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viernes, 18 de mayo de 2012

Dosier: El conflicto del Sáhara Occidental.

DOSIER: EL CONFLICTO DEL SÁHARA OCCIDENTAL.
*La entrada se clasifica junto a la de Marruecos debido a su estrecha relación,  pero no presupone que el Sáhara (o Sahara) Occidental le pertenezca.
   Mapa de Sahara Occidental.

Territorio en disputa entre Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), gobernada por el Frente Polisario. Capital administrativa: El Aaiún. Superficie: 266.000 km². Población (2011): aproximadamente 500.000, pero más de la mitad en el exilio. Densidad de población (2011): sin datos (s/d) hab/km². Índice de desarrollo humano (IDH 2011; 0 mínimo, 1 máximo): s/d. PIB/h (2011): s/d dólares.
Vista de El Aaiún. Tomada de Wikipedia.

Campamento saharauí en Tindouf.

El territorio del Sáhara Occidental, antigua colonia española desde principios del siglo XX, tras la Marcha Verde de 1975 que promovió el rey Hassan II, fue entregado a Marruecos y Mauritania en 1976 y entonces se inició en 1976 un conflicto armado en el que los saharauíes del Frente Polisario, refugiados sobre todo en los campamentos de Tindouf, contaron con el apoyo argelino contra los nuevos ocupantes. En los años siguientes hubo miles de víctimas y Mauritania renunció a su parte en 1979, siendo su porción de territorio anexionada por Marruecos.
En 1991 la guerra y la presión de la ONU obligaron a Marruecos a acceder a realizar un referéndum sobre la independencia, pero desde entonces ha logrado atrasar sine die el evento. Hoy separa a los dos bandos un larguísimo muro con 10 millones de minas.
El territorio cuenta con notables riquezas naturales, sobre todo las minas de fosfatos de Bu-Craa y la pesca de la plataforma continental, pero la mayoría de la población bajo ocupación marroquí vive pobremente de la ganadería y el comercio, y de los subvencionados empleos públicos, mientras que la población saharaui en el exilio sobrevive gracias a la ayuda internacional.

Fuentes.
Internet.
Documental.
Hijos de las nubes. La última colonia (2012). España. Dirección: Álvaro Longoria. 78 minutos. Reseña de Ocaña, Javier. Ausencias elocuentes. “El País” (18-V-2012) 47.

Libros.
De Dalmases, Pablo Ignacio. El Sáhara Occidental en la bibliografía española y el discurso colonial. Tesis doctoral. Bárbulo, Tomás. De Dalmases desentraña la historia del Sáhara español. “El País” (11-V-2016).

Noticias.
García de Blas, Elsa. Los cooperantes vuelven a Tindouf ante la alarma de Exteriores. “El País” (7-VIII-2012) 17.
Ahmed, Bujari. Sáhara Occidental: dos propuestas de solución. “El País” (26-X-2012) 33-34. El representante diplomático ante la ONU del Frente Polisario pregona su posición.
Cembrero, Ignacio. Rabat cosecha nuevos reveses en el Sáhara. “El País” (2-I-2013) 8.
Amrani, Youssef. La autonomía, una solución para el Sáhara. “El País” (3-IV-2013) 27-28. El ministro de Exteriores marroquí critica la política del Frente Polisario.
Tobella, Alba. El Supremo abre la vía para que cientos de viudas saharauis cobren pensión. “El País” (14-VII-2013) 18.
Blanco, Patricia R. Mohamed Abdelaziz / Secretario General del Frente Polisario. ‘Los saharauis iremos a la guerra si falla la diplomacia’. “El País” (15-XI-2014) 4.
Casqueiro, Javier. Rabat cambia el rumbo en el Sahara. “El País” (15-XII-2014) 5. Revisa el modelo de economía subvencionada desde Rabat por un modelo descentralizado.
Peregil, Francisco. Muere Mohamed Abdelaziz, líder del Frente Polisario durante cuatro décadas. “El País” (1-VI-2016). Lideró la lucha contra Marruecos desde 1976 y desde 1991 esperaba un referéndum para la independencia.
Peregil, F. Un Polisario aislado se aferra al sueño diplomático. “El País” (4-VI-2016).
Peregil, F. Un militar y diplomático de la vieja guardia, nuevo líder del Frente Polisario. “El País” (10-VII-2016). Brahim Gali, de 67 años, antiguo embajador en España (1999-2008) y en Argelia (2008-2015).
Peregil, F. Rabat pide entrar en la Unión Africana y echar al Polisario. “El País” (21-VII-2016).
Peregil, F. El conflicto eterno del Sáhara se eterniza aún más. “El País” (19-X-2016). La ONU no consigue que se desatasque el conflicto, por el boicot de Marruecos y Francia.
Mediavilla, Pablo. Las hijas del desierto no son libres. “El País” Semanal 2.121 (21-V-2017). Las mujeres saharauis sufren la opresión machista. Varias jóvenes, españolas por acogimiento en familias españolas, son retenidas en Tindouf, contra su voluntad, por sus familias biológicas cuando vuelven a visitarlas.
Peregil, F. Marruecos impone duras penas a 19 saharauis. “El País” (20-VII-2017).
Abellán, Lucía. El tribunal de la UE dicta que el pacto pesquero con Marruecos no es aplicable al Sáhara. “El País” (28-II-2018).
Peregil, F. Rabat resta peso al fallo y cree que no prohíbe pescar en la zona. “El País” (28-II-2018).
Peregil, F. El diálogo entre Marruecos y el Polisario continuará en 2019. “El País” (7-XII-2018).
González, M. El Frente Polisario, ante el reto del pluralismo. “El País” (3-I-2019). Una corriente interna critica los abusos de poder.
Peregil, F. Marruecos entra en el sur del Sáhara para disolver una protesta del Frente Polisario. “El País” (14-XI-2020).

Peregil, F. El Frente Polisario da por roto el alto el fuego con Marruecos. “El País” (15-XI-2020). Rompe una paz precaria de 29 años.

Peregil, F. El final de 30 años de calma artificial en el Sáhara. “El País” (17-XI-2020). Análisis y resumen del enquistado conflicto.

Monge, Y.; Peregil, F. Trump refuerza a Marruecos al reconocer su soberanía sobre el Sáhara. “El País” (11-XII-2020). Consigue a cambio que Marruecos establezca relaciones diplomáticas con Israel.


Análisis y opinión.

Editorial. Pescar en aguas ajenas. “El País” (28-II-2018).

Peregil, Francisco. El final de 30 años de calma artificial en el Sáhara. “El País” (17-XI-2020). Análisis y resumen del enquistado conflicto.

miércoles, 2 de mayo de 2012

El historiador británico Tony Judt (1948-2010).


El historiador británico Tony Judt (1948-2010).


[http://www.editorialtaurus.com/es/autor/tony-judt/]

Tony Judt (Londres, 1948-Nueva York, 2010), historiador británico, especialista en Europa Central, profesor de Historia Contemporánea de Europa en las universidades de Cambridge, Oxford, Berkeley  y Nueva York.
Hijo de padres judíos inmigrantes en Londres: su madre era rusa y su padre belga. Judt fue en su juventud proisraelí, vivió años en un kibbutz y participó en la Guerra de los Seis Días (1967) como intérprete del Ejército, antes de consagrarse a la carrera académica, culminando estudios de Historia en el King's College de Cambridge y en la École Normale Supérieure de París. Falleció por una enfermedad degenerativa.

