Mis Blogs .

Mis Blogs son: Actual (Actualidad y Aficiones), Heródoto (Ciencias Sociales, Geografía e Historia), Plini (Ciències Socials, Geografia, Història i Història de l’Art), Lingua (Idiomas), Oikos (Economía y Empresa), Paideia (Educación y Pedagogía), Sophia (Filosofía y Pensamiento), Sport (Deportes), Thales (Ciencia y Tecnología), Theos (Religión y Teología), Tour (Viajes), Altamira (Historia del Arte y Arquitectura), Diagonal (Cómic), Estilo (Diseño y Moda), Pantalla (Cine, Televisión y Videojuegos), Photo (Fotografia), Letras (Literatura), Mirador (Joan Miró, Arte y Cultura), Odeón (Ballet y Música).

lunes, 27 de octubre de 2014

HMC UD 22. La descolonización.

HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO. UD 22. LA DESCOLONIZACIÓN.

INTRODUCCIÓN.

1. FACTORES FAVORABLES A LA DESCOLONIZACIÓN.
LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO (RACISMO, OPRESIÓN).
LAS POSICIONES ANTICOLONIALISTAS DE LA URSS Y EE UU.
LA ONU, TRIBUNA CONTRA EL COLONIALISMO.
LA ACTITUD DE LAS IGLESIAS.

2. EL DESARROLLO DE LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS.
LA OPOSICIÓN AL ORDEN COLONIAL EN EL SIGLO XX. BANDUNG.
El surgimiento de los movimientos de liberación (1905-1945).
El afroasiatismo y la Conferencia de Bandung (1955).
LAS REIVINDICACIONES DE LOS PUEBLOS ASIÁTICOS.
LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS AFRICANOS.
LA OPOSICIÓN DE LAS METRÓPOLIS A LA INDEPENDENCIA.

3. EL DESARROLLO DEL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN.
ASIA.
PAÍSES ISLÁMICOS.
ÁFRICA NEGRA.
AMÉRICA.
OCEANÍA.

INTRODUCCIÓN.
El título de la Unidad Didáctica (UD) es ambiguo, porque no considera que la descolonización es un proceso que se extiende también a los otros continentes: América, Oceanía e incluso Europa (caso de Gibraltar). Incluso la última frase parece contradictoria: el Tercer Mundo se extiende sobre cuatro continentes al menos: Asia, África, América y Oceanía.
La opción es estudiar el proceso de descolonización a lo largo del siglo XX, especialmente el posterior a 1945, y referido sobre todo a Asia y África por cuanto en estos dos continentes el colonialismo contemporáneo fue mayor.
Un resumen.
La descolonización marca el fin de los imperios coloniales de los Estados europeos e implica un gran paso hacia la liberación psicológica, cultural y económica de los países del Tercer Mundo que estuvieron sometidos a la tutela exterior. Quizá la mayor importancia histórica del fenómeno descolonizador radica en que el Occidente ha dejado de ser el motor y el centro de la Historia.
La descolonización efectiva como un fenómeno histórico general fue una consecuencia directa de la II Guerra Mundial. Entre 1945 y 1963 se produjo un hecho que in­fluiría decisivamente en la historia mundial de la segunda mitad del siglo XX: casi todos los países de Asia, África y América que habían sido colonias europeas obtuvieron su inde­pendencia, porque cuando esta se reclamó ninguna de las metrópolis europeas estaba en condiciones de mantener su dominio colonial. El esfuerzo militar, económico y social que esto hubiera exigido no estaba al alcance de unos Estados arruinados por la guerra, como demostró la realidad cuando se intentó el esfuerzo, con costos tan grandes y resultados tan pobres que pronto se desistió, pese a los problemas comerciales o humanos que la pérdida de los imperios provocaba.

Los imperios en 1914.

1. LOS FACTORES FAVORABLES A LA DESCOLONIZACIÓN.
LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO (RACISMO, OPRESIÓN).
La descolonización se fundamenta ideológicamente en un principio, el derecho de los pueblos a la autodeterminación, sostenido por la corriente de pensamiento liberal-nacional a partir de la independencia de EE UU y la Revolución Francesa.
Pero su plasmación práctica fue consecuencia de los cambios de la mentalidad social causados por la II Guerra Mundial: se había luchado contra el fascismo por la causa de la libertad, y la mayoría de la población de Occidente ahora creía que también debía llegar a sus propias colonias, porque no era moral criticar el racismo y la opresión de los regímenes fascistas y luego realizar la misma política racista y opresora en las colonias.

LAS POSICIONES ANTICOLONIALISTAS DE LA URSS Y EE UU.
La guerra había otorgado la hegemonía mundial a dos grandes potencias, EE UU y URSS, contrarias al colonialismo por varias razones.
Los EE UU querían defender altruistamente la libertad de los pueblos para deci­dir su propio destino (el mismo ideal al que debían su independencia) y, más interesadamente, conseguir mercados para el comercio y asegurar su hegemonía militar en el mundo en medio de la Guerra Fría.
La URSS compartía el principio del derecho a la independencia de las colonias respecto a los países imperialistas y además confiaba en atraer a los nuevos países a la causa del socialismo, en el marco de su confrontación a largo plazo con el sistema capitalista.
LA ONU, TRIBUNA CONTRA EL COLONIALISMO.
La ONU fue una tribuna para todas las críticas contra el colonialismo. Su fuerza como órgano decisorio fue esencial, pues cuando se adoptaban las decisiones en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General a favor de la independencia muy pocas potencias coloniales podían resistir la presión de sus propias opiniones públicas sin perder su prestigio.
La Carta fundacional de San Francisco (1945), al afirmar solemnemente el principio de autodeterminación, aceleró el proceso. Se estableció un sistema de tutela (capítulo 12) y se redactó una declaración sobre las obligaciones básicas que debían cumplir las potencias que tenían a su cargo territorios no autónomos. El deber de informar al secretario general sobre los progresos alcanzados en el proceso de autonomía sirvió para establecer un control internacional, más exigente a medida que nuevos países descolonizados accedían a la ONU.
La Asamblea General adoptó en 1960 una resolución en la que se declaraba que la sujeción de los pueblos a la dominación extranjera era contraria a la Carta y un impedimento a la paz mundial; en consecuencia debían darse los pasos necesarios para la plena independencia de todos los territorios no autónomos.
En 1961 se creó el Comité especial de descolonización, que planteaba a la Asamblea los problemas pendientes. Sudáfrica, Rhodesia y Portugal fueron reiteradamente condenados por mantener regímenes o colonias que eran contrarias a la Carta, pero las potencias occidentales impidieron una intervención militar, lo que permitió que muchos perduraran hasta los años 70 y en el caso de Sudáfrica hasta 1994.

LA ACTITUD DE LAS IGLESIAS.
La Iglesia católica y las protestantes demostraron una gran sensibilidad a la causa na­cionalista, puesto que habían logrado una gran implantación social en las colonias y los sa­cerdotes de estas pedían defender los derechos de sus feligreses. Lo favoreció además el espíritu del II Concilio Vaticano y el ecumenismo creciente del catolicismo.
La actitud del islamismo es ambigua en este sentido, pues si el integrismo fue un acicate ideológico para la independencia, por otra parte el islamismo más integrista considera aceptable luchar por la dominación mundial y que hay pueblos inferiores (lo que explica que los más radicales defiendan la esclavitud de los no musulmanes).

2. EL DESARROLLO DE LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS.
LA OPOSICIÓN AL ORDEN COLONIAL EN EL SIGLO XX. BANDUNG.
El surgimiento de los movimientos de liberación (1905-1945).
La victoria japonesa sobre los rusos en la guerra de 1904-1905 fue un importante estímulo para los revolucionarios chinos y los movimientos de emancipación de la India e Indochina frente a los colonizadores británicos y franceses. Tras la I Guerra Mundial, que simbolizó el comienzo de la decadencia europea, ocurrieron la expansión de la democracia y los discursos del presidente Wilson favorables a la autodeterminación de los pueblos y el triunfo de los nacionalismos, al dislocarse los imperios ruso, austrohúngaro y otomano. Esto favoreció la toma de conciencia por parte de algunas élites indígenas educadas en las universidades europeas. Particularmente fuerte fue este proceso entre los árabes (panarabismo) y los indios (Gandhi).
Aunque el Pacto de la Sociedad de Naciones no se atrevió a recoger el principio del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, la propaganda comunista hizo circular entre los pueblos colonizados una consigna de emancipación, precisamente cuando los triunfos de la Revolución Rusa demostraban que las insurrecciones populares podían vencer.
El panafricanista Du Bois reunió en París (1919) el I Congreso “por el progreso de los pueblos oprimidos”. En la Conferencia de paz de Bierville (1926), los nacionalistas de Asia y África, con el apoyo de numerosas personalidades europeas, denunciaron el colonialismo como una causa permanente de guerra. Alemania, que había perdido sus colonias, y la URSS alentaron los movimientos de emancipación y favorecieron la celebración en Bruselas (1927) de un nuevo Congreso de los pueblos oprimidos, financiado por China y México, con apoyo de varios países iberoamericanos impacientes por sacudirse el dominio de EE UU, al final del cual se creó una Liga antiimperialista con participación de personalidades como Einstein, Landsbury, Romain Rolland, la señora Sun Yatsen (esposa del dirigente chino) o Nehru. Algunos dirigentes asociaron ya el nacionalismo con el socialismo.
La crisis de 1929 debilitó a las potencias occidentales y provocó el hundimiento de muchas economías coloniales basadas en la exportación de materias primas. La agresión de Italia a Etiopía (1935-1936) y el imperialismo japonés en China suscitaron una general repulsa, crearon un grave conflicto en la Sociedad de Naciones y demostraron el progreso de las ideas anticolonialistas en la opinión pública de Occidente.
El afroasiatismo y la Conferencia de Bandung (1955).
Después de la II Guerra Mundial, los Países No Alineados fueron los representantes del Tercer Mundo en una vía intermedia en la política internacional entre los dos bloques.
Al respecto hay un problema conceptual: )cómo llamamos al movimiento ideológico de descolonización en los países del Tercer Mundo? La propuesta más aceptable parece ser la de afroasiatismo (un término de origen anglosajón). El afroasiatismo se inició en la Conferencia internacional de la paz (Bierville, 1926) y en el Congreso de los pueblos oprimidos (Bruselas, 1927), pero su mejor momento fue cuando fue el movimiento de solidaridad que de 1949 a 1965 unió los antiguos países colonizados de África y de Asia, con el objetivo de definir una actitud común de estos respecto de sus antiguas metrópolis. A partir de 1965, una vez obtenida la independencia la mayoría, aparecen las disensiones, y el afroasiatismo se diluye en el bloque de los países no alineados.
En 1947 Nehru convocó la Conferencia de relaciones asiáticas, en Nueva Delhi, primera manifestación de solidaridad de los pueblos en busca de independencia, que sólo reunió a delegados asiáticos. En la segunda conferencia de Nueva Delhi (1949), comenzó la participación africana (Etiopía, Egipto). Se constituyó en la ONU un grupo arabeasiático, después llamado afroasiático, al principio de 12 miembros, que practicó una política anticolonialista y de no compromiso en la pugna Este-Oeste.
El grupo aumentó a 24 Estados, pero se dividió por las disputas en la OTASE (1954), la reunión de países asiáticos en Colombo (1954) para lograr una solución a la guerra de Indochina, y el Pacto de Bagdad (1955), por lo que se estimó que era necesario un impulso.

Conferencia de Bandung (1955).

