CS 1 UD 08. GEOGRAFÍA FÍSICA DE LAS ISLAS BALEARES.
Introducción.
1. El relieve.
2. El agua.
3. El clima.
4. La vegetación.
5. La fauna.
6. El medio ambiente.
Introducción.
Las Islas Baleares son una comunidad autónoma de España, con capital en Palma de Mallorca (oficialmente Palma). Es un archipiélago de 5.014 kilómetros cuadrados, situado cerca de la costa oriental de la península Ibérica, entre 40º5'48 '' y 38º40'30 '' de latitud N y entre 1º22'47 '' y 4º29 'de longitud E, formado por las islas de Mallorca (con Cabrera desde Conejera, Dragonera, na Redona, Plana y Foradada), Menorca (con Colom y del Aire) y las Pitiusas (Ibiza, Formentera, Tagomago, Santa Eulalia, sa Conillera, s 'Espardell, Espalmador, es Vedrà, es Bosc, Bledes y ses Margalides).
El relieve.
El archipiélago balear descansa sobre un zócalo submarino separado de las
costas catalanas peninsulares por un canal de más de 1.000 m de profundidad. En
conjunto forma una masa compacta que se eleva desde las profundidades, al este
de Menorca, y se prolonga hasta alcanzar la zona litoral valenciana meridional
a través de una amplia plataforma costera, la profundidad de la que no rebasa
los 500 m.
Las islas tienen su origen en el geosinclinal profundo donde se
depositaron los materiales del Secundario y del Terciario, el cual dio también
origen a las cordilleras béticas. Las Baleares emergieron en el plegamiento
alpino estireno, entre la sedimentación burdigaliana, plegada, y la
vindoboniana, transgresiva horizontal.
En Menorca la sedimentación burdigaliana aparece horizontal, lo que hace
suponer que la emersión de esta isla es anterior a la de las otras, pues es la
única en la que afloran sedimentos paleozoicos, tanto marinos como
continentales. Esto demuestra que esta porción del macizo sardocatalà quedó
emergida durante una parte de la era primaria.
Los materiales paleozoicos carecen casi por completo a las otras islas,
la historia geológica de las que se inició a comienzos de la era secundaria,
momento en el que se depositó por encima de los materiales rojos de la base del
Triásico la potente serie caliza del Triásico medio, que quedó cubierta por un
mar suma durante el fin de este período, y volvió a emerger, aunque por poco
tiempo, al empezar el Lies. Después las aguas la volvieron a cubrir
depositándose las potentes series del Lies superior y en algunos puntos las del
Jurásico y del Cretácico, momento en el que se llegó a la máxima profundidad de
este mar, lo que dio lugar a la formación de rocas radiolarítiques.
El inicio de la era terciaria es marcado por frecuentes movimientos
transgresivos y regresivos, que hicieron sedimentar, junto con las facies
marinas, las facies lignitíferes continentales, los cuales materiales en el
Burdigala superior quedaron violentamente replegados por la orogénesis alpina,
por cuanto el esqueleto del archipiélago actual cae dentro del arco tectónico
de esta orogénesis. A partir de ese momento sólo fueron pequeños movimientos de
hundimiento o de levantamiento que afectaron el conjunto de las islas, gracias
a los cuales se depositaron, en el área deprimida entre las cordilleras norte y
sur de Mallorca y también en las pequeñas Pitiusas (Ibiza y Formentera), los
depósitos horizontales del Mioceno, y, de una manera marginal, los cuaternarios
correspondientes a los máximos niveles glacioeustàtics.
Fue a finales del Terciario y principios del Cuaternario cuando la
fragmentación de la Tirrènida aisló e individualizar cada una de las islas.
Mallorca tiene una sorprendente variedad del paisaje en relación con su
reducida superficie, contrastando con la simplicidad que presentan las otras
islas.
Se diferencian las comarcas montañosas de Tramuntana al oeste y las sierras de Llevant al este, con la comarca del Pla entre ellas, aunque surgen en la llanura algunos afloramientos rocosos como el macizo de Randa.
