OP UD 23. DEL NEOLÍTICO
A LAS SOCIEDADES URBANAS DEL PRÓXIMO ORIENTE. FUENTES ARQUEOLÓGICAS.
INTRODUCCIÓN.
1. EL NEOLÍTICO.
CONCEPTO.
Las características.
Los conceptos.
ORIGEN Y DIFUSIÓN.
El origen en el
Próximo Oriente.
La tesis evolucionista
y la difusionista.
Las teorías del
Sahara y del Mar Negro.
ORÍGENES DE LA AGRICULTURA.
Domesticación
vegetal.
Domesticación
animal.
CONSECUENCIAS DE LA
REVOLUCIÓN NEOLÍTICA Y DE LA SEDENTARIZACIÓN.
Las primeras aldeas
sedentarias.
El aumento del
tamaño y la organización social de las comunidades.
Un aumento explosivo
de la población.
Un mayor desarrollo técnico.
Una inicial
división del trabajo.
El desarrollo del
comercio.
El desarrollo de
la religión, la cultura y el arte.
2. DESARROLLO Y EXTENSIÓN
DE LA ALDEA SEDENTARIA.
2.1. POBLAMIENTO DE
ANATOLIA: CATAL HUYUK.
2.2. POBLAMIENTO DE
SIRIA-PALESTINA.
2.3. POBLAMIENTO DE
MESOPOTAMIA.
HASSUNA (6000-5500
aC).
SAMARRA (6000-5500
aC).
HALAF (5500 aC).
EL OBEID (5500-4000
aC).
2.4. POBLAMIENTO DE
EGIPTO.
BADARIENSE (6500-4000
aC).
AMRATIENSE (4000-3950
aC).
3. LAS PRIMERAS SOCIEDADES
URBANAS.
LA EXPLICACION MULTICAUSAL
DE LA URBANIZACIÓN.
3.1. MESOPOTAMIA.
Las ciudades mesopotámicas.
Invención de la escritura.
Desarrollo social.
Los periodos.
URUK (3750-3150 aC).
JEMDET NASR (3150-2900 aC).
3.2. EGIPTO.
Las ciudades egipcias.
Los periodos.
GERZENSE (3950-3000
aC).
FUENTES ARQUEOLÓGICAS.
La arqueología.
Historia de la arqueología.
Técnicas de la arqueología.
ARQUEOLOGÍA.
Historia.
Nuevas tendencias y grandes descubrimientos.
La nueva arqueología.
Métodos y técnicas.
Obtención de datos.
Descripción y análisis preliminares.
Establecimiento de la cronología.
Establecimiento de los contextos culturales.
Interpretación.
INTRODUCCIÓN.
En esta UD se estudia
la revolución neolítica en el Próximo Oriente, desde la aparición de las primeras
comunidades con agricultura hasta la aparición de las primeras civilizaciones
(estas se caracterizan por sus núcleos urbanos; el término proviene del latín civitas,
ciudad) hacia el 3000 aC, en el que ponemos el fin cronológico del tema.
Nos basamos fundamentalmente
en las fuentes arqueológicas para seguir el proceso. He de precisar que el enunciado
de fuentes arqueológicas no se refiere al concepto general de arqueología, como
se podría pensar, pues esta supera en mucho al ámbito de este tema.
Además, es preciso
señalar que la revolución neolítica se produjo de modo independiente en otros lugares
del mundo entre el 7000 y el 6000: en el valle del Indo en la India, el valle
del Huang-Ho en China, en México, en Nueva Guinea. Incluso la primera cerámica
apareció en Japón hacia 10500. Si en el temario se destaca la revolución neolítica
del Próximo Oriente es porque fue la primera, la mejor estudiada, y porque su influencia
fue determinante en la historia de la civilización occidental.
1. EL NEOLÍTICO.
CONCEPTO.
El concepto de Neolítico
es muy complejo. El periodo 8000-2900 aC corresponde a la revolución neolítica,
en la que se originaron la agricultura y la vida urbana, la domesticación de
animales y plantas, las mejoras técnicas en la producción de utensilios, el
desarrollo de la organización social, los primeros Estados. Las fuentes arqueológicas
son las más importantes para investigar la revolución neolítica.
Las características.
Sus características
principales son las propias de las primeras civilizaciones:
- Una revolución económica:
con una climatología semejante a la actual, el hombre dejó de ser depredador
(caza, pesca y recolección) para convertirse en productor (agricultura y
ganadería) con la explotación sistemática de los recursos naturales.
- Una revolución técnica:
los avances técnicos en la piedra, cerámica, metalurgia, tejido y construcción.
Destaquemos que al inicio fue una innovación de la técnica lítica (evolución de
la piedra tallada a la piedra pulimentada, neo lithos). Pero las otras novedades
fueron también fundamentales: p.e. la cerámica supuso una revolución en la
alimentación porque permitía cocer los alimentos y calentar los líquidos.
- Una revolución social:
la organización social del trabajo para realizar las grandes obras de regadío y
la acumulación de reservas, con castas especializadas (campesina, sacerdotal, guerrera,
artesanal, artística) y las primeras formas estatales (ciudades-estado).
- Una revolución cultural:
la mayor complejidad de la religión y la cultura, el descubrimiento de la escritura,
el desarrollo del arte (arquitectura y escultura).
Los conceptos.
El historiador neomarxista
Gordon Childe introdujo en 1936 el concepto de “Revolución Neolítica”, que
según él habría sido uniforme en muchas partes, con los mismos rasgos básicos.
Se habría producido por un gran cambio climático, con una desecación de las
llanuras del Próximo Oriente, lo que obligó a los pueblos recolectores a dedicarse
a la agricultura y la ganadería, en un proceso cuyo éxito realimentó su intensidad.
Pero los descubrimientos
posteriores demuestran que no fue inmediata ni uniforme, así como que la agricultura
no era una condición necesaria. Por ello han surgido términos nuevos que se
aplican en la periodización del Neolítico:
Neolítico precerámico
o acerámico, es la fase inicial del Neolítico en el Próximo Oriente, con agricultura
y ganadería, pero sin cerámica.
Protoneolítico, de
las sociedades en vías de neolitización, que pasan de una economía destructiva
a una productiva.
Subneolítico, de las
sociedades que en condiciones ambientales poco favorables mantienen modos de
vida mesolíticos aunque con algunos aspectos neolíticos.
ORIGEN Y DIFUSIÓN.
El origen en el
Próximo Oriente.
La amplia zona de origen
de los hallazgos agrícolas y ganaderos es el Próximo Oriente, entre las mesetas
de Irán y de Anatolia, entre el Mar Caspio y Palestina. En esta zona hubo en el
Pleistoceno amplias praderas de gramíneas para la recolección y una caza organizada
de varias especies, entre el 8000 y 7000 aC. Un cambio climático iniciado en el
Mesolítico, con la desecación de amplios territorios entre el Sahara y el Asia
Central llevó a los habitantes a concentrarse en los valles fluviales y en las
regiones con humedad.
Pero repitamos que
la revolución neolítica se produjo de modo independiente en otros lugares del mundo:
el valle del Indo en la India, el valle del Huang-Ho en China, en la región
maya en América Central (en este caso con mucho retraso).
La tesis evolucionista
y la difusionista.
Hay dos tesis sobre
la difusión neolítica:
- La evolucionista
del desarrollo independiente en cada lugar. Se habría producido casi a la vez
en muchos lugares en el Próximo Oriente. Se apoya en la evidencia de que los
núcleos de la India y China son independientes. Es una tesis rebatida, aunque
sin duda hay rasgos neolíticos que son de origen local.
- La difusionista de
la difusión desde unos núcleos originarios (es la tesis científica mejor demostrada).
Según ella, las vías de difusión (sobre el 6000 aC) son:
a) Terrestre:
- Hacia Oriente, con
la colonización de Mesopotamia.
- Hacia Occidente, con
la vía de los Balcanes y el Danubio, seguida por una expansión por Italia y por
Ucrania.
b) Marítima: Egipto
recibe influencias de Asia Menor. Creta y Chipre reciben primero la influencia,
que se expande luego (6000 aC) por el Egeo, Grecia, Adriático, Italia, hasta todo
el O del Mediterráneo (5000 aC).
Las teorías del
Sahara y del Mar Negro.
La teoría
“sahariana” (Muzzolini) complementa la tesis del origen en Oriente Medio (sólo
extiende su ámbito espacial desde el Irán hasta el Sahara). Según esta teoría,
hacia el 8000 aC hubo una nueva época de humedad en el Sahara y Norte de África,
aumentando la población y la sedentarización. Hacia 7500-7000 aC aparece la cerámica
en estos grupos, entre 1000 y 1500 años antes que en Oriente Medio. Hacia el 4000
aC desarrollan el cultivo de plantas y la domesticación de los animales, en la
cuenca del Nilo, debido a la progresiva intensificación de la densidad humana
en sus riberas a consecuencia del creciente deterioro de las condiciones climáticas
en el Sahara y la consiguiente emigración. Así, el Sahara y el Nilo serían dos
focos sucesivos del Neolítico, en dirección al Oriente Medio, que se convertiría
en foco autónomo y desde donde recibirían más tarde nuevas influencias.
En los años 90, las
investigaciones histórico-filológicas (Jorge Alonso), antropológicas (Christopher
Meiklojohn) y genéticas (Antonio Arnáiz, Alicia Sánchez-Mazas) han complementado
los datos anteriores, exponiendo la similitud genética entre las poblaciones
saharianas, bereber, ibero-tartésica, vascuence, etrusca, minoica, etc., hasta
caucásicas. Según esto, hacia el 7000-5000 aC las poblaciones saharianas emigrarían
hacia el Norte, llevando consigo la civilización neolítica al Sur de Europa, por
lo que el origen del Neolítico europeo sería sahariano y no asiático. P.e. el origen
de los vascos sería no paleolítico europeo remoto sino uno sahariano reciente,
aunque cabe la posibilidad de que un grupo europeo prestase su lengua a la población
vasca (genéticamente es sahariana). P.e. el español “yo” se escribe “ni” en ibérico-tartésico,
etrusco, minoico y vascuence; “quemado” es “erre, ere, ere y erre”, respectivamente.
Todos estos pueblos compartían una “religión de la Puerta”: en las tumbas
aparecen unas puertas, normalmente pintadas de rojo, como símbolo del infierno
o del acceso al más allá, análogas a las “falsas puertas” de las tumbas egipcias.
Mapa del Mar Negro antes de la catástrofe. Los puntos en amarillo son las localizaciones submarinas de poblados. Abajo, restos de cerámicas de una casa a 100 metros de profundidad.
La teoría del Mar
Negro sugerida en 1993 por los geólogos William Ryan y Walter Pitman y ampliada
en su libro Noash=s Flood (1997, La inundación de Noé),
ha sido confirmada en 1999-2000 por el oceanógrafo Robert Ballard. Se considera
que h. 7.500 aC era un mar cerrado y menos extenso, en cuyas orillas se desarrollaba
una cultura agrícola, hasta que la catastrófica ruptura de los Dardanelos lo inundó
(originando el mito del “Diluvio Universal”), emigrando la población hacia Europa
y Mesopotamia, lo que ayudó a la difusión de la agricultura. El impacto fue mayor
en la parte norte, que en la sur, donde hubo menos avances. El mar habría penetrado
más de 1,5 km
tierra adentro por día durante meses. Ballard anunció en 2000 el hallazgo de una
población sumergida a 100 metros de profundidad, frente a la ciudad turca de
Sínope, con restos de una construcción (12 x 4 m ) de madera y útiles de piedra,
bien conservados por la escasez de oxígeno.
ORÍGENES DE LA AGRICULTURA.
Los factores de que
se localice y se dé este proceso en el Próximo Oriente son cambios climáticos,
hábitats naturales propicios, crecimiento de la población, desequilibrios demográficos.
La agricultura (como el pastoreo) se introdujo gradualmente, primero en coexistencia
con la caza y la recolección. Los pobladores conocían muy bien su entorno, su
flora y fauna y aceptaron la agricultura porque demostró su ventaja competitiva
sobre otras formas de economía, hasta que se convirtieron en agricultores sedentarios.
Los sistemas más usuales de cultivo fueron el barbecho de dos hojas y el sistema
itinerante.
Domesticación
vegetal.
Al recolectar plantas
de una misma especie y nacer nuevas plantas donde arrojaban sus desechos, pronto
comprobaron la ventaja de sembrar directamente y de seleccionar las mejores
variedades de las plantas, escogiendo entre las de cosecha anual (que fueron
las más productivas) y las de cosecha continua, así como escoger una especialización
en ciertos cultivos o una variedad de ellos. Descubierto el principio de la
selección de las semillas, lo aplicaron a otras plantas y al ganado, cada vez con
mejores resultados. Se consiguieron así los primeros cereales (trigo, cebada,
centeno en Próximo Oriente, como el arroz y el mijo en Extremo Oriente y el
maíz en América), hortalizas (patata, calabaza, tomate y judías en América) y
plantas industriales (lino), y, más tarde, los árboles frutales (higuera, olivo,
palmera datilera...). Fueron los cereales los cultivos más importantes, pues proporcionaron
los alimentos necesarios para la consecuente explosión demográfica y las primeras
culturas urbanas.
Domesticación
animal.
Los animales eran una
fuente de proteínas, fácilmente transportable, capaz de almacenar excedentes de
alimento que se consumían cuando no había cosechas u otras fuentes de alimentación
(caza, recolección, pesca). Además de la carne daban leche, lana, pieles, cuero,
estiércol. Los rasgos de esta domesticación fueron: la docilidad ante el hombre,
los cambios en la conducta (migraciones, tamaño del rebaño), el control de la
crianza (sacrificio y apareamiento selectivo, castración).
Las etapas de la domesticación
fueron:
1) Etapa de control
del ganado tras la captura y amansamiento de animales jóvenes, dándoles protección
de los depredadores y alimentos durante las estaciones más difíciles.
2) Etapa de crianza
selectiva, con control de la calidad y cantidad de la alimentación, con un cuidado
individual del ganado, buscando la reproducción de los animales mutantes más dóciles
y de apareamiento precoz, mientras los otros eran sacrificados y sus genes
desaparecían.
En este proceso se domesticaron
primero el uro salvaje (buey), el cerdo, la oveja y la cabra, y bastante más tarde
el caballo y el burro.
Junto a la ganadería
intensiva en los lugares agrícolas se desarrolló el pastoreo, o sea la
ganadería extensiva. Los pastores nómadas dominaron las zonas nada o menos adecuadas
para la agricultura y así extendieron la Humanidad a sus límites actuales.
Agricultores y pastores constituyeron los dos grandes grupos humanos desde el
Neolítico, a menudo en pugna entre ellos, en una pulsión de conquistas (generalmente
de los nómadas guerreros sobre los agricultores pacíficos), como ya señaló el
historiador musulmán Ibn Jaldún.
CONSECUENCIAS DE LA
REVOLUCIÓN NEOLÍTICA Y DE LA SEDENTARIZACIÓN.
Las consecuencias de
la revolución neolítica se confunden con sus causas. Es evidente que fue un proceso
circular: una consecuencia se convertía en factor de otra consecuencia y así sucesivamente,
apoyándose unas a otras. Fundamentalmente hay una doble relación: revolución económica
y sedentarización.
Las primeras aldeas
sedentarias.
El desarrollo de la
agricultura y la ganadería, de la técnica y la cultura, tuvo su reflejo en una organización
social más compleja, que a su vez reforzó aquellos factores. El desarrollo de
la aldea sedentaria se basó en su éxito para asegurar la supervivencia y multiplicación
de sus grupos humanos, gracias a que la vida y el trabajo en comunidad permitió
un aumento del tamaño y la organización social de las comunidades, de la población,
un mejor desarrollo técnico, de la división del trabajo, del comercio, de las
prácticas religiosas y artísticas. Esto es, la comunidad sedentaria consolidó los
demás factores/consecuencias de la revolución neolítica, al difundirlos a través
de los grupos humanos y asegurar su mejor reproducción cultural entre las generaciones.
El aumento del
tamaño y la organización social de las comunidades.
El aumento del
tamaño y organización de las comunidades fue un proceso paralelo. La población
de las comunidades creció en número. Las viviendas se hicieron más complejas,
reflejando el cambio en la organización del trabajo y la vida social. En las comunidades
pre-agrícolas las casas eran aisladas, circulares, semisubterráneas, de una sola
cámara, con cimientos de piedras irregulares y superestructuras de madera y
pieles. En cambio, en las primeras aldeas sedentarias, las viviendas se apoyaban
unas sobre las otras, en estructuras rectilíneas, con edificios de varias
habitaciones, especializadas para la vida, la comida, el descanso, el almacenamiento
y los animales, con cimientos de piedra y superestructuras de adobe.
La organización social
se basaba en la tribu que provenía de una familia ancestral que se multiplicaría
en varias generaciones gracias a la mejora de la alimentación. En la sociedad
neolítica hay un inicio de apropiación de los bienes: las tierras serían todavía
de la comunidad pero las viviendas y los objetos pertenecerían a las familias que
las habitaban y los poseían.
Al mismo tiempo, cambiaba
la estructura familiar: la herencia en la sociedad paleolítica parece que era
matriarcal (como la herencia), pero la neolítica es patriarcal.
El trabajo en los campos
y su defensa exigía que las familias cooperasen entre sí. Seguramente el trabajo
en casi todos los lugares fue comunal, así como el reparto de los productos.
Los problemas del
reparto del trabajo comunal (el cultivo, el cuidado de los sistemas de irrigación,
la defensa, etc.) y de los productos de la tierra originaron la aparición de
las jefaturas y la progresiva diversificación y jerarquización social. Los
jefes aunaron el poder político, religioso y militar, en una sola persona o en
varias.
