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viernes, 31 de mayo de 2013

GE UD 06. El sector secundario en España.

El sector secundario en España. 

Índice.
Introducción. El sector secundario.
La evolución histórica de la industrialización en España.
La influencia de la UE en el sector industrial español.
El uso de nuevas tecnologías en el sector industrial.
La situación actual.
Reflexiones sobre el futuro de la industria española.
Sectores.

Introducción. El sector secundario.
El sector secundario español se sustenta sobre cuatro grandes subsectores: la energía, la minería, la construcción y la industria (este a su vez dividido en más subsectores). Los cuatro, especialmente la construcción, están padeciendo los efectos de la Gran Recesión iniciada en 2007 y que ha seguido con altibajos desde entonces. fundiéndose en 2020 con la crisis sanitaria del coronavirus.

La evolución histórica de la industrialización en España.
El siglo XIX.
La industrialización de España siguió un ritmo muy lento y creció con bastante retraso con respecto a los países más desarrollados entonces, como Gran Bretaña y Francia, que habían llegado antes a la Primera Revolución Industrial.
Las causas fueron sobre todo políticas, como las guerras exteriores y civiles, la inestabilidad política y la pervivencia del Antiguo Régimen en el campo, así como la relativa carencia de capital, de tecnología, de carbón, de una burguesía emprendedora en la industria, de comunicaciones avanzadas o de una amplia demanda interna de bienes industriales, debido a la pobreza de la mayoritaria población rural.
En consecuencia, en el año 1900 sólo el 16% de la población activa española estaba empleada en el sector industrial, de forma que era un país mayoritariamente agrario (69% de la población activa). La industria se concentraba en Cataluña (textil), País Vasco (siderurgia y mecánica), Madrid y los principales núcleos urbanos.

Principios del siglo XX.
En los primeros decenios del siglo XX llegó a España la Segunda Revolución Industrial (basada en fuentes de energía como el petróleo y la electricidad, y nuevos sectores como el químico o el del automóvil), y hubo una industrialización más extensa, con un auge durante la I Guerra Mundial gracias a la demanda de los aliados. La industria española sufrió empero la Gran Depresión y hacia 1936 padecía una aguda crisis que explica en parte la Guerra Civil.

El franquismo (1939-1975).
Hubo una primera etapa (1939-1959) de estancamiento y autarquía. Desde el final de la Guerra Civil, el gobierno franquista siguió una política económica autárquica, que pretendía conseguir la completa autosuficiencia económica, de manera que España no recurriera a las importaciones extranjeras y produjera todos los artículos necesarios para el consumo interior. Para conseguirlo el gobierno español limitó las importaciones, desarrolló un fuerte proteccionismo aduanero e intervino en casi todos los sectores de la economía nacional fijando precios, salarios, volúmenes de producción e incluso creando empresas de propiedad estatal, Destacó en 1941 el Instituto Nacional de Industria (INI), que reunió 55 empresas de gran tamaño, con capital estatal, en sectores tan importantes como el  energético, siderúrgico, las telecomunicaciones, el transporte ferroviario y aéreo o la construcción naval, de modo que eran empresas públicas estatales Telefónica, Iberia, Renfe, Campsa, Seat...
Los resultados de esta política económica fueron desastrosos, puesto que la producción industrial quedó estancada, el aislamiento comercial internacional de España aumentó y también se extendieron la miseria y el hambre entre la población. Sin olvidar que, además, aumentaron los desequilibrios interregionales ya que las fábricas tendieron a concentrarse geográficamente en Vizcaya, Barcelona o Madrid, mientras que la mayor parte de España quedó desindustrializada.
La segunda etapa (1959-1975), en cambio, fue de intenso aunque desequilibrado desarrollo. En 1959, cambió por completo la estrategia económica del gobierno español ya que ese año se aprobó la ley llamada Plan de Estabilización, cuyos objetivos eran liberalizar la economía española y abrirla a los intercambios con el exterior, las inversiones extranjeras o la modernización tecnológica. Así, se ponía fin al intento anterior de autarquía económica.
El resultado fue un éxito espectacular y el crecimiento de la economía española durante la década de los 60 fue de un 10% anual, el segundo mayor del mundo después del japonés.
Al mismo tiempo el gobierno español aprobó unos planes de desarrollo para impulsar el crecimiento industrial, en los denominados Polos de Desarrollo, para estimular la localización de empresas industriales en ciudades atrasadas, gracias a importantes subvenciones estatales.
Siguió empero una grave crisis industrial (1975-1985), tras la caída del franquismo en 1975 y durante la Transición democrática. La causa es que llegaban a España los efectos de la grave crisis económica mundial iniciada hacia 1973 por el aumento de los precios del petróleo. La recesión económica mundial provocó una crisis en nuestro sector industrial, un aumento del déficit público estatal y un crecimiento espectacular del desempleo en España (en 1985 la tasa de paro era de casi el 25%). Además las empresas industriales españoles tenían importantes deficiencias internas, ya que eran poco competitivas, consumían mucho petróleo y su tecnología había quedado anticuada, al tiempo que los trabajadores reivindicaban incrementos salariales que retroalimentaban la inflación y un incremento de los costes empresariales.
A partir de 1983, el gobierno socialista emprendió una política de Reconversión Industrial que consistió en el cierre de las empresas menos competitivas y más anticuadas, intentando que las empresas que se mantuvieran en funcionamiento se modernizaran y emprendieran cambios tecnológicos para mejorar su producción. Esto conllevó más desempleo y grandes conflictos sociales pero al final consiguió la mayor parte de sus objetivos de competitividad, especialmente en los sectores automovilístico, químico y agroalimentario.

