LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918).
Índice.
INTRODUCCIÓN Y RESUMEN.
El inicio del siglo XX.
La I Guerra Mundial.
El periodo de entreguerras.
1. PRIMERA GUERRA
MUNDIAL.
1.1. CAUSAS DE LA GUERRA.
Las causas
remotas.
Las causas próximas.
1.2. ESTALLIDO DE LA GUERRA.
El atentado de
Sarajevo.
La declaración de
guerra.
1.3. ESTADOS
CONTENDIENTES Y ESTADOS NEUTRALES.
Las Potencias
Centrales.
Los aliados de la Entente.
Los Estados
neutrales, Japón y EE UU.
1.4. DESARROLLO DE
LAS OPERACIONES.
La guerra de
movimientos.
La guerra de trincheras.
Las grandes
batallas de desgaste.
Las ofensivas del
frente oriental.
Problemas
sociales y económicos de la guerra.
Las nuevas armas,
los inventos.
La búsqueda de
alianzas.
La guerra fuera
de Europa.
El bloqueo
marítimo.
Desmoralización
de la población.
1.5. HACIA EL FINAL
DE LA GUERRA.
La crisis de 1917
en Rusia y la paz de Brest-Litovsk (1918).
Intervención de
EE UU.
La gran ofensiva
alemana y el posterior desmoronamiento alemán.
Hundimiento austriaco,
búlgaro y turco.
1.6. UNA NUEVA
ORDENACIÓN DEL MUNDO.
Los Tratados de
paz.
Los desastres de
la guerra.
1. PRIMERA GUERRA
MUNDIAL.
INTRODUCCIÓN Y RESUMEN.
El inicio del siglo XX.
Para la mayoría de los europeos la época entre 1871 y 1914 fue la belle époque. La ciencia había hecho la vida más cómoda y segura, en un principio el gobierno representativo había conseguido una gran aceptación y se esperaba con confianza el progreso continuo. Orgullosas de sus logros y convencidas de que la historia les había asignado una misión civilizadora, las potencias europeas reclamaron enormes territorios de África y Asia para convertirlos en sus colonias. No obstante, algunos creían que Europa estaba al borde de un volcán. El novelista ruso Fiódor Dostoievski, el filósofo alemán Friedrich Nietszche, el psiquiatra austriaco Sigmund Freud y el sociólogo alemán Max Weber advirtieron sobre el optimismo fácil y rechazaron la concepción liberal de una humanidad racional. Tales presagios comenzaron a parecer menos excéntricos a la luz de las dudas contemporáneas que suscitaba el consenso liberal. Un nuevo y virulento brote de antisemitismo surgió en la vida política de Austria-Hungría, Rusia y Francia; en la cuna de la revolución, el caso Dreyfus amenazó con derribar la Tercera República. Las rivalidades nacionales se exacerbaron por la competición imperialista y el problema de las nacionalidades en la mitad húngara de la Monarquía Dual se intensificó debido a la política de magiarización del gobierno húngaro y la influencia de las unificaciones alemana e italiana en los pueblos eslavos.
Mientras, la clase trabajadora industrial crecía en número y fuerza organizada, y los partidos socialdemócratas marxistas presionaban a los gobiernos europeos para equiparar las condiciones y las oportunidades de trabajo. El emperador Guillermo II de Alemania apartó de su lado a Bismarck en 1890. Durante dos décadas el canciller de hierro había servido como el “honesto corredor de bolsa” de Europa, al realizar con gran destreza una asombrosa política de alianzas internacionales que pudieron mantener la paz. Ninguno de sus sucesores poseía la habilidad necesaria para preservar el sistema de Bismarck, y cuando el emperador incompetente desechó la Realpolitik en favor de la Weltpolitik (la política mundial o imperial), Gran Bretaña, Francia y Rusia formaron la Triple Entente.
La I Guerra Mundial.
El peligro alemán, junto a la rivalidad entre Rusia y Austria en los Balcanes, implicaba una actividad diplomática que presentaba dificultades demasiado grandes para los mediocres funcionarios que dirigían los ministerios de Asuntos Exteriores europeos en la víspera de 1914. Cuando el terrorista serbio Gavrilo Princip asesinó al archiduque austriaco Francisco Fernando de Habsburgo el 28 de junio de 1914, no hizo sino encender la mecha del barril de pólvora sobre el que se asentaba Europa.
