CS 4 UD 03. LA PRIMERA REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL Y LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EUROPA.
INTRODUCCIÓN.
Un resumen.
Los términos Revolución Industrial,
Industrialización y Segunda Revolución Industrial.
1. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
INGLESA.
1.1. EL PROCESO.
La Revolución Industrial
en Gran Bretaña (1780-1850).
1.2. LAS INDUSTRIAS DEL DESPEGUE.
LA INDUSTRIA TEXTIL.
LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA.
LOS EFECTOS SOBRE OTRAS ACTIVIDADES.
Las otras industrias.
La energía.
UN NUEVO TIPO DE EMPRESA:
LA FABRIL CAPITALISTA.
1.3. LOS CAMBIOS:
EL CAMBIO POLÍTICO.
EL CAMBIO DEMOGRÁFICO.
EL CAMBIO AGRÍCOLA.
La teoría de North sobre
el origen de la revolución capitalista.
EL CAMBIO COMERCIAL.
EL CAMBIO DEL TRANSPORTE.
EL CAMBIO TECNOLÓGICO.
EL CAMBIO FINANCIERO.
2. LA EXPANSIÓN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
POR EUROPA.
2.1. EL PROCESO INDUSTRIALIZADOR.
El proceso de la Industrialización.
Las causas determinantes
de la Industrialización.
2.2. LAS INDUSTRIAS.
2.3. LOS CAMBIOS.
EL CAMBIO POLÍTICO.
EL CAMBIO AGRÍCOLA.
EL CAMBIO DEMOGRÁFICO.
EL CAMBIO DE LOS TRANSPORTES.
EL CAMBIO DE LAS FUENTES
DE ENERGÍA.
EL CAMBIO DE LA TECNOLOGÍA.
3. LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES.
UNA NUEVA SOCIEDAD.
El cambio de mentalidad.
La movilidad espacial.
La movilidad social.
LAS CLASES SOCIALES.
El campesinado.
El proletariado.
La burguesía.
La aristocracia.
INTRODUCCIÓN.
Un resumen.
La Revolución Industrial
y la Industrialización es un tema muy complejo, pues no hay consenso historiográfico
sobre sus conceptos, sus causas, sus efectos y su periodización. En esta UD vamos
a optar por una opción concreta: la Revolución Industrial es el proceso económico
revolucionario que se dio en Gran Bretaña en el periodo 1780-1830 y continuó en
el periodo de 1830-1870, mientras que la Industrialización es la extensión de ese
proceso a Europa en el periodo 1830-1870.
Los términos Revolución Industrial,
Industrialización y Segunda Revolución Industrial.
En un sentido estricto, la
Revolución Industrial es el proceso revolucionario de industrialización originado
en Gran Bretaña hacia 1780 y consolidado hacia 1850, y que vivió su expansión a
Europa hacia 1830-1870. No hay consenso sobre su periodización: los autores proponen
fechas tan distintas para su inicio como 1730, 1750, 1760, 1770, 1780, 1800 y finalizan
su primera fase en 1830, 1850 o incluso en 1870. Podría discutirse de entrada si
un proceso tan largo es una revolución, pero lo aceptaremos por ser una convención
historiográfica.
En un sentido amplio, que
muchos manuales usan, la Revolución Industrial incluye, como fases suyas, la Industrialización
europea (1830-1870) y la Segunda Revolución Industrial (1890-1914), con lo que se
extendería a la segunda mitad del siglo XIX e incluso los primeros decenios del
siglo XX, marcados por la definitiva extensión de la industria a la mayoría de los
países de Europa, América y Asia.
El término de Revolución
Industrial apareció en Francia hacia 1820 para designar el conjunto de cambios que
la industrialización había introducido en la sociedad británica. Cayó en desuso,
hasta que volvió a ser usado por Arnold Toynbee en la publicación póstuma de sus
Lectures on the Industrial Revolution of the 18th Century in England (1884).
Los primeros análisis históricos se limitaban a considerar el caso británico, elevándolo
a modelo único y universal para los demás países que quisieran alcanzar su nivel
de desarrollo, en una línea teórica que culmina con la obra de W. W. Rostow, The
Process of Economic Growth (1960), que propone como indispensables las condiciones
políticas, sociales y culturales en que se había producido la revolución industrial
británica y formula una secuencia universal de etapas, de las cuales la fundamental
sería el surgimiento o take-off, que marcaría el fuerte arranque de la sociedad
en vías de industrialización.
Pero ya desde 1952 el historiador estadounidense Gerschenkron
había comenzado a matizar esta interpretación, proponiendo un modelo “graduado”,
con variantes que dependerían del grado de atraso de cada país en el momento de
comenzar su industrialización. El historiador marxista V. Gordon Childe ya había
afirmado la especificidad del modelo británico, al afirmar que la revolución industrial
británica se debía a los recursos naturales de que disponía y a su excelente situación
geográfica en los circuitos internacionales. La excepcionalidad del modelo británico
ha sido demostrada históricamente ya que los intentos en el siglo XX de repetir
el modelo británico de industrialización han fracasado en los países en desarrollo
porque se produjo en un contexto histórico irrepetible (por ejemplo la floración
de iniciativas individuales se hizo con poco capital, pero muy rentable), por lo
que hoy se proponen distintos modelos de industrialización, teniendo en cuenta no
sólo las condiciones propias de cada sociedad sino también el contexto mundial en
cada momento.
Es preciso distinguir entre
los conceptos de Revolución Industrial y de Industrialización (que algunos autores
incluyen en la anterior y la fechan ya en 1830). La “Industrialización” puede definirse
como la expansión más tardía de la Revolución Industrial a Europa continental, sobre
todo en Francia, Alemania y Bélgica, a lo largo del periodo 1830-1870 aproximadamente
(en Francia habría comenzado en 1830 y en Alemania hacia 1850), con el desarrollo
de la industrialización y del capitalismo, la navegación a vapor y el ferrocarril,
con una siderurgia e industria química ya más importantes que la industria textil.
Es un proceso que a partir de 1870 se extiende a la mayoría de los países europeos,
los EE UU, Japón y otros países. Los países mediterráneos y Rusia serán los más
retrasados en este proceso.
Otro concepto relacionado
es el de la llamada “Segunda Revolución Industrial”, término acuñado por H. Pasdermadjian,
para referirse a una segunda fase de la revolución industrial, que él periodiza
en 1890-1914 (para otros autores en 1870-1914 y en muchos países se extiende hasta
los decenios de 1920-1940), caracterizada por el desarrollo de nuevas fuentes de
energía (electricidad, petróleo en motor de explosión) e industrias (automóvil y
química), en un proceso casi coetáneo en todos los países industrializados en un
ámbito geográfico mucho mayor, desde Gran Bretaña y Europa continental hasta EE
UU y Japón.
Un resumen.
La Revolución Industrial
fue un proceso revolucionario de industrialización, con el conjunto de transformaciones
económicas y sociales que este comporta. Fue a mediados del siglo XVIII cuando comenzaron
a aparecer las condiciones adecuadas para este fenómeno que se inició hacia 1780
en Gran Bretaña y se consolidó hacia 1830-1870. La Industrialización, a su vez,
es la extensión de ese proceso durante el periodo 1830-1870 a diversos países, primero
europeos, al final también EE UU y Japón.
Como consecuencia el mundo
se llena de fábricas, los ferrocarriles atraviesan los continentes, la población
se traslada a vivir a las grandes ciudades. La economía se organiza de otra manera,
a base de sociedades anónimas, bolsas y bancos. La sociedad se organiza sobre unos
supuestos teóricos de igualdad de todos los seres humanos. Hay una evolución general
en todos los aspectos.
Es la era de la máquina.
El invento fundamental fue la máquina de vapor de Watt, que utiliza una nueva fuente
de energía, el carbón, y cuyas posibilidades revolucionaron la industria textil
(los telares), la siderúrgica y el transporte (el ferrocarril).