Un aumento explosivo de la población.
Se produjo un aumento
explosivo de la población ya que los factores anteriores se conjugaron en un aumento
sin precedentes de la población, al superar el estadio de economía predadora
del Paleolítico por un estadio de economía productiva.
Se ha estimado que
la población mundial hacia 25000 aC era de algo más de 3 millones de habitantes
y hacia el 10.000 había aumentado sólo a unos 5 millones. En cambio, hacia el 6000,
gracias a la revolución neolítica había alcanzado los 86 millones: se había multiplicado
por 17 en 4000 años. En los milenios siguientes la población, al faltar un estímulo
semejante, se estancó. Seis milenios después, hacia el año 0 de nuestra era la
población mundial ni siquiera se había doblado, pues rondaba los 133 millones.
Pero este aumento posterior no se debió tanto a una mayor productividad como a
la expansión neolítica hacia nuevos territorios.
Un mayor desarrollo
técnico.
Hubo en las aldeas
sedentarias un mayor desarrollo técnico: en las herramientas de trabajo de la
producción alimentaria, como azada, hoz y arado; en los medios de conservación,
como la cestería y la cerámica (primero a mano, después a torno); en los sistemas
de transporte, con la rueda y el barco de vela; en las construcciones (ladrillo
y sillar), con los edificios comunales; en la artesanía, con el tejido y carpintería;
en la metalurgia (primero el cobre, después el plomo); en las armas, con las puntas
de flecha de metal.
Una inicial
división del trabajo.
Una inicial división
del trabajo: se diferencian el trabajo agrícola-ganadero de los especializados
de ceramistas, alfareros, metalúrgicos... Esto también supuso una mejora de los
recursos alimentarios, al permitir una especialización en la producción y el intercambio.
Además, hubo una nueva división del trabajo entre hombres y mujeres, al surgir
nuevos trabajos más duros que estas no podían desarrollar con igual eficiencia.
El desarrollo del
comercio.
La aparición y
desarrollo del comercio, al aumentar mucho la variedad de producciones, aumentar
la demanda y, a la vez, reducir la autarquía de las comunidades. Había una red
comercial en el Próximo Oriente que exportaba obsidiana desde Anatolia, conchas
desde el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, y los productos, gracias a unos reducidos
grupos de mercaderes o nómadas. Esto implicó un intercambio de ideas y una alteración
genética de los cereales de distintos lugares así como la difusión del ganado y
las técnicas.
El desarrollo de
la religión, la cultura y el arte.
El desarrollo de las
prácticas religiosas, culturales y artísticas. Las tres estaban directamente
relacionadas. Probablemente la religión se basaba en el culto a los astros, asociados
a los ciclos productivos. También se consolida el culto a los muertos (enterramientos
rituales), sobre todo de las minorías rectoras; a menudo los muertos se enterraban
con los cráneos separados y recubiertos de enlucido (Monte Carmelo en Israel) y
la mayoría de las casas se decoraban de rojo, lo que induce a creer en un sistema
religioso ampliamente difundido y homogéneo. El arte, generalmente con un sentido
religioso, se desarrolla y difunde entre las comunidades: figuras de personas y
animales, ornamentos y bajorrelieves.
2. DESARROLLO Y EXTENSIÓN
DE LA ALDEA SEDENTARIA.
2.1. POBLAMIENTO DE
ANATOLIA: CATAL HUYUK.
Anatolia fue uno de
los primeros centros de la vida urbana. Un excelente ejemplo es la aldea de
Catal Huyuk (colina: “hüyük” en turco,
“tell” en árabe), excavada en
1961-1965). Fundada en 7000 aC, creció durante el mesolítico y neolítico, en los
dos milenios siguientes, una comunidad agrícola y ganadera, cuya estructura social
era compleja, aunque sin una clase sacerdotal.
Su economía se
basaba en la agricultura de secano del trigo, cebada, guisantes, lentejas, recolección
de frutas y frutos secos, la ganadería bovina, la caza, la minería de la obsidiana,
el comercio lejano de la obsidiana, conchas, pedernal, ganado, la artesanía especializada
con la fundición de cobre (la primera metalurgia conocida del Próximo Oriente,
pues su técnica es más sencilla que la del hierro, que necesita temperaturas mucho
más elevadas), la cerámica, tejido, estatuillas, flechas y cuchillos, mazas,
etc.
El poblado estaba formado
por pequeñas casas, adosadas, sin calles, a las que se accedía por el techo
mediante escaleras de madera, con una planta de sala central y habitaciones secundarias.
Había algunos pequeños santuarios, recintos sagrados adornados con pinturas murales
de escenas de cacería, relieves en yeso de la diosa madre y cabezas de
animales.
Los muertos estaban
enterrados colectivamente bajo las plataformas para sentarse y dormir de la
sala central, después de un periodo de descarnación por las aves. Los jefes eran
enterrados con un lujoso ajuar. La religión se basaba en el culto a diosas de
fertilidad, con el tótem del leopardo, carneros y toros, en el acto de dar a luz
o en gravidez. Los dioses tienen forma de toros con relieves de yeso con cuernos
reales. Había posiblemente un culto a los muertos, con la simbiosis de la vida
y la muerte, mediante representaciones de buitres atacando cadáveres humanos
sin cabeza y pechos femeninos moldeados en las paredes de los recintos sagrados
y conteniendo huesos de especies carroñeras.
2.2. POBLAMIENTO DE
SIRIA-PALESTINA.
Los descubrimientos
en Siria y Palestina son de particular importancia para el estudio de los inicios
de la vida sedentaria. De la cultura natufiense (c. 10800-8500 aC) se han encontrado
cuevas mesolíticas y yacimientos en terrazas en Monte Carmelo, excavados por la
arqueóloga británica Dorothy Garrod entre los años 1929 y 1934, en el desierto
de Judea, en el valle del Alto Jordán (restos de casas) y en Jericó (estructuras).
Durante la transición
del mesolítico al neolítico surgieron varias comunidades agrícolas, como la de
Mureybat en el Éufrates medio, y la de Jericó (8000-6000) donde hay casas de
barro.
Hacia el 6000, en algunos
yacimientos neolíticos (Monte Carmelo) donde no se fabricaba aún cerámica utilitaria,
se enterraron bajo el suelo de las casas mascarillas de barro, modeladas con
delicadeza sobre los cráneos de los difuntos.
Una vez que el uso
de la cerámica se extendió en el neolítico (c. 6000-4000 aC), llegaron una
serie de estímulos culturales procedentes del norte, situación que continuó en
los inicios del calcolítico, representado en Palestina por los yacimientos de
Gasul en el valle del Jordán y otros próximos a Beersheba.
2.3. POBLAMIENTO DE
MESOPOTAMIA.
Hacia el 7000 hay en
las mesetas que rodean Mesopotamia, entre el Tigris y los montes Zagros, por el
norte y el este, los primeros núcleos sedentarios conocidos, como la aldea de
Jarmo (tuvo apenas unos 150 habitantes), con un nivel cultural muy semejante al
de la Catal Huyuk y en la que se encuentran ya la mayoría de las plantas y
animales domesticados en la región, con una agricultura todavía de secano.
De estas zonas
elevadas los campesinos bajaron a los valles fluviales después del 7000 aC, cuando
surgieron numerosos pueblos agrícolas en las llanuras aluviales de Mesopotamia,
en los cursos de los ríos Eufrates y Tigris, y desarrollaron sistemas de
regadío. Son las primeras “sociedades hidráulicas” (concepto desarrollado por
Witfogel), en espacios de enorme potencial cultivable, pero con escasos recursos
de madera y piedra para la construcción, por lo que debían extender el comercio
y su influencia sobre zonas muy amplias (las tierras altas de las que provenían).
Fue entonces cuando se desarrolló la metalurgia del cobre, en un lento proceso
entre el 7000 y el 5000, a
partir de la técnica cerámica; las fuentes de cobre fueron las minas de malaquita,
un mineral decorativo, cuya purificación llevó al cobre puro, y luego a sus
aleaciones (primero el cobre arsenical, luego el bronce con cobre y estaño).
Hay una secuencia de
culturas caracterizadas por su cerámica, de las que destacaremos una sucesión
de cuatro:
HASSUNA (6000-5500
aC).
En el norte de Mesopotamia.
Se cultivan cereales, y se explota el ganado ovino, bovino y porcino, junto a
la caza. Las casas de barro seco evolucionan hasta tener habitaciones especializadas
y patios interiores. La cerámica pintada aparece ahora, así como el horno de
cerámica de dos cámaras. Se inicia la fundición del cobre y plomo. Hay sellos
de coralina y turquesa y por primera vez sellos de impresión (prueba de la propiedad
privada).
SAMARRA (6000-5500
aC).
La de Samarra, parcialmente
contemporánea de la de Hassuna, se localiza en la región central del Tigris, con
la primera técnica conocida de regadío. La cerámica se pinta con muchachas y
animales. Hay estatuillas femeninas con pinturas faciales, tatuajes y peinados
muy sofisticados.
HALAF (5500 aC).
Aparece en el N de
Mesopotamia, tal vez por la llegada de un nuevo grupo, sin continuidad con grupos
anteriores, con arquitectura diferente (casa redonda, abovedada de barro seco)
y dos ritos funerarios: a) enterramiento en pozos para la mayoría, b) incineración
de cadáveres con destrucción ritual del ajuar y enterramiento de las cenizas en
vasijas bajo el suelo de la casa; tal vez esta dualidad prueba la coexistencia
de dos grupos sociales o étnicos. La cerámica es muy evolucionada y se extendió
desde Irán hasta el Mediterráneo. Los sellos (para determinar la propiedad) eran
de molde (más tarde, ya en las ciudades, se emplearon cilindros-sellos).
Aparecen los primeros
asentamientos en las llanuras meridionales, en los regadíos del Eufrates, con un
aumento de la producción que activó la población y el comercio. Había ya cuentas
para la contabilidad. El primer templo “Ubaid” en Eridu es un modesto santuario
de planta única, con el tipo posterior: fachada decorada, hornacina-altar y
mesa ofertorio. La cerámica era verdosa, con dibujos negros.
2.4. POBLAMIENTO DE
EGIPTO.
La progresión de las
culturas se conoce mejor en el Alto Egipto por la menor colmatación de los restos
arqueológicos. La investigación en el sur del país, desde la década de 1960, ha localizado
yacimientos donde las poblaciones del paleolítico superior cultivaron cebada, fueron
los primeros intentos de aprovechar los ricos suelos de la cuenca del río Nilo.
Más tarde, las culturas neolíticas iniciaron la auténtica agricultura, la producción
de cerámica y de tejidos, que culminó en la cultura tasiense, que en su fase
final se mezcla con el inicio de la metalurgia de la cultura badariense, momento
en que se utilizó por primera vez el cobre.
Hubo tres fases
predinásticas, pero la tercera, la gerzense, es ya urbana, por lo que se estudia
en otro apartado.
BADARIENSE (6500-4000
aC).
El yacimiento de El
Badari muestra a una población de agricultores y recolectores que vivían en
cabañas de barro. Su cerámica era de color rojo bruñida con bordes ennegrecidos.
Los enterramientos eran usuales en pequeñas tumbas de madera en las que se depositaban
alimentos y utensilios. Se batía el cobre y se producían cuentas de esmalte
vitrificado y paletas de esquisto para los cosméticos.
El desarrollo cultural
era notable. La construcción astronómica más antigua que se conoce data de
4500-4000 aC, según Malville (1998). Es un conjunto de grandes bloques de piedra
planos, elevados verticalmente y dispuestos en un círculo de losas y cinco
líneas, en el yacimiento de Nabta (sur de Egipto, al O del Nilo), un milenio
más antiguo que el de Stonehenge. Está orientado E-O.
AMRATIENSE (4000-3950
aC).
Muy breve, se conoce
sólo por el yacimiento de El Amra, en continuidad con la cultura badariense, con
la misma cerámica roja bruñida con los bordes ennegrecidos, pero con nuevos tipos
de cerámica (vasijas monócromas y bícromas). Aparecen ahora las primeras cerámicas
decoradas, con diseños geométricos o figuras naturalistas de color blanco sobre
fondo rojo-marrón. El sílex era más utilizado que el cobre. El arma más común era
la maza de cono truncado.
Muy breve, se conoce
sólo por el yacimiento de El Amra, en continuidad con la cultura badariense, con
la misma cerámica roja bruñida con los bordes ennegrecidos, pero con nuevos tipos
de cerámica (vasijas monócromas y bícromas). Aparecen ahora las primeras cerámicas
decoradas, con diseños geométricos o figuras naturalistas de color blanco sobre
fondo rojo-marrón. El sílex era más utilizado que el cobre. El arma más común era
la maza de cono truncado.
3. LAS PRIMERAS
SOCIEDADES URBANAS.
El siguiente paso fue
la aparición de la ciudad, un elemento decisivo en la consolidación de la
civilización (el mismo término proviene de civitas, ciudad), que permitió
una organización y jerarquización en clases sociales, con especialización del trabajo
y una gran diversificación de los servicios y bienes producidos, lo que favorece
un intercambio de estos servicios y bienes con las materias primas, alimentos y
la fuerza de trabajo de las áreas vecinas.
Hay una gran
variedad de culturas, muchas veces coetáneas, en Mesopotamia, Egipto,
Siria-Palestina, Irán oriental, etc. Es imposible estudiarlas todas, por lo que
haremos una selección y nos centraremos en las dos principales civilizaciones urbanas
de la región: Mesopotamia y Egipto.
LA EXPLICACION MULTICAUSAL
DE LA URBANIZACIÓN.
Los factores de urbanización
son la producción de excedentes de alimentos, su almacenamiento, distribución y
comercio por los miembros de los templos (que tenían un poder coercitivo sobre
los productores), lo que a su vez incrementó la población y reforzó la organización
social, por lo que era aun más necesario incrementar la producción, en un circuito
de retroalimentación de causa-efecto-causa.
Al mismo tiempo, los
propietarios más cercanos a los ríos producían más y alcanzaron un estatus social
superior, acaparando las mejores tierras y ocupando la cima de la jerarquía social,
acumulando la riqueza, el poder religioso y político. Esto favoreció que acumulasen
más tierras y nuevamente más poder, etc.
De este modo, la sociedad
basada en el parentesco se transformó hacia otra basada en las clases sociales
con una especialización productiva.
La última transformación
fue la transferencia del poder administrativo del templo al Estado, debido a
las necesidades del militarismo derivado de la competencia entre las comunidades
por acaparar las mejores tierras y recursos.
3.1. MESOPOTAMIA.
Las ciudades mesopotámicas.
Los sumerios desarrollaron
los primeros grandes centros urbanos de Mesopotamia, que crecieron sin
planificación a medida que crecía la población, en barrios irregulares que se
iban añadiendo al núcleo originario, con una gran densidad.
Hubo tres fases en
la evolución urbana: ciudades-templo, ciudades-estado, estados nacionales. En
cambio, en las tierras altas de Próximo Oriente sólo se formaron entonces poblados
y aldeas, debido a que les faltaba una estructura productiva de irrigación de amplios
territorios.
Invención de la escritura.
Es la invención mesopotámica
más importante, con un lento desarrollo, desde el primer concepto de los signos
escritos como marcas de propiedad, registros, pesos... Hacia el 3500 nació la escritura
en Uruk, con tablillas de arcillas con marcas incisas. Los signos eran representaciones
de objetos cotidianos, fácilmente reconocibles. Su técnica se fue simplificando
con el tiempo para hacerla más práctica, aunque fue un monopolio por la clase
sacerdotal o castas especiales (escribas). Era una escritura logográfica (cada
signo o grupo de signos era una palabra). Una gran mejora fue el “principio del
acertijo”, al asociar otras imágenes a la idea que se quería representar, lo que
redujo la cantidad de signos distintos y aumentó la capacidad de emitir mensajes
más complejos. En los periodos de Uruk y Jemdet Nasr su finalidad era registrar
la contabilidad del templo.
Desarrollo social.
Los ritos y las creencias
religiosas mantenían el orden social existente en los primeros poblados. Las fuerzas
naturales y la fertilidad eran explicadas “míticamente” por una religión que consideraba
dioses a las representaciones de aquellas fuerzas y daba a los sacerdotes el monopolio
(por concesión divina) de su apaciguamiento con rituales y sacrificios.
El templo era el centro
de la vida religiosa, social, cultural, económica y política, con el reparto de
los tributos en especies y su almacenamiento, distribución y venta, las cargas
de trabajo para mantener los canales de regadío, las murallas y templos, el trabajo
artesanal y el comercio interior y exterior. Por todo ello devino también en
sede del poder político.
Los periodos.
En Mesopotamia se ha
dividido esta época en dos periodos: de Uruk (3750-3150 aC) y de Jemdet Nasr
(3150-2900 aC). El periodo de Uruk está unido directamente a la cultura anterior
de El Obeid y en realidad se prolonga hasta el 2900, siendo el periodo de
Jemdet Nasr simplemente su culmen. No son avances debidos a nuevos grupos humanos,
sino productos de una larga evolución, aunque parece evidente que ya en el periodo
de Uruk los sumerios forjaron una compleja civilización.
URUK (3750-3150 aC).
La cultura de Uruk
se extendió desde el sur de Mesopotamia hasta Siria.