Las principales regiones industriales de España.

Mapa de la industria española.

- Regiones industriales en declive.
Se encuentran especialmente en Galicia, Asturias y Cantabria, ya que en estas regiones existían viejas fábricas industriales fundamentalmente de los sectores siderúrgico, naviero y minero que se vieron muy afectadas por la crisis iniciada hacia 1975. En todas estas regiones se perdió una gran cantidad de puestos de trabajo porque numerosas factorías poco competitivas se vieron obligadas a cerrar a causa de la caída de las ventas y los beneficios. Salvo casos concretos en ciudades como Vigo (industria del automóvil), la desindutrialización ha continuado hasta el presente, aunque a menor ritmo que en los años ochenta.

- Regiones industriales en expansión.
Se encuentran localizadas en el País Vasco, Navarra y en parte del área mediterránea, puesto que han superado la crisis anterior después de dos decenios de dificultades. El País Vasco es un gran ejemplo gracias a su competitividad tecnológica y su reto de exportar, mientras en Valencia se ha desarrollado la industria de bienes de consumo en los subsectores de fabricación de calzado, cerámica o muebles, en Murcia la industria petroquímica y la agroalimentaria han mejorado, y en Baleares resisten el el calzado y la madera.

- Regiones industriales de alta concentración.
Madrid y Barcelona son los dos núcleos más importantes por su densidad industrial y su diversificación sectorial.

- Las Zonas de Urgente Reindustrialización (Z.U.R.).
Se crearon a partir de 1983 como parte fundamental de la estrategia de reconversión y reindustrialización impulsada desde el gobierno. Los objetivos de las ZUR eran reactivar la actividad industrial en las regiones más golpeadas por la crisis, promover las inversiones, crear más puestos de trabajo y fomentar el uso de alta tecnología moderna. Los medios para conseguirlo fueron: concesión de créditos baratos a las empresas, concesión de ventajas fiscales y de subvenciones económicas para la investigación y la introducción de nuevas tecnologías.
Las ZUR se crearon en Galicia, Asturias, País Vasco, Cataluña, Madrid y Cádiz.