Este fue la conferencia celebrada en Bandung (Indonesia, abril 1955), con 29 países, que marcó el apogeo del afroasiatismo pero también el inicio de su ocaso, dada la pro­fundidad de las diferencias ideológicas entre comunistas y no comunistas. Destacaron Nehru de la India, Nasser de Egipto, Tito de Yugoslavia y Sukarno de Indonesia. Se pretendió estimular a la independencia a todos los países sometidos a un régimen colonial. Se proclamaron dos principios:
- El colonialismo, en todas sus formas, es un azote que es preciso eliminar lo antes posible.
- La sumisión de los pueblos a una dominación o explotación extranjera constituye una negación de los derechos del hombre, es contraria a la Carta de la ONU y se convierte en un obstáculo para el desarrollo de la paz.
Bandung significó la irrupción en la Historia de los antiguos pueblos colonizados, un foro anticolonialista en el que se afirmó la doctrina de la coexistencia pacífica y de la neutralidad entre los dos grandes bloques.
La crisis del canal de Suez (1956) fue la mejor demostración del cambio de la situación mundial. La nacionalización del canal por Nasser provocó la intervención militar en Egipto de Gran Bretaña y Francia junto con Israel y chocó con la oposición de EE UU y la URSS, que expresaron su intención de acabar con los imperios coloniales clásicos y les forzaron a la retirada. Egipto retuvo el canal y Nasser se convirtió en líder del anticolonialismo, lo que junto a la guerra de Argelia tuvo un gran efecto sobre la descolonización africana.
La masiva independencia de las colonias europeas en África (1956-1964), desplazó el peso del grupo a este continente, donde se celebraron las nuevas conferencias en El Cairo (1957), Conakry (1960), Moshi (Tanzania, 1969) y Winneba (Ghana, 1965). La pugna de EE UU, las potencias europeas, URSS y China por ayudarles y dirigir su desarrollo provocaron disensiones, que estallaron en 1965 con el aplazamiento de la conferencia de Argel. La conferencia de La Habana (1966) intentó ampliar el grupo a América. El movimiento terminó confluyendo con el movimiento de países no alineados, surgido paralelamente en la conferencia de Belgrado (1961), y se subsumió en él por completo ya en la conferencia de Argel (1973).

LAS REIVINDICACIONES DE LOS PUEBLOS ASIÁTICOS.
India. El partido del Congreso reunió a hindúes y musulmanes bajo el liderazgo de Gandhi, Nehru y otros dirigentes. Sus métodos de continua presión pacífica debilitaron la resistencia británica, de modo que ya antes de la II Guerra Mundial la independencia pareció inevitable.
Indochina. El partido comunista, contando con el apoyo de la mayoría de la población campesina, lideró la resistencia a los franceses, que a su vez contaron con el apoyo de la minoría china y los católicos.
Indonesia. Las élites intelectuales, terratenientes y comerciales del archipiélago comenzaron en los años 30 su lucha independista contra Holanda y durante la ocupación japonesa se formó una administración autónoma que continuó su acción hasta el regreso de los holandeses en 1945 y el estallido de la guerra colonial.

LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS AFRICANOS.
Hasta la II Guerra Mundial el África Negra evolucionó siguiendo caminos diferentes en función del medio natural y los recursos, la precariedad de los medios de comunicación, la es­casa densidad de población y la ínfima urbanización. Sólo algunas zonas recibieron poblamiento blanco (Sudáfrica, Rhodesia, Kenia, colonias portuguesas). En todas partes la masa campesina (hasta un 90% del total) sufrió el impacto de la penetración colonial. Sin embargo, la lenta urbanización de África y la formación de élites en la escuela llevaron a iniciar una conciencia de identidad africana, con el panafricanismo. La II Guerra Mundial provocó una disminución del prestigio y del poder blanco en el continente y se incrementó la propaganda panafricanista. En una primera fase la evolución fue pacífica, salvo las rebeliones en Madagascar (1947), Kenia (1952-1956) y Camerún (1955-1958).
El proceso de descolonización se inició en la Conferencia de Brazzaville (1944). En Senegal y Costa de Marfil los intelectuales y los funcionarios africanos de la Administración colonial comenzaron una moderada lucha, constituyendo asociaciones independistas o autonomistas, que fueron incrementando su apoyo social. En Kenia hubo duras luchas en 1952. En las colonias francesas se concedió el sufragio universal en 1956, como primer paso a la autonomía interna. El panafricanismo fue emergiendo, con la toma de conciencia de los grupos ilustrados, que demandaron la independencia de todas las colonias. El proceso se aceleró después de 1960, cuando numerosos países Africanos accedieron a la independencia. La Organización de la Unidad Africana (OUA) se creó en 1963 y presionó con éxito desde entonces para el desmantelamiento de los últimos vestigios coloniales.
Era una independencia lastrada por graves problemas políticos, administrativos, económicos y sociales. La división del continente en más de 50 Estados delimitados generalmente de modo arbitrario provocó futuros enfrentamientos.
Además, África se convirtió en campo de batalla entre los dos bloques, Este y Oeste, mediante la implantación de regímenes de inspiración marxista, intervenciones de Cuba en Etiopía y Angola, de Francia en la República Centroafricana y Chad, y de Bélgica en Zaire (Congo).
El colonialismo pervivió hasta los años 70 en las colonias portuguesas de Guinea, Angola y Mozambique, mientras que una forma neocolonialista subsistía con el régimen blanco de Rhodesia y el apartheid de Sudáfrica.
La conflictividad en el continente menguó con el desmoronamiento de la URSS y el final de la Guerra Fría, con un parcial retorno del multipartidismo en muchos países, pero al mismo tiempo con nuevas tensiones étnicas, como muestran las guerras civiles en la región de los Grandes Lagos y la cuenca del río Congo.

LA OPOSICIÓN DE LAS METRÓPOLIS A LA INDEPENDENCIA.
Las metrópolis se resistieron en el periodo de 1919-1939 a conceder la independencia total a sus colonias, pero sí estuvieron dispuestas a otorgarles una mayor autonomía siempre que se conservara el control militar y económico, y en el caso del Próximo Oriente incluso se devolvió la soberanía: Egipto, Jordania o Iraq accedieron a la independencia aunque todavía bajo la tutela británica.

3. EL DESARROLLO DEL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN.
ASIA.
El proceso de descolonización empezó en Asia después de 1945.
Gran Bretaña se vio obligada a abandonar sus grandes colonias: India y Pakistán (1947), en una partición muy dolorosa y cruenta por motivos étnico-religiosos; Birmania (1948), Sri Lanka (1948) y Malasia (1957), aquí después de una dura lucha con las guerrillas comunistas.
Holanda tras un largo proceso bélico tuvo que conceder la independencia a sus colonias de la Insulindia, bajo el nombre de Indonesia (1950), debido a la oposición de la ONU y el aislamiento internacional.
Los EE UU descolonizaron en 1949 las Filipinas, de modo pacífico.

Tropas francesas en Dien-Bien Fu reciben refuerzos de paracaidistas antes de la caída de la guarnición.

Francia se negó en un primer momento al proceso de independencia de las colonias de Indochina. La hubiera concedido pronto a los reinos de Camboya y Laos, que eran protectorados y tenían un valor económico escaso, pero no deseaba hacerlo a Vietnam, más interesante como colonia, lo que derivó en un conflicto largo y cruento entre el ejército colonial francés y las guerrillas comunistas y nacionalistas dirigidas por Ho Chi Minh y el general Giap, que triunfaron sobre los franceses en la batalla de Dien-Bien-Fu (1954), precipitando la independencia de cuatro países: Laos, Camboya y un Vietnam dividido en dos partes, comunista al Norte y capitalista al Sur, lo que fue el origen de una larga guerra neocolonial al defender EE UU la zona del sur, al igual que antes lo había hecho con Corea del Sur.
LOS PAÍSES ISLÁMICOS.
En el Próximo Oriente se produjo la independencia de todos los Estados que estaban bajo el control de Gran Bretaña como protectorados desde el final de la I Guerra Mundial o antes. Fue un proceso rápido y fácil, iniciado en los decenios de 1920 y 1930 en Egipto, Jordania e Iraq, y reanudado después de 1945 en los países costeros de Arabia hasta llegar a los Emiratos Árabes Unidos en 1971. La excepción fue la conflictiva independencia de Palestina, dividida entre judíos (Israel) y árabes palestinos.
Francia tuvo que actuar del mismo modo que Gran Bretaña en sus protectorados el Próximo Oriente, concediendo la independencia a Siria y Líbano. Los países del Magreb estaban controlados por Francia, que aceptó la independencia de Marruecos y Túnez (1956), pero era muy distinto el caso de Argelia, que no era un protectorado sino una colonia de poblamiento, con la presencia de dos millones de colonos franceses y la idea extendida entre estos y en la misma metrópoli de que Argelia formaba parte de Francia (a semejanza de Canarias para España). Esto provocó una larga (1954-1962) y cruel guerra colonial hasta que De Gaulle concedió la independencia en los acuerdos de Evian (VII-1962), tras la cual salieron del país los colonos franceses.
ÁFRICA NEGRA.

Mapa de descolonización de África.

Los países africanos se independizaron a partir de 1945, comenzando por las colonias de la vencida Italia. Primero en 1945 con Etiopía y pronto siguieron las de Libia (1950) y Somalia (1960), esta sumando los territorios italiano y británico.
Gran Bretaña integró en los años 1955-1964 la mayoría de sus colonias de modo voluntario en la Commonwealth, dándoles una independencia progresiva y en general poco conflictiva. El primer país fue Costa de Oro (Ghana), cuyo presidente, Nkrumah, se convirtió en el primer líder famoso de la independencia africana. Su ejemplo favoreció las siguientes independencias. Nigeria fue un ejemplo desafortunado de unión impuesta de múltiples etnias lo que explica los conflictos civiles posteriores. Los peores problemas ocurrieron en Rhodesia y Sudáfrica, debido a la resistencia de la minoría de colonos blancos a ceder el poder a las mayorías negras, por lo que implantaron regímenes racistas y policíacos a pesar de las condenas de la ONU.
Francia concedió la independencia a sus países africanos hacia 1960, integrándolos en la Comunidad francesa, una asociación comercial y militar que le permitió mantener un status postcolonial dominante, aunque con graves problemas de inestabilidad interna. Solo la Somalia francesa (Yibuti) se independizó mucho más tarde.
Bélgica concedió la independencia al Congo (Zaire) en 1960, que entró pronto en una terrible guerra civil, prueba de los problemas de la descolonización conjunta de pueblos poco integrados entre sí dentro de unas fronteras impuestas.
España concedió la independencia a Guinea Ecuatorial en 1968, y reintegró Ifni (1968) y más tarde el Sahara Ocidental (1975) a Marruecos, la última de un modo irregular, desoyendo las peticiones nacionalistas de los saharauís, lo que originó una larga guerra en el desierto. España todavía conserva dos plazas de soberanía, Ceuta y Melilla, reivindicadas por Marruecos.
Portugal mantuvo más tiempo sus colonias, sufriendo una lucha de guerrillas hasta la revolución de 1975, cuando les dio la independencia a Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y los países isleños de Cabo Verde, y de Santo Tomé y Príncipe.
AMÉRICA.
Los EE UU ya en 1940 habían convertido a Puerto Rico en “Estado libre asociado”. El movimiento independista ha perdido los referéndums sobre la soberanía y parece probable que la mayoría vote en el futuro la incorporación a los EE UU por lo que no cabe hablar de una situación colonial strictu sensu.


Mapa del Caribe con las colonias actuales.

