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miércoles, 14 de marzo de 2012

OP UD 29. La expansión de los reinos cristianos en la Península Ibérica.

OP UD 29. LA EXPANSIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. / CS 2 UD 04. FORMACIÓN Y EXPANSIÓN DE LOS REINOS PENINSULARES EN LOS SIGLOS VIII-XIII.

INTRODUCCIÓN.

1. EL NACIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESIS­TENCIA.
1.1. ORIGEN DEL REINO ASTUR-LEONÉS Y CASTILLA.
Las etapas.
Pelayo.
Alfonso I.
Alfonso II.
Expansión hacia el valle del Duero (866-930): Alfonso III.
Ocupación del valle del Duero (930-999).
Nacimiento de Castilla.
1.2. ORIGEN DE NAVARRA.
La dinastía Arista.
La dinastía Jimena.
1.3. ORIGEN DE ARAGÓN.
La dinastía Galindo.
El dominio navarro.
1.4. ORIGEN DE CATALUÑA.
La dependencia franca.
Los condes independientes

2. LA RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.
El crecimiento de la población.
Las formas jurídico-sociales de la repoblación.
La crisis islámica del siglo XI.
2.1. LAS ETAPAS DE LA RECONQUISTA.
LA OCUPACIÓN DE LOS VALLES DEL TAJO Y EBRO.
Las conquistas.
La repoblación.
LA OCUPACIÓN DE LOS CURSOS ALTOS DEL GUADIANA, TURIA Y JÚCAR.
Las conquistas.
La repoblación.
LA OCUPACIÓN DEL VALLE DEL GUADALQUIVIR, MURCIA, VALENCIA Y BALEARES.
Las conquistas.
La repoblación.
2.2. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LOS REINOS.
LEÓN Y CASTILLA.
NAVARRA.
ARAGÓN Y CATALUÑA.
Aragón.
Cataluña.
La unión catalana-aragonesa.
PORTUGAL.

Informe: Galicia y los orígenes de Portugal y Santiago de Compostela.
InformeEl Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).

INTRODUCCIÓN.
Esta UD se ciñe sólo a la época de los siglos VIII-XIII en que los reinos cristianos peninsulares se iniciaron y consolidaron (siglos VIII-X) y se expandieron hacia el sur en la denominada Reconquista (siglos XI-XIII). Se centra en el aspecto político-militar y en la repoblación. En otra UD se explican los siglos XIV-XV y se da más relevancia a los factores sociales y culturales.

Un resumen.
En los siglos VIII-XIII se conformó la misma división nacional/regional que hoy, con pocos cambios, vivimos, con las entidades de Castilla, Cataluña, País Vasco, Navarra, Galicia y Portugal, y asimismo se formaron las raíces de gran parte de la cultura, las lenguas, el paisaje agrario o el urbanismo actual.
La etapa de la Historia de la Península que se conocía tradicionalmente con el nombre de Reconquista abarcaba desde el siglo VIII al XV, pero hoy en día el concepto de Reconquista se ha reducido a la ocupación militar de la mayor parte de Al-Andalus durante los siglos XI-XIII.
Podemos señalar cuatro grandes aspectos:
- El aspecto político: los Estados ibéricos se convierten en monarquías territoriales-nacionales de carácter autoritario, con una proyección europea nítida desde el siglo XIII.
- El aspecto geográfico-demográfico: la Reconquista y la Repoblación aumentan el espacio dominado por la civilización cristiana. Hay una larga y difícil convivencia entre los tres grandes grupos religiosos de cristianos, musulmanes y judíos.
- El aspecto socio-económico: se consolida el sistema feudal como modo de producción y modelo de relaciones socio-políticas; después de siglos de decadencia, la ciudad reaparece como centro comercial e industrial, sobre todo en la Corona de Aragón, que se integra desde el siglo XIII en el circuito comercial mediterráneo.
- El aspecto cultural: la Península es a partir del siglo XI un gran foco cultural gracias a la convivencia de las tres culturas, la cristiana (la predominante al final), la musulmana y la judía; la influencia europea a través del Camino de Santiago y las órdenes monásticas de Cluny y del Císter, que difunden el arte románico y el gótico; el auge de las universidades, y el desarrollo de las lenguas romances.

1. EL NACIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESIS­TENCIA.



Tras la invasión islámica en 711 la aristocracia visigoda conservó al principio gran parte de sus territorios, mediante el vasallaje y después la conversión al Islam. Los musulma­nes, muy escasos en número al principio, basarán su poder en el sometimiento tributario de los cristianos y en la presión sobre las poblaciones del Norte, reproduciendo el modelo visigodo de luchas contra astures, cántabros y vascones. Pero parte de los cristianos se refu­gian en el Norte y comienzan a resistir, formando los embriones de los reinos cristianos, en dos núcleos geográficos, las cordilleras Cantábrica y de los Pirineos.
Por su escasa población inicial y pobre economía rural, estos núcleos realizarán durante tres siglos una política de supervivencia, con ocasionales avances hacia el sur en los momentos de debilidad omeya.

1. EL NACIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DE LOS NÚCLEOS DE RESIS­TENCIA.
1.1. ORIGEN DEL REINO ASTUR-LEONÉS Y CASTILLA.
Las etapas.
1) El nuevo reino se consolidó en una primera etapa, entre el siglo VIII y la primera mitad del IX, gracias a una gran coherencia en sus objetivos:
- Establecer un dominio sobre un territorio bien defendible tras las montañas. Pelayo salvó el primer enfrentamiento y Alfonso I trasladó a Asturias, Cantabria y Galicia la población del valle del Duero, convertido durante el siglo VIII en una amplia frontera despoblada.
- Estructurar un Estado con una clara ideología político-religiosa, que Alfonso II concretó en tres puntos: a) La teoría del continuo enfrentamiento militar con los musulmanes. b) La colonización religiosa mediante monasterios y sedes episcopales, la ruptura con Toledo y el desarrollo del Camino de Santiago. c) La monarquía hereditaria, sucesora del reino godo.
2) En una segunda etapa, entre la segunda mitad del siglo IX y principios del siglo X, comenzó la expansión hasta ocupar el norte del valle del Duero. Fue una conquista con escasa lucha militar, algo posible gracias a los problemas internos del Estado omeya (hasta h. 920) y a la presión demográfica de los valles cantábricos, demasiado poblados para vivir sólo de una economía ganadera, y a la inmigración masiva de mozárabes procedentes del sur.
La ocupación abarca unos 70.000 km²; se extiende primero por el oeste (Braga y Oporto en 881) antes que por el este, donde se atrasa unos decenios. La repoblación, dirigida por la monarquía, se consolida con nobles y monasterios terratenientes, pero también con hombres libres a los que se ofrece tierras en alodio, y ciudades que tienen fueros o estatutos jurídicos que garantizan sus libertades.
El rey García I traslada la capital de Oviedo a León para controlar mejor la nueva frontera en el sur. Con el tiempo se incrementan las diferencias entre las zonas ganadera (cordillera cantábrica) y agrícola (valle del Duero), y crece el separatismo regional en León, Galicia y Castilla.

Pelayo.
Pelayo era un noble visigodo, probablemente un espatario (un cargo de la Corte del rey), refugiado en las montañas de Asturias, que consiguió que una asamblea de astures y de godos huidos del sur lo aclamase como jefe. Organizó pronto operaciones de rapiña en el territorio dominado por los musulmanes, que fueron contestadas por una pequeña expedición ordenada por el valí Anbasa, la cual fue derrotada en una cueva del monte Sueva, que luego se llamaría Covadonga. Por lo tanto, la victoria mítica de Covadonga (718 o 722), es una victoria no tanto de los godos como de los astures, que el mito “godo” transformará luego en el inicio de la Reconquista.
Pelayo se convierte al cabo en el primer rey (718-737) del reino astur, entonces reducido a una pequeña comarca, el valle del Sella, sito en el centro de Asturias, con capital en Cangas de Onís.

Alfonso I.
Alfonso I (739-757), yerno de Pelayo e hijo del duque de Cantabria, reina en Asturias y Cantabria y comienza los ataques hacia el sur, aunque sin establecer una conquista duradera. Traslada a la zona montañosa la población del valle del Duero, que se convierte durante el siglo VIII en una frontera despoblada, un vasto territorio yermo entre el reino astur y el emirato omeya, lo que facilita un colchón protector contra sus ataques.

