dividida en varias corrientes, y que se convertirá en
dominante en el siglo XIX. Los precursores del liberalismo son Petty,
Boisgilbert, Cantillon y Hume, que critican la doctrina del mercantilismo
dominante en Francia y Gran Bretaña en el siglo XVII. Durante la segunda mitad
del siglo XVIII aparecen las corrientes liberales de la fisiocracia y la
escuela clásica, que se interesan respectivamente por los fenómenos
contemporáneos de la revolución agrícola y la revolución industrial.
LA FISIOCRACIA.
El pensamiento
fisiocrático apareció en Francia a mediados del siglo XVIII y perduró hasta
1820, aunque más tarde siguió influyendo en muchos terratenientes, políticos y
economistas. Su máximo téorico es Quesnay, autor de Le Tableau Economique
(1758), mientras que su discípulo Turgot, ministro de Luis XVI introdujo el
liberalismo en Francia, con su lema “Laisser faire, laisser passer, le monde va
de lui même”.
La fisiocracia
cree en un sistema absolutamente liberal (laissez-faire) y circular, en
el que sólo la agricultura es capaz de producir un excedente apropiado para los
propietarios, que son los que han de tributar. El resto de la economía es considerada
“estéril”, porque no origina el “producto neto”.
La fisiocracia es
una reacción al mercantilismo que fundaba la riqueza en la concentración de
metales preciosos, el superávit de la balanza de pagos, el proteccionismo
comercial e industrial. Los fisiócratas franceses analizaron la gran revolución
agraria que se estaba produciendo en Gran Bretaña. Los rasgos principales de su
pensamiento son:
-La sociedad se
divide en tres clases: productora, estéril y disponible. La productora
estaría integrada por la agricultura, la ganadería y la industria extractiva;
la estéril por los industriales, artesanos y comerciantes; la disponible por la
nobleza y los funcionarios. Es la clase productora la que mantiene a las otras
dos, la estéril porque le compra la mayor parte de sus productos y la
disponible porque paga los impuestos de los que vive.
-Valoran sobre todo
la agricultura, como principal fuente de riqueza, ya que es la actividad
económica que mejor puede “aumentar” la cantidad de productos netos. De ella
parte un “movimiento circulatorio”, a través del que se difunde la riqueza por
el resto de la sociedad. El gran factor productivo es la tierra.
-Limitan el papel de
la industria a una mera función transformadora, improductiva desde el
punto de vista de la multiplicación de las riquezas.
-El comercio
sólo es apto para transportar e intercambiar los productos, no para crearlos.
-La economía debe
regirse por las leyes naturales, por lo que rechazan la intervención del
Estado en la economía y defienden la iniciativa privada.
La agricultura
que defienden sigue el modelo desarrollado en la Gran Bretaña capitalista:
-Grandes propiedades
en manos de un único propietario, dueño absoluto de toda la tierra.
-Cultivo intensivo,
con reinversión en la mejora de la tierra de parte de los excedentes de
capital.
-El propietario debe
pagar al Estado una parte proporcional de su riqueza (contribución única).
-El Estado no debe
intervenir en la comercialización de la producción agraria. Es la doctrina del laissez
faire: libertad de circulación y precio de los productos, cuya cantidad y
precio se irán acomodando a las necesidades del mercado.
-Un mercado nacional
e internacional cada vez más amplio, sin barreras arancelarias.
LA ESCUELA CLÁSICA.
La escuela de
economía clásica (también llamada “escuela liberal” porque fue más seguida que
la fisiocracia) defiende el liberalismo económico, con una teoría paralela a la
del liberalismo político. Es una economía política, que considera que no hay un
determinismo absoluto de lo económico: el hombre puede modificar con su acción
la economía, para asegurar el bienestar. Pero la lectura neoliberal ha olvidado
este cariz humanista de la escuela clásica y se la presenta como radicalmente
antiestatalista, aunque Mill, p.e., defendía el papel subsidiario del Estado
para defender el bien común.
Aparece en Gran
Bretaña h. 1770 con Adam Smith y continúa con Malthus, Ricardo, Mill y Say
hasta mediados del siglo XIX, divulgándose rápidamente por Occidente.
Hacen una revisión
crítica de las ideas fisiócratas, de acuerdo a la experiencia de la naciente
Revolución Industrial británica.
Su doctrina se
centra en la trilogía ganancia, ahorro, capital. Sus tesis básicas son:
-El trabajo
productivo es todo trabajo que origina un excedente.