Gran Bretaña intentó que las islas del Caribe se independizaran a través de una Federación de las Islas Occidentales, pero fracasó y cada una de las grandes islas o de los ar­chipiélagos se independizó por su cuenta a lo largo de los años 70 y 80. En el continente concedió la independencia a la Guayana y a Belice. Conserva todavía las islas Bermudas en el Norte y las Malvinas en el Sur, y por las últimas ha mantenido el último conflicto colonial, en 1982, con Argentina, que había ocupado las islas por la fuerza.
Holanda ha concedido la independencia a Guyana y ha mantenido su dominio sobre las islas de Aruba, Curaçao y Bonaire, pero con el consenso de la población, que no desea la independencia por motivos culturales y para protegerse de la vecindad de Venezuela.
Francia ha concedido la autonomía a las islas de Martinica y Guadalupe, que nunca han pretendido la independencia puesto que forman parte cultural y jurídicamente de Francia y obtienen grandes ventajas de su asociación comercial a la UE.
OCEANÍA.


Mapa político de las islas del Pacífico.

EE UU, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y, en menor grado, Francia, han concedido la independencia a casi todas sus colonias. El proceso se ha prolongado mucho más que en los otros continentes debido a que han faltado movimientos independentistas, la pequeña dimensión de los nuevos Estados y su debilidad demográfica, económica y militar. La mayor parte de los procesos han sido muy tranquilos, de mutuo consenso y las antiguas potencias conservan grandes lazos con sus ex-colonias.
Francia, como caso excepcional, conserva las islas de Tahití, Marquesas (donde ha hecho sus experimentos atómicos), Tuamutu y Nueva Caledonia (donde hay un movimiento independentista creciente pero aun muy débil).


BIBLIOGRAFÍA.
Exposiciones.
*<After year zero>. Berlín. Haus der Kulturen der Welt (2013). Sobre la independencia de los países africanos, desde la perspectiva de los propios africanos. Obras de artistas y cineastas (la egipcia Jihan El Tahri).
Libros.
Calchi Novati, Giampaolo. La revolución del África Negra. Bruguera. Barcelona. 1970. 217 pp.
Chesneaux, Jean. Asia oriental en los siglos XIX y XX. Nueva Clío 45. Labor. Barcelona. 1976. 323 pp.
Coquery-Vidrovitch, Catherine; Moniot, Henri. África negra de 1800 a nuestros días. Nueva Clío 46. Labor. Barcelona. 1985. 416 pp.
Heffer, Jean; Launay, Michel. Akal. Barcelona. 1992. 302 pp. La Guerra Fría. Cap. 14. La descolonización (156 y ss.).
Jalée, Pierre. El imperialismo en 1970. Siglo XXI. Madrid. 1971. 283 pp.
Ki-Zerbo, J. Historia del África Negra. Alianza. Madrid. 1980 (1972). 2 vols. 1.099 pp.
Madridejos, Mateo. Colonialismo y neocolonialismo. Salvat. Col. ‘T.C.’ nº 63. Barcelona. 1975. 142 pp.
Martínez Carreras, José U. Historia de la descolonización 1919-1986. Las independencias de Asia y África. Istmo. Madrid. 1987. 15 más 426 pp.
Mesa, Roberto. Las Revoluciones del Tercer Mundo. Edicusa. Madrid. 1971. 251 pp.
Mesa, Roberto. Vietnam, la lucha por la liberación 1943-1973. Edicusa. Madrid. 1973. 239 pp.
Miège, Jean Louis. Expansión europea y descolonización de 1870 a nuestros días. Nueva Clío 28. Labor. Barcelona. 1975. 364 pp.
Smith, Tony. Los modelos de imperialismo. Estados Unidos, Gran Bretaña y el mundo tardíamente in­dustrializado desde 1815. FCE. México. 1984 (1981 inglés). 283 pp.
Von Grunebaun, G. E. El Islam. Vol. 2. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días. Siglo XXI. Madrid. 1971. 463 pp.
Worsley, Peter. El Tercer Mundo. Una nueva fuerza vital en los asuntos internacionales. Siglo XXI. Madrid. 1980. 389 pp. 

jueves, 23 de octubre de 2014

CS 2 UD 02. La Europa feudal en los siglos X-XII.

LA EUROPA FEUDAL EN LOS SIGLOS X-XII.

Introducción.
Nuevas invasiones: musulmanes, vikingos y húngaros.
Alta y Baja Edad Media.
Fermento y crecimiento intelectual.
Evolución política.
La aparición del feudalismo.
Dosier: El debate historiográfico sobre el feudalismo.
La economía señorial.
La sociedad feudal.
Las Cruzadas.

Introducción.
La UD estudia el feudalismo en Europa Occidental hacia los siglos X-XIII, sus antecedentes y el debate historiográfico sobre su naturaleza, y además la economía feudal que le está asociada, siendo el feudalismo su aspecto político. Se sustituye el término de economía señorial por el de economía feudal, porque el primero se limita a la economía de los señoríos territoriales y no comprende al conjunto de la economía.

Nuevas invasiones: musulmanes, vikingos y húngaros.
Los últimos años del reinado de Carlomagno estuvieron marcados por tensiones políticas que continuaron en los reinados de sus descendientes. Por el sur se produjo la invasión musulmana (muchos autores la denominan árabe), que en sus inicios contó con el apoyo de los judíos, que en gran número habitaban las tierras del norte de África y la península Ibérica. El año 711 los árabes atravesaron el estrecho de Gibraltar y se extendieron por toda la península, llegando hasta el sur de Francia. A finales del siglo IX y durante el siglo X Europa fue el escenario de una renovada desintegración política y una serie de invasiones desastrosas, esta vez de los vikingos (escandinavos procedentes del norte) y de los húngaros (muchos autores los llaman magiares) que, procedentes de Asia, avanzaban hacia el oeste, a través de las llanuras del Danubio. Las tierras fronterizas dejaron de cultivarse, el comercio se interrumpió y los viajes eran peligrosos incluso en distancias cortas.
Durante este periodo existieron varias tendencias. Por un lado, Europa experimentó otra gran ola de fragmentación política; sin embargo, aunque las fuerzas de centralización política eran débiles, no puede decirse lo mismo del poder de las familias terratenientes locales. También fue una época de dominio de los monasterios benedictinos, grandes propietarios que se mezclaron en la red de alianzas feudales. Finalmente el papado se convirtió por derecho propio en un poder secular que ejerció un control político directo sobre gran parte de Italia central y septentrional. Gradualmente elaboró un aparato de autoridad central sobre las iglesias regionales y los monasterios, y, por medio de su expansión diplomática y de la administración de justicia, también acumuló un notable poder político en toda Europa.

Alta y Baja Edad Media.


En el año 1050 aproximadamente, Europa estaba entrando en un periodo de grandes y rápidas transformaciones. Las condiciones de la vida material que produjeron estos cambios aún no están del todo claras, aunque las siguientes causas se pueden citar con seguridad: el largo periodo de emigraciones germánicas y asiáticas había terminado y Europa disfrutaba de un nivel de población estable y continuado, había comenzado e iba a continuar una expansión de la población de proporciones sorprendentes. La vida urbana, que nunca cesó del todo durante los siglos anteriores, experimentó un notable crecimiento y desarrollo, y por ello rompió la tendencia medieval hacia la autosuficiencia económica. La economía y el comercio, en particular en las tierras mediterráneas de Italia y el sur de Francia y en los Países Bajos, se incrementó en cantidad, regularidad y extensión. En la península Ibérica, los incipientes reinos cristianos del norte iniciaron una larguísima guerra contra las sucesivas invasiones almorávides y almohades, en una reconquista que se prolongó durante siete siglos.

Fermento y crecimiento intelectual.
A la vez que la economía europea se hacía más compleja, las instituciones sociales y políticas también se complicaron. En cada rama de los asuntos públicos —gobierno local, administración de justicia, regulación del comercio y el desarrollo de las instituciones educativas necesarias para proporcionar personal a cada administración de acuerdo a su reglamentación— apareció una estructura similar en complejidad y desarrollo.
Los nuevos imperativos de esta compleja vida social produjeron un fermento intelectual sin precedentes en la historia europea. Este fermento, presente en todas las esferas de las ciencias, ha terminado siendo conocido como el renacimiento del siglo XII. Las leyes eclesiásticas y seculares se sistematizaron, discutieron y cuestionaron como nunca antes. La retórica y la lógica se convirtieron en objeto de examen por derecho propio y dieron lugar a investigaciones de la cultura clásica, olvidada durante mucho tiempo. La doctrina teológica fue explorada y promovió nuevos métodos de crítica. Entre tanto, en Córdoba, capital musulmana, se produjo un notable sincretismo religioso y cultural, ya que en esta ciudad convivieron durante siglos árabes, judíos y cristianos en paz y armonía. A través de Córdoba, Europa conoció la filosofía griega y la literatura clásica, gracias a las traducciones árabes y a la escuela de traductores de Toledo; gracias a ellos la medicina, la astronomía y las ciencias antiguas y modernas penetraron en el continente. Los árabes transmitieron a Europa, las matemáticas, e introdujeron el papel, el arroz y la caña de azúcar.
Por encima de todo, los europeos occidentales comenzaron a pensar en sí mismos de una nueva manera, un cambio que se reflejó en las innovaciones en las artes creativas. En literatura, la lírica amorosa y el romance cortés aparecieron en las lenguas vernáculas emergentes, y tuvo lugar un brillante resurgir de la escritura en latín. La pintura y la escultura dedicaron nueva atención al mundo natural e hicieron un intento sin precedentes de representar extremos emotivos y vitales. La arquitectura floreció con la construcción, a lo largo de rutas de peregrinaje por las que se viajaba frecuentemente, de iglesias en un estilo que combinaba materiales y técnicas romanas con una estética totalmente nueva.


También hubo cambios de gran alcance en la vida espiritual. En el siglo XII se establecieron nuevas órdenes religiosas, como la orden cisterciense (que intentó purificar las tradiciones del monacato benedictino) y las órdenes de los frailes mendicantes, que procuraron ajustar el ideal monástico a la nueva vida urbana. En todas ellas era frecuente un nuevo sentido de piedad individual, basado no en el ritual, sino en la identificación individual con el sufrimiento de Cristo. El desarrollo del culto a la Virgen María, una figura relativamente poco importante en los siglos precedentes, tuvo un espíritu similar.

Evolución política.
Al mismo tiempo, los pueblos se empezaron a identificar a sí mismos como miembros de grupos y comunidades con intereses distintos a los de sus vecinos. Los hechos políticos del periodo tuvieron una relación íntima con estas nuevas identidades.


Fragmento del tapiz de Bayeux, que cuenta la conquista de Inglaterra por el duque normando Guillermo I, que alegaba derechos familiares a la sucesión del reino.