El entusiasmo con que los pueblos europeos saludaron el estallido de las hostilidades pronto se convirtió en horror cuando las listas de bajas aumentaron y los objetivos limitados se volvieron irrelevantes. Lo que se había proyectado como una breve guerra entre potencias, se convirtió en una lucha de cuatro años entre pueblos. En las últimas semanas de 1918, cuando finalmente terminó la guerra, los imperios alemán, austriaco y ruso habían desaparecido, y la mayor parte de una generación de jóvenes murió. El que el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, fuera la principal figura de la conferencia de paz de París (1919) demostró ser una señal de lo que estaba por llegar. Decidido a convertir el mundo en un lugar “seguro para la democracia”, Wilson había implicado a Estados Unidos en la guerra contra Alemania en 1917. Mientras proclamaba su llamada a una Europa democrática, Lenin, el dirigente bolchevique que en el mismo año se hizo con el poder en Rusia, llamaba al proletariado europeo a la lucha de clases y sentaba las claves ideológicas de la revolución socialista. Ignorando ambas premisas ideológicas, Francia y Gran Bretaña insistieron en una paz con reparaciones económicas, y Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía fueron obligados a firmar tratados que no tenían nada que ver con sueños mesiánicos. España, que había permanecido neutral, seguía arrastrando una profunda crisis de identidad, tras el desastre de 1898, la guerra con los Estados Unidos, la pérdida de Cuba y Filipinas, y sus repetidos fracasos militares en Marruecos. Pero a pesar de la neutralidad, la sociedad se dividió profundamente en dos bandos los 'aliadófilos' frente a los 'germanófilos'.
El periodo de entreguerras.
En las postrimerías de la catastrófica guerra y de una epidemia de gripe que provocó veinte millones de muertos en todo el mundo, muchos europeos creyeron, junto al filósofo Oswald Spengler, que eran testigos de la 'decadencia de Occidente'. Por supuesto aún podían encontrarse signos de esperanza; se había fundado la Sociedad de Naciones y se decía que en el este y el centro de Europa había triunfado el principio de la autodeterminación. Rusia se había liberado de la autocracia zarista y Alemania se había convertido en una república. No obstante, la Sociedad de Naciones ejerció poca influencia, y el nacionalismo continuó siendo una espada de doble filo. La creación de Estados nacionales en Europa central llevaba consigo necesariamente la existencia de minorías nacionales, porque la etnicidad no podía ser el único criterio para la construcción de fronteras defendibles. Los zares habían sido reemplazados por los bolcheviques, que rechazaron reconocer la legitimidad de cualquier gobierno europeo. Lo más importante fue, quizás, que el Tratado de Versalles, al establecer que existía un culpable de la guerra, había herido el orgullo nacional alemán, mientras que los italianos estaban convencidos de que les habían negado su parte legítima del botín de posguerra.
Benito Mussolini, al explotar el descontento nacional y el temor ante el comunismo, estableció una dictadura fascista en 1922. Aunque su doctrina política era vaga y contradictoria, se dio cuenta de que, en una época en la que la política dirigida a las masas estaba en pleno auge, una mezcla de nacionalismo y socialismo poseía el mayor potencial revolucionario. En Alemania, la inflación y la depresión dieron a Adolf Hitler la oportunidad de combinar ambas ideologías revolucionarias. A pesar de su nihilismo, Hitler nunca dudó de que el Partido Nacional Socialista Alemán era el vehículo prometido a su ambición. Por su parte, el sucesor de Lenin, Stalin, subordinó el ideario internacionalista de la revolución al concepto de la defensa de la patria rusa, y al proclamar 'el socialismo en un único país', erigió un aparato gubernamental jamás igualado en omnipresencia.
La crisis española desembocó en el destronamiento pacífico de la monarquía, tras las elecciones municipales de 1931. Pero la República fue contestada desde sus inicios por las fuerzas conservadoras, los poderes fácticos, la Iglesia y los terratenientes, que provocaron gravísimos enfrentamientos políticos y sociales. En 1936 estalló una cruenta guerra civil, que dividió de inmediato a la opinión pública en todo el mundo. Acabó en 1939 con el triunfo del general Francisco Franco, que había tenido el apoyo decisivo de Hitler y Mussolini.