- Los focos industriales aislados.
En España encontramos varios enclaves industriales en medio de regiones escasamente industrializadas, con fábricas agroalimentarias, de automóviles, del naval... Esto ocurre en Aragón (Zaragoza), Castilla-León (Valladolid y Burgos), Andalucía (Sevilla, Cádiz y Huelva), Castilla-La Mancha (Toledo y Guadalajara). Algunas regiones, como Canarias, Extremadura y La Rioja, tienen muy pocas industria, reducida a las bodegas de vino, industrias cárnicas o empresas de energía.

La influencia de la UE en el sector industrial español.
El ingreso de España en la UE en 1986 ha tenido tres grandes consecuencias sobre el sector industrial español:
- Acelerar el proceso de reconversión tanto económica y tecnológica como medioambiental, al obligar a las empresas a respetar las rigurosas normas ecológicas de la UE.
- La supresión de los aranceles sobre la importación de productos fabricados en otros países de la UE ha obligado a las empresas a mejorar necesariamente su competitividad.
- Las empresas han recibido cuantiosas ayudas económicas de la UE para ayudar a financiar nuevos proyectos industriales en las zonas menos desarrolladas.

El uso de nuevas tecnologías en el sector industrial.
La introducción de la tecnología digital y microelectrónica ha modificado radicalmente los procesos de producción industrial y también ha modificado los requisitos exigidos a los trabajadores empleados en la industria. Actualmente se necesitan trabajadores muy cualificados y con conocimientos técnicos muy especializados para trabajar en las empresas informáticas, de telecomunicaciones, de robótica, de fibra óptica, de tecnología nuclear o de ingeniería genética.
Del mismo modo la incorporación de nuevas tecnologías ha hecho inevitable una mayor colaboración entre las empresas industriales y los centros de investigación científica que muchas veces mantienen vinculaciones con los centros universitarios.
La mejora tecnológica de nuestro país ha hecho posible la participación de España en proyectos internacionales de alta tecnología como la Agencia Europea del Espacio que ha lanzado satélites, el Airbus con sus aviones modernos, la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) con su acelerador de partículas…

La situación actual.
La crisis iniciada en 2007-2008 ha reducido el peso de la industria española, que en 2012 era solo el 13,3% del PIB, por debajo del 15,3% en la UE; en España se ha mantenido en el entorno del 12% a 13% hasta 2020, con pequeños altibajos como el de la crisis de la pandemia.
En 2007-2012 hubo una caída de la producción del 25%, con una destrucción de 600.000 puestos de trabajo, aunque muchas empresas lograron reconvertirse y hallar mercados exteriores, exportando sobre todo a la Unión Europa, para paliar el dramático descenso de la demanda interior. El empleo industrial se ha desplomado en España desde 2008. Las cuatro regiones con menor proporción de empleo industrial, hacia 2012, eran Canarias (5,5%), Baleares (6,6%) y Andalucía (8,3%) y Madrid (9,2%). 
En los años siguientes hasta 2019 el empleo industrial apenas comenzó a recuperarse y en 2020-2021 llegó el inesperado impacto de la crisis de la pandemia de la covid-19, que redujo la demanda de automóviles y otros bienes industriales. 
En 2021 la industria mantiene su competitividad internacional gracias a la contención e incluso descenso de los salarios, la flexibilización de la organización del trabajo y a las mejoras en la incorporación de nuevas tecnologías. Los sectores con mejores resultados son el de bienes de equipo, automóviles y material de transporte, agroalimentario y químico.

