CS 4 UD . TIEMPO DE CONFRONTACIÓN EN ESPAÑA 1898-1939. RESUMEN 1898-1931..
INTRODUCCIÓN.
1. DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA.
1.1. LA LARGA CRISIS DEL RÉGIMEN PARLAMENTARIO
MONÁRQUICO (1898-1923).
LA PROBLEMÁTICA.
La inestabilidad política.
El problema militar.
La guerra de Marruecos.
El problema del regionalismo/nacionalismo.
El problema religioso.
La problemática social.
LOS INTENTOS DE SOLUCIÓN.
El regeneracionismo.
El maurismo.
El programa de Canalejas.
LAS CRISIS.
La Semana Trágica de Barcelona:
1909.
La crisis general: 1917.
La proclamación de la Dictadura:
1923.
1.2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
(1923-1930).
El golpe de Estado.
Las soluciones.
Los problemas insolubles.
1.3. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA (1930-1931).
Las elecciones de abril de 1931
y la crisis.
INTRODUCCIÓN.
La causa lejana del fracaso de la democracia
en España durante el periodo 1936-1975 es la debilidad del Estado liberal español
y del proyecto nacional español, que se manifestó en la inestabilidad de la Restauración
y la dictadura de Primo de Rivera, que Raymond Carr considera el hecho más determinante
de todo el siglo XX español, porque sin ella no se hubiera producido la República
y sin esta la Guerra Civil.
1. DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA.
1.1. LA LARGA CRISIS DEL RÉGIMEN MONÁRQUICO
(1898-1923).
LA PROBLEMÁTICA.
Durante la etapa posterior a la crisis
de 1898, llamada del Revisionismo, tanto los gobiernos conservadores (Silvela, Maura,
Dato) como los liberales (Canalejas, Romanones) se enfrentan a los problemas reales
de España con desigual éxito, pero sin transformar la situación. Hubo varias grandes
cuestiones.
La inestabilidad política.
Alfonso XIII, desde su mayoría de edad
(1902), quiso ejercer sus grandes prerrogativas constitucionales y mostró una posición
reacia a las reformas, boicoteando muchos de los indispensables cambios. Además,
en los primeros años de su reinado, entre 1898 y 1905, desaparecieron los políticos
de la Restauración, Cánovas, Castelar, Sagasta y Silvela. Les suceden el conservador
Maura, el liberal Canalejas y surge la figura del líder socialista Pablo Iglesias.
Los partidos conservador y liberal
se desgarrarán en disputas internas. El conservador entre los partidarios de Maura
y los de Dato o Juan de la Cierva. El liberal entre muchos a partir del asesinato
de Canalejas en 1912.
La inestabilidad política durante el
reinado de Alfonso XIII fue muy perniciosa para el sistema de la monarquía constitucional.
Entre 1902 y 1923 se sucedieron 32 gobiernos, con 16 presidentes.
La clase política no se renovaba, siempre
con los mismos apellidos y las mismas ideas, y no pudo dar soluciones definitivas
a la problemática española.
Lo peor era la escasa democracia real:
la poca participación electoral y el fraude electoral (caciquismo), hacía que los
cambios de gobierno no obedecieran a cambios en la voluntad general del país sino
a crisis internas de los partidos, acontecimientos extraordinarios o la voluntad
del monarca.
El problema militar.
El ejército, después del desastre de
1898, vuelve a interesarse por la política, en relación a la guerra de Marruecos,
el surgimiento del regionalismo y del nacionalismo no español en la periferia, y
de los problemas sociales de la propia oficialidad. Los oficiales se organizaron
en las Juntas de Oficiales y en las Juntas de Defensa (1916), con lo que formaron
un formidable grupo de opinión y explica el soporte que tuvo Primo de Rivera en
1923.
La guerra de Marruecos.
Fue un problema largo y aparentemente
insoluble, que comenzó en 1909 (con un ataque marroquí a Melilla) que en julio de
1921 empeoró con la derrota del general Silvestre (protegido por el rey) en Annual,
lo que agravó la crisis del sistema político-constitucional, mientras el desorden
público crecía en Cataluña. Todo ello precipitaría el golpe de Estado del general
Primo de Rivera, que conseguiría acabar en 1925 el problema marroquí con una ofensiva
en alianza con Francia.
El problema del regionalismo/nacionalismo.
Se consolidaron los movimientos nacionalistas.
Cataluña era la región con un nacionalismo
más dinámico, liderado por la Lliga regionalista de Prat de la Riba y de Cambó.