La arquitectura se
desarrolla de un modo extraordinario, como los edificios monumentales de la ciudad
de Uruk (Warka), primero sobre unas 8 hectáreas y después hasta sobre 60-100 hectáreas,
con 10.000-24.000 habitantes con enormes murallas (los textos informan que
había 900 torres, pero parece exagerado). Los templos han sido excavados, no
así las casas privadas, que en otros yacimientos muestran una estructura regular
aunque la mayoría de los hallazgos apuntan a un crecimiento urbano de carácter orgánico.
El primer templo, en
Eridu, era un cuadrado de sólo 3 metros de lado, con ladrillos secados al sol.
El Templo Blanco del
dios Anu (el cielo) se alzaba sobre una terraza o plataforma rectangular, de 12
metros de alto, con acceso por rampas y escaleras, que estaba coronada por un
edificio de planta tripartita con sala central alargada con alineamientos de
salitas a los lados y un altar de ofrendas. La clase sacerdotal que levantó este
templo dominaba toda la vida de la ciudad, con grandes recursos económicos y artesanos
cualificados.
Otros templos se
hallaban en el recinto de Eanna (diosa de la Luna), primero con el Templo de
Caliza, recubierto de mosaico (conos incrustados en los ladrillos) para embellecer
el edificio de planta tripartita en forma de T. Los siguientes templos, C y D,
son de planta más complicada.
La cerámica, sin decoración,
pulida y brillante, tiene engobe gris o rojo, reemplazando a las pintadas de El
Obeid.
Los vasos de piedra
sustituyen en el culto a la cerámica. Un vaso de piedra con peana en Uruk está
decorado con registros de la vida religiosa (rituales de ofrendas) y cotidiana.
La cabeza de mármol
blanco de Uruk, con incrustaciones, es la primera obra conocida de la escultura
monumental de bulto redondo.
La glíptica se desarrolla
con la sustitución del sello-impronta por el cilindro-sello, que imprime en
serie mensajes o escenas al rodar sobre la arcilla.
JEMDET NASR
(3150-2900 aC).
Se consolidan la cultura
y la sociedad jerarquizada en el templo. La cerámica en serie es policromada,
la decoración a veces es incrustada. Se reconstruyen los templos de Uruk y aumenta
la glíptica con cuatro clases de cilindros-sellos. Sobre todo se mejora la escritura.
Se consolidan la cultura
y la sociedad jerarquizada en el templo. La cerámica en serie es policromada,
la decoración a veces es incrustada. Se reconstruyen los templos de Uruk y aumenta
la glíptica con cuatro clases de cilindros-sellos. Sobre todo se mejora la escritura.
3.2. EGIPTO.
Las ciudades egipcias.
En Egipto las ciudades
eran de tamaño pequeño o medio, con escasa población pero con importantes responsabilidades
administrativas y religiosas, y su progreso posterior fue mucho más rápido que
en Mesopotamia, pues se saltó directamente de la ciudad-templo al estado nacional
unificado.
Los periodos.
Se distinguen dos
periodos, gerzense (3900-3000) y dinástico (c. 3100-300), pero el segundo ya no
corresponde a este tema sino al de la civilización egipcia, por lo que no lo trataremos
aquí.
GERZENSE (3900-3000).
El periodo gerzense
(o predinástico) se extiende entre 3900-3000 aC, en el Egipto predinástico, con
el inicio de formación de un Estado. El yacimiento mejor conocido es el de Gerza.
Los utensilios, tumbas y poblados son nuevos, con formas de cerámica de color con
motivos naturalistas. Los hallazgos de oro y piedras preciosas demuestran su vinculación
con las redes comerciales de Oriente Próximo, con una desarrollada economía agrícola
y una clase terrateniente que tal vez fue embrión de la clase sacerdotal que dominaría
la vida religiosa del país.
El hallazgo de 3.000
tumbas en Nagada (1894-1895) realizado por Petrie permitió conocer el periodo
inmediatamente anterior al inicio de la etapa histórica egipcia (c. 3400 aC); estudios
posteriores han diferenciado la cultura del sur de Egipto de la del norte, donde
las influencias asiáticas occidentales fomentaron el progreso de la cerámica
(pintada con representaciones de figuras humanas y de barcas) y de la metalurgia.
FUENTES ARQUEOLÓGICAS.
La arqueología.
La arqueología es la ciencia del estudio
de las civilizaciones antiguas a través de monumentos y objetos que han perdurado
(no necesariamente son obras de arte).
Historia de la arqueología.
Los estímulos de la arqueología fueron
la búsqueda utópica de la Grecia antigua y la pasión por el coleccionismo, junto
con la búsqueda de la emoción estética (Miguel Ángel se extasió con el hallazgo
del grupo del Laocoonte). Después de las excavaciones de Herculano
(1738) y Pompeya (1748), que despertaron un gran interés científico, la arqueología
asentó sus primeras bases técnicas gracias a Caylus y Winckelmann.
En el siglo XIX se descubrieron grandes
yacimientos en Oriente Próximo (Korsabad, Nimrud, Nínive, Troya, Creta...) y los
viajeros escribieron apasionantes libros de sus estancias en Nubia, Angkor, la
selva maya... La diversidad de los descubrimientos conllevó una gradual especialización:
la egiptología se desarrolló desde la publicación de Descripción de Egipto
(1809) y el desciframiento de los jeroglíficos por Champollion (1822); la arqueología
oriental, con la lectura del bajorrelieve de Behistún); la asiriología (el desciframiento
de la escritura cuneiforme); la arqueología grecorromana, con los grandes Institutos
de investigación (Escuela Francesa de Atenas en 1846, Instituto Alemán de Arqueología
en 1871); etc. A finales del siglo XX nace en España el Instituto Interuniversitario
del Próximo Oriente Antiguo (IPOA), integrado por las universidades de Barcelona,
Autónoma de Barcelona, Salamanca y Murcia, de la que destacan sus excavaciones
en 1996 en Mesopotamia (Tell Jamis y Tell Qara Quzaq).
En el siglo XX la arqueología se convirtió
en una verdadera ciencia auxiliar de la Historia, con métodos y técnicas muy
desarrollados. Se diferencian la arqueología terrestre y la subacuática (a menudo
conocida como submarina).
La arqueología terrestre se basa en la
detección, prospección y excavación controlada de los yacimientos. Se usa el método
estratigráfico, con una anotación minuciosa de todos los hallazgos, que permita
reconstruirlo todo en su posición, para poder datar y relacionar todos los objetos.
La arqueología subacuática se desarrolló
desde 1950, gracias a la invención de la escafandra Cousteau-Gagnan, que permitió
una mayor autonomía a los buceadores. Al respecto, Reinach ha calificado al
Mediterráneo de «el museo de antigüedades más rico del mundo». Los hallazgos en
las costas de Alejandría, Chipre, Grecia, Italia o España han sido extraordinarios.
Técnicas de la arqueología.
Se usan técnicas muy avanzadas: fotografía
aérea y por satélite, estudio de anomalías topográficas, arqueomagnetismo, sonda
fotográfica, datación por carbono 14 y otros medios, dendronología, palinología,
etc.
ARQUEOLOGÍA.
Arqueología (del griego archaios, ‘viejo’ o ‘antiguo, y logos, ‘ciencia’), literalmente estudio
de viejas o antiguas culturas humanas. La mayoría de los arqueólogos del
pasado, que retrotrajeron el origen de su disciplina a los estudios de los anticuarios,
definieron la arqueología como el “estudio sistemático de los restos materiales
de la vida humana ya desaparecida”; otros arqueólogos enfatizaron los aspectos
conductistas y definieron la arqueología como “la reconstrucción de la vida de
los pueblos antiguos”. En algunos países, especialmente en Estados Unidos, la arqueología
ha estado considerada siempre como una subdisciplina de la antropología; mientras
que ésta se centraba en el estudio de las culturas humanas, la arqueología se
dedicaba al estudio de las manifestaciones materiales de dichas culturas. De este
modo, en tanto que las antiguas generaciones de arqueólogos estudiaban un antiguo
útil de cerámica como un elemento cronológico que ayudaría a datar la cultura que
era objeto de estudio, o simplemente como un objeto con un cierto valor estético,
los antropólogos verían el mismo objeto como un instrumento que les serviría para
comprender el pensamiento, los valores y la cultura de quien lo fabricó.
La investigación arqueológica ha estado
vinculada fundamentalmente a la Edad de Piedra y a la antigüedad; sin embargo,
durante las últimas décadas la metodología arqueológica se ha aplicado a etapas
más recientes, como la Edad Media o el periodo industrial iniciado a finales
del siglo XVIII y principios del XIX. En la actualidad, los arqueólogos dedican
ocasionalmente su atención a materiales actuales, investigan residuos y vertederos
urbanos, con lo que está naciendo la denominada arqueología industrial.
La moderna arqueología se interrelaciona
con otras disciplinas científicas; así, los arqueólogos, para establecer la cronología,
suelen utilizar métodos de datación desarrollados por otras ciencias: el sistema
del carbono 14 (radiocarbono) fue desarrollado por los físicos nucleares, las
técnicas de datación geológica se deben a los geólogos y las técnicas de estudio
de los restos de fauna son obra de los paleontólogos. Además, para reconstruir
antiguas formas de vida, los arqueólogos se sirven de procedimientos utilizados
por la sociología, la demografía, la geografía, la economía o las ciencias políticas.
Historia de la arqueología.
La historia de la arqueología puede
dividirse en seis grandes periodos. Durante el primero, que se inicia en el
Renacimiento y acaba en el siglo XVIII, los anticuarios coleccionaban obras de
arte y otros objetos, y se establecían postulados poco científicos sobre su significado,
aunque se asumió que los antiguos útiles de piedra eran obra del hombre. Tres
hechos acaecidos en torno a 1800 marcaron el inicio de una nueva etapa: John
Frere descubrió una serie de hachas paleolíticas (pertenecientes al periodo
achelense) en una cantera de Sufolk, en un depósito intacto que contenía huesos
pertenecientes a animales de gran tamaño ya extinguidos, lo que le permitió
atribuir a esos útiles una cronología muy antigua. En 1807 se fundó el Museo
Nacional de Dinamarca y sus piezas fueron clasificadas por Christian Thomsen que
estableció la clásica división de la prehistoria en tres periodos: Edad de Piedra.
Edad de Bronce y Edad del Hierro. Más tarde, el erudito francés Jacques Boucher
de Crèvecoeur de Perthes halló entre las décadas de 1840 y 1850 útiles antiguos
de piedra, asociados con total certeza a restos de animales extinguidos, en los
depósitos de grava del valle francés del Somme; su investigación condujo finalmente
a la aceptación de la existencia de las culturas primitivas.
Todos estos estudios estaban basados
en el trabajo de geólogos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, como
Charles Lyell, que había liberado a los estudios geológicos de los límites de una
cronología bíblica que confinaba a la historia en un periodo de 6000 años,
iniciado con la creación divina en el 4004 aC. Casi de forma simultánea, el desciframiento
de la inscripción jeroglífica en la piedra de Rosetta, logrado por el egiptólogo
francés Jean François Champollion, y de la escritura cuneiforme persa en la trilingüe
inscripión de Behistún por el profesor británico Henry C. Rawlinson, posibilitaron
el estudio de las culturas bíblicas y las situaron sobre una base histórica
sólida.
Hacia 1859 comenzó una nueva fase, cuando
Charles Darwin y Alfred R. Wallace publicaron sus teorías sobre la evolución orgánica,
con sus obvias implicaciones para la evolución cultural. Con el paso del tiempo,
los estudios iniciados en Francia desembocarían en la clasificación del paleolítico
efectuada por el investigador Gabriel Mortillet. Al mismo tiempo se llevaron a
cabo excavaciones en el Oriente Próximo y en las regiones características del mundo
clásico; la más famosa de éstas fue la excavación de Heinrich Schliemann en Troya,
descubrimiento tras el que los arqueólogos estadounidenses iniciaron investigaciones
en la Grecia continental, los franceses en Delfos y los británicos en Creta y
Egipto. Como resultado de las investigaciones en Europa —trabajos en el norte
de Italia y Suiza sobre asentamientos lacustres, excavaciones y análisis
daneses en la zona del Báltico y los realizados por Augustus Pitt-Rivers de túmulos,
poblados y fortalezas en Gran Bretaña— se desarrollaron importantes técnicas y
métodos arqueológicos. Los arqueólogos comenzaron a trabajar en América, intentando
unos determinar el origen de los constructores de túmulos, mientras que otros buscaban
testimonios del paleolítico en el Nuevo Mundo.
Nuevas tendencias y grandes descubrimientos
arqueológicos de la primera mitad del siglo XX.
Los primeros años del siglo XX vieron
el nacimiento y el desarrollo de meticulosos estudios estratigráficos, además
de métodos adecuados de excavación y trabajo de campo, los pioneros fueron Flinders
Petrie en Egipto, Robert Koldewey en Babilonia y Pitt-Rivers en Gran Bretaña. Estas
técnicas se llevaron al Nuevo Mundo desde Europa, en particular por el arqueólogo
de origen alemán Max Uhle, que llevó a cabo excavaciones estratigráficas en
yacimientos de grupos concheros californianos y en Perú, donde estableció la
primera cronología regional.
Durante el periodo de entreguerras
(1919-1939), se realizaron grandes proyectos en el Mediterráneo oriental y en
el Oriente Próximo. Sir Leonard Woolley realizó excavaciones en Ur (Sumeria),
sir Arthur Evans en Cnosos (Creta), James Breasted en Megido (Palestina), Howard
Carter en Egipto y Claude Schaeffer en Ugarit (Fenicia); algunas de estas excavaciones
sacaron a la luz impresionantes restos. Por lo que respecta a la arqueología en
el mundo clásico (Grecia y Roma), la primera actuación destacada quizá sea la excavación
del ágora de Atenas, realizada por un equipo estadounidense. Al mismo tiempo se
produjeron desarrollos cruciales en la metodología para recuperar información sobre
el pasado; así, se generalizó el uso de la fotografía aérea para descubrir y estudiar
yacimientos, o la palinología para establecer la vegetación de la antigüedad.
Por último, poco después de acabada la
II Guerra Mundial, la aparición del método de datación del radiocarbono (o carbono
14), desarrollado por el químico estadounidense Willard Libby supuso una auténtica
revolución en el mundo de la arqueología puesto que, gracias al mismo, fue posible
obtener fechas absolutas a partir de materias orgánicas y de este modo se pudo
establecer un cuadro cronológico firme de la prehistoria.
La nueva arqueología.
La obra Estudio de la Arqueología
(escrita en la década de 1940) del arqueólogo estadounidense Walter Taylor originó
otra revolución, pero en este caso de diferente carácter; su autor expresaba el
descontento que los antropólogos mostraban por la forma en que se desarrollaba
la arqueología estadounidense, y proponía que la arqueología debería ir más
allá de la mera clasificación y análisis de los objetos encontrados, para intentar
conocer a la gente que los hizo; esta opinión arraigó en muchos jóvenes arqueólogos
que intentaron investigar cómo y por qué se produjeron los cambios culturales,
en vez de limitarse a describirlos y datarlos; éstos consideraban que la
finalidad de la arqueología debía ser la formulación de las leyes del cambio cultural,
lo que la convertiría además en una disciplina científica. En su opinión, la comprensión
de los procesos de cambio cultural en una zona objeto de estudio arqueológico,
proporcionaría unos principios básicos que podrían hacerse extensivos a otras
áreas. El líder de este nuevo movimiento, Lewis R. Binford, trató este tema
hacia 1960, dando inicio a la llamada “nueva arqueología”.
Sus características básicas son el uso
explícito de la teoría evolucionista, la utilización de sofisticados conceptos
culturales y ecológicos que en ocasiones requieren una aproximación interdisciplinar
en el trabajo de campo y precisan de la informática para el análisis de los datos,
y el uso de la teoría de sistemas. A pesar de que en las décadas de 1970 y 1980
ya se hizo evidente que la nueva arqueología había fracasado en su pretensión
de convertir la arqueología en una ciencia generadora de leyes, no deben
minimizarse las aportaciones que la década de los años sesenta hizo a esta disciplina,
facilitando, en gran parte, la estructura de la arqueología actual.
En la década de 1970, arqueólogos europeos
reconocieron que la cronología de la prehistoria establecida a partir del carbono
14 era incorrecta, debido a las imperfecciones del método. Se han propuesto otros
sistemas cronológicos que han dado como resultado no sólo la datación de monumentos
concretos sino además (según palabras del arqueólogo británico Colin Renfrew),
“un nuevo enfoque del desarrollo cultural a lo largo de la prehistoria”. Anteriormente
se consideraba que ciertos logros culturales, como el inicio de la metalurgia,
habían sido irradiados desde un único punto de origen localizado en Oriente
Próximo; en la actualidad se defiende la existencia de numerosos focos de irradiación
cultural, dando lugar a la idea de que el hombre es mucho más innovador de lo que
se creía en un principio.
Durante la década de 1980 y comienzos
de la de 1990, los arqueólogos estadounidenses, australianos y neozelandeses
han sido requeridos, de forma incesante, para que adapten sus estrategias de investigación
a los deseos e intereses de los pueblos indígenas, que no sólo exigen la devolución
de ciertos objetos y de restos humanos para volver a ser inhumados, sino también
el respeto de sus valores culturales en las excavaciones que realizan. La adecuación
de las estrategias científicas de investigación a la sensibilidad de las culturas
tradicionales señala una nueva dirección en la actividad arqueológica y supone un
desarrollo que apenas se contemplaba hace unas décadas, cuando se consideraba que
la rígida objetividad científica dominaría en breve plazo la arqueología.
Métodos y técnicas.
El trabajo del arqueólogo puede dividirse
en sucesivas fases: obtención de datos, descripción de los mismos, análisis
preliminar e interpretación.
Obtención de datos.