Reflexiones sobre el futuro de la industria española.
Rosa García, presidenta de Siemens en España, reflexionaba sobre el futuro de la industria española en La cuarta revolución industrial [“El País” (28-V-2013)]:
‹‹Hablar de industria es volver a los principios básicos de una economía real, que ofrece soluciones tangibles a los problemas a los que se enfrenta la sociedad cada día. Hablar de industria es aferrarnos a una tabla de salvación, que se ha mostrado muy fiable en medio de la tormenta económica que vivimos. Hablar de industria es sinónimo de innovación para conseguir hacer más por menos. Hablar de industria es, en definitiva, hablar de calidad de vida, riqueza y desarrollo económico.
Los datos son evidentes y refrendan, una vez más, la necesidad de apostar por la industria. Si nos fijamos en los países que mejor han sobrevivido a esta crisis, nos daremos cuenta de que todos ellos tienen un importante sector secundario. De los 10 países más competitivos del mundo, en cinco de ellos el peso del PIB industrial supera el 20%. A nivel mundial, la industria representa el 16% del PIB, el 70% del comercio global y origina más de las tres cuartas partes de la investigación y desarrollo en el ámbito privado. Por ello, no es de extrañar que los países con planes de crecimiento más ambiciosos estén experimentando un “Renacimiento de la industria”. El objetivo de todos ellos es conseguir una cuota industrial ligeramente por encima del 20% del PIB.
De hecho, la importancia creciente de la industria puede atribuirse a diversas características estabilizadoras y sostenibles. Constituye el punto de partida de una extensa cadena de valor que abarca desde la investigación y el desarrollo hasta servicios basados en tecnología. Este sector se considera una garantía para el crecimiento (cada dólar estadounidense en valor añadido bruto en la industria genera 1,4 dólares en valor añadido bruto en otros sectores de la economía), el empleo (por cada nuevo puesto de trabajo en la industria, se crea una media de dos empleos en otros sectores), la competitividad (los países más industrializados tienen una mayor cuota de mercado en exportaciones) y, por tanto, un factor de estabilidad para la sociedad.
A pesar de todo esto, la tercerización de la economía es evidente, como apuntan los datos del Fondo Monetario Internacional que indican que la cifra de empleados de sectores industriales se ha reducido [en la Unión Europea] desde los 62 millones en 2000 a poco más de 45 millones en 2010 y alerta que de no poner freno a esta tendencia la cifra podría llegar a menos de 40 millones en 2030.
En España, no hemos sido ajenos a esta tendencia y el peso del sector se ha reducido desde el 34% de 1970 a poco más del 15% actual. Se trata de una caída dramática a la que es necesario poner fin de manera inmediata, ya que pese a su reducido tamaño se trata del principal generador de empleo cualificado (el 85% del empleo es fijo), de I+D+i (su inversión supone el 50%) y de comercio exterior en nuestro país. El automóvil y la industria alimentaria son un buen ejemplo para analizar qué se ha hecho bien para permitir a nuestro país situarse como una referencia mundial en estos campos.
La industria se enfrenta a importantes obstáculos que lastran su capacidad de crecimiento y su productividad. En primer lugar, cabe destacar el precio de la energía, que es uno de los más caros de Europa. Debemos tener en cuenta que el precio de la electricidad ha crecido en los últimos cinco años muy por encima de la inflación, lo que supone una importante barrera de crecimiento, máxime cuando los costes energéticos pueden suponer hasta el 60% de los totales. En España, el sector consume tres veces más energía que la media de la UE, por lo que urge implantar medidas que favorezcan la eficiencia energética para garantizar una mayor competitividad de las fábricas.
La flexibilidad del mercado es un problema añadido más al que la reforma laboral parece que podría poner coto. En este sentido, es necesario articular las medidas necesarias para amoldar las jornadas laborales a los picos de trabajo y así evitar paradas innecesarias, que no hacen más que retrasar la producción y aumentar los costes. En Siemens, por ejemplo, durante los primeros años de la crisis, más de 19.000 empleados de nuestras fábricas en Alemania redujeron sus jornadas.
La formación de nuestros jóvenes es otro gran hándicap. Pese a que la calidad de los ingenieros españoles está más que contrastada es necesario seguir fomentando el interés por la formación técnica. Así, urge una reforma profunda del modelo de formación profesional para adaptarlo mucho más a las necesidades de las empresas. En este sentido, los modelos duales han mostrado su éxito, ya que unen lo mejor de las formaciones teórica y práctica y su fuerza laboral es más acorde a las necesidades reales del mercado. De hecho en los países en los que este modelo está implantado desde hace años como Alemania o Austria, las tasas de paro juvenil son mucho menores y no superan el 10%, pese a que la tasa de universitarios es mucho menor (28% contra 38,5%). Por otro lado, no debemos olvidar la importancia del inglés donde no salimos muy bien parados: en España lo habla con fluidez tres veces menos gente que en otros países más avanzados. La última propuesta del Gobierno puede ser un paso importante en este campo.
Es importante también hacer referencia al tamaño de las empresas. Los países más competitivos como Alemania, por ejemplo, tienen más empresas medianas y grandes (estas dan trabajo al 60% de los empleados frente al 40% de nuestro país). Este pequeño tamaño impide la generación de economías de escala, hace que resistan peor los shocks cíclicos, que tengan muchas más dificultades para desarrollar procesos exportadores y de I+D+i y dificulta el acceso a la financiación. Las pymes españolas se enfrentan a grandes problemas para incrementar su capital, además de que el acceso a fondos financieros sigue siendo muy complicado y a unos precios que casi duplican el pagado por algunos de nuestros competidores europeos. Es necesario tomar medidas para que dejen de aumentar sus deudas y puedan aumentar su capital.
Puede que todavía no nos hayamos dado cuenta, pero en la actualidad, estamos fabricando el futuro. La convergencia de un gran número de nuevos materiales, software más potentes, procesos más eficientes y una enorme cantidad de servicios basados en Internet está cambiando la industria, tal y como la conocemos. Algunos expertos ya se atreven a hablar de una cuarta revolución industrial debido a la magnitud de estos avances. Ya hay tecnología que puede conseguir ahorros de tiempos cercanos al 40% y del 30% en costes. Así, por ejemplo, la impresión en 3D está llamada a revolucionar el mercado industrial. Su uso ya es una realidad en la fabricación de piezas para audífonos o partes de aviones militares.
Esta revolución tendrá consecuencias reales en nuestras vidas. En primer lugar, afectará no solo a cómo se hacen las cosas, sino también dónde. Los grandes ahorros de costes de estas tecnologías no harán necesario llevar las fábricas a países lejanos, sino que obligarán a localizarlas cerca de los clientes para responder mejor y más rápido a sus necesidades. Según un estudio de Boston Consulting Group en áreas como el transporte, ordenadores y maquinaria industrial, entre el 10% y 30% de lo que Estados Unidos importa de China podría hacerlo en su país, lo que supondría un aumento de sus ingresos entre 20.000 y 55.000 millones de dólares al año.
Ahora es cuando debemos saber qué parte de la fase productiva queremos liderar y si queremos apostar por la tecnología para industria o dejar pasar el momento. En Siemens, aspiramos a marcar el camino y desde 2007 hemos invertido 4.000 millones de euros en compañías especializadas en este campo. Así, ya contamos con 17.500 ingenieros de software, de los cuales 7.500 trabajan en el sector industria.
Por último, no debemos olvidarnos del activo más importante con el que contamos y sin el que ninguno de estos cambios sería posible: las personas. A pesar de la apuesta por la tecnología, seguiremos necesitando profesionales bien cualificados para que planifiquen, controlen y desarrollen todos los procesos. Por ello, insisto en que debemos destinar una parte importante de la inversión a formación, para que nuestros equipos estén preparados para afrontar las necesidades de un mercado que cambia cada día.
Si hablar de industria es hacerlo de calidad de vida, riqueza y desarrollo económico, ¿por qué nos empeñamos en seguir evitando el debate?››

