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CS 4 UD . TIEMPO DE CONFRONTACIÓN EN ESPAÑA 1898-1939. RESUMEN 1898-1931..
INTRODUCCIÓN.
1. DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA.
1.1. LA LARGA CRISIS DEL RÉGIMEN PARLAMENTARIO
MONÁRQUICO (1898-1923).
LA PROBLEMÁTICA.
La inestabilidad política.
El problema militar.
La guerra de Marruecos.
El problema del regionalismo/nacionalismo.
El problema religioso.
La problemática social.
LOS INTENTOS DE SOLUCIÓN.
El regeneracionismo.
El maurismo.
El programa de Canalejas.
LAS CRISIS.
La Semana Trágica de Barcelona:
1909.
La crisis general: 1917.
La proclamación de la Dictadura:
1923.
1.2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
(1923-1930).
El golpe de Estado.
Las soluciones.
Los problemas insolubles.
1.3. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA (1930-1931).
Las elecciones de abril de 1931
y la crisis.
INTRODUCCIÓN.
La causa lejana del fracaso de la democracia
en España durante el periodo 1936-1975 es la debilidad del Estado liberal español
y del proyecto nacional español, que se manifestó en la inestabilidad de la Restauración
y la dictadura de Primo de Rivera, que Raymond Carr considera el hecho más determinante
de todo el siglo XX español, porque sin ella no se hubiera producido la República
y sin esta la Guerra Civil.
1. DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA.
1.1. LA LARGA CRISIS DEL RÉGIMEN MONÁRQUICO
(1898-1923).
LA PROBLEMÁTICA.
Durante la etapa posterior a la crisis
de 1898, llamada del Revisionismo, tanto los gobiernos conservadores (Silvela, Maura,
Dato) como los liberales (Canalejas, Romanones) se enfrentan a los problemas reales
de España con desigual éxito, pero sin transformar la situación. Hubo varias grandes
cuestiones.
La inestabilidad política.
Alfonso XIII, desde su mayoría de edad
(1902), quiso ejercer sus grandes prerrogativas constitucionales y mostró una posición
reacia a las reformas, boicoteando muchos de los indispensables cambios. Además,
en los primeros años de su reinado, entre 1898 y 1905, desaparecieron los políticos
de la Restauración, Cánovas, Castelar, Sagasta y Silvela. Les suceden el conservador
Maura, el liberal Canalejas y surge la figura del líder socialista Pablo Iglesias.
Los partidos conservador y liberal
se desgarrarán en disputas internas. El conservador entre los partidarios de Maura
y los de Dato o Juan de la Cierva. El liberal entre muchos a partir del asesinato
de Canalejas en 1912.
La inestabilidad política durante el
reinado de Alfonso XIII fue muy perniciosa para el sistema de la monarquía constitucional.
Entre 1902 y 1923 se sucedieron 32 gobiernos, con 16 presidentes.
La clase política no se renovaba, siempre
con los mismos apellidos y las mismas ideas, y no pudo dar soluciones definitivas
a la problemática española.
Lo peor era la escasa democracia real:
la poca participación electoral y el fraude electoral (caciquismo), hacía que los
cambios de gobierno no obedecieran a cambios en la voluntad general del país sino
a crisis internas de los partidos, acontecimientos extraordinarios o la voluntad
del monarca.
El problema militar.
El ejército, después del desastre de
1898, vuelve a interesarse por la política, en relación a la guerra de Marruecos,
el surgimiento del regionalismo y del nacionalismo no español en la periferia, y
de los problemas sociales de la propia oficialidad. Los oficiales se organizaron
en las Juntas de Oficiales y en las Juntas de Defensa (1916), con lo que formaron
un formidable grupo de opinión y explica el soporte que tuvo Primo de Rivera en
1923.
La guerra de Marruecos.
Fue un problema largo y aparentemente
insoluble, que comenzó en 1909 (con un ataque marroquí a Melilla) que en julio de
1921 empeoró con la derrota del general Silvestre (protegido por el rey) en Annual,
lo que agravó la crisis del sistema político-constitucional, mientras el desorden
público crecía en Cataluña. Todo ello precipitaría el golpe de Estado del general
Primo de Rivera, que conseguiría acabar en 1925 el problema marroquí con una ofensiva
en alianza con Francia.
El problema del regionalismo/nacionalismo.
Se consolidaron los movimientos nacionalistas.
Cataluña era la región con un nacionalismo
más dinámico, liderado por la Lliga regionalista de Prat de la Riba y de Cambó.
Consiguió en 1914 la concesión de la autonomía administrativa de las cuatro provincias
catalanas, reunidas en la Mancomunidad de Cataluña, que fue presidida primero por
Prat de la Riba (hasta su muerte en 1917) y realizó una gran labor económica, social
y cultural, pero la Dictadura la abolió en 1925, con lo que se ganó la oposición
del nacionalismo catalán.
El País Vasco contaba con un movimiento
nacionalista más débil, de ideas xenófobas (Sabino Arana), organizado en el Partido
Nacionalista Vasco (PNV), que sólo contó con bases campesinas y de las clases medias,
sin el apoyo de la alta burguesía ni del proletariado.
Galicia tenía el nacionalismo más débil,
y sólo se estructuró a finales del reinado de Alfonso XIII, ya con un matiz republicano,
en la Organización republicana gallega autonomista (ORGA).
Por contra, se afirmó un nacionalismo
español, que pretendía negar sus derechos a las regiones y nacionalidades.
El problema religioso.
Se enfrentaban dos posiciones:
- El clericalismo de la derecha, que
dominaba a través de la Iglesia católica la educación y se aseguraba un apoyo social
e ideológico en su política conservadora.
- El anticlericalismo del liberalismo
y de la izquierda radical, evidente en la Ley del Candado (1911) que limitaba el
número de órdenes religiosas, así como en los violentos ataques anarquistas a la
Iglesia (quema de conventos en 1909 y 1917).
La problemática social.
Crecía el enfrentamiento social en
el campo y la ciudad.
Un conflicto en el campo entre los
latifundistas y los campesinos sin tierras. Las reformas agrarias de distribución
de tierras y los programas de regadíos eran boicoteados por la derecha, representante
de los intereses de los latifundistas, mientras que los 2 millones de jornaleros
y 1 millón de pequeños propietarios sufrían una miseria que les radicalizaba. Los
peores conflictos fueron las ocupaciones de tierras y las huelgas de braceros (jornaleros)
de 1918-1920 en Andalucía.