Alfonso II.
Tras una fase de consolidación durante varios reinados, Alfonso II el Casto (791-842) se expande hacia Galicia y aprovecha los problemas internos del emirato para atacar el valle del Duero. La capital del reino se traslada a Oviedo (808).
Un hecho fundamental de su reinado será el “descubrimiento” en 829 de la tumba del apóstol Santiago en Compostela (Galicia), que permitirá usar el mito del santo para unir a los cristianos contra los musulmanes y atraer una corriente de peregrinos europeos durante toda la Edad Media. El reino se relaciona entonces con el Imperio carolingio y por la ruta de pere­grinación entrarán dinero y técnicas agrarias, monjes y colonos franceses, nuevas ideas, el arte carolingio y luego el arte románico.
Ramiro I (842-850), tal vez el rey que ganó la mítica batalla de Clavijo (¿844?), ganada por la intercesión del apóstol Santiago como caballero cristiano, y Ordoño I (850-866) continúan la expansión hacia los vascones y los galaicos, y se expanden al Sur hacia Astorga y León. Se crea por entonces el condado de Castilla (tal vez llamada así por los castillos erigidos en su defensa), para guardar la frontera oriental.

Expansión hacia el valle del Duero (866-930): Alfonso III.
Alfonso III (866-910) empuja decisivamente la reconquista hasta el valle del Duero, desde Burgos en el Este hasta Coimbra en el Oeste. Comienza en su reinado la mitificación “goda”, asumiendo la monarquía astur, como heredera del reino visigodo de Toledo, el reto de recuperar España de los ‘moros’.
García I (910-914) establece la capital en León. Los siguientes reyes se enfrentan al amenazante poderío de los califas de Córdoba y de Almanzor. Mientras, los condes castellanos refuerzan su poder autónomo en el Este.

Ocupación del valle del Duero (930-999).
Se co­mienza a conquistar al sur del Duero, en una sucesión de victorias y derrotas, cortada a menudo por los conflictos dinásticos y las rebeliones de los nobles de la periferia. Vermudo II (982-999) sufrirá los peores ataques ante Almanzor, con el saqueo de León en 987 y de Santiago en 997.

Nacimiento de Castilla.
En el siglo X en el Este de la Meseta del Duero hay una importante repoblación gra­cias al incremento de la población autóctona y la llegada de emigrantes mozárabes desde el sur, huyendo de la presión califal. Los nobles tienen que unirse para resistir los ataques musulmanes y en el 960 Fernán González se establece como primer conde hereditario, casi independiente.



Mapa de la Península Ibérica en el siglo X.


1.2. ORIGEN DE NAVARRA.
La dinastía Arista.
Los vascones de Navarra, insumisos, con una estructura tribal y escasa población, for­maron pronto una realeza independiente, encabezada por Iñigo Arista (820-851), que pactará con los musulmanes del valle del Ebro (los Banu Quasi de Tudela) y los francos, apoderándose de Pamplona (823), que será la capital del nuevo reino (llamado de Pamplona hasta finales del siglo XII). Las conquistas son mínimas en esta etapa, ante la fuerza de los musulmanes de Tudela.

La dinastía Jimena.
En el siglo X la realeza recae en la nueva dinastía Jimena, con Sancho Garcés (905-926) y García Sánchez (926-970), que impone una mayor jerarquización política y se apoya en la Iglesia. Navarra repuebla la Rioja (922), lucha con el califato y se anexiona los condados de Aragón (970) y los condados de Sobrarbe y Ribagorza (1019).

1.3. ORIGEN DE ARAGÓN.
La dinastía Galindo.
Aragón se formó al disgregarse la Marca Hispánica, instituida por Carlomagno, en los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza,. El primero fue dominado por la familia Galin­do, los otros dos por el conde franco de Toulouse. Su población era muy escasa y su economía era ganadera, siendo los pastores quienes empujarán la reconquista hacia los pastos del Sur, chocando con la resistencia musulmana, muy fuerte en Zaragoza.
El condado de Aragón fue el principal y se inició con el conde Aznar Galíndez. En los siglos IX y X sufrió la presión omeya, navarra y franca.

El dominio navarro.
El matrimonio de la hija de Galindo II con García Sánchez de Navarra supuso la incorporación del condado aragonés al reino navarro en 970, al que también los condados de Sobrarbe y Ribagorza fueron incorporados en 1019. Los tres fueron unificados como reino de Aragón en 1035 por Ramiro al independizarse este a la muerte de su padre Sancho III de Navarra.

1.4. ORIGEN DE CATALUÑA.
La dependencia franca.
En aquella época Cataluña era sólo la parte surpirenaica del reino hispano-godo que se extendía por la Septimania hasta el Ródano. La derrota musulmana en Poitiers (732) ante Carlos Martel es seguida de un largo periodo de estabilidad en los Pirineos, en el que los francos recuperan la Septimania y ponen la frontera en los Pirineos.
Las expediciones de Carlomagno, con algunas vicisitudes, podrá tomar el Pirineo Oriental, con la toma de Gerona (785) y Barcelona (801), creando la “Marca Hispánica”, para impedir los ataques musulmanes al Languedoc, limitada a la franja de los Pirineos, la llamada Cataluña Vieja, que no llegó al Ebro. En cambio, fracasó en el Pirineo Central y Occidental, debido a que Carlomagno fue derrotado en Roncesvalles (778) por los vascones.
La Marca nunca estuvo gobernada realmente por un marqués concreto, sino por una estructura prefeudal con condes y vizcondes godos y francos, con cinco condados principales, Barcelona, Gerona, Ampurias, Rosellón y Urgell-Cerdaña, junto a otros menores.
La Iglesia franca funda monasterios que difunden la cultura y las técnicas desde el imperio carolingio, lo que explica la mayor influencia europea y la mayor presencia relativa del feudalismo en Cataluña respecto a la que hubo en los otros reinos peninsulares. Se formó así una sociedad prefeudal, pues la feudal no se consolida hasta los siglos XI-XII, polarizada en dos clases sociales:
- Los nobles, a menudo funcionarios, eran terratenientes, dueños de grandes propiedades, que fueron fueron minoritarias hasta el siglo XI.
- Los pequeños propietarios libres, que se enfeudan a los nobles para que les protejan de los ataques musulmanes. Estos hombres libres tomaban las tierras en aprisio, un derecho godo de primera ocupación que asistía a quien encontraba un bien sin dueño y lo poseía durante 30 años con un cultivo ininterrumpido, y constituían los alodios, unas pequeñas propiedades de carácter familiar.

Los condes independientes.
Durante el siglo IX crecerá la independencia de los condes catalanes, debido a la decadencia del imperio carolingio y a su necesidad de unirse ante los ataques de los mu­sulmanes desde sus bases de Lérida y Tortosa, que mantendrán invariable la frontera durante los siglo IX y X.
Wifredo I (llamado el Peloso) (870-897), hijo del conde godo Sunifredo, une los con­dados de Urgell y Cerdaña (870), Barcelona y Gerona (878), Ausona y Besalú. Ocupa así más de dos tercios del territorio catalán de entonces y obtiene la hegemonía sobre los otros conda­dos. Entre sus logros están la fundación de los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas y el impulso de la colonización, y destaca en la historia porque la Capitular de Quercy (877) le permite disponer por herencia de sus condados que reparte entre sus hijos y se inicia así la historia del condado hereditario de Barcelona.
Muy graves entonces son los ataques del emir musulmán Almanzor, quien saquea y destruye Barcelona en 985. El desastre fue enorme: la población fue asesinada o esclavizada en un amplio territorio de la Cataluña Central. Ante la falta de ayuda franca, Borrell II inde­pendiza de facto su condado, al mismo tiempo que sube al trono de Francia la nueva y al principio más débil dinastía de los Capetos (987). Poco después comienza la recuperación: miles de guerreros catalanes se alistan como mercenarios en los ejércitos islámicos y sus suel­dos traen una importante riqueza monetaria a Cataluña. La venganza llega 25 años después, cuando en 1010, una expedición catalana al mando del conde Ramón Borrell saquea Cór­doba, la capital de Al-Andalus.