Una entrevista a Judt.
La entrevista de Calvo a Judt, en  Tony Judt historiador. “Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigración”.  ”El País” (18-VI-2006), le permite pasar revista en su despacho de Nueva York a la historia de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En su opinión, el viejo continente puede enseñar la forma de evitar errores como los cometidos en su suelo en el pasado y ofrecer al mundo un modelo de organización internacional:
‹‹“Creo que es algo terrible, pero Europa tiene que fijar límites a su expansión; en algún momento hay que decir: Europa llega hasta aquí”.
“La diferencia entre EE UU y Europa es que a EE UU vas individualmente, pero Europa te llega a tu país y, cuando eso ocurre, es maravilloso”.
“El desafío es mantener las grandes virtudes del Estado del bienestar al tiempo que se incorpora a los inmigrantes, sin provocar el ascenso de políticas antiinmigración”.
“Europa occidental no supo reaccionar a la caída del muro y complicó un proceso de integración política que debería haber sido más fácil”.
“Los intelectuales de Europa tienen una gran responsabilidad por no haber reflexionado sobre el comunismo, igual que ocurrió en los años treinta con el fascismo”.
En diciembre de 1989, cuando el historiador Tony Judt cambiaba de tren en la Westbahnhof de Viena, decidió escribir un libro. Volvía de Praga, donde Václav Havel y sus compañeros hacían la revolución de terciopelo, semanas después de la caída del muro de Berlín. “Una era acaba y otra empieza”, pensó. Quince años después, Judt (Londres, 58 años, profesor en Nueva York y director del Instituto Remarque) publica Postwar [Posguerra, Taurus, octubre de 2006], un gran retrato de los 60 años de reconstrucción de Europa desde 1945 que no ahorra incómodas realidades sobre la colaboración, la resistencia o la guerra fría: “La historia como desencanto de los mitos, como ruptura de ciertos recuerdos”. Esta Europa que ocupa “una privilegiada situación para ofrecer al mundo algún consejo modesto sobre cómo no repetir los errores que ella cometió” y que podría ser el modelo futuro de organización internacional: “Si los europeos no se suicidan políticamente, es decir, si mantienen la unidad política, el siglo XXI podría ser el siglo de Europa, un continente próspero y estable con un modelo único que combina las libertades occidentales con la cohesión social”, dice Judt en su despacho del Instituto Remarque, con ventanas que dan a Washington Square, corazón de la Universidad de Nueva York.
Pregunta. Ni la historia edulcorada ni la amnesia, propone usted al contar los últimos 60 años de Europa.
Respuesta. Hemos de tener cuidado, al librarnos de la autocomplacencia con la que se narraba la reconstrucción después de 1945, de no caer en otro tipo de autosatisfacción, la de decir: “Hay que ver, qué honrados somos”. El nuevo mito sería: como ya hemos dicho la verdad y sabemos cómo fue todo, no hace falta que volvamos sobre ello. Una trágica consecuencia de esto es que hoy, en Alemania, los jóvenes dicen: “Bueno, ya sabemos toda la verdad de lo que pasó; ¿podemos, por favor, dejarlo ya?”.
P. Dedica su epílogo al Holocausto y a la necesidad de mantener vivos los horrores pasados, pero no de cualquier forma.
R. Hay que mantenerlos, pero como historia, porque si lo haces como memoria, siempre inventas una nueva capa de olvido. Porque recuerdas siempre alguna cosa, recuerdas lo que te es más cómodo, o lo que te es políticamente más útil... Por eso escribí el epílogo, porque quería acabar subrayando la importancia de la historia, especialmente en la época contemporánea, cuando es tan fácil pensar que con la memoria es suficiente.
P. ¿La memoria selectiva es necesaria a veces para la supervivencia?
R. Depende de si le respondo como historiador o como ciudadano. Como ciudadano, diría: ya sea sobre 1945 o 1989, hay que decir la verdad, hay que hacer todas las preguntas. Como historiador, le diría que en estas situaciones hay un modelo: en los primeros años después de una catástrofe, como la II Guerra Mundial, o una ocupación o una guerra civil, tiene que haber un tiempo de silencio político. Y luego, normalmente una generación después y con estabilidad política y económica, la gente empieza a decir: “Un momento, así no es como fue”, o “¿Estás seguro de que eso fue así?”, o “Hay cosas que tenemos que decir porque no las pudimos decir antes”... Esto es lo que pasó en Alemania en los años sesenta y setenta, pero no antes, porque era imposible.
P. Tras el silencio, ¿puede llegar a ser arriesgado que haya demasiados recuerdos?
R. Sí, demasiada memoria podría ser algo malo por contraproducente. Y si se insiste en sacar a la luz todo el dolor, todos los delitos, los compromisos y colaboraciones de la gente, o de sus padres, o cosas que muchos no quieren recordar, pueden pasar un par de cosas: primero, la gente va a decir: “Mi historia es la historia verdadera, no las de los demás”; segundo, va a ocurrir... Se lo diré con un ejemplo: cuando, en los años ochenta, empezó a debatirse abiertamente en Francia todo lo del Gobierno de Vichy, uno de los primeros en hablar fue Bruno Maigret, número dos entonces del Frente Nacional de Le Pen. Maigret dijo que se alegraba mucho y que había que contar toda la verdad de la magnitud de la colaboración, porque eso demostraría que Vichy era popular, que aquel Gobierno tenía respaldo... “Il faut le dire, hay que decirlo, después de 30 años de haberlo negado, y eso me legitima a mí, a Maigret”.
P. Un debate que no llegó al fondo hasta la muerte de Mitterrand, que había sido funcionario de aquel Gobierno...
R. Él representa todas las ironías y las complejidades. Si se multiplica eso por millones de franceses, es fácil ver por qué puede llegar a ser políticamente insostenible un proceso en el que se exige demasiado al recuerdo, a la memoria.
P. Es chocante leer en su libro que en Francia se sancionó a menos del 0,1% de los colaboracionistas de Vichy.
R. Mucha gente me dice: “Pero ¿es verdad eso?”. Porque existe la idea, primero, de que no hubo muchos colaboracionistas, y segundo, de que todos ellos habían sido castigados. Y en realidad fueron muy numerosos, y muy pocos fueron castigados; irónicamente, hubo más castigos en países como Noruega o Dinamarca, donde se dieron los índices más bajos de colaboracionismo. Cada país tiene su propia historia: Italia, en donde fue necesario construir el mito del antifascismo, porque había habido un país fascista durante 21 años; porque el único espacio que se le dejó en Europa fue el de una república alpina neutral: si no hubiera sido por la guerra fría, Occidente y, por distintas razones, los rusos, no lo hubieran admitido. El resultado ha sido que Austria fue uno de los últimos países en los que se pudo hablar públicamente de lo que había pasado.
P. “Habría sido imposible gobernar Alemania sin alemanes después de la guerra”. Por eso, en 1951, en Baviera, el 94% de los jueces y fiscales y el 77% de los funcionarios de Hacienda eran ex nazis. El 43% del cuerpo diplomático en Bonn eran antiguos miembros de las SS, y el 17%, de la Gestapo...
R. Se debió a un par de razones. Primero, no había suficiente gente cualificada que no fueran nazis, exactamente como ocurrió después del comunismo en Bulgaria, Rumania... Los únicos con títulos superiores, ingenieros o gestores habían tenido cargos en el partido comunista. Pero hubo otra razón: la decisión estratégica de norteamericanos y británicos de no castigar colectivamente, sino individualmente, porque en el derecho anglosajón cada delito es individual. El resultado es la paradoja de que todo aquel que no fue juzgado sintió que no era culpable. En los sesenta conocí a algunos alemanes que habían pertenecido al partido nazi con responsabilidades de nivel medio y hablaban de ello con toda naturalidad. Yo, un joven estudiante inglés, estaba horrorizado, pero ellos me decían: “Todo el mundo pertenecía al partido, ¿qué querías que hiciéramos?”. Si se hubiera querido reconstruir el país con heroicos resistentes, habría habido 10.000 personas en total.
P. Es estremecedor el capítulo En el torbellino, sobre los efectos de la guerra fría en Hungría, Polonia, Checoslovaquia... Y cómo los intelectuales europeos, sobre todo franceses, rechazan los testimonios de la represión. “Hay que elegir entre la Unión Soviética y el bloque anglosajón”, dijo Jean Paul Sartre.
R. Pasó con otros intelectuales -italianos, británicos-, pero fue especialmente fuerte en Francia. Tiene que ver con la humillación: la combinación de la catástrofe sin precedentes de 1940 en Francia -que es mucho más psicológica, aunque también militar- con lo humillante de la ocupación, y de haber sido liberados por norteamericanos y británicos. La ironía es que después de la guerra, París vuelve a ser la capital intelectual de Europa. ¿Por qué? Porque Berlín está muerta, porque el Este está bajo el comunismo, Gran Bretaña es marginal, España está bajo Franco, Italia está recuperándose de la Guerra Civil y del fascismo, América está aún muy lejos... Y los intelectuales del Este, los americanos, los españoles disidentes van a París, y hay esta ilusión que se cultiva entre los intelectuales parisienses -muy poderosos- de que Francia es, de nuevo, un país distinto, ni comunista ni angloamericano, una tercera vía. La consecuencia fue una absoluta ceguera sobre lo que pasaba en el Este. A eso hay que añadir esa idea de que las personas que saben, porque lo han visto o sufrido, son malos testigos por definición: si has experimentado el comunismo, ya no eres objetivo a la hora de hablar, porque lo has sufrido, porque eres una víctima. “No escuchéis a los que gritan socorro, porque no saben de lo que hablan”. En la medida en que eres víctima, no eres fiable.
P. ¿Hay alguna conexión entre esto y la corriente intelectual europea antiamericana?
R. El antiamericanismo era, en algunos países, más fuerte entre intelectuales y artistas que entre las masas. No fue sólo la humillación de la liberación o del Plan Marshall, sino la visión de América: todo lo que era intranquilizador sobre el futuro -la industrialización, la modernización, la velocidad, la pérdida de las certezas-, de alguna manera estaba simbolizado por América. No tenía que ver con la derecha o la izquierda; la extrema derecha fue muy antiamericana, porque creía que América eran los judíos y el cosmopolitismo y la amenaza a las identidades nacionales... y después de la guerra, lo fue la izquierda. No era tanto político como cultural, y se trataba del miedo al cambio. Aunque la guerra lo trastornó todo, muchos de los hábitos culturales de los años veinte estaban aún presentes en Europa en los años cuarenta y cincuenta, y uno era esta visión de América como un lugar extraño, ajeno.
P. El viejo orden concluye con Mijaíl Gorbachov, con la caída del muro. ¿Los que vivían al otro lado se imaginaban algo así?
R. Yo iba a Europa del Este en los ochenta con una organización dedicada a llevar ilegalmente libros a Checoslovaquia. Conocí a optimistas y pesimistas, pero nadie tenía expectativas de un cambio inmediato. Su gran esperanza era que Gorbachov ayudara a reformar a los comunistas en Hungría o que los comunistas polacos llegaran a algún acuerdo con Solidaridad.
P. ¿Cómo se explica ahora la catástrofe de los Balcanes?
R. Muchos en Occidente cayeron en la ilusión de que Yugoslavia era un lugar de compromiso; la izquierda podía creer que Tito había inventado, con éxito, un comunismo autónomo, y la derecha podía pensar que era un régimen comunista, pero occidental. Y todos tardaron mucho en enterarse de lo que pasaba; Tito -hablábamos de olvidar el pasado- había manejado muy bien la historia: la tragedia de la guerra, las masacres entre croatas y serbios... y caímos en el sueño de un Estado multicultural y multinacional. Luego, frente al problema de política exterior y al reto moral del enfrentamiento, no hubo capacidad de respuesta colectiva. El Ejército yugoslavo y los paramilitares serbios podrían haber sido derrotados por una división de soldados británicos. Pero nadie tuvo la voluntad política de hacerlo.
P. E intervinieron los norteamericanos...
R. Intervinieron en 1995, y lo que hicieron, insisto, es algo que británicos y franceses podrían haber hecho perfectamente. Desde el punto de vista bosnio o croata, fue doblemente catastrófico: primero, Europa no hace nada, y después, América tarda en llegar. No había una voz común europea que les dijera a los serbios que tenían que entregar a los criminales de guerra o que tenían que pactar. La historia que Europa se había contado a sí misma desde 1945 hasta 1989, la historia de una nueva Europa basada en la paz, la cooperación y las alianzas económicas, hacía muy difícil imaginar una guerra, un conflicto con limpieza étnica fascista. Por eso fue tan terrible.
P. ¿De qué cosas debe avergonzarse Europa?
R. Bueno, ya hemos hablado de una, Yugoslavia. Otra fue, durante mucho tiempo, el silencio sobre el pasado; si se hubiera parado el reloj en los años setenta, tendríamos mucho de lo que avergonzarnos. Otra más: la paradoja, muy embarazosa, de que Europa occidental se reconstruyó con gran éxito en parte porque Europa oriental no estaba presente. Los intelectuales europeos tienen una gran responsabilidad por no haber reflexionado correctamente sobre el comunismo, igual que fracasaron en los años treinta con el fascismo, con lo que la división entre Este y Oeste es más profunda de lo que tendría que ser. Diría que Europa occidental no supo reaccionar ni rápida ni entusiásticamente en 1989, y, como resultado, complicó durante un tiempo un proceso de integración política que debería haber sido más fácil.
P. ¿Y la lista de las cosas de las que pueden enorgullecerse los europeos?
R. ¡Oh, Dios mío! Un montón. Lo principal es que era impensable, en 1945, que las cosas fueran como fueron después. ¿Cuáles eran las perspectivas? Un probable retorno al fascismo en muchos países; porque era una respuesta obvia a las experiencias de la guerra, a las privaciones... Otra posibilidad era la implantación del comunismo en Italia, quizá en Francia, en Bélgica... Y nadie podía haber soñado que Europa iba a recuperarse en menos de 50 años; algo inimaginable al contemplar el grado de destrucción económica y moral de 1940 a 1945. Era muy difícil recuperar la idea de civilización europea. Que Europa sea lo que es hoy es asombroso. Segundo, Europa ha logrado algo que ningún otro grupo de países ha hecho: mantener las autonomías nacionales -el Estado español, el británico, el alemán-, dando al mismo tiempo auténtico poder de iniciativa a organismos supranacionales.
P. ¿Qué errores de fondo, de los que no se habla lo suficiente, está cometiendo Europa?
R. Creo que es un gran error que llevemos 25 años sin reflexionar en serio sobre las implicaciones de la inmigración ni sobre las sociedades multiculturales y multirreligiosas. El resultado es que políticos como Le Pen tienen mucho campo. Creo que es grave no haber reformado los sistemas educativos: tenemos grandes universidades con cientos de miles de estudiantes sin perspectivas de empleo y con títulos devaluados. Y debo decir que mi generación, la del baby boom, ha demostrado ser políticamente desastrosa: tenemos políticos de segunda o tercera categoría. Si se compara con la generación posterior a la guerra mundial -y lo mismo ocurre aquí, en EE UU-, la diferencia es evidente. No tenemos líderes políticos, en Europa o en Norteamérica, capaces de hablar de los desafíos actuales, y mucho menos de los futuros.
P. ¿Cuáles son esos retos?
R. Hablaré de dos. El Estado del bienestar fue un gran éxito europeo. La combinación de prosperidad y seguridad se dio mejor en países pequeños y ricos como Holanda, Suecia o Dinamarca. Ahí es donde la presencia de comunidades muy distintas -por el color de la piel, la religión, el idioma- es más difícil de asumir. El reto, para todos, es mantener las grandes virtudes del Estado del bienestar al tiempo que se incorpora a los inmigrantes, sin provocar el ascenso de políticas antiinmigración que capten al electorado de la derecha o de la izquierda. Es decir, Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigración, rediseñar el Estado de bienestar sin hacer el juego al multiculturalismo extremo ni al nacionalismo, para reconstruirlo en sociedades mezcladas para las que no estaba pensado.
P. ¿Y el segundo?
R. El segundo sería fijar límites a la expansión de Europa, la única zona del mundo, con Israel, que no define sus fronteras. Es un conflicto, porque si defines las fronteras, vas a tener un problema con la gente que se queda fuera; pero si no las defines, vas a tener el problema en casa, porque el electorado, de España, de Francia o de donde sea, te va a decir: “Un momento, ¿vamos a pagar dinero a los turcos, a los bielorrusos, a los ucranios, y ellos van a venir aquí y van a ocupar nuestros empleos?”. Yo no tengo respuestas, y sé por experiencia -en Turquía, en Macedonia, en otros lugares- que lo mejor que tiene Europa es la promesa de que va a llegar hasta ti. La diferencia entre EE UU y Europa es ésa: EE UU es un sueño, el estilo de vida americano, pero tienes que ir allí, es un sueño individual, privado: te metes en un barco, en un avión, y vas a América, y prosperas y eres libre, etcétera. Pero Europa... tú estás donde estás, y Europa te llega. Estás en Macedonia, en Serbia, en Turquía, en Ucrania... y Europa llega: te haces europeo donde vives, es algo maravilloso. Pero tiene que haber un límite.
P. ¿Dónde está ese límite?
R. Hay que pensarlo y decidirlo, y entiendo que es algo terrible, porque los países que se queden fuera probablemente no tendrán posibilidades de convertirse en democracias estables, con lo que, aparte de lo que eso supone, nos estamos creando malos vecinos. Pero en algún momento hay que decir: Europa llega hasta aquí.››