Consiguió en 1914 la concesión de la autonomía administrativa de las cuatro provincias
catalanas, reunidas en la Mancomunidad de Cataluña, que fue presidida primero por
Prat de la Riba (hasta su muerte en 1917) y realizó una gran labor económica, social
y cultural, pero la Dictadura la abolió en 1925, con lo que se ganó la oposición
del nacionalismo catalán.
El País Vasco contaba con un movimiento
nacionalista más débil, de ideas xenófobas (Sabino Arana), organizado en el Partido
Nacionalista Vasco (PNV), que sólo contó con bases campesinas y de las clases medias,
sin el apoyo de la alta burguesía ni del proletariado.
Galicia tenía el nacionalismo más débil,
y sólo se estructuró a finales del reinado de Alfonso XIII, ya con un matiz republicano,
en la Organización republicana gallega autonomista (ORGA).
Por contra, se afirmó un nacionalismo
español, que pretendía negar sus derechos a las regiones y nacionalidades.
El problema religioso.
Se enfrentaban dos posiciones:
- El clericalismo de la derecha, que
dominaba a través de la Iglesia católica la educación y se aseguraba un apoyo social
e ideológico en su política conservadora.
- El anticlericalismo del liberalismo
y de la izquierda radical, evidente en la Ley del Candado (1911) que limitaba el
número de órdenes religiosas, así como en los violentos ataques anarquistas a la
Iglesia (quema de conventos en 1909 y 1917).
La problemática social.
Crecía el enfrentamiento social en
el campo y la ciudad.
Un conflicto en el campo entre los
latifundistas y los campesinos sin tierras. Las reformas agrarias de distribución
de tierras y los programas de regadíos eran boicoteados por la derecha, representante
de los intereses de los latifundistas, mientras que los 2 millones de jornaleros
y 1 millón de pequeños propietarios sufrían una miseria que les radicalizaba. Los
peores conflictos fueron las ocupaciones de tierras y las huelgas de braceros (jornaleros)
de 1918-1920 en Andalucía.
Un conflicto en la ciudad entre los
obreros, mejor organizados por el socialismo (UGT, PSOE, PCE) y el anarquismo (se
funda en Barcelona el sindicato anarquista CNT, que será dominante en la clase obrera
catalana hasta 1939) y los empresarios, organizados en patronales. Esta confrontación
bien organizada se desarrolla en un periodo de cíclicas crisis económicas (1909,
1917, 1919, 1929), con un aumento del desempleo y pérdida de valor de los salarios,
que provocaban oleadas de huelgas, cierres patronales, sabotajes, disturbios y terrorismo,
que hacía temer a la derecha el estallido de una revolución semejante a la soviética
de 1917. Así, la crisis de 1919 llevó a la famosa huelga de la Canadiense (febrero-marzo),
seguida de huelga general (marzo-abril) y el comienzo del “pistolerismo” terrorista
entre empresarios y sindicalistas, que continuó hasta 1923 (sólo en 1920 hubo casi
400 muertos en las calles de Barcelona y otros tantos en el resto de España). Un
ejemplo de esta violencia fue el asesinato en 1921 de Eduardo Dato, presidente del
Gobierno.
Las reformas sociales fueron muy tímidas:
creación del Instituto de Previsión Social (1908), jornada laboral de ocho horas
(1920), creación del Ministerio de Trabajo (1920).
LOS INTENTOS DE SOLUCIÓN.
El regeneracionismo.
El desastre de 1898 fue una convulsión
para las conciencias críticas con el sistema y se abrió paso la necesidad de una
regeneración del país. El aragonés Joaquín Costa fue la gran figura intelectual
del regeneracionismo, con su lema de “Despensa y escuela”: una reforma económica
y cultural del país. La política práctica fue menos ambiciosa, aunque el gobierno
del conservador Silvela (1899-1901) inició la reforma económica y de la administración
local (contra el caciquismo). Pero su fracaso radicalizó al país: el radicalismo
republicano nace entonces.
El maurismo.
El conservador Antonio Maura dirige
varios gobiernos entre 1904 y 1909, con un ambicioso programa reformista, que se
resumía en su lema “o hacemos la revolución desde arriba o nos la hacen desde abajo”:
- Ley de Administración Local, demasiado
moderada para contentar al regionalismo catalán, y demasiado radical para los liberales
centralistas.
- Ley de Sufragio, que pretendía hacer
del voto un deber cívico, eliminar el poder caciquil y atraer a la participación
política a la masa neutra de los pequeños propietarios rurales, la pequeña burguesía
y la juventud.
- La política social, con la regulación
de las huelgas, arbitrajes y emigración; la creación del Instituto Nacional de Previsión
(1908).
