OP UD 27. NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DEL ISLAM. / CS 2 UD 01. El Islam.
INTRODUCCIÓN.
1. LOS ORIGENES.
LOS ANTECEDENTES.
MAHOMA.
El Corán.
La sunna y los
hadit.
Las creencias.
Los deberes.
La organización
religiosa: el califa y los imanes.
Las sectas.
2. LA EXPANSIÓN BAJO LOS
PRIMEROS CALIFAS (632-661).
Abu Bakr
(632-634).
Omar (634-644).
LAS LUCHAS ENTRE LOS
OMEYAS Y LOS PARTIDARIOS DE ALÍ.
El omeya Otmán
(644-656).
Alí (656-661).
3. EL CALIFATO OMEYA
(661-750).
LOS OMEYAS.
La economía.
La administración.
La sociedad.
4. LA DINASTIA ABASIDA.
LOS ABASÍES.
EVOLUCIÓN ECONÓMICA
Y SOCIAL.
La economía.
La administración.
La sociedad.
DECADENCIA ABASIDA.
5. EL FIN DEL
IMPERIO ÁRABE.
Los buwayíes: la
crisis de 945.
La fragmentación
del califato.
Los turcos
selyúcidas (1055).
La crisis de
1258: la invasión mongola.
Los movimientos
en el Magreb.
6. CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN DEL ISLAM.
7. LA CULTURA ÁRABE.
ARTE.
LITERATURA.
CIENCIA.
FILOSOFÍA.
INTRODUCCIÓN.
Esta UD tiene un
enunciado muy ambiguo y es muy extensa en el tiempo, pues la expansión del
Islam no se ha detenido aún. Se entiende, empero, el enunciado en su sentido
historiográfico tradicional, de modo que el nacimiento comprende la época de
Mahoma mientras que la expansión corresponde a los tres periodos siguientes,
los de su apogeo, en los que hubo una gran unidad política, hasta el 900.
Un resumen.
El Islam es una
civilización con origen en Arabia, en el sur del Próximo Oriente. La conquista
de un gran imperio en los siglos VII y VIII cambió y extendió su civilización
hasta España por el Oeste y la India por el Este.
Los rasgos
principales de la civilización islámica son:
- La influencia de
la religión, determinante en todos los aspectos de la sociedad.
- Una organización
política y religiosa centrada en el Califa.
- Un sistema administrativo
común en todos los países conquistados.
- Una economía de
agricultura intensiva, artesanía y comercio.
- El auge
urbanístico.
- Una brillante
cultura, heredada de la cultura clásica y del Oriente, y transmitida a Occidente.
Hay tres periodos de
apogeo, en los que hubo una gran unidad: Ortodoxo (632-661), Omeya (661-750) y
Abasida (750-900, aunque la dinastía pervivió hasta 1258). Les siguen una serie
de periodos definidos por los Estados regionales.
En Al-Andalus
destacan el periodo omeya del emirato y el califato de Córdoba (750-1031); el
periodo de los Taifas (1010-1080); el periodo almorávide-almohade (1080-1230) y
el periodo nazarí en Granada (1230-1498).
En el resto del
Islam podemos destacar los idrisíes y aglabíes del norte de África (789-909);
los fatimíes de Egipto (969-1171); los turcos selyúcidas de Irán e Irak (siglos
XI-XII); los mongoles de Irán y Asia Central (1206-1353); los timúridas de Asia
Central (1370-1500); los turcos otomanos, que devolverán un gran periodo de
esplendor del Islam, reunificando su parte central (siglos XVI-XVII); los
mongoles de la India (1526-1707 más su continuación decadente hasta el siglo
XIX) y los safavíes de Irán (1502-1736).
1. LOS ORIGENES.
LOS ANTECEDENTES.
Arabia es una región
desértica, escasamente poblada, pobre en agricultura, con una economía nómada y
pocas ciudades, que son centros comerciales y religiosos.
Hacia el siglo VII la
organización social era tribal, con grupos de beduinos unidos por fuertes
vínculos de sangre y un militarismo agresivo contra sus vecinos, y con una
estructura bastante democrática de poder, basado en un jefe elegido y un
consejo de notables.
Había una gran
heterogeneidad religiosa. La religión principal era la beduina, muy primitiva y
politeísta pero ya con un dios superior, Allah (‘dios’ en árabe, una lengua
semita). La ciudad de La Meca consiguió unificar en su santuario los
principales ídolos, junto al de la piedra divinizada de la Kaaba (se cree que
es un meteorito negro, de unos 12 metros en su lado más largo), custodiada por
la familia de los quraysíes, monopolizando
así la riqueza de las peregrinaciones y del comercio en la parte occidental de
Arabia. También había un incipiente monoteísmo, gracias a la difusión del
cristianismo y del judaísmo.
MAHOMA.
En este ambiente de efervescencia
religiosa, apareció Mahoma (571-632) como un hombre del pueblo, perteneciente
al poderoso clan de los quraysíes de
La Meca, con amplios conocimientos religiosos gracias al comercio con las zonas
de las religiones cristiana y judía, que hacia el 613 proclamó su convicción de
tener un papel trascendental: ser el mensajero de Allah de que los fieles
debían seguir una religión de un dios único y omnipotente, enemigo de ídolos y
de idólatras, con unas normas estrictas sobre la vida religiosa y cotidiana. Su
propuesta le ganó la enemistad de los comerciantes de La Meca, sobre todo porque
creían que ponía en peligro sus intereses económicos.
En el año 622 Mahoma y sus partidarios
emprendieron la Hégira (la “huida” o
mejor “la migración” en árabe) a la vecina Yatrib (actual Medina, la “ciudad”
en árabe). Ese año se considera el principio de la Era Islámica.