Uno de los hechos más importantes fue el rápido ascenso hegemónico de los normandos. Descendientes de los vikingos que se establecieron en el norte de Francia durante los siglos IX y X y convertidos en feudatarios del rey de Francia, los normandos entraron en escena en la historia europea en 1066, año en que conquistaron Inglaterra para Guillermo I el Conquistador que aseguró su conquista con un programa de reasentamientos intensivos; los normandos, cuya lengua era la misma de los francos, se convirtieron en la clase dirigente de Inglaterra, unida a Guillermo por las concesión de tierras y las obligaciones feudales. Esta feudalización política sistemática y la imposición de otras instituciones normandas llevaron a Inglaterra a la principal corriente del desarrollo político y social del continente. El hecho de que el duque de Normandía (un feudo dependiente del rey de Francia) fuera también rey de Inglaterra, convirtiéndose así en un personaje de igual posición y más poder, ilustra la creciente complejidad del mundo europeo. El conflicto político, y con él la idea del Estado como institución autónoma, fue inevitable.
En los territorios germánicos e italianos del Sacro Imperio Romano Germánico, la nueva actividad del papado como un cuerpo de gobierno real entró en conflicto con el poder del emperador en una maraña de sucesos conocidos colectivamente como la querella de la investidura. Durante el primer periodo del Imperio no se había hecho una separación estricta en teoría o en la realidad entre los campos eclesiástico y político. Desde el momento de la alianza histórica de los carolingios con el papa, el emperador ya no se consideró únicamente una figura secular. De la misma manera, los obispos eran poderes seculares por derecho propio, consejeros o siervos feudales de reyes y emperadores. No se cuestionaba que el poder secular debía tener parte en la elección de obispos y tener una presencia activa en la coronación o investidura episcopal. Precisamente esta práctica provocó la lucha cuando el papa Gregorio VII declaró la primacía de la Iglesia en la elección y consagración de sus propios funcionarios.
El resultado más importante de la controversia fue que cuestionó todas las relaciones entre Iglesia y Estado. Dentro de la teología, el derecho y la teoría política, el Estado, como entidad secular, fue examinado críticamente, al igual que la Iglesia, no sólo como comunidad de devotos cristianos, sino también como una aristocracia administrativa de obispos al servicio del papa. A finales del siglo XII la Iglesia se convirtió en un gran poder político europeo junto a los distintos Estados seculares emergentes.

LA APARICIÓN DEL FEUDALISMO.
ANTECEDENTES PRE-FEUDALES.
El origen de las relaciones vasalláticas lo encontramos en dos modelos: la sociedad tardorromana y la germánica, y también podemos examinar un modelo protofeudal en la España visigoda.

EL BAJO IMPERIO ROMANO.
En la primera mitad del siglo V creció la inseguridad en el Bajo Imperio Romano de Occidente, con las invasiones bárbaras, las usurpaciones imperiales y las guerras civiles, y el aumento de la presión fiscal sobre los colonos. Los prohombres más poderosos de la clase senatorial acapararon la propiedad de la tierra y la administración provincial, mediante las instituciones de la encomendación y del patrocinio.

La encomendación y el patrocinio.
La encomendación era la relación entre el campesino y el poderoso. El poderoso recibía la propiedad de la tierra a cambio de protección fiscal y mantener al campesino en la tierra, quedando ligado a ella.
El patrocinio era la relación entre el poderoso y una clientela armada (comitatus), que le daba servicio militar a cambio de tierras. El poderoso podía así proteger la “villa” del Imperio y de los invasores, así como evitar los impuestos.
Esta relación de patrocinio fue extendiendo en la sociedad una clase de hombres libres en situación de dependencia.

LOS GERMANOS.
El “Gefolge” (vinculación personal).
Por su parte, los pueblos invasores germánicos habían desarrollado unas formas sociales similares, con el “gefolge”, un grupo de guerreros vinculados personalmente a un jefe militar y entre ellos con lazos de fraternidad.
Al formarse en los siglos V y VI los primeros reinos bárbaros se fundieron las instituciones del comitatus y del gefolge, con hombres armados al servicio del rey, que recibían el nombre de vassus (vasallus) o antustriones (según la fórmula de Marculfo).

HISPANIA PROTO-FEUDAL VISIGODA.
La llegada masiva a la Península de los visigodos se produjo en 507, tras la derrota de Vouillé ante los francos de Clodoveo, y no alteró la estructura tardorromana de la villa rural como unidad económica. La villa estaba organizada en tres partes:
- Pequeños cotos o “sortes” explotados por sus propietarios en una relación de patrocinio.
- Pequeños cotos explotados por tenencieros sin propiedad y en encomienda con el señor.
- La reserva explotada por esclavos, unidos a la tierra de por vida, aunque podían poseer bienes.
El señor tenía un ejército privado formado por sus patrocinados, pues el patrocinio incluía la prestación del servicio armado, y además por guerreros profesionales (saiones), algunos de los cuales (bucelarios) se unían por un juramento de fidelidad a cambio de un beneficio. El gefolge había evolucionado mediante el contrato del patrocinio y la fe cristiana (fides), pero se mantenía la estructura militar de la monarquía y la importancia del juramento de fidelidad de los súbditos al rey y viceversa.
Con el rey Sisenando (631) se terminó la evolución de la monarquía militar a una monarquía cristiana, en la que la soberanía es una delegación de Dios, por lo que la nobleza debe hacer un juramento cristianizado de fidelidad al rey y el reino, y se establece una jerarquía vasallática. En esta situación la nobleza religiosa y militar ganó poder y los monarcas tuvieron que reconocer en 636 el carácter patrimonial de los beneficios que habían concedido (lo que el franco Carlos el Calvo hizo en 877). La concentración de los cargos militares y civiles en las mismas personas, promovida por los reyes para consolidar su autoridad, tuvo un efecto contrario al deseado pues la nobleza provincial (duces) aumentó su poder territorial y su autoridad hasta ser virtualmente independiente del rey, lo que explica la debilidad del reino ante la invasión islámica del 711.
El hundimiento del reino visigodo ha sido interpretado como la crisis de un sistema protofeudal carente de una cúspide aceptada por el resto del sistema.

EL PRECEDENTE MEROVINGIO.
El proceso de jerarquización y sumisión se produjo igualmente en la sociedad franca durante la dinastía merovingia y luego en la carolingia. Las instituciones del vasallaje y el beneficio eran conocidas pero al principio eran independientes, pues los reyes merovingios no solían conceder beneficios a los vasallos, con lo que los reyes mantuvieron un fuerte poder territorial que explica su gran poder económico y militar al servicio de la expansión en la época de Carlomagno.
Con sede en Francia, entonces entre el Loira y el Rin, en la que se habían concentrado la mayoría de los germanos francos, el reino merovingio se debilitó por las guerras civiles desde el final del siglo VII.

EL DESARROLLO FEUDAL EN LA DINASTÍA CAROLINGIA.
Los primeros carolingios.
La decadencia franca se frenó con la llegada al poder de los mayordomos de palacio, todavía al servicio de los merovingios, Pipino II y su hijo Carlos Martel (716-741), que, como sus sucesores, ya reyes, Carlomán I y Pipino III (751-768), sometieron las rebeliones y vencieron a los principales enemigos exteriores: los musulmanes, los sajones y los lombardos.
Los primeros carolingios crearon un ejército de vasallos con beneficios vitalicios de tierras para pagar sus equipos militares y manutención. Se formó una clase social de carácter militar y con tierras, vinculada al rey por una relación de dependencia, ahora prestigiosa.

Carlomagno.
Carlomagno (768-814) completó la labor de sus predecesores. Subió al trono en 768 y comenzó de inmediato una vigorosa expansión exterior. Fueron dominados los lombardos (774), alamanes, burgundios, sajones en una larga guerra (772-804), frisones, aquitanos y bávaros. Mientras, eran derrotados los enemigos exteriores bretones, vascos y gascones, ávaros, musulmanes (se creó la Marca Hispánica hasta el Ebro), y se impuso tributo a otros pueblos vecinos (croatas, eslovenos). El Imperio fue proclamado en 800: era la “restauratio” del Imperio Romano, en unos límites más sostenibles.


Mapa del Imperio de Carlomagno.

Vasallaje y beneficio.
Carlomagno estableció una alianza con la aristocracia territorial, mediante el vasallaje y el beneficio. Los servicios militares en la expansión del reino eran recompensados con nue­vos beneficios en un círculo que llegaría a agotarse con los años al no haber más tierras para repartir y pararse las conquistas. Al mismo tiempo los pequeños y medianos propietarios de tierras fueron colocados bajo el vasallaje de los grandes, como un medio eficaz de extender la autoridad real sobre toda la población del reino, lo que sería nefasto a largo plazo.
Las villas rurales se convirtieron en centros de grandes latifundios, divididos en mansos para una familia de una superficie de 10 a 18 hectáreas, que se repartían entre vasallos guerreros de modo que un vasallo con 12 mansos se obligaba a mantener un caballero armado. Los vasallos tenían una media de 30 mansos y podían llegar a tener cien o más mansos. Otros beneficios eran las dignidades eclesiásticas.

La herencia del beneficio en el siglo IX.
Con Luis el Piadoso (814-840) el sistema continuó, pero si Carlomagno había concedido estos beneficios en usufructo, la costumbre hizo que los herederos de los vasallos renovaran sus vínculos y sus beneficios con lo que estos se convirtieron de facto en propiedades, que aumentaban con la presión sobre los propietarios para que se convirtieran en patrocinados a cambio de ceder la propiedad, lo que se reconoció en la Capitular de Mersen (847).
El vasallaje se transformó en un medio de obtener un beneficio y la tierra se fue desligando de la autoridad real, hasta que Carlos el Calvo tuvo que reconocer en la asamblea del reino en Quierzy-sur-Oise (877) el carácter patrimonial y hereditario de los beneficios que se habían concedido. Fue el fin jurídico del poder real y el nacimiento del feudalismo, aunque el sistema tardaría más de un siglo en consolidarse.

EL DESARROLLO DEL FEUDALISMO “CLÁSICO” EN EUROPA.
El desarrollo del feudalismo “clásico” europeo, en los siglos XI-XII, se centra en una zona bastante limitada del norte de Francia y Bélgica, de la que se extiende como modelo bastante diversificado a otros ámbitos del continente.

FRANCIA.
Francia fue el lugar central y el modelo del feudalismo, desde su desarrollo con los monarcas carolingios, con el vasallaje y la concesión de beneficios.


El beneficio (una donación de tierras a los fieles) primero se concedió a cambio de servicios armados, luego se asoció al vasallaje y terminó por ser hereditario, hasta desa­parecer en el siglo XI para dar lugar al feudo.
La pérdida de poder de la autoridad real permitió la independencia de facto de numerosos señores en la periferia del reino, que alcanzaron la herencia directa de sus feudos para sus herederos, promoviendo luchas civiles, lo que junto a las invasiones normandas, húngaras y musulmanas, facilitó la desintegración del poder en favor de los señores que dominaban los castillos, con control sobre la tierra y la población rural, sobre todo en el norte de Francia. En el sur de Francia el feudalismo se desarrolló menos, con más proporción de tierras propiedad de los campesinos.
Desde finales del siglo XI los reyes Capetos, empero, fueron aumentando su poder real, mediante la legitimación de la Corona, sometiendo a cierto control a los grandes nobles.

INGLATERRA.
En Inglaterra, después de la victoria de Guillermo I en 1066 los conquistadores normandos sojuzgaron a la población anglosajona, imponiendo un feudalismo de origen francés, con relaciones vasalláticas de lealtad directa al monarca, donante de toda la tierra y por tanto con un poder inmenso, comparado con el rey francés.

ALEMANIA.
En Alemania el feudalismo fue muy original, en una tierra recién conquistada, sin pervivencia romana, con una sociedad germánica comunal. Los condes dominaban territorios extensos y poco poblados. El campesinado era libre y elegía tribunales locales, mientras la nobleza de clanes no tenía vasallaje.
La amenaza húngara promovió el poder de la dinastía sajona de los Otónidas, que renovaron la estructura política carolingia y se basaron en los feudos eclesiásticos, que eran temporales en contraste con los nobiliarios hereditarios.
El feudalismo sólo llegó realmente en el siglo XII y su auge se hizo esperar hasta los siglos XIII y XIV, con la debilitación del emperador y la expansión hacia el Este.