2. LA RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.
El crecimiento de la población.
Aunque faltan datos precisos se supone que la población de la España cristiana hacia principios del siglo X rondaba sólo 500.000 habitantes, en claro contraste con los 7 millones de Al-Andalus. Hubo un gran crecimiento demográfico en los siglos X y XI, hasta alcanzar 1,5 millones (5/6 de ellos en León y Castilla) hacia 1100, para vivir un auténtico ‘boom’ demográfico en los siglo XII y XII y pasar a 5,5 millones hacia 1300, de ellos 4,5 millones en León y Castilla. La población musulmana bajo dominio cristiano ascendía en total a unos 700.000, con apenas el 1/10 en León y Castilla, pero se triplicaba, hasta llegar al 1/3, en la Corona de Aragón. La población judía era muy inferior, apenas unos 100.000 en total, muy repartidos.

Las formas jurídico-sociales de la repoblación.
Hasta el siglo XI la repoblación se realizó sobre zonas prácticamente vacías, por el conflicto militar con el Islam, y tuvo un carácter defensivo, consolidando las posiciones con pequeñas propiedades de hombres libres y excluyendo a los musulmanes.
En los siglos XII y XIII la reconquista militar fue tan rápida que la repoblación fue muy lenta, concentrada en las posiciones estratégicas y conviviendo con la población mu­sulmana en Extremadura, Meseta meridional, Andalucía y Valencia, lo que promovió la extensión del latifundio y la servidumbre de los campesinos.
Los monarcas organizaron el proceso de repoblación de Norte a Sur, mediante contratos con las ciudades, la nobleza, la Iglesia y las Ordenes Militares.
Al mismo tiempo, había una colonización interior que poblaba los espacios vacíos y las urbes, sobre todo gracias al flujo de inmigrantes de Francia (los francos) a lo largo del Camino de Santiago.
La población se concentraba en tres tipos de núcleos: aldea, villa y ciudad.
- La aldea reúne una población dispersa dedicada a la explotación agraria.
- La villa tiene una población más concentrada, bajo el señorío del rey, el noble o la Iglesia.
- La ciudad es el centro del poder administrativo, religioso y militar, destacando las capitales de Barcelona, León y Pamplona, y las ciudades hispano-musulmanas conquistadas como Toledo, Zaragoza, Córdoba, Sevilla y Valencia; las de la Corona de Aragón eran verdaderos núcleos comerciales e industriales, pero las de Castilla y León, excepto Sevilla, eran rurales.
En el periodo 1020-1060 en Cataluña hay un intenso proceso de feudalización: los nobles someten violentamente a vasallaje a la mayoría de los propietarios libres de los alodios, según el modelo francés. Será un rasgo distintivo respecto al modelo castellano-leonés, en el que las relaciones feudales son mucho más laxas. Además, los nobles se casi independizan de los condes catalanes, y se sublevan a menudo.

La crisis islámica del siglo XI.
A principios del siglo XI un acontecimiento político-militar cambia el equilibrio ibérico: la crisis del califato omeya de Córdoba y su división en reinos Taifas (de taifa, división) que tienen un escaso poder militar. Los nuevos Estados sufrirán la presión militar de los reinos cristianos, que irán avanzando hacia el sur e impondrán fuertes impuestos de protección (parias), que junto a las soldadas de los mercenarios en los ejércitos islámicos introducirán al Norte en la economía monetaria. El dinero permite desarrollar el comercio de objetos de lujo, las construcciones románicas, las fortalezas y, sobre todo, la creación de un poderoso ejército con caballos y armamento cuyos componentes recibirán beneficia, con lo que se difundirá el feudalismo.
Incapaces de hacer frente a la presión cristiana, los reinos Taifas serán sustituidos por dos imperios que se expanden desde el Norte de África, primero los almorávides entre finales del siglo XI y la primera mitad del XII, y después los almohades entre la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII, que contendrán durante siglo y medio la Reconquista.

2.1. LAS ETAPAS DE LA RECONQUISTA.
La repoblación se extendió por primera vez a territorios densamente ocupados por los musulmanes, lo que conllevó problemas de relaciones sociales y religiosas. Asimismo, la dificultad de conseguir colonizadores cristianos obligó a nuevas formas de reparto de las tierras, predominando los latifundios.
Podemos distinguir tres etapas en la Reconquista:
1) Una primera etapa, entre el siglo XI y la primera mitad del XII, caracterizada por la lucha con los Taifas y los almorávides, por la consolidación de los reinos occidentales (Castilla, León y Portugal) en la parte meridional del valle del Duero hasta llegar a la ocupa­ción del valle del Tajo, y en los reinos orientales por la conquista del valle del Ebro.
2) Una segunda etapa, entre la segunda mitad del siglo XII y 1212, caracterizada por la lucha con los almohades, derrotados decisivamente en Las Navas de Tolosa (1212), la más decisiva batalla de la Edad Media en España y tal vez la mayor en Europa: 100.000 cristianos contra 120.000 musulmanes. Poco después lleva a la ocupación cristiana del alto Guadiana (La Mancha) y los cursos altos del Turia y Júcar.
3) Una tercera etapa, más breve, aproximadamente entre 1229 y 1255, caracterizada por la rápida conquista del valle del Guadalquivir y Murcia por el reino ya unido de Castilla y León, del bajo Guadiana y el Algarve por Portugal, y de Valencia y Baleares por Aragón.

LA OCUPACIÓN DE LOS VALLES DEL TAJO Y EBRO.
Las conquistas.
Hacia 1040 la frontera con Al-Andalus se extiende por el río Duero desde su desembocadura en Oporto, la sierra Cameros en la Rioja cruzando el Ebro por Calahorra y pasando por el sur de los Pirineos hasta el Llobregat hasta su desembocadura en Barcelona.
La Reconquista se inicia cuando Navarra toma Calahorra (1045). Desde este momento se multiplican los ataques al Sur musulmán, con la ocupación de ciudades y castillos es­tratégicos, que rompen las comunicaciones andalusíes: Toledo (1085), que domina el valle del Tajo y la ruta del Guadalquivir-Jalón-Ebro; el castillo de Aledo, desde el que se saquea Murcia; Castellar (1091), lo que permite atacar Zaragoza; y Valencia (1000). La reacción al­morávide desde 1086 obtiene victorias espectaculares en Zalaca (1085) y Uclés (1108), pero son poco efectivas para la recuperación de territorio salvo en Valencia. El declive almorávide, patente en la derrota de Cutanda (1119), permite la ocupación, definitiva hacia 1135-1150, del valle del Tajo cuando Alfonso I de Portugal se apodera de Lisboa (1147), mientras que en el valle del Ebro el rey Alfonso I el Batallador de Aragón toma Zaragoza (1118), y más tarde Ramón Berenguer IV de Barcelona conquista el bajo Ebro, con Tortosa (1148) y Lérida (1149).

La repoblación.
Los reinos usan distintos sistemas de repoblación durante esta primera etapa.
Los reinos occidentales, Castilla, León y Portugal, ocupan la parte meridional del valle del Duero y el valle del Tajo.
Castilla y León repueblan en el valle del Duero y el Sistema Central las zonas poco habitadas y muy peligrosas hasta la conquista de Toledo. Los monarcas conceden fueros a los repobladores que se concentran en grandes términos municipales, nucleados por ciudades amuralladas que dominan amplias tierras adyacentes (los alfoz), como Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Almazán, Soria y Sepúlveda. Los repobladores son hombres libres, nobles e incluso prófugos. Son ciudades agrícolas y ganaderas que se comprometen a armar milicias concejiles para su defensa y servir en el ejército real.
La repoblación del valle del Tajo supuso por primera vez la convivencia de los cristianos con una nutrida población musulmana y judía, como en el caso de Toledo, a la que se superpuso una colonia de castellanos y francos. Después de la derrota definitiva de los almorávides aquella población originaria fue expulsada y se repoblaron las ciudades con cristianos, que disfrutaron de la concesión de fueros, como Toledo, Guadalajara, Talavera o Alcalá.
Los reinos orientales ocupan a su vez el valle del Ebro. La repoblación es muy distinta a la anterior, porque se mantuvo la mayor parte de la población musulmana, los mudéjares. Se distinguen dos tipos de repoblación urbana:
- Las ciudades del valle, en especial Zaragoza, Tudela, Lérida y Tortosa, bien protegidas por lo que consiguen una capitulación que obliga a los musulmanes a vivir en los arrabales pero a cambio mantienen sus tierras, mientras que los colonos cristianos se asientan en el centro y reciben tierras incultas.
- Los municipios de las zonas peligrosas, como Calatayud, Daroca y Belchite, a los que se conceden fueros o cartas puebla, dando más tierra a los que aportan un caballo para la defensa.
La tierra conquistada era tan extensa (50.000 km² en 40 años) que se atrajeron pobladores de todas partes y hasta se buscaron mozárabes en Andalucía, como hizo la expedición de Alfonso I en 1125.