Menorca es la más oriental de las islas, y su forma es compacta, de
contornos bienes definidos. Una línea casi recta, que va desde el puerto de Maó
hasta el NE del término de Ciutadella, separa dos zonas geológicas diferentes. Al norte la comarca de la Tramuntana, de roca silícea de la Era Primaria, que cuenta con pequeñas colinas viejas, rebajadas y redondeadas por la erosión, y al sur la comarca de Migjorn, de roca calcárea de la era Terciaria, con la cumbre más elevada de la isla, el Monte del Toro (350 metros), una zona cortada por torrentes que tienen sedimentos arcillosos.
La morfología de Ibiza y de Formentera es parecida a la de Mallorca,
aunque en proporciones menores. Emergidas durante el mismo plegamiento
estireno, ambas islas tienen tres series tectónicas orientadas análogamente a
las de la sierra de Levante de Mallorca, que se suceden de norte a este, y sus
pliegues son dispuestos longitudinalmente.
Destacan en Eivissa las montañas de Es Amunts al norte y las sierras de Portmany al sur.
En Formentera tenemos dos pequeñas cumbres, al oeste el cabo de Barberia, y al este La Mola (197 metros), unidas per una llanura formada per una flecha litoral de arena.
El clima.
Salvo en la escasa alta montaña de Mallorca, las Islas Baleares tienen un
clima mediterráneo litoral casi puro, la continentalidad del que aumenta
ligeramente de norte a sur. También aumentan la oscilación térmica y las
temperaturas máximas; todo ello denota un aumento de la continentalidad bajo la
influencia del desierto africano.
El clima de Baleares es templado y regular, y sólo es modificado, de una
manera anormal e inconstante, por agentes exteriores, como las invasiones de
aire polar o la presencia del siroco procedente de Italia y de Túnez, que a
veces lleva un polvillo roja del norte de África y ocasiona altas temperaturas
y sequedad.
La humedad relativa es, debido a la insularidad, casi constante y elevada
(66,9% en Mallorca), con una oscilación diurna exagerada, principalmente en
verano, que se dan mínimas del 25%, cuando sopla el siroco.
Las lluvias tienen una oscilación anual simple, con un máximo en otoño y
un mínimo en verano. La sequía estival (en julio, 8,6 mm), que constituye un
detalle característico, va seguido de un otoño torrencial con los máximos
mensuales (66,9 mm en septiembre y en octubre). En invierno las lluvias
adquieren un carácter continuado y tranquilo, y en primavera se convierten en
chubascos tormentosas que duran hasta mayo. De octubre a marzo caen más de las
tres quintas partes de la precipitación anual, la cual es de unos 550 mm y
disminuye de norte a sur (Menorca, 592,0 mm, y Ibiza, 332,8 mm). Mallorca tiene
un promedio anual de 481,6 mm. Su región montañosa, con precipitaciones de
hasta 1.200 mm, contrasta con las zonas áridas y secas del sur de la isla,
donde las precipitaciones son inferiores a 400 mm.
Las nevadas son muy escasas en Baleares, aunque cada año las montañas de
Mallorca tienen las cumbres nevadas durante unos pocos días y sin apenas continuidad.
Los vientos influyen notablemente en el clima isleño.
En otoño y en primavera dominan los vientos del N (tramontana) y del SW
(suroeste).
El viento del N se mantiene más de
150 días al año azotando las islas de Menorca y de Formentera, planas y sin las
defensas que tienen Mallorca y Ibiza. El viento del SW es caliente y suele
llevar lluvias y granizada.
En verano aparece el siroco (SE), que tras recorrer Túnez y el sur de
Italia llega a las Islas seco y agobiante, con efectos perniciosos sobre la
agricultura.
De mayo a septiembre se establece un régimen de brisas en que las
corrientes centrípetos penetran profundamente hasta el centro geográfico de
Mallorca y forman cúmulos sin llegar a dar ninguna precipitación.