Un conflicto en la ciudad entre los
obreros, mejor organizados por el socialismo (UGT, PSOE, PCE) y el anarquismo (se
funda en Barcelona el sindicato anarquista CNT, que será dominante en la clase obrera
catalana hasta 1939) y los empresarios, organizados en patronales. Esta confrontación
bien organizada se desarrolla en un periodo de cíclicas crisis económicas (1909,
1917, 1919, 1929), con un aumento del desempleo y pérdida de valor de los salarios,
que provocaban oleadas de huelgas, cierres patronales, sabotajes, disturbios y terrorismo,
que hacía temer a la derecha el estallido de una revolución semejante a la soviética
de 1917. Así, la crisis de 1919 llevó a la famosa huelga de la Canadiense (febrero-marzo),
seguida de huelga general (marzo-abril) y el comienzo del “pistolerismo” terrorista
entre empresarios y sindicalistas, que continuó hasta 1923 (sólo en 1920 hubo casi
400 muertos en las calles de Barcelona y otros tantos en el resto de España). Un
ejemplo de esta violencia fue el asesinato en 1921 de Eduardo Dato, presidente del
Gobierno.
Las reformas sociales fueron muy tímidas:
creación del Instituto de Previsión Social (1908), jornada laboral de ocho horas
(1920), creación del Ministerio de Trabajo (1920).
LOS INTENTOS DE SOLUCIÓN.
El regeneracionismo.
El desastre de 1898 fue una convulsión
para las conciencias críticas con el sistema y se abrió paso la necesidad de una
regeneración del país. El aragonés Joaquín Costa fue la gran figura intelectual
del regeneracionismo, con su lema de “Despensa y escuela”: una reforma económica
y cultural del país. La política práctica fue menos ambiciosa, aunque el gobierno
del conservador Silvela (1899-1901) inició la reforma económica y de la administración
local (contra el caciquismo). Pero su fracaso radicalizó al país: el radicalismo
republicano nace entonces.
El maurismo.
El conservador Antonio Maura dirige
varios gobiernos entre 1904 y 1909, con un ambicioso programa reformista, que se
resumía en su lema “o hacemos la revolución desde arriba o nos la hacen desde abajo”:
- Ley de Administración Local, demasiado
moderada para contentar al regionalismo catalán, y demasiado radical para los liberales
centralistas.
- Ley de Sufragio, que pretendía hacer
del voto un deber cívico, eliminar el poder caciquil y atraer a la participación
política a la masa neutra de los pequeños propietarios rurales, la pequeña burguesía
y la juventud.
- La política social, con la regulación
de las huelgas, arbitrajes y emigración; la creación del Instituto Nacional de Previsión
(1908).
- Una política internacional moderada:
programa de construcción de buques de guerra; participación en la Conferencia de
Algeciras (1906), que estableció un protectorado sobre Marruecos entre Francia y
España.
Pero la política de Maura formaba un
gran bloque de la derecha apoyada por la Iglesia y se formó una oposición de un
bloque de izquierda (liberales, radicales republicanos...), que aprovechó el comienzo
de la guerra de Marruecos (1909), los excesos en la represión del levantamiento
popular de Barcelona y el terrorismo para forzar la caída de Maura. Aunque volvió
al poder en otras ocasiones, lo mejor de su carrera política había terminado.
El programa de Canalejas.
El siguiente gobierno, siguiendo el
turno, le correspondió al partido liberal, dirigido por Canalejas (1909-1912). Su
programa reformista quedó inacabado por su asesinato en 1912, por un terrorista
anarquista. Era la continuación del regeneracionismo y del maurismo.
- Ley del Candado (1911), que prohibió
el establecimiento de nuevas órdenes religiosas.
- Propuesta de una Mancomunidad para
Cataluña, aprobada más tarde, en 1914.
- Moderación en la represión de las
huelgas de 1911-1912.
- Intervención en Marruecos: ocupación
en 1911 de Larache, Arcila y Alcazarquivir, para frenar el intento de Francia de
entrar en la zona española.
LAS CRISIS.
Todas estas cuestiones se entrecruzan
en las crisis de 1909, 1917 y 1923, en las que la guerra de Marruecos será un factor
común decisivo, siempre en unión con los otros.
La Semana Trágica de Barcelona:
1909.
La crisis de 1909, la famosa Semana
Trágica de Barcelona (del lunes 26 al sábado 31 julio), se debió a la guerra de
Marruecos. Fue una revuelta popular contra el envío de tropas a la guerra de Marruecos,
con derivaciones sociales y anticlericales (son incendiados sesenta establecimientos
eclesiásticos). Hubo una fuerte represión (100 muertos) y fue fusilado el pedagogo
Francesc Ferrer i Guàrdia, director de un centro de enseñanza anarquista, aunque
no había participado en los hechos.
La crisis general: 1917.
España se dividió ante la I Guerra
Mundial (1914-1918) en dos bandos: los francófilos progresistas y los germanófilos
conservadores, aunque la mayoría era neutral. La economía se benefició enormemente
de la demanda bélica de los aliados, a cambio de un fuerte aumento de los precios
de los productos de primera necesidad.
La crisis de 1917 fue una reforma frustrada
de la derecha y una revolución frustrada de la izquierda. La provocó el malestar
social por la inflación ocasionada por la I Guerra Mundial y a la guerra de Marruecos.
En febrero de 1917 había ocurrido la primera revolución rusa, lo que actúa de modelo
de referencia.
Estalla una grave crisis política,
iniciada por los oficiales (reunidos en las Juntas de Defensa militar), seguida
por la burguesía catalana (Cambó exige la convocatoria de Cortes), por los radicales
republicanos y por el proletariado (socialistas y anarquistas). Hubiera podido culminar
con una profunda revolución, pero al final la burguesía y el ejército se separaron
del movimiento obrero, por temor a la subversión. Todo culminó con la huelga general
revolucionaria del 13-17 de agosto, sometida por el Ejército, con el apoyo de los
partidos monárquicos y de la burguesía. Desde este momento la fuerza militar ejerce
una mayor intervención en la vida política del país. Comienza un periodo de gobiernos
de concentración en los que intervienen casi todos los partidos del sistema, pero
entre 1917 y 1923 hay trece cambios de gobierno y treinta crisis parciales, lo que
produce una imagen de irreparable crisis en la vida política española.
La proclamación de la Dictadura:
1923.
Nuevamente la crisis se originó en
primer término por la misma guerra de Marruecos (el desastre de Annual en 1921),
pero sus fundamentos decisivos fueron la crisis económica que duraba desde 1919
con el fin de demanda disparada por la guerra mundial, y la crisis social derivada
en lucha callejera entre patronos y obreros. Estos problemas, más los generales
ya expuestos, no eran solucionados por el viejo y viciado régimen parlamentario
(sólo en los principios, no en la práctica), por lo que ganó fuerza la opción de
un “gobierno fuerte”, que curase los males del país y restableciese a continuación
la normalidad. Era una alternativa “bonapartista”.