Los cambios básicos de la
Revolución Industrial son a su vez verdaderas revoluciones paralelas (por eso a
menudo se habla de revolución agrícola, revolución de los transportes, revolución
demográfica, etc.): una población que crece rápido, una agricultura que produce
más alimentos, la acumulación de capital, las materias primas abundantes y baratas,
nuevas fuentes de energía, unos transportes masivos, una maquinaria moderna, una
nueva organización del trabajo y la actividad económica...
1. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
INGLESA.
1.1. EL PROCESO.
El aumento del nivel de vida
produce una mayor y más diversificada demanda, satisfecha con nuevos productos,
en un círculo de demanda-oferta que parece inagotable a largo plazo, llenando de
optimismo a los empresarios.
La Revolución Industrial
en Gran Bretaña (1780-1850).
Aparecieron nuevas
fuentes de energía. El carbón sustituyó a los agotados bosques ingleses,
gracias a la existencia de grandes y accesibles cuencas carboníferas en las
cuencas de los ríos navegables. El carbón, esencial en la industria y el
transporte gracias a las máquinas de vapor, así como en la siderurgia, siguió
siendo la principal fuente de energía mundial hasta bien entrado el siglo XX,
gracias a los grandes yacimientos del Ruhr en Alemania y de los EE UU, y siguió
creciendo su producción hasta hoy mismo, aunque cedió su posición hegemónica
progresivamente al petróleo y la electricidad en el periodo 1870-1914, debido
al desarrollo del motor de explosión y de los vehículos que lo utilizaban, y a
la distribución de electricidad a largas distancias.
UN NUEVO TIPO DE
EMPRESA: LA FABRIL CAPITALISTA.
En Europa había a
mediados del siglo XVIII dos grandes sistemas de producción: el gremial y el
doméstico.
El gremial era el
sistema dominante en gran parte de Europa, con talleres artesanos dominados por
los maestros, para el que trabajaban los oficiales y los aprendices, y que se
beneficiaban de las reglamentaciones proteccionistas que limitaban la libre
competencia en precio, cantidad y calidad.
El otro sistema era el
de producción doméstica, dominante en Gran Bretaña y algunas zonas de Holanda,
Francia, Alemania, Cataluña..., mediante el cual el mercader controlaba la
producción de numerosos artesanos en el campo y los pueblos sin gremios. Les
suministraba las materias primas, vigilaba la calidad del producto, lo compraba
a un precio estipulado y finalmente lo comercializaba. Era el sistema más
eficiente de la época, al no sufrir las restricciones gremiales, pero chocaba
con sus propias limitaciones: no permitía aumentar la producción a gran escala
y dependía sobre todo de la mano de obra campesina, con la que ocurrían hechos
aparentemente tan absurdos como que un aumento del salario llevaba a una
disminución de la producción porque el campesino menos mísero no quería
producir más.
Finalmente, en los
últimos decenios del siglo XVIII apareció un nuevo tipo de empresa, la fabril
capitalista, que sustituyó paulatinamente al antiguo taller artesano y al
sistema de producción doméstico, que quedaron en desventaja al no poder
competir con la industria fabril. Pero no los destruyó de golpe sino que
convivieron mucho tiempo porque muchas grandes empresas industriales
subcontrataron parte de su producción a los talleres artesanos y a los
productores domésticos, que utilizaron también las nuevas máquinas.
En la actualidad, en
pleno siglo XXI, asistimos incluso a cierto resurgir de la artesanía, sobre
todo de productos de calidad y lujo, y del sistema de producción doméstico,
sobre todo en los sectores del calzado y textil de los países emergentes. Las
causas de este revival son la demanda de productos personalizados y no
estandarizados de la artesanía, y la mayor flexibilidad productiva y
competitividad fiscal de la producción doméstica, casi siempre asociada a la
economía “subterránea” o de “dinero negro”. Lo importante, empero, es que desde
el siglo XIX la empresa capitalista predominó abrumadoramente en peso relativo
e hizo dependientes a las empresas más tradicionales. La nueva empresa fabril,
cuyo modelo se utiliza también por empresas comerciales y de otros sectores, se
caracteriza por:
- Ya no es un taller con
unos cuantos artesanos sino que concentra en la fábrica muchos obreros, a veces
miles.
- Los obreros de la
fábrica no hacen la pieza completa, como anteriormente el artesano, sino que
trabajan con máquinas, cada una de las cuales hace una parte de la pieza. La
nueva organización del trabajo se basa en dos conceptos, el taylorismo
(reducción de los tiempos muertos en las acciones) y la estandarización
(organización en cadenas de montaje), cuya implantación reduce los costos y
aumenta la productividad de un modo extraordinario.
- El obrero no es dueño
de lo que fabrica, porque la producción de la empresa pertenece al propietario.
- Se utiliza de modo
masivo e intensivo la maquinaria, la energía y las materias primas.
- El capital es
imprescindible para llevar a cabo este proceso, puesto que hay que pagar
locales, materias primas, máquinas, salarios, impuestos. De ahí que el sistema
se llame capitalista, y a los empresarios que invierten su dinero,
capitalistas. El capitalista es el dueño de la fábrica, de la maquinaria y de
la producción. La mayoría de las inversiones se hacen en forma de
participaciones, para disminuir el riesgo. La gestión se deja en manos de
técnicos y directivos profesionales, a los que se exige lograr el máximo
beneficio.
Para conseguir la
financiación los empresarios usan tres sistemas:
- Asociarse con otros
empresarios y repartirse con ellos los beneficios.
- Acudir al crédito de
los bancos, pagando dinero por el dinero concedido en préstamo.
- Crear una Sociedad
Anónima (SA), con el capital distribuido en acciones que dan derecho a una
parte del patrimonio y de los beneficios. Estas acciones pueden ser negociables
en el mercado mobiliario de la Bolsa, sujeta a altibajos bursátiles según la coyuntura
económica general y de la empresa en particular.
La empresa capitalista
está sujeta a los avatares del sistema de producción capitalista, que sufre
periódicas crisis ocasionadas por la superproducción de bienes que saturan el
mercado y por la excesiva competencia, y entonces los precios bajan en exceso y
la empresa pierde dinero, por lo que cierra, y esto aumenta el paro, y con ello
aun se vende menos. Sólo las empresas más competitivas pueden sobrevivir en las
crisis económicas, facilitando la concentración empresarial hasta formar
monopolios y oligopolios, más rentables al permitir las economías de escala
horizontal y vertical.
Esta nueva empresa
capitalista creará una nueva relación entre las clases sociales, aupando a la
burguesía, reduciendo el papel de la aristocracia, transformando a muchos
campesinos y artesanos en proletarios, creando una clase media.
1.3. LOS CAMBIOS:
Hay en el seno de la
Revolución Industrial varios cambios o transformaciones fundamentales, que a
menudo se han llamado revoluciones (pero que debemos diferenciar de “la”
Revolución Industrial, que las reúne a todas). Son el político, el demográfica,
el agrícola, el transporte, el comercial...
EL CAMBIO POLÍTICO.
El siglo XIX vive una
oleada de revoluciones políticas, sea mediante una evolución reformista en Gran
Bretaña o mediante la violencia en Francia, los dos casos más conocidos.
El sistema parlamentario
inglés fue una vía moderada y progresiva de participación de las clases medias
en la vida política y social del país, de modo que hubo un gran consenso social
en que debía conservarse la estabilidad política. Frente al modelo
revolucionario francés, Gran Bretaña apostó por el modelo reformista, y en él
los empresarios tuvieron una amplia libertad para desarrollar sus industrias
maquinistas, casi sin normas laborales ni trabas comerciales o gremiales.
EL CAMBIO DEMOGRÁFICO.
Hubo una explosión
demográfica. La población creció rápidamente, debido a una natalidad que se
mantuvo alta la mayor parte del siglo XIX, mientras que la mortalidad era muy
decreciente.