Varietades del clima de Baleares.
Se puede clasificar el clima mediterráneo de las Baleares en cuatro variantes, que cambian de norte a sur con un descenso de las precipitaciones, excepto en las zonas montañosas que reciben las lluvias orográficas. Las temperaturas son más bajas en las zonas montañosas por el efecto de la altitud y más suaves cerca del mar, por el efecto moderador del agua, tanto del calor como del frío.
1) Mediterráneo húmedo, en la sierra de Tramuntana de Mallorca. Es una zona de relieve alto donde se dan las máximas precipitaciones y las temperaturas son las más bajas a mayor altitud. Buenos ejemplos son Sóller y sobre todo Lluc.
Climograma de Lluc, en Mallorca.
2) Mediterráneo subhúmedo, en el centro de Mallorca y en la isla de Menorca. Son zonas más planas, que reciben menos precipitaciones por el efecto Föhn (la Tramuntana para la llegada de lluvias) y con temperaturas suaves si les zonas son próximas al mar. Unos ejemplos serían Inca, Manacor o Alcúdia en Mallorca, y Ciutadella o Maó en Menorca.
Climograma del aeropuerto de Maó.
3) Mediterráneo semiàrido, en el sur de Mallorca. Tiene pocas precipitaciones y las temperaturas son elevadas. Unos buenos ejemplos son Palma, Calvià, Andratx o Llucmajor.
3) Mediterráneo semiárido extremo, en Eivissa y Formentera. Las precipitaciones son muy bajas, casi como las del subclima mediterráneo estepario, y las temperaturas son las más elevadas del archipiélago.
Climograma de Eivissa.
El agua.
Ningún curso de agua se mantiene constante en Baleares, debido a la
escasa dimensión de las islas, el relieve, la naturaleza calcárea del suelo y
las condiciones de escasa pluviosidad. Por ello, el carácter torrencial es el
principal rasgo de su red hidrográfica, compuesta por lechos secos de torrentes
que sólo son inundados por caudales momentáneos o de poca duración debido a las
lluvias torrenciales, que se prolongan cuando reciben aportaciones de los
manantiales, como ocurre con los torrentes de la región de Sóller y de Lucas,
en Mallorca. Menorca e Ibiza tienen cuencas mucho más reducidas y condiciones
hidrológicas todavía más secas, excepción hecha del pequeño torrente que se
dice río de Santa Eulària, en Ibiza, que solo se seca en breves periodos
gracias a los manantiales que lo alimentan.
A la embocadura de algunos torrentes, y situadas en zonas bajas y llanas,
hay lagunas o albuferas. La principal es la de Alcúdia, Muro y sa Pobla,
seguida de la del prado de San Jorge y de la de salobrar de Campos, las tres en
Mallorca. En Menorca hay s'Albufera des Grau.
El agua escasea en las Islas: su estructura cárstica hace que el suelo
absorba inmediatamente el agua de lluvia y cree capas freáticas, que son
aprovechadas en las zonas poco profundas mediante pozos. Hay pocas fuentes
naturales: su emplazamiento produce una fertilidad desacostumbrada de las
tierras. Predominan al pie de la sierra de Tramuntana, en Mallorca, donde se
extienden las mejores huertas (Sóller, Banyalbufar, Pollença).
La vegetación.
La flora de Baleares es típicamente mediterránea. Se puede diferenciar fácilmente, sin embargo, la de Mallorca y Menorca, de afinidades tirrénicas, de la de Ibiza y Formentera, fundamentalmente ibérica.
Los factores principales que condicionan la flora balear son la insularidad, los veranos muy secos, las clases de suelos (silíceo, calcáreo, arcilloso o arenoso) y la influencia humana por las actividades agrícolas y ganaderas, además de las urbanas y turísticas.
Los dominios vegetales más frecuentes son el pinar,e l encinar y las garrigas marinas.
Pi carrasco.