Siguieron años de
consolidación de su movimiento religioso, de luchas con judíos y paganos, de
redacción de un cuerpo doctrinal homogéneo (el Corán), culminados en la primera peregrinación a La Meca en 629 y
la inmediata conquista pacífica de esta ciudad.
Al morir Mahoma en
632 el Islam apenas dominaba el Hiyaz, en el oeste de Arabia, pero iniciaba una
rápida expansión, que continuarán con inmenso éxito sus sucesores.
La mezquita de La Meca en una celebración multitudinaria.
Mapa de la expansión inicial del Islam en Arabia y Próximo Oriente.
El Corán.
El Islam tiene una
doctrina contenida en el Corán (el ‘libro’ en árabe), codificado por el
califa Otmán en 651-652), compuesto de 114 suras o azoras (‘capítulos’ en árabe),
con un número variable de versículos. Según Mahoma y los musulmanes, los
creyentes, fueron escritos por dictado de Dios a través del dictado del ángel
Gabriel. Para muchos investigadores laicos es una genial recopilación de
mandatos cristianos, judíos y paganos, fundidos por un hombre genial, Mahoma, que
habría vivido un especial momento místico.
La importancia del
Corán en la civilización islámica es enorme, pues todos los fieles comienzan su
educación con su estudio, que les introduce en la lengua, la teología, la
ciencia y la jurisprudencia, aunque sea de un modo parcial.
La sunna y los
hadit.
Como el Corán no es
ni pretende ser una respuesta completa a los problemas de la comunidad, se
acudió a la sunna, la recopilación de
dichos y actos de Mahoma (en un modo similar a los Evangelios), que a su vez
fueron interpretados por los eruditos hasta consolidar una tradición
interpretativa, el hadit o hadiz (‘narración’ en árabe).
Las creencias.
Se distinguen las creencias
(iman) y los deberes (ibadat).
Los deberes se
expresan en el dogma, que no está estructurado, pero son claros los mandatos de
creer en único Dios, Allah, un dios omnipotente, creador del mundo y del
hombre. También se cree en los ángeles y demonios, en los profetas y libros revelados,
en el Juicio Final.
Allah es el mismo
Dios del Antiguo y Nuevo Testamento, por lo que los musulmanes rezan el Padre
Nuestro y explica que Abraham, Moisés, Jesucristo y Mahoma son profetas de una
misma religión.
Se cree en la venida
de Al-Mahdi, el profeta que restablecerá el bien en el mundo, y se espera un
Juicio Final con resurrección de los muertos, y que se irá entonces a un paraíso
o a un infierno, según se haya llevado una vida justa y fiel o una vida pecaminosa.
Los deberes.
Los deberes se
expresan en el culto islámico, que es individual, con pocos actos colectivos
(la oración en la mezquita principal y la peregrinación son también actos
individuales aunque en masa), lo que le separa del cristianismo y del judaísmo.
Hay cinco obligaciones principales (ibadat):
- La profesión de fe:
“No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta”, repetida en momentos
solemnes.
- La oración, con un
ritual de cinco veces al día, en la mezquita, en casa o al aire libre, mirando
a La Meca.
- El ayuno, durante
el día en el mes de Ramadán.
- La limosna,
convertida en un impuesto. La tradición lo estableció en cerca del 21% de la
renta.
- La peregrinación a
La Meca es un deber, pero sólo se exige si se tienen medios económicos para
pagar. Puede compensarse esta obligación con ayuno, limosna o sacrificio.
La guerra santa (yihad) es sólo una obligación ocasional,
para la defensa de la comunidad y según algunas teorías más agresivas para la
conversión de los infieles, que si la rehúsan deben pagar impuestos para
financiarla.
La organización
religiosa: el califa y los imanes.
La organización
religiosa no está establecida legalmente. Pero en la práctica el califa es el
máximo garante e intérprete de los textos, mientras que los imanes gobiernan
las mezquitas, con una absoluta autonomía. El califato fue una institución que
pervivió hasta el 1924, cuando el último califa otomano fue depuesto
oficialmente.
Las sectas.
En parte por esta
falta de estructura han proliferado las sectas musulmanas, entre las que
destacan la mayoritaria de los sunníes ortodoxos, y las sectas heterodoxas de
los severos jarichíes (disidentes) y los shiíes (o chiitas, partidarios de
Alí), subdivididas a su vez en sectas menores a veces muy extremistas.
2. LA EXPANSIÓN BAJO LOS
PRIMEROS CALIFAS (632-661).
A la muerte de
Mahoma le sucedieron califas de su propia tribu quraysí.
Abu Bakr
(632-634).
Abu Bakr (632-634),
el primer partidario de Mahoma, su hombre de confianza y suegro, fue proclamado
por los árabes sedentarios, venció la revuelta de los beduinos y sometió casi
toda Arabia en un año y poco después comenzó a atacar a los vecinos imperios
bizantino y persa.
Omar (634-644).
Omar (634-644), hombre
de confianza y de Abu Bakr y también suegro de Mahoma, fue el protagonista,
junto a su general Walid, de la gran expansión islámica, con la conquista de Siria,
Palestina, Persia y Egipto, junto a una masiva emigración de las tribus árabes
que alimentaba las crecientes ansias de conquista. Ejércitos de jinetes fanáticos
muy bien armados, entrenados y mandados, vencieron a los ejércitos más
numerosos de los vecinos Estados, de los decadentes sasánidas y bizantinos,
sumidos en guerras civiles y revueltas sociales y religiosas.