Fernando Ruiz y Gorka Briones proponían para Reindustrializar España [“El País” (15-VII-2015)].
‹‹La economía española debe reindustrializarse. Más allá de discusiones sobre la bondad de las políticas verticales, existe un consenso sobre la necesidad de un crecimiento significativo del peso del sector industrial en el PIB (3-4 puntos porcentuales), tanto por las externalidades positivas que la industria genera en el resto de la economía como por la estabilidad que proporciona a lo largo del ciclo económico. No obstante, no basta con incrementar el tamaño de la industria, sino que es necesario que se produzca una reindustrialización competitiva, esto es, que además de en tamaño la industria aumente en valor añadido y, por lo tanto, en generación de riqueza.
Históricamente, la industria española se ha enfrentado a tres problemas estructurales: el tamaño reducido de nuestras empresas industriales, unos niveles de productividad por detrás de economías de referencia y una inversión en I+D insuficiente. Consecuencia de esto, España ocupa el puesto 19 en el ranking de la ONU de competitividad industrial y el 35 en el índice de competitividad global del World Economic Forum.
En los últimos meses se han publicado estudios sobre cómo debe España afrontar el proceso de reindustrialización, existiendo un nivel de acuerdo elevado sobre las principales reformas que debe poner en marcha la Administración (mercado laboral, sector energético, modelo educativo, mercado interior…). Queda pendiente definir el papel del sector empresarial. En una economía de mercado, es necesario que las empresas industriales sean protagonistas en la estrategia de reindustrialización.
Esta reflexión estratégica debe responder a dos preguntas: dónde debe competir la industria española (en qué subsectores y en qué actividades dentro del ciclo productivo) y cómo ganar o, lo que es lo mismo, cómo superar los problemas estructurales de tamaño, productividad y falta de I+D. Comenzando por dónde competir, es necesario apostar por subsectores estratégicos como la automoción, y por industrias autóctonas de elevado potencial (cuero, calzado o confección), de alto valor añadido y en las que nuestras empresas son líderes globales.
Respecto a las actividades en que focalizarse, se debe atender a las actividades de pre y post producción como el diseño, donde España puede desarrollar una ventaja competitiva sostenible en el contexto internacional. Sobre cómo ganar, tenemos la oportunidad de hacer frente a problemas estructurales de la industria colaborando. Por ejemplo, la potenciación de clústeres, modelos colaborativos entre empresas con proximidad geográfica y afinidad sectorial, permitiría obtener economías de escala sin fusionar empresas. En cuanto a mejorar la productividad, la formación dual en la que la empresa toma un papel activo para formar a los trabajadores es altamente eficiente para potenciar el talento. Además, un enfoque colaborativo a nivel sectorial del I+D posibilitaría optimizar la inversión actual.
En resumen, España puede reindustrializarse y el sector privado debe ser protagonista del proceso. Pero para esto, debe actuar de forma proactiva, sin esperar a las reformas estructurales, colaborando y, con premura, apalancando la ventana de oportunidad que ofrece la disrupción tecnológica.››