1.2. LA DICTADURA (1923-1930).
El golpe de Estado.
El golpe de Estado del capitán general
de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, fue apoyado por
el rey, el ejército, la Iglesia, los conservadores, los terratenientes y la burguesía,
e incluso parte del sindicato UGT (no así la CNT). Se presentó como “salvador de
la patria”, contra “los profesionales de la política”, vistos con desprecio por
la mayoría.
El primer gobierno de la dictadura,
constituido totalmente por militares (el llamado Directorio militar) fue
relativamente popular y ampliamente acatado, en gran parte porque se pensaba que
sería sólo una intervención temporal, que asentase las bases para una nueva constitución
mientras resolvía los peores problemas del régimen de la Restauración, lo que logró
en parte al restablecer el orden público (el terrorismo desapareció pronto) y al
pacificar el Protectorado de Marruecos.
Pero su mismo éxito inicial perdió
a Primo de Rivera: a partir de septiembre de 1925 sustituyó al directorio militar
por un Directorio civil, intentando institucionalizar la dictadura como un
régimen durable. Se atacó finalmente a los intelectuales y a los catalanistas, acusados
de separatismo (se suprimió la Mancomunidad en 1925).
Así, la Dictadura fue una solución
temporal de gobierno personal, sin Constitución propia ni partidos (sustituidos
por las Corporaciones al estilo fascista italiano), basada en las instituciones
del partido Unión Democrática, la Asamblea Nacional y los delegados gubernativos.
Su modelo ideológico alternó entre el fascismo italiano y el bonapartismo francés.
Las soluciones.
Se consiguió terminar con el terrorismo
interno y con la guerra de Marruecos. El ministro de Fomento, José Calvo Sotelo,
desarrolló un notable programa de obras públicas (carreteras, electrificación) y
fomento de la industria (CAMPSA, Tabacalera), exposiciones internacionales (Sevilla
y Barcelona en 1929), beneficiándose además la economía de la expansión industrial
y de la prosperidad mundial de los felices años 20; combatió el caciquismo y lo
peor de la corrupción política.
Los problemas insolubles.
Pero estos éxitos se estropearon porque
no compensaba la pérdida de las libertades de prensa y asociación, la suspensión
de las Cortes y la represión del regionalismo y el nacionalismo en la periferia.
En suma, duró demasiado, hasta más allá de la crisis de 1929, cuando la mayoría
de la opinión pública hubiera aceptado a lo más llegar hasta 1926 o 1927.
El régimen se enfrentó a casi todos
sus primeros apoyos. Sus grandes enemigos fueron: los antiguos políticos liberales,
los republicanos, la CNT y comunistas, los nacionalistas de la periferia, los estudiantes
y los intelectuales jóvenes (Marañón, Ortega, Azaña, De los Ríos), a los que se
unieron después los socialistas y la UGT. La oposición contra el dictador derivó
también en rechazo al monarca que había aceptado la conculcación de la Constitución.
En suma, la Dictadura de Primo de Rivera había fracasado en resolver los más graves
problemas internos de la Restauración de tipo político, militar, regionalista, religioso
y social, al tiempo que comenzaba a llegar la crisis económica de la Gran Depresión.
En esta situación el dictador perdió uno tras otro sus apoyos, en especial de la
burguesía y del clero catalanes, del ejército y, finalmente, del rey, que le pidió
su dimisión.
1.3. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA (1930-1931).
La caída de Primo de Rivera en enero
de 1930, al perder la confianza de los militares y del rey, fue seguida por los
cortos gobiernos del general Berenguer (enero 1930-febrero 1931) y del almirante
Aznar (19 febrero-14 abril 1931). Su misión era la restauración del sistema parlamentario,
que se pensó hacer en fases, comenzando por el nivel municipal, pero se fracasó,
porque el rechazo al régimen era insalvable. La economía entraba en una crisis galopante
(devaluación de la peseta, paro obrero) y el ejército perdía su cohesión (sublevación
republicana de Jaca).
Las fuerzas de la oposición (republicanos,
socialistas, catalanistas de izquierda) firmaron finalmente el Pacto de San Sebastián
(agosto 1930), para pedir el cambio de régimen, porque se pensaba que la monarquía
estaba demasiado comprometida con la dictadura.
Las elecciones de abril de 1931
y la crisis.
Las elecciones municipales (12 de abril)
dieron el triunfo en las ciudades a la coalición republicano-socialista, que de
inmediato proclamó la República (14 de abril) en Madrid y Barcelona (donde Macià
proclamó la República catalana) y lanzó un ultimátum al rey para que abdicara.
Entonces, los políticos monárquicos
Romanones y Marañón, y los militares, aconsejaron a Alfonso XIII que abandonase
el país para evitar una guerra civil, y el rey abandonó España, sin abdicar, rumbo
a Marsella.
HMC UD 13. LA REVOLUCIÓN RUSA Y SU EVOLUCIÓN HASTA 1985.
1. REVOLUCIÓN DE 1905.
ANTECEDENTES.
LA CRISIS DE 1905.
CONSECUENCIAS.
Las insuficientes reformas.
La oposición.
2. LA REVOLUCIÓN DE 1917.
EL AGRAVAMIENTO DE LA SITUACIÓN A CAUSA DE LA GUERRA.
LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO Y LA CAÍDA DELA MONARQUÍA.
EL GOBIERNO PROVISIONAL DE KERENSKI Y LOS SOVIETS.
LA VUELTA DE LENIN Y LAS TESIS DE ABRIL.
LA INSURRECCIÓN DE JULIO Y LA CONTRARREVOLUCIÓN.
LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE.
3. LOS COMIENZOS DE LA URSS.
ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y PROBLEMAS DEL NUEVO ESTADO.
LA GUERRA CIVIL.
LA CREACIÓN DELA III INTERNACIONAL.
DEL COMUNISMO DE GUERRA A LA PLANIFICACIÓN.
4. LA ERA ESTALINISTA.
LA LUCHA POR EL PODER.
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA.
LOS PROCESOS DE LOS AÑOS 30.
LA II GUERRA MUNDIAL Y LA POSGUERRA.
5. EVOLUCIÓN DE URSS DESDE 1953 HASTA GORBACHOV.
EL DESHIELO (1953-1956).
ERA DE KRUSHEV (1956-1964).
ERA DE BREZNEV (1964-1982).
ENDURECIMIENTO Y DESCOMPOSICIÓN (1982-1985).
1. REVOLUCIÓN DE
1905 Y SUS CONSECUENCIAS.
ANTECEDENTES.