Fuentes.
Internet.
[http://es.wikipedia.org/wiki/Tony_Judt]
Libros.
Judt, Tony. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Trad. de Jesús Cuéllar y Victoria E. Gordo del Rey. Taurus. Madrid. 2006 (2005 inglés). 920 pp. Círculo de Lectores. Barcelona. 2007. 1.212 pp. 4 bloques: 1 (1945-1953), 2 (1954-1970), 3 (1971-1989), 4 (1989-2006). El libro de referencia más actualizado y brillante. Reseña y entrevista de José Andrés Rojo a Judt. Tony Judt / Historiador. “La complicidad entre Europa y Estados Unidos ha sido temporal”. “El País” (27-X-2006) 54.
Judt, Tony. Pasado imperfecto. Taurus. Madrid.  2007. 434 pp.
Judt, Tony. Sobre el olvidado siglo XX. Taurus. Madrid. 2008. 489 pp.
Judt, Tony. Algo va mal. Taurus. Madrid. 2010. 220 pp. Alerta sobre problemas de la sociedad actual, en especial el egoísmo social que rompe con el modelo socialdemócrata que desarrolló Europa  desde 1945 y dio a su población un nivel de vida y justicia sin parangón en su historia.
Judt, Tony; Snyder, Timothy. Pensar el siglo XX. Taurus. Madrid. 2012. Fragmento Viviendo en la era del miedo. “El País” Domingo (13-V-2012) 9. / Constenla, Tereixa. Tony Judt dicta su epílogo al siglo XX. “El País” (21-V-2012) 48.