Fueron los jalones
en la creación de un imperio islámico las victorias sobre los bizantinos en la
batalla de Yarmuk (636) y la conquista de las ciudades de Damasco (636),
Jerusalén (636) y Alejandría (641), mientras que se venció a los persas sasánidas
en las batallas de Qadisiya (637), Nihawand (642) y Yalul y se tomaba su
capital Ctesifonte (636).
Mapa de la expansión del Islam.
La ocupación fue
facilitada por las disensiones religiosas y sociales en la zona del Próximo
Oriente, puesto que grandes masas de campesinos sufrían su condición de
servidumbre o esclavitud, con pesados impuestos y trabajos forzosos. Además,
las sectas heréticas del cristianismo, como los monofisitas de Egipto y Siria,
acogieron con esperanza la mayor tolerancia de los musulmanes.
En este proceso, las
tribus árabes emigraron en masa hacia el norte, tomando las tierras y un
inmenso botín, de modo que gran parte de Arabia quedó despoblada.
LA ORGANIZACIÓN DE
LAS PRIMERAS CONQUISTAS.
Los vencidos no eran
obligados a la conversión si eran fieles de las religiones “de las gentes de la
Escritura”, o sea los cristianos y judíos, aunque pagaban impuestos especiales
como protegidos. Los paganos, en cambio, eran convertidos a la fuerza. De hecho
la tolerancia religiosa fue la norma porque al Estado no le interesaba perder
la enorme fuente de ingresos que suponía el impuesto especial sobre los
protegidos, la “yizya”.
Las tierras
conquistadas se dividieron en dos partes:
- Las que
continuaron en manos de sus propietarios, que debían pagar una renta (jaray) al conquistador, y que fue la
norma en la mayor parte de los territorios.
- Las que pasaron al
patrimonio del Estado por confiscación tras una victoria sin condiciones o la
muerte del propietario, y que se mantuvieron en este o fueron concedidas en
arrendamiento.
Las ciudades de
antigua o nueva creación fueron ocupadas por los árabes, que cambiaron su
estructura urbana y desde ellas controlaron el poder militar, la propiedad de
la tierra, el comercio y la administración fiscal y judicial. Se adaptaron las
instituciones y la burocracia locales.
Fue un cambio
trascendental: la sociedad árabe tradicional era nómada, pero se transformó
definitivamente en urbana, aunque manteniendo ciertos rasgos ideológicos propios
de los nómadas.
Este modelo de
organización, bastante eficaz, persistió en lo fundamental en el siglo siguiente.
LAS LUCHAS ENTRE
OMEYAS Y LOS PARTIDARIOS DE ALÍ.
El omeya Otmán
(644-656).
A la muerte de Omar
(asesinado por un esclavo cristiano), fue elegido califa el omeya Otmán
(644-656), yerno de Mahoma. Protegió a los miembros de su clan en La Meca y les
otorgó los mejores cargos de la administración
central y provincial. Ello provocó la aparición de una oposición entre los
postergados en el botín, que tomó como líder a Alí, primo y yerno de Mahoma por
su matrimonio con su hija Fátima. Hay entonces tres problemas:
- La diferenciación
religiosa entre la ortodoxia del califa omeya y la heterodoxia de Alí, que
impugna el derecho de votación y reivindica el derecho de herencia para ocupar
el cargo de califa.
- El enfrentamiento
entre los clanes de omeyas (emparentados con la aristocracia siria) y abasíes (emparentados
con la nobleza persa) por el dominio y explotación del imperio, como mucho
antes, en el siglo VI, ya lo habían
hecho por el dominio de La Meca.
- El resurgimiento
de la ancestral rivalidad entre las tribus árabes del Norte, los quraysíes, y
del Sur, los yemeníes.
Alí (656-661).
El asesinato de
Otmán permitió la entronización de Alí (656-661), apoyado por los viejos
partidarios de Mahoma, pero el nuevo califa fue acusado del crimen y el omeya
Mwawiya (gobernador de Siria) enseguida se rebeló con el apoyo de quraysíes y
medinenses. El acuerdo entre los dos bandos no fue aceptado por gran parte de
los seguidores de Alí, que formaron la secta de los jarichíes, y tras varias
alternativas, Alí fue asesinado por un jarichí en 661 y le sucedió Mwawiya
(661-680), verdadero iniciador de la dinastía Omeya (661-750), mientras que los
partidarios (shiíes) de Alí formaron una secta que ha sobrevivido mayoritariamente
en Irán e Irak, aunque se extiende por muchos más países.
3. EL CALIFATO OMEYA
(661-750).
LOS OMEYAS.
Muawiya instaló el
califato omeya en Damasco y potenció la centralización religiosa y administrativa
en el califa, con gobernadores provinciales. Se apoyó en la burocracia sirio-bizantina
y en los beduinos. Introdujo la sucesión califal por línea directa al nombrar
sucesor a su hijo (el nombramiento en vida se convirtió en la costumbre
musulmana de sucesión) con el consenso de los notables, un compromiso entre el
carácter hereditario y el democrático del poder. Extendió el imperio por el
Norte de África, hasta la India y las puertas de Constantinopla, la capital
bizantina, que sufrió tres asedios. Muawiya luchó contra la oposición abasí y shií,
que contaba con un nieto del profeta, Husein, muerto en la batalla de Kerbala
en 680), que planteaba la reivindicación de la igualdad de todos los
musulmanes, tanto los de origen árabe como los conversos, sobre todo los persas.
Destaca en la
dinastía omeya el califa Abd-al-Malik (685-705), quien creó un ejército
profesional, arabizó la administración con nombramientos de árabes e imponiendo
el árabe como lengua oficial, y estableció una reforma monetaria.