-No se limita la
economía productiva a la agricultura y al excedente obtenido de la tierra (la
tesis fisiocrática).
-Las leyes del
mercado son la mano invisible que rige el mundo económico, regulando la
producción y el consumo.
-La principal ley
del mercado es la de la oferta y la demanda.
-El mercado se regula
por la libre competencia.
-El trabajador elige
libremente su trabajo.
-La mano de obra se
desplaza libremente.
-El contrato de
trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros.
-El Estado sólo
defiende la libertad económica, sin intervenir en la actividad económica,
aunque asegurando la defensa, la justicia y otros aspectos necesarios para el
bien común.
-Hay que aumentar el
comercio internacional, suprimiendo las barreras proteccionistas.
Adam Smith.
Adam Smith (1723-1790),
profesor de la universidad de Glasgow, es el padre del liberalismo económico
por su obra La riqueza de las naciones (1776), en la que estudia cómo
enriquecer al Estado y concluye que para ello primero se han de enriquecer los
individuos. Es un pensador optimista, muy influido por la fisiocracia, pero que
la supera al reconocer que los industriales y comerciantes son igualmente
productores, ya que la riqueza es consecuencia del trabajo humano. Considera
que “la opulencia tiene su origen en la división del trabajo” y relaciona el
aumento de la producción con la división del trabajo. Los productos deben
circular con libertad, con la mínima intervención del Estado. Diferencia “valor
de uso” de un producto (utilidad de un bien en general) y “valor de cambio”
(capacidad de un bien para adquirir otros). El valor de las mercancías depende
de la cantidad de trabajo que contengan, pero distingue entre precio natural
(el del trabajo necesario para producir el producto) y precio de mercado
(determinado por la oferta y la demanda).
En la Teoría de
los sentimientos morales (1790) teoriza la nueva moral individualista del
capitalismo moderno: la suma de las satisfacciones individuales asegura la
felicidad general. De ello colige que el Estado debe intervenir lo mínimo
posible en la sociedad y sólo garantizar la defensa exterior, la seguridad y la
justicia interior, en suma, lo que la iniciativa privada no realice.
Smith continúa el
liberalismo de la fisiocracia, pero reconoce a la industria la capacidad de
obtener un “producto neto”. Examina los requisitos del crecimiento económico:
acumulación previa de capital y extensión del mercado. Sus ideas económicas
son:
-El interés
individual y el social coinciden siempre. El mejor medio de obtener una
riqueza general es que los individuos obtengan su riqueza particular: “Cuando
uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja
para el interés social.”
-El progreso
económico es la acumulación de riqueza, cuantificada en bienes. Es una idea
muy criticada en el siglo XX. Defiende el trabajo especializado
(división social del trabajo).
-El valor de
cambio de un producto en el mercado depende de la cantidad de trabajo
necesario para producirlo.
-Distingue entre “valor
de uso” y “valor de cambio”:
“Las cosas que
tienen valor de uso tienen, a menudo, muy poco o ningún valor de cambio; por el
contrario, las cosas que tienen mayor valor de cambio tienen con frecuencia
poco valor de uso. Nada es más útil que el agua; pero no se puede comprar casi
nada con ella. Por el contrario, un diamante no tiene valor de uso, pero sirve
para cambiarlo por una gran cantidad de bienes.”
-El capital
invertido es el factor básico en el desarrollo del proceso productivo porque
permite aumentar la productividad del trabajo humano. “La industriosidad
de la sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”.
-El consumo es
improductivo.
-El capital
procede del ahorro de las rentas acumuladas sin consumir por los ricos e
invertidas en mejorar el proceso productivo.
-En el precio
de un producto se incluyen: el salario del trabajador (que debe ser lo
menor posible) y el beneficio del empresario (que debe maximizarse para
compensar su riesgo).
-La vida económica
se rige por un orden natural, que regula la cantidad y el precio de los
productos, según la ley de la oferta y la demanda.
-Para que funcione
el orden natural, el Estado no debe intervenir en la actividad económica
y debe crearse un mercado extenso, tanto nacional como internacional (el
librecambio).
Malthus.
Thomas R. Malthus
(1766-1834) es un economista pesimista. Autor de Ensayo sobre el Principio
de la Población
(1798), considera que la población aumenta en proporción geométrica y la
producción agrícola sólo en proporción aritmética, por lo que el nivel de vida
bajará a largo plazo, al escasear los alimentos y competir los hombres por la
supervivencia. Los únicos frenos al aumento de la población son: “positivos”
(hambre, plagas y enfermedades) y “preventivos” (disminución de la natalidad).