- Una política internacional moderada:
programa de construcción de buques de guerra; participación en la Conferencia de
Algeciras (1906), que estableció un protectorado sobre Marruecos entre Francia y
España.
Pero la política de Maura formaba un
gran bloque de la derecha apoyada por la Iglesia y se formó una oposición de un
bloque de izquierda (liberales, radicales republicanos...), que aprovechó el comienzo
de la guerra de Marruecos (1909), los excesos en la represión del levantamiento
popular de Barcelona y el terrorismo para forzar la caída de Maura. Aunque volvió
al poder en otras ocasiones, lo mejor de su carrera política había terminado.
El programa de Canalejas.
El siguiente gobierno, siguiendo el
turno, le correspondió al partido liberal, dirigido por Canalejas (1909-1912). Su
programa reformista quedó inacabado por su asesinato en 1912, por un terrorista
anarquista. Era la continuación del regeneracionismo y del maurismo.
- Ley del Candado (1911), que prohibió
el establecimiento de nuevas órdenes religiosas.
- Propuesta de una Mancomunidad para
Cataluña, aprobada más tarde, en 1914.
- Moderación en la represión de las
huelgas de 1911-1912.
- Intervención en Marruecos: ocupación
en 1911 de Larache, Arcila y Alcazarquivir, para frenar el intento de Francia de
entrar en la zona española.
LAS CRISIS.
Todas estas cuestiones se entrecruzan
en las crisis de 1909, 1917 y 1923, en las que la guerra de Marruecos será un factor
común decisivo, siempre en unión con los otros.
La Semana Trágica de Barcelona:
1909.
La crisis de 1909, la famosa Semana
Trágica de Barcelona (del lunes 26 al sábado 31 julio), se debió a la guerra de
Marruecos. Fue una revuelta popular contra el envío de tropas a la guerra de Marruecos,
con derivaciones sociales y anticlericales (son incendiados sesenta establecimientos
eclesiásticos). Hubo una fuerte represión (100 muertos) y fue fusilado el pedagogo
Francesc Ferrer i Guàrdia, director de un centro de enseñanza anarquista, aunque
no había participado en los hechos.
La crisis general: 1917.
España se dividió ante la I Guerra
Mundial (1914-1918) en dos bandos: los francófilos progresistas y los germanófilos
conservadores, aunque la mayoría era neutral. La economía se benefició enormemente
de la demanda bélica de los aliados, a cambio de un fuerte aumento de los precios
de los productos de primera necesidad.
La crisis de 1917 fue una reforma frustrada
de la derecha y una revolución frustrada de la izquierda. La provocó el malestar
social por la inflación ocasionada por la I Guerra Mundial y a la guerra de Marruecos.
En febrero de 1917 había ocurrido la primera revolución rusa, lo que actúa de modelo
de referencia.
Estalla una grave crisis política,
iniciada por los oficiales (reunidos en las Juntas de Defensa militar), seguida
por la burguesía catalana (Cambó exige la convocatoria de Cortes), por los radicales
republicanos y por el proletariado (socialistas y anarquistas). Hubiera podido culminar
con una profunda revolución, pero al final la burguesía y el ejército se separaron
del movimiento obrero, por temor a la subversión. Todo culminó con la huelga general
revolucionaria del 13-17 de agosto, sometida por el Ejército, con el apoyo de los
partidos monárquicos y de la burguesía. Desde este momento la fuerza militar ejerce
una mayor intervención en la vida política del país. Comienza un periodo de gobiernos
de concentración en los que intervienen casi todos los partidos del sistema, pero
entre 1917 y 1923 hay trece cambios de gobierno y treinta crisis parciales, lo que
produce una imagen de irreparable crisis en la vida política española.
La proclamación de la Dictadura:
1923.
Nuevamente la crisis se originó en
primer término por la misma guerra de Marruecos (el desastre de Annual en 1921),
pero sus fundamentos decisivos fueron la crisis económica que duraba desde 1919
con el fin de demanda disparada por la guerra mundial, y la crisis social derivada
en lucha callejera entre patronos y obreros. Estos problemas, más los generales
ya expuestos, no eran solucionados por el viejo y viciado régimen parlamentario
(sólo en los principios, no en la práctica), por lo que ganó fuerza la opción de
un “gobierno fuerte”, que curase los males del país y restableciese a continuación
la normalidad. Era una alternativa “bonapartista”.
1.2. LA DICTADURA (1923-1930).
El golpe de Estado.