martes, 1 de mayo de 2012

OP UD 52. La descolonización de Asia y África: Los problemas del Tercer Mundo.

OP UD 52. LA DESCOLONIZACIÓN DE ASIA Y ÁFRICA: LOS PROBLEMAS DEL TERCER MUNDO.

INTRODUCCIÓN.

1. FACTORES FAVORABLES A LA DESCOLONIZACIÓN.
LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO (RACISMO, OPRESIÓN).
LAS POSICIONES ANTICOLONIALISTAS DE LA URSS Y EE UU.
LA ONU, TRIBUNA CONTRA EL COLONIALISMO.
LA ACTITUD DE LAS IGLESIAS.

2. EL DESARROLLO DE LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS.
LA OPOSICIÓN AL ORDEN COLONIAL EN EL SIGLO XX. BANDUNG.
El surgimiento de los movimientos de liberación (1905-1945).
El afroasiatismo y la Conferencia de Bandung (1955).
LAS REIVINDICACIONES DE LOS PUEBLOS ASIÁTICOS.
LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS AFRICANOS.
LA OPOSICIÓN DE LAS METRÓPOLIS A LA INDEPENDENCIA.

3. EL DESARROLLO DEL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN.
ASIA.
PAÍSES ISLÁMICOS.
ÁFRICA NEGRA.
AMÉRICA.
OCEANÍA.

4. LOS PROBLEMAS DEL TERCER MUNDO.
LAS CONSECUENCIAS DE LA DESCOLONIZACIÓN. EL NEOCOLONIALISMO.
LA DIMENSIÓN POLÍTICA DEL TERCER MUNDO.
LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS DEL TERCER MUNDO.

INTRODUCCIÓN.
El título de la Unidad Didáctica (UD) es ambiguo, porque no considera que la descolonización es un proceso que se extiende también a los otros continentes: América, Oceanía e incluso Europa (caso de Gibraltar). Incluso la última frase parece contradictoria: el Tercer Mundo se extiende sobre cuatro continentes al menos: Asia, África, América y Oceanía.
La opción es estudiar el proceso de descolonización a lo largo del siglo XX, especialmente el posterior a 1945, y referido sobre todo a Asia y África por cuanto en estos dos continentes el colonialismo contemporáneo fue mayor.
Un resumen.
La descolonización marca el fin de los imperios coloniales de los Estados europeos e implica un gran paso hacia la liberación psicológica, cultural y económica de los países del Tercer Mundo que estuvieron sometidos a la tutela exterior. Quizá la mayor importancia histórica del fenómeno descolonizador radica en que el Occidente ha dejado de ser el motor y el centro de la Historia.
La descolonización efectiva como un fenómeno histórico general fue una consecuencia directa de la II Guerra Mundial. Entre 1945 y 1963 se produjo un hecho que in­fluiría decisivamente en la historia mundial de la segunda mitad del siglo XX: casi todos los países de Asia, África y América que habían sido colonias europeas obtuvieron su inde­pendencia, porque cuando esta se reclamó ninguna de las metrópolis europeas estaba en condiciones de mantener su dominio colonial. El esfuerzo militar, económico y social que esto hubiera exigido no estaba al alcance de unos Estados arruinados por la guerra, como demostró la realidad cuando se intentó el esfuerzo, con costos tan grandes y resultados tan pobres que pronto se desistió, pese a los problemas comerciales o humanos que la pérdida de los imperios provocaba.


Los imperios en 1914. 

1. LOS FACTORES FAVORABLES A LA DESCOLONIZACIÓN.
LA LUCHA CONTRA EL FASCISMO (RACISMO, OPRESIÓN).
La descolonización se fundamenta ideológicamente en un principio, el derecho de los pueblos a la autodeterminación, sostenido por la corriente de pensamiento liberal-nacional a partir de la independencia de EE UU y la Revolución Francesa.
Pero su plasmación práctica fue consecuencia de los cambios de la mentalidad social causados por la II Guerra Mundial: se había luchado contra el fascismo por la causa de la libertad, y la mayoría de la población de Occidente ahora creía que también debía llegar a sus propias colonias, porque no era moral criticar el racismo y la opresión de los regímenes fascistas y luego realizar la misma política racista y opresora en las colonias.