Subsectores industriales.
Hay numerosos subsectores industriales, sometidos a un continuo proceso de competencia, cambio, innovación y maduración. Siguen varios de los subsectores más importantes.

La industria siderúrgica.
La mayor parte de las empresas de producción de acero se concentran en Asturias y el País Vasco, más algunas fábricas en Algeciras (acero inoxidable) y otros núcleos. El subsector, durante la década de 1980 atravesó por grandes dificultades como consecuencia del aumento de la competencia por parte de otros países, de modo que las industrias siderúrgicas españolas redujeron sus ventas y acumularon grandes excedentes como consecuencia del desfase entre su producción y su demanda. 
Fue necesaria la reconversión, con el cierre de las empresas menos competitivas, la disminución de puestos de trabajo y la introducción de alta tecnología para fabricar productos de más calidad con menores costes. La mayor parte del subsector está hoy en manos de la multinacional Arcelor.

La industria metalúrgica.
Las fábricas de este subsector se encuentran ubicadas especialmente en el País Vasco, Asturias, Cataluña, Valencia y Madrid. 
Distinguimos las construcciones navales, el automovilístico, el aeronáutico y el dedicado a la fabricación de bienes de equipo y maquinaria de uso industrial.
Las principales empresas automovilísticas son todas de capital extranjero, destacando Seat, que durante muchos años perteneció al INI y que en 1985 fue comprada por Volkswagen, y las fábricas de Renault, Peugeot, General Motors y Ford.
En la industria aeronáutica, la principal empresa es CASA (Construcciones Aeronáuticas S.A), integrada en Airbus, que se dedica en Sevilla a la fabricación de aviones de transporte militar.
La industria de fabricación de bienes de equipo se dedica a producir máquinas-herramienta y componentes electrónicos que posteriormente son comprados por otras empresas industriales para su utilización en el proceso de producción. El mayor problema consiste en la fuerte dependencia tecnológica de los productos y técnicas hechas en el extranjero.