La expansión
continuó por España (711) y Asia. Pero había graves problemas: el imperio era
demasiado extenso y había un continuo descontento de abasíes, shiíes y
jarichíes.
Una coalición revolucionaria
de todos estos grupos, originada en Irak y Persia estalló en 747-750 y derrocó
al califa omeya Marwan y acabó con la mayor parte de la familia omeya, salvo
uno que se refugió en España, Abd-al-Rahman, formando un emirato omeya independiente.
LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA
Y SOCIAL DE LOS OMEYAS.
La economía.
La economía se
basaba en la agricultura, con auge de la irrigación y de nuevos cultivos. El
comercio prosperó desde la India hasta España, con un sistema monetario fiable,
basado en el dinar de oro y el dírhem de plata (sustituto del denario de plata
romano), en una relación de valor 1/10.
La administración.
La administración se
arabizó en sus componentes, pues la cúspide del poder era la aristocracia
árabe, muy lentamente debido a la inmensa extensión de los territorios ocupados
y a la falta de personal preparado. La mayoría de las instituciones fueron
adaptaciones de la administración bizantina y sasánida, aunque guardando respeto
por la práctica árabe de los consejos de notables. Muchos funcionarios eran dimmi, fieles de las religiones
protegidas.
La sociedad.
La estratificación
social ponía a los árabes en la cúspide del poder, una aristocracia al servicio
del califa.
Las conversiones de
los que querían evitar el impuesto especial aumentó mucho la población
musulmana, pero sin violencias, con la formación del amplio grupo de los mawlas (muladíes o conversos), que
pronto quisieron ser asimilados social y políticamente a los árabes.
Los protegidos (dimmi) no musulmanes eran respetados en
su religión, pero pagaban impuestos cada vez más gravosos, por lo que muchos
optaron por convertirse al Islam. Por ejemplo, en Egipto predominó la religión
copta hasta mediados del siglo XI.
Los esclavos eran la
capa inferior, pero la manumisión era muy frecuente cuando se convertían y se
transformaban en mawlas, como los
libertos clientes de Roma.
La condición de la
mujer era de estrecha sumisión al hombre. La mayoría de las mujeres realizaban
tareas agrícolas y domésticas o estaban recluidas en el gineceo. Estaba
permitida la poligamia, pero era poco frecuente en las clases populares.
4. LA DINASTIA
ABASIDA.
LOS ABASÍES.
Los abasíes
procedían de Abbas, tío de Mahoma. Su primer califa fue Abu-l-Abbas (749-754),
que se rebeló en Persia en 747. Respaldados por su parentesco con el profeta,
explotaron el descontento de la población respecto a los omeyas para tomar el
poder en 750, con el apoyo de los shiíes y de los demás revoltosos, en especial
los de Persia. No fue una revuelta étnica sino social contra la aristocracia
árabe, basada en el descontento económico y social de las poblaciones no privilegiadas
(mercaderes, artesanos), en medio de una situación de crisis al ser
interrumpida la expansión y pasar a ser superflua la clase guerrera árabe que
representaba la dinastía omeya.
La dinastía apartó,
desde el principio, a sus aliados shiíes y persas más radicales, cuyo líder Abu
Muslim fue ejecutado, pero integró a los persas más moderados y así orientalizó
la administración con elementos persas.
El segundo califa,
Al-Mansur (754-775), hermano del anterior, es el más importante de la dinastía.
Trasladó la capital, situada provisionalmente en Anbar, a Bagdad, cerca de la
antigua Ctesifonte, y así el centro del imperio pasó de Siria a Irak, y centralizó
la administración con la institución de los visires y una burocracia
asalariada, reclutada sobre todo entre los nuevos musulmanes, los mawlas. Se adaptaron algunas costumbres
organizativas de los sasánidas y el imperio dejó de regirse según las normas de
las tribus del desierto y el consenso entre los jefes de las tribus.
El Estado se
teocratizó, siendo la religión el factor aglutinante sobre las etnias, mientras
el califa se convertía en un delegado divino, apoyado en su ejército y en los
jefes religiosos y jurisconsultos. Al dar un carácter religioso al régimen los
califas pretendían asegurar la unidad entre los diferentes elementos étnicos y
sociales.
El poderío abasida llegó
a su cima bajo el dominio de Harun-al-Rasid (786-809) y Al-Mamun (813-833),
alcanzando la corte un refinamiento legendario. Bagdad era la más importante
capital política y económica del mundo, así como del arte, la cultura y el
pensamiento.
EVOLUCIÓN ECONÓMICA
Y SOCIAL.
La economía.
Al principio el
éxito económico fue extraordinario. La nueva clase dominante, de origen
agrícola, artesanal y comerciante, fomentó la economía productiva, y la
monetización del inmenso botín de metales preciosos activó el comercio.
En la agricultura se
hicieron grandes trabajos de irrigación, desecación de pantanos, extensión y
diversificación de los cultivos, e introducción de nuevas técnicas.
En la minería se
explotaron muchos recursos minerales, como oro, plata, hierro y cobre, desencadenando
un auge de la metalurgia.
Se extendió la
industria textil, en especial de la lana y el lino, pero también se difundieron
el algodón y la seda, para la fabricación de tejidos y tapices, así como la artesanía
de muebles, papel, armas y objetos de lujo. Gran parte de la industria más selecta
permaneció en manos del Estado, en talleres en los que se empleaban esclavos.
Las relaciones
comerciales se multiplicaron enormemente en esta época, desde la India hasta
España, de Rusia a Arabia y África, siendo los judíos unos destacados intermediarios
con Europa. Los mercaderes musulmanes unieron Occidente y Oriente a través de
las rutas tradicionales de la Seda a través de Asia Central y del Índico. Los
productos eran muy variados: especias, esclavos, tejidos, tapices, cerámica,
perfumes y otros objetos de lujo.