LAS POSICIONES ANTICOLONIALISTAS DE LA URSS Y EE UU.
La guerra había otorgado la hegemonía mundial a dos grandes potencias, EE UU y URSS, contrarias al colonialismo por varias razones.
Los EE UU querían defender altruistamente la libertad de los pueblos para deci­dir su propio destino (el mismo ideal al que debían su independencia) y, más interesadamente, conseguir mercados para el comercio y asegurar su hegemonía militar en el mundo en medio de la Guerra Fría.
La URSS compartía el principio del derecho a la independencia de las colonias respecto a los países imperialistas y además confiaba en atraer a los nuevos países a la causa del socialismo, en el marco de su confrontación a largo plazo con el sistema capitalista.

LA ONU, TRIBUNA CONTRA EL COLONIALISMO.
La ONU fue una tribuna para todas las críticas contra el colonialismo. Su fuerza como órgano decisorio fue esencial, pues cuando se adoptaban las decisiones en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General a favor de la independencia muy pocas potencias coloniales podían resistir la presión de sus propias opiniones públicas sin perder su prestigio.
La Carta fundacional de San Francisco (1945), al afirmar solemnemente el principio de autodeterminación, aceleró el proceso. Se estableció un sistema de tutela (capítulo 12) y se redactó una declaración sobre las obligaciones básicas que debían cumplir las potencias que tenían a su cargo territorios no autónomos. El deber de informar al secretario general sobre los progresos alcanzados en el proceso de autonomía sirvió para establecer un control internacional, más exigente a medida que nuevos países descolonizados accedían a la ONU.
La Asamblea General adoptó en 1960 una resolución en la que se declaraba que la sujeción de los pueblos a la dominación extranjera era contraria a la Carta y un impedimento a la paz mundial; en consecuencia debían darse los pasos necesarios para la plena independencia de todos los territorios no autónomos.
En 1961 se creó el Comité especial de descolonización, que planteaba a la Asamblea los problemas pendientes. Sudáfrica, Rhodesia y Portugal fueron reiteradamente condenados por mantener regímenes o colonias que eran contrarias a la Carta, pero las potencias occidentales impidieron una intervención militar, lo que permitió que muchos perduraran hasta los años 70 y en el caso de Sudáfrica hasta 1994.

LA ACTITUD DE LAS IGLESIAS.
La Iglesia católica y las protestantes demostraron una gran sensibilidad a la causa na­cionalista, puesto que habían logrado una gran implantación social en las colonias y los sa­cerdotes de estas pedían defender los derechos de sus feligreses. Lo favoreció además el espíritu del II Concilio Vaticano y el ecumenismo creciente del catolicismo.
La actitud del islamismo es ambigua en este sentido, pues si el integrismo fue un acicate ideológico para la independencia, por otra parte el islamismo más integrista considera aceptable luchar por la dominación mundial y que hay pueblos inferiores (lo que explica que los más radicales defiendan la esclavitud de los no musulmanes).

2. EL DESARROLLO DE LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS.
LA OPOSICIÓN AL ORDEN COLONIAL EN EL SIGLO XX. BANDUNG.
El surgimiento de los movimientos de liberación (1905-1945).
La victoria japonesa sobre los rusos en la guerra de 1904-1905 fue un importante estímulo para los revolucionarios chinos y los movimientos de emancipación de la India e Indochina frente a los colonizadores británicos y franceses. Tras la I Guerra Mundial, que simbolizó el comienzo de la decadencia europea, ocurrieron la expansión de la democracia y los discursos del presidente Wilson favorables a la autodeterminación de los pueblos y el triunfo de los nacionalismos, al dislocarse los imperios ruso, austrohúngaro y otomano. Esto favoreció la toma de conciencia por parte de algunas élites indígenas educadas en las universidades europeas. Particularmente fuerte fue este proceso entre los árabes (panarabismo) y los indios (Gandhi).
Aunque el Pacto de la Sociedad de Naciones no se atrevió a recoger el principio del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, la propaganda comunista hizo circular entre los pueblos colonizados una consigna de emancipación, precisamente cuando los triunfos de la Revolución Rusa demostraban que las insurrecciones populares podían vencer.
El panafricanista Du Bois reunió en París (1919) el I Congreso “por el progreso de los pueblos oprimidos”. En la Conferencia de paz de Bierville (1926), los nacionalistas de Asia y África, con el apoyo de numerosas personalidades europeas, denunciaron el colonialismo como una causa permanente de guerra. Alemania, que había perdido sus colonias, y la URSS alentaron los movimientos de emancipación y favorecieron la celebración en Bruselas (1927) de un nuevo Congreso de los pueblos oprimidos, financiado por China y México, con apoyo de varios países iberoamericanos impacientes por sacudirse el dominio de EE UU, al final del cual se creó una Liga antiimperialista con participación de personalidades como Einstein, Landsbury, Romain Rolland, la señora Sun Yatsen (esposa del dirigente chino) o Nehru. Algunos dirigentes asociaron ya el nacionalismo con el socialismo.
La crisis de 1929 debilitó a las potencias occidentales y provocó el hundimiento de muchas economías coloniales basadas en la exportación de materias primas. La agresión de Italia a Etiopía (1935-1936) y el imperialismo japonés en China suscitaron una general repulsa, crearon un grave conflicto en la Sociedad de Naciones y demostraron el progreso de las ideas anticolonialistas en la opinión pública de Occidente.

El afroasiatismo y la Conferencia de Bandung (1955).
Después de la II Guerra Mundial, los Países No Alineados fueron los representantes del Tercer Mundo en una vía intermedia en la política internacional entre los dos bloques.
Al respecto hay un problema conceptual: )cómo llamamos al movimiento ideológico de descolonización en los países del Tercer Mundo? La propuesta más aceptable parece ser la de afroasiatismo (un término de origen anglosajón). El afroasiatismo se inició en la Conferencia internacional de la paz (Bierville, 1926) y en el Congreso de los pueblos oprimidos (Bruselas, 1927), pero su mejor momento fue cuando fue el movimiento de solidaridad que de 1949 a 1965 unió los antiguos países colonizados de África y de Asia, con el objetivo de definir una actitud común de estos respecto de sus antiguas metrópolis. A partir de 1965, una vez obtenida la independencia la mayoría, aparecen las disensiones, y el afroasiatismo se diluye en el bloque de los países no alineados.
En 1947 Nehru convocó la Conferencia de relaciones asiáticas, en Nueva Delhi, primera manifestación de solidaridad de los pueblos en busca de independencia, que sólo reunió a delegados asiáticos. En la segunda conferencia de Nueva Delhi (1949), comenzó la participación africana (Etiopía, Egipto). Se constituyó en la ONU un grupo arabeasiático, después llamado afroasiático, al principio de 12 miembros, que practicó una política anticolonialista y de no compromiso en la pugna Este-Oeste.
El grupo aumentó a 24 Estados, pero se dividió por las disputas en la OTASE (1954), la reunión de países asiáticos en Colombo (1954) para lograr una solución a la guerra de Indochina, y el Pacto de Bagdad (1955), por lo que se estimó que era necesario un impulso.


Conferencia de Bandung (1955).