La industria automovilística.
Las grandes empresas multinacionales dominan la producción de automóviles en España: Ford, General Motors, Volkswagen (SEAT), Renault, PSA-Citroen, FIAT, Mercedes, Nissan... 
En 2014 España y EE UU son los dos países cuyas exportaciones de automóviles más suben. España exportó en los siete primeros meses 24.000 millones de euros, a 120 países, aunque el 80% es a la UE.
Posteriormente, el subsector siguió siendo muy competitivo, aunque cerró la fábrica de Nissan, y ha sufrido el impacto de la crisis de la pandemia en 2020.
Las principales empresas auxiliares del automóvil en España (y de las más importantes de Europa) son Gestamp, Grupo Antolín, CIE Automotive y Ficosa, que suman la mitad de las ventas de equipos y componentes, de los que España produjo 28.000 millones de euros en 2013, con 190.949 empleos.

La industria ferroviaria.
Las empresas de industria ferroviaria más importantes cuentan con una avanzada tecnología y están concentradas en la exportación. La poderosa industria ferroviaria española facturó 4.800 millones de euros en 2012. 
Entre las empresas del sector destacan las españolas Talgo (factorías en Las Matas II y Rivabellosa) y CAF (Beasain, Zaragoza e Irún), las alemanas Siemens (Cornellá) y Vossloh (fábrica en Albuixech, Valencia), la francesa Alstom (Santa Perpètua de Mogoda) y la canadiense Bombardier Transportation, que cuenta con 740 empleados en 2013, con instalaciones en Trápaga (Vizcaya), San Sebastián de los Reyes y Alcobendas (Madrid), y talleres en Pinto (Madrid) y Sabadell (Barcelona). También hay una potente industria de señalización, con empresas como Thales, Dimetronic-Siemens, Alstom o Indra, y de construcción de infraestructuras, con empresas como FCC, Acciona, Ferrovial, ACS, OHL, Sacyr y Comsa, de gran dimensión internacional.
El sector exportó en 2012 un total de 2.800 millones de euros, el 60% de su producción. Ese año, en plena recesión, fue la segunda industria en crecimiento de las exportaciones, con un 21% más, solo superada por la industria química de productos orgánicos. Entre los factores que explican este éxito destaca la alta inversión en tecnología, la elevada formación de los 18.000 trabajadores, el éxito de imagen internacional del AVE español y la competitividad de las grandes empresas de construcción.
La competitividad de la industria ferroviaria española la prueban los recientes éxitos del llamado ‘AVE del peregrino’ de Medina a La Meca, en Arabia Saudí, el mayor contrato adjudicado a un consorcio español, con 6.700 millones de euros, o el la concesión a FCC de la construcción de una gran parte del Metro de Ryad, con casi 6.000 millones de euros. Y hay en negociación nuevos megaproyectos en Brasil, Kazajistán, Rusia, EE UU, Turquía… Antes de finales de 2013 se adjudica el corredor de alta velocidad São Paulo-Río de Janeiro, que podría elevarse a 12.000 millones de euros, pero que exige a los licitantes no haber tenido un accidente fatal en los últimos cinco años. El corredor de alta velocidad entre la capital de Kazajistán, Astaná, y la segunda ciudad del país, Almaty, tiene la ventaja para España de que Talgo ya está presente en el país. El corredor de alta velocidad que unirá Moscú y San Petersburgo en dos horas y media, está valorado en unos 14.000 millones de euros. El corredor californiano, de 1.330 kilómetros, entre Sacramento y San Diego, cuenta con un presupuesto total de 60.000 millones de euros.