LA OCUPACIÓN DE LOS CURSOS ALTOS DEL GUADIANA, TURIA Y JÚCAR.
Las conquistas.
Esta etapa se extendió entre 1150 y 1212, en lucha con los almohades, que con su victoria en Alarcos (1195) recuperaron la zona norte de Sierra Morena y la zona al sur de Lisboa, solo hasta su derrota definitiva en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), junto a Despeñaperros, ante una coalición de todos los reinos cristianos. Acto seguido, Portugal reconquistó el sur de Lisboa, León se mantuvo en la línea del Tajo, Castilla tomó La Mancha y Cuenca, y Aragón se apoderó de Teruel.


La repoblación.
En esta segunda etapa la repoblación de estos territorios fronterizos tan peligrosos se hizo con fuerzas militares permanentes, las Órdenes Militares, formadas por caballeros-monjes que construyeron castillos. Destacaron en Castilla las de Calatrava y Santiago, en León la de Alcántara y en Aragón la de Montesa (ya en el siglo XIV).
Estas Órdenes recibieron grandes latifundios, que explotaron una economía ganadera basada en rebaños de ovejas que proporcionaban lana para el comercio europeo.

LA OCUPACIÓN DEL VALLE DEL GUADALQUIVIR, MURCIA, VALENCIA Y BALEARES.
Las conquistas.
La tercera etapa, entre 1220 y 1260, se inició tras una breve pausa hacia 1212-1220 después de la victoria de las Navas de Tolosa, debido a la extensión de epidemias (la peste), las malas cosechas y la inestabilidad provocada por la pronta muerte de los reyes de Castilla (ya unificada con León) y Aragón y las subsiguientes regencias, pero desde 1220 el rey Fernando III en Castilla y desde 1229 Jaime I en Aragón consolidaron el poder real, lo que favoreció una rápida conquista. Castilla se apoderó del valle del Guadalquivir y Murcia, Portugal conquistó el bajo Guadiana y el Algarve, y Aragón tomó Baleares y Valencia. La superioridad militar cristiana era patente en esta época, gracias a la superioridad de las tropas nobiliarias, las Órdenes Militares, las milicias concejiles y la marina de guerra.
En Castilla-León la invasión del valle del Guadalquivir permitió la conquista sucesiva de Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y Murcia (1243-1266), esta con el apoyo aragonés, hasta quedar independiente sólo el reino musulmán de Granada, vasallo desde entonces de Castilla, a la que pagaba tributos anuales.
Portugal ocupó el valle inferior del Guadiana, el Alentejo y el Algarve, llegando a Faro en 1249.
Aragón-Cataluña ocupó primero las Baleares, comenzando por Palma de Mallorca en 1229, a la que siguió Ibiza en 1235 (Menorca quedó como vasalla todavía unos decenios); a continuación atacó la región levantina, cayendo Valencia en 1238 y el resto del territorio poco después.


Mapa de las conquistas de Jaime I en Baleares y Valencia.

La repoblación.
En esta tercera etapa las diferencias de los reinos en la repoblación se acentúan. Fue difícil en los primeros momentos por la gran extensión de las tierras conquistadas (140.000 km²) y la escasa población sobrante de los reinos triunfantes. Generalmente se mantuvo a la población musulmana y judía en las ciudades y en las zonas de regadíos de Valencia, Murcia y del Guadalquivir medio, pero hubo zonas donde fue esclavizada o exterminada como fue el caso de Baleares, o expulsada como ocurrió en el Guadalquivir bajo, donde hubo hasta 500.000 emigrantes hacia Granada, e incluso el interior de Castilla, lo que despobló enormes espacios, en los que los monarcas hicieron “repartimientos” entre los que habían participado en la conquista.

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En Andalucía, Extremadura y Murcia surgieron enormes latifundios, algunos de más de 1.000 km², propiedades de la nobleza, las Órdenes Militares (frontera de Granada), la Iglesia. Unas pocas ciudades de realengo (Sevilla, Murcia) formaron concejos con fueros para atraer repobladores a cambio de casas y tierras, en los que se exigía residir cinco años para consolidar las propiedades.
En Mallorca el “repartimiento” de todas las tierras coincidió con la casi eliminación de la población musulmana (aunque parece que muchos se convirtieron e integraron en la nueva sociedad cristiana, con nombres como Bennàssar u Homar) y se estableció una división entre grandes propietarios, muchos de ellos absentistas que vivían en la Ciutat (Palma), llamados los ciutadans, y pequeños propietarios, llamados los forans, que vivían en los pueblos.
En Valencia las tierras se dividieron entre los mudéjares y los nuevos repobladores, catalanes en las pequeñas propiedades de la costa, y aragoneses en los latifundios del interior.

2.2. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA:
LEÓN Y CASTILLA.
En el reinado de Alfonso V de León (999-1028) la decadencia de Córdoba interrumpe las razzias y aceifas (ataques de rapiña) en el Norte y posibilita los primeros avances hacia el Sur del río Duero.
Fernando I, primer rey de Castilla (1035-1065), hijo de Sancho III de Navarra, se apodera del reino de León y el valle del Mondego, y somete a tributo a va­rios reinos taifas, con lo que se activa el comercio.
La crisis sucesoria con Sancho II (1065-1072) da paso al reinado de Alfonso VI (1072-1109), que toma Toledo en 1085, hecho fundamental en la Reconquista pues era la antigua capital visigoda y le legitimaba como rey de toda España. Pero la invasión de los almorávides frena la Reconquista al vencer a los cristianos en Zalaca (1086) y Uclés (1108). Es la época de las hazañas (cantadas en el épico Poema del Mio Cid) del noble castellano Ro­drigo Díaz de Vivar (Cid Campeador) en las tierras de Levante, quien conquista Valencia (1100), aunque perdida al poco tiempo de su muerte (1102).
La reina Urraca (1109-1126) se casa con Alfonso I de Navarra y Aragón, en otro intento frustrado de unificación, que al no tener hijos comunes se interrumpe.
Alfonso VII (1126-1157) se apodera de zonas al sur del Tajo, e incluso de Almería por un tiempo (1147-1147), perdida ante la nueva invasión norteafricana de los almohades, que paralizan la Reconquista. En 1135 incluso consigue el vasallaje de la mayoría de los Estados de la Península, desde Portugal a Barcelona.
Comete un grave error al dividir nuevamente Castilla y León: en el primer reino le sucederán Sancho III (1157-1158) y Alfonso VIII (1158-1214); en la segundo reinarán Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230).
El rey leonés Fernando II (1157‑1188), hijo segundo de Alfonso VII, recibió de su padre el reino de León, mientras que Sancho III recibía Castilla. Nunca conforme con el reparto buscó la hegemonía en España. Intentó conquistar Portugal pero fracasó, y, al contrario, Alfonso I de Portugal se apoderó de varios territorios leoneses y gallegos hasta el Tratado de Pontevedra (1165). En 1158 la muerte de Sancho III le permitió intervenir en Castilla, aunque pronto fue derrotado. La expansión hacia el Sur fue detenida por los almohades, que recuperaron Alcántara y Cáceres (1174).
Tras la muerte de Fernando II, se evidenció que en su reinado había decaído el poder real por su política de repartir tierras entre la nobleza, por lo que el nuevo rey (tan sólo de 17 años), Alfonso IX, tuvo que convocar una Curia Regia extraordinaria en León, las primeras Cortes del reino de León (1188), apoyándose en los burgueses, para evitar depender en exceso de la nobleza y para que no apoyase a un hermanastro pretendiente al trono. Una serie de decretos protegieron a las personas y bienes contra cualquier abuso de poder (generalmente ocasionado por la nobleza) y el rey se obligó a consultar a los tres estamentos antes de declarar una guerra.