1.1. CAUSAS DE LA GUERRA.
Se distinguen dos
grupos de causas: remotas y próximas.
Las causas
remotas.
- La rivalidad
económica y naval entre Alemania y el Reino Unido en el ámbito mundial.
- La hegemonía
militar de Alemania en Europa continental.
- Las actividades de
los pangermanistas (Deutschland über alles) que exigían un inmenso
espacio vital (lebensraum) que se extendiera desde la Mittel
Europa hasta el Cáucaso, expulsando a los eslavos hacia el resto de Rusia; así
como una política más agresiva en Africa Central (Mittel Afrika) para
anexionarse el Congo (y si era posible Angola y Mozambique) con el objetivo de
conseguir materias primas y la conexión directa entre el Atlántico y el Índico
a través de Camerún y Tanganika.
- La política de los
“revanchistas” franceses que exigían la devolución de Alsacia-Lorena; se
combinada con la preocupación del gobierno francés de mantener la alianza rusa.
- Las pretensiones
rusas sobre los “Estrechos” turcos del Bósforo y los Dardanelos para así
alcanzar el Mediterráneo.
Las alianzas militares en Europa en 1914.
Las alianzas militares en Europa en 1914.
Las causas próximas.
- La política
agresiva de Austria-Hungría en los Balcanes para extender su supremacía hasta
Grecia.
- La ruptura del equilibrio
en los Balcanes en las dos guerras entre los países balcánicas en 1912-1913.
- La continua e
insoportable alarma de la “paz armada” entre las Grandes Potencias.
- El deseo de Alemania
y Austria-Hungría de resolver la situación mediante la prueba de fuerza (Kraftprobe)
de una guerra preventiva.
- El asesinato del
príncipe heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando,
por un terrorista serbio (28-VI-1914) en Sarajevo (Bosnia), que proporcionó un
pretexto a los austrohúngaros para atacar.
1.2. ESTALLIDO DE LA GUERRA.
El atentado de
Sarajevo.
La causa directa más
inmediata estuvo en el “avispero de los Balcanes”. El príncipe heredero del
trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando, un reformista liberal
que pretendía refundar el Imperio dando soberanía a los eslavos (checos,
croatas y tal vez otros pueblos) en pie de igualdad con los austriacos y
húngaros, fue asesinado en Sarajevo (capital de la Bosnia ocupada) por un
terrorista serbio (28-VI-1914) que pretendía que el territorio se integrara en
la Gran Serbia.
En el mes de julio
el gobierno de Viena acusó al serbio de Belgrado de proteger y fomentar los
movimientos nacionalistas que habían perpetrado el crimen y al mismo tiempo
decidió aprovechar la crisis para aniquilar el poder militar serbio y su creciente
amenaza nacionalista sobre los pueblos eslavos del Imperio.
En este conflicto la
gran potencia eslava y ortodoxa, Rusia, apoyaba a Serbia, mientras que
Austria-Hungría contaba con la ayuda de Alemania, y con su apoyo envió un ultimátum
con unas condiciones muy duras (disolución de los grupos ultranacionalistas y
concesión de un control militar austriaco) que no fueron aceptadas por Serbia y
Rusia.
A su vez, Rusia
estaba integrada en la Triple Entente con Francia y Reino Unido (Gran Bretaña),
y Alemania y Austria-Hungría formaban con Italia la Triple Alianza, las dos
grandes coaliciones político-militares hasta 1914.
La declaración de
guerra.
Los ejércitos
respectivos fueron movilizados. La fuerza de los nacionalismos y la solidez de
las alianzas mutuas en los Balcanes provocaron que nadie pudiera echarse atrás.
Francia y Gran Bretaña no querían ir a la guerra por Serbia, pero no podían
permitir que Rusia fuera vencida, porque una Alemania vencedora y sin
contrapeso oriental sería después un terrible enemigo para ellas.
Entre el 28 de julio
y el 4 de agosto las grandes potencias de la Triple Entente y la Triple Alianza
se declararon la guerra. El 3 de agosto Alemania declaró la guerra a Francia y
de inmediato invadió Bélgica para atacar por un lado imprevisto. De momento,
Italia se mantuvo al margen y no apoyó a Alemania y Austria-Hungría, dudando
sobre qué bando ganaría. Sólo algunos dirigentes socialistas (Jaurés, Lenin)
intentaron convencer a los sindicatos y los partidos de la II Internacional que
aquella no era la guerra de los obreros, pero el espíritu nacionalista fue más
fuerte.
