El caso del asesinato del periodista Khashoggi (2018).
El asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, crítico con el régimen wahabita, asesinado el 2 de octubre de 2018, en el consulado saudí en Estambul, tiene graves implicaciones en Arabia Saudí porque desmonta la pretensión de su monarquía absoluta de que ha emprendido un camino prudente de reformas modernizadoras y pone en cuestión sus alianzas internacionales, especialmente con Estados Unidos, al mostrar su rostro más cruel.
El editorial Periodista desaparecido [“El País” (12-X-2018)] resumía el caso de Khashoggi, y exigía que Arabia Saudí diera explicaciones sobre su paradero, cuando ya se sospechaba que había sido asesinado:
‹‹El periodista saudí Jamal Khashoggi entró en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul a las 13.14 del pasado 2 de octubre para recoger unos papeles que le permitiesen contraer matrimonio. Su futura esposa, Hatice Cengiz, de nacionalidad turca, se quedó en la puerta, con los dos móviles de este periodista crítico con el régimen saudí, exiliado en Estados Unidos y colaborador de diferentes medios internacionales como “The Washington Pots”. Nunca más se han vuelto a tener noticias suyas y no existe ninguna evidencia de que llegase a abandonar el recinto diplomático: su novia esperó hasta la madrugada, incluso después de haber dado la voz de alarma a dos números que le dejó por si pasaba algo. Las cámaras de seguridad de la zona confirman que no llegó a salir. No solo Arabia Saudí tiene la obligación de explicar qué ha ocurrido con Jamal Khashoggi, sino que los países aliados del reino, entre ellos España, tienen la obligación de exigir a Riad que se explique y, en caso de que Khashoggi siga vivo, le libere.
Khashoggi, que cumplirá mañana 60 años, es un periodista muy conocido y respetado, cuyas críticas al régimen saudí, sobre todo a las presuntas reformas emprendidas por el nuevo hombre fuerte del país, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, le obligaron a instalarse en Washington hace un año. El periodista era consciente de que los tentáculos del régimen autocrático podían llegar al extranjero y sabía que la cita en el consulado podía ser una trampa. Las autoridades turcas están convencidas de que Khashoggi fue asesinado por un grupo de agentes saudíes enviados a Estambul para eliminarlo, aunque no se han pronunciado de forma oficial ni han presentado pruebas del crimen. Sí las hay, en cambio, de la presencia en Turquía de los agentes saudíes en el momento en que desapareció Khashoggi.
Bin Salmán ha mostrado de sobra que es capaz de combinar algunas reformas, como permitir conducir a las mujeres o la apertura de una sala de cine en un país donde no existían, con oleadas tremendas de represión, como la detención en Riad de cientos de personas, incluyendo príncipes de muy alto nivel, hace ahora un año. También ha demostrado que no tolera las críticas —provocó una crisis diplomática con Canadá por un tuit sobre la detención de una activista— y que no duda en actuar contra disidentes fuera de sus fronteras —secuestró en Emiratos Árabes Unidos a una defensora saudí de los derechos de la mujer y luego la encarceló—. Pero la desaparición de Khashoggi significaría cruzar una línea roja ante la que Occidente no puede mirar hacia otro lado, como ha hecho tantas veces ante los excesos del régimen saudí.››
Finalmente, el 19 de octubre, el régimen saudí se vio obligado por la presión internacional a reconocer el asesinato y detener a 18 implicados, para tapar la responsabilidad de sus máximos dirigentes.
El editorial Farsa en Arabia Saudí [“El País” (27-XII-2019) https://elpais.com/elpais/2019/12/26/opinion/1577366061_972615.html] denuncia la falta de probidad en la resolución judicial del crimen:
‹‹El juicio por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi celebrado en Arabia Saudí, que se ha saldado esta semana con cinco condenas a muerte, tres penas de prisión y tres absoluciones, resulta una farsa que no cumple las mínimas garantías legales. Si llegan a ejecutarse las penas de muerte —no hay que olvidar, además, que en Arabia Saudí normalmente las ejecuciones son públicas y por decapitación— habrá que sumar cinco asesinatos más al del periodista saudí, que el 2 de octubre de 2018 entró en el consulado de su país en Estambul para realizar una gestión y nunca salió. Fue asfixiado y despedazado.
Durante las primeras semanas tras el crimen, Arabia Saudí intentó ocultar lo ocurrido con burdas mentiras. Este juicio, celebrado en secreto, sin que se conozcan las pruebas presentadas ni los nombres de los condenados, forma parte de la misma operación de encubrimiento para tratar de exculpar a la cúpula del poder y, sobre todo, al príncipe heredero y gobernante de facto, Mohamed Bin Salmán. Pero en vez de disipar las sospechas, lo único que ha logrado la sentencia es aumentarlas.
Las diferentes reconstrucciones del crimen, que fue grabado por los servicios secretos turcos, incluyen un minucioso trabajo de la investigadora especial para ejecuciones extrajudiciales de la ONU, Agnès Callamard, varias investigaciones periodísticas, así como de la CIA. Todas coinciden en los hechos básicos: Arabia Saudí envió un equipo especial de asesinos a Estambul para cometer el crimen y deshacerse del cadáver, dirigido por uno de los hombres de mayor confianza del heredero, Saud al Qahtani, que no solo ha quedado exonerado sino que ni siquiera ha sido juzgado.
Los servicios secretos turcos y estadounidenses, el informe de Naciones Unidas y hasta el Senado de EE UU, pese a tener mayoría del Partido Republicano, tradicional aliado del régimen saudí, coinciden en señalar que es imposible que una operación de esta magnitud se pudiese llevar a cabo sin el conocimiento o la autorización del príncipe heredero. Mohamed Bin Salmán, además, se ha mostrado implacable con cualquier oposición interna y externa, por muy moderada que sea, pese a haber emprendido una campaña de reformas que, entre otras cosas, ha permitido conducir a las mujeres.
El veredicto conocido el lunes señala de nuevo en la dirección del príncipe heredero, porque Arabia Saudí es una monarquía absoluta en la que no existe la separación de poderes y resulta difícil pensar que haya permanecido ajeno a este proceso, destinado sobre todo a blanquear su imagen internacional, que ha sufrido un claro deterioro desde el asesinato de Khashoggi. Este veredicto no ha hecho más que empeorar las cosas.››
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