Este fue la conferencia celebrada en Bandung (Indonesia, abril 1955), con 29 países, que marcó el apogeo del afroasiatismo pero también el inicio de su ocaso, dada la pro­fundidad de las diferencias ideológicas entre comunistas y no comunistas. Destacaron Nehru de la India, Nasser de Egipto, Tito de Yugoslavia y Sukarno de Indonesia. Se pretendió estimular a la independencia a todos los países sometidos a un régimen colonial. Se proclamaron dos principios:
- El colonialismo, en todas sus formas, es un azote que es preciso eliminar lo antes posible.
- La sumisión de los pueblos a una dominación o explotación extranjera constituye una negación de los derechos del hombre, es contraria a la Carta de la ONU y se convierte en un obstáculo para el desarrollo de la paz.
Bandung significó la irrupción en la Historia de los antiguos pueblos colonizados, un foro anticolonialista en el que se afirmó la doctrina de la coexistencia pacífica y de la neutralidad entre los dos grandes bloques.
La crisis del canal de Suez (1956) fue la mejor demostración del cambio de la situación mundial. La nacionalización del canal por Nasser provocó la intervención militar en Egipto de Gran Bretaña y Francia junto con Israel y chocó con la oposición de EE UU y la URSS, que expresaron su intención de acabar con los imperios coloniales clásicos y les forzaron a la retirada. Egipto retuvo el canal y Nasser se convirtió en líder del anticolonialismo, lo que junto a la guerra de Argelia tuvo un gran efecto sobre la descolonización africana.
La masiva independencia de las colonias europeas en África (1956-1964), desplazó el peso del grupo a este continente, donde se celebraron las nuevas conferencias en El Cairo (1957), Conakry (1960), Moshi (Tanzania, 1969) y Winneba (Ghana, 1965). La pugna de EE UU, las potencias europeas, URSS y China por ayudarles y dirigir su desarrollo provocaron disensiones, que estallaron en 1965 con el aplazamiento de la conferencia de Argel. La conferencia de La Habana (1966) intentó ampliar el grupo a América. El movimiento terminó confluyendo con el movimiento de países no alineados, surgido paralelamente en la conferencia de Belgrado (1961), y se subsumió en él por completo ya en la conferencia de Argel (1973).

LAS REIVINDICACIONES DE LOS PUEBLOS ASIÁTICOS.
India
El partido del Congreso reunió a hindúes y musulmanes bajo el liderazgo de Gandhi, Nehru y otros dirigentes. Sus métodos de continua presión pacífica debilitaron la resistencia británica, de modo que ya antes de la II Guerra Mundial la independencia pareció inevitable.

Indochina
El partido comunista, contando con el apoyo de la mayoría de la población campesina, lideró la resistencia a los franceses, que a su vez contaron con el apoyo de la minoría china y los católicos.

Indonesia
Las élites intelectuales, terratenientes y comerciales del archipiélago comenzaron en los años 30 su lucha independista contra Holanda y durante la ocupación japonesa se formó una administración autónoma que continuó su acción hasta el regreso de los holandeses en 1945 y el estallido de la guerra colonial.

LOS MOVIMIENTOS NACIONALISTAS AFRICANOS.
Hasta la II Guerra Mundial el África Negra evolucionó siguiendo caminos diferentes en función del medio natural y los recursos, la precariedad de los medios de comunicación, la es­casa densidad de población y la ínfima urbanización. Sólo algunas zonas recibieron poblamiento blanco (Sudáfrica, Rhodesia, Kenia, colonias portuguesas). En todas partes la masa campesina (hasta un 90% del total) sufrió el impacto de la penetración colonial. Sin embargo, la lenta urbanización de África y la formación de élites en la escuela llevaron a iniciar una conciencia de identidad africana, con el panafricanismo. La II Guerra Mundial provocó una disminución del prestigio y del poder blanco en el continente y se incrementó la propaganda panafricanista. En una primera fase la evolución fue pacífica, salvo las rebeliones en Madagascar (1947), Kenia (1952-1956) y Camerún (1955-1958).
El proceso de descolonización se inició en la Conferencia de Brazzaville (1944). En Senegal y Costa de Marfil los intelectuales y los funcionarios africanos de la Administración colonial comenzaron una moderada lucha, constituyendo asociaciones independistas o autonomistas, que fueron incrementando su apoyo social. En Kenia hubo duras luchas en 1952. En las colonias francesas se concedió el sufragio universal en 1956, como primer paso a la autonomía interna. El panafricanismo fue emergiendo, con la toma de conciencia de los grupos ilustrados, que demandaron la independencia de todas las colonias. El proceso se aceleró después de 1960, cuando numerosos países Africanos accedieron a la independencia. La Organización de la Unidad Africana (OUA) se creó en 1963 y presionó con éxito desde entonces para el desmantelamiento de los últimos vestigios coloniales.
Era una independencia lastrada por graves problemas políticos, administrativos, económicos y sociales. La división del continente en más de 50 Estados delimitados generalmente de modo arbitrario provocó futuros enfrentamientos.
Además, África se convirtió en campo de batalla entre los dos bloques, Este y Oeste, mediante la implantación de regímenes de inspiración marxista, intervenciones de Cuba en Etiopía y Angola, de Francia en la República Centroafricana y Chad, y de Bélgica en Zaire (Congo).
El colonialismo pervivió hasta los años 70 en las colonias portuguesas de Guinea, Angola y Mozambique, mientras que una forma neocolonialista subsistía con el régimen blanco de Rhodesia y el apartheid de Sudáfrica.
La conflictividad en el continente menguó con el desmoronamiento de la URSS y el final de la Guerra Fría, con un parcial retorno del multipartidismo en muchos países, pero al mismo tiempo con nuevas tensiones étnicas, como muestran las guerras civiles en la región de los Grandes Lagos y la cuenca del río Congo.

LA OPOSICIÓN DE LAS METRÓPOLIS A LA INDEPENDENCIA.
Las metrópolis se resistieron en el periodo de 1919-1939 a conceder la independencia total a sus colonias, pero sí estuvieron dispuestas a otorgarles una mayor autonomía siempre que se conservara el control militar y económico, y en el caso del Próximo Oriente incluso se devolvió la soberanía: Egipto, Jordania o Iraq accedieron a la independencia aunque todavía bajo la tutela británica.

3. EL DESARROLLO DEL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN.
ASIA.
El proceso de descolonización empezó en Asia después de 1945.
Gran Bretaña se vio obligada a abandonar sus grandes colonias: India y Pakistán (1947), en una partición muy dolorosa y cruenta por motivos étnico-religiosos; Birmania (1948), Sri Lanka (1948) y Malasia (1957), aquí después de una dura lucha con las guerrillas comunistas.
Holanda tras un largo proceso bélico tuvo que conceder la independencia a sus colonias de la Insulindia, bajo el nombre de Indonesia (1950), debido a la oposición de la ONU y el aislamiento internacional.
Los EE UU descolonizaron en 1949 las Filipinas, de modo pacífico.


Tropas francesas en Dien-Bien Fu reciben refuerzos de paracaidistas antes de la caída de la guarnición.

Francia se negó en un primer momento al proceso de independencia de las colonias de Indochina. La hubiera concedido pronto a los reinos de Camboya y Laos, que eran protectorados y tenían un valor económico escaso, pero no deseaba hacerlo a Vietnam, más interesante como colonia, lo que derivó en un conflicto largo y cruento entre el ejército colonial francés y las guerrillas comunistas y nacionalistas dirigidas por Ho Chi Minh y el general Giap, que triunfaron sobre los franceses en la batalla de Dien-Bien-Fu (1954), precipitando la independencia de cuatro países: Laos, Camboya y un Vietnam dividido en dos partes, comunista al Norte y capitalista al Sur, lo que fue el origen de una larga guerra neocolonial al defender EE UU la zona del sur, al igual que antes lo había hecho con Corea del Sur.