La natalidad se mantuvo
alta e incluso experimentó algún tiempo un ligero incremento, debido a la mayor
prosperidad de la población, que fomentaba la nupcialidad más temprana y por
consiguiente la fecundidad. Las parejas mantenían la ancestral costumbre de
tener muchos hijos, porque en el régimen demográfico antiguo los episodios
catastróficos diezmaban la población, cuando era frecuente tener diez o más
hijos porque la mayoría perecían pronto. Pero esto cambió en el siglo, cuando a
al cabo de unas pocas generaciones se comprendió que aquellas mortandades ya no
se repetían y entonces se replanteó la necesidad de tener tanta progenie.
El descenso de la
mortalidad se debió sobre todo a la alimentación más abundante y variada, gracias
al periodo de buenas cosechas que comenzó en el siglo XVIII gracias al clima y
el cambio agrícola. Esto redujo la mortalidad catastrófica de las epidemias,
cuya incidencia se fue reduciendo pese a algunos rebrotes (cólera, fiebre
amarilla, tifus). Los últimos ataques de la peste, la peor enfermedad epidémica
de la historia, fueron a principios del siglo XIX. Durante el final del siglo
XVIII y el siglo XIX se añadieron espectaculares avances de la medicina, como
la vacuna de Jenner contra la viruela, la asepsia o la cirugía con anestesia.
Otros progresos fueron la mejor calidad de las viviendas, la mejora del
suministro de agua potable y evacuación de aguas residuales, la mejor higiene
gracias a los tejidos de algodón, y la difusión del jabón y la costumbre del
baño.
Gran Bretaña, con una
población que se había mantenido e incluso reducido durante los primeros 40
años del siglo XVIII, experimentó una explosión demográfica desde 1750, que se
incrementó durante el siglo XIX. Entre 1750 y 1900 se sextuplicó: 6,5 millones de
habitantes (1750), 9,4 (1790), 11,6 (1814), 14 (1831), 20,5 (1854), 25,7
(1874), 29,2 (1884), 41,5 (1900). Y eso pese a que otros 17 millones emigraban
al mismo tiempo a EE UU y las colonias de ultramar. Sin esa emigración la
población británica probablemente hubiera superado de largo los 60 millones en
1900.
Al mismo tiempo hubo un
intenso proceso de redistribución de la población, abandonando las zonas
rurales para dirigirse hacia las zonas urbanas y costeras, donde se
concentraban las industrias y las actividades económicas en auge. El mayor
ejemplo fue la capital: Londres pasó de 200.000 habitantes en 1700 a 1 millón
en 1800 y 6,7 millones en 1900. Se había multiplicado por 33.
El éxodo rural no
disminuyó significativamente la población del campo pero alivió su crecimiento
hasta 1850, para seguir ya una curva negativa en 1850-1900. No obstante, el
crecimiento natural en el campo fue mayor que en la ciudad, porque en esta las
condiciones de salubridad fueron peores al menos hasta finales del siglo XIX.
EL CAMBIO AGRÍCOLA.
La revolución agrícola
del siglo XVIII, que en Gran Bretaña y Holanda ya se había iniciado
parcialmente en el siglo XVII, permitió un extraordinario aumento de la
productividad agraria, sobre todo en 1790-1850, debido a varias causas:
- La extensión de las enclosures
(campos cercados, protegidos del ganado), que sustituyeron a los campos
abiertos, openfield, propios de la propiedad comunal, que fue
prácticamente liquidada.
- La concentración de la
propiedad agraria en manos de propietarios (grandes y medios), que disponen de
más capital y que enfocan la producción hacia la comercialización y la
obtención del máximo beneficio, utilizando mano de obra asalariada y
maquinaria.
- La extensión de las
superficies cultivadas a los eriales y las zonas comunales.
- Los nuevos métodos de
cultivo y la supresión del barbecho a favor de una rotación más productiva
(cereal, legumbres, forrajes).
- La integración de la
explotación agrícola y ganadera, puesto que el ganado consume la producción de
forraje (nabos, cebada, centeno, trébol…) y además abona el campo con sus
excrementos.
- La extensión de las
nuevas plantas: maíz, patata, remolacha azucarera…
- Más y mejores abonos
químicos.
- Introducción de la
maquinaria agrícola: sembradoras, cosechadoras, batidoras…
- La selección de
mejores semillas.
- La estabulación,
selección y cuidado veterinario del ganado.
- La mejora de la
conservación, transporte y comercialización de los alimentos.
- El aumento de los
precios de los alimentos, por la mayor demanda urbana, lo que estimuló la
producción.
Todo esto tuvo unos
extraordinarios efectos en la industria:
- El aumento de la
producción de alimentos con precios más baratos y menor necesidad de mano de
obra, liberó una gran cantidad de campesinos que acudieron a las ciudades a
encontrar empleo.
- El aumento del nivel
de vida de los campesinos aumentó su capacidad de compra de productos
industriales de consumo. Por ejemplo, en España los mejores años de la
industria textil fueron los años de buenas cosechas.
- La demanda de
maquinaria y abonos incentivó la industria metalúrgica y química.
- La agricultura hizo
autosuficiente en alimentos a Gran Bretaña hasta 1850 y esto permitió ahorrar
divisas e invertir en la industria.
- Muchos capitales del
periodo inicial de la industrialización provinieron de campesinos enriquecidos.
En suma, sin este cambio
o revolución agrícola no hubieran sido tan intensas ni la revolución
demográfica ni la industrial. Pero estas también empujaron a la primera: fue un
proceso mutuamente beneficioso.
La teoría de North sobre
el origen de la revolución capitalista.
Douglas North,
historiador y premio Nobel de Economía, sostiene que la revolución capitalista
sólo surgió como consecuencia de una innovación institucional: la propiedad
privada, que disolvía la propiedad común de los bienes instaurando derechos en
exclusiva. Históricamente, esto se produjo por primera vez en la Inglaterra del
Renacimiento, mediante los cercamientos o enclosures, que, al vallar la
tierra, antes feudal o comunal, la privatizaban permitiendo que su propietario
privado se apropiase de sus frutos en exclusiva. Barrington Moore vio en esto
los orígenes sociales de la democracia. Según North, los derechos exclusivos de
propiedad era la condición necesaria y suficiente para que se produjese la
inversión productiva. En condiciones de propiedad comunitaria no hay incentivos
para invertir, pues las externalidades impiden rentabilizar la inversión
comprometida. Pero, si están garantizados los derechos en exclusiva, ya resulta
rentable invertir (trabajo, capital y tecnología), en la confianza de que se
multiplicarán las inversiones realizadas. Por eso, las enclosures
agrícolas supusieron el big bang de la revolución industrial, pues no
hay posibilidad de negocio capitalista, ni, por tanto, inversión privada, sin
derechos exclusivos de propiedad.
La enclosure del siglo XVIII en Inglaterra.
Por supuesto, no todo
debe ser privado. Existen bienes o servicios necesarios, que, por su propia
naturaleza universal e indivisible, generan externalidades, por lo que no
admiten exclusividad ni pueden rentabilizarse: son los bienes públicos, como la
Justicia o los derechos sociales de sanidad, educación o pensiones. Aquí es
donde interviene el principio de subsidiariedad: debe ser el Estado, a cargo de
los contribuyentes, quien financie esos bienes públicos. Para los otros bienes,
los privados, el Estado es un mal administrador. ¿Por qué? Pues porque la
inversión pública carece de poder multiplicador al tener que repartir
universalmente los saldos excedentes.
EL CAMBIO COMERCIAL.
Gran Bretaña se
convirtió en la gran potencia comercial del mundo civilizado en el siglo XIX.
Fue esta una auténtica revolución comercial, tanto en el comercio interior como
en el exterior.
El comercio interior se
benefició de la creación de un verdadero mercado nacional británico, gracias a
la extensa y eficaz red de canales, barcos de vapor y ferrocarriles. Las
pobladas ciudades y los pueblos llenos de campesinos constituían un mercado de
creciente nivel de vida (no hay suficientes estadísticas fiables, pero todos
los indicadores muestran que en el siglo XIX el nivel de vida de la mayoría de
la población era bastante mejor que la del continente). Por consiguiente
crecieron las compañías comerciales, los grandes almacenes, las tiendas...