1.3. ESTADOS
CONTENDIENTES Y ESTADOS NEUTRALES.
Las Potencias Centrales.
Alemania y
Austria-Hungría, las llamadas potencias centrales, se unieron desde el
principio y llevaron el principal peso de la guerra. Contaban con la ventaja de
tener una unidad de comunicaciones y poderosos ejércitos terrestres, sobre todo
el alemán.
Más tarde, Turquía
(XI-1914) y Bulgaria (X-1915) se juntaron a las potencias centrales, aunque su
participación fue secundaria.
Los aliados de la Entente.
La Entente la
compusieron desde el principio los aliados Reino Unido, Francia, Rusia y dos
potencias menores, Bélgica (debido a que Alemania había vulnerado su
neutralidad) y Serbia.
En los años
siguientes otros países entraron en la guerra al lado de los aliados. Italia,
neutral al principio pese a pertenecer a la Triple Alianza, rechazó apoyar a las
Potencias Centrales sino que se cambió de bando y participó desde 1915 junto a
los aliados. También se alinearon con la Entente sucesivamente Rumanía,
Montenegro, Grecia y Portugal en Europa.
En naranja las Potencias Centrales, en verde los Aliados y en añil los neutrales.
Los Estados
neutrales, Japón y EE UU.
Los Estados
neutrales fueron muchos en Europa: España, Suiza, Holanda, Dinamarca, Noruega y
Suecia. Pero en dos casos la neutralidad fue conculcada: Bélgica (desde el
principio) y Grecia (1917).
La mayoría de los
países latinoamericanos se mantuvieron neutrales hasta 1917, cuando la presión
norteamericana les llevó a alinearse con la Entente.
En Asia se
mantuvieron neutrales China, Tailandia y Afganistán, mientras que Persia estuvo
a punto de apoyar a las Potencias Centrales pero fue ocupada preventivamente
por los rusos y británicos.
Japón, aliada
histórica de Reino Unido, intervino pronto contra Alemania y ocupó sus colonias
de Tsing-tao (China) y las islas de Micronesia.
EE UU fue neutral al
principio porque sus simpatías con los aliados eran moderadas por la numerosa
población de procedencia alemana, pero comenzó progresivamente a ayudar con
capitales y armas a los aliados, sus principales clientes en la época de
extraordinaria prosperidad que comenzó entonces. El hundimiento del barco estadounidense
Lusitania en la campaña submarina alemana decidió a la opinión pública y el presidente
Wilson ordenó la intervención en 1917, que resultó decisiva a favor de los
aliados.
1.4. DESARROLLO DE
LAS OPERACIONES.
Mapa de evolución del conflicto en Europa entre 1914-1918.
La guerra de
movimientos.
Alemania, que
contaba con el ejército más potente, luchó en dos frentes: contra Francia en el
Oeste y Rusia en el Este. Contando con que los rusos tardarían en movilizar sus
ejércitos, el alto mando alemán decidió concentrar sus fuerzas contra Francia,
vencerla primero y trasladar luego sus tropas al este.
Desde el primer
momento los alemanes, atravesando Bélgica en un movimiento envolvente,
empujaron al ejército francés hacia el sur y su victoria llegó a parecer
inminente. Pero a finales de agosto los rusos, aunque no preparados del todo,
invadieron Prusia. Fue necesario sacar urgentemente tropas de Francia y
mandarlas al frente ruso, donde los generales Hindenburg y Ludendorf
consiguieron grandes victorias en las batallas de Tannnenberg y Lagos
Masurianos. Pero los alemanes ya no tuvieron fuerzas suficientes para derrotar del
todo a los franceses, que les contuvieron en la batalla del Marne (6-11 de
septiembre). Ambos contendientes avanzaron entonces para dominar los puertos
del Canal de la Mancha, por donde llegaban los refuerzos británicos.
El frente occidental
se estabilizó en diciembre de 1914: desde el Mar del Norte a Suiza se extendía
un frente continuo formado con líneas paralelas de trincheras.