La felicidad general
no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la benevolencia”,
por lo que condena la asistencia a los desvalidos, que sería perjudicial para
la sociedad, ya que los pobres, al estar mejor alimentados concebirían más
hijos, agravando el problema de la oferta de empleo y de los recursos
alimenticios.
Considera las crisis
como consecuencia del desajuste entre ahorro y consumo. Cuando el ahorro es
excesivo hay una depresión económica.
Ricardo.
David Ricardo (1772-1823)
escribe Principios de economía política (1817). Es el autor “clásico”
por excelencia, el profeta de la burguesía industrial. De Ricardo salen dos
líneas, una radical y socialista, de los socialistas ricardianos, que acaba en
Marx; la otra, en Mill.
Sintetiza las ideas
de Smith y Malthus. Defiende el liberalismo, pero critica la idea pesimista de
Malthus y la identificación valor-coste de producción que hace Smith. Según
Ricardo, el valor de los bienes está determinado por su coste de producción y
el capital ha de considerarse como trabajo acumulado.
Completa la tesis de
Smith con un esquema del crecimiento y la estagnación (estancamiento) del
capitalismo, pero se separa en bastantes puntos de Smith. Considera una renta
neta, formada por las rentas de los propietarios, los beneficios capitalistas y
los salarios de los trabajadores, en la que las rentas de la tierra presionan y
reducen las otras dos. Hay una ley de rendimientos decrecientes en la
agricultura y la industria, hasta que se abandonan las tierras marginales,
bajan los salarios y se despide a los obreros. Sólo la innovación tecnológica
es capaz de renovar el crecimiento.
Estudia la renta de
la tierra y concluye que es necesaria la libre circulación de los productos
agrícolas entre los países, por lo que abogó por la abolición de las Corn Laws.
Su ley de bronce
del salario (que influyó en Marx) es:
Hay dos tipos de
salario: el natural (necesario para el mantenimiento de una familia obrera) y
el de mercado (condicionado por la ley de la oferta y la demanda). El salario
se mantendrá siempre en un nivel mínimo de subsistencia, lo más cercano
posible al natural, porque si por la ley de la oferta y la demanda se
aumentase, la clase obrera tendría un mayor crecimiento y los salarios bajarían
al ofertarse más mano de obra. Es, pues, pesimista ya que piensa que el mundo
obrero está condenado a niveles de vida bajos: “El trabajo, como todas las
demás cosas que se compran y se venden, y cuya cantidad puede ser aumentada o
disminuida, tiene su precio natural y su precio de mercado.”
Las mercancías
aumentan su cantidad por el trabajo: “Hay mercancías cuyo valor sólo depende de
la escasez. Ningún trabajo puede aumentar su cantidad... De todas maneras,
estas mercancías forman una pequeña porción de la masa de mercancías que cada
día se intercambian en el mercado... Así pues, al hablar de mercancías, de su
valor en cambio y de las leyes que regulan sus precios relativos, nos referimos
sólo a aquellas que puedan ser aumentadas en cantidad por el trabajo humano y
en cuya producción opera la competencia sin restricción”.
Say.
Juan Bautista Say
(1767-1832) publica Tratado de economía política (1803), la mejor obra
de la economía clásica francesa. Defiende la “ley de los mercados”: la
economía tiende al equilibrio con pleno empleo, mediante una autorregulación de
los precios que evita la sobreproducción (desajuste entre oferta y demanda).
Mill.
John Stuart Mill
(1806-1873) es considerado como el último clásico. Say y Mill constituyen lo
que Marx llamó despectivamente “economistas vulgares” (porque eran los más
leídos). En realidad, Mill fue quien mejor formuló la teoría liberal, al
sintetizar las corrientes optimista de Smith y la pesimista de Malthus y
Ricardo. En su obra Principios de Economía Política (1848) acepta la ley
del trabajo de Smith, la tesis de la renta de la tierra de Ricardo, la tesis de
la población de Malthus y las ideas del librecambismo. Pero considera que hay
que superar el pesimismo respecto al bienestar de las clases populares y
propone soluciones: limitar el derecho de herencia, gravar con impuestos la
tierra y fomentar cooperativas de producción. El Estado debe mejorar la
sociedad, pero no lo debe hacer en la economía ya que es un mal empresario
frente a los particulares.