Puerto de Londres a principios del siglo XIX.
El comercio exterior
vivió un crecimiento aun mayor, basado en el fomento de la flota mercante (que
era casi la mitad de la mundial en 1850), el dominio naval británico de los
mares, la política imperial de dominio comercial, una política económica de
librecambio que abría los países al comercio británico, la exportación de los
tejidos de lana y algodón, y la reexportación de los productos coloniales a
Europa.
El proceso ya había comenzado
mucho antes: en el periodo 1660-1760 las exportaciones británicas se
triplicaron, y en 1750 el 25% de las exportaciones eran cereales y el 48%
tejidos de lana. Pero el boom llegó en 1780-1830. En 1800 predominaban
las exportaciones de tejidos de lana (28%) y algodón (24%), mientras que se
importaba trigo y algodón. En 1815 los tejidos de algodón eran un 40% y los de
lana un 18%. El vuelco se había completado en sólo unos decenios y se debió a
la innovación tecnológica, la industrialización textil y el comercio de
importación de algodón en rama y exportación de tejidos, la abundancia de
carbón para mover las máquinas. Todo se interrelacionaba.
El comercio creó una
próspera clase comerciante, que diversificó sus negocios y capitales a la
agricultura, la industria y la banca. Fomentó el crecimiento de las ciudades y
facilitó el éxito de la agricultura y la industria al asegurar un mercado
interno y exterior. Era un proceso que se realimentaba.
EL CAMBIO DEL
TRANSPORTE.
La revolución de los
transportes comenzó con los canales y las carreteras de peaje y siguió con la
mejora de la navegación marítima a vela y más tarde la de los ferrocarriles y
la navegación a vapor. Todo esto posibilitó que la Revolución Industrial se
extendiera a los tradicionales núcleos industriales (Barcelona, Milán...) que
no tenían recursos naturales o carbón, que llegaron en ferrocarril o en barco.
EL CAMBIO TECNOLÓGICO.
La revolución
tecnológica y científica fue notable, con las máquinas textiles ya en el siglo
XVIII, para superar la tradicional rueca: la lanzadera volante de Kay (1733),
las hiladoras de Hargreaves (1764) y las sucesivas jennies desde su
primer diseño (como la de Crompton, 1770), la hiladora continua de Arkwright
(1769, que revolucionó la industria algodonera), el telar mecánico de
Cartwright (1785) Y el telar de Jacquard (1801).
El invento más
importante fue la máquina de vapor de Watt (1769), basada en el uso del carbón,
y que permitió transformar tanto la fabricación en serie como el transporte.
Es el poder de la
innovación, uno de los factores esenciales de todas las revoluciones
estructurales. Se debe a la secuencia desafío-respuesta: los problemas de la
producción creaban nuevas respuestas, y estas nuevos problemas, en un cadena
nunca cerrada, cada vez más rápida, de descubrimientos. De hecho, aún vivimos
en la enorme y creciente ola de avances científicos desencadenada por la
Revolución Industrial.
EL CAMBIO FINANCIERO.
La acumulación de
capital sobrevenida con la revolución agrícola del siglo XVIII y el comercio
colonial se invirtió en empresas industriales, comerciales y financieras, con
la reinversión de los beneficios de estas empresas en nuevos sectores, como
industrias, el ferrocarril, la banca, etc. Era un sistema de inversión en gran
parte cruzado: por ejemplo, los campesinos enriquecidos invertían en la
industria, los industriales en el comercio y la agricultura, los comerciantes
en la industria y la agricultura, y todos ellos en las finanzas. El capital en
préstamo no fue el factor decisivo porque los costos de las inversiones
industriales eran relativamente bajos y los beneficios muy altos, siendo estos
la mayor fuente de capital, que se reinvertía.
La Bolsa de Londres en 1850.
Hubo un formidable
desarrollo de la banca y los seguros, y de las empresas cotizadas en Bolsa,
destacando las Bolsas de Londres y París. Los Bancos Centrales de los países
garantizaron el papel moneda y la solidez del sistema financiero, lo que
permitió un vigoroso crecimiento del ahorro y de la inversión, sobre todo en
los préstamos internacionales y la construcción de los ferrocarriles.
El crédito era
relativamente barato debido a la baja inflación, puesto que la
industrialización tensó a la baja los precios de los productos manufacturados.
En 1700 el tipo de interés en Londres era del 8% y en 1757 era sólo del 3% y se
mantuvo con fluctuaciones del 4% o 5% durante casi todo el siglo XIX.
2. LA INDUSTRIALIZACIÓN:
LA EXPANSIÓN EN EUROPA.
2.1. EL PROCESO
INDUSTRIALIZADOR.
El proceso de la
Industrialización.
El proceso industrializador
llegó a EE UU y varios países de Europa a partir de 1830 aproximadamente,
trazando varios círculos de expansión, primero en Bélgica, norte de Francia,
Alemania, Suiza; más tarde, hacia 1850-1870, en el norte de Italia, Holanda,
Suecia, zonas de Rusia (San Petersburgo, Moscú, los Urales), España (Cataluña,
País Vasco), etc. En EE UU apareció ya en Nueva Inglaterra hacia 1800, se
consolidó rápidamente en los años 1830-1860 y se aceleró desde 1870. En Japón
comenzó tras la revolución Meiji de 1868, que abrió el país a la influencia
occidental.
El proceso
industrializador sufrió empero un largo periodo de crisis económica
(1873-1893), marcado por una gran deflación (descenso de los precios), en el
que el crecimiento fue desigual, bastante lento en Gran Bretaña, Francia y gran
parte de Europa. Pero no se interrumpió y, además, asumiendo la experiencia de
Gran Bretaña, otros países (en especial EE UU y Alemania, y en menor grado
Japón), dieron un salto mucho más rápido, de modo que cuando comenzó el siguiente
periodo de gran crecimiento (1893-1914) ya habían alcanzado (y pronto
superaron) a Gran Bretaña, demasiado atada a las viejas industrias del textil y
la siderurgia del primer periodo.
Pero hay que destacar
que en estos países la importancia relativa de la industrialización fue menor
que en Gran Bretaña. La industrialización era un fenómeno regional, no nacional
como el británico, y grandes regiones seguían siendo agrarias.
Las causas determinantes
de la Industrialización fuera de Gran Bretaña.
El proceso de
industrialización tuvo varios factores (algunos de los cuales se ampliarán en
el apartado de los cambios). Podemos afirmar que básicamente fueron:
- El apoyo del Estado
para superar la amenaza británica y de los otros países en industrialización.
Esto implicó una legislación proteccionista con altas tasas aduaneras, que se
generalizó en Europa desde 1868.
- Los mercados
nacionales más amplios, gracias al progreso de los transportes (el ferrocarril
y la navegación a vapor) y las comunicaciones (el correo y el telégrafo, que cruzó el Atlántico en 1866).
- El buen nivel
educativo en Europa, EE UU y Japón. Por ejemplo, en Suecia el 90% de la
población sabía leer en 1850.
- La expansión del
ferrocarril y de la industria textil, que tiraron con su demanda de la
industria siderúrgica, química, maquinaria, etc.
- Los recursos naturales
(enormes y variados en EE UU, el hierro en Francia y Suecia) y de energía (el
carbón en Alemania, Bélgica...). En general, donde se unieron a la vez carbón y
hierro la Revolución Industrial fue más temprana y rápida, como demuestran los
casos de Inglaterra, Alemania, Bélgica y el norte de Francia.
- La creciente
población, que daba a la vez mano de obra y un mercado de alto nivel
adquisitivo.
- La imitación del
modelo británico y el impacto de la competencia de este país, que forzó a
muchos empresarios a adoptar las nuevas tecnologías y sistemas de producción.