ITALIA.
En Italia perviven las tradiciones clásicas, con una vida urbana puesto que el poder de la Iglesia mantiene todavía vivas las ciudades. La sociedad rural es heterogénea: feudos al Norte, campesinos libres, terratenientes urbanos, latifundios de esclavos al Sur. En el sur (Ná­poles y Sicilia) los normandos establecieron en los siglos XI y XII un modelo similar al francés.

ESPAÑA.
En España hay un protofeudalismo durante la fase final del reino visigodo de Toledo, pero después de la conquista islámica este precario sistema es destruido.
En España cabe distinguir entre Cataluña, que siguió el modelo francés, y el resto de los reinos hispánicos, en los que el feudalismo adoptó unas modalidades muy distintas.
Con la formación de los reinos cristianos y la Reconquista el feudalismo toma unas características propias, con campesinos libres en las fronteras que se mueven paulatinamente hacia el Sur, con garantías legales registradas en los fueros, así que el feudalismo sólo llegó en los siglos XII-XIII y limitado a la Meseta y Andalucía. Así, en Castilla-León el beneficio no estuvo unido al vasallaje y nunca fue hereditario: se concedía a cambio de unos servicios; en el siglo XIII desapareció, sustituido por la heredad. En Navarra y Aragón se concedía a cambio de servicios armados.
La excepción es Cataluña, que imita el modelo carolingio ya desde el siglo X, con las instituciones del beneficio y del condado, con un campesinado muy explotado por una compleja organización señorial.

Mapa de Europa en el siglo XI.

DOSIER: EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO SOBRE EL FEUDALISMO.
Hay consenso en que el feudalismo nació por dos causas: la ruralización de la sociedad europea occidental y la crisis del poder político. Todas las teorías confluyen en que el feudo es la pieza clave en la jerarquía de los derechos sobre la tierra.
En un sentido amplio del término se entiende el feudalismo como el régimen político-social de los países del Occidente europeo en los siglos X al XIII. Pero espacialmente el feudalismo ya se predica de sociedades muy distantes, en distintas épocas de Bizancio, India, Turquía, Rusia y Japón, y cronológicamente se acepta que un protofeudalismo ya existió en el reino visigodo en el siglo VII y en los reinos merovingio y carolingio en los siglos VIII y IX.
Para algunos autores el feudalismo es la negación del Estado como ente público y, en cambio, es una forma política estructurada mediante relaciones de derecho privado. Pero para otros autores es una forma especial del Estado, marcada por una división del poder del rey entre una clase aristocrática que estableció redes de dependencia, mediante el vasallaje, en los territorios  que gobernaba. Estas relaciones de dependencia tuvieron su origen en el mundo tardorromano y en la sociedad germánica.

TEORÍA HISTORICISTA.
Un fenómeno germánico, político, jurídico y espiritual.
La teoría historicista de los historiadores alemanes, sobre todo del siglo XIX, sostuvo que las invasiones germánicas habían provocado una ruptura total en la sociedad tardorromana y que el feudalismo fue una aportación jurídico-política germánica. Sus estudios siguen una orientación historicista: la Edad Media es considerada la época fundacional de los Estados modernos y sus instituciones feudales la más acabada expresión del espíritu del pueblo, del Volkgeist. La economía tiene muy poca importancia en comparación con la política, el derecho, el espíritu y la religión.

TEORÍA DE PIRENNE.
La ruptura medieval en el siglo IX.
Henri Pirenne, en Mahoma y Carlomagno (1927), planteó que la ruptura con la Antigüedad sólo llegó en el siglo VII, cuando la expansión islámica cerró el comercio mediterráneo y, sobre todo, cuando se derrumbó el imperio carolingio a finales del siglo IX, debido a la presión exterior de normandos, húngaros y musulmanes y a los conflictos civiles por la sucesión, todo lo cual conllevó la división del imperio en varios reinos y la paralela desintegración del poder interior, repartido entre múltiples señores que recibieron de los reyes concesiones hereditarias de beneficios de tierras. El feudalismo nació entonces.
Las relaciones vasalláticas implicaban unas obligaciones militares y económicas del vasallo hacia el señor, que a cambio aseguraba la protección militar y económica del vasallo. Esta relación se ritualizaba con una ceremonia de vasallaje y se materializaba en la entrega de un feudo territorial.

TEORÍA DE LOS ANNALES.
La sociedad feudal de Bloch: el siglo X.
La visión sociológica de la ‘Escuela de los Annales’ es que fue un fenómeno sociológico o de psicología colectiva en una sociedad en constante cambio. Marc Bloch sostiene que nació hacia 900, aunque otros miembros del grupo señalan otras fechas, como Georges Duby, que señala hacia el año 1000 y cuya tesis es más aceptada por la historiografía actual.
Calmette y Bloch prefieren el término “sociedad feudal” para explicar la sociedad medieval de los siglos X-XII, lo que les permitía reducir el uso del término “feudalismo” al conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio.

TEORÍA DE GANSHOF.
La interpretación político-jurídica: los siglos X-XII; la limitación a Europa Occidental.
La posición político-jurídica de Ganshof (1957), heredera del historicismo pero más científica, caracteriza el feudalismo como un conjunto de instituciones que jerarquizan a los grupos dominantes mediante el vasallaje, la encomendación y el beneficio. Así se configura una sociedad basada en:
- Unas relaciones de dependencia hombre-hombre.
- Una jerarquía de guerreros especializados.
- La fragmentación extrema del derecho de propiedad sobre la tierra y vinculación de esta a los hombres.
- El debilitamiento del poder central, con una pluralidad de instituciones y poderes autónomos.
Ganshof limita su ámbito espacial a los antiguos territorios del Imperio carolingio en Francia, Alemania, norte de Italia y la Marca Hispánica en el siglo IX, y posteriormente se expandió a Inglaterra y el reino normando en el sur de Italia. El centro de mayor implantación corresponde a la amplia zona entre el Loira y el Rin. La cronología se debería limitar a los siglos X-XII, aunque en Alemania su auge se produjo en los siglos XIII-XIV.
Estas tesis han sido aceptadas ampliamente por la historiografía, aunque se han introducido grandes modificaciones, sobre todo en el aspecto económico.

TEORÍA DEL MARXISMO.
La visión marxista de Marx y Engels a mediados del siglo XIX, y de sus seguidores, plantea el feudalismo como un modo de producción y afronta los problemas terminológicos, la relación tierra-hombre y la relación superestructura político-jurídica e ideológico-religiosa. Es la corriente que más interpretaciones del feudalismo ha aportado, dentro del debate de la evolución de los modos de producción.

Marx: el modo de producción feudal.
Karl Marx en La ideología alemana (1846) plantea el modo de producción feudal como el tercer estadio de los modos de producción, entre el esclavista de la sociedad romana y el capitalista de la Edad Moderna.
Llama modo de producción feudal o feudalismo al sistema de producción medieval constituido por la transferencia de capital conseguida mediante el dominio de los aristócratas sobre los vasallos.
El feudalismo parte de una infraestructura fundamentalmente rural, con el trabajo agrícola y la tierra como el bien capital, que determinaría a su vez a la superestructura, constituida por la ideología y el derecho medieval difundidos por la Iglesia, la distinción entre las tres clases sociales (los tres estamentos u órdenes), la pirámide social del poder monárquico y aristocrático, etc.
El feudalismo es, pues, un sistema rural:
“La tercera forma de propiedad es la feudal o la de los distintos estamentos. Si la Antigüedad surgió de la ciudad y de su pequeño territorio, la Edad Media nació en el campo. (...) Como la propiedad tribal y comunal, la feudal también se apuntala en la comunidad; pero la clase directamente productora con que se enfrenta no son los esclavos de la Antigüedad, sino el pequeño campesinado sometido a la servidumbre. (...) La estructura jerárquica de la propiedad territorial y el señorío militar que le acompañaban dieron a la nobleza un poder absoluto sobre los vasallos.”
En las ciudades, donde reaparece la oposición con el campo, se desarrolla la propiedad gremial, la organización feudal de los oficios, donde la propiedad consiste en el trabajo de cada individuo.
Tanto en el campo como en la ciudad las condiciones de producción eran muy estrechas: el cultivo de la tierra era muy primitivo y la industria era artesanal. A pesar de existir una fuerte división en estamentos, la división social del trabajo era muy rudimentaria, incluso en el momento culminante del feudalismo.

Samir Amin: el modo de producción “tributario”.
El economista egipcio Samir Amin aporta una visión no eurocéntrica sobre el feudalismo. En El desarrollo desigual (1973) lo incluye como una forma evolucionada, gracias a la privatización de la propiedad, dentro de un modo de producción “tributario”, común a sociedades europeas occidentales; asiáticas como China, India, Mesopotamia; africanas en Egipto; y amerindias en los incas y aztecas. Distingue entre formaciones tributarias “centrales”, las más importantes, como China, que por su mismo éxito no evolucionarán, y “periféricas”, con el feudalismo europeo, que por su pobreza evolucionará más rápidamente hacia el sistema capitalista. El “tributarismo”, como el feudalismo, no procedería de la disolu­ción del esclavismo sino de la disolución del modo de producción comunitario.
Para Amin el modo de producción “tributario” y el feudalismo se caracterizarían por:
- La extracción del plusproducto por medios no económicos. Es la explotación señorial basada en la fuerza y no en la propiedad sobre la tierra.
- El predominio del valor de uso sobre el valor de cambio.  La producción se destina al consumo, no al intercambio.
- El predominio de la superestructura sobre la estructura. La ideología (el cristianismo en Occidente) domina sobre la base económica.
- La apariencia de estabilidad histórica. El inmovilismo es consustancial al predominio del valor de uso, pero no es total, pues siguieron realizándose progresos, que prepararon el paso a un nuevo estadio, el capitalista.
En otra obra, Clases y naciones (1979), Amin modifica su posición, y en vez de considerar el feudalismo una forma evolucionada del modo de producción tributario, lo presenta como una forma primitiva derivada de las formas comunitarias de las tribus bár­baras, esto es del modo tributario. Su especificidad sería el “carácter débil y descentralizado del poder político”, añadiendo a las características anteriores dos más:
- La organización de la producción en el marco del dominio, implicando la renta del trabajo.
- El ejercicio por parte del señor de prerrogativas políticas y jurisdiccionales que implican la descentralización política.

Melotti.
Umberto Melotti, en Marx y el Tercer Mundo (1974), presenta otro esquema marxista de la evolución de los modos de producción. Coincide en una evolución desde el modo de producción de la comunidad primitiva y explica el feudalismo europeo como el resultado de la síntesis entre el modo de producción esclavista y las formas bárbaras de producción, sucedida en la época de las invasiones bárbaras.

Anderson.
Perry Anderson, en Transiciones de la Antigüedad al feudalismo (1979), también explica el feudalismo europeo como resultado de la síntesis entre el modo de producción esclavista y de cultura urbana del Imperio romano y las formas bárbaras de producción, en el momento de las invasiones bárbaras. Pero establece que esta síntesis fue desigual, resultando una triple tipología: una región central de síntesis equilibrada, una de dominio romano y otra de dominio bárbaro.
“La región central del feudalismo europeo fue aquella en la que tuvo lugar una “síntesis equilibrada” de elementos romanos y germánicos, esencialmente el norte de Francia y sus zonas limítrofes, esto es, el corazón del imperio carolingio. Al sur de esta zona, en Provenza, Italia y España la disolución y recombinación de los modos de producción de los modos de producción bárbaro y antiguo, tuvo lugar bajo el legado dominante de la Antigüedad. Al norte y al este, en Alemania, Escandinavia e Inglaterra, donde el dominio romano nunca había llegado o sólo había echado pequeñas raíces, se produjo, por el contrario, una lenta transición hacia el feudalismo bajo el predominio indígena de la herencia bárbara.” [Perry Anderson. Transiciones de la Antigüedad al feudalismo. 1979: 156.]
Pero en la Europa oriental, al este del Elba, el feudalismo no se implantó mediante una síntesis, sino que derivó directamente de la disolución de las comunidades primitivas eslavas, mediante el impacto de las sucesivas invasiones nómadas desde los hunos del siglo V a los mongoles del siglo XIII, la diferenciación social y la estratificación política, con una clase terrateniente militar que dominó la sociedad mediante la propiedad o control de la tierra, gracias a la extensión de la servidumbre desde el siglo XII, y el monopolio de las fuerza militar.