El rey castellano Alfonso VIII (1158-1214) lucha con los almohades, con alternativas de victorias y derrotas, hasta que en Las Navas de Tolosa (1212), una gran coalición cristiana los derrota definitivamente.
Fernando III el Santo (1217-1252) reunifica definitivamente por matrimonio Castilla y León (1230) y al llegar a la mayoría de edad reemprende la reconquista en Andalucía, hasta quedar sólo el reino musulmán de Granada, vasallo de Castilla.
Alfonso X el Sabio (1252-1284), consolida la expansión territorial (conquista los reinos vasallos de Murcia y Niebla), económica (funda la Mesta en 1273, para fomentar la ganadería) y cultural. Pero fracasa en su candidatura como emperador del Sacro Imperio Germánico, a la que tenía derechos hereditarios. Al acabar su reinado el reino sufre conflictos internos. Destacan entre sus obras culturales las Escuelas de Traductores de Toledo y Sevilla, con equipos de eruditos que traducían textos del latín, árabe y castellano entre sí; los códigos jurídicos del Fuero Real y de las Siete Partidas; y la Crónica General, una magna historia de España, escrita en castellano.

NAVARRA.
La influencia navarra será determinante en España a principios del siglo XI. Sancho III de Navarra (1000-1035) en sus últimos años unifica temporalmente Navarra, Aragón, Castilla y León. Pero la división del reino entre sus hijos supuso perder una oportunidad histórica para unir pronto las fuerzas de la Reconquista y encierra a los navarros entre cas­tellanos y aragoneses, que cortan sus vías de expansión hacia el Ebro y la Meseta castellana, pese a la conquista de Calahorra en 1045.
En 1076 Navarra es dividida entre sus vecinos. Castilla se anexiona los disputados territorios del País Vasco y la Rioja, mientras que Alfonso I de Aragón se queda con Navarra y se vuelca hacia el valle del Ebro e intenta una unión dinástica con Castilla gracias a su boda con Urraca, que fracasa por la falta de hijos.
A su muerte en 1134 comienza la decadencia, hasta que a la muerte de Sancho VII (1234) el reino pasa con Teobaldo a la dinastía francesa de Champaña (1234-1309).

ARAGÓN Y CATALUÑA.
Aragón.
Alfonso I el Batallador de Navarra y Aragón, casado con Urraca de Castilla en un intento frustrado de unificación, realiza una amplia expansión por el valle del Ebro, conquistando Zaragoza (1118). A su muerte dona el reino a la Iglesia, pero su hermano Ramiro II es reconocido como rey y más tarde casará a su hija Petronila con el conde de Barcelona, logrando asentar el futuro del reino.

Cataluña.
En el siglo XI, Ramón Borrell I, conde de Barcelona, acuña ya moneda propia y goza de una práctica independencia respecto a Francia. En este siglo se consolida el Estado feudal.

La unión catalana-aragonesa.
La unión dinástica del reino de Aragón (Petronila, hija del rey Ramiro II de Aragón) y el condado de Barcelona (Ramón Berenguer IV), forma la segunda gran potencia peninsular junto a Castilla-León.
La Corona de Aragón se expandirá en un doble dirección, hacia el Sistema Ibérico y el sur de Cataluña, de forma muy lenta, con la conquista de Tarragona, Lérida (1148) y Tor­tosa (1149), y hacia el Norte (la Occitania en el sur de Francia), con la anexión mediante matrimonios y pactos de vasallaje de Foix, Montpellier, Provenza, Carcasona, Narbona... con lo que se forma un amplio “reino ultrapirenaico” en el Languedoc y la Provenza, pero esto se pierde cuando estalla la crisis religiosa de los albigenses y Pedro II (1196-1213) es derrotado y muerto en Muret, por los cruzados.
Jaime I el Conquistador (1213-1276), tras su minoría de edad (en la que se convocan Cortes por primera vez, en 1217), sigue la expansión y emprende la conquista de las islas Baleares: Mallorca (1229), Ibiza (1235), vasallaje de Menorca (conquista en 1284), y de Valencia en 1232-1245, llevando la frontera hasta Alicante, en tres fases: Peñíscola y el Maestrazgo (1232), la ciudad de Valencia y la línea del Júcar (1238) y la zona sur de Denia-Biar (1243-1253), venciendo una rebelión musulmana en 1248. Firma los tratados de Almizra (1244), que otorga Murcia a Castilla, y de Corbeil (1258), que reconoce a Francia el dominio sobre Occitania a cambio de la definitiva independencia catalana y unos pocos territorios ul­trapirenaicos: Rosellón, Cerdaña, Conflent y Montpellier. Fomenta el comercio marítimo, promocionando la institución del Consolat de Mar.
Imbuido del sentido patrimonial dinástico, divide el reino entre sus dos hijos, Pedro III de Aragón y Jaime II de Mallorca, que reina en las islas Baleares, Rosellón, Cerdaña, Conflent y Montpellier.
Pedro III inicia la expansión territorial y comercial por el Mediterráneo, con la con­quista de Sicilia (1282), tras las Vísperas Sicilianas, en base a los derechos sucesorios de su esposa Constanza. Sicilia será gobernada por otra rama de la dinastía catalana-aragonesa entre 1295 y 1409, volviendo entonces a la rama principal por el matrimonio (1391) de María y Martín el Humano y la muerte de este.

PORTUGAL.
En 1114 el condado de Portugal se separa con Alfonso Enríquez, que toma Lisboa (1148) y se proclama rey de Portugal.
El reino se expandirá lentamente hacia el sur y mantendrá un equilibrio de poder con los reinos españoles. La reconquista termina con la toma del Algarve por Alfonso III (1248-1278).

Informe: Galicia y los orígenes de Portugal y Santiago de Compostela.
El poema Ora Maritima, en trímetros yámbicos, de Festo Rufo Avieno (hacia 390 d.C.) incorpora un periplo griego del siglo IV aC, que nos permite conocer que hacia el siglo VI aC los celtas de la cultura de Hallstatt invadieron Galicia y expulsaron a los oestrimnios, que se dedicaban al comercio con las islas británicas, en donde se establecerían seguramente en su huida. El periplo afirma que los oestrimnios fueron ahuyentados por una invasión de serpientes (casi seguro un pueblo que tenía este tótem animal). La región se denominó Ofiusa por este motivo y sus habitantes eran los sefes, adoradores de la serpiente.
Los romanos dominaron la Gallaecia tras duras y largas luchas y la romanización fue muy lenta, debida realmente a la cristianización. Para conocer cómo se hizo ésta podemos acudir a Beda el Venerable (673‑735), que en su Historia ecclesiastica gentis Anglorum (I, 30) comenta que Gregorio Magno aconsejó en una carta a los evangelizadores de Inglaterra destruir los ídolos paganos, pero no sus lugares sagrados, los “fana”, sino aprovecharlos como lugar para los templos cristianos, purificándolos con agua bendita, aprovechando así la familiaridad de los neófitos a los antiguos lugares de culto, como se hizo también con numerosas fiestas paganas, que fueron apropiadas para festejar santos y celebraciones cristianos. La evangelización se apoyó en el mito de la llegada del apóstol Santiago el Mayor con tal fin y de su entierro en un castro celta abandonado. Santiago era llamado el “Hijo del Trueno” hacia el siglo IV, sustituyendo a otro culto local.
Se establecieron tres diócesis: Lugo, Braga y Britonia (Santa María de Britones, cerca de Mondoñedo); la última fundada por los refugiados britanos de Inglaterra cuando la invadieron los anglosajones.
Los bárbaros suevos invadieron la península ibérica y ocuparon Galicia. Sus primeros reyes fueron arrianos, hasta que se convirtieron al cristianismo hacia 550. Los suevos desarrollaron una liturgia propia, que luego sería adoptada por los visigodos que conquistaron Galicia un siglo después, y llamada mozárabe en el siglo X.
Los musulmanes conquistaron y abandonaron pronto la región y hacia el 813 el descubrimiento en Compostela de la tumba de Santiago impulsó la creación de una ciudad, con una incipiente y próspera burguesía gracias al impulso de las crecientes peregrinaciones, en una época en la que viajar a Roma o Jerusalén era costoso y peligroso, aparte de inconveniente políticamente para los poderes periféricos de Europa.