- La aplicación
inmediata de las nuevas tecnologías: mientras en Gran Bretaña muchas máquinas
obsoletas seguían siendo utilizadas, en los otros países, en cambio, se
introducían los últimos modelos, más competitivos. Este fue un factor esencial
para que varios países alcanzaran a Gran Bretaña hacia 1900, como evidencia el
caso alemán.
- La desaparición de los
gremios del Antiguo Régimen, que impedían la libre competencia y protegían a
grandes grupos de artesanos. Este fue un fenómeno político-social: sólo cuando
logró el poder político la burguesía consiguió liquidar e incluso prohibir los
gremios. Pero estos ya estaban en decadencia a finales del siglo XVIII, por las
medidas de los gobiernos ilustrados y la competencia de la industria
capitalista en sus dos formas, la doméstica y la fabril.
2.2. LAS INDUSTRIAS.
La industrialización fue
masiva en los nuevos países industriales.
Las economías de escala
desarrollaron las zonas industriales europeas en Gran Bretaña, la cuenca del
Rin, el norte de Francia, Bélgica, el Piamonte, Cataluña, País Vasco, Bohemia.
En EE UU destacó Nueva Inglaterra (en el Este), con las activas zonas de Nueva
York, Boston y Pittsburg.
La producción se
desarrolló sobre todo en 1850-1870 y después de 1890, con tasas anuales
espectaculares. De entrada aumentó la industria textil: de 500.000 tm de
tejidos de algodón en 1850 en el mundo, se pasó en 1900 a 5,5 millones de tm,
once veces más. Pero no fue la textil la industria más importante del nuevo
periodo: fueron la siderurgia y la industria química, seguidas de la
construcción naval y de maquinaria, las de consumo, de equipos eléctricos,
óptica, etc. La industria se diversificó mucho más que en la primera mitad del
siglo XIX, con ramas de producción nuevas, de mayor valor añadido y más
beneficios que la textil, cuyos beneficios estaban en descenso por la mayor
competencia.
2.3. LOS CAMBIOS.
EL CAMBIO POLÍTICO.
En Europa las condiciones
políticas favorables aparecen progresivamente durante el proceso de las
Revoluciones y de la destrucción del Antiguo Régimen iniciado en 1789 y del que
son hitos las revoluciones de 1830 y 1848. Al fin, con la supresión de las
barreras jurídicas y sociales a la libre empresa, los burgueses pudieron
desarrollar libremente la industria sin el freno de las normas gremiales, y
participaron al fin en el poder político.
EL CAMBIO AGRÍCOLA.
En el continente europeo
los factores agrícolas que permitieron en Gran Bretaña la primera Revolución
Industrial llegaron más tarde, excepto en Holanda. Pero desde 1789 en Francia,
y desde las guerras napoleónicas y las revoluciones de 1830 y 1848 en el resto
de Europa, se introdujeron cambios importantes, que aumentaron la productividad
agraria y extendieron al campo las relaciones capitalistas. Además de los
cambios que se han indicado arriba en Gran Bretaña, aunque sin su intensidad,
se añadieron dos más:
- La desamortización de
los bienes eclesiásticos, un proceso que en Gran Bretaña ya había ocurrido en
el siglo XVI.
- La transferencia de la
propiedad de muchas fincas agrarias desde la nobleza y los municipios a la
burguesía.
Pero había grandes
diferencias.
En Francia la Revolución
Francesa repartió la tierra entre una clase media de campesinos acomodados, que
mantuvieron una estructura agraria tradicional, con pocas inversiones,
relativamente ineficiente.
En Alemania y
Austria-Hungría el efecto fue aún menor, pues los grandes propietarios (los junkers)
acapararon las tierras.
En Rusia, el resto de la
Europa del Este y en la Europa del Sur no hubo una revolución agrícola, pues
los grandes propietarios mantuvieron casi invariable el sistema tradicional de
dominio.
EL CAMBIO DEMOGRÁFICO.
Los progresos en la
alimentación, higiene y medicina explican que en el continente europeo
aumentase la población rápidamente a partir de 1750 y su crecimiento aun fue
mayor en el siglo XIX. Destacaron en la medicina las nuevas vacunas (viruela,
más tarde la rabia), la anestesia contra el dolor en las operaciones, las
medidas antisépticas...
Los números son
elocuentes. En 1700 había 110 millones de europeos, que crecieron
continuamente: 136 (1750), 200 (1800), 265 (1850), 401 (1900), pese a la
elevada emigración a otros continentes (en especial América) de 40 millones (17
de ellos británicos).
Gran Bretaña triplicó su
población entre 1750 y 1860, y la dobló entre 1860 y 1900. Rusia pasó de 40
millones en 1800 a 100 millones en 1900, España de 11 a 18,6, Francia (más
estancada) de 26 a 38, Italia de 18 a 32,5. En definitiva, había un mayor
mercado para la producción y más mano de obra barata.
El éxodo rural llenó las
ciudades de trabajadores. Si en 1800 había 23 ciudades de más de 100.000
habitantes, con un total de 5,5 millones, en 1900 eran 135 y vivían en ellas 46
millones. Londres pasó de un millón en 1800 a 2,3 millones en 1850 y 6,7 en 1900.
EL CAMBIO DE LOS
TRANSPORTES.
La revolución en los
transportes fue fundamental, con los ferrocarriles y los barcos de vapor.
El triunfo del
ferrocarril (algunos autores consideran que hubo una “revolución del ferrocarril”)
está simbolizada por la locomotora de Stephenson (1830), que se difundió por
una red que cubría Europa en pocos decenios, con un transporte más rápido y
barato. Esto permitió concentrar la producción, abaratar los costes y crear
mercados más amplios y más integrados a nivel mundial. Las líneas férreas
explican gran parte de los cambios económicos y sociales: por ellos los hombres
y las mercancías circulan, los alimentos acaban con las hambres en las regiones
con malas cosechas. El ferrocarril conquistó los nuevos territorios en ultramar
(EE UU, Canadá, India, Australia, Siberia, etc.), permitiendo la explotación de
enormes espacios antes cerrados al comercio, la minería, la agricultura y la
ganadería.
Unos datos selectos
sobre la red ferroviaria europea explican y nos dan un precioso indicador sobre
el desarrollo relativo de los países industrializados: entre 1850 y 1910
Alemania pasó de 6.000 km a 61.000, Francia de 3.000 a 49.500, la pequeña
Bélgica de 900 a 8.500, mientras que la más atrasada Italia pasó de 400 a
17.000, y la ya muy avanzada Gran Bretaña subió de 10.500 a 38.000 (aunque casi
cuadruplica, vemos que desde su posición hegemónica de partida desciende a una
digna tercera posición).
Los barcos de vapor
sustituyeron paulatinamente a los veleros, rompen la dependencia comercial de
los vientos con lo que regularizan el comercio marítimo, revalorizaron los
grandes ríos europeos y de otros continentes (en el Mississippi había 1.000
barcos a vapor en 1860) y las rutas oceánicas antiguas y nuevas, así como la
necesidad de contar con puntos estratégicos de suministro de carbón. Las
novelas de Jules Verne muestran a una sociedad fascinada por la velocidad y sus
consecuencias para conocer el mundo. La apertura del canal de Suez en 1869 fue
un hito histórico, que revalorizó el Mediterráneo y redujo las distancias entre
Europa y Asia.
EL CAMBIO DE LAS FUENTES
DE ENERGÍA.
El carbón continuó
siendo la fuente de energía fundamental hasta finales del siglo XIX, abriéndose
grandes explotaciones en EE UU, Alemania, norte de Francia y Rusia. En cambio,
en España hay escasez de este recurso, con minas grandes sólo en Asturias.
Se añadieron a partir de
1890 el petróleo y la electricidad, que posibilitaron la segunda revolución
industrial.
Primer pozo de petróleo en 1859, en Pennsilvania, EE UU.
Pozos de petróleo a finales del siglo XIX en EE UU.