Hacia 1900 el
Imperio ruso era un país enorme, 22 millones de km², poblado por 170 millones
de habitantes. Pese a los grandes progresos experimentados en el siglo XIX,
sobre todo, en la segunda mitad, seguía siendo un país económicamente atrasado,
socialmente desequilibrado y políticamente anclado en el pasado.
Era una sociedad
agraria, en la que el zar y los 130.000 grandes propietarios acaparaban entre el 95% y el 98% de la
tierra hasta que en 1861 se abolió la servidumbre, pero el rescate que los
campesinos debían pagar para acceder a la propiedad de la tierra era casi
inalcanzable, de modo que la mayoría de los campesinos, cerca del 75-80% de la
población total, vivían en la pobreza y debían optar por quedarse en el campo
como jornaleros o emigrar a las ciudades. La propiedad agraria se dividía entre
dos grupos principales: los grandes terratenientes de la antigua nobleza y los
nuevos campesinos ricos, los kulaks, generalmente arrendatarios y
hombres de confianza de los primeros que habían accedido a la propiedad después
de 1861, configurando una creciente clase media de terratenientes.
Desde 1880 empezó un
fuerte desarrollo industrial. Era una industrialización muy rápida, de modo que
hacia 1900 Rusia ya era la quinta potencia industrial (y entre 1900 y 1914
aumentó un 56% su PIB, lo que indica que había encontrado un camino al
desarrollo); territorialmente muy concentrada en Moscú, San Petersburgo, Bakú,
los Urales y Ucrania; estructurada en grandes empresas de más de 500 obreros; y
financieramente dependiente del extranjero, con empresas sobre todo de capital
extranjero, sobre todo francés, inglés, alemán y belga. La burguesía industrial
rusa era escasa, muy concentrada en pocas manos.
El proletariado
urbano, con unos tres millones de obreros, vivía en condiciones miserables,
trabajando sin condiciones de seguridad e higiene, con bajos salarios, sin
protección social, con la sempiterna amenaza del paro durante las sucesivas
crisis. Ello explica que el proletariado fuese la vanguardia de la revolución.
Las huelgas y revueltas obreras abundaron ya desde 1900 y siguieron en las dos
grandes revoluciones de 1905 y 1917.
Las comunicaciones
eran muy malas, con una red de ferrocarriles muy escasa para tan extenso
territorio.
La diversidad social
y étnica era muy grande y el poder político protegía sólo los intereses de los
rusos en contra de las minorías nacionales, y a los aristócratas, eclesiásticos,
terratenientes y burgueses en contra del campesinado y del proletariado. Las
clases medias eran muy débiles, con una reducidísima intelectualidad en medio
de un país analfabeto.
La familia imperial de Nicolás II.
El zar Nicolás II
era un gobernante autocrático, reacio a delegar sus poderes e incapaz de
consentir las reformas necesarias para adaptar el país a los nuevos tiempos. El
poder absoluto del zar, jefe tanto político como de la religión ortodoxa,
garantizaba la estabilidad de la pirámide social, que se apoyaba sobre la Iglesia
ortodoxa, con un 80% de creyentes, una enorme burocracia, la creciente clase de
los terratenientes, la gran burguesía, y dos grandes fuerzas represivas: el
ejército, en el cual la nobleza ocupaba los puestos clave, y la policía (la ojrania).
Rusia había
alcanzado durante el siglo XIX un estatus internacional de gran potencia,
gracias a su enorme territorio que se extendía desde Polonia hasta el mar de la China, desde el océano
Glacial Ártico hasta los desiertos de Asia Central. Encarnaba Era un imperialismo
continental, que presionaba sobre muchos puntos: Constantinopla, Persia,
China..., en oposición al imperialismo marítimo que representaba Gran Bretaña.
El imperio ruso en Asia Central h. 1900.
LA CRISIS DE 1905.
La guerra
ruso-japonesa de 1904-1905, marcada por continuas derrotas militares, derivó en
una crisis política y económica, debido a las levas de soldados, la inflación,
las subidas de impuestos, las malas cosechas, el hambre y el paro. La derrota
rusa final frente a una potencia asiática emergente fue el colmo del desastre y
provocó un estallido del malestar popular.
El 9 de enero de
1905 una huelga en la fábrica Putilov, con más 10.000 obreros, derivó en una
manifestación que fue duramente reprimida. Fue el llamado “Domingo Rojo”. Este
evento desprestigió al zar ante los humildes, de los que históricamente había
sido el “padre” protector ante los abusos de la nobleza. Entonces se
sucedieron las manifestaciones, huelgas, motines (como el famoso del acorazado
Potemkin), y aparecieron los primeros soviets (consejos obreros) en las fábricas,
campos y cuarteles. La unión circunstancial de la burguesía y del proletariado
amenazaba liquidar al zarismo.
CONSECUENCIAS.
Las insuficientes
reformas.
Para detener la
revolución el zar decidió hacer concesiones de tipo liberal, en concreto la
elección de un Parlamento, la Duma, pero duró poco, porque en 1906 pudo
disponer nuevamente del ejército y aplastó a los soviets. Desde entonces
ignoró a la Duma, disuelta en 1906, 1907 y 1912, porque esta requería reformas
profundas que Nicolás II no quería o no podía otorgar.
A lo más que se
llegó fue a una moderada reforma agraria, dirigida por el ministro Stolypin,
que enriqueció a muchos kulaks pero no resolvió el problema campesino.
La oposición.
La oposición se
estructuró en los años siguientes. Tres eran las alternativas para terminar con
la autocracia zarista:
- La liberal
conservadora, formada por grandes burgueses y propietarios agrícolas, que
deseaban reformas pausadas, que no alterasen lo esencial del orden social y
político, según un modelo alemán o austriaco.
- La liberal
reformista, de los intelectuales liberales, agrupados en el partido
constitucional-demócrata (KD, por ello llamado de los kadetes). Estos burgueses
liberales querían una monarquía parlamentaria de tipo europeo occidental,
similar al británico.
- La socialista
revolucionaria, dividida entre los populistas del Partido
socialista-revolucionario (PSR), y los socialdemócratas del Partido obrero
social demócrata ruso (POSDR). Los socialrevolucionarios querían un Estado
campesino en una República federal. Los socialdemócratas, a su vez, estaban
divididos en mencheviques (la mayoría reformista), que esperaban la industrialización
para poder aumentar el número de la masa obrera, y bolcheviques (la minoría
revolucionaria), que defendían que un partido disciplinado podía tomar el poder
arrastrando a los campesinos y obreros (se ahí sus símbolos revolucionarios, la
hoz y el martillo), y que no se debía pactar con la burguesía.
2. LA REVOLUCIÓN DE
1917.
EL AGRAVAMIENTO DE
LA SITUACIÓN A CAUSA DE LA GUERRA.