El trabajo de campo está precedido por
una exhaustiva revisión de la literatura científica existente; antes de iniciar
la excavación se consultan textos antiguos, artículos modernos y estudios geológicos
y medioambientales; luego se realiza un prospección arqueológica con el fin de
localizar los yacimientos que van a proporcionar los datos, procedimiento que tradicionalmente
se ha basado en los hallazgos casuales y en la investigación histórica. La fotografía
aérea es, desde mediados del siglo XX, un método de reconocimiento adicional muy
importante. A partir de la década de 1970 se han sumado un número notable de nuevas
y sofisticadas técnicas, como el uso del radar para estudiar el subsuelo, de sensores
de rayos infrarrojos, resistencias eléctricas, magnetómetros de protones y sensores
remotos por satélites. Por lo que respecta a la arqueología submarina, la introducción
de un nuevo sonar y de equipos sensores eléctricos ha permitido mejorar la detección
de los restos de barcos hundidos. En el campo de la arqueología terrestre, el objetivo
es localizar yacimientos intactos, con depósitos estratificados y sus correspondientes
materiales. Desde un punto de vista ideal, la aparición de los materiales en un
contexto estratigráfico claro permite establecer una cronología precisa y reconstruir
(teniendo la suficiente información contextual), todo el sistema cultural en los
distintos niveles históricos; cuanto mejor sea la investigación inicial, más
fácil será la excavación y en general todo el trabajo de campo.
Esta labor preliminar conduce directamente
a una intensa recogida de datos, llevada a cabo principalmente mediante una excavación
realizada de forma sistemática. El objetivo de una excavación es doble: establecer
una cronología y observar el contexto. El viejo y fiable sistema para establecer
la cronología consistía en la excavación de yacimientos con estratigrafía clara,
estableciendo los distintos niveles de ocupación que se hallan superpuestos. En
la actualidad, se han desarrollado otros muchos sistemas para obtener una cronología
relativa o absoluta. Gracias a técnicas interdisciplinares es posible conseguir
tales datos en cualquier yacimiento, estratificado o no. La obtención del contexto
de los distintos niveles de ocupación requiere unas cuidadosas técnicas de excavación,
prestando particular atención a la localización de cada artefacto y ecofacto
(restos de antiguos materiales orgánicos); toda esta actividad debe ser complementada
con datos medioambientales obtenidos mediante el uso de técnicas interdisciplinares,
a partir de estudios zoológicos, botánicos, geológicos, edafológicos y climáticos,
con el objetivo de definir el ecosistema y el medio ambiente donde se va a
realizar la excavación.
Descripción y análisis preliminares.
Los análisis de laboratorio y la descripción
constituyen normalmente el paso siguiente a la recopilación de datos, aunque la
realización simultánea de todos estos trabajos puede mejorar en gran medida la
excavación. Los análisis preliminares durante la recopilación de datos pueden
revelar huecos en la cronología y en el contexto e indicar dónde se deberían
recoger más datos para completar las lagunas de información. No obstante, los
análisis más importantes tienen lugar más tarde. Al igual que durante el proceso
de recopilación de datos, su finalidad es doble: cronológica (por la que se establece
las fechas absolutas o relativas) y contextual (por la que los datos son situados
en su contexto cultural).
Establecimiento de la cronología.
Aunque el uso de técnicas interdisciplinares
pueda determinar un marco cronométrico ajustado, la cronología debe estar determinada
fundamentalmente por la secuencia de los objetos procedentes de los distintos
niveles estratigráficos excavados. No obstante, la estratigrafía no es el único
medio para determinar la cronología relativa. La datación de los objetos según
la fecha de su estrato geológico, según su asociación a restos fósiles de
animales o de polen, o por su relación con otros objetos datables, constituyen otros
sistemas para establecer la cronología relativa. Desde luego, en ciertas ocasiones
es posible obtener una cronología absoluta gracias al uso del carbono 14, de la
dendrocronología (sistema de datación basado en las capas de los troncos de los
árboles), la termoluminiscencia, o del arqueomagnetismo. En la actualidad se utilizan
el espectrómetro de masas, el acelerador de partículas y otros métodos radiométricos
para datar los objetos encontrados.
Establecimiento de los contextos culturales.
Una vez fijada la cronología se procede
al estudio analítico del contexto cultural y medioambiental, un proceso más complicado,
cuya finalidad es reconstruir los sistemas culturales y ecológicos. Cada artefacto
es considerado, desde este punto de vista, no como un elemento cronológico sino
más bien como resultado de la actividad humana en el tiempo en que fue
fabricado. La ubicación física de un artefacto puede ser determinada por medios
relativamente simples, como una excavación cuidadosa, pero determinar con exactitud
qué actividad lo produjo y como esa actividad encaja en la antigua cultura de
su hacedor es a veces problemático. La obtención de datos interdisciplinares puede
revelar dónde y en qué parte del ecosistema se localizaron las materias primas
del artefacto y, lo que es más importante, pueden establecer una relación entre
la cultura y el medio ambiente. Restos de desechos (por ejemplo huesos y restos
de plantas) proporcionan información sobre la forma de vida de quien los tiró,
sobre los elementos del ecosistema, sobre la estacionalidad de los patrones de
asentamiento o sobre las relaciones comerciales. Las formas de enterramiento y
los ajuares de las tumbas aportan mucha información sobre el pasado, particularmente
en aspectos como la concepción de la realeza, la jerarquía, el rango social o
las prácticas religiosas; cada objeto refleja las actividades realizadas en el
periodo en que los hombres ocuparon el yacimiento.
Interpretación.
Con toda esta información, el arqueólogo
intenta sintetizar las cronologías regionales en una secuencia de culturas y ecosistemas
de áreas más amplias o de regiones interrelacionadas. Esto conlleva idealmente
la descripción dinámica de los procesos que pueden ser analizados para determinar
las causas del cambio cultural, es decir, no sólo cómo suceden los cambios,
sino también por qué se producen.
El registro arqueológico.
A continuación se presentan algunas de
las conclusiones a que han llegado los arqueólogos al estudiar el pasado del hombre
y se describen algunos de los yacimientos y objetos más importantes descubiertos
en los dos últimos siglos.
BIBLIOGRAFÍA.
Internet.
Enciclopedia Encarta. La parte de fuentes arqueológicas
es una amplia paráfrasis de esta referencia, divulgativamente muy eficaz.
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al Mediterrani. “L’Avenç”, 274 (XI-2002) 27-58.
Agencias. Descubierto en Israel el cultivo más antiguo del mundo Se trata de un higo de 11.400 años de antigüedad hallado en el Valle del Jordán. “El País” (1-VI-2006).
Sampedro, Javier. Hallado en el valle del Jordán el vestigio más antiguo de agricultura. Los arqueólogos descubren una plantación de higueras de hace 11.400 años. “El País (2-VI-2006) 42.
Agencias. Descubierto en Israel el cultivo más antiguo del mundo Se trata de un higo de 11.400 años de antigüedad hallado en el Valle del Jordán. “El País” (1-VI-2006).
Sampedro, Javier. Hallado en el valle del Jordán el vestigio más antiguo de agricultura. Los arqueólogos descubren una plantación de higueras de hace 11.400 años. “El País (2-VI-2006) 42.
Francescutti, Pablo. Arqueólogos ‘high-tech’.
“El País” Semanal 1.851 (18-III-2012) 68-72. Una revolución se está efectuando
gracias a la aplicación de nuevas técnicas de radar, google Earth, GPS, informática,
etc.
Rodríguez, Jesús. Erbil, la ciudad donde todo
empezó. “El País” Semanal 1.856 (22-IV-2012) 34-44.
PROGRAMACIÓN.
DEL NEOLÍTICO A LAS
SOCIEDADES URBANAS DEL PRÓXIMO ORIENTE. FUENTES ARQUEOLÓGICAS.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 2. Sociedades históricas
y cambio en el tiempo.
Bloque 4. Sociedades
históricas.
Núcleo 2. Sociedades
prehistóricas, primeras civilizaciones y Antigüedad clásica.
En el apartado: -
Las sociedades prehistóricas cazadoras y recolectoras. La Revolución Neolítica.
Las primeras civilizaciones.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Temas de Educación
Cívica y Moral, Educación para la Paz, de Educación Ambiental y Educación para
la igualdad de ambos sexos.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones.
1ª Documental. Diálogo
con los alumnos, para evaluación previa. Exposición del profesor.
2ª Exposición del profesor.
Diálogo.
3ª Exposición del profesor.
Esquemas, mapas.
4ª Exposición del profesor
de repaso y refuerzo. Esquemas, mapas, cuestiones, comentarios de textos.
OBJETIVOS.
Conocer el Neolítico.
Comprender su origen
y difusión, el origen de la agricultura y la evolución a la aldea sedentaria y
las sociedades urbanas del Próximo Oriente.
Desarrollar
capacidad de deducción y análisis.
Aumentar la curiosidad
científica e interés por la conservación del patrimonio arqueológico.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
- Concepto de Neolítico.
- Origen y difusión.
- Origen de la agricultura.
- Paso a la aldea
sedentaria. Catal Huyuk.
- Primeras sociedades
urbanas del Próximo Oriente.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información:
Análisis, interpretación y síntesis de información a partir de mapas, diapositivas
y cuadros cronológicos, para formar conceptos abstractos. Clasificación y registro
con fichas y esquemas.
Explicación multicausal:
Comprensión de conceptos de tiempo largo y lento, de causalidad múltiple.
Indagación e investigación:
Iniciación a la interpretación histórica y artística de las manifestaciones culturales.
C) ACTITUDINALES.
Comprensión de la economía,
sociedad, arte y cultura prehistóricas.
Visión crítica de
las visiones de la Historia.
Valoración y conservación
del patrimonio arqueológico.
METODOLOGÍA.
Expositiva y participativa.
Motivación de los alumnos mediante una exposición, abundante material gráfico,
debate crítico, trabajos, etc.
MOTIVACIÓN.
Documental. Diálogo,
que además sirva de evaluación previa.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición del profesor.
Esquema conceptual mediante presentación digital. Énfasis en la importancia de
la mayor oferta de alimentos en el desarrollo de la Humanidad. Participación oral.
Elaboración de cuadros cronológicos para resaltar la importancia de este periodo
comparado con nuestra breve época. Evitar una posición eurocéntrica. Relacionar
al hombre con su medio.
Se hará hincapié en
las causas del desarrollo del Neolítico, en los rasgos comunes entre los procesos
del Oriente Medio, en las causas y consecuencias del desarrollo del sedentarismo
y la urbanización. Nos centraremos en los casos de Catal Huyuk (una aldea sedentaria)
y Uruk (una ciudad), a fin de conseguir un conocimiento profundo de unos ejemplos
atractivos y bien investigados por la arqueología. En cambio, daremos poca importancia
a memorizar la precisa sucesión de culturas sedentarias y urbanas en Mesopotamia
y Egipto —esta memorización sería un objetivo poco útil
a largo plazo—, aunque sí valoraremos la comprensión
de que fue un proceso de desarrollo cultural y también la capacidad de buscar información
al respecto, pues sí es relevante la adquisición del procedimiento de indagación.
Lectura de un fragmento
de Gordon Childe, Los orígenes de la civilización.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realización de esquemas
sobre los apartados y un gráfico sobre el aumento de la población en el Neolítico.
Realizar una línea
de tiempo.
Debate sobre la
tesis evolucionista y difusionista, sacando conclusiones.
Realizar un mapa sobre
la difusión del neolítico en el Próximo Oriente, situando los principales lugares.
Comentarios de textos.
C) INDIVIDUALES
Realización de apuntes
esquemáticos sobre la UD.
Participación en las
actividades grupales.
Búsqueda individual
de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones
en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Presentación
digital.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos
para comentarios.
Cuadernos de apuntes,
esquemas...
Documental y película.
Documentales: Atlas
Culturales del Mundo. Ediciones del Prado. Barraclough, Geoffrey (coord.). v.
1. De los orígenes del hombre a la revolución agrícola. 50’ (30’ para el
tema). v. 2. El nacimiento de la civilización. 50’ (5’ para el tema).
Tienen el problema de estar muy desperdigados los temas regionales (p.e.
decenas de referencias a Mesopotamia, pero en distintos momentos).
EVALUACIÓN.
Continua, tanto de los
grupos como de los individuos, valorando todos los contenidos.
Una prueba escrita junto
a otras UD que valore los conocimientos de conceptos y la capacidad de síntesis
y relación. Se harán preguntas de tipo test, un comentario de texto y una pregunta
un poco más larga, dentro de las posibilidades reales de tiempo. Nos centraremos
en la explicación de las causas y la difusión del Neolítico, y en los casos más
representativos de Catal Huyuk (una aldea sedentaria) y Uruk (una ciudad).
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los
alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades
de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de recuperación
(junto a las otras UD).
APÉNDICES (para comentarios en clase).
Agencias. Descubierto en Israel el cultivo más antiguo del mundo Se trata de un
higo de 11.400 años de antigüedad hallado en el Valle del Jordán. “El País”
(1-VI-2006).
‹‹Investigadores israelíes han descubierto
evidencias en el Valle del Jordán que demuestran que el ser humano comenzó a cultivar
árboles y plantas hace 11.400 años. Así lo informa el diario The Jerusalem Post,
que da cuenta de una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad
Bar Ilán de Tel Aviv y que publica esta semana la revista científica Science.
En el artículo, el profesor Mordejai
Kislev, la investigadora Anat Hartman y su colega Ofer Bar-Yosef dan a conocer
el descubrimiento, entre los restos arqueológicos de una vivienda en la localidad
de Gilgal, situada en el Valle del río Jordán, de lo que se cree que es la planta
doméstica más antigua del mundo: un higo. El higo, que no tiene semillas fértiles,
ha sido presentado como la evidencia más antigua de una planta cultivada por el
hombre. Los frutos son una variedad de higos en los que la fruta se constituye
y madura sin polinización. Estas frutas permanecen en el árbol en vez de desprenderse
y los higos se vuelven suaves, dulces y comestibles.
Los expertos de la universidad de Bar
Ilán, con los que colaboraron investigadores arqueológicos de Harvard, concluyen
que los higos fósiles encontrados en Gilgal carecen de semillas porque sufrieron
una mutación, que raramente se produce en higueras salvajes y que no podría
haberse dado sin la ayuda humana. La investigación también pone de relieve
detalles para entender lo que supuso la revolución agrícola, y destaca que los
seres humanos aparentemente sabían cómo plantar árboles delicados como la higuera
al inicio del neolítico (que concluyó hace 7.500 años), y de esta manera eran
capaces de incrementar sus cosechas.
Ni lentejas ni garbanzos ni cebada
“A medida que se fue perfeccionando el
cultivo de los higos, los esquejes de la planta fueron aparentemente transportados
a zonas distantes y plantados, a fin de obtener nuevas cosechas en el futuro, tras
varios años”, refiere el artículo. El cultivo de este fruto se desarrolló de forma
paralela a la siembra de semillas rústicas de avena del monte Tabor y de cebada
salvaje, añade. El cultivo del higo, según escriben los investigadores israelíes,
parece haber formado parte de una fase separada de los comienzos de la agricultura,
entre el segundo período (siembra de cereales salvajes), y la tercera fase (siembra
de cereales domesticados). “Fue muy fácil conseguir el higo. Se planta y las cosechas
se obtienen pocos años después”, destacan.
Hasta ahora, los expertos pensaban que
la revolución agrícola -la esencial transición del período de caza y nomadismo
hacia la agricultura- ocurrió hace 11.500 en el Creciente Fértil. Sin embargo,
los científicos no se ponían de acuerdo sobre si fueron las lentejas y garbanzos
los primeros cultivos, conforme mostraron fósiles encontrados en el sur de Turquía,
o si la primera cosecha humana fue de cebada, en el actual Israel.
Los descubrimientos exigen “una nueva
concepción sobre dónde comenzó la agricultura y cuál fue la planta pionera, porque
los hallazgos de cereal y legumbre que fueron descubiertos en el sur de Turquía
e Israel no son tan antiguos y la cosecha de higos en Israel podría haber
precedido a la agricultura en Turquía”.››
Sampedro, Javier. Hallado en el valle del Jordán el vestigio más antiguo de agricultura.
Los arqueólogos descubren una plantación de higueras de hace 11.400 años.
“El País (2-VI-2006) 42.
‹‹El origen de la agricultura se ha buscado
siempre en los cereales, cuyos primeros cultivos se dieron hace 10.500 años en Oriente
Próximo. Pero un grupo de arqueobotánicos israelíes acaba de descubrir nueve
higos de una variedad claramente domesticada, almacenados hace 11.400 años en una
despensa del primitivo asentamiento neolítico de Gilgal I, en el valle del Jordán.
La domesticación del higo vino facilitada por una mutación espontánea que lo
hace comestible pero estéril: el primer agricultor sólo tuvo que coger aquella rama
y plantarla en el suelo.
“Hace 11000 años hubo un giro crucial
en la mente humana, de explotar la Tierra como es a modificarla activamente para
satisfacer sus necesidades”, afirma el principal autor del trabajo que se presenta
hoy en la revista Science, Ofer Bar-Yosef, de la Universidad de Harvard. “Este
giro a un estilo de vida sedentario y basado en el cultivo rompió con más de dos
millones de años de historia como recolectores y cazadores”.
Gilgal I es uno de los yacimientos más
antiguos del Neolítico, situado 12 kilómetros al norte de Jericó, en el valle
del Jordán. La casa de la despensa fue excavada en los años setenta, pero la muerte
del arqueólogo israelí que dirigió aquella operación condenó al olvido a los
materiales que había rescatado de allí, que llevaban 30 años archivados en un armario
del Museo Israel de Jerusalén. El año pasado, el museo invitó a Bar-Yosef a
examinar aquellos viejos hallazgos, y aparecieron los nueve higos junto a más
de 300 gránulos sueltos de la misma fruta.