La industria naval.
La industria naval española vivió su auge en los años de la década de 1960, pero las empresas entraron en crisis a partir de 1975 y muchos astilleros españoles se vieron obligados a cerrar como consecuencia de la disminución de las ventas y de la fuerte competencia internacional. Sufrió la reconversión industrial de los años 1980 y la privatización parcial de los años 1990. Por ejemplo, daba trabajo en Vigo en 1975 a 15.000 trabajadores pero en 2013 no llegaban a 5.000. En 2013 llegó otro golpe con la obligación impuesta por la UE de devolver las ayudas fiscales a la construcción naval, lo que podría costar desde unos cientos de millones de euros hasta 2.800 millones.
Los dos grandes problemas son el relativo atraso tecnológico frente a los mejores astilleros europeos y el alto costo de la mano de obra respecto a los astilleros asiáticos.
Las soluciones: una apuesta por la tecnología, la apertura del accionariado a inversores extranjeros, el apoyo a la reconversión de la flota pesquera y la especialización en buques-factoría y plataformas petrolíferas.

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            Fuentes: Empresas y Uninava. Publicado en [Gualtieri, Thomas. Los astilleros buscan su tabla de salvación. “El País” Negocios 1.448 (4-VIII-2013)  6-7. [http://economia.elpais.com/economia/2013/08/02/actualidad/1375467697_316169.html]

La industria química.
Este subsector fabrica fertilizantes, insecticidas y abonos artificiales, productos de cosmética y perfumería, plásticos, fibras textiles sintéticas, papel y productos farmacéuticos.
La empresa española más importante es Repsol, una compañía petroquímica que no solo explora y explota hidrocarburos, sino que también los refina, y que vende en numerosos países del mundo.
El subsector químico ha experimentado en los últimos años una fuerte expansión gracias a las inversiones de las multinacionales y al aumento de las exportaciones, con utilización de la alta tecnología, los más modernos avances científicos y unas plantillas preparadas y con pocos empleados.

La industria farmacéutica española es en 2020 solo el 0,2% de las empresas del país, pero genera el 2% del empleo (el directo suma 45.216 personas, de las cuales el 62% tiene título universitario), el 2,2% de las ventas, el 3,1% del valor añadido, el 4,9% de las exportaciones y el 18,7% de la inversión en I+D.


La industria de bienes de consumo.
Lo forman una multitud de empresas dedicadas a la fabricación de artículos de uso doméstico como por ejemplo ropa, calzado, muebles, cuero, cerámica, pequeños electrodomésticos, vidrio... En este sector existe mucha economía sumergida ya que abundan las empresas que actúan de forma clandestina sin pagar impuestos y contratando trabajadores sin documentos legales y consiguientemente estos empleados carecen de derechos en caso de accidente o paro, y sus años de trabajo en esta economía sumergida no se contabilizan a efectos de las pensiones de jubilación.
La mayor parte de las empresas de bienes de consumo utilizan a un gran número de empleados asalariados, su localización se encuentra en las proximidades de los grandes centros urbanos de consumo y en su mayor parte son compañías pequeñas.
En la producción textil, de muebles y de calzado sobresalen las comunidades de Cataluña y Valencia.

La industria del calzado.
Como un buen ejemplo, el subsector del calzado, dentro del de bienes de consumo, ha afrontado con éxito la reciente crisis de 2008. Ha aumentado la exportación de manera sostenida en los últimos años, beneficiada por la relocalización de varias empresas de calzado, ante la subida de los precios del calzado chino (por ejemplo, en 2000 un zapato chino tenía un 2% de coste en seguridad social y en 2012 era ya un 10%). Las exportaciones llegaron a 95 millones de pares de zapatos en 2011, con un valor de 125 millones de euros frente a los 105 millones de 2010. 
Las principales regiones productoras exportadoras de calzado español son Comunidad Valenciana (44% de la exportación), Galicia (13%), Cataluña (11%), La Rioja (8%) y Baleares (7%). 

FUENTES. 
Actualización en: Economía 3. España. Sector secundario.*

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