La entrada de Rusia
en 1914 en la Gran Guerra para proteger a Serbia desembocó en una sucesión de
fracasos militares y el empobrecimiento de la población, por lo que el zar tomó
finalmente el mando militar (1916) en un vano intento de enderezar la
situación, pero perdió el poco prestigio que le quedaba al continuar las
derrotas, mientras los asuntos de Estado estaban en manos de la zarina Alexandra
y su válido, el monje Rasputín, en medio de una abierta corrupción. La miseria
y el hambre se extendieron hasta niveles terribles. Las bajas eran monstruosas
entre las tropas mal alimentadas, vestidas y armadas, arrojadas al combate como
carne de cañón. La desmoralización civil y militar llevó finalmente a la
creación espontánea de soviets.
Los representantes
de los “privilegiados” en la Duma comprendieron la gravedad de la situación y
la inminencia de una revolución, por lo que intentaron imponer una reforma
desde arriba, pero el zar se negó a aceptarla. Quedó claro que el cambio habría
de hacerse desde abajo y sería violento.
LA REVOLUCIÓN DE
FEBRERO Y LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA.
La descomposición de
la sociedad y del ejército ruso culminó en febrero de 1917, en la llamada Revolución
Rusa de febrero. El 23 comenzaron las huelgas y manifestaciones, que los
soldados se negaron a reprimir, tras lo cual se sublevaron contra los oficiales
el 27 de febrero. El zar ya no podía contar con el apoyo eficaz del ejército ni
de la policía.
La revolución tenía
dos cabezas: la oficial y burguesa, representada por la Duma, con Kerenski a la
cabeza; la popular y proletaria, de los soviets. Ante el peligro de que se
desencadenara una revolución proletaria, los burgueses liberales de la Duma
obligaron al zar, tres días más tarde, a abdicar en su hermano Miguel, el cual
renunció a los pocos días, y formaron un Gobierno Provisional.
EL GOBIERNO
PROVISIONAL DE KERENSKI Y LOS SOVIETS.
El Gobierno
Provisional, dirigido por Kerenski, pretendía mantener el poder centralizado,
no realizar las grandes reformas sociales, como el prometido reparto de
tierras, y continuar la guerra, para lo que lanzó una última ofensiva. Pero el
descontento continuó y las derrotas se sucedían, así que su poder se debilitó,
al desarrollar los soviets un poder paralelo y más cercano a los intereses populares.
LA VUELTA DE LENIN Y
LAS TESIS DE ABRIL.
Lenin, el máximo
dirigente de los bolcheviques, volvió desde Suiza en abril de 1917 y al poco
publicó sus tesis sobre la toma del poder por una minoría revolucionaria
disciplinada y decidida, el Partido Comunista, que se formó entonces a partir
de los bolcheviques. Sus máximas eran “Todo el poder para los soviets” y “Paz y
tierra”, lo que concitó un creciente apoyo popular, aunque al principio era
todavía muy minoritario.
LA INSURRECCIÓN DE
JULIO Y LA CONTRARREVOLUCIÓN.
Lenin lanzó en julio
una primera insurrección bolchevique, que fracasó por la falta de apoyos
sociales entre los soviets. Kerenski pudo dominar la insurrección con el apoyo
de militares zaristas (Kornilov), pero estos pasaron pronto (septiembre) a la
contrarrevolución para volver a entronizar al zar. Los soviets vencieron casi
sin lucha a Kornilov y así Kerenski se quedó sin apoyos para combatir a los bolcheviques,
partidarios de la ansiada paz y del reparto de la tierra, y que ahora crecían en
su influencia sobre los soviets.
LA REVOLUCIÓN DE
OCTUBRE.
El 10 de octubre
Lenin convenció al Comité Central del Partido para lanzar nuevamente una
Revolución, que comenzó el 25 de octubre (7 de noviembre de nuestro calendario).
Tras una breve resistencia los bolcheviques se apoderaron de San Petersburgo y
pronto (hacia el 20 de noviembre) de gran parte del resto de Rusia, aunque se
mantuvieron fuera de su control amplias zonas en la periferia, como Siberia,
Ucrania y el Cáucaso.
3. LOS COMIENZOS DE
LA URSS.
ASAMBLEA
CONSTITUYENTE Y PROBLEMAS DEL NUEVO ESTADO.
Lenin, Trotski y otros líderes comunistas.
El primer gobierno
revolucionario estuvo abierto a los otros partidos revolucionarios, en especial
los socialrevolucionarios y mencheviques, pero pronto fueron integrados a la
fuerza en el Partido comunista fundado por los bolcheviques, quedando como
Partido único durante el resto de la historia de la URSS.
Los dos primeros
decretos se refirieron a la paz y a la tierra, asegurando así el apoyo de
soldados y campesinos. Luego siguió el decreto de nacionalidades, por el que se
daba la independencia a las nacionalidades sometidas por el zarismo, aunque la
voluntad bolchevique era que se integraran libremente en la URSS.
La paz separada de
Brest-Litovsk (3-III-1918) finalizó la guerra entre las Potencias Centrales y
Rusia, que perdió los países bálticos, Finlandia, Polonia y Ucrania, ocupadas
enseguida por el enemigo. A pesar de que los alemanes fueron derrotados ese
mismo año, la paz de París (1919) no benefició a Rusia, que siguió rodeada de
enemigos exteriores a la vez que debía enfrentar a los internos.
Mientras, las
fábricas y los campos de los terratenientes fueron estatalizados, para su
gestión por los soviets, con un reparto posterior de las tierras entre los
campesinos.
LA GUERRA CIVIL.
La guerra civil
contra los “blancos”, los partidarios del zar, estalló enseguida, ya en 1917.
Estos tenían el apoyo de los aliados, sobre todo japoneses, norteamericanos,
ingleses y franceses, que incluso desembarcaron tropas en los puertos de la
periferia, pero las fuerzas contrarrevolucionarias estaban divididas mientras
que los campesinos y obreros apoyaban mayoritariamente a los revolucionarios.
Fue una guerra durísima que causó cinco millones de muertos entre militares y
civiles. La falta de apoyo popular de los generales zaristas provocó a la larga
(hacia 1920 era completa) su derrota por el disciplinado Ejército Rojo,
dirigido por Trotski, que en 1918 tenía 150.000 soldados y en 1920 ya tres
millones.
LA CREACIÓN DE LA
III INTERNACIÓNAL.
Lenin organizó una
nueva Internacional, la III, opuesta a la II Internacional socialista,
considerada como aliada de los burgueses y desprestigiada por su apoyo a los
respectivos bandos durante la I Guerra Mundial.