Dinar de oro de Al Andalus.
Hubo en el siglo IX
un auge de las finanzas, con bancos a menudo originados en las actividades de los
cambistas. Su actividad de cambio de moneda se apoyaba en un sistema bimetálico
estable, con dos monedas: el dinar de oro y el dírhem de plata, basados en
modelos persa y bizantino. Se conocían las letras de cambio y los cheques. La
mayoría de los banqueros eran judíos y cristianos, porque el Islam prohibía la
usura.
La administración.
La administración se
orientalizó con funcionarios persas, aumentando progresivamente el poder de los
visires, que crearon verdaderas dinastías, como los barmakíes, derribados en
803.
La administración se
centralizó en Bagdad. En el centro del imperio el poder se fortaleció con la
doctrina del mutasilismo, que considera que el Corán debe ser interpretado por
la razón, encarnada en el Estado, que es el ordenador del bien.
Las provincias se
gobernaban con los emires
(gobernadores) y amiles (intendentes
de finanzas), cada uno con una fuerza armada.
Los jueces eran los qadis, nombrados por el califa. Eran
asistidos por un adil (notario). Los qadis aumentaron sus prerrogativas,
hasta convertirse en los principales funcionarios de los municipios.
El ejército se abrió
a los mawlas y la milicia árabe fue
sustituida progresivamente por mercenarios. La guardia califal primero la integraron
persas del Jurasán y desde el siglo IX esclavos (la mayoría eslavos, de ahí el
nombre) o mamelucos en su mayoría turcos.
La sociedad.
Las clases sociales
fluctuaron bajo los abasíes.
La condición social
de árabe se extendió desde su raíz étnica a todos los que hablaban la lengua
árabe, esfumándose la diferenciación étnica con la arabización.
Una nueva clase,
formada por ricos y eruditos, sustituyó a la clase de la aristocracia guerrera
en la dirección del imperio, integrada ahora por ricos terratenientes y
comerciantes y funcionarios enriquecidos en sus cargos.
A largo plazo, sin
embargo, la población agrícola y ganadera perdió bienestar al adquirir los
comerciantes muchas propiedades que explotaban con esclavos y arrendatarios,
sin invertir en la mejora de las propiedades. El proceso de concentración de la
propiedad provocó continuas sublevaciones campesinas, el abandono del campo
hacia la ciudad, la proletarización y la aparición del bandolerismo en el siglo
IX.
LA DECADENCIA
ABASIDA.
Los primeros
problemas aparecieron muy pronto: los shiíes se levantaban en todas partes, crecía
el grave descontento social de los humildes y los conversos en revueltas que
tomaban formas de movimientos religiosos, terminaba la expansión territorial lo
que disminuyó los ingresos del Estado y su capacidad de recompensar con tierras,
y, finalmente, los gobernadores y la aristocracia provinciales buscaban la independencia
apoyados por las poblaciones locales. La primera escisión fue muy temprana: en
756 se independizó un omeya en Córdoba.
La sucesión
originaba guerras civiles en el seno de la familia califal, la primera en
809-813, entre Al-Amin y el victorioso Al-Mamun, apoyados respectivamente por
iraquíes e iraníes. Desde entonces creció el poder del ejército. Los
gobernantes abasidas mantuvieron su poder centralizado hasta la muerte de
Al-Mustasim en 842, iniciándose entonces un imparable proceso de decadencia. Desde
836 a
892 la capital se instaló en Samarra.
En la periferia el
separatismo desgajaba continuamente territorios desde España hasta Persia.
En todas estas
rebeliones había elementos de disidencia religiosa, especialmente de los shiíes,
que se dividieron en dos grandes tendencias: los imaníes moderados y los
ismailíes, más radicales. Un ismailí, Qarmat, fundó un califato en Mesopotamia
que con altibajos sobrevivió varios siglos en Arabia. Otro ismailí fundó en el
Norte de África la dinastía fatimí (909), que llegaría a conquistar Sicilia
(935), Egipto (969) y Siria, estableciendo su capital en El Cairo y procurando
un gran auge a Egipto.
Las revueltas
sociales, iniciadas con la de Babak en Azerbayan (816-838), se hicieron más
frecuentes desde 861, siendo la más importante la de los esclavos negros de
Mesopotamia, los zany (869-883), contra sus amos terratenientes que les explotaban
para desecar las lagunas. Los rebeldes se convirtieron al jarichismo, una doctrina
que defendía que el califato debía ser del mejor musulmán, aunque fuera de
origen esclavo, y consideraba infieles a los demás musulmanes; y contaron con
el apoyo de las tropas negras del califa, los campesinos y algunos beduinos.
La secta de los
ismaelitas se extendió entre el proletariado urbano y los artesanos,
defendiendo la comunidad de bienes. Dos ramas ismaelitas triunfaron: los fatimíes
en el Norte de África (desde 901) y los qarmatas en el este de Arabia (894).
En suma, las
provincias se rebelaron desde mediados del siglo VIII: España desde 756 con los omeyas, Marruecos en 788 con los ichíes,
Tunicia en 800 con los fatimíes, Egipto con los tulumíes en 868-905. Partes de
Persia se desgajaron en el siglo IX: Tahir o tahires (820), los saffaríes
(867), los samaníes (874) o los jarichíes. Arabia estaba completamente perdida
debido a la revuelta de los zaydíes en Yemen y los qarmatas en el este.