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Los ataques de los piratas normandos provocaron que la diócesis de Iria se estableciera en Compostela, que en agosto de 997 fue destruida por Almanzor.
Compostela restableció su prosperidad y poder en la primera mitad del siglo XI, convertida en la tercera ciudad del cristianismo. Parecía que debía aspirar a convertirse en capital de un estado independiente e intentó someter a la diócesis de Braga, pero sólo consiguió que ésta se independizará, lo que a la postre favoreció el nacimiento de Portugal.
La pugna con la Orden de Cluny, apoyada por el papa Gregorio VII y la Iglesia castellana, marcó el periodo de Diego Peláez, obispo de Iria-Compostela desde 1071 a 1083, que intentó constituir un Estado independiente en Galicia, con el apoyo del normando Guillermo el Conquistador. La reacción del Papa fue la excomunión de los prelados compostelanos. Pese a esto se construyeron poderosas murallas (hoy desaparecidas) y se comenzaron importantes obras en la catedral.
Diego Gelmírez (1065-1140) fue elegido obispo de Compostela (1100), y aceptó la influencia cluniacense y castellana, para congraciarse con Roma y alcanzar sus objetivos independistas. Así fue investido por Alfonso VI con el señorío episcopal de Compostela, mientras el rey nombraba gobernador de Galicia a su yerno Raimundo de Borgoña, que muy pronto se alió con el partido de la diócesis de Braga, convirtiéndose en cabeza de la monarquía portuguesa. Aceptaba asimismo el rito gregoriano o romano, abandonaba el mozárabe y fundaba la primera escuela episcopal, germen de la futura universidad.
El ambicioso Gelmírez, al ser derrotado el rey en la batalla de Uclés (mayo de 1108) acudió con sus huestes a Toledo para rechazar a los almorávides y arrancar del monarca el derecho de acuñar moneda, el único del reino castellano-leonés. En 1110 un sector de la clerecía y de la nobleza de Galicia, dirigido por Pedro Froilaz, conde de Traba, trató de instaurar en Galicia la soberanía de Alfonso Raimúndez, frente a su madre Urraca y a su padre Alfonso I el Batallador. El prelado se pasó al lado del príncipe Alfonso, al que coronó rey en Santiago (1111), pero hubo de huir de la ciudad ante las tropas de Urraca (1115). Más tarde, en Sahagún (1116), el prelado pudo llegar a un acuerdo con la reina. En recompensa, las tropas reales restablecieron a Gelmírez en su señorío a pesar de la rebelión de los ciudadanos de Santiago (1116-1117), en una de las feroces luchas del obispo contra la burguesía emergente, a la que aplastó, con su consecuente anquilosamiento social y económico.
La Historia Compostelana”, escrita contra los rebeldes es un notable testimonio  de la rebelión. La Hermandad de Santiago la componían clérigos (incluso canónigos), comerciantes y artesanos y la dirigían los patricios de la ciudad. Su programa era revolucionario: autonomía, menos impuestos y elección democrática de los cargos. Intentaron atraer a Urraca a su bando pero ésta les tenía miedo por su radicalismo. Se dividieron en dos partidos y los moderados pactaron con el obispo, que al regresar desterró a cien revoltosos y recuperó todo su poder.
En 1120 Gelmírez obtuvo la dignidad de arzobispo y consiguió que la reina le diera el gobierno y señorío de Galicia, desplazando del poder al príncipe Alfonso y sus partidarios, que fueron derrotados en la batalla de Tabeiros (1120). En 1121, junto a tropas reales, expulsó a los invasores portugueses de Tuy y Orense y, a continuación, obtuvo la exención de los deberes feudales del auxilium y consilium. Convertido de hecho en el auténtico soberano de Galicia, un intento en 1122 de Urraca de quebrantar su poder fracasó. A la muerte de la reina, su sucesor Alfonso VII le reconoció su autoridad nombrándole canciller real, cargo que mantuvo hasta su muerte en 1140. Pero poco antes, había sofocado una nueva revuelta de los burgueses de Santiago (1136), y en 1139 había visto como Alfonso Enríquez confirmaba sobre los musulmanes en la batalla de Ourique la independencia de Portugal (y de la diócesis de Braga), titulándose después rey. Esto aislaba a Galicia en un extremo de la Península, lejos de la futura expansión territorial hacia el sur, en el preciso momento en que en Galicia la prosperidad artística, cultural y económica era mayor. Con el tiempo se quedaría en simple centro de peregrinaje, famoso pero sin influencia política.
Cuando el Maestro Mateo acabó su trabajo en la catedral de Santiago de Compostela reinaba Fernando II de León (que murió el 22 de agosto de 1188 y fue enterrado en Santiago) y era obispo Pedro Muñiz el “Nigromante”, uno de los grandes personajes de la época, que deseaba recuperar el poder de su antecesor Gelmírez.

Informe: El Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).

El Beato, nacido probablemente hacia el 730, huyó de Córdoba hacia el 770 debido a la creciente presión musulmana y se refugió en un monasterio cántabro hoy conocido como Santo Toribio de Liébana, que estaba en una zona bajo el dominio cristiano del reino de Asturias pero bajo la férula eclesiástica del arzobispo de Toledo, Elipando (717-805), primado de España, que tenía su sede en una zona dominada por el emir cordobés. 

El Beato se rebeló pronto contra su jefe porque este, para congraciarse con los musulmanes, aceptó la doctrina del adopcionismo (surgido en el siglo II y con variantes tan difundidas como el arrianismo de los visigodos), que sostenía que Jesucristo era un ser humano, hijo adoptivo de Dios, lo que impugnaba dos ideas fundamentales de la ortodoxia, la divinidad de Cristo y su resurrección. El Beato, apoyado entre otros por el obispo de Osma, Eterio, y por la reina de Asturias, Adosinda, en una pugna que también rompía el control de la Iglesia cristiana en la zona musulmana sobre la del norte de España, escribió entonces sus Comentarios al Apocalipsis de San Juan, en un latín vulgar y con una argumentación teológica bastante farragosa, pero los acompañó con acierto con una iconografía religiosa muy atractiva, de figuras rotundas y muy coloristas, probablemente con la ayuda de ilustradores del scriptorium del propio monasterio. 

Se hicieron numerosas copias del libro original, que llegaron a las cortes del papa y a Carlomagno, y les llevaron a condenar en 794 en el concilio de Fráncfort la herejía del adopcionismo de Elipando. El éxito editorial del Beato de Liébana fue enorme por sus imágenes, que fueron evolucionando porque los sucesivos copistas las adaptaban al gusto de cada época. Se ha perdido el original, pero se conservan varias de sus copias.


BIBLIOGRAFÍA.
Documentales.
Serie Memoria de España. RTVE. [www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/]: La península de los cinco reinos.

Libros.
Barbero, Abilio; Vigil, Marcelo. La formación del feudalismo en la Península Ibérica. Crítica. Barcelona. 1878. 437 pp.
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Gautier-Dalché, J. Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII). Siglo XXI. Madrid. 1979. 471 pp.
Lacarra, José María. Aragón en el pasado. Espasa-Calpe. Madrid. 1972. 227 pp.
Lacarra, José María Historia del Reino de Navarra en la Edad Media. CAN. Pamplona. 2000. 570 pp.
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Sayas Abengoechea, Juan José; García Moreno, Luis A. Romanismo y germanismo. El despertar de los pueblos hispánicos (siglos IV-X). 1982. 552 pp. García Moreno, Luis A. Las invasiones y la época visigoda. Reinos y condados cristianos, 245-489. Vol. II. en Tuñón de Lara, Manuel (dir.). Historia de España Labor. Labor. Barcelona. 1980. 14 vols.
Suárez Fernández, Luis. Historia de España. Edad Media. Gredos. Madrid. 1970. 729 pp.
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Valdeón, Julio. La Alta Edad Media. Anaya. Madrid. 1988. 96 pp.
Vara, Carlos. Las Navas de Tolosa. Edhasa. Barcelona. 2012. 448 pp.