Los partidos
comunistas se formaron como escisiones de los partidos socialistas en casi
todos los países. La propaganda revolucionaria (panfletos, carteles, cine)
inspiró a las masas en la URSS y el ejemplo de su revolución provocó varios
movimientos populares o revoluciones en el exterior, todos fracasados: España en
1917, Alemania en 1918, Hungría en 1921.
DEL COMUNISMO DE
GUERRA A LA PLANIFICACIÓN.
La economía de
guerra había sido imprescindible para ganar la guerra civil. Se había
promulgado el trabajo obligatorio, con salario único, congelación de precios,
requisa de alimentos. Pero la economía estaba desorganizada y bajo mínimos, y
el hambre era general, hasta el punto que se calcula que hubo millones de
muertos.
La Nueva Política
Económica (NEP), desde 1921, fue una respuesta más liberal y flexible a los
problemas. Fue un retroceso en la colectivización: se permitió el mercado libre
para los productos agrícolas e industriales, mientras el Estado se reservaba el
dominio de la Banca y las grandes empresas. Los campesinos burgueses (kulaks),
comerciantes y pequeños industriales prosperaron. Se electrificaron grandes
zonas del país. El resultado fue una mejora sustancial de la economía y la
desaparición del hambre, la mejora de la calidad de vida y la extensión de la
educación y de la sanidad, lo que consolidó el régimen comunista y reforzó su
prestigio exterior entre los grupos de izquierda.
En 1922 se organizó
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que comprendieron Rusia,
Ucrania, Bielorrusia, Transcaucasia o Asia Central, por el convencimiento o por
la fuerza. En 1924 se establecía la Constitución, al tiempo que moría Lenin y
accedía Stalin al poder.
4. LA ERA
ESTALINISTA.
Marx, Engels, Lenin y Stalin.
LA LUCHA POR EL
PODER.
Stalin era
partidario de consolidar la revolución en la URSS, imponiendo la
industrialización y una colectivización masiva e intensa. Trotski, su principal
enemigo en la lucha por el poder, en cambio era partidario de exportar la
revolución a otros países.
La comprobación de
que la revolución sólo triunfaba en la URSS y el apoyo del Partido Comunista a
Stalin, que lo controlaba férreamente, decantaron el triunfo hacia este, que
impuso sus tesis y comenzó a purgar a sus rivales.
LA PLANIFICACIÓN
ECONÓMICA.
Los Planes
Quinquenales comenzaron en 1927, al principio con un carácter muy moderado,
bajo la planificación impuesta por el gobierno central, con capital en Moscú.
Se hicieron enormes inversiones industriales y mineras, se incitó la productividad
obrera (el estímulo moral del stajanovismo),
se socializó el trabajo agrario, se colectivizó la propiedad agraria
suprimiendo a los kulaks y agrupando las tierras en koljoses (comunidades
colectivas) y sovjoses (fincas del Estado con asalariados, más tecnificadas).
Se mejoraron las comunicaciones y se electrificó más el país. Como resultado,
la URSS se convirtió en una gran potencia industrial y militar y superó
bastante bien los años 30, críticos en buena parte del mundo debido a la Gran
Depresión.
Pero el costo fue terrible:
durante los primeros años 30 el hambre, las deportaciones o las ejecuciones de
kulaks, causaron millones de muertos. En algunos lugares de Ucrania se llegó al
canibalismo. El control del partido sobre la vida política, social y cultural
fue agobiante, sobre todo desde 1932. La URSS se convirtió en un Estado
totalitario, gobernado por una nueva clase dominante, la burocracia. Era un
fenómeno no previsto por el marxismo.
LOS PROCESOS DE LOS
AÑOS 30.
Una vez dominada la
sociedad, Stalin, para controlar más totalmente el Partido Comunista, eliminó
desde 1935 todas las tendencias críticas o desviacionistas, en las llamadas
“purgas” o procesos de Moscú. El estalinismo aniquiló con la ejecución o la
prisión a sus enemigos e incluso a los neutrales. La mayoría de los antiguos
dirigentes bolcheviques perecieron. El precio humano fue alto, pero Stalin
consiguió imponerse, justo antes de que el totalitarismo comunista se
enfrentara al régimen nazi, su gran enemigo exterior, en la II Guerra Mundial.
4.4. LA II GUERRA
MUNDIAL Y LA POSGUERRA.
Stalin pactó en el
verano de 1939 con Alemania su neutralidad ante el posterior ataque alemán a
Polonia y prometió suministrarle recursos naturales. A cambio consiguió manos
libres para ocupar la mitad de Polonia y todos los países bálticos (Lituania,
Letonia, Estonia), atacar a Finlandia, que tuvo que ceder la Carelia, e imponer
a Rumanía la cesión de la Besarabia. Fue la primera ola de expansión comunista
hacia el Oeste.
Pero el 21 de junio
de 1941 Alemania atacó a Rusia. El comienzo fue fulgurante, con enormes
victorias alemanas, gracias a una gran Blitzkrieg que estuvo a punto de
aniquilar al régimen comunista, pero la resistencia desesperada, la vastedad
del territorio y la crudeza del invierno lograron evitar la caída de Moscú en
diciembre de 1941. La política interior del régimen cambió desde entonces: se
exaltaron los ideales nacionales, e incluso la religiosidad; y hasta los presos
políticos fueron liberados y movilizados. En 1942 una nueva campaña alemana en
el sur estuvo a punto de vencer, pero a finales del año la terrible batalla de
Stalingrado cambió el curso de la guerra: los alemanes comenzaron un lento
repliegue, salvo un contraataque fallido
en Kursk en el verano de 1943, pero progresivamente los rusos los expulsaron
del todo en 1944, ocuparon toda la Europa del Este, se aproximaron a Alemania y
contribuyeron decisivamente a su derrota final en 1945, con la conquista de
Berlín. En agosto de 1945 la URSS declaró la guerra a Japón y ocupó grandes
territorios en el norte de China, que posteriormente entregó a los comunistas
chinos de Mao.
Los soviéticos izan su bandera en el Reichstag berlinés.
La II Guerra Mundial
había supuesto graves pérdidas humanas, con unos 25 millones de muertos, y
materiales, pero la victoria trajo el logro de convertirse, a la par de EE UU,
en una de las dos grandes potencias mundiales y la formación del Bloque
Comunista, desde el Este de Europa hasta el Lejano Oriente. Las fronteras se movieron hacia el Este, recuperando parte de los territorios perdidos en 1918.
Mapa de la URSS.
En el interior se
reanudó la represión contra los disidentes y se lanzó un masivo y exitoso plan
de reconstrucción de las zonas destruidas, que hacia 1950 ya se había logrado
en buena medida.