La reforma del
ejército para parar este proceso fue a la postre nefasta pues puso en manos de
un ejército de origen esclavo la seguridad y el poder califal, que pasó de
facto a manos del jefe mameluco de la guardia (908). El lujo de la corte y el
costoso mantenimiento de la burocracia y del ejército mercenario obligó a los
califas a arrendar las propiedades del Estado a los gobernadores de distrito, a
cambio de un impuesto al Estado y de mantener a las tropas y los funcionarios
locales, encargándose de dominar las revueltas sociales.
5. EL FIN DEL
IMPERIO ÁRABE.
Los buwayíes: la
crisis de 945.
El fin del periodo
abasida se puede fechar en 945, cuando los persas buwayíes (o buyíes, de la
secta shií) se apoderaron de Bagdad y se convirtieron en visires permanentes, aunque
respetando el papel representativo de la dinastía abasí (de la secta sunní),
que se mantuvo simbólicamente en el poder hasta 1258, cuando los mongoles
acabaron con el breve intento del califa de ser independiente.
La fragmentación
del califato.
A principios del
siglo XI había tres califatos:
- El califato omeya
de Córdoba, proclamado en 929 y que desapareció en 1031, cuando se disgregó en
los reinos de Taifas.
- El califato fatimí
de Ifriqiya (Magreb), de la secta shií, proclamado en 910, rompiendo la unidad
del califato, que más tarde tomaría Egipto (969) y Siria. Fundó la ciudad de El
Cairo y se convirtió en el poder dominante en el Islam. Entró en decadencia en
el siglo XI y fue suprimido por Saladino en 1171.
- El califato abasí
de Bagdad, sólo nominalmente en el poder, pues el poder efectivo lo tenían los
emires de la familia persa de los buwayíes y las provincias estaban en manos de
las dinastías locales.
Era un panorama de
crisis que remató la aparición de unos nuevos conversos al Islam, los turcos y
los bereberes.
Los turcos
selyúcidas (1055).
Los turcos selyucíes
eran guerreros nómadas de Asia Central y sunníes ortodoxos, se presentaron como
restauradores del califato abasida y constituyeron en poco tiempo un gran
imperio desde Persia a Palestina y Anatolia, con los califas abasíes siempre
como gobernantes nominales. Comenzaron por apoderarse de Jurasán y Persia; a
continuación de Bagdad en 1055, echando a los buwayíes y controlando el
califato; reanudaron la expansión contra Bizancio, venciendo en Manzikert
(1071) a los bizantinos y ocupando gran parte de Anatolia; y tomaron Siria
(1076) a los fatimíes.
El Estado se
organizó dualmente, mediante la separación del poder religioso del califa abasí
y del poder político del sultán turco.
Los turcos
selyúcidas impusieron el sistema de la iqta,
que repartió las tierras entre sus guerreros a cambio del servicio militar y el
pago de un impuesto. Pero el sistema descompuso el gran imperio seljúcida, al
convertir esos beneficios en hereditarios, en un proceso similar al feudal en
la Europa occidental.
A comienzos del
siglo XII el imperio era sólo una vaga confederación de príncipes autónomos que
basaban su poder en la fidelidad de sus respectivas tribus. Se formaron tres
grandes conjuntos: Asia Menor, Persia y Siria. La parte occidental recibió el
tremendo impacto de las Cruzadas, lo que desestructuró el Estado y facilitó el
ascenso de un competidor en los ayúbidas de Egipto (1171), sobre todo con su fundador
Saladino, a los que sucedieron pronto (1250) los mamelucos, también turcos.
La crisis de
1258: la invasión mongola.
El golpe definitivo
llegó con la invasión mongola, iniciada en 1235 y que arrasó Bagdad en 1258,
asesinando al último califa, Al-Mustasim, y aboliendo el califato abasí, aunque
un descendiente abasí se refugió entre los mamelucos de Egipto, donde la
dinastía continuó como gobernante nominal hasta la conquista de los turcos
otomanos en 1517, cuando tomaron los atributos del califato, quedándoselos
hasta su fin en 1924.
Los movimientos
en el Magreb.
Por su parte, los
bereberes se sublevaron en el siglo X contra los fatimíes en el Magreb y
formaron varios movimientos de reforma religiosa que se sucedieron a medida que
los anteriores perdían austeridad: almorávides, almohades, benimerines.
6. CONSECUENCIAS DE
LA EXPANSIÓN DEL ISLAM.
Según Pirenne
(1927), la principal consecuencia para Occidente fue la ruptura de la unidad
mediterránea. Europa se volvió hacia sí misma, volviéndose rural y militar. El
enfrentamiento del Occidente cristiano y del Oriente islámico (con el Norte de
África) será una constante desde el siglo VII hasta hoy mismo.
También hubo efectos
positivos: desde Asia hasta Europa se abrió una vasta red comercial y de
intercambio cultural que favoreció a la larga la economía y la cultura.
En el mundo árabe,
el Islam tuvo efectos contradictorios: por un lado aseguró varios siglos de
gran prosperidad económica y cultural, de predominio político sobre el área
mediterránea y de Próximo Oriente, pero por otro lado el continuismo esencial
de la ideología islámica provocó una resistencia al cambio social, económico o científico,
que finalmente aisló al mundo musulmán de los grandes avances de Occidente y
favoreció que en los siglos XIX y XX Europa impusiese su dominio sobre casi todo
el territorio del Islam.
7. LA CULTURA ÁRABE.
La cultura árabe se
divulgó pronto entre países de lenguas y culturas muy distintas, que en parte
han sobrevivido hasta hoy. El vehículo de esa expansión cultural fue la lengua
árabe, en la que estaba redactada el libro sagrado, el Corán, y que era además
la lengua de la administración y las clases privilegiadas, por lo que se
difundió entre toda la sociedad de tierras conquistadas, incluso entre los que
no eran musulmanes. La cultura islámica fue extraordinaria en muchos aspectos,
desde la música a la técnica, pero destacaremos en especial a cuatro: arte,
literatura, ciencia y filosofía.