LOS PAÍSES ISLÁMICOS.
En el Próximo Oriente se produjo la independencia de todos los Estados que estaban bajo el control de Gran Bretaña como protectorados desde el final de la I Guerra Mundial o antes. Fue un proceso rápido y fácil, iniciado en los decenios de 1920 y 1930 en Egipto, Jordania e Iraq, y reanudado después de 1945 en los países costeros de Arabia hasta llegar a los Emiratos Árabes Unidos en 1971. La excepción fue la conflictiva independencia de Palestina, dividida entre judíos (Israel) y árabes palestinos.
Francia tuvo que actuar del mismo modo que Gran Bretaña en sus protectorados el Próximo Oriente, concediendo la independencia a Siria y Líbano. Los países del Magreb estaban controlados por Francia, que aceptó la independencia de Marruecos y Túnez (1956), pero era muy distinto el caso de Argelia, que no era un protectorado sino una colonia de poblamiento, con la presencia de dos millones de colonos franceses y la idea extendida entre estos y en la misma metrópoli de que Argelia formaba parte de Francia (a semejanza de Canarias para España). Esto provocó una larga (1954-1962) y cruel guerra colonial hasta que De Gaulle concedió la independencia en los acuerdos de Evian (VII-1962), tras la cual salieron del país los colonos franceses.

ÁFRICA NEGRA.


Mapa de la descolonización de África.

Los países africanos se independizaron a partir de 1945, comenzando por las colonias de la vencida Italia. Primero en 1945 con Etiopía y pronto siguieron las de Libia (1950) y Somalia (1960), esta sumando los territorios italiano y británico.
Gran Bretaña integró en los años 1955-1964 la mayoría de sus colonias de modo voluntario en la Commonwealth, dándoles una independencia progresiva y en general poco conflictiva. El primer país fue Costa de Oro (Ghana), cuyo presidente, Nkrumah, se convirtió en el primer líder famoso de la independencia africana. Su ejemplo favoreció las siguientes independencias. Nigeria fue un ejemplo desafortunado de unión impuesta de múltiples etnias lo que explica los conflictos civiles posteriores. Los peores problemas ocurrieron en Rhodesia y Sudáfrica, debido a la resistencia de la minoría de colonos blancos a ceder el poder a las mayorías negras, por lo que implantaron regímenes racistas y policíacos a pesar de las condenas de la ONU.
Francia concedió la independencia a sus países africanos hacia 1960, integrándolos en la Comunidad francesa, una asociación comercial y militar que le permitió mantener un status postcolonial dominante, aunque con graves problemas de inestabilidad interna. Solo la Somalia francesa (Yibuti) se independizó mucho más tarde.
Bélgica concedió la independencia al Congo (Zaire) en 1960, que entró pronto en una terrible guerra civil, prueba de los problemas de la descolonización conjunta de pueblos poco integrados entre sí dentro de unas fronteras impuestas.
España concedió la independencia a Guinea Ecuatorial en 1968, y reintegró Ifni (1968) y más tarde el Sahara Ocidental (1975) a Marruecos, la última de un modo irregular, desoyendo las peticiones nacionalistas de los saharauís, lo que originó una larga guerra en el desierto. España todavía conserva dos plazas de soberanía, Ceuta y Melilla, reivindicadas por Marruecos.
Portugal mantuvo más tiempo sus colonias, sufriendo una lucha de guerrillas hasta la revolución de 1975, cuando les dio la independencia a Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y los países isleños de Cabo Verde, y de Santo Tomé y Príncipe.

AMÉRICA.
Los EE UU ya en 1940 habían convertido a Puerto Rico en “Estado libre asociado”. El movimiento independista ha perdido los referéndums sobre la soberanía y parece probable que la mayoría vote en el futuro la incorporación a los EE UU por lo que no cabe hablar de una situación colonial strictu sensu.


Mapa del Caribe con las colonias actuales.

Gran Bretaña intentó que las islas del Caribe se independizaran a través de una Federación de las Islas Occidentales, pero fracasó y cada una de las grandes islas o de los ar­chipiélagos se independizó por su cuenta a lo largo de los años 70 y 80. En el continente concedió la independencia a la Guayana y a Belice. Conserva todavía las islas Bermudas en el Norte y las Malvinas en el Sur, y por las últimas ha mantenido el último conflicto colonial, en 1982, con Argentina, que había ocupado las islas por la fuerza.
Holanda ha concedido la independencia a Guyana y ha mantenido su dominio sobre las islas de Aruba, Curaçao y Bonaire, pero con el consenso de la población, que no desea la independencia por motivos culturales y para protegerse de la vecindad de Venezuela.
Francia ha concedido la autonomía a las islas de Martinica y Guadalupe, que nunca han pretendido la independencia puesto que forman parte cultural y jurídicamente de Francia y obtienen grandes ventajas de su asociación comercial a la UE.

OCEANÍA.


Mapa político de las islas del Pacífico.

EE UU, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y, en menor grado, Francia, han concedido la independencia a casi todas sus colonias. El proceso se ha prolongado mucho más que en los otros continentes debido a que han faltado movimientos independentistas, la pequeña dimensión de los nuevos Estados y su debilidad demográfica, económica y militar. La mayor parte de los procesos han sido muy tranquilos, de mutuo consenso y las antiguas potencias conservan grandes lazos con sus ex-colonias.
Francia, como caso excepcional, conserva las islas de Tahití, Marquesas (donde ha hecho sus experimentos atómicos), Tuamutu y Nueva Caledonia (donde hay un movimiento independentista creciente pero aun muy débil).

4. LOS PROBLEMAS DEL TERCER MUNDO.
LAS CONSECUENCIAS DE LA DESCOLONIZACIÓN. NEOCOLONIALISMO.
Los países del Tercer Mundo han alcanzado la independencia pero en muchos casos no han logrado superar todavía las consecuencias del colonialismo, heredando malas condiciones políticas, económicas, sociales y culturales, porque las potencias europeas destruyeron los sistemas sociales y políticos del continente salvo en contados países. El historiador Robert Heillbroner ha escrito: “la penetración económica llegó sin nada de la preparación histórica que acompañó su desarrollo en Europa. El imperialismo impuso a sus colonias el viraje radical hacia el capitalismo”, “nunca vio a los nativos como a iguales y los trató siempre como a inferiores”, creando una situación de graves desequilibrios sociales entre la minoría dirigente y las masas populares, y una aculturación generalizada, con profundos cambios en la forma de vida y costumbres, más la pérdida del idioma propio en beneficio del de la antigua metrópoli.
África, el último continente en acceder a la descolonización, es el que más sufrido la situación del neocolonialismo. Guerras civiles y étnicas, miseria y corrupción desgarran el continente. Desde 1955 África ha sufrido 35 grandes conflictos, con decenas de millones de muertos y refugiados. En los años 90 había conflictos civiles en Etiopía, Angola, Mozambique, Liberia, Somalia y Chad, Uganda, Mali, Mauritania, Senegal, Sahara Occidental, Sudán, Burundi y Ruanda, Sudáfrica (aquí terminó en 1994 con el fin del apartheid y la llegada al poder de Mandela). En 2012 perduran conflictos en Malí, Senegal, Congo, Uganda, Somalia, Sudán y Sudán del Sur (separado en 2011 del Norte musulmán).