Artículos. Orden cronológico.
Manzano, Eduardo. La batalla de Covadonga: mitos y hechos. “El País” (20-IV-2015).
Olaya, Vicente G. Un rey con dos tumbas. “El País” (5-X-2018). El debate sobre la sepultura en Nájera o León del último rey asturleonés, Bermudo III, nacido en 1017 y rey desde 1028 hasta su muerte en la batalla de Tamarón (1037) contra Fernando I. [https://es.wikipedia.org/wiki/Bermudo_III_de_León]
Olaya, Vicente G. Así murió Bermudo III, el último rey asturleonés. “El País” (15-X-2018). Los forenses que analizaron el cuerpo determinaron que una lanza le entró por el ojo derecho, le reventó la órbita ocular y le arrancó el maxilar superior.
Olaya, V. G.  Los últimos defensores de Alarcos. “El País” (27-III-2019). La Universidad de Castilla-La Mancha exhuma los restos de 200 soldados castellanos muertos frente a las tropas almohades en 1195 y que permitieron la salvación de Alfonso VIII.
Olaya, V. G. Mil años de mentiras sobre Numancia. “El País” (11-VII-2019). Un estudio demuestra que Zamora diseñó un plan y falsificó pruebas para hacerse pasar durante siglos por la Numancia celtíbera con el fin de conseguir ser sede episcopal.
Olaya, V. G. Once cuerpos ocultos dentro de la muralla. “El País” (6-X-2020). La pérdida de una inscripción en piedra del siglo XII en la Real Academia de la Historia impide resolver qué rey ordenó cubrir con sillares una necrópolis en la soriana Almazán.

Montañés, J. Á. Un esclavo con grilletes en la Barcelona medieval. “El País” (16-XII-2021). Hallado el esqueleto de un esclavo musulmán de h. 1100, con marcas de prisionero.

Olaya, V. G. Cuando el castillo de Alfonso III dominaba la ría de Avilés. “El País” (9-II-2022). Un equipo multidisciplinar reconstruye digitalmente la fortaleza medieval de Gauzón, que defendió Asturias de los vikingos y donde se elaboró la Cruz de la Victoria en el 908.

Olaya, V. G. Un doble asesinato durante la Guerra Civil saca a la luz un monasterio medieval en Zaragoza. “El País” (22-VI-2022). La búsqueda de los cuerpos de dos jóvenes tiroteadas por los falangistas permite hallar un importante cenobio, una tumba visigoda y una colección de monedas del siglo XI.

Álvarez Junco, J. La Reconquista. “El País” (27-I-2019). Aclara los mitos nacionalistas sobre la ‘Reconquista’ en la Edad Media.


Fuentes: El Beato de Liébana contra el adopcionismo (siglo VIII).

[https://es.wikipedia.org/wiki/Adopcionismo]

Peridis. El cantar de Liébana. Espasa. 2023. 480 pp. Novela. Entrevista de Morales, Manuel. José María Pérez ‘Peridis’ / Arquitecto, viñetista y escritor. “La Edad Media vuelve siempre, está en la guerra de Ucrania y en la covid”. “El País” (27-II-2023). [https://elpais.com/cultura/2023-02-27/peridis-la-edad-media-vuelve-siempre-esta-en-la-guerra-de-ucrania-en-el-covid.html] Resume la historia y la importancia teológica y artística del Beato de Liébana desde el siglo VIII.

 

PROGRAMACIÓN.
LA EXPANSIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.
UBICACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 2. Sociedades históricas y cambio en el tiempo. Bloque 4. Sociedades históricas. Núcleo 3. Las sociedades medievales.
- Al-Andalus y los reinos cristianos en la Península y otros territorios españoles actuales. Religiones y culturas cristiana, islámica y judaica en la España medieval.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Relación con el tema de la Educación para la Paz y de Educación Moral y Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Documental de motivación. Diálogo para evaluación previa. Exposición del profesor.
2ª Exposición del profesor. Cuestiones.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, mapas y comentarios de textos.
4ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; Comentarios de textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
Definir los términos relacionados con la Reconquista.
Sintetizar la evolución de la Reconquista.
Analizar las instituciones.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
La Reconquista.
Los reinos cristianos.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información: realización de esquemas del tema; análisis de mapas, gráficos, textos.
Explicación multicausal de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y curiosidad científica.
Tolerancia y solidaridad.
Valorar las culturas medievales.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un texto sobre la Reconquista, preparando las actividades del grupo.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realizar esquemas sobre los apartados de la UD.
Realización de una línea de tiempo sobre el proceso.
Realizar un mapa sobre el proceso.
Comentarios de textos sobre teorías del feudalismo, la evolución de las instituciones...
Debate de grupo y síntesis sobre la Reconquista: sus causas e implicaciones.
C) INDIVIDUALES.
Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las actividades grupales.
Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones buscando la respuesta en fuentes de textos, manuales, enciclopedias..., en horario fuera de clase, y con diálogo en grupo en clase.
RECURSOS.
Documentales, La vida al camp a l'època del gòtic, 15 minutos. El feudalisme, 13 minutos. La vida a la ciutat, 14 minutos. Serveis de Cultura Popular. Se refiere a Cataluña en la Baja Edad Media, con un interesante repaso sobre los inicios del feudalismo y la economía señorial.
Presentación digital y con mapas.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos para comentarios.
Cuadernos de apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua. Se hará especial hincapié en que se comprendan las relaciones entre los reinos hispánicos.
Examen incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de recuperación (junto a las otras UD).

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Basta ya de tergiversar la Historia medieval de la Corona de ARAGON en pro de construir una historia acorde a la moda política actual del independentismo catalán.
Asi, es incomprensible ver como una y otra vez se inculca aquello de "union catalano-aragonesa" o como aparece en este tema "la dinastia catalana-aragonesa", cuando hisotircamente podemos afirmar que los condados catalanes SIEMPRE fueron dependientes del Rey de Aragon, que se intitulaba como tal y no como rey de Cataluña, figura historica que nunca ha existido y que por mas que se manipule la Historia no existira para desilusion y enfado de los independentistas.

¿Y que ocurre con las entidades actuales que mencionas ya nada mas comenzar en el resumen? Nuevamente te recuerdo que Cataluña nunca fue un territorio independiente, siempre estuvo bajo el dominio del rey de Aragon y siendo un territorio mas de dicha Corona. Por eso me extraña que menciones algunas de las entidades "heredadas" de ese pasado medieval (como Castilla) y ni siquiera menciones a la segunda en importancia como fue la Corona de ARAGON y su sucesora natural, la comunidad autonoma actual con el mismo nombre.

Espero que entiendas mis critcas, pero es que ya basta de manipular la Historia.
¿esto es lo que queremos enseñar a nuestros alumnos??

Jairo Romanos. Profesor de Historia.

Antonio Boix Pons dijo...

Un saludo.
Advierto que vive usted con pasión el tema de la historia medieval de las instituciones catalanas y de la Corona de Aragón, pero sospecho que no ha seguido (o aprovechado) los estudios reglados de Historia, porque sus afirmaciones son infundadas. Por el contrario, es indudable que Cataluña, en la forma jurídica de Condado de Barcelona, fue independiente desde finales del siglo X (hay consenso en la fecha de 987) y se integró en la Corona de Aragón en 1137, mediante una unión dinástica, no una fusión. A la dinastía se la ha llamado desde entonces Casa de Aragón o Casa de Barcelona, según los autores, y se acepta el término "catalana-aragonesa" y títulos como rei-comte o comte-rei, entre otros, pero no el de rey de Cataluña. En los siglos siguientes Cataluña jamás fue posesión de Aragón, sino que el rey de Aragón lo era también de Valencia y Mallorca, entre otros reinos, y en Cataluña (desde el siglo XIV se utiliza el término Principado de Cataluña) era solo conde de Barcelona. Por ejemplo, Carlos de Habsburgo fue Carlos I como rey de Castilla y Aragón entre otros reinos, Carlos V como emperador alemán, y, en cambio, fue archiduque de Austria, duque de Borgoña, conde soberano de Barcelona (lo mismo que de Flandes o Brabante). A nadie se le ocurrió llamarle rey de Austria, por ejemplo.
Añado que esta unidad didáctica no es propaganda catalanista ni independentista sino un resumen de datos sobre los que hay un amplio consenso historiográfico, salvo el de pseudohistoriadores que consideran, en un extremo, que la lengua catalana no existe o no merece existir, y en el otro lado, que los catalanes descubrieron América o la penicilina, y escribieron El Quijote. El fanatismo y la ciencia de la Historia son irreconciliables, así que me atrevo a sugerirle que revise sus datos y busque la verdad histórica en fuentes más fiables que las que ha conocido hasta hoy.
Atentamente, Antonio Boix.

Anónimo dijo...