Bar-Yosef y sus colegas de la Universidad
Bar-Ilan de Israel apreciaron de inmediato que los higos -sus restos están carbonizados,
pero en un extraordinario estado de conservación- eran de una variedad comestible,
y que parecían haber sido desecados y almacenados para consumirlos en invierno.
La parte difícil de su trabajo ha sido reunir las pruebas de que, en efecto, los
nueve frutos sólo pueden pertenecer a una variedad domesticada de higo, puesto
que carecen de semillas, y sólo podrían haberse reproducido por esquejes.
Una mutación proverbial.
Su conclusión es que los primeros higos
domesticados -tal vez el origen de la agricultura y, por tanto, de la
civilización- fueron producto de una mutación espontánea, propagada después por
los humanos mediante esquejes sucesivos. Las mutaciones de este tipo son conocidas
en las higueras silvestres: producen una variedad llamada “partenocárpica”, en
que la fruta madura sin necesidad de polinización y se queda pegada al árbol,
ganando en suavidad y dulzura en lugar de pudrirse en el suelo.
Los mutantes partenocárpicos se dan ocasionalmente
en la naturaleza, pero son estériles porque sus higos no tienen semillas. “Una
vez que ocurrió la mutación partenocárpica”, conjetura Bar-Yosef, “los humanos
debieron de darse cuenta de que aquellos higos no eran capaces de producir nuevos
árboles, y el cultivo de la higuera se convirtió en una práctica común. En este
acto intencional de plantar una variante específica de higuera podemos ver los orígenes
de la agricultura. El higo comestible no habría sobrevivido de no ser por la intervención
humana”.
La mutación partenocárpica fue un verdadero
regalo de la naturaleza, pero no bastó por sí misma para producir la variedad
hallada en Gilgal I. Según otro de los autores, el arqueobotánico Mordechai
Kislev, los primeros pobladores neolíticos de Oriente Próximo debían haber estado
“varios siglos” cultivando las higueras mutantes y seleccionando sus características.
Bruce Smith, del Museo Nacional de Historia Natural de Washington, señala en Science
que el origen de la agricultura “fue un proceso lento que tuvo lugar a pequeña
escala en distintas zonas, a base de prueba y error con distintas plantas”.
Pero las mutaciones naturales y la
facilidad de cultivo hicieron que la domesticación de la higuera ganara por más
de mil años a la de los primeros cereales, y por más de 5000 al resto de los árboles
frutales. “Los higos de Gilgal, que estaban almacenados junto a bellotas y
variedades silvestres de cebada y centeno, indican que la estrategia de subsistencia
de los primeros agricultores neolíticos fue la explotación mixta de plantas
silvestres y la domesticación inicial del higo”, afirma Bar-Yosef.
Esa mezcla de plantaciones de higos y
cultivos de cereales silvestres “se practicó ampliamente hace casi 12000 años
en todo el ala occidental de Oriente Próximo”.
Un invento caído de los árboles.
Algunas mutaciones, como las que agrandan
y compactan las espigas de los cereales, tuvieron más importancia que otras durante
la domesticación de las plantas de cultivo que encendió la revolución neolítica
y creó las condiciones para el desarrollo de la civilización. Pero la mutación
partenocárpica de la higuera, que inventa de pronto un higo carnoso, dulce, suave
y que no se cae al suelo, encaja más en una parábola bíblica que en un texto de
genética.
La razón de que el higo comestible
parezca diseñado para satisfacer a una criatura terrestre es que lo está. La
criatura se llama blastófago (Blastophaga psenes), y es la avispa simbiótica que
se ocupa desde hace millones de años de polinizar a la higuera silvestre.
Las higueras silvestres tienen dos sexos
(uno femenino y uno hermafrodita, al que llamaremos macho para abreviar). Las
flores del macho tienen un estilo más corto (dos milímetros) que las de la hembra
(tres milímetros). La avispa pone sus huevos a través de un tubo (ovipositor) que
mide casi exactamente dos milímetros.
Si la avispa llega a una flor hembra,
lo único que puede hacer es polinizarla. No porque no intente también poner un
huevo dentro de su ovario, sino porque no puede consumar el acto: le falta un
milímetro para superar el peaje del estilo femenino.
Así que el blastófago sólo puede poner
sus huevos en la flor macho. Y la higuera premia a su larva con un higo: un argumento
de peso para renovar el contrato de simbiosis. La mutación partenocárpica viene
a ser un argumento al que nadie escucha.››
APÉNDICE.
ARQUEOLOGÍA EN EL MUNDO.
EL ORIENTE PRÓXIMO.
Mesopotamia.
Egipto.
Siria y Palestina.
Otras zonas del Oriente Próximo.
EUROPA.
Grecia.
Roma.
Otras zonas europeas.
ASIA.
Suroeste asiático.
China.
Otros países asiáticos.
AMÉRICA.
El periodo lítico.
El periodo arcaico.
El periodo de formación.
El periodo clásico.
El periodo posclásico o imperial.
ÁFRICA.
ARQUEOLOGÍA EN EL MUNDO.
EL ORIENTE PRÓXIMO.
Ya desde los comienzos de la investigación
arqueológica realizada de una forma sistemática, el Oriente Próximo —de Mesopotamia
a Egipto, desde los tiempos más antiguos hasta la época islámica— ha constituido
una de las principales zonas de investigación y quizás sea la región donde se
han producido los descubrimientos más espectaculares.
Mesopotamia.
La investigación arqueológica en Mesopotamia
comenzó con los trabajos que realizó C. James Rich en Babilonia y Nínive. Guiado
por sus informes, el cónsul francés Paul Émile Botta inició las excavaciones en
las ruinas de Nínive y en Jorsabad (Irak) entre los años 1843 y 1845. Dos años
más tarde, el viajero británico Austin H. Layard siguió los mismos pasos en
Nínive y en Nimrud (la antigua Calach). Ambos fueron apoyados por sus respectivos
gobiernos. Henry Rawlinson, Edward Hincks y otros eruditos, apoyándose en el desciframiento
de la escritura cuneiforme persa por el primero de ellos, tradujeron la escritura
cuneiforme asirio-babilónica, con lo que pudieron leerse los textos grabados en
piedra y en cientos de tablillas de arcilla halladas en Nínive, y reconstruir
la historia de los distintos reinos. Los grandes palacios, con numerosísimos
relieves esculpidos, demostraban el poder de los reyes asirios, sólo conocido antes
por referencias bíblicas y de textos griegos. Las excavaciones en los palacios
asirios han continuado de forma esporádica hasta el presente.
Doce campañas de excavaciones arqueológicas
británicas entre 1949 y 1963 en Nimrud han sacado a la luz cientos de placas de
marfil bellamente grabadas (decoración de mobiliario), botín de los ejércitos
asirios. Un equipo alemán excavó (1903-1913) las ruinas de Assur, capital del Imperio
asirio; con gran habilidad fueron desenterrados los vestigios de templos y palacios
construidos con adobes y fechados desde el III milenio aC hasta el siglo III
dC. Esas estructuras mostraron la cultura de la antigua Asiria y su dependencia
de Babilonia; además, las numerosas inscripciones proporcionaron una importante
información histórica. Un poco más al sur, otra misión arqueológica alemana,
dirigida por Robert Koldewey, trabajó (1899-1914) en Babilonia y desveló la planta
de la ciudad en su apogeo, es decir, durante el reinado de Nabucodonosor II; la
Puerta de Ishtar, recubierta de azulejos con motivos animalísticos en relieve,
el templo de Marduk, el palacio real, la muralla de la ciudad y un puente que
en su día cruzaba el Éufrates fueron los principales hallazgos.
En 1877, el cónsul francés Ernest de
Sarzac descubrió en la ciudad de Lagash (la actual Tell al-Hiba, en Irak) una
serie de magníficas estatuas del gobernante sumerio Gudea (c. 2144 aC-2124 aC),
lo que proporcionó importantes pistas sobre el elevado nivel cultural que allí
floreció hacia el 2130 aC y aumentó el interés por Sumer y su civilización. Una
expedición estadounidense inició su trabajo en Nippur (Irak) en 1887 y encontró
miles de tablillas en escritura cuneiforme, con notables composiciones literarias
en sumerio. La labor de Leonard Woolley en Ur, entre 1922 y 1934, permitió descubrir
las tumbas de los reyes sumerios (c. 2500 aC) con espléndidos ajuares y unas
casas bien construidas (c. 1800 aC). El arqueólogo francés André Parrot excavó
en Mari (ahora Tell Hariri), en el Éufrates medio, un gran palacio datado hacia
el 1800 aC que además de una serie de edificios, trajo a la luz diversas esculturas
del III milenio aC. Los hallazgos alemanes en Uruk (ahora Warka, Irak) desde
1928, han demostrado la gran capacidad técnica de arquitectos y artesanos del
IV milenio aC. También han permitido la obtención de los textos escritos conocidos
más antiguos. El trabajo ininterrumpido desde la II Guerra Mundial ha ampliado
el conocimiento de todos los periodos, especialmente de los más antiguos (c. 6000-3000
aC), correspondientes a los primeros asentamientos en Babilonia.
La investigación sobre los vestigios
de los imperios parto y sasánida (c. 250 aC-650 dC) ha descubierto edificios
palaciegos y templos en Hatra, Ctesifonte y Kish (todas ellas en Irak). Se han
excavado, o al menos prospectado, yacimientos islámicos como Samarra y Wasit;
también se han restaurado los restos arquitectónicos que permanecen en pie.
Egipto.
El conocimiento contemporáneo del antiguo
Egipto comenzó cuando Napoleón I Bonaparte llevó consigo científicos para estudiar
el país durante la campaña de 1798. El descubrimiento de la piedra de Rosetta (un
bloque de basalto, ahora en el Museo Británico), que presentaba una inscripción
en escritura jeroglífica, demótica y griega, permitió a Jean François Champollion
descifrar en 1822 los jeroglíficos egipcios y a partir de ese momento se pudieron
leer las inscripciones de los monumentos. Karl R. Lepsius y otros investigadores
comenzaron a estudiar los monumentos que aún permanecían en pie, trabajos que continúan
siendo valiosos hoy día porque muchos de estos monumentos han sufrido daños o
han sido destruidos. Al mismo tiempo, la expoliación a gran escala de objetos
para colecciones particulares o públicas ha originado la pérdida de mucha información.
En 1858 se fundó el Museo Nacional de Egipto en El Cairo y se fue controlando
progresivamente el saqueo de los yacimientos. Finalmente, en 1880, Flinders
Petrie comenzó las excavaciones sistemáticas e interpretó sus hallazgos de forma
más metódica.
La investigación en el sur del país,
desde la década de 1960, ha
localizado yacimientos donde las poblaciones del paleolítico superior cultivaron
cebada, fueron los primeros intentos de aprovechar los ricos suelos de la cuenca
del río Nilo. Más tarde, las culturas neolíticas iniciaron la auténtica agricultura,
la producción de cerámica y de tejidos, que culminó en la cultura tasiense, que
en su fase final se mezcla con el inicio de la metalurgia de la cultura badariense,
momento en que se utilizó por primera vez el cobre. También aparece en Egipto una
cerámica de superficie pulida de color rojo con su borde superior en negro. El
hallazgo de 3.000 tumbas en Nagada (1894-1895) realizado por Petrie permitió conocer
el periodo inmediatamente anterior al inicio de la etapa histórica egipcia (c.
3400 aC); estudios posteriores han diferenciado la cultura del sur de Egipto de
la del norte, donde las influencias asiáticas occidentales fomentaron el progreso
de la cerámica (pintada con representaciones de figuras humanas y de barcas) y
de la metalurgia.
Según la tradición, el rey Menes unificó
el Alto y el Bajo Egipto al comienzo del periodo dinástico (c. 3100 aC). Una
serie de paletas de pizarra de cosméticos de esa época representan escenas grabadas
de batallas y de caza; la más importante es la denominada paleta del rey Narmer
(c. 3100 aC, quizá otro nombre que recibió el rey Menes). Grabados similares en
cabezas de mazas y en asas, de piedra o marfil, revelan contactos con otras culturas
del Oriente Próximo; los textos jeroglíficos conocidos más antiguos proceden de
esta época. La historia más lejana del norte de Egipto era virtualmente desconocida
hasta que recientes excavaciones han revelado testimonios de los periodos
predinástico y dinástico. Con la aparición de poderosas familias de gobernantes,
surgen las primeras tumbas egipcias con ricos ajuares. Las necrópolis de
Nagada, Abidos y Saqqara suministran testimonios considerables sobre la historia
y cultura de esta época. Las grandes pirámides escalonadas (mastabas) de Saqqara
son los antecesores de las grandes pirámides posteriores, como la de Keops en
Gizeh, que se construyen en bloques uniformes. A pesar de haber sido saqueadas
a lo largo del tiempo, las pirámides hablan de la habilidad de los canteros y
de la maestría de los ingenieros para desplazar esos bloques en época tan remota.
El mobiliario funerario de madera con planchas de oro de la reina Heteferes (c.
2600 aC), enterrada de nuevo tras haber sido saqueada su tumba, fue brillantemente
restaurado a partir de una masa de fragmentos por George A. Reisner, de la Universidad
de Harvard, entre 1924 y 1927. El rey Mikerinos es conocido por su bella estatua,
hallada por Reisner, que en la actualidad se conserva en el Museo de Bellas Artes
de Boston.
Hasta hace poco, la arqueología egipcia
se centraba en las tumbas y en los templos, puesto que los antiguos poblados continúan
habitados. Por lo general, se hallan situados en las tierras húmedas del valle
del Nilo, donde los materiales perecederos no se conservan; los enterramientos
se realizaron en el desierto, cuyo ambiente seco ha conservado los restos y
materiales orgánicos. Los útiles de madera usados en las actividades domésticas
y depositados en las tumbas, las pinturas y grabados murales y los objetos enterrados
con el cadáver nos han proporcionado una visión más completa de la vida en el antiguo
Egipto que en cualquier otra civilización. La tumba de Tutankhamón (reinó en
1334 aC-1325 aC) destacó por la riqueza del ajuar hallado; la mayor parte de éste
se exhibe en el Museo Nacional Egipcio en El Cairo. Cientos de tumbas desde la
I Dinastía han mostrado las formas de vida de los distintos grupos sociales.
Próximo a los sepulcros reales del
Valle de los Reyes se encuentra un poblado completo donde vivieron generaciones
de constructores de tumbas y artesanos. Ha sido excavado de forma científica y
sus casas complementan el material hallado en las tumbas, se han encontrado numerosas
notas garabateadas en trozos de cerámica o lascas de piedra que identifican a algunos
de los obreros y sus casas, proporcionándonos datos sobre su trabajo, alimentación
y creencias.
Las creencias religiosas monoteístas
de Ajnatón (Amenofis IV), le hicieron fijar una nueva capital en Ajtatón (ahora
Tell el-Amarna). El hallazgo casual en 1887 de unas 400 tablillas de arcilla con
escritura cuneiforme llamaron la atención sobre el lugar; estas tablillas constituían
la correspondencia mantenida entre los principales estados del Oriente Próximo
desde el 1375 hasta el 1330 aC. La excavación de la ciudad ha sacado a la luz
casas de obreros, además de ricas villas. El arte de este periodo está caracterizado
por un naturalismo inusual en el Egipto faraónico, como ilustra el exquisito busto
de Nefertiti, la reina principal de Ajnatón IV.
Los estudios de los grandes templos de
Karnak y Luxor han desvelado las distintas fases de construcción de los mismos,
y con frecuencia han conducido a la recuperación de bloques esculpidos reutilizados,
lo que supone un autentico enigma para los actuales estudiosos, especialmente
en la zona del delta del Nilo. Ramsés II y sus sucesores vivieron en Pi-Rameses
(Avaris), situada en el Delta. Al principio, los arqueólogos buscaron la ciudad
en Pelusio y más tarde en Tanis, donde la abundancia de bloques de piedra labrados
con el nombre de Ramsés sugería que la ciudad había estado allí. Esos bloques fueron
transportados a Tanis en el periodo que abarca desde la XI Dinastía hasta el
siglo VIII aC, periodo en el que esta ciudad fue la capital de Egipto. La moderna
investigación sugiere que las piedras de Ramsés II proceden de Qantir, 29 kilómetros
al sur de Tanis, donde Ramses tuvo con certeza un palacio; de hecho Qantir ha
sido identificado con Pi-Rameses.
Los arqueólogos han detectado contactos
comerciales entre el mar Egeo y Egipto desde el siglo XV hasta el XIII aC. La
asociación de cerámica micénica con tumbas de reyes egipcios conocidos es vital
para el estudio de los inicios de la arqueología griega, aunque no del todo
satisfactoria. Comerciantes, mercenarios e incluso viajeros griegos estuvieron
en Egipto desde el siglo VII aC, y dejaron testimonios de su presencia. Al conquistar
Alejandro Magno Egipto, la lengua griega comenzó a sustituir a la egipcia. Se
han encontrado miles de papiros en las ciudades en torno al lago Fayum, cerca
de El Cairo, abandonadas cuando el sistema de regadíos dejó de funcionar; en otros
yacimientos se han encontrado miles más. Estos papiros recogen todos los aspectos
de la vida con sorprendente detalle y además constituyen las copias más antiguas
de muchos libros griegos y del Nuevo Testamento.
Siria y Palestina.