Mill no considera
justo dejar que el sistema se autorregule, por lo que distingue entre
las leyes de la producción, que son inmutables, porque dependen de la
naturaleza; y las de la distribución, que son reformables, porque son
humanas. Es una distinción muy importante en la política económica
contemporánea, porque así el Estado puede intervenir en la distribución del
producto social (la redistribución de la renta, uno de los rasgos del
Estado del bienestar moderno). En este sentido sería un reformista social de
enorme influencia posterior.
Mill inicia la
ruptura con la teoría del valor trabajo, pues considera que el valor de un bien
depende de varios factores y no sólo del trabajo.
2.2. EL SOCIALISMO.
EL SOCIALISMO
UTÓPICO.
El socialismo
utópico apareció en Francia fundamentalmente, y se caracteriza por un
rápido análisis de la realidad actual y pasada y una pormenorizada previsión
del futuro. No analizan la realidad, sino que proponen modelos perfectos,
utópicos, de cómo debería ser la realidad.
Saint-Simon cree en el papel transformador
de las obras públicas y de las asociaciones de productores que permitirán la
abolición del derecho de herencia, la eliminación del Estado y el logro de que
cada uno consiga ganar según sus necesidades. Fourier, menos realista
que Owen, prevé un mundo donde reinará la armonía. Proudhon es
más distributivo que socialista, preocupado por la libertad y la igualdad
individuales y por un crédito barato.
El mejor economista
de la corriente es Sismondi (1773-1842), que inicia la crítica de la
escuela clásica, en Nuevos principios de economía política (1819).
Reprocha sobre todo:
-A Ricardo que puede
ocurrir que no coincidan la riqueza individual y colectiva, que la riqueza esté
mal distribuida.
-A Smith que su
régimen de libertad de derecho no implica la libertad de hecho, puesto que al
concertarse un trabajo las dos partes no están en la misma situación.
EL SOCIALISMO
CIENTÍFICO: MARX.
El socialismo
científico es iniciado por Marx (quien es auxiliado por Engels), que
explica la evolución del capitalismo en base a las propias fuerzas
internas del sistema. Abre camino a una serie de economistas socialistas posteriores
(en especial la escuela austramarxista), que seguirán las ideas marxistas y
desarrollarán una teoría económica sobre el imperialismo, pero esto ya es a
principios del siglo XX, con Hobson, Hilferding, Lenin, Bujarin, Luxemburgo.
Marx distingue dos
categorías de valor-trabajo:
-Valor de uso:
definido por su utilidad.
-Valor de cambio:
definido por el tiempo necesario socialmente para producirlo.
Hay una sola
mercancía cuyo valor de uso es superior al de cambio: el trabajo. Esto
es porque el empresario se queda con la diferencia entre el valor de uso y de
cambio: la plusvalía.
Marx da un lugar
central en su pensamiento al concepto de plusvalía, en un doble sentido:
por un lado, significa el trabajo hecho por los proletarios y apropiado por los
capitalistas, y, por el otro, el excedente total del sistema. Es,
pues, la categoría fundamental del modo de producción capitalista, al ser el
origen de la acumulación de capital.
Respecto a la teoría
de la plusvalía como valor trabajo (primer sentido), Marx intentaba
salvar el problema de la existencia de sectores con capitales fijos distintos,
lo cual hace que no haya correspondencia entre las cantidades de trabajo y los
precios.
De la plusvalía
(segundo sentido) depende la acumulación de capital, y de esta la
demanda de fuerza de trabajo y la aplicación de técnicas que ahorran trabajo
para mantener la tasa de plusvalía.
Explica los procesos
de crecimiento y de crisis por las contradicciones entre la creciente
capacidad productiva y el más reducido crecimiento del consumo proletario o
entre los que poseen bienes de producción y los que no los poseen.
2.3. LA TEORÍA ECONÓMICA
DESDE 1870.
La crítica de la
teoría clásica será emprendida por los pensadores socialistas (que hemos visto)
y por dos escuelas, la marginalista-neoclásica y la histórica alemana (con su
rama de la institucional norteamericana). La principal aportación de estas
críticas a la teoría del trabajo-valor, es que es el producto lo que confiere
valor a los factores de su fabricación. El bien-valor es el que valoriza al
trabajo, y no al revés.