Desde 1948, con la
Crisis de Berlín, comenzó la Guerra Fría entre el bloque comunista y el
occidental, enfrentados por la hegemonía mundial, pero atemorizados por la
mutua amenaza atómica hasta el punto de darse golpes sólo indirectamente, en
conflictos regionales controlados, como el bloqueo de Berlín y la guerra civil
en China en 1948. La estrategia de Stalin, al parecer, era presionar en todos
los lados, pero sin entrar en conflicto directo con EE UU. El Comecon (1949)
como alianza económica y el Pacto de Varsovia (1955) como alianza militar,
fueron las respuestas al Plan Marshall y la OTAN en el bando aliado occidental.
Al mismo tiempo,
China (1949) se convirtió en el otro gigante comunista, al principio
subordinado a la URSS, y la guerra de Corea (1950-1953) fue otro enfrentamiento
interpuesto con los EE UU. El apoyo a la independencia de las colonias europeas
en el Tercer Mundo permitió extender desde entonces la influencia soviética a
nuevos países en África y Asia en los años 50 y 60, al unirse las causas del
nacionalismo y del comunismo.
5. LA EVOLUCIÓN DE
LA URSS DESDE 1953 HASTA GORBACHOV.
EL DESHIELO
(1953-1956).
El deshielo comenzó
inmediatamente después de la muerte de Stalin en 1953, cuando la nueva cúpula
comunista, con un poder colegiado, renunció a una política de agresión
continuada y se prefirió una de pequeños pasos. Así se consiguió firmar el
armisticio de Corea (1953) y comenzaba una etapa de no confrontación.
LA ERA DE KRUSHEV
(1956-1964).
Krushev impuso sus
tesis reformistas en 1956 e inició en 1956 la desestalinización, con una moderada
liberalización del régimen que redujo el número de presos políticos e hizo
hincapié en una mejora del nivel de vida de la población. Se pretendía ganar al
bloque capitalista occidental mediante la economía y no la guerra. Pero no se
renunciaba al control del Bloque del Este, como demostró la dura represión del
levantamiento de Hungría (1956). No obstante, no evitó la desafección de China
(1960), lo que rompió en dos el bloque comunista.
La crisis internacional
de Cuba (1962) entre EE UU y la URSS fue la mayor amenaza de conflicto nuclear
de la posguerra y debilitó la posición de Krushev, que al poco tiempo, en 1964,
fue sustituido por Breznev.
LA ERA DE BREZNEV
(1964-1982).
Breznev (1964-1982)
limitó la liberalización del régimen, hasta configurar una especie de autoritarismo
blando. Pero la economía se estancó gravemente, demostrando grandes
desequilibrios entre el sector militar —que consumía
los mejores recursos y grandes inversiones— y el civil.
EE UU estaba ganando económicamente la Guerra Fría, empujando a la URSS a una
escalada armamentista que esta no podía mantener indefinidamente.
En 1980 la URSS
invadió Afganistán para evitar la extensión del islamismo al Asia Central soviética;
pero este país se convirtió en el “Vietnam ruso”, sufriendo los soviéticos con
graves pérdidas humanas y económicas.
ENDURECIMIENTO Y
DESCOMPOSICIÓN (1982-1985).
Tras la muerte de
Breznev, los breves gobiernos de Andropov (1982-1984) y Chernenko (1985-1985)
supusieron un breve periodo de endurecimiento de la represión, pero también de
total estancamiento económico, debido al colapso de los sectores productivos
ante el desvío de los recursos al sector militar. La competencia con la
política de rearme masivo del presidente estadounidense Reagan no podía ser
soportada por más tiempo y la mayoría de los dirigentes comunistas lo
comprendía.
El gobierno de Gorbachov en 1985-1989 fue el paso siguiente, hacia el final.
El acorazado Potemkin (1925). Dirección: Sergéi M. Eisenstein. 67 minutos. Un episodio de la revolución de 1905.
Octubre
(1927). Dirección: Sergéi M. Eisenstein. 100 minutos. Un episodio de la revolución de octubre de 1917.
Stalin
(1992). Dirección: Ivan Passer. 166 minutos. HBO. Biografía, interpretada por Robert
Duvall.
El almirante (2008). Dirección:
Andrey Kravchuk. 103 minutos.La vida del almirante Aleksandr Kolchak (1874-1920), jefe
contrarrevolucionario, para mostrar el bando monárquico en la guerra civil.
La muerte de Stalin (2017). Dirección: Armando Iannucci. 106 minutos. Comedia realista, con un elenco extraordinario.
Series de televisión.
Trotski. Serie Netflix de ocho capítulos,
interpretada por Konstantin Khabenski. Propaganda antitrotskista basada en
falsedades, según la reseña de Sahuquillo, M. R. El segundo asesinato de León Trotski. “El País” (3-III-2019).
Documentales / Vídeos.
Causas y antecedentes de la Revolución Rusa. 72 minutos.
Stalin, el imperio del mal (1). Stalin. El tirano rojo. 84 minutos.
Stalin, el imperio del mal (1). La
isla de los caníbales. 53 minutos.
Stalin, el hombre de acero. Documentos TV. 50 minutos.
The Trial (2018). Países Bajos. 125 minutos.
Dirección: Sergei Loznitsa. [https://www.eldiario.es/cultura/Loznitsa-Venecia-noticias-URSS-advertencia_0_811919488.html] El documentalista ucraniano rescata imágenes reales del famoso juicio
de 1930 contra los ocho miembros, todos ingenieros o economistas, del llamado Partido Industrial, que
aparentemente pretendían destruir la URSS mediante el sabotaje de la economía.
Los acusados,
Ramzin, Charnovsky, Kalinnikov, Larichev, Fedotov, Kuprianov, Sitnin y Ochkin,
sin mayor resistencia, se declararon culpables del intento de sabotaje y,
algunos entre lágrimas, pidieron la clemencia del tribunal. El 7 de diciembre,
la Corte presidida por Andrei Vishinski condenó a muerte (aunque la pena fue
conmutada por prisión) a cinco acusados y al resto a 10 años de prisión y
trabajos forzados, además de la incautación de todos sus bienes. Pero era una
farsa a fin de hacer creer a la opinión pública que un grupo de traidores y de
agentes extranjeros eran culpables de la precaria situación de la economía
soviética. Los acusados siguieron trabajando en secreto y el más conocido,
Ramzin (1887-1948), incluso fue condecorado en 1943 con el Premio Stalin.
Exposiciones.
*<1917. Romanovs & Revolution>.
Ámsterdam. Hermitage (4 febrero-17 septiembre 2017). 250 obras sobre la vida de
la familia imperial de Nicolás II (1894-1917) hasta su muerte en 1918. Reseña
de Ferrer, Isabel. Cuando los Románov
descendieron a los infiernos. “El País” (8-II-2017).