Parain.
Charles Parain ha resumido muy bien el estado actual de la cuestión sobre la transición de la Antigüedad al feudalismo, como un doble proceso, de disolución de la esclavitud antigua, ya evidente en la sociedad tardorromana, y de subordinación de unos campesinos libres, propietarios de sus tierras, a unos señores determinados. Este proceso duró cuatro siglos, desde inicios del siglo XI a principios del siglo XIV. [Charles Parain. Evolución del sistema feudal europeo, en AA.VV. El feudalismo. Ayuso. Madrid. 1972: 41. También Eric Hobsbawm. Del feudalismo al capitalismo, en R. Hilton. La transición del feudalismo al capitalismo. Crítica. Barcelona. 1977: 226-227.]
La nobleza surgió mediante un lento proceso de dominio más o menos indirecto sobre la tierra:
“miembros de séquitos armados que se agrupaban en torno a los jefes germánicos, indígenas romanizados que habían proporcionado los cuadros de la administración, favoritos de los reyes bárbaros que recibían de ellos dominios arrancados de las tierras del Estado. Se adivina cuán diferentes combinaciones se llevaron a cabo entre los vínculos personales (de tipo doméstico, militar o religioso) y la propiedad agraria (concedida por el protector a título de “beneficio” u ofrecida por el protegido a título de “bien precario”). Pero todas estas combinaciones convergían hacia una misma estructura final de la propiedad: propiedad honorífica, pero no efectiva, de los personajes más poderosos sobre inmensos dominios, y propiedad más directa pero no absoluta porque estaba condicionada a servicios y juramentos entre las manos de señores pequeños y medios. Esta jerarquía de derechos sobre la tierra iba a imponerse poco a poco hasta la base, es decir, hasta el nivel de los campesinos cultivadores que, a su vez, no gozaban más que de una posesión más o menos precaria del suelo.” [Charles Parain. Evolución del sistema feudal europeo, en AA.VV. El feudalismo. Ayuso. Madrid. 1972: 33.]
El proceso de servidumbre de los campesinos libres siguió también una vía implacable:
“las incesantes guerras guerras intestinas, guerras de conquista— arruinaron con bastante rapidez al nuevo campesinado libre, bien porque sus bienes fueron confiscados o fueron periódicamente devastados y asolados, o bien porque el servicio militar exigido a los hombres libres era excesivamente pesado para permitirles conciliarlo con la explotación de sus campos. Como el poder real era demasiado débil para protegerlos, los campesinos arruinados de este modo se vieron obligados a colocarse bajo la protección o de la nueva nobleza o de la Iglesia, transfiriendo (como habían comenzado ya a hacer los campesinos del Bajo Imperio) la propiedad de sus tierras a sus protectores. El estatuto del campesino libre, incluso aun cuando se continuara diferenciando el derecho de los hombres de origen libre del derecho de los hombres de origen esclavo, tendió de esta forma hacia un estatuto de “servidumbre”, en el que todo campesino (aunque dispusiera de instrumentos de trabajo y del usufructo de una explotación) se hallaba, sin embargo, vinculado a un propietario eminente el “señor” por todo tipo de compromisos personales y tributos.” [Charles Parain. Evolución del sistema feudal europeo, en AA.VV. El feudalismo. Ayuso. Madrid. 1972: 33-34.]

Duby: el señorío. El siglo XI.
Georges Duby, un medievalista formado en la metodología marxista y en el grupo de los “Annales”, data la aparición del feudalismo hacia el año 1000, como consecuencia de la desintegración del Estado carolingio. Prefiere el término de modo de producción señorial (basado en el poder de dominación del señor), para significar que hubo primero un cambio político (superestructural), seguido por un cambio económico (infraestructural).
Antes del año 1000 el sistema de explotación de los trabajadores, de extracción de plustrabajo, se basaba fundamentalmente en unas bases territoriales, la posesión de un capital inmóvil, la gran hacienda: los explotadores eran los grandes propietarios.
Desde el año 1000 aproximadamente este sistema de explotación fue sustituido por un sistema mucho más eficaz, mucho más duro y alienante, basado en el señorío: el poder de un hombre que puede obligar a todos los habitantes (que no sean sacerdotes y guerreros) de un territorio, que puede juzgarles, arrebatarles lo que ganan, lo que ahorran, porque está investido de un poder público, que no emana de la posesión de un bien, sino del ban o poder político de coacción señorial. El señor ocupa el lugar del rey y es considerado una especie de delegado de la autoridad divina. Así pues sucede primero un cambio político que afecta luego a lo económico, pues el señorío es también un organismo económico, que trastoca las relaciones de producción y las poner al servicio de su poder.
En este sentido, Duby interpreta que los grandes Estados monárquicos (Francia en particular) se formaron por la integración de los principados, esto es, los Estados señoriales (Borgoña, Anjou, Normandía, Champaña, Provenza...) nacidos en los siglos X-XII. Los señores regionales (príncipes, duques, condes), que a su vez dominaban a otros señores de ámbito más local (barones, caballeros), habían formado sus Estados señoriales (una suerte de naciones regionales) gracias a su gran fuerza militar durante el periodo de inquietud marcado por las invasiones de normandos, húngaros y musulmanes al tiempo que se deshacía y desmembraba el imperio carolingio. Alcanzaron el poder político, militar, judicial... Pero les faltaba el poder sagrado, la legitimación divina que poseían los reyes ungidos por los obispos. Este poder ideológicamente superior explica que en el siglo XIII la monarquía francesa, como otras europeas de su época, se situó definitivamente en la cima de la pirámide feudal y dominó a los Estados señoriales de la periferia, integrándolos en una monarquía nacional.
Pero también puede interpretarse de modo geopolítico (según las tesis deterministas de Ratzel) que la unión e integración en monarquías nacionales fue provocada por la competencia con otros Estados por el territorio: sólo los más extensos en espacio y población y los más fuertes institucionalmente podían extenderse y sobrevivir a largo plazo, excepto los Estados pequeños en zonas relativamente aisladas (Suiza) o que se aliasen contra los in­vasores (Italia hasta el siglo XVI) o que el equilibrio entre todos se mantuviera estable (Alemania).

Bonnassie: feudalismo y señorío.
Pierre Bonnassie describe el sistema feudal uniendo los conceptos de feudalismo y señorío, superando así su dicotomía:
“un régimen que se funda en la confiscación, frecuentemente brutal, de los beneficios (del sobreproducto) del trabajo campesino, y que asegura por un sistema más o menos complejo de redes de dependencia (vasallaje) y de gratificaciones (feudos), la redistribución en el seno de la clase dominante.” [Bonnassie, Pierre. Les cinquante mots clefs de l'histoire médiévale. Privat. Toulouse. 1981: 86.]

Fontana.
Josep Fontana, un marxista radical, epistemólogo e historiador contemporáneo español, sin ser un especialista medieval, critica a los historiadores burgueses que han con­siderado como carácter esencial del feudalismo la coerción política (extraeconómica) en la obtención del excedente campesino, que contrastaría con la capitalista, en que dicha obtención es contractual y libre. Estos historiadores ignorarían que en la sociedad capitalista también hay una coerción, aunque ideológica. Así, el feudalismo, con su estructura de los tres órdenes sociales, obtendría el excedente por una mezcla de coacción y consentimiento (por ejemplo el diezmo eclesiástico, entregado por el campesino porque cree que a cambio recibe unos servicios espirituales y de asistencia social), con lo que las relaciones señoriales serían en definitiva relaciones económicas más que políticas. [Fontana, Josep. Historia: Análisis del pasado y proyecto social. Crítica. Barcelona. 1982: 256-258.]

ÚLTIMOS ESTUDIOS.
Últimamente los numerosos estudios sobre el tema, con una metodología ecléctica, arqueología medieval, hallazgo de documentos, métodos estadísticos e informática, han con­solidado las tesis de una etapa previa de protofeudalismo en la Alta Edad Media, de que se formó jurídicamente ya en la época carolingia y de que fue un proceso desigual en los di­versos países y épocas, con su cenit en la Europa Occidental de los siglos XI-XII.

 LA ECONOMÍA FEUDAL.
Condiciones generales de la vida económica.
Los siglos VI a X fueron de estancamiento económico. Se modificó el espacio económico al expansionarse hacia el centro de Europa y al aparecer el Islam. La miseria era general debido a la catástrofe de las estructuras políticas y económicas del Imperio (im­puestos, moneda, seguridad, comercio, precios), deviniendo en una “economía natural” de intercambio hasta que el feudalismo asentó unas nuevas bases para el desarrollo.
En el siglo XI comenzó un resurgir económico, con el asentamiento político de las monarquías feudales, el rechazo de las invasiones exteriores, el lento resurgir del comercio y de las ciudades, el aumento de la población, etc. Así, la población de la Europa feudal pasó de 20 millones de habitantes en el año 600 a 70 millones en el 1300.

Actividades económicas en el medio rural.




Era un mundo del bosque, de espacios rurales recuperados por la naturaleza. El clima evolucionó a una mayor aridez. Las costumbres alimentarias de los germanos (caza, pesca, ganado, recolección) se mezclaron con las mediterráneas (pan, vino, aceite). No se perdieron las técnicas agrícolas (rotación de cultivos, herramientas de hierro, molino de agua). Los cereales eran la base de la alimentación; la vid y el olivo se expandieron, como la ganadería.
Un factor esencial para comprender el mundo agrario y la sociedad en la Edad Media es la mejora de la técnica agrícola: la sustitución del arado ligero de ruedas, que sólo abre la capa superficial, por el pesado, con un cuchilla frontal que abría profundamente la tierra y unas orejeras de hierro que la remueven; la tracción de animales de tiro (caballos y mulas más rápidos) mediante colleras; la difusión de nuevos cultivos y de los regadíos, etc. Todas estas mejoras explican el aumento (aunque lento, como su misma difusión) de la producción alimentaria, lo que llevará al aumento demográfico y la vida urbana.

Propiedad, explotación de la tierra y estructura social.
Hay una tendencia a la expansión de la gran propiedad, cada vez más en manos de la aristocracia regional. En cambio, la propiedad real menguó cuando los reyes perdieron su poder poco a poco. También la Iglesia acaparó grandes propiedades rurales lo que provocó que Carlos Martel realizase la primera gran secularización para limitar el fenómeno.
Lo importante era la producción y no la propiedad de la tierra, pues casi no había moneda para pagar los servicios y, para la monarquía, el único instrumento de pagos importantes era la misma tierra. Carlos Martel y Carlomagno pagaron sus guerras de este modo.

Los dominios señoriales.
Los dominios señoriales se dividían en tres partes:
- Terra indominicata (propiedad del señor): trabajadas por esclavos y también por colonos en ciertas épocas, lo que permitía compensar el bajo rendimiento de los esclavos y afrontar las puntas de trabajo durante la siembra y la cosecha.
- Mansos de los colonos arrendatarios libres. Pagaban en especie y en servicios.
- Prados y bosque de aprovechamiento común.