A partir de
entonces, los economistas prestan especial atención al análisis del funcionamiento
del mercado en la formación de los precios, pues es el mercado quien asigna
el valor económico a los productos.
LA ESCUELA
MARGINALISTA-NEOCLÁSICA.
La escuela marginalista-neoclásica
(a partir de 1870), cuyos principales autores son Marshall y Walras.
Considera un modelo
de estado de equilibrio perfecto, donde los precios del trabajo y del capital
son establecidos por la cantidad de nuevo producto que aportan las últimas
unidades aplicadas de trabajo y capital. Así, la productividad marginal del
trabajo será el salario, y la del capital será el beneficio. Este equilibrio
automático ocupará totalmente los recursos existentes y supondrá que se puede
establecer una curva de producción para la cual son posibles cualesquiera combinaciones
de trabajo y capital.
Los marginalistas
aceptan la mayoría de los principios de la escuela clásica (sobre todo en la
versión de Mill), pero entienden que la competencia no es perfecta, aunque como
hipótesis sea válida para establecer modelos. La política económica debe
intervenir para corregir los errores del mercado. Esta será la doctrina
económica predominante, “académica”, entre finales del siglo XIX y los años
1930, apoyada en avances estadísticos y metodológicos, hasta que la crisis de
1929 ponga en duda sus principios y Keynes demuestre en su General Theory
que puede haber una situación de equilibrio estable con inutilización de
recursos (p.e. de trabajo).
El marginalismo.
Las cuatro escuelas
del marginalismo son: inglesa (Edgeworth, Sidgwick, Wicksteed) con la Escuela de Cambridge
neoclásica (Marshall), austríaca (Wieser, Böhm-Bawerk), de Lausanne (Walras,
Pareto, Pantaleoni).
Gossen, Cournot y
Dupuit, que sentaron las bases para el desarrollo posterior del pensamiento
marginalista, fueron los primeros en considerar la utilidad como la
fuente del valor y en formular el concepto de utilidad marginal de los bienes.
Walras (1834-1910) se centra en la
teoría de la determinación de los precios en un régimen hipotético de libre y
perfecta competencia. Expresa su modelo en fórmulas matemáticas.
El marginalismo
llevó a cabo su análisis desde un punto de vista subjetivo e individual y
sustituyó la teoría del valor-trabajo por la del valor-utilidad, negó la
formación de un excedente al término del proceso productivo y centró su interés
en el modo como el sistema se sitúa en un equilibrio, gracias al cual todos los
participantes en el mercado alcanzan su máxima satisfacción y quedan absorbidas
todas las mercancías. La utilidad es la justificación formal del laissez-faire,
ya que cada individuo debía ser libre para gastar sus ingresos y obtener de
este modo el mayor beneficio de acuerdo con su utilidad marginal. El bienestar
de la sociedad vendría dado por la consecución de los óptimos individuales.
La economía
neoclásica: Marshall.
La gran escuela
neoclásica es la Escuela
de Cambridge, que puede considerarse una rama del marginalismo. Su máximo
representante es Alfred Marshall (1842-1924), que intentó compaginar la
economía clásica con el marginalismo. Utilizó el modelo del equilibrio
parcial, que consideraba más cercano a la realidad y más operativo.
Coincide con el marginalismo y otras escuelas posteriores a 1870 en el
desarrollo de unos instrumentos conceptuales y matemáticos surgidos con el estudio
del equilibrio económico.
La economía debe
descubrir la verdad sobre las relaciones económicas concretas. Considera que
son esenciales para la prosperidad la libertad de empresa, y el libre juego de
la oferta y la demanda. Estudia la competencia, con dos extremos: la perfecta y
los monopolios. Sus teorías, de gran éxito, serán utilizadas para criticar a
los monopolios y explican las leyes anti-trust de EE UU y muchos países desde
principios del siglo XX.
LA ESCUELA HISTÓRICA
ALEMANA.
La escuela
histórica alemana.
La escuela histórica
alemana (también a partir de 1870), se aleja mucho de la abstracción
anterior y cree en la relatividad histórica de las leyes económicas, por lo que
niega a la ciencia económica la posibilidad de formular leyes económicas.
Institucionalismo
norteamericano.
La escuela anterior
influyó en una rama de la escuela histórica, el institucionalismo
(Veblen en EE UU), que reacciona frente al neoclasicismo marginalista y el
inicio del estudio de la evolución y cambio de la técnica y las instituciones
en la nueva fase del desarrollo capitalista.