Red Army (2014). Rusia. Director: Gabe Polsky. 76 minutos. Documental sobre la manipulación política que el régimen soviético hizo de la selección de hockey sobre hielo de la URSS. Reseña de Boyero, Carlos. Cuando el KGB manejaba el ‘stick’. “El País” (13-II-2015) 45.
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negro del comunismo. Crímenes, terror, represión.
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de los dos últimos años de la familia imperial. Reseña de Pita, Antonio. Un relato íntimo del cautiverio de los
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político Radek Sikorski, sobre la represión bolchevique en Ucrania en
1932-1935, que causó unos cuatro millones de muertos, la mayoría por hambre.
Entrevista de Aunión, J. A. Anne
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sociedad soviética, 1917-1964. Vicens Vives. Barcelona. 1967. 359 pp.
Trotski, León. Historia
de la Revolución Rusa. Zero. Madrid. 1973. 2 vols. 445 y 571 pp.
Trotski, L. Stalin. Fontamara.
2017. 940 pp. Biografía. Reseña de Marín, Bernardo. Retrato de mi asesino. “El País” (29-X-2017). Se publica la
biografía de Stalin inacabada en la que trabajaba Trotski antes de su
asesinato.
Trotski,
L. La fuga de Siberia en un trineo de
renos. Edición de Horacio Tarcus. Trad. de Irina Chernova. Clave
Intelectual. 2022. 128 pp. Su exilio y fuga de Siberia en 1907. Reseña de
Rendueles, César. Aventuras de un
comunista en fuga. “El País” Babelia 1.598 (9-VII-2022).
Tzouladis, Tim. Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin. Trad. de Joan M. Ibeas. Debate. Madrid. 2010. 521 pp. Reseña de Avilés, Juan. “El Cultural” (5-II-2010) 21. La tragedia de los miles de comunistas estadounidenses que emigraron por sus ideales a la URSS en los años 30, y sufrieron la represión estalinista desde 1936.
Volkogónov, Dmitri. El verdadero Lenin. Anaya & Mario Muchnik. Madrid. 1996. 451 pp. Con documentos novedosos, demuestra que el estalinismo no fue una desviación del leninismo.
Yaroslávkia-Markón,
Yevguenia. Insumisa. Trad. de Marta
Rebón. Armaenia. 2018. Memorias de Yevguenia Yaroslávkia-Markón (1902-1931),
filósofa de formación, periodista, se casó en 1922 con el poeta Aleksandr
Yaroslavski (poco antes fue atropellada por un tren y perdió los dos pies).
Viajaron al extranjero y pese a que ella no quería regresar, siguió a su
esposo, que pronto fue detenido, ella le siguió de la cárcel de Leningrado a la
de Moscú, viviendo del robo y procurando ahorrar para sacarlo, hasta que fue
encarcelada. Ejecutaron primero a su marido, en el gulag de Solovki, y a ella
unos meses después. Reseña de Zgustva, Monika. Vida y muerte en el gulag de una joven insumisa. “El País”
(22-VII-2018).
Zgustova, Monika. Vestidas para un
baile en la nieve. Galaxia Gutenberg. 2017. 269 pp. Entrevistas a mujeres
supervivientes de los campos de concentración soviéticos. Entrevista de
Hermoso, Borja. Monika Zgustova. ‘El
Gulag sigue existiendo de forma no oficial’. “El País” Ideas 123
(17-IX-2017). / Lindo, Elvira. Poesía
necesaria como el pan. “El País” (30-IX-2017).
Artículos. Orden cronológico.
Álvarez Junco, José. El otro
monstruo. “El País” (7-VI-2015) 15. Stalin como ejemplo de loco político
asesino sirve de ejemplo de los peligros que deparan organizaciones políticas o
religiosas con un poder absoluto.
Goytisolo, Juan. De los Ríos en el
país de los soviets. “El País” (18-VII-2015) 11. Recuerdo del libro del
socialista Fernando de los Ríos, Mi viaje
a la Rusia Soviética (1921).
Bonet, Pilar. La revolución que los
rusos quieren olvidar. “El País” Semanal 2.114 (2-IV-2017).
Juliá, Santos. ¡Qué importan los
hechos! “El País” Babelia 1.314 (28-I-2017). El debate historiográfico
sobre si la revolución rusa fue una revolución social o un golpe de Estado.
Bonet, Pilar. La revolución que los
rusos quieren olvidar. “El País” Semanal 2.114 (2-IV-2017). Cinco lugares
emblemáticos de la revolución de 1917.
Casanova, Julián. Cronología. Los
días que cambiaron Rusia (y el mundo). “El País” Semanal 2.114 (2-IV-2017).
Ceberio, Jesús. La fascinación de
octubre. “El País” Babelia 1.353 (28-X-2017). Mirada a la historiografía
reciente en español sobre la revolución rusa.
Zgustova, Monika. La victoria del
arte sobre la revolución. “El País” (4-XI-2017). Resume la pasión creadora
de los artistas durante la revolución y la persecución posterior por el Estado.
Bonet, Pilar. Una mirada crítica al
Octubre Rojo. “El País” (5-XI-2017). Una exposición recuerda a los primeros
detenidos tras la revolución bolchevique.
Bordiugov, Guennadi. La memoria de
la Revolución de 1917. “El País” (7-XI-2017). Cómo se recuerda en Rusia la
Revolución de 1917.
Vicente, Álex. Stalin, director de
farsas judiciales en la Mostra. “El País” (8-IX-2018). El director
ucraniano Sergei Loznitsa presenta un documental con filmaciones de un falso
juicio real: en 1930 Stalin ordenó juzgar a ocho ejecutivos empresariales de un
Partido Industrial por boicotear la producción y planear un golpe de Estado,
confesaron sus crímenes y fueron condenados. Todo fue un montaje del dictador
para amedrentar a la oposición, usando los medios con una finalidad política.
Sahuquillo,
María R. Los Románov, un caso abierto.
“El País” (31-VIII-2020). Los científicos confirman que los restos hallados en
Yekaterimburgo son de la familia imperial ejecutada el 17 de julio de 1918,
pero la Iglesia rusa no reconoce la evidencia.
Estefanía,
Joaquín. El cronista de la Revolución de
Octubre. “El País” (18-X-2020). Perfil del periodista y escritor
estadounidense John Reed (1887-1920), autor de México insurgente (1911) y Diez
días que conmovieron al mundo (1919).
Krauze, Enrique. Kronstadt o la venda en los ojos. “El
País” (17-III-2021). La brutal represión a los marinos de Kronstadt en 1921
reveló a muchos izquierdistas que los leninistas, enemigos de la libertad,
habían traicionado los ideales de la revolución.