El golpe de Estado del capitán general
de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, fue apoyado por
el rey, el ejército, la Iglesia, los conservadores, los terratenientes y la burguesía,
e incluso parte del sindicato UGT (no así la CNT). Se presentó como “salvador de
la patria”, contra “los profesionales de la política”, vistos con desprecio por
la mayoría.
El primer gobierno de la dictadura,
constituido totalmente por militares (el llamado Directorio militar) fue
relativamente popular y ampliamente acatado, en gran parte porque se pensaba que
sería sólo una intervención temporal, que asentase las bases para una nueva constitución
mientras resolvía los peores problemas del régimen de la Restauración, lo que logró
en parte al restablecer el orden público (el terrorismo desapareció pronto) y al
pacificar el Protectorado de Marruecos.
Pero su mismo éxito inicial perdió
a Primo de Rivera: a partir de septiembre de 1925 sustituyó al directorio militar
por un Directorio civil, intentando institucionalizar la dictadura como un
régimen durable. Se atacó finalmente a los intelectuales y a los catalanistas, acusados
de separatismo (se suprimió la Mancomunidad en 1925).
Así, la Dictadura fue una solución
temporal de gobierno personal, sin Constitución propia ni partidos (sustituidos
por las Corporaciones al estilo fascista italiano), basada en las instituciones
del partido Unión Democrática, la Asamblea Nacional y los delegados gubernativos.
Su modelo ideológico alternó entre el fascismo italiano y el bonapartismo francés.
Las soluciones.
Se consiguió terminar con el terrorismo
interno y con la guerra de Marruecos. El ministro de Fomento, José Calvo Sotelo,
desarrolló un notable programa de obras públicas (carreteras, electrificación) y
fomento de la industria (CAMPSA, Tabacalera), exposiciones internacionales (Sevilla
y Barcelona en 1929), beneficiándose además la economía de la expansión industrial
y de la prosperidad mundial de los felices años 20; combatió el caciquismo y lo
peor de la corrupción política.
Los problemas insolubles.
Pero estos éxitos se estropearon porque
no compensaba la pérdida de las libertades de prensa y asociación, la suspensión
de las Cortes y la represión del regionalismo y el nacionalismo en la periferia.
En suma, duró demasiado, hasta más allá de la crisis de 1929, cuando la mayoría
de la opinión pública hubiera aceptado a lo más llegar hasta 1926 o 1927.
El régimen se enfrentó a casi todos
sus primeros apoyos. Sus grandes enemigos fueron: los antiguos políticos liberales,
los republicanos, la CNT y comunistas, los nacionalistas de la periferia, los estudiantes
y los intelectuales jóvenes (Marañón, Ortega, Azaña, De los Ríos), a los que se
unieron después los socialistas y la UGT. La oposición contra el dictador derivó
también en rechazo al monarca que había aceptado la conculcación de la Constitución.
En suma, la Dictadura de Primo de Rivera había fracasado en resolver los más graves
problemas internos de la Restauración de tipo político, militar, regionalista, religioso
y social, al tiempo que comenzaba a llegar la crisis económica de la Gran Depresión.
En esta situación el dictador perdió uno tras otro sus apoyos, en especial de la
burguesía y del clero catalanes, del ejército y, finalmente, del rey, que le pidió
su dimisión.
1.3. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA (1930-1931).
La caída de Primo de Rivera en enero
de 1930, al perder la confianza de los militares y del rey, fue seguida por los
cortos gobiernos del general Berenguer (enero 1930-febrero 1931) y del almirante
Aznar (19 febrero-14 abril 1931). Su misión era la restauración del sistema parlamentario,
que se pensó hacer en fases, comenzando por el nivel municipal, pero se fracasó,
porque el rechazo al régimen era insalvable. La economía entraba en una crisis galopante
(devaluación de la peseta, paro obrero) y el ejército perdía su cohesión (sublevación
republicana de Jaca).
Las fuerzas de la oposición (republicanos,
socialistas, catalanistas de izquierda) firmaron finalmente el Pacto de San Sebastián
(agosto 1930), para pedir el cambio de régimen, porque se pensaba que la monarquía
estaba demasiado comprometida con la dictadura.
Las elecciones de abril de 1931
y la crisis.
Las elecciones municipales (12 de abril)
dieron el triunfo en las ciudades a la coalición republicano-socialista, que de
inmediato proclamó la República (14 de abril) en Madrid y Barcelona (donde Macià
proclamó la República catalana) y lanzó un ultimátum al rey para que abdicara.
Entonces, los políticos monárquicos
Romanones y Marañón, y los militares, aconsejaron a Alfonso XIII que abandonase
el país para evitar una guerra civil, y el rey abandonó España, sin abdicar, rumbo
a Marsella.
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