BIBLIOGRAFÍA.
Libros.
Abendroth, Wolfgang; Lenk, Kurt. Introducción a la ciencia
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Malthus, Thomas Robert. Principios de economía política. FCE. México. 1946 (1820). 385
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de economía política. Con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social.
FCE. México. 1943 (1848). 896 pp.
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la riqueza de las naciones. FCE. México. 1958 (1776 inglés). 917 pp.
Sombart, Werner. El
apogeo del capitalismo. FCE. México. 1946 (1902 alemán). 2 vs. 546 y 513
pp.
Touchard, Jean. Historia
de las ideas políticas. Tecnos. Madrid. 1975. 658 pp.
PROGRAMACIÓN.
PENSAMIENTO
POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX.
UBICACIÓN Y
SECUENCIACIÓN.
Bachillerato, 1º
curso. Historia del mundo contemporáneo. Apartado
2. Balance del siglo XIX
hasta 1914.
La revolución
industrial. Transformaciones económicas, sociales y culturales en el siglo XIX.
Las aportaciones del periodo 1870-1914.
El origen de los
Estados contemporáneos. Revoluciones burguesas, liberalismo y nacionalismo. La
evolución de EE UU y Japón.
Se relaciona en ESO,
2º ciclo. Eje 2. Sociedades históricas y Cambio en el Tiempo. Bloque 5. Cambio
en el tiempo. Núcleo 3. Cambio social y revolución en la época contemporánea.
-Revolución
industrial, desarrollo capitalista e imperialismo.
Está directamente relacionado
con la UD de nacionalismo y liberalismo en la Europa del siglo XIX.
RELACIÓN CON TEMAS
TRANSVERSALES.
Relación con el tema
de la Educación
para la Paz y de
Educación Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de
una hora.
1ª Exposición del profesor
sobre doctrinas políticas. Diálogo en minutos finales.
2ª Exposición del
profesor sobre doctrinas económicas. Diálogo en minutos finales.
3ª Exposición del
profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, análisis y comentarios de textos.
4ª Comentarios de
textos; debate de grupo y síntesis.
OBJETIVOS.
Conocer las
principales doctrinas políticas y económicas del siglo XIX.
Analizar las
relaciones entre ambos grupos de doctrinas.
Comprender las
relaciones entre las doctrinas y los cambios históricos.
Interesarse por las
doctrinas de gran abstracción.
Desarrollar la
capacidad de indagación e investigación.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
Las principales
doctrinas políticas del siglo XIX: liberalismo, tradicionalismo, nacionalismo,
imperialismo, socialismo.
Las principales
doctrinas económicas del siglo XIX: liberalismo (fisiocracia, escuela clásica),
socialismo utópico y científico (Marx), marginalismo-neoclásico, escuela
histórica alemana.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la
información: uso de manuales y selecciones de textos, realización de esquemas
del tema.
Explicación
multicausal de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e
investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales,
monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y
curiosidad científica.
Tolerancia y
solidaridad.
METODOLOGÍA.
Metodología
expositiva y participativa activa. Se basará sobre todo en el fomento de la
capacidad de indagación e investigación del alumno, individual y en equipos de
trabajo.
MOTIVACIÓN.
Presentación de cómo
se debe proceder a una investigación de grupo.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN
GRUPO.
Exposición por el
profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE
TRABAJO.
Realización de una
línea de tiempo sobre el proceso de cambio de las doctrinas y los principales
cambios políticos y económicos, comparando y analizando su relación.
Realización de un
esquema de las principales doctrinas.
Analizar las
diferencias entre las principales doctrinas.
Comentarios de
textos sobre las principales doctrinas políticas y económicas y realización de
un breve trabajo de investigación sobre el liberalismo político y económico
(que es escogido por ser el de más éxito histórico en el presente).
C) INDIVIDUALES.
Realización de
apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las
actividades grupales.
Búsqueda individual
de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones
en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Presentación digital
y mapas.
Libros de texto,
manuales.
Fotocopias de textos
para comentarios.
Cuadernos de
apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua.
Se hará especial hincapié en que se comprenda la relación entre el pensamiento
político y el económico, sobre los conceptos, sobre las similitudes y
diferencias entre las doctrinas.
Examen incluido en
el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto sobre el
liberalismo.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los
alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades
de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
1 comentario:
Muy buena información, me ha servido para seguir estudiando para la universidad :)
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