Los descubrimientos en Siria y Palestina
son de particular importancia para el estudio de los inicios de la vida sedentaria.
Se han encontrado cuevas mesolíticas y yacimientos en terrazas pertenecientes a
la cultura natufiense (c. 10.800-8500 aC) en Monte Carmelo, excavados por la arqueóloga
británica Dorothy Garrod entre los años 1929 y 1934 y también en el desierto de
Judea, los restos de casas en el valle del Alto Jordán y de estructuras en
Jericó son otros ejemplos de grupos natufienses. Durante la transición del mesolítico
al neolítico surgieron varias comunidades agrícolas, como la de Mureybat en el
Éufrates medio, yacimiento excavado a mediados de la década de 1960 y en los
primeros años de la de 1970. En algunos yacimientos neolíticos donde no se
fabricaba aún cerámica utilitaria, se enterraron bajo el suelo de las casas mascarillas
de barro, modeladas con delicadeza sobre los cráneos de los difuntos. Una vez que
el uso de la cerámica se extendió en el neolítico (c. 6000-4000 aC), llegaron una
serie de estímulos culturales procedentes del norte, situación que continuó en
los inicios del calcolítico, representado en Palestina por los yacimientos de
Gasul en el valle del Jordán y otros próximos a Beersheba. Se han descubierto
ciudades con cierta planificación, fechadas en el bronce antiguo (c. 3200-2200
aC) en Biblos, Tell el-Farah y Jericó, en Palestina. Todas estas ciudades estaban
amuralladas, con torres cuadradas o semicirculares muy juntas; el magnífico palacio
de adobe de Ebla (en Siria central) data de finales de este periodo. Los archivos
reales, con sus documentos escritos en una lengua semítica y cuneiforme sumerio,
sobre tablillas de arcilla, iluminan brillantemente la historia de Siria entre 2500
y 2200 aC aproximadamente. Los sellos cilíndricos y diversos objetos tallados
en piedra, concha o madera, atestiguan el alto nivel de la producción artística
en Ebla.
Tras una etapa de declive, asociada por
muchos investigadores a los movimientos de los amorritas, las ciudades de la zona
volvieron a florecer desde el 1900 hasta el 1200 ac. Las excavaciones francesas
en Ugarit (en la costa siria), realizadas desde 1929, han aportado un buen ejemplo
de una gran ciudad cananea. Aquí, las cerámicas chipriota, cretense y griega
demuestran la existencia de un comercio marítimo hacia el oeste, y han
aparecido otros objetos que indican relaciones con Egipto y Babilonia. Los escribas
utilizaron papiros en jeroglíficos egipcios, babilonio (un dialecto del acadio),
y lo hicieron en cuneiforme hurrita sobre tablillas de arcilla. Para escribir
en su propia lengua (semítica), el ugarítico, usaban (c. 1400 aC) una escritura
alfabética de 30 signos que está considerada como el primer alfabeto, en el que
se escribieron documentos de toda clase, también mitos sobre sus dioses que nos
dan una imagen única de la religión cananea.
Los edificios incendiados y arrasados
testimonian la violenta destrucción de Ugarit y otras ciudades del bronce
final, a principios del siglo XII aC, llevada a cabo por los invasores conocidos
en los documentos egipcios con el nombre de los “pueblos del mar”, entre los que
se encontraban los filisteos y otros pueblos. La Edad del Hierro ha sido estudiada
de forma mucho más intensiva en Palestina que en Siria; en el río Orontes, una
expedición danesa descubrió entre los años 1931 y 1938 una ciudadela cuyos
edificios habían sido destruidos por tropas asirias en el 720 aC, así como piedras
y marfiles con grabados. Más al norte, las excavaciones dirigidas por el Museo
Británico en Karkemish, en la frontera sirio-turca, desenterraron estelas de
piedra y una estatua de estilo neohitita probablemente esculpida en el siglo IX
aC.
Todavía permanecen en pie algunos
edificios monumentales de los periodos helenístico y romano en Siria y Palestina,
que han llamado durante mucho tiempo la atención de los investigadores. En Petra
(Jordania), capital de los nabateos, las tumbas excavadas en la roca muestran una
mezcla de motivos orientales y griegos; otros ejemplos de esta fusión de estilos
pueden ser observados en Palmira, ciudad comercial situada en Siria, donde se
han llevado a cabo extensas excavaciones y en donde es evidente la planificación
urbana siguiendo criterios romanos, como en muchas otras ciudades de la región.
Los edificios datados en el Bajo Imperio, las iglesias bizantinas, las sinagogas
y los posteriores edificios islámicos, a veces están adornados con mosaicos en
sus suelos. La Gran Mezquita de Damasco esta erigida en el lugar de un antiguo
templo romano, que luego fue una catedral cristiana; su patio está decorado con
exquisitos mosaicos que representan jardines y edificios al lado de un río. Los
primeros gobernantes musulmanes aprovecharon la destreza de los artesanos locales,
como demuestran los mosaicos y el trabajo en piedra de la villa Omeya (c. 740
dC) de Khibert al-Mafjar, cerca de Jericó; otras villas y fortalezas en el
desierto sirio son ejemplos de los conocimientos existentes en los inicios de
la arquitectura islámica.
Varias instituciones gubernamentales
de Siria, Líbano, Jordania e Israel patrocinan excavaciones realizadas con personal
propio o por cualificadas misiones arqueológicas extranjeras; las excavaciones
están proporcionando continuamente nuevos hallazgos.
Otras zonas del Oriente Próximo.
Turquía fue escenario de una de las
más famosas excavaciones en los comienzos de la arqueología, cuando Heinrich Schliemann
trabajó en Troya. La joyería de oro encontrada por aquél y las placas de oro
halladas en tumbas de Alaca Höyük prueban la gran habilidad de los anatolios de
la edad del bronce antiguo. Las observaciones realizadas por viajeros condujeron
al descubrimiento de Hatusa (ahora Bogazköy, al este de Ankara), capital del Imperio
hitita (c. 1800-1200 aC). Arqueólogos alemanes comenzaron a excavar allí en
1906 y los trabajos continúan aún. En el interior de la ciudad, fuertemente amurallada,
hay complejos palaciegos y templos, en algunos de los cuales han aparecido cientos
de tablillas de arcilla con textos escritos en lengua hitita.
Más antigua que Troya es Çatal Hüyük,
excavada entre 1961 y 1965. En este lugar, una comunidad agrícola y ganadera se
creó durante el mesolítico y neolítico un poblado formado por pequeñas casas, muy
estrechamente unidas, a las que se accedía por el techo; algunos pequeños santuarios
estaban adornados con relieves que representan a la diosa madre, figuras animalísticas
y pinturas murales de escenas de cacería. Todos estos descubrimientos, favorecidos
por nuevas técnicas para recuperar restos de plantas, han iniciado una nueva
fase en el conocimiento de los primeros asentamientos humanos en Anatolia.
Arabia es, desde el punto de vista arqueológico,
la zona peor conocida de la región. Se han recogido útiles de piedra del paleolítico
en diversos lugares, pero apenas han sido hallados materiales que antecedan a
la cerámica del tipo ubaid mesopotámico (c. 4000 aC). Hay un intervalo de unos 3000
años antes de la siguiente etapa documentada, en la que las ciudades del suroeste
se enriquecieron gracias al comercio de incienso. Las excavaciones en Adén y
Yemen han desvelado templos construidos en piedra, inscripciones propias del sur
de Arabia y objetos de metal que indican la existencia de relaciones comerciales
con Roma y la India.
EUROPA.
La secuencia de los periodos neolítico,
calcolítico (edad del cobre), edad del bronce y edad del hierro, describe la evolución
de la civilización europea sobre la base del material más empleado en la
fabricación de útiles; esta evolución se produjo con un ritmo más rápido y bajo
circunstancias diferentes en la zona del mar Egeo y la Grecia continental. La
historia de esta zona aporta fechas correlativas para el resto de Europa, donde
la edad del bronce duró desde el 2000 hasta el 700 aC aproximadamente.
Por lo general, la práctica de la arqueología
en Europa ha crecido de forma evidente en la última generación. Cientos de investigadores
de países de todo el mundo trabajan en disciplinas que hoy son fundamentales para
la arqueología.
Grecia.
La arqueología de Grecia comprende el
estudio de la edad del bronce centrada en la denominada civilización del Egeo,
que protagonizaron las culturas minoica y micénica, al final de la cual se
desarrolló en Grecia la edad del hierro. El estudio de la arqueología griega durante
la edad del hierro está dividido en cinco periodos: protogeométrico (c.
1050-900 aC); geométrico (c. 900-700 aC); periodo arcaico (c. 700-500 aC), denominado
así por el estilo artístico que se desarrolla; periodo clásico (c. 500-330 aC),
etapa que vio destacables logros en arte, arquitectura y literatura, convirtiéndose
en un punto de referencia clásico para muchas civilizaciones posteriores, y, por
último, el periodo helenístico (c. 330-50 aC), en el que la cultura griega se
difundió a lo largo de gran parte del Mediterráneo central y oriental, en una expansión
iniciada por las campañas de Alejandro Magno y continuada por sus sucesores. Durante
todos estos periodos, que abarcan unos 1000 años, la civilización griega desarrolló
formas artísticas, arquitectónicas, literarias y políticas que han tenido un impacto
muy duradero, especialmente en la cultura occidental.
El protogeométrico y el geométrico se
desarrollan en Grecia continental y en la costa jonia de Asia Menor. A finales
del geométrico y durante gran parte del periodo arcaico, las ciudades-estado
griegas, incitadas por el crecimiento de las actividades comerciales y quizá por
un notable crecimiento demográfico fundaron colonias en Sicilia, en el sur de
Italia (que fue conocido en la antigüedad como Magna Grecia) y en la zona del
mar Negro. Los arqueólogos han podido establecer la cronología de todo este
periodo al relacionar las fechas de fundación de esas colonias en las fuentes
literarias antiguas con los materiales hallados en las excavaciones, particularmente
en Sicilia y en la Magna Grecia. Las cronologías del periodo clásico, y posteriores,
tienen un respaldo mayor en las fuentes literarias ya que éstas son más numerosas.
Mientras que el centro de la cultura griega arcaica y clásica se localiza en
Grecia continental, principalmente en ciudades como Atenas, Esparta y Corinto,
el periodo helenístico cuenta con sus centros más importantes hacia el este y
el oeste, en ciudades como Éfeso (en la costa de Asia Menor), Alejandría (Egipto),
Siracusa (Sicilia) y la propia Roma.
Recientes excavaciones en la isla de
Creta han aportado un amplio testimonio material de los inicios de la edad del
hierro que, en ausencia de documentos escritos, ha sido denominada en ocasiones
como la ‘edad oscura’. Estas investigaciones, así como las realizadas en otros
yacimientos prehistóricos y clásicos a lo largo del Mediterráneo han estado favorecidas
por el desarrollo y aplicación de amplios estudios topográficos, de análisis
palinológicos (estudio de restos de polen) y arqueozoológicos (estudio de los
restos de animales).
Las excavaciones en Sicilia, particularmente
en su costa oriental, y en Italia (desde el sur de Nápoles), han sacado a la luz
cerámica y otros objetos que muestran claras relaciones con la Grecia continental
desde finales de la edad del hierro en adelante; es especialmente abundante la
cerámica de Corinto y Atenas, muy apreciadas en el comercio. La ciudad de
Atenas en particular sobresale en el conocimiento que se tiene de la Grecia continental,
puesto que sus ciudadanos han legado un copioso número de textos escritos en
miles de inscripciones, libros y obras que han pervivido a lo largo de los años.
Atenas ha sido también el centro de la investigación arqueológica desde hace
siglo y medio, cuando fue nombrada capital de la moderna Grecia en 1834. El trabajo
de los arqueólogos ha permitido conocer una cantidad ingente de objetos: esculturas,
figurillas, cerámica, joyas, monedas y utensilios de la vida cotidiana, además
de restos arquitectónicos que ilustran la civilización ateniense con gran
detalle. Se han efectuado otras investigaciones en varios centros griegos, entre
ellos Corinto y Esparta, dos de las más poderosas ciudades-estado, y los grandes
santuarios (o lugares sagrados) de Olimpia y Delfos, excavados desde finales
del siglo XIX por misiones alemanas y francesas respectivamente. Las recientes
excavaciones, realizadas por arqueólogos griegos en el norte de Grecia, especialmente
en las enormes necrópolis en las ciudades de Vergina y Pella, han aportado información
novedosa sobre el nacimiento del reino de Macedonia, cuyos reyes Filipo y su
hijo Alejandro expandieron la civilización helénica a lo largo del Mediterráneo
oriental y el norte de la India.
Roma.
La arqueología de Roma ha sido
dividida en diversas fases: la edad de hierro —que abarca casi el mismo lapso
cronológico que en el mundo griego—, el periodo arcaico en el que Roma estuvo gobernada
por una serie de reyes, la República y, por último, el Imperio. El periodo arcaico
acabó a finales del siglo VI aC (según la tradición en el 509 aC) cuando la monarquía
dio paso a la República. El final de la República y el inicio del Imperio se
fechan, de forma convencional, en el 31 aC, con la victoria total de Octavio
(el futuro emperador Augusto) sobre sus rivales y la acumulación del poder en
manos de una sola persona.
Durante siglos las enormes ruinas de
la Roma imperial y la inmensa cantidad de textos escritos centraron la atención
de los arqueólogos sobre la historia tardía de Roma, pero las investigaciones
llevadas a cabo en el siglo XX han sacado a la luz numerosos restos arqueológicos
de la edad de hierro y de la época republicana. Las excavaciones en la colina
Palatino (una de las siete colinas de Roma) han mostrado un modesto poblado de
la edad del hierro caracterizado por una serie de casas simples, similares a
cabañas. La arqueología también ha desvelado el proceso por el cual este poblado
y los otros cercanos se unieron para formar una ciudad que, con el paso del tiempo,
reemplazó el dominio etrusco sobre Italia central. Durante este periodo, equivalente
al periodo arcaico griego, se desarrolló en Roma una arquitectura monumental y
la fase inicial de un área urbana central planificada, en la que había un sofisticado
sistema de drenaje.
Durante el periodo de la República, Roma
sometió toda Italia y Sicilia, y gradualmente expandió su dominio durante la época
helenística hacia el Mediterráneo oriental. La arqueología ha trazado el
crecimiento de Roma siguiendo la construcción de monumentos en la ciudad, donde
la mezcla de las formas locales con las adoptadas del mundo griego originó un estilo
arquitectónico propio que hace su aparición en esta época. Una de las mayores contribuciones
de Roma a la arquitectura fue el uso de un material similar al hormigón, que
liberó a los arquitectos de las restricciones impuestas por el rectilíneo sistema
adintelado, al permitirles construir estructuras abovedadas como la cúpula del
Panteón.
Quizá el más importante y completo testimonio
arqueológico de finales de la República y comienzos del Imperio procede de las
ciudades sepultadas de Pompeya y Herculano, al sur de Nápoles; destruidas por
la erupción del Vesubio entre el 24 y el 25 de agosto del 79 dC y enterradas por
materiales volcánicos, estas ciudades fueron descubiertas en el siglo XVIII por
medio de excavaciones que aún hoy continúan realizándose aunque de forma más
meticulosa que hace 200 años. Ambas ciudades han ofrecido un testimonio de gran
valor sobre todos los aspectos de la vida, no sólo en estas ciudades de provincia
sino también de la misma capital. Las pinturas murales de Pompeya, de gran importancia
para la historia del arte, han servido a los arqueólogos para establecer la
clasificación y cronología de la pintura romana de finales de la República y comienzos
del Imperio.
El emperador Augusto y sus sucesores continuaron
extendiendo las fronteras del Imperio romano que, con el paso del tiempo, abarcaría
casi todo el territorio comprendido desde las islas Británicas hasta el mar Caspio.
Las legiones romanas construyeron nuevas ciudades en todos los rincones del Imperio.
La investigación arqueológica de muchas de ellas ha revelado una sorprendente uniformidad
en su planificación, a pesar de las variaciones locales. Basada en un sistema
reticulado, la ciudad tipo romana presenta un centro oficial que comprende la
basílica (edificio rectangular para el desarrollo de múltiples actividades), templos
sobre un podio elevado, termas de gran tamaño, gimnasios, estadios, teatros,
bibliotecas, mercados al aire libre y cubiertos, y, en muchos casos, sistemas
de conducción de agua y de alcantarillado por medio de cloacas; junto a estas
características generales existen fuertes elementos de carácter local. Las excavaciones
en estas ciudades han aportado información sobre la vida y sociedad hasta los
inicios de la edad media.
Otras zonas europeas.
El neolítico y el calcolítico son los
periodos en que se introdujeron la agricultura y ganadería en Europa, que más
tarde, se adaptaron al clima templado de la Europa transalpina. Como en Grecia
e Italia, la edad del bronce constituyó en el resto de Europa la fase de formación
de la que emergerían los patrones de posteriores y más diversificadas culturas.
Debido a la ausencia de testimonios escritos, la identificación de pueblos y de
culturas específicos continúa siendo objeto de investigación. Los nombres usados
por los autores clásicos contemporáneos para referirse a determinados pueblos,
a pesar de tener probablemente una representatividad limitada para las antiguas
poblaciones europeas organizadas en tribus, son todavía útiles: celtas para los
habitantes de Europa Occidental, pueblos germanos para los habitantes de Europa
Central y escitas para las tribus de las estepas al sur de Rusia, entre los Cárpatos
y el Cáucaso. Sus construcciones (también las fortificaciones) eran de madera y
por tanto muy efímeras. La pintura y la escultura eran ajenas al interés de estos
pueblos, si bien su habilidad en manufacturas gozó de una impresionante calidad
artística a finales del primer milenio.