El comercio y las actividades urbanas.
El comercio urbano era muy pequeño, dada la escasa dimensión de su población pero el comercio internacional mantuvo cierto nivel pese a todo, en especial en el Mediterráneo (con Bizancio) y el Mar del Norte. La producción artesanal se ruraliza. La moneda decae, por la falta de poder estatal, subsistiendo sólo la de oro hasta el siglo VII.

LA SOCIEDAD FEUDAL.
La búsqueda de cohesión y seguridad sociales.
El problema era cómo crear un conjunto social coherente, con garantías de seguridad para los habitantes.
- La fusión social. Se fundieron poblaciones heterogéneas, con una profunda aculturación (creciente a mayor número de germanos). Las aristocracias romana y germana se fundieron con facilidad salvo en África, Italia y Bretaña. En el campo fue muy fácil, debido a la ruralización de la sociedad; más difícil fue en la ciudad.
- Familia y clientela. Al decaer la seguridad garantizada por el Estado los individuos la buscaron en la familia en la que el matrimonio será una contraprestación (una familia cede una mujer a cambio de otra), y la clientela como base de los vínculos de poder.

El ordenamiento y la práctica jurídicos.
Al principio hay una oscilación entre los principios jurídicos de nacionalidad (germano) y territorialidad (romano), el derecho de origen colectivo (germano) y el de origen real (romano). Se ponen por escrito las principales fuentes del derecho: Código de Eurico, Breviario de Alarico y el Liber Iudiciorum en Hispania.
En la época feudal aparece ya un derecho común a germanos y romanos, que se han fusionado. La influencia del derecho romano, desde los centros italianos, permite hacer las primeras recopilaciones legislativas, al principio pobres en técnica jurídica. Hasta el siglo XIII no se harán los primeros grandes códigos medievales.

Población, grupos sociales en el medio rural.
El descenso de población en la Alta Edad Media fue general por varias causas: hambre, guerras, enfermedades, peste, inseguridad individual y colectiva, en un círculo vicioso de poca población y poca producción. Por debajo de la aristocracia y la Iglesia terratenientes estaban los propietarios libres, los colonos siervos que cultivaban los mansos de los dominios señoriales y que vivían en la miseria normalmente y la mano de obra esclava para la “terra indominicata”.
Desde mediados del siglo XI la población vuelve a aumentar: en dos siglos se dobla, gracias a la relativa paz, la mejora del clima y de las técnicas agrarias, etc.

Ciudades, población urbana y grupos sociales urbanos.
La decadencia urbana comenzó con la crisis del siglo III y se ahondó en los siglos “bárbaros”. Mantuvieron las ciudades unas funciones político-administrativas, militares, eclesiásticas (sobre todo las sedes episcopales), agrarias y comerciales. El resurgir desde el siglo XI fue muy lento.
La población urbana era escasa: 10.000 habitantes hacían una gran ciudad; París y Roma alcanzaban los 20.000 y destacaban sobremanera sobre las demás. Los grupos sociales estaban jerarquizados como la sociedad feudal: en la cúspide el obispo y los pocos nobles urbanos, en medio los clérigos y caballeros, abajo los artesanos y comerciantes libres, al fondo los siervos y esclavos urbanos.

LA PIRÁMIDE SOCIAL.
La sociedad señorial estaba articulada férreamente en una estructura jerarquizada, como una pirámide, en la cumbre el monarca; en medio la nobleza, la Iglesia, los propietarios libres; abajo los campesinos colonos y esclavos. Fundamentalmente es la división de la sociedad medieval en tres órdenes o estamentos: los guerreros que luchan, los sacerdotes que rezan y los campesinos que producen.

Mapa conceptual de la sociedad feudal. [HistoriaGuadiana.blogspot.com]

El monarca.
El monarca era el máximo señor feudal, en la cúspide de la pirámide social, y dependía de los recursos económicos de sus propios dominios y del servicio militar de los vasallos. No tenía control sobre toda la población porque la jurisdicción era indirecta.
Perry Anderson cree que este modelo puro, de rey sin autoridad, no existió en realidad más que como una entelequia porque hubiera sido tan ineficaz que la nobleza no hubiera podido mantener sus privilegios frente a los enemigos interiores y exteriores. El fracaso del reino visigodo pudo servir de ejemplo disuasivo.

Los nobles.
Un grupo de nobles, constituido por los que estaban situados sólo por debajo del rey hasta el último castellano, acaparaba la propiedad agraria y la riqueza, estratificándose inter­namente por sus riquezas y número de vasallos.

La Iglesia.
La Iglesia aumentó su poder y autonomía, con enormes riquezas territoriales y pecuniarias, con grandes grupos de mansos dependientes directamente de las parroquias, obispados, arzobispados, monasterios y abadías, con sus propias relaciones vasalláticas. Muchos párrocos eran esclavos de señores feudales que así se apropiaban de los ingresos de los mansos. Muchos nobles laicos acumulaban cargos eclesiásticos, en detrimento de la calidad de la vida religiosa.

Los propietarios y hombres libres.
El grupo de propietarios libres, que no eran vasallos de nadie o eran vasallos con un pequeño feudo. Se unían entre sí para financiar caballeros armados. Pero eran continuamente presionados por los poderosos para que aceptaran el patronazgo, con impuestos ilegales, reclutamiento militar y otros abusos. Los numerosos campesinos alodiales (con plena propiedad) vivían en perpetua inseguridad y solicitaban la protección de los poderosos, a cambio de sus tierras o de servicios. También había unos pocos hombres libres en las ciudades, sin propiedades ni vasallos, pero que tenían oficios o cargos importantes en la so­ciedad como artesanos, médicos o funcionarios.

Los grupos campesinos: esclavos y colonos.
En el siglo IX el campesinado occidental estaba ya unido masivamente a la tierra, en una situación jurídica indecisa. Había varios grupos sociales en el campesinado:
- Esclavos, con condición jurídica de “cosa”, que podían ser vendidos y separados de su familia si se vendía la tierra. Pero entre ellos había castas: los que cultivaban la tierra, los que servían en la casa del señor, los “servi casati” que recibían y explotaban un fundo en su propio provecho y practicaban la artesanía. En Francia había pocos esclavos, pero abundaban en Alemania, Italia y Cataluña.
- Colonos, con una libertad jurídica limitada, según el lugar en que vivían, unidos por vida a la tierra, con obligaciones de impuestos y cargas de trabajo en la terra indominicata, artesanía de tejido, servicios domésticos, etc., y derechos restringidos de boda y herencia. Pero tenían obligación militar y por ello podían acceder a los tribunales y limitar sus trabajos. Cultivaban los mansos y aprovechaban la caza y la recolección.




LAS CRUZADAS.
Las Cruzadas fueron un instrumento de la alianza entre la Iglesia y los poderes laicos europeos para expandir su poder en la periferia: en España contra el Islam, en Francia contra los heréticos cátaros, en el Este contra los eslavos, y, lo más famoso, en Tierra Santa y el Mediterráneo contra los musulmanes.
Las Cruzadas contra el Islam implicaron cambios en los aspectos bélico, religioso, social y cultural. Fueron nueve expediciones en casi dos siglos. 



La primera comenzó poco después de la proclama del papa Urbano II en Clermont el 27 de noviembre de 1095 y siguió una campaña militar exitosa que llevó a la sangrienta conquista de Jerusalén en julio de 1099 y el asentamiento de varios Estados cristianos en la costa siria y palestina. Su principal consecuencia inmediata en Europa fue la consolidación del poder papal, convertido en un poder secular a la altura de muchos reinos. También propició la prosperidad de las ciudades mercantiles italianas, como Venecia y en menor grado Génova, Pisa o Amalfi. Más importante fue tal vez el impacto cultural, pues desde Oriente fluyeron a Occidente las ciencias (Astronomía, Matemáticas, Medicina), la filosofía, la educación... En cambio, en vez de salvar a Bizancio las Cruzadas, en especial la cuarta, contribuyeron a debilitarlo más allá de algún breve respiro. Una expedición montada para recuperar Jerusalén acabó con el terrible saqueo de Constantinopla en 1204 y la implantación en Grecia de un breve Reino Latino, dejando el poso de la traición occidental, que abrió una larga herida entre las Iglesias católica y ortodoxa. Al final del siglo XIII ya no quedaba ningún cruzado en Palestina, tras la caída de Acre en 1291.

UD FUENTES.
Internet.

Películas.
El señor de la guerra (1965). Dirección: Franklin J. Schaffner. Intérpretes: Charlton Heston, Richard Boone, Rosemary Forsyth.

Documentales.


El origen del feudalismo, por ArteHistoria. 7 minutos. [https://www.youtube.com/watch?v=27xdhmswJx4


Del imperio cristiano a los reinos bárbarosSerie Memoria de España. RTVE.  41:24.[www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/]  [https://www.youtube.com/watch?v=SB_38bogQAM]


Ciudades bajo tierra. Europa, la guarida de los bárbaros. Documental. 43:11. [https://www.youtube.com/watch?v=CVk3GcMh_T0] El canal subterráneo romano de Walferdange (Luxemburgo). La ciudad de Maestricht y sus canteras medievales.
Los alemanes - Otón y el Imperio. 52 minutos. El imperio de Otón I en la primera mitad del siglo X y su lucha contra los invasores húngaros.
Los últimos reyes guerreros de Europa. Cuatro capítulos. El enfrentamiento en 1066 por el trono de Inglaterra entre Guillermo de Normandía, Harold Godwinson y Harald III de Noruega.
Viaje a la Edad Media. 49 minutos. Presentación de José Enrique Ruiz-Domènec.

Exposiciones.
*<Templers. Guerra i religió a l’Europa de les Croades>. Barcelona. Museu d’Història de Catalunya (31 marzo-23 julio 2017). Comisario: Ramon Sarobe. [http://www.mhcat.cat/exposicions/exposicions_realitzades/templers]