El petróleo se empleó
primero para el alumbrado doméstico y luego como combustible para el
transporte, gracias al motor de explosión de Otto, Daimler y Benz (desde 1890)
y el motor de aceites pesados de Diesel (1892), que movía camiones, barcos,
centrales eléctricas y motores. A lo largo del siglo XX el petróleo se
convirtió en la principal fuente de energía, hasta hoy.
La electricidad, al
principio de origen hidráulico, luego también proveniente de plantas térmicas
que se nutren de carbón y productos petrolíferos, se aplicó a la industria
gracias a los inventos de la dínamo y los transformadores, y se transportó a
largas distancias. Se aplicó al alumbrado de las ciudades y de las casas con la
bombilla eléctrica de Edison (1879) y más tarde se aplicó al transporte.
EL CAMBIO DE LA
TECNOLOGÍA.
Los avances tecnológicos
en la fabricación del acero, con hitos como el convertidor Bessemer (1855) y el
procedimiento Martin-Siemens (1865) para la eliminación de las impurezas,
permitieron cubrir la nueva demanda de acero para la construcción naval y
ferroviaria, la construcción de viviendas, maquinaria... También fue fulgurante
el desarrollo de inventos como el automóvil, la bicicleta y el avión, los
nuevos productos químicos, aparatos de electricidad, etc., que permitieron la
diversificación industrial. La industria química se desarrolló para producir
cemento y suministrar productos como ácido sulfúrico y clorhídrico a las otras
industrias, abonos al campo o fármacos a la población.
Un automóvil Porsche de 1900.
Bicicleta hacia 1890.
Primer vuelo de un avión, por los hermanos Wright, en 1903.
3. LAS TRANSFORMACIONES
SOCIALES.
UNA NUEVA SOCIEDAD.
En el siglo XIX hubo
también una revolución social, dados los extraordinarios cambios en la
estructura de la sociedad: se pasó de una sociedad estamental a una sociedad de
clases, con una nueva mentalidad y una gran movilidad social.
El cambio de mentalidad.
Apareció una nueva
mentalidad (podríamos decir que una movilidad mental). La ruptura de las
relaciones económicas del Antiguo Régimen dio paso a las relaciones
capitalistas de producción, marcadas por el maquinismo, y los factores
ideológicos cambiaron. Decayó el modelo estamental, rígido y basado en el
código de honor aristocrático y el valor de la herencia de la sangre.
El enriquecimiento y, en
menor grado, el mérito intelectual fueron los nuevos indicadores del prestigio
social. Un aristócrata arruinado era menos valorado que un burgués nuevo rico
aunque este hubiera salido de la miseria (incluso cuanto más bajo sea su nivel
de partida más será admirado).
El interés por la
riqueza, la confianza en el progreso y la ciencia, la búsqueda del
conocimiento, el interés por el mundo, la extensión de la cultura y la
educación a las masas, la lucha por las libertades políticas y la igualdad,
fueron algunos de los rasgos ideológicos y culturales del siglo.
La movilidad espacial.
El cambio mental y
social fomentó también una movilidad espacial. Más que nunca antes en la
Historia las personas ya no vivieron toda su vida en el mismo lugar donde
nacieron, sino que viajaron, emigraron, desplazaron a las ciudades y a otros
países y continentes. No era un fenómeno nuevo, pero es en el siglo XIX que es
masivo: el éxodo rural a las ciudades, 40 millones de emigrantes a otros
continentes.
La movilidad social.
La movilidad social es
una de las máximas características de esta nueva sociedad: los ricos ascienden
de categoría y los pobres bajan.
Había una clase media de
pequeños y medianos agricultores, artesanos y comerciantes, que disponían de
ahorros que invirtieron en las primeras experiencias industriales,
reinvirtiendo las ganancias y en unas pocas generaciones consolidaron el
dominio de la nueva clase social, la burguesía industrial y financiera, que
gozó de amplia libertad para desarrollar sus capacidades económicas.
La aristocracia
británica no sufrió los inconvenientes de la ética continental que rechazaba el
trabajo y el comercio, y se dedicó a invertir en empresas, ganando nuevos
capitales que reinvertía.
Los campesinos
desarraigados y los artesanos arruinados por el maquinismo se convirtieron en
un creciente ejército de proletarios que trabajan en condiciones miserables en
las ciudades y las minas, con salarios ínfimos.
LAS CLASES SOCIALES.
El campesinado.
El nivel de vida en el
campo mejoró, pero a un ritmo inferior al de la ciudad. Los campesinos
disminuyeron primero relativamente a la población total y finalmente incluso en
números absolutos. El campesinado se estratificó en grupos: en la cúspide los
propietarios y arrendatarios grandes y medianos, en medio los pequeños
propietarios y arrendatarios, y abajo los jornaleros sin tierras, abocados a
trabajar por escasos salarios y condiciones penosas, que emigraban en masa a
las ciudades.
El proletariado.
La clase obrera aumentó
en número, se organizó en sindicatos y se erigió como el oponente principal de
la burguesía. Sus condiciones de vida, al principio (1780-1820) tendieron a
empeorar, sobre todo en Gran Bretaña, donde las grandes ciudades estaban
masificadas y padecían las malas viviendas y la falta de higiene y servicios
sanitarios, por lo que se multiplicaban las enfermedades (cólera, tifus…). El
estudio antropométrico de la altura media de los individuos de la población
obrera, indica su depauperación en Inglaterra durante gran parte (1800-1850) de
la primera Revolución Industrial, lo mismo que ocurrió en las revoluciones
comunistas rusa y china mucho después. Los salarios eran bajos debido a la gran
oferta de mano de obra, las guerras napoleónicas afectaron sobre todo a los
obreros, las malas cosechas subieron el precio del pan (especialmente en 1819),
los horarios eran terribles (12 a 14 horas de media diaria), no había buenas
condiciones de seguridad laboral ni seguros de invalidez, viudedad o vejez. El
trabajo infantil era generalizado, con pésimas condiciones, lo que aumentó la
mortalidad infantil.
Niños obreros en una fábrica textil hacia 1870.
Para algunos autores,
sin embargo, es posible que la situación social del proletariado mejorara en el
periodo 1820-1850, y esta mejora es ya segura en el periodo 1850-1870, gracias
a las reformas emprendidas que aseguraron la estabilidad del sistema y
redujeron la conflictividad social; por ejemplo, la Factory Act (1833) prohibió
el trabajo de los menores de 9 años y el trabajo penoso de las mujeres
embarazadas. En el resto de los países el proceso de mejora fue más lento, pero
también se generalizó durante el periodo 1870-1890, cuando se hicieron reformas
sociales para moderar el impacto de las crisis y evitar las revoluciones
violentas.
La burguesía.
La burguesía, o clase
media, se estratificó, con una gran movilidad social entre las capas: se podía
ascender por mérito y riqueza desde la pequeña hasta la alta burguesía e
incluso a la nobleza (se generalizó la concesión de títulos nobiliarios a los
grandes capitanes de empresas). Además, los hijos de los burgueses a
menudo bajaban de nivel en su juventud y emprendían un proceso de ascensión
mediante el trabajo, y renovaban continuamente las generaciones.
Mujeres de la alta burguesía de Madrid a finales del siglo XIX.
La alta burguesía
dominaba las principales empresas de la industria, la minería, el comercio, los
transportes o las finanzas, e incluso compraba las mejores tierras puestas en
el mercado, de modo que consolidó su ascensión a la cima del poder económico y
pronto a la cúspide del sistema político.
La burguesía media se
componía de medianos y pequeños empresarios, profesionales del próspero y
creciente sector de servicios (médicos, abogados, gestores, arquitectos…) y
funcionarios medios.
La pequeña burguesía,
finalmente, era la más numerosa, y la componían profesionales y empleados
públicos y privados, como capataces, fontaneros, mecánicos, artesanos o
pequeños comerciantes, que tenían unos mayores ingresos. Su presencia dio
estabilidad al sistema, puesto que tenían expectativas de subir en el escalafón
social.
La aristocracia.