En el frente
balcánico, Serbia y Montenegro tras una larga resistencia fueron ocupados por
las Potencias Centrales, lo que aseguró su predominio durante el resto de la
guerra en los Balcanes y precipitó la incorporación de Bulgaria y Turquía a su
bando.
La guerra de
trincheras.
La guerra de
trincheras resultó ser una terrible forma bélica a la que no estaban
acostumbrados los militares. Los soldados se amontonaban en zanjas estrechas,
llenas de barro por las lluvias, protegidas por alambradas, apenas separadas de
las enemigas. Los generales pretendían vencer efectuando asaltos frontales y
abriendo brechas entre las trincheras enemigas. Para ello se bombardeaba
furiosamente y durante mucho tiempo un sector del frente y luego se lanzaban al
asalto sucesivas oleadas de soldados de infantería. Pero el enemigo contestaba
con su propia artillería o con las ametralladoras y se producían matanzas
horrorosas para apenas avanzar unos pocos kilómetros.
Las grandes
batallas de desgaste.
Las batallas de
desgaste de Verdún (iniciada con una ofensiva alemana) entre febrero y julio de
1916 y del Somme (esta fue una ofensiva aliada) entre junio y noviembre de 1916
fueron las más importantes de la guerra por la enorme suma de bajas de ambos
contendientes, pese a que ambas acabaron en un equilibrio.
Las ofensivas del
frente oriental.
Entre las ofensivas
del frente oriental a partir de 1915, que no podía ser por su amplitud una
guerra de trincheras sino de movimientos, destacan las de los alemanes en
Polonia (1915), que permitieron ocupar la región occidental del Vístula; y, por
el contrario, las ofensivas de los rusos de Brusilov en 1916 y la ordenada por Kerenski
en 1917, que al principio hundieron a los austrohúngaros en el sector sur del
frente pero que terminaron en duras derrotas ante la intervención alemana, y la
conquista de la mayor parte de Rumanía por las Potencias Centrales (1916).
Problemas
sociales y económicos de la guerra.
Se plantearon
problemas nuevos, como la industrialización y financiación de la guerra. Los
Estados planificaron e intervinieron las economías para concentrar todos los
esfuerzos en la producción de armamento, alimentos y material de uso bélico.
Los empréstitos, tanto interiores como exteriores, financiaron la costosa guerra.
Los imperios coloniales de los aliados fueron aprovechados para financiar,
suministrar y reclutar tropas.
Las nuevas armas,
los inventos.
Se desarrollaron
nuevas armas: una artillería más potente, aviación, tanques, submarinos y armas
químicas. Pero la más decisiva fue tal vez la alambrada espino de acero, que
paralizaba los avances de la infantería.
La búsqueda de
alianzas.
La necesidad de
superar por los flancos al enemigo incitó a ambos bandos a incorporar más
países, Mientras las potencias centrales conseguían el apoyo apenas de Turquía y
Bulgaria, los aliados recibieron un apoyo más amplio: Italia, Portugal, Rumanía
y, finalmente, el decisivo de los EE UU.
La guerra fuera
de Europa.
Alemania perdió en
los primeros meses sus colonias en China y Oceanía a manos de Japón con escasa
lucha, mientras que sus colonias africanas de Togo, Camerún y Namibia caían en
manos de franceses y británicos, salvo en Tanganika, que resistió en una audaz lucha
de guerrillas hasta el final de la guerra.
El bloqueo
marítimo.
Los Aliados
bloquearon por mar a Alemania para privarla de alimentos y materias primas.
Alemania respondió con la guerra submarina, para bloquear a sus enemigos,
hundiendo gran cantidad de buques aliados e incluso neutrales, lo que fue un
factor importante para llevar a EE UU a decantarse por la intervención.
Sólo hubo una
batalla naval importante, la de Jutlandia (en el Mar del Norte), que acabó en
empate, sin que los alemanes pudiesen romper el bloqueo naval aliado.
Desmoralización
de la población.
Tanto las tropas
como la población civil en la retaguardia sufrieron una grave y rápida pérdida
de moral de lucha, debido a las terribles pérdidas humanas y a los enormes
costos materiales. Las huelgas de los trabajadores y las deserciones de los
soldados fueron combatidas con la propaganda nacionalista y la represión.