EL ARTE.
El arte islámico
aparece muy de repente, en un breve tiempo, los siglos VII-VIII, sin un proceso
de maduración interna, y se extiende sobre el inmenso territorio del mundo
islámico. En estos dos rasgos se parece al arte romano.
El factor básico que
da coherencia al arte islámico es el religioso, y, por extensión, el político e
intelectual. El mantenimiento de unas necesidades religiosas fijas provocó la
consecuente permanencia de unos esquemas artísticos que, aunque podían cambiar
estilísticamente, adoptan unas soluciones básicas que jamás son modificadas
sustancialmente.
En la arquitectura
se basa en unos pocos tipos, especialmente la mezquita, seguida de la madrasa, el palacio y los edificios
públicos, sobre todo los baños públicos o los mercados.
Las artes plásticas,
tanto la escultura como la pintura, están subordinadas a la arquitectura, con
una función básicamente decorativa, por lo que la decoración adquiere rango de
arte en sí misma. La pintura, sin embargo, tiene en la miniatura una cierta
trascendencia. Un papel muy importante tienen las artes menores: cerámica,
tejidos, alfombras, tapices.
El arte islámico
presenta una serie de periodos independientes por razones políticas,
geográficas o artísticas. Destacan sobremanera los dos primeros, en los que
quedaron fijados sus características fundamentales: el periodo omeya (661-750),
de formación, muy influenciado por el arte bizantino y reducido a la zona de
Siria con la mezquita de Damasco y el
templo de la cúpula de la Roca en Jerusalén; y el periodo abasida (750-900),
con la confirmación de los rasgos fundamentales en la mezquita de Samarra.
LA LITERATURA.
Destaca el carácter
lírico, con predominio de la poesía sobre la prosa, hasta tiempos recientes, en
los que ha aparecido una novelística de gran calidad con el egipcio Naguib
Mahfuz.
La poesía antigua
está inspirada por la vida nómada, la religión y la propaganda islámica, siendo
el Corán el canon de la belleza poética, así como el amor por el desierto y la
naturaleza, y el canto sensual al amor y la belleza.
En la prosa destacan
los cuentos populares de Calila e Dimna y la recopilación
de las narraciones de las Mil y una noches, de variado
origen y que reúne una colectividad de autores a lo largo de siglos, y que es
una preciosa fuente sobre la vida islámica medieval.
LA CIENCIA.
En la época abasida
se tradujeron muchas obras antiguas al árabe, lo que aseguró la continuidad de
la cultura y ciencia de la Antigüedad clásica y se formaron grandes bibliotecas
en Bagdad, El Cairo, Córdoba (tuvo 80)... El papel llevado a Europa por los
árabes desde China y los pergaminos fueron los mejores medios materiales para
difundir estas traducciones.
Los mercaderes,
filósofos y médicos islámicos eran transmisores de la cultura hacia Occidente
en los grandes campos científicos de las Matemáticas pues el algebra es una
invención árabe, así como la escritura numérica que usamos, la Astronomía, la Física
en especial la óptica, en la que destaca el mayor óptico medieval, Al-Haytam, la
Química confundida entonces con la Alquimia, y la Medicina con numerosos
médicos que cultivaron los conocimientos griegos y la experimentación, como
Avicena, autor de grandes obras, consideradas canónicas durante la Edad Media.
Entre las aportaciones técnicas destacan la brújula y el astrolabio, así como
inventos para facilitar el regadío.
LA FILOSOFÍA.
Avicena y Averroes
fueron los grandes filósofos (a la par de médicos) islámicos, y fueron famosos
por estudiar la filosofía de Aristóteles y a su través difundirla en Occidente.
Su filosofía es un compendio de la filosofía griega y de la teología islámica,
y se basan en la separación de los principios de racionalidad y experimentación
para el mundo natural y de fe para el mundo espiritual.
BIBLIOGRAFÍA.
Internet.
Películas.
Mahoma, el mensajero de Dios (1977). Libia. Dirección: Mustafá Akkad. Duración: 170 minutos. Intérpretes: Anthony Quinn, Irene Papas. Música: Maurice Jarre.
Documentales / Vídeos.
Califatos medievales 1: La Arabia Preislámica. 20 minutos. [https://www.youtube.com/watch?v=avcPjU-proM]
Conferencias.
Los califatos de Damasco
y de Bagdad. Su desarrollo e influencia en la Ruta de la Seda. Conferencia
de Eva Tobalina. Raíces de Europa. 1:20:26. [https://www.youtube.com/watch?v=6gt5WtcGbN8]
Tamerlán: su vida e
imperio y su influencia en la Ruta de la Seda. Conferencia de Eva Tobalina.
Raíces de Europa. 1:19:22. [https://www.youtube.com/watch?v=CQ07pjoMkJU]
El Imperio de Gengis
Kan. Nacimiento, desarrollo e influencia en la Ruta de la Seda. Conferencia
de Eva Tobalina. Raíces de Europa. 1:25:40. [https://www.youtube.com/watch?v=q7Kt9Rh-M9o]
Libros.
AA.VV. ‘Cuadernos de
Historia 16’. Nº 21. Así nació el Islam. Nº 25. Los Omeyas. Nº
29. Los Abbasíes. Nº 33. El Islam, siglos XI-XIII. Nº 41. La
disgregación del Islam. 31 pp. cada uno.