En primer lugar tengo que felicitarle por el tema realizado. Me ha sido de enorme ayuda.

Le escribo ya que quisiera saber su punto de vista sobre el debate historiográfico en relación al término Reconquista.

Algunos autores, consideran a los reinos cristianos herederos hispanovisigodos y por tanto legitiman la utilización de este término.
Por el contrario, otros autores defienden la inexistencia de una relación entre los núcleos cristianos del norte y los derrotados visigodos e interpretan la guerra de los cristianos como una lucha por su supervivencia y no como un afán de reconquistar el territorio perdido. ¿Cuál es su visión al respecto?

Por otro lado, ¿cree usted que se ha intentado politizar por una parte de la historiografía española?. Es decir, vender la historia medieval de España como una lucha entre los cristianos, auténticos habitantes de la península, contra los invasores musulmanes(obviando que vivieron aquí durante siglos)

Gracias de antemano y un saludo.

Antonio Boix Pons dijo...

La Reconquista es un término sobre el que existe bastante consenso y en general, aunque siempre hay matices en la visión de cada historiador, estoy de acuerdo con el artículo publicado en [https://es.wikipedia.org/wiki/Reconquista], que recopila distintos puntos de vista.
En cuanto al segundo punto, estoy de acuerdo con las tesis del profesor Lomax. Desde un punto de vista estrictamente jurídico es evidente que los reinos cristianos del norte fueron Estados exnovo y no sucesores de iure del reino de Toledo, pero lo esencial es que los ideólogos de entonces, los cronistas y autores de las fuentes que nos han llegado ya en etapas muy tempranas (los textos de los siglos VIII-IX son inequívocos), los consideraban indiscutibles herederos del reino hispanovisigodo, así como que las instituciones creadoras de derecho (concilios eclesiásticos y cortes reales) afirmaron esa herencia y fue reconocida así por el Papa, el Imperio y otros Estados, incluidos los islámicos de Al-Andalus. Por lo tanto los historiadores posteriores pudieron legítimamente continuar reivindicando esa conexión y utilizar el término Reconquista.
Los autores que defienden la inexistencia de una relación entre los núcleos cristianos del norte y los derrotados visigodos en general no ignoran que hubo importantes grupos de población y de la élite visigoda que se refugiaron en el norte, sino que reducen su importancia y asumen que fueron subsumidos en la mayoritaria población local y así perdieron su identidad goda, en una especia de tabula rasa social y política. Mi interpretación, por el contrario, siguiendo a los historiadores de mayor prestigio, es que los refugiados godos aportaron en Asturias la imprescindible superestructura política que dio origen al reino astur-leonés, y que en la zona pirenaica que posteriormente sería el germen de Cataluña incluso hubo un efímero y postrer reino godo que resistió unos años la embestida islámica. Por lo tanto, hubo una continuidad que dio pie a posteriores reivindicaciones.
En cuanto a la cuestión de si los Estados cristianos luchaban por su supervivencia o querían reconquistar el territorio perdido, mi respuesta es que ambas tesis son inseparables. Pronto los gobernantes cristianos comprendieron que si querían consolidar su dominio y sobrevivir, debían obtener un poder militar y económico, más una legitimación jurídica e ideológica, que solo podían llegar si asumían la dirección de la lucha contra el “infiel”, la reconquista territorial y la defensa de los derechos de los cristianos sometidos al islam.
Y respecto a la politización del tema por parte de la historiografía española es evidente que comenzó ya en el siglo VIII, pero no olvidemos que lo mismo hizo la muy abundante historiografía cristiana europea y también la islámica sobre este mismo tema. Pretender que los historiadores medievales, estrechamente dependientes casi siempre de sus superiores eclesiásticos, nobiliarios o reales, fueran absolutamente objetivos sería una ingenuidad. La cuestión que nos interesa a la mayoría es más bien descubrir los datos fiables entre la numerosa información sesgada que no han legado. Un ejemplo es el mito de Covadonga.
Por último, quiero expresar mi simpatía por el ideal de una convivencia medieval (y actual) entre todas las religiones y culturas, pero como historiadores solo podemos analizar lo que realmente ocurrió y aprender de esas enseñanzas para el presente y el futuro.

Anónimo dijo...

Gracias por la rapidez en su respuesta.

Totalmente de acuerdo con su exposición. Y sobre todo, en lo referente a la convivencia. Creo que esa es la lección que debemos aprender.

Un saludo

Anónimo dijo...

Perdone pero, ¿la batalla de Clavijo no fue en tiempos de Ramiro I?

Antonio Boix Pons dijo...

Un saludo.
Gracias por su acotación, tras la cual he retocado el texto para remarcar la generalizada sospecha de que es un mito, nacido en la historiografía medieval y repetido en parte de la actual, la batalla de Clavijo en el 844 durante el reinado de Ramiro I. Hay una sólida historiografía que considera que no existió o que se ha exagerado su importancia. Cuando escribí la UD (en 1995) seguí la tesis de que un importante triunfo militar se había producido en un lugar y una fecha indeterminados durante el reinado de Alfonso I, lo que explicaría su poderoso impulso conquistador hacia Galicia. No obstante, en los últimos años se tiende a interpretarla como una deformación de la victoria de Ordoño I en la segunda batalla de Albelda (859), un lugar muy cercano a Clavijo. Me parece probable que durante el reinado de Alfonso III (866-910) se haya fusionado este evento con otros de los reinados de Alfonso II, Ramiro I y Ordoño I, para fortalecer el llamado "mito godo", aunque no descarto que se haya combatido en el lugar de Clavijo en esa fecha.
Atentamente, Antonio Boix.

Álvaro dijo...

Buenas noches. Tengo una aclaración, según está enfocando la Historia de León tras Alfonso VII, parece que Alfonso IX no hizo nada, y fue el rey que convocó las primeras cortes en 1188, no como parece sugerir usted Jaime I en 1217. Al menos apuntar que las convocó en la Corona de Aragón. La convocatoria de 1188 en la Colegiata de San Isidoro está reconocida desde hace tiempo por organismos oficiales, pero parece que es algo que se puede olvidar fácilmente.
Un saludo.

Antonio Boix Pons dijo...

Un saludo.
Me sorprendió su comentario porque estos datos son muy conocidos así que revisé el texto y he encontrado con desazón que la UD publicada en Internet no incluía dos párrafos y el inicio de una frase de mis apuntes originales, un texto que cito aquí:
"El rey leonés Fernando II (1157 1188), hijo segundo de Alfonso VII, recibió de su padre el reino de León, mientras que Sancho III recibía Castilla. Nunca conforme con el reparto buscó la hegemonía en España. Intentó conquistar Portugal pero fracasó, y, al contrario, Alfonso I de Portugal se apoderó de varios territorios leoneses y gallegos hasta el Tratado de Pontevedra (1165). En 1158 la muerte de Sancho III le permitió intervenir en Castilla, aunque pronto fue derrotado. La expansión hacia el Sur fue detenida por los almohades, que recuperaron Alcántara y Cáceres (1174).
Tras la muerte de Fernando II, se evidenció que en su reinado había decaído el poder real por su política de repartir tierras entre la nobleza, por lo que el nuevo rey (tan sólo de 17 años), Alfonso IX, tuvo que convocar una Curia Regia extraordinaria en León, las primeras Cortes del reino de León (1188), apoyándose en los burgueses, para evitar depender en exceso de la nobleza y para que no apoyase a un hermanastro pretendiente al trono. Una serie de decretos protegieron a las personas y bienes contra cualquier abuso de poder (generalmente ocasionado por la nobleza) y el rey se obligó a consultar a los tres estamentos antes de declarar una guerra.
El rey castellano" [Alfonso VIII y desde aquí la UD seguía correctamente].

Procedo a corregir en Internet la laguna de inmediato y además añado una imágenes y un dosier sobre el Camino de Santiago parar comentario en clase.
No conozco la causa de este lapsus, puesto que mis apuntes originales de mis oposiciones en 1998 incluían el texto completo, pero sospecho un error en las copias parciales que iba añadiendo a la UD en Internet y ahora me preocupa que haya podido repetirlo en otras UD. En todo caso, es una prueba de que "errare humanum est". En cuanto a Jaime I, créame que no tengo la intención de datar antes en el tiempo sus Cortes que las leonesas.
Muchas gracias por su valiosa aportación.
Atentamente, Antonio Boix.