La cultura de Hallstatt (denominación
procedente de un yacimiento austriaco) es el nombre que se utiliza para referirse
a la primera fase (c. 750-450 aC) de la edad del hierro en el centro y suroeste
de Europa. La excavación de las tumbas en forma de túmulos han desvelado complejos
enterramientos, con ricos ajuares formados por cuencos, joyas y armas de metal,
además de productos de lujo importados de zonas tan alejadas como Grecia; incluso
se han encontrado carros. Estos enterramientos sugieren la existencia de una estratificación
social y los inicios de una economía mercantil europea relativamente sofisticada.
La fase siguiente, que se extiende por
Europa Central y Noroccidental, se denomina La Tène (c. 450-58 aC) por el nombre
de un yacimiento localizado en un lago suizo, donde se hallaron armas, útiles y
joyas. En ocasiones, la decoración en los objetos de La Tène no es figurativa y
presenta complejos motivos circulares, que en muchos casos proceden de prototipos
mediterráneos. Todo ello, junto a las representaciones expresionistas de
animales derivadas del arte escita, constituye un importante estilo por ser
precursor del estilo ‘bárbaro’ que floreció durante las migraciones de los pueblos
germánicos durante los primeros siglos de la era cristiana.
Por lo que respecta a España, su suelo
ha sido generoso en aportaciones a la ciencia arqueológica, permitiendo conocer
sus más remotos orígenes. El paleolítico inferior (con sus restos culturales y
humanos asociados) está bien representado en los yacimientos del Aculadero (Puerto
de Santa María, Cádiz), Orce (Granada) y especialmente en el de Atapuerca (Burgos),
donde los nuevos hallazgos realizados en la década de 1990 anuncian una auténtica
revolución de los conocimientos existentes sobre la prehistoria, no ya española
sino europea. Destacados son igualmente los restos arqueológicos del paleolítico
medio (cueva de Moria, Cantabria) y superior, en cuya transición hacia el neolítico
se sitúan las muestras artísticas de los ciclos de pintura levantina y macroesquemática,
así como de la denominada cerámica cardial.
Profusos son los estudios arqueológicos
de la edad de los metales en España: desde la muy antigua cultura del cobre de
Los Millares, hasta las brillantes muestras del bronce de El Argar y Las Motillas,
y las del hierro, tales como la cultura de los castros o la baleárica cultura
talayótica.
ASIA.
Mientras que en algunas regiones de
Asia la investigación arqueológica se inició hace más de 100 años, otras regiones
son desconocidas desde el punto de vista arqueológico. Por consiguiente, la
calidad y cantidad de los datos arqueológicos en este continente varían cronológica
y espacialmente.
Suroeste asiático.
El subcontinente indio pudo haber sido
poblado por migraciones procedentes del norte, que cruzarían la meseta irania,
o bien por otra corriente migratoria a través de la costa suroccidental desde África.
Los restos humanos más antiguos (un fragmento de cráneo de un arcaico Homo
sapiens) fueron hallados en el valle del río Narmada en la India central. Aunque
el cráneo de Narmada no estaba asociado a restos materiales de ningún tipo, hay
varios yacimientos arqueológicos que potencialmente lo fechan con una antigüedad
superior a los 300.000 años. La India y el Sureste asiático manifiestan la
presencia más oriental del achelense, fase cultural del paleolítico inferior que
también aparece en África, Europa y Próximo Oriente. Los yacimientos achelenses
se caracterizan por numerosos útiles de piedra como bifaces, choppers y perforadores,
así como una amplia variedad de lascas usadas para cortar y raspar. Son raros los
hallazgos de restos fáunicos y de plantas, pero indudablemente esos grupos humanos
eran cazadores-recolectores. En las regiones más al norte, los yacimientos donde
no se han encontrado bifaces han sido atribuidos a la cultura soan, aunque poseen útiles similares.
Existen diversos estadios pertenecientes al paleolítico medio y superior a lo
largo del sur de Asia, pero se sabe poco de sus patrones culturales, ya que son
escasos los lugares de habitación y los datos medioambientales. La información obtenida
de diversos yacimientos sugiere que la tecnología paleolítica y la forma de
vida cazador-recolectora persistieron en el sur de Asia hasta alrededor del
10.000 aC, e incluso en época más moderna.
Hace unos 25000 años, en pleno desarrollo
de la tecnología lítica, se produjo la sustitución de los grandes útiles por instrumentos
más pequeños y con formas geométricas, denominados microlitos, que se utilizaron
para cortar, raspar, perforar, hendir y grabar. Los yacimientos en que se encuentran
estos microlitos evidencian la explotación de todos los recursos naturales disponibles;
este utillaje aparece en campamentos temporales o estacionales en los que, a causa
de una más larga ocupación, se encuentran también diversos enterramientos. Las
estructuras varían según las zonas: desde sencillas tiendas a cabañas de techo
de paja recubierto con barro, realizadas en madera, en bambú o con ambos
materiales a la vez. Se documenta hacia el 5000 aC la fabricación de cerámica y
objetos de adorno personal, como pulseras y anillos en el valle del río Ganges.
La asociación de útiles de hierro con grupos de cazadores-recolectores, como en
Langhnaj, próximo a Ahmadabad (India) indican que éstos mantenían relaciones con
otros grupos con un mayor desarrollo tecnológico y social; incluso algunos pueblos
se habían dedicado a una incipiente agricultura. Hay indicios de que el arroz estaba
siendo cultivado en Koldihwa, en el valle del río Ganges, antes del 5000 aC.
En Mehrgarh, cerca de Sibi (Pakistán),
se identificaron restos de diversos cereales cultivados, como trigo y cebada, y
de animales domesticados, especialmente ganado vacuno, pero también cabras y ovejas.
Este antiguo poblado con estructuras construidas con adobe tiene una fecha anterior
al 6500 aC. Sus pobladores también realizaron diversas actividades artesanales
como la cestería, el trabajo de piedras semipreciosas, ornamentos en cobre y, a
partir del 5000 aC, la producción de cerámica; las necrópolis fueron localizadas
dentro del propio pueblo. Algunas de las tumbas descubiertas contienen objetos
artísticos y restos de cabras domesticadas.
La edad del bronce antigua en el noroeste
vio la aparición de diversos grupos agrícolas característicos: las culturas de
Amri, Sothi y Kot Diji (que reciben su nombre de los respectivos yacimientos),
todos ellos en Pakistán. Cada una tiene su propio estilo en la cerámica y son
abundantes los objetos de piedra, hueso, concha y metal. Sus habitantes vivían
en poblados de casas de adobe, y sólo unos pocos yacimientos son lo suficientemente
grandes como para poder ser calificados como ciudades. Estas culturas mantuvieron
ciertos contactos entre ellas, reflejados en el comercio de conchas marinas, objetos
metálicos y piedras semipreciosas, síntomas de que existieron otros tipos de
relaciones. Aunque estas culturas compartieron rasgos característicos con la
civilización del valle del Indo, no existe consenso entre los investigadores para
señalar en particular a una de ellas como la precursora directa. Con el paso
del tiempo, algunas de estas culturas sobrevivieron y fueron contemporáneas de
la civilización del valle del Indo.
La civilización del valle del Indo
(2500-1700 aC), también conocida como cultura de Harappa, según el nombre de la
antigua ciudad de Harappa, se extendió por todo el valle de este río. El
yacimiento más importante de esta civilización es la ciudad de Mohenjo-Daro, al
sur de la actual Larkana (Pakistán), excavada por el arqueólogo británico John
Marshall en la década de 1920. Los centros urbanos se caracterizan por una gran
similitud entre los objetos, como la cerámica roja y negra, joyas, utensilios
metálicos, pesas de piedra y sellos con una escritura característica aún sin descifrar.
Todos los asentamientos tienen edificios públicos y una planificación urbana, aunque
aún no se han encontrado ejemplos definitivos de templos, palacios o cementerios
reales. Los cambios ecológicos ocurridos después del 2000 aC forzaron el abandono
de muchos asentamientos del valle del Indo, especialmente las ciudades, por lo
que se produjo una corriente migratoria desde el este hacia el valle del río Ganges
y desde el sur hacia la región de Gujarat. La última etapa de la cultura de Harappa
se caracterizó por la aparición de pequeñas comunidades agrícolas. Se conocen algunos
grandes poblados pero todavía no han sido excavados. Continuó la producción de
los objetos característicos de esta cultura y se detecta un aumento de las
variaciones regionales, aunque los sellos y la escritura parecen más inusuales
en esta época final y no se conocen ciudades del periodo tardío de esta cultura.
Los inicios del periodo histórico estuvieron
caracterizados por el surgimiento de una organización estatal, el uso de instrumentos
de hierro y al menos dos tipos nuevos de cerámica: la cerámica gris pintada
(1100-300 aC) y la cerámica bruñida negra del norte (500-100 aC). Los productores
del primer tipo vivían principalmente en poblados de casas de adobe y de ramaje
recubierto de barro; en algunos yacimientos esta cultura era contemporánea de
la fase final de la cultura de Harappa, por tanto enlaza el bronce final con la
fase inicial de la edad del hierro. Durante el periodo de la cerámica bruñida
negra se constituye el Imperio maurya y los documentos escritos complementan los
datos arqueológicos.
China.
Los restos de un Homo erectus hallado en la cueva de Zhoukoudian, cerca de Pekín, asociado
a huesos de animales, útiles líticos usados para cortar, raer y hendir y huellas
de hogares, han sido datados con una fecha que se remonta a casi medio millón
de años. La mayor parte de los huesos encontrados en la cueva fueron posiblemente
llevados allí por animales carnívoros, seguramente hienas. Los sencillos hogares
en este lugar representan el testimonio más antiguo del uso del fuego por seres
humanos, al margen de escasos y controvertidos casos en África. El hombre llegó
al Lejano Oriente procedente de Asia central o del Sureste asiático, donde se
han hallado ejemplares de Homo erectus primitivos de hace 1,8 millones de años.
Poblaciones de este homínido quizá persistieran hasta unos 250.000 años en
China, mucho más que en ninguna otra parte.
Es reducido el número de testimonios
de grupos de cazadores y recolectores a finales del pleistoceno en China; tan
sólo en el norte se han encontrado algunos yacimientos, como el de Sjaraosso-gol,
zona que, hace unos 30.000 años estaba ocupada por grupos que establecieron campamentos
cercanos a recursos acuíferos al aire libre que vivían, probablemente, en sencillas
chozas y empleaban útiles líticos para raer y cortar; se han conservado algunos
restos de animales. Durante la época posglacial proliferaron los asentamientos
a lo largo de ríos y lagos, especialmente en el sur, cuyos habitantes explotaron
las plantas y animales que había alrededor de ríos y lagos; con el paso del tiempo
acabarían por plantar semillas.
La primera etapa de producción de
alimentos en China se fecha entre el 7000 y el 5500 aC en Pengtoushan, en el
valle medio del Yangzi Jiang, donde los arqueólogos han identificado granos de
arroz cultivado. Entre el 5000 y el 3000 aC surgió la cultura agrícola de
Ma-xia-pang en la región del lago Tai-hu, en el valle bajo del Yangzi al este
de Shangai; allí se localizan poblados de casas de madera en elevaciones del
terreno o sobre túmulos artificiales cercanos a los recursos acuíferos. Los cultivos
principales fueron el arroz y las calabazas, y se domesticaron el perro, el
búfalo de agua y el cerdo, aunque continuó siendo importante la actividad recolectora
y la caza. Además de los útiles líticos, los arqueólogos han encontrado
hachas, azuelas y azadones de hueso, una variedad de instrumentos de madera, bambú
y de hueso de cornamentas, así como cerámica. La llamada cultura Ho-mu-tu, localizada
en una pantanosa región al sur de Shanghai, se desarrolló paralelamente a la anterior;
este grupo construyó palafitos de madera y produjo cerámica cordada impresa, de
la que se han hallado variedades regionales en los primeros poblados agrícolas
a lo largo del este y sur de China. Hacia el 5000 aC un grupo similar en Taiwán
se dedicó a la pesca y recolección de conchas marinas y al cultivo de cereales.
Grupos agrícolas semejantes se expandieron por el sur y este de China hacia el 3000
ac; las excavaciones de enterramientos en esta zona muestran el nacimiento de sociedades
jerarquizadas, fenómeno que continuó durante la edad del bronce al desarrollarse
los primeros poderes políticos. El resto de los datos arqueológicos de estos grupos
son insignificantes.
En el noroeste de China y posiblemente
en una fecha tan temprana como el V milenio, se localizan los poblados agrícolas
de la cultura de Yangshao, en torno al valle del río Huang He (o río Amarillo),
que han sido también asociados a la cerámica cordada impresa. Los investigadores
dudan sobre el grado de desarrollo de la agricultura en esta cultura. Los pobladores
explotaron las plantas silvestres y la fauna de la zona en especial el cultivo
del panizo común y la domesticación de perros y cerdos. El yacimiento de Banpocun
en la provincia de Shaanxi, prototipo de asentamiento de esta cultura, estaba rodeado
por un foso y poseía numerosas construcciones de habitación de zarzo, recubiertas
de barro y parcialmente subterráneas. En el centro del poblado había una estructura
grande y elaborada que acaso fuera la casa de un importante personaje o quizá un
edificio público. Además de la agricultura, los pobladores criaron gusanos de
seda, tejieron hilo, tallaron jade y en las últimas fases elaboraron una característica
cerámica pintada. Dado que los objetos hallados en los distintos yacimientos son
sorprendentemente similares, algunos investigadores piensan que surgieron grupos
socioeconómicos de artesanos especializados.
Tras una serie de complejos cambios sociales,
políticos y económicos que afectaron a los grupos de la cultura Yangshao, surgió
la cultura de Long-Shan en el norte de China. Como en la cultura anterior existe
una gran similitud entre los objetos hallados en los distintos poblados de la cultura
de Long-Shan, especialmente en la bella cerámica negra. Los poblados aumentaron
de tamaño, los rodearon de grandes murallas y estuvieron habitados durante más
tiempo. Continuó el cultivo de cereales y se introdujo el arroz, procedente del
sur. También hay testimonios de la fabricación de armas y de muertes violentas,
lo que induce a pensar en la existencia cada vez más frecuente de conflictos sociales.
Aparece por vez primera la escritura sobre huesos que servían de oráculos (normalmente
escápulas) y que tienen grabados símbolos cuyo significado está relacionado con
técnicas adivinatorias. La excelencia de los objetos de artesanía, la escritura,
las murallas y la variada riqueza de ajuares funerarios sugieren la compleja estratificación
social de la cultura de Long-Shan.
Los cambios internos que se produjeron
en la cultura Long-Shan permitieron su evolución gradual hasta dar origen a la
primera civilización china, que engloba las dinastías Xia y Shang. La mayor parte
de la información sobre este periodo procede de los yacimientos cercanos a Zhengzhou,
y durante la dinastía Shang aparecen los primeros documentos escritos, al igual
que la arquitectura monumental, la especialización artesanal, las ciudades y una
notable jerarquización social y política: Ao, capital de la dinastía Shang,
tenía un recinto amurallado que aislaba a las residencias nobiliarias, mientras
que los artesanos y los agricultores vivían en el exterior; estos artesanos
fabricaron los objetos característicos de este periodo, entre los que destacan
las manufacturas de bronce.
Cerca de Anyang se han excavado el centro
administrativo y ceremonial de Xiaotun y la necrópolis real de Xibeigang; estos
yacimientos de la dinastía Shang han proporcionado miles de huesos utilizados
para la adivinación que ofrecen nueva información sobre esta cultura. Los espectaculares
objetos de arte y otros signos de riqueza, además de los indicios de numerosos
sacrificios humanos aparecidos en el cementerio real, muestran el poder político
y económico de la nobleza. Todos los rasgos característicos de la civilización
china estaban ya establecidos en el momento en que la dinastía Shang fue sustituida
por la Zhou, a finales del primer milenio antes de Cristo.
Otros países asiáticos.
Los fragmentos de Homo erectus hallados
en el Sureste asiático, especialmente en Java (Indonesia), han sido fechados en
1,8 millones de años. Los restos culturales del paleolítico se limitan a dispersos
hallazgos de bifaces, choppers, raederas sobre lascas y cuchillos, que evidencian
la actividad de grupos cazadores y recolectores. Parece que entre el 15000 y el
10000 aC. se explotaron intensivamente plantas silvestres como el arroz, la
batata y el taro (planta de la zona cuyos tubérculos son comestibles) además de
la caza. En la cueva del Espíritu (Tailandia, 7000-5700 aC) uno de estos grupos
cazadores-recolectores fabricó azuelas de piedra, cerámica y una especie de cuchillo
de pizarra, que ha sido asociado en periodos posteriores al cultivo del arroz,
aunque no se han evidenciado testimonios directos del cultivo de cereales. Otros
yacimientos en Tailandia que indican un probable cultivo del arroz son: Khok
Phanom Di, en la costa (entre el 2000 y el 1400 aC aproximadamente), la cueva
del valle de Banyan en el norte, con depósitos que pueden ser datados entre el
5500 aC, como fecha más antigua, y el 800 aC como fecha más reciente, y Non Nok
Tha en el río Mekong (c. 3000-2000 aC), donde existen pruebas de la domesticación
de ganado. La polémica rodea la aparición de la metalurgia en Tailandia. Se han
encontrado sofisticadas hachas de bronce en el cementerio real de Non Nok Tha,
fechado inicialmente en el 3700 aC pero cuya cronología se considera en la actualidad
que abarca desde el 2000 hasta el 1000 aC aproximadamente. Algo parecido ocurre
con los sofisticados bronces de la necrópolis de Ban Chiang, en el norte de
Tailandia, que fueron fechados inicialmente en torno al 2100 aC fecha que también
ha sido cuestionada. Recientes excavaciones en Non Pa Wai en el noreste de
Tailandia han revelado amplias actividades de fundición de cobre que se han
datado aproximadamente en el 2000 aC como fecha más antigua. Se han recuperado objetos
de bronce similares a éstos en yacimientos vietnamitas, fechados en el segundo
milenio antes de Cristo. Es evidente que hace falta descubrir muchos más restos
para conocer el desarrollo cultural del Sureste asiático.