1.5. HACIA EL FINAL
DE LA GUERRA.
La crisis de 1917
en Rusia y la paz de Brest-Litovsk (1918).
La descomposición de
la sociedad y el ejército en Rusia culminó en la Revolución Rusa de febrero de
1917. Al principio el gobierno “burgués” de Kerenski prosiguió la guerra e
incluso lanzó una ofensiva, pero las derrotas que siguieron fueron tan
terribles que se precipitó la Revolución de Octubre ese mismo año, que puso el
poder en manos de los bolcheviques, partidarios de acabar la guerra. La paz de
Brest-Litovsk (1918) finalizó la guerra entre las Potencias Centrales y Rusia,
que perdió los países bálticos, Polonia y Ucrania, ocupadas por el enemigo.
Inmediatamente los
rumanos tuvieron que rendir sus posiciones y en mayo quedaba liquidado el
frente oriental, pudiendo los alemanes trasladar entonces importantes fuerzas
al frente occidental, justo cuando los norteamericanos llegaban.
Intervención de
EE UU.
La intervención de
EE UU fue decisiva para inclinar la guerra del bando de los aliados. El
hundimiento del Lusitania en mayo de 1915 y de otros barcos a continuación fue
un importante factor que explica el cambio de la opinión pública, pero más aun pesaban
las deudas de los Aliados, tan fuertes hacia 1917 que no se podía permitir su
derrota si se quería recuperar la inversión. Por fin, EE UU declaró la guerra a
Alemania (6-IV-1917) y envió a Europa en el año siguiente hasta 2 millones de
soldados, superando abrumadoramente en número a los refuerzos que habían podido
enviar los alemanes desde el Este.
La gran ofensiva
alemana y el posterior desmoronamiento alemán.
En el verano de 1918,
Alemania lanzó, bajo el mando de los generales Hindenburg y Ludendorf (exitosos
comandantes del frente oriental), la última gran ofensiva en el frente del
Oeste, planificada para antes de la llegada de los refuerzos norteamericanos
pero fueron contenidos ante París en la segunda batalla del Marne.
A mediados del
verano los aliados, ya con los refuerzos de EE UU, comenzaron su ofensiva y
echaron atrás a los alemanes. En octubre la situación en Alemania era ya desesperada:
la retirada del ejército, los motines en la flota, las huelgas y las manifestaciones
en la retaguardia. El alto mando militar alemán prefirió negociar una paz antes
de que entraran en Alemania los aliados, mientras que estos deseaban un pronto
final de la guerra para acabar con la carnicería y aislar enseguida a la Rusia
comunista. A principios de noviembre estalló una verdadera revolución popular
en Alemania, formándose numerosos consejos (según el exitoso modelo ruso) de
obreros y soldados en las ciudades, el gobierno dimitió, los soldados y marinos
se negaron a seguir luchando. El canciller, príncipe Maximilian de Baden, un
pacifista nombrado para negociar la paz, dimitió (9-XI)) y le sucedió el
socialdemócrata Ebert, con el fin de parar la revolución, al tiempo que el
emperador Guillermo II abdicó y huyó a Holanda, y se proclamó la República. El
armisticio de rendición alemana se firmó el 11 de noviembre.
Hundimiento
austriaco, búlgaro y turco.
Austria-Hungría cayó
ante la ofensiva conjunta aliada, desde el Norte de Italia (24 octubre) y desde
Grecia. A finales de octubre la revolución en todos los países del Imperio austro-húngaro
lo deshace irreversiblemente y el emperador Carlos de Habsburgo, tras el
fracaso de su intento federalista de austriacos, húngaros y eslavos, abandonó
el país.
Bulgaria, a su vez, se hundió en septiembre ante el ataque de los ejércitos aliados desde Grecia.
Turquía, por su
parte, no pudo resistir el doble ataque británico desde Egipto e Iraq.
1.6. UNA NUEVA
ORDENACIÓN DEL MUNDO.
Mapas políticos de comparación de Europa en 1914 y 1919.
Mapa de cambios territoriales en Europa.
Los Tratados de
paz.
Se firmaron en 1919
una sucesión de tratados, los más importantes de los cuales se firmaron en
París: Versalles (los Aliados con Alemania), Saint Germain (Austria), Trianon
(Hungría), Neuilly (Bulgaria) y Sèvres (Turquía).