La aristocracia perdió
su hegemonía política, económica y social, al pasar a manos de la burguesía las
principales actividades que permitían la acumulación de capital y quedar
estancadas sus rentas en el sector agrícola. Pero en Gran Bretaña y después en
Europa muchos nobles (y sobre todo hijos segundones de la nobleza) entraron en
las filas de la alta y mediana burguesía al participar y gestionar empresas o
conseguir puestos en la administración, lo que aseguró su supervivencia. Además
mantuvieron su influencia como ideal de modo de vida: los burgueses enriquecidos
aspiraban a ennoblecerse, a vivir en las mansiones aristocráticas del campo y
de la ciudad, a casarse con sus descendientes...
DOSIER: LA CIUDAD
INDUSTRIAL DEL SIGLO XIX.
Tranvía en la Puerta del Sol de Madrid en 1870.
Ejecución de Mompart en Barcelona en 1901.
La base de la torre Eiffel en París en 1889.
Muelles de Londres en 1900.
Los alumnos
desarrollarán un trabajo de investigación sobre la evolución de la ciudad
industrial en el siglo XIX, haciendo hincapié en los siguientes puntos: la
multiplicación del número de ciudades, su especialización en actividades
industriales, el aumento extraordinario de la población, la división espacial
de las clases sociales en barrios e incluso en los pisos de los mismos
edificios, y finalmente los problemas de hacinamiento, contaminación,
comunicaciones y servicios sociales.
LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES.
Las primeras
asociaciones obreras.
La conciencia de clase
creció entre los obreros a medida que avanzaba la Revolución Industrial. La
opresión económica y social en las fábricas y la falta de cauces de
participación política porque el voto era censatario provocó que las primeras
reivindicaciones del proletariado fueran violentas y clandestinas. La forma que
más pronto concitó la atención pública fue el ludismo, que propugnaba la quema
de las máquinas porque quitaban el sustento a los artesanos, y de las fábricas
porque se pagaba muy poco a los obreros.
Más pacífica fue la
creación de sociedades de socorros mutuos, también llamadas mutualidades, que
servían para protegerse unos a otros en casos de paro, enfermedad, accidentes o
viudedad.
El sindicalismo.
El siguiente paso fue
crear las primeras asociaciones obreras, que reunían fondos mutuos para sostenerse
en caso de huelgas. Al inicio estas asociaciones fueron ilegales por las
Combination Acts (1799-1800) en Gran Bretaña, debido a que la legislación
liberal las asimilaba a los gremios medievales y por tanto se interpretaba que
limitaban la libre competencia.
Pero en 1824 se revocó
su prohibición en Gran Bretaña y en pocos años se extendieron por las ciudades,
constituyendo así en 1830 las Trade Union, los primeros sindicatos obreros,
estructurados por federaciones de oficios, que se federaron en la Great Trade
Union en 1834. Pidieron en la llamada Carta del Pueblo (1838), que originó el
movimiento político-sindical del “cartismo” (fundía ideas del movimiento
obrero, el liberalismo y el pensamiento cristiano), los plenos derechos
políticos de reunión, asociación, manifestación, huelga y sobre todo, de
sufragio universal, como medio de conseguir mejores condiciones sociales, y
obtuvieron la jornada de diez horas (1847) e importantes reformas, sobre todo
en el periodo 1850-1870. Con el tiempo dieron origen al partido laborista
(1900) y en pocos decenios llegaron a ganar las elecciones generales.
Los socialistas utópicos.
Los primeros teóricos
socialistas son los llamados utópicos, la mayoría de los cuales fueron
franceses pero resalta la excepción del inglés Owen, tal vez el más exitoso de
todos. El comunismo tuvo un antecedente en el revolucionario francés Babeuf
(1750-1797), autor del Manifiesto de los iguales, que propugnaba una
reforma fiscal y una ley agraria comunista.
Los socialistas utópicos
se llaman así porque lo que intentaban parecía imposible de realizar. Partían
del principio de que el hombre es bueno por naturaleza y que si se le ofrece
una auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias ni egoísmos, dejará de
haber pobres y ricos, y todos los hombres serán realmente iguales. Para
conseguirlo consideraban que era preciso suprimir la propiedad privada de los
medios de producción (campos, fábricas y máquinas), los cuales debían pasar a
ser de propiedad colectiva.
Saint-Simon creía en una
sociedad de hombres iguales, con una organización social basada en las clases
productivas, en la que no habría clases y que sería igualitaria, con auténtica
igualdad de oportunidades para todos. Para conseguirlo había que aumentar el
progreso social mediante la industrialización y una nueva moral laica.
Fourier (el maestro de
otro socialista, Considérant) propugnó el falansterio, una pequeña comunidad en
la que la propiedad es colectiva, con trabajo libre, amor libre, sin matrimonio
ni familia.
Cabet defendió la
distribución de la riqueza según las necesidades de cada uno.
Proudhon, un antecedente
también del anarquismo, proponía la abolición, por medios pacíficos, de
cualquier orden coercitivo (Estado, legislación).
Louis Blanc lanzó los
Talleres Nacionales, fábricas de autogestión obrera (los trabajadores se quedan
el producto integral de su trabajo), en la revolución de 1848.
Blanqui propugnaba la
dictadura del proletariado.
El británico Robert
Owen, un rico industrial inglés, creía que el medio social conforma el carácter
humano, y fomentó con éxito en su fábrica una política social a favor de los
obreros, con mejores salarios y condiciones de trabajo, vivienda, educación y
sanidad. Propugnó extender este modelo a unas comunidades ideales (New Lamark),
pero fracasaron.
New Lamark.
El socialismo y el marxismo.
Los dos principales pensadores socialistas fueron los alemanes Marx
y Engels.
Friedrich Engels y Karl Marx.
En 1848, poco antes de
estallar la revolución en Europa, estos dos emigrados en París publicaron un
folleto titulado Manifiesto Comunista, en el que exponían los principios
de una nueva teoría socialista:
-La lucha de clases es
el motor de la Historia.
-El proletariado debe
organizarse para acabar con la burguesía.
En contraposición a los
socialistas utópicos, al marxismo se lo llamará socialismo científico, porque
parte de una realidad económica y social concreta para establecer después unas
leyes y unas reglas de conducta y acción.
Para Marx la economía es
el fundamento de la Historia y la sociedad se articula en función de las
relaciones de producción (materialismo histórico).
Marx considera que la
acumulación de capital permite la reproducción del sistema de producción
capitalista, de resultas de la plusvalía producida por los trabajadores y
apropiada y no consumida por los capitalistas. La “acumulación originaria”
inicia la destrucción de las relaciones sociales del modo de producción feudal
y precede y asegura el paso al capitalismo.
Los hombres no viven ni
actúan aislados, sino que forman grupos sociales diferentes, que siempre se han
enfrentado entre sí (lucha de clases). De la lucha entre proletariado y
burguesía debe salir la destrucción del sistema capitalista y la conquista del
Estado por parte del proletariado. El capitalismo quedará desmontado cuando
desaparezca la propiedad privada de los medios de producción. Entonces
desaparecerán las clases sociales, todos los hombres serán iguales y ya no
habrá más lucha de clases. Esto se conseguirá mediante una etapa previa de
dictadura del proletariado y cuando esto esté conseguido, el Estado podrá
desaparecer.
El marxismo alcanzó gran
difusión entre el proletariado europeo y llegó por primera vez al poder en
Rusia, mediante la revolución de 1917.
El anarquismo.
Ya un pensador inglés,
Godwin, defendió en 1793 la desaparición del Estado, la propiedad privada y el
matrimonio. Hacia 1848, algunos socialistas utópicos como Proudhon derivaron
hacia el anarquismo, teoría social y política que pretende la supresión del
Estado, otorgando una ilimitada libertad al individuo. Proudhon escribió que
“La propiedad es un robo” y fue el socialista utópico que más influyó en el
anarquismo.
Bakunin.