Japón estuvo habitado durante el pleistoceno,
han aparecido en muchos yacimientos útiles líticos, similares a los de las culturas
asiáticas de este periodo. A finales del pleistoceno, grupos de cazadores y recolectores
explotaron los recursos marinos y plantas silvestres, tendencia que persistió
hasta la introducción en el sur del cultivo del arroz y de la cebada poco después
del 1100 ac. El pueblo jomon, así son conocidos esos grupos, vivía en pequeños
poblados de casas semienterradas asociadas a montículos concheros, donde se han
encontrado restos de cerámica datados en el 14000 aC, los primeros conocidos en
el mundo antiguo. En Honshu, también se ha hallado cerámica jomon muy sofisticada,
en grandes grupos de casas bien construidas en madera, que se fecha aproximadamente
poco después del 5000 aC. El periodo jomon pervivió hasta el 350 aC aproximadamente
y fue seguido por el periodo yayoi, durante el cual se fue conformando la cultura
tradicional japonesa.
AMÉRICA.
Los estudios arqueológicos en América
han revelado cinco etapas, generalmente sucesivas aunque a veces se superponen,
de la prehistoria de este continente: los periodos lítico, arcaico, de formación,
clásico y posclásico.
El periodo lítico.
Esta primera etapa comenzó cuando grupos
cazadores-recolectores, probablemente mongoloides, alcanzaron el continente
americano cruzando el estrecho de Bering, antes tierra firme, que unía Asia y
América durante el periodo glacial; los primeros seres humanos quizá llegaron
hace unos 50.000 años. Las evidencias arqueológicas sugieren cuatro oleadas migratorias,
aunque modernos estudios lingüísticos sobre tribus actuales consideran que fueron
sólo tres.
Los arqueólogos han estado profundamente
divididos sobre cuándo llegaron por primera vez esos primeros pobladores del continente
americano. Algunos mantienen que no hay testimonios sólidos de una presencia humana
anteriores a los 11.500 años, fecha de las puntas de lanza halladas en Clovis
(Nuevo México); otros consideran que los hallazgos arqueológicos en lugares como
Meadowcroft Rockshelter (Pennsylvania) o Monte Verde (Chile), fechados hace 16000
y 13000 años respectivamente, prueban una presencia anterior a la de Clovis, lo
que permite establecer una fecha incluso más antigua para otros hallazgos de
naturaleza más fragmentaria.
Los útiles de este periodo lítico, procedentes
de hallazgos escasos y dispersos, muestran una progresión generalizada durante
el transcurso de 20.000 años, desde los cantos de piedra y huesos trabajados por
una sola cara, pasando por puntas bifaciales en forma de hoja hasta llegar a
las puntas con estrías, como las utilizadas por los habitantes de Clovis, con
las que cazaban mamuts y otros grandes animales hasta el final del pleistoceno;
en algunas zonas, como la Tierra del Fuego, el periodo lítico perduró hasta tiempos
históricos.
El periodo arcaico.
Al extinguirse la macrofauna pleistocénica,
muchos grupos abandonaron la caza mayor y se dedicaron a la recolección; esta nueva
situación ofreció muchas posibilidades de subsistencia que a veces condujeron a
formas de vida dependientes de las diversas estaciones climatológicas. Quizá el
modo de vida más característico de este periodo fue el adoptado en el este de Estados
Unidos entre el 9000 y el 4000 aC, donde los grupos humanos, en ocasiones asentados
a lo largo de los ríos, desarrollaron técnicas especiales para la caza mayor y
menor con utilización de dardos, propulsados por una especie de arco. También
aprovecharon los recursos acuáticos, usando frecuentemente redes con plomadas;
recolectaron raíces que molturaban con piedras de moler y usaron diversas
clases de raederas con filo en forma de uña para múltiples funciones.
Los grupos recolectores de los bosques
boreales de Canadá y Alaska y los de la costa del océano Ártico hasta el estrecho
de Bering mantuvieron cierta relación con los anteriores; también procedían de
Asia y representaron un nuevo sistema de vida en la parte más septentrional de
Norteamérica. Entre sus utensilios más significativos destacan diversas clases
de microláminas en forma de lengua hechas con huesos de frutas, similares a las
encontradas a menudo en Siberia, Mongolia y Japón. Practicaron la caza mayor con
dardos y lanzas, capturaron animales pequeños con trampas y se dedicaron a la
pesca en los lagos. El pueblo de tradición microlaminar del noroeste, que vivió
fundamentalmente en tierras del interior, contrasta con el que habitó a lo largo
de la costa, que pertenecía a la tradición microlítica; aunque con el paso del
tiempo fabricó microlitos, puntas de flecha y otros objetos adaptados para la
caza del caribú en las tierras interiores y para arponear animales acuáticos.
Durante este periodo, tanto en el norte
como en el sur del continente muchos pueblos se adaptaron a la vida en las zonas
costeras, donde se han encontrado grandes montículos formados por conchas, sin
embargo existen muchas diferencias locales entre estos grupos. Los del noroeste
del Pacífico trabajaron la pizarra y construyeron una especie de canoas, los grupos
californianos se hicieron sedentarios y recolectaron moluscos, mientras que los
pueblos que habitaron la costa atlántica de América del Norte decoraron dagas
hechas en hueso y placas de pizarra y enterraron a sus muertos realizando ceremonias
complejas en las que destaca el uso de pintura roja. En Mesoamérica algunos grupos
comenzaron a construir botes con los que quizá alcanzaron las Antillas; otros
grupos, como los peruanos, explotaron el interior de las regiones costeras (lomas)
en una estación y el mar en otra.
En general, los pueblos del periodo arcaico
del desierto suroccidental de Estados Unidos y de las tierras altas de México y
Perú contrastan de forma muy notable con los grupos recolectores descritos anteriormente.
Aunque también pueden ser considerados recolectores, su entorno medioambiental
les ofrecía plantas potencialmente cultivables y sus actividades de carácter estacional,
en las que explotaban diferentes ambientes, requerían sistemas de almacenamiento;
algunos de estos grupos comenzaron a cultivar plantas. Con el paso del tiempo,
estos primeros cultivos condujeron a la agricultura y con ello a la vida urbana
y a la fabricación de cerámica, características propias del periodo de formación.
No obstante, la vida urbana agrícola del periodo de formación nunca llegó a
desarrollarse en muchas zonas, como las tierras bajas tropicales de California,
el Gran Valle estadounidense, las pampas chilenas y argentinas o los bosques
del norte de Canadá. En todas ellas perduró bastante tiempo el periodo arcaico.
El periodo de formación.
La fase Woodland, desarrollada en el este
de Norteamérica, constituye uno de los primeros estadios del periodo de formación.
Comenzó hacia el 500 aC y continuó hasta el siglo XI de nuestra era; estuvo caracterizada
por sus rituales con tumbas en forma de túmulos y una cerámica tosca a veces
decorada con impresiones cordadas. A la fase Woodland sucedió, especialmente en
el sur y sureste de Estados Unidos, una segunda etapa caracterizada por templos
en túmulos, una agricultura más avanzada, cerámica incisa y grandes poblados con
empalizadas, similares a las del posterior periodo clásico.
Quizá la cultura más características
de este periodo de formación sea la desarrollada por los hoy llamados indios pueblo,
en el suroeste de Estados Unidos, y sus diversos predecesores, así como los denominados
‘hombres de las cavernas’ (poblaciones agrícolas que cultivaron y molieron maíz
y judías y produjeron una hermosa cerámica blanca y negra, también policromada,
con motivos geométricos). Este periodo de formación de los indios pueblo,
iniciado a comienzos de la era cristiana, perdura hasta el presente.
Contemporáneos son los grupos del este
de Estados Unidos que usaron una cerámica sin pintar y practicaron una agricultura
de subsistencia. Aunque cultivaron las mismas plantas, su agricultura era menos
intensiva y sus poblados no estaban construidos con piedras o tapias sino con
troncos de madera sin descortezar.
El periodo de formación comenzó entre
los pueblos que habitaron las Grandes Llanuras de Estados Unidos y Canadá más
tardíamente, incluso ya iniciada la era cristiana. Estos pueblos fabricaron cerámica
tosca y sin pintar y la mayoría no practicó la agricultura o lo hicieron de forma
muy superficial, su economía se basaba en la caza de búfalos. Sólo a lo largo
del río Missouri desarrollaron una vida urbana y agrícola justo antes del
inicio de la época histórica.
Más al norte existieron otros grupos que
parecen ser de este periodo de formación, aunque realmente no lo son; los inuits,
por ejemplo, usaron la cerámica y junto a los aleutianos vivieron en poblados,
pero en vez de la agricultura, desarrollaron una economía fundada en la caza de
ballenas. Los pueblos de la costa noroeste también dependían de los recursos
marinos para su subsistencia, emplearon barcos de navegación de altura. Vivieron
en poblados de casas de tablones de madera, no desarrollaron la cerámica, pero
son famosos por sus tótems y objetos tallados en madera; a pesar de no practicar
la agricultura —el rasgo más característico del periodo de formación—, su nivel
de vida era ciertamente más elevado que el de los pueblos del periodo arcaico.
El auténtico periodo de formación se
inició principalmente en América Central y sus proximidades; su zona más destacada
se extiende desde México hasta Perú. Los pueblos de esta área desarrollaron una
vida urbana con casas estables y con características pirámides, una cerámica cuidadosamente
pintada y figurillas de arcilla. Practicaron una agricultura de subsistencia cuyos
alimentos básicos eran maíz, judías (frijoles) y diversas frutas; en México cultivaron
amaranto, aguacates, habichuelas y otras diversas plantas; en América Central,
en la zona septentrional de América del Sur y en las Antillas se cultivó tapioca
como elemento adicional a esos productos básicos; en Perú se cultivó la patata
(papa) y el cacahuete (maní) y se domesticaron la alpaca, la llama, las cobayas
y el pato.
En el núcleo central de esta zona, todos
estos progresos del periodo de formación desembocaron en la formación de culturas
más complejas en la última etapa del periodo, pero fuera de él, en el sur en la
Amazonia, el norte de Chile y Argentina, sus pobladores continuaron manteniendo
el nivel de vida de este periodo de formación hasta épocas históricas.
El periodo clásico.
Sólo en el área mencionada anteriormente,
después del periodo de formación surgieron culturas más complejas, con la
creación de pueblos y auténticas ciudades que requerían una organización política
muy jerarquizada y una división social del trabajo, aparecieron trabajadores especializados
a tiempo completo, no solo en el sector textil (como en Perú), sino también en
la metalurgia (Colombia y América Central) y en el trabajo de la piedra para la
realización de sus obras arquitectónicas y escultóricas (Guatemala y México). Gran
parte de todos estos avances tuvieron lugar inmediatamente antes del inicio de
la era cristiana. Esta fase llegó hasta el 700 o 1100 dC pero en Centroamérica
y el norte de Suramérica perduró hasta la conquista española.
El periodo posclásico o imperial.
Sólo en Mesoamérica (México y Guatemala)
y en la zona central andina (Perú, norte de Bolivia y sur de Ecuador) el desarrollo
nativo alcanzó este último periodo, caracterizado por el nacimiento de estados
o imperios y de una autentica civilización. Los dos mejores ejemplos de este
periodo son los aztecas de México y los incas de Perú, pero ambos tuvieron
precedentes culturales en otros grupos vecinos. Los predecesores de los aztecas
fueron los olmecas y los toltecas. Entre otros grupos contemporáneos en Mesoamérica,
destacan los mixtecos y los mayas. En Perú, los imperios huari y chimú preceden
el Imperio inca. Todos ellos muestran las características básicas del periodo posclásico:
la existencia de estados organizados, ciudades, una especialización del trabajo,
división en clases sociales, sistemas económicos y comerciales complejos, arquitectura
monumental, sistema numérico y una agricultura intensiva. Eran civilizaciones urbanas
cuyo apogeo cultural fue cortado bruscamente por la conquista española en el
siglo XVI.
ÁFRICA.
Los arqueólogos se enfrentan en el África
subsahariana con miles de lugares de ocupación conocidos que retrotraen a los
inicios de la vida humana, además de multitud de problemas relativos a los orígenes
del ser humano, a las migraciones y a la existencia de múltiples culturas.
Además se encuentran con el problema de la ausencia de una de las fuentes
básicas de datos arqueológicos: los habitantes de África realizaron sus construcciones
con materiales perecederos, en especial madera y adobes. Excepto en Etiopía, Zimbabwe
y África Oriental, los arqueólogos han de trabajar con una mínima parte de los
testimonios disponibles con los que trabajan sus colegas del Oriente Próximo.
Los arqueólogos que investigan en África
Oriental, entre los que han sobresalido los paleoantropólogos Louis Seymour
Bazett Leakey, Mary Douglas Leakey y Richard Leakey han encontrado restos de los
más antiguos ancestros conocidos del hombre. Entre los descubrimientos más notables
destaca el hallazgo en Etiopía, en 1974, de los restos del esqueleto de un australopithecus
afarensis femenino al que dieron el nombre de Lucy, datado en 3,18 millones de
años, y que constituye el primer homínido conocido, así como el de un homo erectus
joven de 1,6 millones de años, hallado en Kenia en 1984. Se han identificado
cientos de asentamientos paleolíticos por toda África, aunque sólo unos pocos
han sido estudiados con profundidad. Se ha utilizado el método de datación del
potasio-argón en África Oriental para determinar la cronología de restos de homínidos
y de útiles líticos hallados en la garganta de Olduvai (próxima al lago Victoria),
en Tanzania, y en Hadar (Etiopía).
El descubrimiento y estudio detallado
de una serie de yacimientos de la edad del hierro en el sur de África meridional
durante este siglo, ha revolucionado el conocimiento de la historia y desarrollo
del pueblo bantú. Los yacimientos de la edad del hierro, fechados entre los
siglos XI y XIII, a lo largo del río Limpopo, en Bambandyanelo y Mapungabwe,
han demostrado la existencia de relaciones comerciales con la costa oriental,
en las que el marfil y el oro fueron las principales mercancías intercambiadas.
El yacimiento de Broederstroom, al suroeste del Transvaal, aportó pruebas de
las relaciones mantenidas entre los bantúes y el grupo de población conocido con
el nombre de khosan desde el siglo IV hasta el VII. Se han llevado a cabo excavaciones
en Lyndenberg, yacimiento fechado entre los siglos V al VIII donde se encontraron
unas cabezas de terracota únicas, en Mzonjani (provincia de Natal) que ha proporcionado
el yacimiento más meridional de África, de comienzos de la edad del hierro
(siglo III), en el yacimiento del siglo VIII de Phalaborwa en el Transvaal Oriental
que ha aportado numerosos objetos de hierro y cobre, y en el de Toutesewemogale,
en Botswana, donde se ha localizado un gran poblado del siglo VII que demuestra
la importancia que ya por entonces tenía el cuidado del ganado.
Sólo en pocos yacimientos del final de
la edad del hierro en África han pervivido estructuras de piedra de edificios,
monumentos o de estelas; el mejor ejemplo es el antiguo reino de Aksum. En otras
partes de Etiopía, estructuras de piedras testimonian la evolución social
acaecida durante 1.500 años. Otro área importante es el sur de Zimbabwe donde
se han detectado restos de poblados y fortalezas construidas en piedra en las
cimas de cerros; la Gran Zimbabwe, construida por los pueblos shona y rozwi
(siglos XI-XVIII), con sus vastos muros ciclópeos, edificios interconectados y
con sus torres cónicas, es el mejor ejemplo de construcción pétrea al sur de Sudán.
Los constructores musulmanes de África Oriental también han dejado hermosos ejemplos
de edificios en piedra, como es el caso de la ciudad de Gedi (siglos XI-XVI),
en Kenia.
Los hallazgos arqueológicos en otras
partes de África son más modestos. Se han descubierto los cimientos de edificios
en yacimientos donde, se supone estaban las capitales de los imperios de Ghana
y de Kanem-Bornu. Se han excavado varios de los numerosos círculos de piedras
hallados en la zona de Senegambia y se han encontrado restos humanos y diversos
objetos fechados en el siglo XIV. Los fragmentos de cerámica procedentes de distintos
yacimientos han permitido a los investigadores especular sobre migraciones bantúes.
Nigeria ha proporcionado gran información, en especial en el terreno artístico:
la cultura Nok (c. 500 aC-300 dC) ha sido reconstruida parcialmente a partir de
los descubrimientos en la meseta de Bauchi en el norte de Nigeria; las numerosas
terracotas y estatuas de bronce y de piedra de estilo naturalista, junto con numerosos
objetos hallados en Ifé, confirman el elevado grado cultural de los yorubas. Los
bronces procedentes de Benín muestran un panorama notable del pasado del reino,
desde el siglo XIV en adelante, y los descubrimientos en Igbo-Ukwu, realizados
en 1959, revelan la existencia de un poderoso reino al sur de Nigeria a partir
del siglo IX.