Las fronteras fueron
modificadas de acuerdo a los principios generales de autodeterminación de los
pueblos nacionales, lo que no contó para Alemania y Austria. La primera
devolvió a Francia Alsacia y Lorena, mientras que Dinamarca añadió unos
territorios en Jutlandia y Bélgica ganaba unas localidades, y la región renana
del Sarre era declarada Estado autónomo, con la previsión de un futuro
plebiscito para decidir si se incorporaba a Francia (pero votó finalmente a
favor de Alemania).
En los Balcanes,
Rumanía ganó territorios a Austria-Hungría (Transilvania), Rusia (Besarabia) y
Bulgaria (Dobrudja); Grecia se extendió por el sur de Bulgaria y en Turquía
(hasta que una guerra posterior fijó las actuales fronteras).
La disgregación de
los cuatro grandes imperios de Alemania, Austria-Hungría, Rusia y Turquía
conllevó la aparición en Europa de nuevos Estados (algunos de los cuales nunca
habían sido independientes): Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Austria,
Hungría, Checoslovaquia yYugoslavia, que se formó con la integración de los
independientes Serbia y Montenegro e incluir Bosnia, Herzegovina, Croacia y
Eslovenia, zonas eslavas tomadas a Austria-Hungría.
Italia a su vez
ocupó el Trentino y Trieste, tomadas a Austria-Hungría, magro fruto para sus
muchos sacrificios.
Bulgaria perdió
territorios limítrofes a favor de Grecia, Serbia y Rumanía.
El Imperio Turco se
dividió entre una Turquía reducida y en parte ocupada por los aliados, que
estuvieron a punto de dividirse todo el país, y unos territorios bajo mandato
francés (Siria, Líbano) y británico (Palestina, Irak).
Alemania perdió sus
colonias a manos de Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Japón, en forma de
mandatos de la Sociedad de Naciones (en realidad de las potencias aliadas), que
debían preparar posteriormente la independencia.
Mapa de las colonias alemanas perdidas en Oceanía, a manos de Japón y Reino Unido, desde las Marianas hasta Nueva Guinea.
El gran derrotado,
Alemania, debió aceptar su culpabilidad, pagar una enorme indemnización por
reparaciones de guerra, reducir al mínimo su flota y su ejército, sufrir la
ocupación de la región de Renania y perder territorios en casi todos las
fronteras (sobre todo Alsacia y Lorena), y todo su imperio colonial. Ni
siquiera pudo compensarlo con la unión con Austria (cuya población lo deseaba)
y vio como importantes poblaciones alemanes quedaban en Checoslovaquia y
Polonia. Estas duras condiciones la humillaron profundamente y fomentaron un
nacionalismo revanchista. Muchos alemanes creyeron haber sido traicionados por
los socialistas y anarquistas, pues la propaganda hasta el último día les había
hecho creer que estaban ganando la guerra y además los aliados nunca invadieron
su país, y de repente se encontraban vencidos y en parte ocupados. Esta idea de
la traición comenzó a fraguar ideológicamente el futuro ascenso del nazismo.
Austria-Hungría
desapareció, sustituida por varios Estados. Austria se redujo a la zona de población
alemana desde Viena hasta el Tirol, pero grandes contingentes de población
alemana quedaron repartidos entre los Estados de Checoslovaquia (zona de los
Sudetes), Hungría y Rumanía.
Mapa de Europa tras los Tratados de París en 1919.
Los desastres de
la guerra.
La guerra provocó
casi 8,5 millones de muertos y 20 millones de heridos, y favoreció
decisivamente debido a las penurias de la población la expansión de la epidemia
llamada de la ‘gripe española’ de 1918-1919, que mató cerca de 50 millones de
personas. Ninguna guerra anterior había sido tan sangrienta. Su repercusión en
la demografía y en la economía de los países fue muy importante porque eran
hombres jóvenes.
Fueron inmensas las
destrucciones materiales. Las tierras del Norte de Francia, principal escenario
de la guerra, quedaron destruidas; se hundieron 13 millones de tm de barcos; e
incontables fábricas fueron arrasadas.