Libros.
AA.VV. El feudalismo. Ayuso. Madrid. 1976. 375 pp.
AA.VV. Historia de la Edad Media Cambridge. Sopena. Barcelona. 1980. 3 vols.
AA.VV. La segunda servidumbre en Europa central y oriental. Akal. Madrid. 1980. 235 pp.
AA.VV. L'Europe héritière de l'Espagne wisigothique. Madrid. 1992.
Álvarez Palenzuela, V. A. El Cisma de Occidente. Rialp. Madrid. 1982. 322 pp.
Anderson, Paul. Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo. Siglo XXI. Madrid. 1979 (1974). 312 pp.
Barbero, Abilio; Vigil, Marcelo. La formación del feudalismo en la Península Ibérica. Crítica. Barcelona. 1878. 437 pp.
Barceló, Miquel (dir.). Arqueología medieval. En las afueras del “medievalismo”. Crítica. Barcelona. 1988. 285 pp.
Bark, William Caroll. Orígenes del mundo medieval. EUDEBA. Buenos Aires. 1972 (1958 inglés). 150 pp.
Bonnassie, Pierre; et al. Estructuras feudales y feudalismo en el mundo mediterráneo. Crítica. Barcelona. 1984 (1980). 293 pp.
Boutruche, R. Señorío y feudalismo. Siglo XXI. Madrid. 1989 (1968). 2 vols. I. Los vínculos de dependencia. 348 pp. II. El apogeo (siglos XI-XIII). 419 pp.
Duby, Georges. La economía rural y la vida campesina en el Occidente medieval. Península. Barcelona. 1981 (1962 francés). 546 pp.
Focillon, Henri. El año mil. Alianza. Madrid. 1987 (1952 francés). 240 pp.
Fossier, Robert (dir.). La Edad Media. Crítica. Barcelona. 1988 (1983). 3 vs.
Fourquin, Guy. Señorío y feudalismo en la Edad Media. EDAF. Madrid. 1977. 318 pp.
Ganshof, F. L. El feudalismo. Ariel. Barcelona. 1981 (1957). 271 pp.
Gimpel, Jean. La revolución industrial en la Edad Media. Taurus. Madrid. 1981 (1975 francés). 207 pp.
Guerreau, Alain. El feudalismo. Un horizonte teórico. Crítica. Barcelona. 1984 (1980). 262 pp.
Heers, Jacques. Historia de la Edad Media. Labor. Barcelona. 1976. 419 pp.
Heers, Jacques. El clan familiar en la Edad Media. Labor. Barcelona. 1978. 299 pp.
Heers, Jacques. Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterráneas durante la Edad Media. Alfons el Magnànim. Valencia. 1989 (1981 francés). 278 pp.
Hilton, Rodney (ed). La transición del feudalismo al capitalismo. Crítica. Barcelona. 1977 (1976). 279 pp.
Hilton, Rodney. Conflicto de clases y crisis del feudalismo. Crítica. Barcelona. 1988 (1985). 213 pp.
Hincker, François; et al. El feudalismo. Ayuso. Madrid. 1972. 375 pp.
Jacquart, Danielle; Thomasset, Claude. Sexualidad y saber médico en la Edad Media. Labor. Barcelona. 1989 (1985 francés). 208 pp.
Jacques, Jean. Las luchas sociales en los gremios. Miguel Castellote. Madrid. 1972. 166 pp.
Kantorowicz, Ernst H. Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. Alianza. Madrid. 1985 (1957 inglés). 529 pp.
Keen, Maurice. La caballería. Ariel. Barcelona. 1986 (1984). 331 pp.
Kula, Witold. Teoría económica del sistema feudal. Siglo XXI. Ciudad de México. 1979 (1964). 239 pp.
Labal, Paul. Los cátaros: herejía y crisis social. Crítica. Barcelona. 1984 (1982 en francés). 237 pp.
Labarge, Margaret Wade. La mujer en la Edad Media. Nerea. Madrid. 1986. 318 pp.
Labrousse, C.E.; et al. Ordenes, estamentos y clases. Siglo XXI. Madrid. 1978 (1973). 340 pp. Coloquio de Historia Social (1967).
Ladero Quesada, Miguel A. Historia Universal Edad Media. Vicens Vives. Barcelona. 1987. 999 pp.
Landsberger, Harry A (ed.). Rebelión campesina y cambio social. Crítica. Barcelona. 1978 (1974). 448 pp.
Le Goff, J. El nacimiento del Purgatorio. Taurus. Madrid. 1981. 449 pp.
Le Goff, Jacques; et al. El hombre medieval. Alianza. Madrid. 1990 (1987 italiano). 388 pp.
Lopez, Roberto siglo La revolución comercial en la Europa Medieval. El Albir. Barcelona. 1981. 270 pp.
Moore, R.I. La formación de una sociedad represora. Poder y disidencia en la Europa Occidental, 950-1250. Crítica. Barcelona. 1989 (1987 inglés). 197 pp.
Murray, Alexander. Razón y sociedad en la Edad Media. Taurus. Madrid. 1982 (1978 inglés). 486 pp.
Oakley, Francis. Los siglos decisivos. La experiencia medieval. Alianza. Madrid. 1980 (1974 inglés). 253 pp.
Perroy, E. La Edad Media. La expansión del Oriente y el nacimiento de la civilización Occidental. Vol. 2 de Historia General de las Civilizaciones (dir. Maurice Crouzet). Destino. Barcelona. 1980.
Poly, Jean-Pierre; Bourmazel, Éric. El cambio feudal (siglos X al XII). Nueva Clío 16. Labor. Barcelona. 1983. 474 pp.
Power, Eileen. Gente de la Edad Media. EUDEBA. Buenos Aires. 1983 (1937 inglés). 288 pp.
Rossiaud, Jacques. La prostitución en el Medievo. Ariel. Barcelona. 1986 (1984 francés). 222 pp.
Ruiz de la Peña, Juan Ignacio. Introducción al estudio de la Edad Media. Siglo XXI. Madrid. 1984. 363 pp.
Ruiz Doménec, José Enrique. La mujer que mira (Crónicas de la cultura cortés). Sirmio. Barcelona. 1990. 251 pp.
Samarkin, Vol. 5. Geografía histórica de Europa occidental en la Edad Media. Akal. Madrid. 1981 (1976). 259 pp.
Southern, R. W. La formación de la Edad Media. Alianza. Madrid. 1980 (1953 inglés). 281 pp.
Spufford, Peter. Dinero y moneda en la Europa medieval. Crítica. Barcelona. 1991 (1988 inglés). 604 pp.
Ullmann, Walter. Principios de gobierno y política en la Edad Media. Alianza. Madrid. 1985 (1961 inglés). 322 pp.

Artículos.
Villanueva, Maite. El vino y la cerveza en la Edad Media. “Historia National Geographic”, nº 38 (2007) 24-27.
Norwich, John Julius. El espíritu de la Sicilia normanda. “El País” Ideas (24-VII-2016). Un resumen de la historia de Sicilia desde la conquista normanda en el siglo XI hasta el emperador Federico II en el siglo XIII, en la que convivieron un tiempo las culturas de los normandos franceses, los griegos bizantinos y los árabes. Un error, empero, de Norwich hacer de Federico un emperador bizantino.
Rodríguez, Ana. La Edad Media no fue como cuentan en ‘Juego de Tronos’. Más luces y menos sombras. “El País” (15-IV-2017). En contra del estereotipo que resalta su oscuridad, el periodo medieval fue clave para asentar las bases políticas, urbanas e institucionales de la era moderna.
Pérez, José Luis (Peridis). Cuando Dante escribía divinas comedias. “El País” Ideas 101 (16-IV-2017). Reivindicación del arte y la cultura del Medievo.
Altares, G. La nueva Edad Media. “El País” Ideas 101 (16-IV-2017). La visión historiográfica del periodo ha cambiado gracias a historiadores como Georges Duby, Jacques Le Goff o Umberto Eco.
Criado, M. Á. El volcán que vino a cristianizar Islandia. “El País” (22-VI-2020). [https://elpais.com/elpais/2018/03/18/ciencia/1521402928_811392.html] La datación de una erupción volcánica en la fisura de Eldgjá (Islandia) en 939-940 explica eventos coetáneos como la aceptación del cristianismo por los vikingos de Islandia, hambrunas en Europa, nevadas veraniegas en China  o el agotamiento del Nilo. Las temperaturas en el hemisferio norte bajaron hasta 2ºC.
Baquero, Antonio. Benjamín de Tudela, un Marco Polo hebreo en la Edad Media. “La Vanguardia” (30-VI-2020).  [https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-media/20200630/482013608705/benjamin-tudela-marco-polo-judio-libro-viajes-constantinopla-bagdad.html] El comerciante judío de Navarra, nacido hacia 1130, viajó siete años, entre 1165 y 1172 aproximadamente, por casi doscientas ciudades: Roma, Constantinopla, Bagdad, Alejandría... Un anónimo recopiló sus notas en el Libro de viajes.
Llovet, J. ‘Marginalia’. Els dos cossos del rei. “El País” Quadern 1.820 (16-VII-2020). La teoría de Ernst H. Kantorowicz en Los dos cuerpos del rey (reedición en Akal, 2018) de que en la Edad Media se creía que los reyes tenían una doble naturaleza, la divina sin tacha y la humana con todas sus lacras.

Dosier: Las Cruzadas.
Documentales / Vídeos.
Els templers. L’art de la guerra. Documental en catalán. 3 minutos.
Geoffrey de Champagne. Serie documental Grandes guerreros. Temporada 1, episodio 2. 59:00. Un guerrero templario francés del siglo XII.
La Primera Croada. Documental en catalán. 10 minutos.


La tercera Cruzada. Documental de serie: 'En la línea de fuego'. 48:10. [https://www.youtube.com/watch?v=Ex8og91xRiE]  La lucha entre Saladino y los cristianos (Ricardo Corazón de León y otros) a finales del siglo XII.

Exposiciones.
Libros.
Asbridge, Thomas. Las cruzadas. Una nueva historia de las guerras por Tierra Santa. Trad. de Tomás Fernández Aúz. Ático de los Libros. 2019 (2010 inglés). 943 pp. El historiador medievalista británico (1969), especialista en las cruzadas, publica una obra de referencia que funde las versiones cristiana y musulmana. También es autor de ‘The crusades: the war for the Holy Land’ (2012) y ‘The first crusade: a new history’ (2004). Entrevista de Antón, J. Thomas Asbridge. ‘Que Ricardo Corazón de León se acostara con el rey de Francia no significa que fuera gay’. “El País” (6-IX-2019).  [https://elpais.com/cultura/2019/09/05/actualidad/1567698271_526635.html] Entrevista de Velázquez, Evelyn. Thomas Asbridge: "las consecuencias de las cruzadas llegan hasta hoy". “El Mundo” (17-IX-2019).  [https://www.elmundo.es/cultura/2019/09/17/5d7fc51e21efa063348b45bb.html]
Frankopan, Peter. La primera Cruzada. La llamada de Oriente. Trad. de Luis Noriega. Crítica. 384 pp. Realza el protagonismo del Imperio bizantino.
Jones, Dan. Templarios. Ático de los Libros. 2018. 512 pp. Una historia de la Orden del Temple.
Phillips, Jonathan. Vida y leyenda del sultán Saladino. Trad. de Luis Noriega. Ático de los Libros. 2021. 672 pp. Reseña de Simón, Federico. Saladino, un héroe para Oriente admirado en Occidente. “El País” (14-II-2022). [https://elpais.com/babelia/2022-02-14/saladino-un-modelo-para-oriente-y-occidente.html]

Phillips, Jonathan. La cuarta cruzada. Ático de los Libros. 2022. 496 pp. Reseña de Antón, J. Uno de los episodios más insólitos de la Edad Media: la cruzada que se desvió para tomar a sangre y fuego la mayor ciudad cristiana. “El País” (7-II-2022).
Phillips, Jonathan. La cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla. Trad. de Luis Noriega. Ático de los Libros. 496 pp.  
Sarobe, Ramon. Rere els passes dels templers. La veritable història de l’ordre del Temple a terres catalanes. Rosa dels Vents. 2018. 208 pp. Ressenya-entrevista de Antón, J. Una cita amb els templers. “El País” Quadern 1.747 (22-XI-2018).
Sénac, Philippe; Laliena Corbera, Carlos. 1064, Barbastro. Guerre sainte et djihad en Espagne (1064, Barbastro. Guerra santa y yihad en España). Gallimard. 2018. 240 pp. El asalto y ocupación cristiana de la ciudad aragonesa en 1064 fue un hito en la tensión medieval entre el islam y la cristiandad. Reseña de Bassets, Marc. El ensayo general de las Cruzadas tuvo lugar en Barbastro. “El País” (10-VII-2018).

Artículos. Orden cronológico.
Criado, M. Á. Los cruzados no dejaron rastro en Tierra Santa. “El País” (18-IV-2019). El ADN de varios caballeros muestra que se mezclaron con la población local pero sus genes se perdieron en la historia. [https://elpais.com/elpais/2019/04/17/ciencia]
Antón, J. Sibila de Jerusalén nunca amó, ay, a Orlando Bloom. “El País” (14-V-2022). La verdadera historia de la reina Sibila (1160-1190).