LA DIMENSIÓN POLÍTICA DEL TERCER MUNDO.
El Tercer Mundo ha aumentado en el siglo XXI su independencia política del Primer Mundo, las antiguas metrópolis, tras unos decenios en que parecía incapaz de desligarse. Aunque la democracia se ha asentado en muchos países, todavía hay demasiados lastrados por el autoritarismo y la dictadura, el nepotismo y la corrupción. El neocolonialismo subsiste como un dominio más económico que militar. Las fronteras siguen definidas según criterios occidentales, ignorando las fronteras históricas y étnicas, lo que ha enquistado los problemas porque cambiarlas supone guerras, tras las que se han logrado cambios en los casos de Etiopía-Eritrea y Sudán-Sudán del Sur. Un dato clave de las graves dificultades es que en África, con 54 Estados y más de 700 millones de habitantes, hay unas mil etnias.

LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS DEL TERCER MUNDO.
El subdesarrollo es el principal problema, agravado por el excesivo crecimiento demográfico y el alto desempleo. La agricultura no satisface las necesidades alimentarias. Las ciudades-capitales crecen vertiginosamente, con terribles problemas de servicios. El creci­miento de los países emergentes del Sudeste de Asia y el moderado desarrollo de Latinoamérica contrastan con el estancamiento histórico de África, pues la suma de todo el continente tiene un PIB inferior al de España; no obstante, a principios del siglo XXI los datos apuntan a un crecimiento africano más sostenido.
El neocolonialismo subsiste como un dominio industrial y minero, comercial y finan­ciero.
Para remediarlo hay que incrementar la solidaridad, por ejemplo con la campaña de dar el 0,7% del PIB para la ayuda al Tercer Mundo, y mejorar la educación, que es al final la mejor solución a los problemas laborales y demográficos.

BIBLIOGRAFÍA.
Internet.

Documentales / Vídeos.


Definición de descolonización y causas. 6:17. [https://www.youtube.com/watch?v=_-CFC3rPww8]


Consecuencias de la descolonización 4:58. [https://www.youtube.com/watch?v=OFFHLpct5nE]


La descolonización de África y Asia12:03. [https://www.youtube.com/watch?v=E8lN3zR1wm0]

Exposiciones.


*<After year zero>. Berlín. Haus der Kulturen der Welt (19 septiembre-24 noviembre 2013). Sobre la independencia de los países africanos, desde la perspectiva de los propios africanos. Obras de artistas y cineastas, como la egipcia Jihan El Tahri.

Libros.
Amin, Samir. El desarrollo desigual. Ensayo sobre las formaciones sociales del capitalismo perférico. Fontanella. Barcelona. 1974. 427 pp.
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Bairoch, Paul. El Tercer Mundo en la encrucijada. Alianza. Madrid. 1973. 342 pp.
Calchi Novati, Giampaolo. La revolución del África Negra. Bruguera. Barcelona. 1970. 217 pp.
Chesneaux, Jean. Asia oriental en los siglos XIX y XX. Nueva Clío 45. Labor. Barcelona. 1976. 323 pp.
Coquery-Vidrovitch, Catherine; Moniot, Henri. África negra de 1800 a nuestros días. Nueva Clío 46. Labor. Barcelona. 1985. 416 pp.
Emmanuel, Arguiri. El intercambio desigual. Siglo XXI. Madrid. 1973. 249 pp.
Gunder Frank, Andre. La crisis mundial. El Tercer Mundo. Bruguera. Barcelona. 1980. 476 pp.
Heffer, Jean; Launay, Michel. Akal. Barcelona. 1992. 302 pp. La Guerra Fría. Cap. 14. La descolonización (156 y ss.).
Jalée, Pierre. El imperialismo en 1970. Siglo XXI. Madrid. 1971. 283 pp.
Ki-Zerbo, J. Historia del África Negra. Alianza. Madrid. 1980 (1972). 2 vols. 1.099 pp.
Madridejos, Mateo. Colonialismo y neocolonialismo. Salvat. Col. ‘T.C.’ nº 63. Barcelona. 1975. 142 pp.
Manero, Fernando. Subdesarrollo y países subdesarrollados. Salvat. Col. ‘T.C.’ nº 91. Barcelona. 1987. 142 pp.
Martínez Carreras, José U. Historia de la descolonización 1919-1986. Las independencias de Asia y África. Istmo. Madrid. 1987. 15 más 426 pp.
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Miège, Jean Louis. Expansión europea y descolonización de 1870 a nuestros días. Nueva Clío 28. Labor. Barcelona. 1975. 364 pp.
Morán, Fernando. Revolución y tradición en África Negra. Alianza. Madrid. 1971. 220 pp.
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Smith, Tony. Los modelos de imperialismo. Estados Unidos, Gran Bretaña y el mundo tardíamente in­dustrializado desde 1815. FCE. México. 1984 (1981 inglés). 283 pp.
Sylos Labini, Paolo. Subdesarrollo y economía contemporánea. Crítica-Grijalbo. Barcelona. 1984. 531 pp.
Tamames, Ramón. Un nuevo orden mundial. Espasa-Calpe. Madrid. 1991. 316 pp.
Von Grunebaun, G. E. El Islam. Vol. 2. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días. Siglo XXI. Madrid. 1971. 463 pp.
Worsley, Peter. El Tercer Mundo. Una nueva fuerza vital en los asuntos internacionales. Siglo XXI. Madrid. 1980. 389 pp.

PROGRAMACIÓN.
LA DESCOLONIZACIÓN DE ASIA Y ÁFRICA: LOS PROBLEMAS DEL TER­CER MUNDO.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
Bachillerato, 1r curso. Historia del mundo contemporáneo. Apartado 4. El mundo desde 1945. Los procesos de descolonización en Asia y África: los casos de India y Argelia. Los nuevos Estados afroasiáticos en la política internacional. La situación de Iberoamérica: sus rela­ciones con EE UU.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Relación con los temas de la Educación para la Paz, de Educación Moral y Cívica y Educación Ambiental.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Documental. Diálogo. Exposición del profesor.
2ª Exposición del profesor. Diálogo con cuestiones.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas y comentarios de textos.
4ª Comentarios de textos; debate y síntesis.
OBJETIVOS.
Conocer las corrientes de pensamiento favorables y contrarias a la descolonización.
Comparar los procesos de descolonización pacíficos y violentos.
Resumir el proceso histórico de la descolonización.
Comprender la relación entre colonialismo, neocolonialismo y subdesarrollo del Tercer Mundo.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
1. Factores favorables a la descolonización. La lucha contra el fascismo (racismo, opresión). Posiciones anticolonialistas de la URSS y EE UU. La ONU, tribuna contra el colonialismo. Actitud de las Iglesias.
2. Desarrollo de los movimientos nacionalistas. Oposición al orden colonial en el siglo XX. Bandung. Reivindicaciones de los pueblos asiáticos. Movimientos nacionalistas Africanos. Oposición de las metrópolis a la independencia.
3. Desarrollo del proceso de descolonización. Asia. Países islámicos. África Negra. América. Oceanía.
4. Problemas del Tercer Mundo. Consecuencias de la descolonización. Neocolonialismo. Dimensión política del Tercer Mundo. Problemas económicos del Tercer Mundo.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información: realización de esquemas y mapas del tema.
Explicación multicausal de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y curiosidad científica.
Tolerancia y solidaridad.
Interés por otras culturas.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa.
MOTIVACIÓN.
Documental sobre la descolonización de la India, con diálogo que sirva de evaluación previa.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realización de una línea de tiempo sobre el proceso de descolonización.
Realización de un mapa mundial sobre el proceso.
Realización de esquemas sobre los apartados.
Comentarios de textos sobre el pensamiento de Gandhi, la partición de la India, la Conferencia de Bandung, la independencia de Guinea Ecuatorial...
C) INDIVIDUALES.
Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las actividades grupales.
Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Presentación digital y mapas.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos para comentarios.
Cuadernos de apuntes, esquemas...
Documental.
EVALUACIÓN.
Evaluación continua.
Examen incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de recuperación, junto a las otras UD.