En condiciones climáticas normales, unas grandes extensiones de encinar ocuparían las zonas más lluviosas de Mallorca y de Menorca, mientras que las menos lluviosas serían ocupadas sobre todo por bosques o màquies de acebuche (Olea europaea variedad silvestris) y lentisco (Pistacia lentiscus) o de algarrobo (Ceratonia siliqua) y olivilla (Cneorum tricoccon); en Ibiza y Formentera la clímax fuera una maquia de carrasca o coscoja (Quercus coccifera) y lentisco. Los caducifolios fueron, y de hecho son, prácticamente inexistentes.
La degradación de las maquias y los bosques climácicos, muy intensa, ha llevado a la instalación de malezas y matorrales, a menudo asociadas a extensas arboledas de pino carrasco (Pinus halepensis). Las calizas de las cimas de las montañas mallorquinas y los roquedales litorales de las costas ventosas de Mallorca y de Menorca presentan una vegetación típica en cojinetes espinosos (socarrells), rica en especies endémicas. Al borde del mar son corrientes las sabinas (Juniperus phoenicia variedad lycia). En general, es constatable una tendencia de la flora balear a diferenciarse en variedades particulares como consecuencia de la insularidad. produciendo endemismos vegetales, tan adaptados a las condiciones locales que no pueden sobrevivir fuera de su medio.
La fauna.
La fauna no es muy rica. La agricultura, con su avanzada continua sobre el bosque, la ha ido empobreciendo.
Aparte el erizo (Erinaceus algirus), de origen africano, el resto de los mamíferos son especies europeas: la musaraña (Crocidura balerarica), la gineta (Genetta genetta) y el lirón (Eliomys quercinus), los bosques y los matorrales, y la comadreja o comadreja (Mustela nivalis), varios múridos, el conejo (Oryctolagus cuniculus), la liebre (Lepus granatensis) y varias especies de murciélago en las zonas abiertas. Es notable la ausencia de la ardilla, corriendo el resto de los países mediterráneos.
Los reptiles no son muy abundantes, salvo las lagartijas, corrientes en todas las islas; la fauna de agua dulce es pobre y se reduce a algunas especies de ranas, alguna tortuga y anguilas.
Se ha observado, de otro modo, unas trescientas especies de aves, principalmente europeomediterrànies, con una reducida representación africana. Entre las formas sedentarias son notables el gorrión o tejado (Passer domesticus), el cuervo (Corvus corax), la abubilla (Upupa epops), la perdiz (Alectoris rufa), el mirlo o mèrlera (Turdus merula), el halcón (Falco peregrinus ), el buitre negro (Aegypius monachus) y la lechuza (Tyto alba).
Abundan las especies migratorias, las cuales se presentan en dos ciclos, uno de veraniego y otro de invernal. Este último abarca unas 130 especies, entre las que destacan el estornino (Sturnus vulgaris), el abejaruco (Merops apiaster) y varios tordos (Turdus). El ciclo veraniego, que comprende una docena de especies, comienza tumbado en marzo con la aparición de algunos apòdids (Apus) y de las golondrinas o golondrinas (Hirundo rustica), seguidas, a mediados de abril, por las alondras (Alauda arvensis ) y las codornices o codornices (Coturnix coturnix).
El medio ambiente.
La causa principal de los problemas medioambientales en las islas Baleares es el gran aumento de la población en los últimos decenios, tanto de residentes permanentes como de turistas, lo que ha producido una sobreexplotación de los recursos naturales como el suelo y el agua, así como la producción de aguas residuales y basura, así como una mayor contaminación del aire y acústica, además de una excesiva presión sobre los servicios de transporte y otros durante el verano. Por ejemplo, la transformación de terrenos agrícolas o boscosos en urbanos ha afectado a la vegetación y ha disminuido la capacidad del subsuelo para almacenar agua; y la enorme producción de aguas sucias y basuras por los núcleos urbanos y turísticos exige su reciclaje con un alto coste.
FUENTES.