El endeudamiento fue
enorme. Hubo que aumentar los impuestos y dedicar la mayor parte de los
presupuestos a la guerra. Los bancos ingleses, que habían hecho grandes
préstamos a sus aliados al principio de la guerra, al acabar esta debían a los
EE UU unos 10.000 millones de dólares.
La industria europea
se había concentrado en el armamento y había abandonado los mercados
coloniales, China y América. EE UU y Japón, más otros países como España,
ocuparon su lugar proveyendo su demanda.
Las consecuencias
sociales también fueron enormes: amargura, desesperación, cambios en la
mentalidad colectiva, los nacionalismos emergentes... El escritor austrohúngaro
Zweig escribió: ‹‹tal vez nada demuestra de modo más palpable la terrible caída
que sufrió el mundo a partir de la I Guerra Mundial como la limitación de
movimientos del hombre y la reducción de su derecho a la libertad. Antes de
1914 la Tierra
era de todos. Todo el mundo iba a donde quería. No existían permisos ni
autorizaciones. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin
preguntar ni ser preguntada. No existían salvoconductos, ni visados ni ninguno
de esos fastidios. Fue después de la guerra cuando el nacionalsocialismo
comenzó a transformar el mundo, y el primer fenómeno visible de esta epidemia
fue la xenofobia: el odio, o por lo menos el temor al extraño. En todas partes
la gente se defendía de los extranjeros, en todas partes los excluía. ›› [Stefan Zweig. El mundo de ayer. Memorias de un europeo. El
Acantilado. Madrid.]
Uno de los 14 Puntos
del presidente Wilson proponía el establecimiento de una Sociedad de Naciones,
que tendría como finalidad asegurar la paz, garantizar la independencia política
y territorial de los Estados y programar el desarme general. Estableció su
residencia en la ciudad suiza de Ginebra.
Tenía pocas
posibilidades de resultar efectiva porque, desde el primer momento, no formaron
parte de ella dos naciones muy importantes: EE UU, porque el Senado no aprobó
la política exterior del presidente Wilson y volvió el aislacionismo tradicional,
y la URSS.
FUENTES.
Películas. Orden cronológico.
All Quiet on the Western Front (1930), de Lewis Milestone.
Escena escogida: Ataque francés y contraataque alemán. 6:51. [https://www.youtube.com/watch?v=dY5GJ4jWT5g]
Hombres contra la guerra (Uomini contro, 1970), de Francesco Rossi. La locura de la guerra,
durante la batalla de Caporetto (1917).
1917 (2019), de Sam Mendes. Reseña de
Fernández López, José Manuel. La favorita
‘1917’, un videojuego sin rigor militar. “El País” (8-II-2020).
Documentales / Vídeos.
Ellos no envejecieron (2019). They Shall Not Grow Old. Reino Unido. Dirección: Peter Jackson.
Documental-ficción, con fotogramas y filmaciones originales digitalizadas, de
los veteranos británicos de la Gran Guerra. Reseña de Del Molino, Sergio. Lo que de verdad vemos cuando miramos al
pasado. “El País” (22-VIII-2019).
Exposiciones.
*<Cartas al Rey y la mediación humanitaria de
Alfonso XIII en la Gran Guerra>. Madrid. Palacio Real (8 noviembre
2018-3 marzo 2019). Una exposición en el Palacio Real recuerda que el monarca
creó una oficina de rescate de prisioneros de la Primera Guerra Mundial y salvó
a miles de civiles y militares. Reseña de Olaya, V. G. Cuando Alfonso XIII intentó salvar al zar. “El País” (6-XI-2018).
*<À
l’Est. La guerre sans fin, 1918-1923>. París. Musée de l’Armée (5
octubre 2018-20 enero 2019).
[http://www.musee-armee.fr/programmation/expositions/detail/a-lest-la-guerre-sans-fin-1918-1923.html]
Artículos. Orden cronológico.
Bassets,
Marc. El renacimiento nacionalista.
“El País” (11-XI-2018). El centenario del fin de la Gran Guerra muestra que sus
causas y consecuencias siguen vigentes en gran parte.
Altares,
G. La paz que trajo el desastre. “El
País” (12-XI-2018).
Moreno
Luzón, Javier. Versalles, 1919. “El
País” (16-VIII-2019). La enseñanza de la necesidad de instituciones de
cooperación internacional.
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