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profeta y hombre de Estado. Labor. Barcelona. 1967. 204 pp.
Artículos. Orden cronológico.
Redacción. El islam ‘poligonero’. “El País” Cataluña (13-X-2013) 1 y 3. Varios ayuntamientos de Cataluña niegan permisos para construir mezquitas en el centro urbano y los expulsan a la periferia, en un ejemplo del creciente rechazo a la inmigración musulmana, espoleado por grupos neofascistas.
Alandete, David; González, Ricard. Prohibir sirve de poco cuando se trata de fundamentalismos. “El País” (14-XII-2013) 32-33. El fundamentalismo islámico.
Sancha, Natalia. Un tabú religioso heredado. “El País” (8-I-2015) 9. El Corán no prohíbe expresamente representar a Mahoma pero la tradición (los relatos de su época, los hadices) censura las imágenes.
Elorza, Antonio. Yihadismo y claridad. “El País” (12-I-2015) 8. El islam tiene ideas violentas inspiradas por Mahoma.
Sánchez-Alonso, Fernando. Conversos sufíes. Los místicos del islam. “El País” Semanal 1.999 (18-I-2015) 34-41. Hay unos 1.200 conversos españoles al Islam y muchos se integran en los sufíes naqsbandíes, que pregonan la contemplación y la paz.
Ibrahim, Adnan; Marquardt, Felix; Bajrafil, Mohamed. Debemos limpiar nuestras estanterías. “El País” (9-III-2015) 29.
Haykel, Bernard. La reforma pendiente. “El País” Domingo (12-IV-2015) 2-3.
Ben Jelloun, Tahar. ¿Cuál es ese islam que da miedo? “El País” Domingo (12-IV-2015) 3.
Martín, Javier. Un rompecabezas religioso. “El País” Domingo (12-IV-2015) 5.
Galindo, Cristina. Tawfik Hamid / Pensador reformista musulmán. ‘Hay que priorizar la parte pacífica del Corán’. “El País” Domingo (12-IV-2015) 5.
Rodríguez, Jesús. El islam de las mujeres. “El País” Semanal 2.040 (1-XI-2015) 26-36. La mayoría de las mujeres islámicas españolas son modernas.
Adonis. El hiyab y la geografía del paraíso. “El País” Ideas 136 (24-XII-2017).
Naím, Moisés. El islam en números. “El País” (24-III-2019). Los musulmanes no son en general más pobres por su religión sino por otros factores.
Rodríguez, Jesús (texto); Sánchez, Samuel (fotos). Viaje al corazón del chiismo. “El País” Semanal 2.210 (3-II-2019). Reportaje sobre la comunidad chií en Irán e Irak.
Carbajosa, Ana. Alemania, laboratorio del islam europeo. “El País” Semanal 2.240 (1-IX-2019). Surge una minoritaria pero importante tendencia modernizadora entre los musulmanes alemanes.
Hervás,
Isabel. ¿Por qué caló en Arabia el
mensaje de Mahoma? “La Vanguardia”
(11-I-2020). Frente a un mundo disgregado, Mahoma iba a predicar el retorno a
los antiguos valores tribales, que primaban el igualitarismo.
PROGRAMACIÓN.
NACIMIENTO Y
EXPANSIÓN DEL ISLAM.
UBICACIÓN Y
SECUENCIACIÓN.
ESO, 2º ciclo.
Eje 2. Sociedades
históricas y cambio en el tiempo. Bloque 4. Sociedades históricas. Núcleo 5. Sociedades
del ámbito no europeo durante las Edades Media y Moderna.
- Sociedad y cultura
islámica durante la Edad
Media.
RELACIÓN CON TEMAS
TRANSVERSALES.
Relación con los
temas de la Educación para la Paz, Educación Moral y Cívica, Educación para la
igualdad de sexos.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de
una hora.
1ª y 2ª Exposición
del profesor.
3ª Exposición del
profesor, de refuerzo y repaso; esquemas y comentarios de textos.
4ª Comentarios de
textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
Conocer la
civilización islámica en su primera época de formación y expansión.
Interesarse por
otras civilizaciones.
Realizar esquemas,
comentarios de textos, mapas históricos.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
La civilización
islámica en su primera época de formación y expansión.
Los orígenes del
Islam: Mahoma y la doctrina.
Los primeros
califas.
Los omeyas.
Los abasidas.
La desintegración de
la unidad islámica.
La sociedad y la
economía.
La cultura y el
arte.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la
información: realización de esquemas del tema.
Explicación multicausal
de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e
investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales,
monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y
curiosidad científica.
Tolerancia y
solidaridad.
Valorar otras
civilizaciones.
METODOLOGÍA.
Metodología
expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Una lectura de un
texto islámico: el Corán.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN
GRUPO.
Exposición por el
profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE
TRABAJO.
Realización de una
línea de tiempo sobre el proceso.
Realización de
esquemas sobre los apartados.
Realización de un
mapa sobre la expansión del Islam.
Glosario de los términos
más importantes: califato, emirato, árabe, musulmán, muladí, qaid.
Comentarios de
textos sobre la religión, sociedad y cultura islámicas, con temas como el Corán
y la alimentación, la condición de la mujer, la poesía amorosa...
C) INDIVIDUALES.
Realización de
apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las
actividades grupales.
Búsqueda individual
de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones
sobre la UD, que exijan buscar fuentes fuera de clase, con posible diálogo en
grupo en la clase.
RECURSOS.
Presentación digital
y mapas.
Libros de texto,
manuales.
Fotocopias de textos
para comentarios.
Cuadernos de
apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua.
Examen incluido en el
de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los
alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades
de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de
recuperación, junto a las otras UD.