Su principal pensador
fue Bakunin (1814-1876), un aristócrata ruso que huyó de su destierro en
Siberia, y vivió en Francia, Italia e Inglaterra. Sus ideas básicas eran: el
ateísmo, la exaltación de la libertad del individuo, la eliminación del Estado
(y del ejército), el rechazo de toda autoridad, la necesidad de la revolución
campesina y de la revolución hecha por las masas de una manera espontánea, y de
la huelga general revolucionaria por los proletarios. La sociedad se
organizaría a base a comunas (grupos de hombres y mujeres) autónomas,
gobernadas en régimen de autogestión mediante sufragio universal (tanto
masculino como femenino), con propiedad colectiva del capital y de la tierra
pero no de la producción. Las distintas comunas podían federarse o separarse
libremente. Como los anarquistas querían suprimir el Estado, su enfrentamiento
se haría mediante la abstención absoluta de la vida política, la huelga y la
revuelta individual.
Kropotkin (1842-1921),
otro aristócrata ruso, residió en Gran Bretaña, Suiza y Francia. Fue el teórico
del anarco-comumismo, una variante más moderada en la acción política y más
atenta a la protección de la naturaleza.
Otros influyentes
pensadores anarquistas de finales del siglo XIX fueron el escritor ruso Tolstói
y los franceses Réclus y Grave.
El anarquismo se
extendió sobre todo por tres países europeos: Rusia, Italia y España, con una
fuerte base agraria. Algunos grupos anarquistas propugnaron la “propaganda por
el hecho”, mediante el terrorismo, con famosos atentados contra personalidades
políticas (Cánovas y Canalejas fueron asesinados por anarquistas) o clases
sociales determinadas (la bomba del Liceo de Barcelona en 1893 contra la alta
burguesía).
Ya en el siglo XX se
calmó la oleada terrorista y los anarcosindicalistas apoyaron los sindicatos
obreros de tendencia revolucionaria. El anarquismo desapareció como fuerza
importante en la I Guerra Mundial, salvo en España donde la CNT perduró potente
hasta 1939. Después de 1968 hubo un renacer de conceptos anarquistas como la
autogestión, el antimilitarismo, la denuncia de la arrogancia del poder, el
rechazo del consumismo, que fueron recogidos por distintos movimientos
contraculturales y de acción ciudadana para cuestionar el orden imperante.
Las Internacionales
obreras.
Marxistas y anarquistas
se unieron inicialmente en la I Asociación Internacional de Trabajadores,
llamada Primera Internacional, que difundió las ideas políticas de ambos
movimientos y la organización de partidos (el PSOE en España) y sindicatos
obreros (UGT en España). Pero se dividió en sus dos corrientes: la socialista y
la anarquista, que finalmente fue expulsada (1872), y al cabo se disolvió la
Primera Internacional (1876).
Finalmente, en 1889, los
partidos y sindicatos más importantes de Europa decidieron constituir otra
Asociación Internacional de Trabajadores, la Segunda, sin la presencia de los
anarquistas. Sus símbolos fueron el himno de la Internacional y la fiesta del
Primero de Mayo (Día de los Trabajadores).
La corriente reformista
del movimiento obrero fundió las tesis de los socialistas utópicos (sobre todo
los cartistas) y del marxismo, y ejerció la acción política a través de los partidos
obreros (laborista en Gran Bretaña, socialdemócrata en Alemania y Austria,
socialista obrero en España) y la acción reivindicativa a través de los
sindicatos. Consiguió importantes mejoras, sobre todo desde que la amenaza
revolucionaria convenció a la burguesía dominante de que había que hacer
concesiones significativas: mejoraron los salarios, los seguros sociales,
disminuyeron las horas de trabajo, etc.
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Películas.
Documentales / Vídeos.
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Landes, David S. La riqueza y la pobreza de las naciones. Crítica. Barcelona. 2008 (1998 inglés). 604 pp. Subtitulo: Por qué algunas son tan ricas y otras tan pobres. David S. Landes (1924), fue profesor de Harvard en historia económica. Su libro se centra en Reino Unido, China, India, España y Portugal, y la Revolución Industrial. A menudo es brillante en el estilo y siempre es sugerente, con amplia documentación, pero su texto está lleno de errores cronológicos y estadísticos, afirmaciones basadas en pruebas (con una buena porción de dudosas) cuidadosamente seleccionadas a favor de sus interpretaciones a priori, algunas muy manidas desde el tiempo de la Leyenda Negra. Está desgraciadamente cargado de un transparente menosprecio por los países latinos (desde Francia a Italia, pasando por una España a la que le asesta palos con gusto sádico) y la Iglesia católica, que aparecen como los grandes (¿únicos?) malvados de la Historia europea. Su determinismo y chovinismo son fanáticos: parece asombroso que la maravillosa Inglaterra, su genial hijo americano y las nobles religiones protestantes no dominen hoy el mundo entero. Pero es cierto que en el libro hay muchos puntos en los que un historiador puede concordar.
Merton, Robert K. Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII. Alianza. Madrid. 1984 (1970 inglés). 294 pp.
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Wade, Nicholas. El origen de la Revolución Industrial. “El País” (12-IX-2007) 44-45. La teoría de evolución biológica de Gregory Black.
Fagan,
Brian. Cuando la niebla de Londres mató a
12.000 personas. “El País” (23-IX-2017). El ‘smog’, una mezcla de niebla y el humo producido por el carbón, fue
una tóxica seña de identidad de la ciudad, desde principios del siglo XIX hasta
la segunda mitad del siglo XX, con episodios tan mortíferos como la niebla de
1952.
Zúmer, Carlos. Las bicis son (y fueron) para modernos. “El País” Ideas 163 (1-VII-2018). La bicicleta ayudó (y ayuda) a transformar el mundo desde la segunda mitad del siglo XIX, facilitando la libertad, la movilidad, la igualdad de la mujer, el intercambio genético (relacionaba con parejas más distantes)...
Criado,
M. Á. El hollín de las fábricas llegó al
Himalaya. “El País” (11-II-2020). Hallan en los glaciares del Himalaya
cenizas de la Revolución Industrial europea.
Rubio Hancock, Jaime. ¿Qué podemos aprender de los luditas? “El País” Ideas 452 (7-I-2024). El movimiento obrero de los luditas destruyó máquinas en el siglo XIX como respuesta a los abusos de la Revolución Industrial. Sus preocupaciones siguen latentes en la actualidad ante los abusos de la Revolución Tecnológica.
Lahoz, Use. Irlanda homenajea a sus caídos en combate contra el hambre. “El País” Semanal 2.477 (17-III-2024). The National Famine Museum recrea la famosa hambruna que en 1845-1849 mató a un millón de personas e hizo emigrar a un millón y medio. Se encuentra en la finca y la mansión del abominable terrateniente Denis Mahon, asesinado a tiros en 1847 por su cruel trato a los aparceros, que habían de escoger entre la muerte, el hospicio o la emigración asistida a cambio de ceder sus derechos a la tierra.
Criado, M. Á. La industrialización empezó en Inglaterra un siglo antes de su Revolución Industrial. “El País” (5-IV-2024). [https://elpais.com/ciencia/2024-04-04/la-industrializacion-empezo-en-inglaterra-un-siglo-antes-de-su-revolucion-industrial.html] La recopilación de millones de documentos por historiadores de la Universidad de Cambridge muestra que la agricultura había perdido su hegemonía frente a la manufactura mucho antes de la máquina de vapor hacia 1750. El cambio del mercado laboral en Inglaterra comenzó en el siglo XV, ganó velocidad en el XVII y hacia 1740 ya había más empleo en el sector secundario y en el terciario que en el primario. Incluso hubo sorprendentes retrocesos en la industrialización durante los siglos XVIII y XIX, cuando grandes zonas del sur y el este volvieron al dominio de la agricultura. El sector que más creció en el XIX y aun más después fue el terciario. El trabajo femenino e infantil fue fundamental en el XVIII y la primera mitad del XIX, pero después decreció, para recuperarse el femenino ya bien entrado el XX1. No obstante, se confirma que el gran cambio tecnológico hacia el maquinismo en Reino Unido se hizo en 1750-1850.
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